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HERRAMIENTAS

PARA CUERPOS EN
RESISTENCIA
HERRAMIENTAS PARA CUERPOS EN RESISTENCIA.
Edición independiente.
Coordinación y edición Erika Bulle Hernández
Resultado del taller virtual “HERRAMIENTAS PARA UN
CUERPO VIVIENDO EN RESISTENCIA”, impartido en el
Centro de la Imagen bajo el programa educativo coordinado
por Javier León Cuevas.

Portada, Guadalupe Dorantes


2022

“Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte 2021.Esta


actividad se realiza como parte de los compromisos con el Progra-
ma de Interacción Cultural y Social (PICS)”
Introducción.

Como parte de las actividades del Programa de


Interacción Cultural y Social (PICS) del Sistema
Nacional de Creadores de Arte, nace como produc-
to del taller “HERRAMIENTAS PARA UN CUERPO
VIVIENDO EN RESISTENCIA”, esta fanzina co-
lectiva nos deja ver la necesidad de crear nuestras
propias herramientas, textos, dibujas entre otros
saberes para ayudarnos a crecer y empoderarnos
como corporalidades diversas en lxs espacixs que
habitamos.
Durante varias sesiones nos dimos a la tarea de
concluir los procesos que abríamos con la finalidad
de regalarnos y compartir con ustedes nuestras
formas de resistencia.
Esperamos les sean de utilidad y lo hagan circular
masivamente.
Queremos agradecer al Centro de la Imagen y es-
pecialmente a Javier León Cuevas por su generosi-
dad y abrirnos estx espacix.

Erika Bulle Hernández


Herramientas.

1.- Reconocer mis vulnerabilidades no me revicti-


miza.
2.- Valido mis creencias tanto como las necesito.
3.- Construyo lugares seguros rodeada de perso-
nas que me hacen sentir bien.
4.- Pongo límites.
5.- Hago un movimiento (acción específica) cuan-
do reconozco que ejerzo alguna violencia.
6.- Sentipienso los comentarios que hacen sobre
mí y decido con cuáles me quedo.
7.- A través de mi cuerpo me siento poderosa.
8.- A veces también necesito reconciliarme conmi-
go.
9.- Muchas veces me reconozco en otrxs compa-
ñerxs.
10.- Validar mis experiencias como una constante.
11.- Me abro ante los saberes que me dan posibili-
dades para vivir.
12.- A partir de mis experiencias he podido resigni-
ficar las diviersidades que me atraviesan.
Insultos que
no suenan a insulto.

Ana Laura Ramírez Ramos

Sume la panza. Párate derecha. No infles los ca-


chetes. ¿Te vas a comer otro pedazo? No tenemos
de esa talla. Miss Peggy.
Gordita. Baja de peso. Eres bonita de la cara. Si
hicieras tantito ejercicio. Nadie se va a fijar en ti.
¿Qué te panzó? Subiste de peso, ya no me gus-
tas. Eres muy gorda. El lunes empezamos la dieta,
¿no? Para ella una ensalada. Te lo digo con cari-
ño.
Tú no puedes ser
Julieta, Ofelia, May, Sandy, la princesa. Estas pas-
tillas son súper efectivas.
¿Ya probaste la dieta de los puntos, de la manza-
na, de la luna, la keto? Estar así no es bueno para
tu salud. Quiérete un poco.

No me queda más que sonreír, porque ese es mi


escudo contra todo: sonreír como si nada me pa-
sara, como si no doliera. Sonrío y la gente piensa:
“qué buen consejo”, “ya hice mi obra buena del
día”. La gente se compra mi sonrisa aunque sea la
más falsa del mundo.
María Guadalupe Dorantes Martínez
Joasíl Pantoja

