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Sistemas de Salud Comparados. Entre Reformas y Encrucijadas
Sistemas de Salud Comparados. Entre Reformas y Encrucijadas
bibliografÍa 329
Índice de siglas y acrónimos
rica a todo el mundo, sino de garantizar que las personas, cualquiera sea su
condición social y lugar de atención, reciban idéntico cuidado con idéntica
calidad y con la protección suficiente para no pasar por riesgos financieros.
Hay que profundizar entonces la investigación, y hacerla aplicada.
Tiene que servir para comprender los caminos que otros han tomado, y en
un benchmarking permanente, reflexionar profundamente para reconocer
dónde están las fallas y cuáles pueden ser las soluciones. No tener miedo a
los juicios de valor, porque más allá de las etiquetas que tenga el envase, el
problema es cómo hacer que todos reciban el mismo producto.
CAPITULO I
Figura 1
Figura 2
la visión integrada
Figura 3
Figura 4
Figura 5
Figura 6
Figura 7
Fuente: “Los actores del sistema de salud y sus interrelaciones”. Elaboración propia.
Por tal motivo, si sus esfuerzos no resultan suficientes para lograr una
ubicación laboral en el mercado – en función de ciertas capacidades que este
exige y que cada persona debe poseer – surgen una serie de “sanciones” de
tipo social, centradas básicamente en la exclusión. Y no solo del mercado,
sino de los mecanismos tradicionales definidos como propios al sistema
de protección social. Esta postura cuasidogmática se vincula con la idea de
una suerte de individualismo productivo, considerado el nexo articulador
entre el trabajo representado en la definición de empleo, la producción y la
creación de riqueza. De allí la diferenciación entre dos formas de trabajo:
el “productivo” y el “improductivo”.
Lejos de lo que propone Rosanvallon, no se tiene en cuenta lo que
la persona como individuo pueda hacer por su cuenta (sus capacidades
creativas). Lo que vale es el tipo de actividad específica en la cual aplica su
capacidad o aptitud para determinado trabajo por una parte, y el tipo de
capital que lo contrata por otra.
Figura 8
contexto donde el trabajo formal ha pasado a ser una variable de ajuste del
mercado laboral, las formas alternativas de trabajo, al tiempo que ganan
espacio, pierden derechos y protecciones.
Por lo tanto, podemos establecer que a fin de reducir inequidades, la
protección social se fundamenta en tres elementos clave:
• Seguridad: consistente en ayudar a las familias a ahorrar para su edad
adulta, y asegurarse contra riesgos de corto plazo (salud, desempleo,
accidentes, etcétera)
• Equidad: ayudar a que las familias más pobres alcancen un nivel
mínimo de consumo y accedan a servicios básicos de salud y educación
• Creación de oportunidades: contribuir a que los individuos mejoren
sus habilidades y accedan a mejores empleos, posibilidad de ahorro,
independencia relativa de la asistencia social y mayor capacidad de
autoaseguramiento
85% de la población del decil 1 (10% más pobre) se registra bajo empleo
informal, en relación al promedio latinoamericano de 52.6% de informa-
lidad global sobre la población económicamente activa (pea).
De este modo, la precariedad del empleo en los sectores más pobres ter-
mina siendo una extensión conceptual de la exclusión social. Naturalmen-
te la demanda de servicios públicos de salud y pensiones no contributivas
(más otras cuestiones propias de la protección social no contributiva) va
aumentando a un ritmo que tiende a superar las tasas de crecimiento efec-
tivo del pib y la capacidad de financiamiento futuro (Titelman y Uthoff,
2003). Esto obliga a ubicar en la agenda política y en el debate académico
no solo la búsqueda de alternativas novedosas respecto de la protección
social tradicional, sino los mecanismos anticíclicos de financiamiento que
permitan resguardar a las personas de un posible enfriamiento de la eco-
nomía regional y contracción del gasto público social.
En este contexto, un factor asociado a la oportunidad laboral y las
políticas sociales tiene que ver con el logro educativo que alcanzan los
países latinoamericanos. La relación causa-efecto entre demanda laboral
y nivel educativo de la oferta alcanza magnitudes alarmantes. Si no se
logran alcanzar en los próximos años niveles de educación adecuados
respecto de la futura población económicamente activa, la región tendrá
serias dificultades no solo en absorberla sino en competir dentro del
esquema de la globalización.
La multipolaridad exige una nueva economía basada en el conocimiento.
Los productos de alta tecnología y valor agregado asociado cotizan en
los mercados mundiales más que los commodities o los productos con
bajo valor agregado. Esto da lugar a crecimientos económicos mucho más
significativos y permanentes para los países asiáticos e India que para
los latinoamericanos, a excepción de Brasil. Peor aún, existen amplias
franjas de mano de obra en Latinoamérica que participan en unidades
productivas informales, cuya actividad es marginal caracterizada por una
escala de negocios reducida y una baja o nula vinculación con el nivel
productivo formal.
La falta de complexión del nivel secundario potencia la informalidad,
así como amplía o cristaliza las brechas de ingreso entre quintiles. Tanto
es así, que la cepal ha señalado que el nivel de informalización laboral es
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del 74.2% para quienes solo poseen educación primaria, bajando a 55.4%
para quienes tienen secundario incompleto. Solo se logra una reducción
significativa al 32.4% en aquellos que completan el ciclo secundario. En
tanto, la tasa de ocupación de este grupo como asalariado formal es del
73.7%. El componente asociado de mayor gravitación es que solo el 0.8%
del quintil 1 (más pobre) concluye la educación secundaria, y apenas un
20.4% la terciaria, mientras que para el quintil 5 (más rico), las cifras de
compleción se elevan al 22% y 77% respectivamente. En cuanto al asunto
de mayor peso social, la desocupación, sus cifras no son tan alarmantes
en términos globales, pero si en términos relativos, ya que para un nivel
de desocupación promedio de 7.4% en toda América Latina, el decil más
pobre alcanza cifras cinco veces superiores respecto del más rico.
Un aspecto a resaltar es que, históricamente en América Latina, el
sistema de derechos y deberes así como la participación política, social y
cultural efectiva de sus ciudadanos, ha estado ligado al mundo del trabajo.
Y esto tiene consecuencias materiales de variable intensidad respecto de
las posibilidades de consolidar una “posición” por parte del individuo/
ciudadano dentro de la estructura social y política.
La ciudadanía ligada al trabajo estable, durante la mayor parte del siglo
xx, ha sido quien materializó una suerte de estatus jurídico, político y
socioeconómico. Quizás un aspecto muy importante de esta condición de
ciudadanía proviene de cómo el mercado de trabajo absorbe (o no) la oferta
de mano de obra. También bajo qué condiciones obtienen los individuos
sus ingresos monetarios, cuánta protección social obtienen frente a los
ciclos económicos o los riegos de la vida activa que se les presentan y a
cuánto y qué tipo de educación, atención de salud, e infraestructura social
básica, pueden efectivamente acceder los ciudadanos, así como bajo qué
condiciones. Finalmente, resta por definir quiénes son los grupos de riesgo
que quedan fuera de estas posibilidades, donde se ubican y qué tipo de
asistencia específica requieren obtener por parte del Estado.