Conozco mi cuerpo, pero nunca lo suficiente. Soy


fuerte, pero no sabía que era lenta. el mundo nos
hace incapacitados cuando nos coloca en situacio-
nes discapacitantes, asi que lo supe (de mi lentitud)
cuando quedó demostrado en contrastre, un día,
en campo.
Éramos un grupo pequeño pero siempre me de-
jaban muy atrás a subir el cerro. Yo no le gustaba
para nada a ese señor y entre muchas razones, sé
de cierto que una era mi cuerpo gordo, no explota-
ble ni deseable sexualmente, descartable, no
importante. Me puso en peligro su forma sesgada
de relacionarse conmigo pues hizo todo lo que
pudo para vulnerarme en tierra de nadie y hacerme
sentir la más lenta, la más inútil, la más diabética,
la más indeseable en ese espacio al momento de
subir y bajar cerros diarios. La más deforme y la
más bestial, deshumanizada. Intenté entonces ser
asertiva y desvincularme de la forma tan injusta
en cómo él me miraba, sabiendo que esa forma
de mirarme era su problema y no la mía, así que
cómo me trataba era triste, porque hablaba de sus
propias carencias y yo sentía dolor por eso, porque
me lo imaginaba recibiedo los mismos actos crudos
a los que me sujetaba. Evadirse es una herramien-
ta útil sobretodo cuando se está cargada de una
hiperconciencia de los nombres de todas las violen-
cias ejercidas y de un corazón de pollo por los
que las ejercen. Es una herramienta que permite
sobrevivir largas temporadas en sitios donde te ha-
cen saber que eres indeseable (como la secunda-
ria) o cuando o has vivido con alguna figura paterna
o de autoridad, como tus propios padres o como los
padres de tus amigas, que no quieren que te juntes
con ellas porque ven ‘algo raro en tí’. Pero no pue-
des retirarte de esos espacios en ese momento y
te tienes que quedar de alguna forma y tienes que
ponerte creativa para hacerlo ligero y tolerable. En-
tonces desde adentro te consuelas y te contienes.
Te regulas para no reaccionar, llorar, enojarte de
acuerdo al tamaño de la incomodidad, que no en-
tiendes pero que después logras hacer inteligible a
través de palabras rimbombantes como -injusticia-
o vi/o/len/cia. Algo de tí te alerta que tus reaccio-
nes y tu comportamiento están siendo monitorea-
das pues están a la espera de la excusa cualquiera
para justiciar ponerte en un lugar de más violencia.
A veces la confrontación es una delirio que sólo
existe por la imposibilidad de hacerlo en tiempo
real. Existen las jerarquías, el poder y cosas bien
bizarras que no entendía hasta que estudié antro-
pología y otras palabras rimbombantes. Reforzar
constantemente la idea de que soy digna y con-
tarme el cuento de que puedo comprender porqué
las personas hacen lo que hacen me han permitido
resistir en un tipo de eficiencia desafiante ha sido
una manera de sobrevivir acosos. Lo cual tampoco
es mi herramienta favorita: porque la productividad
es la compinche del capitalismo y yo no soy lo que
hago aunque me hagan creer que si no hago no
soy. Hacer las cosas de forma casi perfecta o
destacable obliga a las personas a verte de forma
utilitaria, que sigue siendo violento porque no te
permite alcanzar la humanización necesaria pero
te da un poco de agencia para negociar. No es lo
mismo tener acuerdos a poner límites a negociar.
Se negocia con lo que se tiene en un lugar donde
ya preexiste el problema y eso es un poco más
de agencia. Debo decir que mantiene a salvo en
casos de vulneración extrema a pesar de llevarte
a un cansancio extremo: por regularte, por evitar-
te, por disociarte, por negociar con lo poco que se
tiene, por ser extremadamente eficiente. Son he-
rramientas de supervivencia que no permiten vivir,
sólo subsistir.
Así que se guardan estas herramientas para sal-
vaguardar la vida ante peligros mayores. Perdón,
soy una aguafiestas profesional. Intento hablar de
que vulnerarse en redes seguras es lo mejor para
curar la evitación pero me parece importante ser
honesta en lo que duele primero. El profesor me
vulnera por mil razones y yo sueño en hacer lo
mismo con él por prieto, culero, pobre, macho, in-
seguro. Y me siento mal por pensarlo, y me siento
peor cuando me entero que sigue metiéndome el
pie para titularme. Pero lo acepto. Sé que estoy en
un continuo para procesar estas experiencias trau-
máticas que no se terminan con un suceso, sino
que se replican sistemáticamente en un mundo
que me exige ser optimista muy a pesar de que me
constituye como una vulnera-ble. Después de esta
furia sé que nos recomiendan la ternura y la com-
pasión. Y ese será mi viaje de esta vida, porque la
dignidad ahora sólo me permite pensar en furia.

Natalí Olac - Farfán


TE MIRO, ME VEO.
Tania de la Cruz
¿Cuál característica cambio tu vida para
siempre?
Mi gordura
Jaz Olivas

Sin más y en definitivo, aunque también he atrave-


sado experiencias que atentaron mi integridad por
mi color de piel, en primer término, siempre he sido
Jazmín la gorda, y puedo notar una ligera dife-
rencia en el trato del entorno en el que me mueva
cuando en un par de ocasiones he bajado conside-
rablemente de peso (TCA) las malditas dietas, ano-
rexia, laxantes me han hecho entrar en un mundo
donde he sido tratada con más respeto.
Ya no me es tan frecuente sentirme incómoda en la
calle por el trato de otrxs, cada vez me siento más
libre de que mi cuerpa pueda desenvolverse en su
espacio, pero por mucho tiempo fue desgastante,
tormentoso.
Comenzó a los 7 años, cuando empecé a ser yo,
porque mi yo gorda, es lo que soy, entonces todxs
lo reconocieron y no dudaron en apodarme, siem-
pre con intención de mimimizarme, y burlarse, mis
parientes, los profesores de la primaria, lxs niñxs,
cuando eres una niña gorda pareciera que sales a
la calle para que te lancen bombas, que permites
porque crees que debes recibirlas por ser gorda.
En la adolescencia llegan los TCA, bajé alrededor
de 25 kg y seguía siendo yo pero el entorno se
miraba en otro color, hora no recibía bombas sino
flores, aunque de esas flores varias estaban mar-
chitas, pues, había bajado de peso pero no tenía
nalgas, y seguía siendo morena, defecto de ser
muy morena. Entonces una no termina nunca
de ser señalada hasta tener una cuerpa hegemóni-
ca. O quizá ni eso pudiera ser suficiente, nunca he
tenido ni tendré una, así que, no lo sé.
Bueno, mi relación con el mundo es así, ir en resis-
tencia, de habitarme, darme de comer bonito, decir-
me cosas bonitas, y pelearme hasta con mi mente
cuando me hiero, comprarme la ropa que me gusta
(si me queda), y darle a la única cuerpa que voy a
tener, lo mejor que tenga para darle, a veces en-
frentar a quienes me patológizan y muchas veces
quedarme callada. Y luego confrontarme con el es-
pejo una y otra vez, ser mi verduga muchas veces,
el camino del autoconocimiento no es fácil, hiere,
sangra y los discursos de amor propio por lo gene-
ral me parecen basura, es ridículo hablar amar a
una cuerpa que no se habita en mente propia, cada
unx sabemos lo que duele, cuanto duele, y las ex-
periencias de los mundos crueles de cada unx.
Siendo alguien consiente de todo eso, y de incluso
amar esa resistencia y rabia, me siento en la des-
esperada insistencia por seguirlo gritando, porque
sueño con encontrarme y abrazar a la niña gorda y
morena que escondía sus fotos de la primaria para
que nadie, menos ella pudiera verlas.
Kika Pérez
¿Cuál fue el motivo de una discriminación
que hayas vivido?