Actualmente, los trabajadores formales no representan la “normalidad”
del mercado de empleo de la región. La cuestión ya no refiere al tradicional
desempleo, sino a la aparición de la figura de “empleados pobres”. Cada
vez se amplía más una “zona de vulnerabilidad social”, dentro de la cual
se produce un tránsito intermitente entre situaciones de desempleo total
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ingresos que entre los de mayores ingresos. Todo esto complica más aún las
oportunidades de inserción laboral, la previsibilidad de la protección social y
su sustentabilidad financiera, y la disponibilidad de recursos para ofrecer
alternativas no contributivas a futuro para los trabajadores informales y
sus familias.
Tal como sostienen Repetto y Alonso (cepal, 2004), ha sido notorio
en América Latina la influencia del entorno político y socioeconómico de
la década de los noventa tanto en el contenido como en la velocidad de las
reformas respecto de cuestiones fundamentales de la protección social. En
lugar de construir un nuevo modelo de institucionalidad social de signo
incluyente, que fortaleciera el concepto de ciudadanía con derechos (lo
que requería a la inversa un fortalecimiento del nivel central del Estado y
mejoras cualitativas de su gestión), se fueron transfiriendo en forma creciente
y hacia niveles inferiores de gestión de gobierno los problemas irresueltos
del conflicto fiscal (la descentralización de recursos para educación, salud y
políticas asistenciales) sin regulaciones adecuadas.
Llegado a este punto, si el principio básico de la economía es estudiar
los mejores criterios para la distribución de los recursos escasos, el primer
punto de análisis recae en cómo combinar la eficiencia de utilización de los
mismos frente a la efectividad de resultados. En el campo de la protección
social, la búsqueda de eficiencia no debe privilegiar “racionalizar” en
términos reduccionistas, sino cómo maximizar resultados de determinados
procesos mejorando la gestión a nivel de la funciones de producción de las
políticas. Esto es: como optimizar beneficios sociales, ahorros de costos,
utilidad marginal del individuo en particular o, en términos de ciudadanía,
bienestar social.
La eficiencia es el logro de la maximización de los resultados, dados los
medios disponibles. O bien la minimización de los medios para lograr un
objetivo dado, buscado, o esperado. Si en el corto plazo la eficiencia permite
mejorar cuantitativamente los resultados con los recursos disponibles, en
el largo plazo puede permitir diversificar la búsqueda de instrumentos
para incrementar tales recursos y así optimizar la calidad de resultados.
Ahora bien, en el ámbito de las políticas sociales y contrariamente a lo
que se pretendió introducir como dogma, la sola condición de eficiencia
no es ni puede ser único criterio para la distribución de recursos, ya que
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Figura 9
Figura 10
Figura 11
Figura 12
Figura 13
Algo similar ocurre con los seguros de salud, si se analiza cómo se dis-
tribuyen en algunos países de América Latina las coberturas per cápita,
de acuerdo a la secuencia por decil de población. Esto demuestra que la
carencia de un trabajo decente determina la alta vulnerabilidad del traba-
jador informal y su familia ante el riesgo de enfermar.
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Figura 14
Figura 15
Figura 16
Figura 17
Figura 18
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 97
histórica que se articularon hacia mediados del siglo xix que resultó posible
construir alrededor de estas ciencias la formación discursiva que sostiene
la concepción de norma en sus dos posibilidades: lo normal y lo anormal.
Como posteriormente sostiene Foucault, la medicina encuentra
mediante el funcionamiento del uso de la norma un vínculo y una tarea
común: instaurar exigencias externas a la existencia humana. Prescripciones
para un estado ideal de ser que no se presentan bajo la forma de normas
impuestas desde un poder coactivo a dicha existencia, sino que contribuyen
a arraigar al sujeto al interior de su naturaleza. Construir la norma y
anclarla a la estructura natural es asociarla a la biología de la especie. Esto
la colocará por encima de componentes contextuales (políticos, históricos,
económicos). Se buscará una norma sostenida por la naturaleza humana, y
en total aislamiento de los conflictos e intereses que plantean las relaciones
de los hombres entre sí. El concepto de “normal” desde el campo de lo
biológico se edifica a partir de la descripción uniforme y regularmente
constante de las funciones de los organismos vivos, en tanto se trata de un
organismo en cuya existencia como ser ideal o norma no hay diferencia.
Desde el momento en que un organismo es posible, en que vive,
responde a un ideal del ser; la norma o regla de su existencia está dada
en su existencia misma. Este conocimiento administrado por la medicina
fue lo que le permitió arrogarse la exclusiva posibilidad de restablecer
la correcta o “normal” función de los órganos del ser humano, en tanto
organismo vivo. Por ello, Foucault afirmaba que “la medicina en tanto
ciencia de lo normal y lo patológico, va a ser la ciencia reina…” y que “en
el poder médico está el corazón de la sociedad de normalización”.
Jules Romains, también de origen francés, escribió en 1925 una obra
teatral llamada “Knock o el triunfo de la medicina”, donde el personaje
central es un joven médico el Dr. Knock que viene a un pueblo rural a
reemplazar en la atención de una comunidad a otro médico que por su
edad ha decidido alejarse de la profesión. Después de contemplar desde
su nueva casa las luces de las ventanas, Knock concluye que la supuesta
buena salud de sus pacientes es testimonio de una persona en el fondo
mal estudiada, exhibiendo así la creciente arrogancia del poder médico
y la consecuente medicalización de la enfermedad. Otros autores, en la
misma línea de pensamiento pero más modernos, también concluyen que
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existe en forma ideal “la última persona sana”, la cual difícilmente podría
emerger de un sistema de salud que ha incorporado y aceptado el concepto
economicista del mercado, que para ello requiere crear enfermedades y
pacientes, transforma la edad en enfermedad y promete hipócritamente
una ilusión de prevención permanente y absoluta que solo es alcanzable a
través del médico y su ciencia/arte.
Las sociedades disciplinarias, de las cuales el Dr. Knock parece ser su
referente en el campo de la salud, despliegan un poder más bien positivo
que trata de “hacer vivir y dejar morir”. Es decir que el acento está puesto
sobre la vida, cómo gestionarla, administrarla, maximizarla. Este acento
positivista sobre la vida no significa una cuestión ni bienintencionada
ni filantrópica, sino que habla de que la vida y el cuerpo son objeto
de una gerencia basada en una sistemática de actividades orientadas a
devolverlos a la normalidad. Son objetos de una conducción superior que
permite extraer de ellos fuerzas y conductas necesarias para los nuevos
requerimientos de la vida económica resultante de la revolución industrial
– léase capitalismo – que requiere mano de obra sana para producir y
reproducir. Se trata de cuerpos útiles y dispuestos a brindarse a la vida
productiva.
De ahí que la conceptualización del opuesto entre lo normal y lo
patológico traduce el sesgo positivo de la lógica disciplinaria que permite
a través de lo médico hacer de los individuos elementos corregibles,
normalizables, rencausables y económicamente productivos. Así, reducir
toda posible oposición al par normal/patológico en el campo de la
organización de los servicios de salud apunta a contar con un instrumento
“económico” que permite:
• Reducir todo desvió de la normalidad bajo una forma cuantitativa-
mente determinable
• Crear la ilusión de que toda anormalidad al ser una simple variación
cuantitativa de lo normal, puede corregirse y volver al punto de equi-
librio de lo normal
• Analizar en profundidad las posibles desviaciones y las anomalías en
mayores y menores, simples y complejas
en Berlín, en 1849. Las condiciones sociales que más fuerte resaltan son
las que provienen de la estructura de clases de la Alemania a partir de
las privaciones de la clase obrera como generadoras de susceptibilidad
a la enfermedad. A partir de lo observado, optó más por las reformas
planteando que el problema podía corregirse trascendiendo la atención
médica. Es desde esta concepción del origen social de la enfermedad,
que Virchow imagina la creación de un “servicio de salud pública”,
como una estructura estatal integrada de establecimientos de atención
operados por trabajadores de la salud de dependencia estatal. Ataca así
fuertemente la concepción de la época basada en las políticas de atención
en hospitales que requería pago por parte de los pobres, fuera de toda
responsabilidad social. Al mismo tiempo argumenta que los médicos –
aun los más motivados socialmente – trabajando con los más pobres y con
los trabajadores, enfrentan una continua recarga de trabajo más su propia
impotencia respecto de poder cambiar las condiciones sociales que llevan
a la enfermedad a partir de la prevención. Por tal motivo, debían asumir
un compromiso no solo científico sino también político.
La característica social del pensamiento de Virchow se extendió por
el mundo, pero quizás merece un capítulo especial América Latina.
Muchos de sus discípulos que emigraron de Alemania forjaron escuelas
de patología en instituciones de educación médicas latinoamericanas,
así como iniciaron el desarrollo de la medicina social. Tal lo ocurrido en
Chile con Max Westerhoffer, un destacado discípulo y notable patólogo,
su influencia sobre los estudiantes chilenos alcanzó al entonces alumno y
más adelante presidente Salvador Allende. Precisamente fue este quien en
1939 como Ministro de Salud del gobierno del Frente Popular, a los 31
años de edad, presentó su libro “La realidad médico-social chilena” donde
conceptualiza la idea de la enfermedad como alteración del individuo
favorecida por las circunstancias derivadas de la privación social.
Tras describir las condiciones de vida de la clase trabajadora, Allende
promovió desde su cargo soluciones más sociales que médicas para
resolver el dilema del conflicto entre salud y enfermedad. Más adelante,
ya siendo Senador electo en 1950 y con base en los lineamientos de
su mentor ideológico en salud respecto del servicio de salud pública,
introdujo la legislación que creó el Servicio Nacional de Salud Chileno,
110 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 19
Tras la epidemia de cólera que dejó cerca de diez mil londinenses muer-
tos, Chadwick – un seguidor del utilitarista Jeremy Bentham – lideró desde
la Junta General de Sanidad la promulgación en 1848 de la primera Ley de
Salud Pública, que supuso asumir por parte del gobierno la responsabilidad
de velar por la salud de los ciudadanos.
Siendo el país cuna de la Revolución Industrial, Inglaterra implanta – por
impulso de Lord Beveridge – un modelo de seguros sociales basado en el
esquema bismarckiano. Si bien ya existía desde 1897 una Ley de Accidentes
de Trabajo basada en la responsabilidad objetiva del empresario, la obligato-
riedad del aseguramiento respecto de tal responsabilidad no tuvo lugar sino
hasta 1911, cuando se promulga la Ley del Seguro Nacional. Esta estableció
tal obligatoriedad, a la vez que implementó los seguros de enfermedad, in-
validez y paro, a los que posteriormente se añadieron en 1925 los de vejez,
supervivencia y muerte.
En 1941 el gobierno inglés dio un paso adelante y crea una comisión pre-
sidida ahora por Sir William Beveridge (que ya había participado de la
organización del Seguro Nacional) destinada a analizar las cuestiones de-
rivadas de los seguros sociales y su cobertura. Entre las deficiencias encon-
tradas, se señaló la limitación de la atención médica y de aseguramiento
obligatorio solo a las personas bajo relación laboral contractual, quedando
fuera de la misma quienes trabajaban por cuenta propia y eran más pobres.
También ocurría que los trabajadores enfermos recibían prestaciones dife-
rentes de las otorgadas a desempleados y personas mayores.
Vistas estas flagrantes desigualdades, el Informe Beveridge estableció
el principio de extensión de la seguridad social – superando el esquema
de seguros sociales particularistas – a toda la población como derecho del
individuo/ciudadano.
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Figura 20
La política resulta una fuerza que empuja la historia de las naciones. Toda
circunstancia o decisión importante pasa por ella. Y todo gobierno de-
pende de la política para poder ejercer autoridad y tomar decisiones en
pos de sus ciudadanos. De allí que las ideas centrales que comprenden el
amplio campo de la salud/enfermedad se basan en una secuencia de cinco
palabras iniciadas con la letra P, a saber:
1. Pensamiento: la política es una actividad orientada con base en una con-
cepción ideológica asociada a la toma de decisiones de un grupo para
alcanzar ciertos objetivos. La palabra política que se refiere a aquello
que afecta a todos, a lo que es público (polis). En el ámbito sanitario, la
ideología incorpora juicios de valor, para lo cual se debe discernir entre
lo que es correcto y lo que no lo es. Por tal razón pertenece al rango de
estudio de la ética.
2. Política: la expresión “política en salud” se refiere al ámbito de la sani-
dad en su máxima dimensión, en la cual asumen un papel protagonista
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Salud, como educación o protección social, son parte de las políticas pú-
blicas derivadas de derechos económicos y sociales de los trabajadores o
de los ciudadanos en general (población activa efectiva, niños, jóvenes,
desempleados, ancianos, jubilados, trabajadoras domésticas, productores
autónomos). Se traducen en la práctica en inversiones, en bienes y servi-
cios consumidos por los ciudadanos gratuitamente o a precios subsidia-
dos (asistencia a escuelas, atención en hospitales o centros de salud, pro-
visión de servicios sociales, créditos para vivienda, subsidios al transporte
urbano, etcétera).
Algunas de estas políticas implican transferencias monetarias de diversa
naturaleza, financiadas por contribuciones de los trabajadores o impuestos
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mente, mediante el uso del poder que se otorga al Estado para esta-
blecer acciones punitivas, imponiendo obligaciones y generando san-
ciones en caso de trasgresión de las normas vigentes.
4. Redistributivas: que permiten transferir recursos de determinado gru-
po de individuos, regiones o países a otros, es decir posibilitan otorgar
beneficios o mejoras a grupos sociales o regiones vulnerables y des-
protegidas, repercutiendo los costos sobre otros grupos que cubrieron
económicamente sus impuestos administrados por el Estado.