María Fernanda Aguilar

De pequeña fui discriminada en el jardín de niños


por ser de piel marrón, trigueña, café, morena. De
rasgos indígenas y llamada María, los niños me
golpeaban “sin razón” y yo lo hacía de vuelta. A mis
papás le llegaban notas de las profesoras diciendo
que su hija era violenta. Mi mamá me reprendía.
Yo guardaba ira interior. Con el pasar de los años,
ocupaba varias horas de la tarde en mirarme al
espejo. Analizaba mis ojos, nariz, cejas, dientes,
vello, fosas nasales, oídos, labios. Me observaba
una y otra vez. En ángulos distintos, de cabeza,
de muy cerca y de muy lejos. Después de algún
tiempo, encontré la respuesta: sí era bonita, aun-
que fuese diferente. Crecí con esta verdad secreta
entre el espejo y yo, pues sentía que nadie más
me podría ver así, además de una que otra buena
amiga y de mi perro. Empecé la universidad y ese
secreto se hizo real. Los hombres me decían que
les parecía linda y me buscaban. Yo me sentía feliz.
Tenía algunos reparos con el tamaño de mis nalgas
o de mis pechos, pero nada que me hiciera en-
tristecer de verdad. Encontré un buen chico y nos
hicimos novios. Experimenté mi sexualidad y hallé
mi desinhibición. Me amaba siendo sensual, erótica
y mujer. Adoraba hacerme fotos como herramienta
de autoerotismo, y también para él. Era mucho más
feliz. Me gradué y, después de varios meses, con-
seguí un empleo. En este lugar, la mayoría de com-
pañeros eran hombres. Para no hacer más larga
la historia, un día me robaron una tablet en donde
tenía mis fotos íntimas y las expusieron entre ellos
y hacia el público para el cual trabajábamos. Me
enteré después y aunque defendí a mi cuerpo y a
su erotismo, internamente me sentí violada. Des-
de entonces me ha costado volver a mirarme en
el espejo con el amor que construí en mi infancia,
pues la gente no dejó de nombrarme ni de dejarme
de ver como puta, fácil, etc., desde su significado
negativo, dejando de lado mi rendimiento como
profesional y como ser humano. He sentido terror
de volver a ocupar cualquier prenda que se sienta
“convencionalmente” erótica o sensual. Es así que
ahora me encuentro en un proceso de volver a ese
amor hacia mi cuerpo y saber que no fue mi culpa
ni que es un error sentirse sensual. Así seas de
ancestros indígenas, tu piel sea marrón y te llames
María.
Joásil Pantoja
Karla María Blanco Díaz

EMPEZAR... ME HA TOMADO MI TIEMPO EL EM-


PEZAR... PERO CUANDO MIRO HACIA ATRÁS
RECONOZCO QUE ME HE MOVIDO DE LUGAR,
“NADA PERMANECE”. PERSPECTIVAS DIVER-
SAS, PARTICULARES UNIVERSOS, ÚNICOS Y
ESPECIALES SERES HUMANOS... CUERPAS
SIN IGUAL, ADN = 0.I% DE DIFERENCIA, CADA
UNE SIN IGUAL... PERSPECTIVAS... ¿ENTON-
CES QUE ES LO QUE NOS LLEVA A INSULTAR?
LA IGNORACIA ME RESPONDO... Y AQUÍ CO-
MIENZA LA HISOTIRA DE UNA PAYASA QUE
SE RECONOCE TODAS – UNA HISTORIA QUE
COMPARTIR, QUE CONTAR Y SINGULAR MA-
NERA DE HACERLO. SIN IGUAL, ME DIJE... ME
DIGO, SIN IGUAL... POR LO TANTO TIENE SEN-
TIDO. SI ENCUENTRO SENTIDO RESPIRAR,
RELAJAR Y RESPIRAR... AQUÍ Y AHORA... EN
UN PLANETA – TIERRA DONDE LA VIDA ES
POSIBLE, ES. SER... EXPERIENCIAR EMOCIO-
NES, SENSASIONES, EXPLORAR... HABITAR,
TODAS ELLAS Y MÁS COBRAN SENTIDO... LAS
PALABRAS; BENDITAS Y TERRIBLES LAS PA-
LABRAS PERO SON PARTE DE NUESTRA EX-
PRESIÓN... ASÍ QUE JUGARLAS, OCUPARLAS
CREATIVAMENTE, ACCIONARLAS.... CANTAR-
LAS. ENTONCES... SUCEDIÓ LA MAGIA; ME
REINVENTÉ Y ASUMIÉNDOME CON DISFRUTE
CACA FRÍA, SOY. Y DESDE AQUÍ PUEDO MI-
RAR LAS VIVENCIAS DONDE UN SEMEJAN-
TE BUSCÓ INSULTARME...¡APESTOSA! ¡DE-
FORME! ¡REPUGNANTE! ¡FETO MOSTRUOSO!
¡IDIOTA! ¡ESTÚPIDA! (QUE SÍ, LA ESTÚPIDEZ
ES UN RASGO QUE COMPARTO CON LA HU-
MANIDAD)... A QUIENES PROCURABAN INSUL-
TAR, LES MIRÉ SU ROSTRO Y EN SUS OJOS
HABÍA ENOJO, INCOMPRENSIÓN. ENTONCES
RECORDE AL ESPEJO Y SUS ENSEÑANZAS.
VOLVÍ A MIRARLE Y COMPRENDÍ MÁS ALLÁ
DE MÍ. ME MIRO Y PUEDO IDENTIFICAR QUE
PROVOCA EN MÍ DOLOR. Y ESTE DOLOR NO
LO QUIERO MÁS, ASÍ QUE MI ATENCIÓN SE LA
DEDICO CON AMOR Y COMIENZO A CREAR MI
UN CUENTO, EL PROPIO. Y CUANDO VUELVO
A MIRAR, YA ES MÁS DE UNO POR CONTAR;
FUGA DE PERSONAJES QUE BUSCAN MA-
NIFESTARSE. UNOS A TRAVÉS DEL DIBUJO,
OTROS CON LAS PALABRAS, ALGUNOS DAN-
ZAN Y OTROS AGUARDAN SÓLO EN MI IMAGI-
NACIÓN... OTROS EN SUEÑOS QUE SE HACEN
REALIDAD.
La pesada y sin ropa

Ekanna Ruiz

Este escrito intenta dar respuesta a la pregunta


cómo he visto mi cuerpo a través de las diferentes
facetas de la vida: niñez, juventud y adultez; a tra-
vés de mis ojos y de los otrxs cernamos.
De niña no me di cuenta de que estaba gorda. Mi
madre me compraba mi ropa en tiendas departa-
mentales, pero no pensaba que fuera porque ahí
podía encontrar vestimenta de edades mayores sin
preocuparse de que me quedara no. Mi abuela te-
nía una amiga que vendía ropa en el mercado a la
que le encargaba vestidos muy bonitos, lo recuer-
do con agrado. Pero si lo pienso ahora, creo que
mis dos madres ya se preocupaban por encontrar-
me ropa.
En la primaria no me sentía gorda hasta que una
niña, de otro grupo me lo gritó, al igual que a mi
mejor amiga. Fue hasta en secundaria que me di
cuenta de que efectivamente era gorda. No me
quedaba el uniforme cuando me lo fueron a com-
prar y mi abuela batallaba, lo encargaba en tallas
grandes para que me quedará y, aún más grandes,
para que me durara más. Andaba bien holgada y
yo me preguntaba dónde compraban sus unifor-
mes aquellas niñas que se veían bien bonitas con
el suyo. Pero lo que no pensaba es que esas niñas
que yo consideraba bonitas eran altas, delgadas y
blancas; así como nos educan, con el estereotipo
de belleza universal occidental. Eran sonrientes y
Natalí Olac-Farfán
amables; y con niños detrás de ellas. A mí también
me gustaba el niño popular de mi salón, y aunque
me hablaba nunca se fijó en mí más que como ami-
ga. Pensaba ¿será por ser gorda? No, no creo, es
el uniforme holgado que me hace ver fea.
Mi mejor amiga de secundaria también era gorda.
Me sentía cómoda con ella y le contaba todos mis
sentires, comenzamos a salir a las calles juntas a
conocer el mundo. Y es que aparte de gordas éra-
mos pobres, no teníamos las cosas materiales o de
moda que cualquier otra niña tenía. Recuerdo que
con mucho esfuerzo y berrinches me pude comprar
un pantalón azul metálico, que era el color de moda
de ese entonces, y un barniz del mismo color, para
“encajar” con las demás niñas. Nunca encaje más
que con las ñoñas o las nerds. Ah, y no olvidar, que
también, por ello, soy fea. Así era como me veían
los demás. Pero para mí, era más importante ser
lista que bonita, ¿qué otro camino me quedaba?
Mi abuela siempre me dijo: –Podrás andar vestida
como retrato, pero estudio no te faltará-.
Mi abuela me mandaba a hacer mi ropa con una
amiguita suya que por que estaba gorda y batallaba
mucho para encontrar algo que me quedara. Le de-
cía a su amiga: - “No pues imagínese Carmelita, le
compro algo y no le queda…Es todo un show que
me quieran cambiar la ropa…ya viera usted como
batallo hasta para los calzones…”.
Alguna vez una de mis tías dijo: -” Eso no es un
vestido es una funda de almohada”. Recuerdo que
me dio coraje y tristeza porque era un vestido que
me gustaba mucho. A partir de ahí ya no quería,
ponérmelo, no quería que me vieran con una fun-
da. Esa tía siempre hacia comentarios despectivos
a mi físico…Ahora entiendo el desorden alimenti-
cio con el que lidia mi prima…Una vez, ya un poco
más grande yo, esa misma tía me dijo en público: -
“Sume la panza”-. Y Yo me arme de valor para con-
testar: -” ¡Súmela tú! Yo no me avergüenzo de mi
panza que bastante dinero y trabajo me ha costa-
do”. Creo que a partir de ese momento me deje de
avergonzar. Y como ya comenzaba a trabajar pues
me daba el lujito de comprarme ropita en alguna
tienda. ¡Entendí que no solo era que no me queda-
rá la ropa, es que era cara! De un presupuesto que
mi abuela-madre no tenía o no quería gastar en mí.
Y como siempre decía que la escuela era primero
pues supongo que por eso lo presupuestado no era
para ropa.
Ya para los tiempos preparatorianos andaba vesti-
da como me daba la gana “siempre dark”. Aunque
no dejaba de escuchar comentarios de que me ves-
tía obscuro para ocultar la panza, comentarios que
en la actualidad sigo escuchando, no recibiéndolos
a la cara porque la gente es cobarde para decírtelo
de frente.
Otro comentario recurrente que recuerdo por parte
de la abuela de mi mejor amiga, es que cuando sa-
líamos de fiesta a divertirnos, decía: - “quién se iba
a robar a este par de gordas y feas”. Pero la verdad
es que este par de gordas ligaban bien chido como
cualquier otra chica delgada. Sí, nos divertíamos,
nos embriagábamos, andábamos de “locas” con
nuestras lonjas por la ciudad. Siempre juntas.
Con el tiempo aprendí que la palabra gorda no me
definía, que solo era un atributo más de mi perso-
na y que no me lo debía tomar a pecho. Le quite la
carga despectiva a la palabra gorda. Al igual que
también aprendí qué comentarios entran a mi vida
y cuáles no. Sobre todo, pensar de quién vienen
esos comentarios y si lo que buscan es ofender,
es ahí donde la palabra gorda pierde su fuerza.
He aprendido a desmontarla de la carga negativa
o, mejor dicho, dolorosa, no dejar que me afecte,
pero, sobre todo, aceptarme como soy y a no cen-
trar mi bienestar o estado de ánimo(felicidad) en un
atributo.