Figura 21
Figura 22
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Figura 23
Figura 24
Los sistemas de salud poseen tres funciones básicas integradas en tres áreas
de gestión. El financiamiento, el aseguramiento y la provisión de servicios
preventivo-asistenciales se enlazan en la macro, la meso y la microgestión.
Desde el análisis económico, el sistema conforma un macro mercado
en el cual interactúan otros mercados diferentes entre sí, generando una
complejidad significativa en el accionar del mismo. Así es que se combi-
nan mercados de formación y de absorción de recurso humano calificado
técnico-profesional, mercados de fabricación y venta de tecnologías con
mercados de aplicación diagnóstico-terapéutica de las mismas, mercado
de aseguradores públicos, cuasi públicos y privados y como corolario, el
mercado más pequeño que surge de la interacción entre la demanda y la
oferta sanitaria.
Desde el punto de vista de las dimensiones de gestión, el nivel ma-
cro remite a las regulaciones y normas que se aplican al ordenamiento
armónico del sistema y de sus componentes, así como como al origen y
disponibilidad de los recursos financieros destinados a asegurar personas
y costear prestaciones e insumos de diferente complejidad que conforman
el denominado gasto sanitario. El origen (fuente) de los fondos que con-
forman la matriz de gasto puede provenir de impuestos (rentas genera-
les) de aportes y contribuciones (sector del seguro social) y gasto privado
(directo o de bolsillo). La macrogestión corresponde operativamente al
ministerio de salud nacional y a los ámbitos subnacionales con injerencia
en la regulación y normatización de actividades en caso que estas estén
delegadas, así como al ministerio de economía o hacienda. En el caso de
las legislaciones y normas sobre salud su dictado corresponde al poder
legislativo. Sus resultados se miden en términos de equidad y efectividad.
En el nivel de la mesogestión, el mercado sanitario se vincula a la di-
námica de los aseguradores y de las instituciones que prestan servicios de
salud. Ambas quedan bajo la regulación del nivel macro. Las instituciones
aseguradoras pueden de tipo público, cuasi-público bajo tutela y supervi-
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sión del Estado y privadas con capital propio, y también sujetas a regu-
lación. En tanto los establecimientos asistenciales pueden ser Estatales o
privados en función de su propiedad. Sus resultados se miden en términos
de equidad y eficiencia.
Finalmente, la microgestión comprende el ámbito de interacción
entre paciente y profesional, que puede ocurrir en al establecimiento
asistencial o en el consultorio profesional. Se trata de la gestión clínica
o de la práctica médica, caracterizada por miles de determinaciones,
indicaciones y prescripciones que tienen que ver con la prevención,
atención y rehabilitación de la salud. Sus resultados se miden en términos
de eficiencia, eficacia y calidad.
Figura 25
Figura 26
Figura 27
Figura 28
Cada una de estas variables configura valores promedio que pueden apli-
carse a cada extremo del cruce de líneas, a través de los cuales se establece
el denominado esquema de cuatro cuadrantes:
Figura 29
a) Cuadrantes superiores
Vinculan el contexto socioeconómico con el sistema de salud y sus ac-
ciones a partir de dos variables, incluidas en lo que se denomina “espacio
de influencia sociosanitaria”. El cuadrante de la derecha comprende la
acción directa de los determinantes socioeconómicos sobre los resultados
142 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 30
Figura 31
b) Cuadrantes inferiores
Reflejan la acción de las políticas públicas sobre el sistema de salud. En
este caso los indicadores son los mismos, pero ahora desde una presencia
institucional tanto en términos de regulación como prestación directa de
bienes o servicios. Al actuar sobre la organización del sector, las políticas
públicas vinculan la visión sanitarista ligada a las funciones esenciales de
salud pública con el impacto directo que estas tienen sobre los resultados
del sistema. En este caso, la mayor participación del Estado en el diseño
de intervenciones esenciales, se asocia a una mejor identificación de cuáles
son los mecanismos idóneos para priorizar determinadas intervenciones
que tengan impacto sobre indicadores sanitarios claves, como por ejemplo
la mortalidad antes del quinto año de vida. Existe una asociación inversa
entre el peso de la participación del Estado en el gasto total en salud de
un país y el resultado del indicador de mortalidad al quinto año de vida.
Esto reproduce, en sentido inverso, la relación ya vista entre la tasa
de mortalidad infantil y el peso del gasto directo en salud respecto del
total. Por ejemplo, las naciones con menor desarrollo económico poseen
limitaciones por parte del Estado para garantizar el derecho a la salud
desde su presupuesto, lo que incrementa la posibilidad de un sesgo
inequitativo al depender el acceso a la atención de la salud de los gastos
directos del grupo familiar.
Análisis similares podrían ser aplicados a intervenciones específicas,
tomando en cuenta indicadores de incidencia de la acción pública,
146 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 32
Los cuatro cuadrantes con sustitución de variables
Figura 33
152 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
para dicha edad. A estos pueden agregarse los años de vida perdidos por
discapacidad (apd).
b. avisa/avad/daly: años de vida saludables o años de vida ajustados
por discapacidad. Miden el impacto en la población de diferentes
enfermedades, en una sociedad determinada, expresados en una unidad
de tiempo con respecto a las consecuencias mortales y no mortales.
Axial, permiten señalar los años de vida que se pierden debido a muertes
prematuras o que se vive con una discapacidad (prevalencia de determinadas
enfermedades y estudios de la oms sobre peso de enfermedad.
Como indicador compuesto, utiliza indicadores epidemiológicos
como mortalidad y morbilidad combinando el número de años perdidos
por muerte prematura (componente de mortalidad) y los años de vida
vividos con discapacidad (componente calidad de vida) y estandariza la
información utilizando un denominador común: años de vida perdidos
que se calculan mediante tablas de vida standard.
Los avad suman los años de vida perdidos por mortalidad prematura
y los años perdidos por enfermedad/discapacidad (avp + apd). El tiempo
de vida con discapacidad es ponderado de acuerdo a apreciaciones sociales,
dando más valor al tiempo de inicio de la discapacidad, con reducciones
fijas en el tiempo (por ejemplo tasa de depreciación del 3%). Por ejemplo:
una mujer con una EVs de 82.5 años que fallece a los 50 años tendría 32.5
avp. Si además hubiera quedado ciega a los 45 años, agregaría 5 años más
en discapacidad con un factor de peso de 0.33, que resultaría en 5 x 0,33
= 1.65 apd. En total representaría 34.15 avad.
c. avac/qualy: años de vida ajustados por calidad. Es el producto
aritmético de la esperanza de vida combinado con una medida de la calidad
de vida en los años restantes. El cálculo sopesa la cantidad de tiempo que
es probable que pase una persona en un estado de salud en particular
con una puntuación de utilidad procedente de valoraciones estándar. El 1
equivale a salud perfecta y el 0 a la muerte. Dado que algunos estados de
salud se caracterizan por discapacidad severa o dolor grave se consideran
peor que la muerte, reciben valores de signo negativo.
Una intervención que proporciona una salud óptima durante un año
adicional produce 1 avac. Si ofreciera dos años más de vida con un estado
de salud 0.5 equivaldría también a 1 avac. También puede medirse en
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 157
Figura 34
Las políticas de salud son parte integrante de las políticas sociales, y están
fuertemente asociadas a la política económica. Se pueden definir como
una iniciativa sistemática para reducir los problemas sanitarios que lleva
implícita la aceptación de la relación salud/enfermedad de las personas como
un problema público, en el cual el Estado asume un rol activo y explícito.
El estado de salud de la población constituye una dimensión de su calidad
de vida y se expresa mediante indicadores. En él se vinculan múltiples
variables que interactúan entre sí, como las condiciones económicas,
sociales, educativas, los estilos de vida, la genética, el ambiente y por último,
y en menor incidencia, los servicios de salud. Este esquema, definido por
Lalonde, privilegia el rol de los determinantes por sobre las organizaciones.
Finalmente,la organización del sistema de salud es naturalmente compleja,
y se traduce en un espacio en el cual se vinculan un ambiente externo con
un sistema interno de interrelaciones que a su vez son interdependientes.
Engloba a la totalidad de acciones que la sociedad establece a partir del
Estado como respuesta social organizada.
Por lo tanto no puede haber respuesta a la problemática de salud de la
cual no participe el Estado como rector, regulador y articulador funcional.
La organización incluye el modelo de financiamiento, el modelo de gestión
y el modelo de atención, a partir de donde se define cómo se combinan
los recursos financieros, físicos y humanos para responder al desafío de
resolver el conflicto salud/enfermedad.
CAPÍTULO VI
Por su parte, la oms señala que las reformas en el sector de la salud deben
tratar de corregir problemas de la atención médica que dificultan la
prestación de servicios prioritarios.
Más allá de la constatación respecto que era necesario reformar los
sistemas sanitarios en función de sus problemas de fondo, las políticas
de sesgo conservador resaltan en sus documentos a la ineficiencia como
elemento central a resolver, y a la mala gestión de los servicios como
su génesis. Paralelamente, los problemas que podrían vincularse a la
efectividad son vistos como la incapacidad de responder adecuadamente a
los intereses de los pacientes y a las metas del sistema.
Es posible establecer entonces seis razones que subyacen a la idea de
por qué reformar:
• Cobertura (integralidad y accesibilidad a la población sin barreras ni
condicionantes, con igualdad de oportunidades independientemente
de la condición social)
• Eficiencia (las mejoras en el área de salud se deben realizar al menor
costo posible)
• Calidad (la población debe tener a su disposición servicios clínicos
seguros y adecuados, instalaciones apropiadas; personal idóneo y equi-
pamiento, insumos y medicamentos esenciales)
• Igualdad (los recursos de salud deben distribuirse imparcialmente, de
manera que a nadie se le niegue el acceso a servicios esenciales)
• Respuesta a las necesidades de los usuarios/beneficiarios (el sistema
debe cumplir con las expectativas de la gente y proteger sus derechos a
la dignidad, privacidad, autonomía de decisión y elección del provee-
dor de servicios de salud)
168 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
para mejorar las cuestiones que permitieran alinear resultados con calidad
de servicios. Los contratos permitieron controlar el gasto, que el dinero
siguiera al paciente, que se discriminaran los servicios por resultados y que
ciertas actividades no importantes ni imprescindibles quedaran por fuera
del marco contractual.
El proceso de adaptación de los proveedores, habituados a la integración
vertical presupuestaria de los sistemas únicos no fue fácil, por su historia de
“incrementalismo” (Braybrooke y Lindblom, 1969), proceso en el cual los
gerentes, cuando encuentran un problema, suelen aplicar ajustes menores
y desarticulados (parches) sin plantear la necesidad u oportunidad de un
cambio más profundo que afecte el statu quo del establecimiento o de la
relación contractual. Pero al momento de exigir un presupuesto y recibirlo,
debe estar mucho más atento a los costos que al comportamiento histórico
del presupuesto.
En cuanto a la gestión, siendo un eslabón para articular financiación,
compra y provisión de servicios,las reformas europeas fueron paradigmáticas
al ser el núcleo central de los contratos públicos. Al descentralizarse la
toma de decisiones, y precisar tener en cuenta la satisfacción del usuario y
el cumplimiento de la contención de costos, se hace evidente la eficiencia
de la gestión en generar respuestas efectivas sin desigualdades de por
medio. Esto surge de considerar que una buena gestión no se establece
solamente por cambios en el modelo de financiamiento ni en los procesos
administrativos. Requiere una armonización entre el perfil del gestor,
el tiempo necesario para cambiar la dinámica de la organización y los
incentivos que estimulen dichos cambios.
Resumiendo, las reformas europeas sobre los sistemas de salud tuvieron
cuatro principios centrales, que posteriormente impactaron en mayor
o menor medida en los de América Latina, quizás porque esta se vio
envuelta en una transformación política y económica de sesgo neoliberal
con fuerte vinculación hacia la reforma del Estado, las privatizaciones y el
libre mercado, que distorsionó los objetivos sanitarios que teóricamente
procuraban ser alcanzados:
1. La financiación pública es la matriz predominante, sobre la base
ideológico-política del Estado de Bienestar
2. Las reformas se han basado mucho en la separación de funciones,
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 171
Figura 35
Los responsables políticos tanto del insalud como de los servicios re-
gionales sanitarios de las comunidades autónomas con transferencias de-
sarrollaron estas líneas de acción por la vía de planes estratégicos, que
incluían como nuevo instrumento funcional el desarrollo de los “Contra-
tos-programa” o “Contratos de gestión”. Se establecía así una nueva rela-
ción entre gobierno y entes públicos sanitarios, estableciendo entre otros
aspectos objetivos de producción y monto de financiación disponible. En
ocasiones anexaban sistemas de incentivos para directivos, como estímulo
a la eficiencia de gestión.
En 1997 se dictó la Ley 15 sobre habilitación de nuevas formas de
gestión del sns, la cual no excluyó ninguna forma jurídica concreta para la
gestión de centros sanitarios, siempre y cuando mantuviera la naturaleza
o titularidad pública y el carácter de servicio público en lo asistencial, sin
barreras ni restricciones económicas al ingreso. Los hospitales pasaron a
recibir pagos prospectivos por sistemas de ajuste de riesgo, en particular
mediante los denominados Grupos Relacionados de Diagnóstico (grd).