María Fernanda Aguilar


Ekanna Ruiz
Joásil Pantoja
Miranda De La Cruz
Xuty
*Hago un movimiento (acción específica) cuando
reconozco que ejerzo alguna violencia.

*A partir de mis experiencias he podido resignificar


las diviersidades que me atraviesan.

Cuido, apapacho y agradezco las potencialidades


que me brinda mi cuerpa.

Xoch Guzmán
Nelly Calderón de la Barca

Cuando eres del color de la tierra esto parece nor-


mal si quienes te rodean también lo son, pero em-
pieza a generar disonancia si incluso tus familiares
lo asocian a una expresión de menor valor o de
fealdad. A mi mamá le llamaron “la prieta” desde su
primera infancia, a su hermana mayor “la güera”;
cada denominación llevaba consigo un trato distinto,
una escala de aprecio diferenciada.
Si vives en el centro del país, ser morena es una
característica común, lo es menos en el norte de
México, tan lejos de lxs dioses y tan cerca de los
Estados Unidos. Y no solo escuché a la familia
materna elogiar la blanquitud, también a mi abuela
paterna, quien tenía una larga lista de los colores
que las morenas “no debíamos utilizar”, ya que nos
evidenciaban aún más.

Ser morena, migrante, con raíces en el sur, hizo que


siendo niña no quisiera añadir una exclusión más
y omitiera mi segundo apellido: Guerrero. Hoy amo
esta evocación que me conecta con mis ancestrxs,
con la fuerza, con la tierra que me acompaña dentro
y fuera de mi piel.
Nelly Calderón de la Barca Guerrero
Jaz Olivas Valdéz
Te invitamos a crear tu propia herra-
mienta, aquí tienes espacio.

#CuerposEnResistencia

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