Más adelante surgieron modelos de gestión innovadora hospitalaria por
la vía de creación de fundaciones, a quienes se otorgaba la responsabilidad
de gestión y resultados. Se transformaban así en unidades dotadas de
mayor autonomía, con menor control burocrático externo. En Valencia,
y más tarde en Madrid, también se produjo un cambio más profundo,
con la transferencia de gestión hospitalaria a manos privadas, aunque
manteniéndolos en la esfera pública para garantizar equidad, y un
responsable del Estado en el directorio. Este modelo se denomina ppp,
184 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 36
Figura 37
Figura 39
Con estas reformas, el sistema de salud chileno pasó a ser un sistema desre-
gulado mixto, con abierta participación tanto de los sectores público y priva-
do en materia de aseguramiento, financiamiento y provisión de servicios de
salud. El sistema de salud público continuó bajo rectoría del Ministerio de
198 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Esta reforma pretendió ser un ejemplo de que era posible transferir poder
a las personas dignificando su condición de ciudadanos, que pasan a ser el
eje de las políticas públicas. Pero el mayor inconveniente es que se sumaron
problemas derivados de la lógica de un mercado sanitario altamente
imperfecto, con una preocupación importante por la desprotección
percibida frente a enfermedades catastróficas, que condicionaron el logro
de un sistema más equitativo y con menos desigualdad de derechos.
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 199
La reforma logró brindar una mejor salud para todos los chilenos,
aunque no resolvió el problema de los derechos. A inicios del siglo xxi,
poco menos del 66% de la población se encontraba bajo aseguramiento
de fonasa, un 20% de alto ingreso relativo estaba en alguna isapre y
el resto, con menores ingresos o sin trabajo estable, tenía otro tipo de
aseguramiento o directamente no poseía ninguno.
Figura 40
Durante la última década del siglo xx y principios del xxi, varios países de
América Latina decidieron avanzar en pos de una cobertura universal, a
partir de la integración de componentes de financiación, aseguramiento y
provisión. Y lo desarrollaron con base en diferentes experiencias. El diseño
común se basó en reorientar los procesos de transformación de los sistemas
de salud de los años noventa, procurando alcanzar que todas las personas y
las comunidades dispusieran de un acceso equitativo a servicios asistenciales
integrados, integrales y garantizados a lo largo de su curso de vida, con
calidad y sin ninguna dificultad o restricción de tipo financiero.
El avance hacia la cobertura universal en salud constituye un progreso
significativo en la historia reciente de América Latina. Varios países, con
Brasil como pionero, han reformulado sus sistemas de salud con esa meta,
basándose en un compromiso constitucional y político en respuesta a las
necesidades en materia de salud de sus sociedades. En la región existen
sistemas que aún mantienen importantes niveles de inequidad respecto de
accesibilidad, gasto y resultados de salud, en un contexto donde se vienen
acelerando las contradicciones con los nuevos patrones epidemiológicos
y demográficos.
Mucha de la inequidad referida está generada por barreras de acceso
de diferente tipo, que dan lugar a la existencia de grupos excluidos del
sistema de salud, especialmente los de más alta vulnerabilidad social, con
mayor frecuencia en los países que tienen alto grado de segmentación
y fragmentación en el modelo de financiación y organización de dicho
sistema. A esto se asocia el déficit crónico del financiamiento público,
las diferencias en el alcance de los seguros sociales en salud y el elevado
218 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
gradiente de gasto directo del bolsillo por parte de los grupos familiares,
que resulta empobrecedor.
En todos los países hay personas o familias que no pueden pagar
directamente de su propio bolsillo los servicios de salud que necesitan, o que
pueden encontrarse en una situación muy desfavorecida económicamente
si lo hacen. Peor aún, los gastos pueden adquirir una dimensión de
“catastróficos” por su alto impacto en la economía doméstica, lo que
lleva a empobrecerlos o a hundirlos más en la pobreza en que viven. Y
pobreza y mala salud son cuestiones interrelacionadas. Aquellos países
donde el nivel de pobreza es mayor son tienden a exhibir peores resultados
sanitarios que los menos desfavorecidos socialmente. Y hacia el interior
de cada país, en términos relativos, las personas en situación de pobreza
tienen mayores problemas de salud que las de más altos ingresos. Y esta
asociación entre pobreza y mala salud expone una relación de causa-efecto
bidireccional, ya que la enfermedad puede tener un alto impacto sobre los
ingresos familiares y marcar incluso la importancia de estar por encima o
por debajo de la línea de pobreza cuando hay que pagar por recibir salud.
Los pobres tienden a utilizar más los servicios de salud que quienes se
encuentran en los quintiles sociales más altos, y esto plantea la cuestión
de si, vistas sus mayores necesidades médicas, es suficiente solo favorecer
una mayor utilización. Hay todavía un cierto vacío en cuanto a la forma en
que las políticas de salud pueden contribuir a la reducción de la pobreza.
Lo cierto es que aquellos países con fuertes desventajas sociales y mayor
número de grupos familiares en situación de vulnerabilidad quedan
expuestos a múltiples privaciones que se expresan en altos niveles de mala
salud, lo que establece un círculo vicioso: la pobreza se encadena con salud
precaria, y esta perpetúa la primera.
Un hogar con gastos catastróficos por motivos de salud, se define como
“todo aquel que está destinando más del 30% de su capacidad de pago al
financiamiento de la atención de la salud de alguno de sus miembros”. Por
su parte, la capacidad de pago se define como “el excedente de recursos
efectivos del hogar, el cual se mide descontando del gasto total de los
hogares el gasto de subsistencia”. Cuando una persona con escasos ingresos
y carente de toda protección contra riesgos económicos se enferma, ella
y su grupo familiar enfrentan un dilema de hierro: si existe un servicio
de salud y requiere afrontar parte o todo el costo de la atención, debe
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 219
decidir usarlo y empobrecerse aún más al tener que pagar por tal uso, o
bien puede decidir no usarlo, seguir enferma y correr el riesgo de morir o
quedar incapacitada para trabajar.
En un régimen de cobertura universal, obviamente no existe ni debe
existir ningún tipo de pago que exceda un cierto umbral de disponibilidad
de recursos y restrinja accesibilidad. Este umbral, o capacidad de pago, por
lo común es igual a cero para las personas pobres o más desfavorecidas
económicamente. Lo más lamentable es que estas situaciones por lo
general se presentan ante casos de enfermedad que podrían resolverse
mediante intervenciones a las que resulte fácil acceder, si se cuenta con
un seguro de salud, especialmente cuando dicho seguro se financia con
recursos fiscales. El pago directo es la forma más inequitativa de gasto
en salud porque provoca dos problemas importantes: por un lado expone
a las familias al riesgo de empobrecimiento por motivos de salud y por
otro porque desalienta la utilización de los servicios médicos en aquellas
familias que no tienen dinero para pagarlos.
Un sistema de salud es justo desde el punto de vista de su financiamiento
cuando los costos de la atención médica y de las acciones de salud pública
se distribuyen de acuerdo con la capacidad de pago de las familias: quien
más tiene más paga, y quien nada tiene nada paga. Por esta razón, uno
de los objetivos del financiamiento equitativo de la salud es evitar que las
familias pobres paguen proporcionalmente más por atender su salud que
las familias más ricas, lo que se conoce como regresividad del pago. Otro es
evitar que los hogares se empobrezcan por incurrir en gastos catastróficos
si tienen que atender sus necesidades de salud.
Existe una relación estrecha entre los hogares con riesgo de
empobrecimiento por motivos de salud y la equidad financiera del
sistema de salud. Cuando las familias pagan directamente por la atención
de sus necesidades de salud en el momento de requerirla, aumenta su
probabilidad de incurrir en gastos catastróficos y se incrementa la injusticia
en el financiamiento.
Analicemos la Figura 41. Supongamos que la población se ubica a lo
largo de una fila en la que primero están los más pobres, luego los que
superan el índice económico de la pobreza (ip) y, hacia el extremo superior
derecho, quedan los más ricos. Podríamos así distribuirlos en un gráfico
(ver figura 41) mediante una curva cuyo formato se muestra como “L”. Hay
220 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 41
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 221
Si la población dispusiera de un buen seguro financiero antes de tener que
gastar directamente, entonces la curva se mantendría en la posición “L”,
es decir no habría impacto ni costos indirectos por gastos en salud sobre
el ingreso familiar. De esta forma, la solución para alcanzar una amplia
cobertura universal de protección contra riesgos económicos por enfer-
medad pasa por diversas modalidades de pago anticipado (seguros) que
permitan cubrir los costos de los servicios, ya que posibilitan mancomu-
nar fondos de modo que puedan redistribuirse para compensar a quienes
necesitan usar servicios de salud y de otra manera no podrían atenderse
especialmente si se trata de enfermedades de alto valor económico.
De esta manera, los riesgos económicos que resultan de una enfermedad
respecto del ingreso familiar o individual pueden redistribuirse solidariamente
entre toda la población o partes de ella. Estos fondos anticipados pueden
provenir de impuestos, de otros gravámenes oficiales, de seguros médicos
como los que se ofrecen mediante los seguros sociales de los trabajadores,
o bien de los privados. Por lo general, lo que puede apreciarse – salvo en los
sistemas únicos – que los países latinoamericanos poseen una diversidad de
fuentes de financiamiento, más o menos segmentadas entre sí, compuestas
por lo público el seguro social y lo privado.
Todo esquema de cobertura que avance hacia la universalidad debe
considerar no solo el número total de personas con o sin disponibilidad
de seguros de cualquier tipo, sino también su condición sociodemográfica
y epidemiológica y el gasto en que se incurrirá. Cuando la cobertura es
efectivamente de tipo universal, no existen restricciones de acceso de
ningún tipo. Por el contrario una cobertura parcial de aseguramiento habla
de desigualdad de oportunidades terapéuticas y situaciones de inequidad
entre oferta y demanda de servicios de salud. Las diferencias están dadas
por cuestiones económicas de ingresos o riqueza según quintil, sexo, edad,
discapacidad, por lugar de residencia (rural o urbana, provincia o distrito/
comuna), tipo de trabajo (formal o informal), condición de migrante y
origen étnico.
Por lo tanto, las reformas que procuran avanzar hacia la cobertura
sanitaria universal deben en primer lugar definir los fondos necesarios para
su implementación y establecer el mayor o menor grado de integración de
los subsistemas y la política de provisión de servicios (modelo de gestión),
en un entorno determinado y con base en el concepto de ampliación de la
222 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
eliminar progresivamente toda barrera que impida que las personas utilicen
servicios integrales de salud, a cualquier nivel y de manera equitativa, y de
esta forma poner freno a los intereses de los proveedores, de la industria
y de grupos específicos de poder corporativo que pueden distorsionar el
sendero hacia el logro de esquemas asistenciales integrados.
Existe como ejemplo lo ocurrido en Chile respecto de incorporar
la legislación sobre los auge que requirió de un importante estudio
epidemiológico sobre peso de enfermedad y costo-efectividad, además
de consideraciones respecto de preferencias sociales y de posibilidades de
aplicación efectiva. A pesar de toda la transparencia que se otorgó al modelo
de garantías explícitas, y más allá de cuestiones de derecho de acceso a las
prestaciones explicitadas, de oportunidad respecto del tiempo máximo
de espera para el otorgamiento de las mismas, de protección financiera y
de calidad a través de un prestador acreditado, persistieron cuestiones de
judicialización de prestaciones y de escasa participación ciudadana. A esto
se sumaron los problemas derivados de la necesaria movilización de recursos
financieros y de inversión en recursos humanos e infraestructura, destinados
a cumplir efectivamente con la cobertura universal de las patologías
incorporadas bajo garantía explícita.
Finalmente, resulta prioritario mejorar los procesos de monitoreo y análisis
de calidad respecto de la efectividad de las políticas llevadas adelante para
avanzar hacia la garantía de cobertura. Y determinar si estas verdaderamente
llevan a mayor equidad, mejores niveles de salud y ciudadanos más
satisfechos. Siguiendo el mismo ejemplo, luego de aplicado el plan auge en
el diagnóstico y tratamiento del cáncer de mama, las biopsias se triplicaron,
la detección temprana en “estadio I” aumentó de 68 a 75% y el diagnóstico
tardío cayó significativamente del 9 al 4%.
A pesar de reconocer que la construcción de un sistema de salud de
alcance universal aún resulta una asignatura pendiente, las estrategias para
alcanzarlo no siempre han sido lo suficientemente claras. Se trata de avanzar
sobre estructuras complejas, que funcionan interactuando entre múltiples
niveles y componentes e influenciadas en forma particular por los contextos
geográficos, políticos y financieros, así como por actores sectoriales con
intereses y dinámicas nacionales, regionales e internacionales. También
existen áreas críticas en el interior de estas estructuras, que afectan el
desempeño del sistema sea por problemas de diseño institucional (ausencia
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 225
Para analizar las dificultades que presentan los sistemas de salud, Sonia
Fleury (2001) identifica como principales características la estratificación
y exclusión de determinados grupos de población, la alta fragmentación
institucional, la base financiera frágil y estrecha basada en aportes desde
salarios e impuestos que evolucionan al ritmo de los ciclos económicos y
la presencia de servicios que no responden adecuadamente a la deman-
da. A ello le suma una gestión administrativa burocratizada, centralista
e ineficiente, sumada a la persistencia de un marcado sesgo hacia prácti-
cas curativas, en desmedro de las medidas preventivas. En este contexto,
los riesgos de conflictos de intereses, intervenciones desarticuladas y de
inconsistencia de política son altos, pudiendo generar efectos perversos
sobre la capacidad del sistema para mejorar las condiciones de acceso a los
servicios de salud y elevar la protección financiera de la población.
226 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 42
El sistema de salud de Brasil es, junto con Cuba y Costa Rica, el pa-
radigma del modelo de cobertura universal latinoamericano. Se trata de
un esquema de financiamiento único y a la vez intensivo en contratos
público-privados de prestación de servicios. A partir de la Constitución
de la República de 1988, Brasil definió un sistema político federal cons-
tituido por tres niveles de gobierno (unión, estados federativos y muni-
cipios) considerados entes con autonomía administrativa y sin vínculo
jerárquico entre sí. Los niveles de gobierno corresponden a 26 Estados
más el Distrito Federal y 5 560 municipios. Esta modalidad de sistema
ampliamente descentralizado provoca cierta dificultad para la puesta en
marcha de políticas sociales y sanitarias integradas de amplitud nacional,
particularmente en los casos en que la diversidad expone la existencia de
marcadas desigualdades y diferentes niveles de exclusión social. La po-
blación brasileña alcanza los 191.5 millones de habitantes. De ella, 82.8%
habita en zonas urbanas y 48% se concentra en cuatro de las 27 entidades
federativas del país: Sao Paulo (41.3 millones), Minas Gerais (20 millo-
nes), Río de Janeiro (16 millones) y Bahía (14.6 millones).
El sistema de salud está compuesto por un componente público
dominante, conocido como Sistema Único de Salud (sus), que brinda
cobertura teórica al 100% de la población, aunque efectiva al 75%. El 25%
restante, con alto poder adquisitivo, si bien se mantiene cubierto por el sus,
privilegia contratos con el sector asegurador privado, el cual ha venido teniendo
un desarrollo creciente y sostenido y se incluye en el esquema integrado bajo
el nombre de Sistema de Atención Médica Suplementaria (sams). El sus
provee servicios asistenciales mediante un modelo de gestión descentralizada
basado en redes propias de clínicas, hospitales y otro tipo de instalaciones
federales, estatales y municipales, en las que establece contratos de prestación
con establecimientos privados.
Mediante apoyo técnico y transferencias financieras de los niveles
estatal y federal, los municipios se encargan de desarrollar la estrategia
de atención primaria sobre su población. Existen también otras entidades
públicas sin fines de lucro que también brindan servicios de salud, como
232 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 43
Figura 45
Figura 46
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 239
Figura 47
240 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 48
Fuente: elaboración propia según datos del Ministerio do Saude do Brasil.- 2010
México contaba en 2015 con una población cerca de los 120 millones
de habitantes. La proporción de hombres (48.8%) y mujeres (51.2%)
prácticamente no registra variaciones. Bajo cobertura aseguradora se
encuentra un total de 55.1 millones de habitantes, de los cuales 81% están
cubiertos por el Instituto Mexicano del Seguro Social (imss) y 18% por
el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del
Estado (issste). Las otras instituciones como el Seguro Social, Petróleos
Mexicanos (pemex), Secretaría de la Defensa y la Secretaría de Marina,
dan cobertura al 1% restante. El resto de la población derechohabiente
(44.8 millones) no dispone de cobertura financiera de riesgos de salud y
se desagrega en población no asalariada que tradicionalmente utiliza los
servicios de la Secretaría de Salud (ssa) y los Servicios Estatales de Salud
(sesa) y la cubierta por el Programa imss Oportunidades (imss-o), hoy
Programa Prospera. En tanto, un 0.5% de la población carece de acceso al
sistema en sus diferentes niveles.
Finalmente está aquella población que hace uso de los servicios del
sector privado mediante planes de seguro o pagos de bolsillo. En este caso
suele haber duplicación de cobertura, ya que tanto personas con seguridad
social como pobres del campo y la ciudad que regularmente hacen uso
de los servicios estatales utilizan también servicios de salud del sector
privado, en particular los ambulatorios.
244 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 49
Figura 50
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 245
Figura 51
• Predominio del gasto de bolsillo con inequidad (55% del gasto total
en salud es privado)
• Mayor peso del gasto sobre los hogares más pobres, especialmente en
medicamentos (6.8% del ingreso en el quinto quintil contra 2.2% en
el primero)
246 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 52
Figura 53
Figura 54
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 249
Figura 55
Figura 56
Figura 58
252 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
En el año 2007, se estableció una nueva política de salud como parte del
spss denominada Seguro Médico para una Nueva Generación (smng),
que forma parte del sp y está destinado a proveer atención médica integral
a todos los niños mexicanos nacidos a partir del 1 de diciembre de 2006,
voluntariamente inscritos y que no contaran con ningún tipo de cobertura
de la seguridad social tradicional. El objetivo fue, además de fortalecer los
controles de rutina a los niños recién nacidos a fin de reducir la incidencia de
las patologías que aparecen en los primeros años de vida, especialmente en
los neonatos y la mortalidad infantil, evitar el empobrecimiento por motivos
de salud. Este programa, mediante la capacitación a los padres o tutores, pro-
cura mejorar las condiciones de vida a los niños menores de 5 años.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo
de México (coneval) se esperaba que a 2013 el smng redujera gasto de
bolsillo en 0.5 puntos porcentuales por año. A pesar de la disposición de
presupuesto, la reducción alcanzada fue de 0.23. Aunado al dato de que
63% de los hogares afiliados a smng gastaron en la atención del niño, se
puede concluir que el efecto del smng está lejos de lo esperado.
En 2013, el sps expandió su catálogo de prestaciones denominado
causes a más de 260 intervenciones de salud, incluyendo los 307
medicamentos para su tratamiento, que se proveen a los afiliados mediante
las unidades asistenciales contratadas de los sesa. También estableció un
total de 18 intervenciones de alto costo, dentro de las que se incluye el
tratamiento oncológico en niños, del cáncer cervicouterino, de mama,
vih/sida y cirugía de cataratas para mayores de 60 años.
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 253
Figura 59
Los principales efectores del sistema cumplían de esta forma un doble rol
de aseguradores y prestadores de servicios de salud, siendo en su mayoría
260 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 60
Figura 61
Esquema funcional del Sistema de Salud Argentino al año 2014
Las osn son un total de 297, de distinta naturaleza: por convenio, sindi-
cales, del servicio doméstico, etcétera, con normativas que las abarcan por
igual a todas. Poseen un padrón total que alcanza a los 12.5 millones de
beneficiarios, de los cuales 6.425 millones son titulares. Se caracterizan
por su enorme dispersión territorial, y servicios heterogéneos. Algunas
han realizado luego de su desregulación en los años noventa convenios
con gerenciadoras o intermediarias (empresas de medicina prepaga) para
favorecer el traspaso de beneficiarios, que en cada jurisdicción, distrito, o
región subcontratan prestadores privados que brindan servicios de dife-
rente calidad.
El procedimiento se resuelve a través de la intermediación de la cápita
trasladada por mes y por afiliado desde la obra social, a lo que se suma el
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 281
años; otro 14% entre 65 y 69 años, y finalmente, el 58% supera los 70 años
de edad.
Otros seguros sociales de menor importancia en cuanto a cantidad de
afiliados y recursos financieros corresponden como en todos los países a
las obras sociales de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, que cuentan
con establecimientos asistenciales propios y delegaciones en el interior
del país que contratan servicios con prestadores locales privados. Abarcan
un universo de beneficiarios cercano a las 800 000 personas. Asimismo,
las obras sociales universitarias (24 en total) se distribuyen en todo el
país y registran 600 000 afiliados.
El gasto total de la seguridad social representa el 30.3% del gasto total en
salud. Si se lo suma al que realiza el subsector público/estatal (21.48%), se lo
denomina gasto público social y alcanza al 51.78% del gasto total. El restante
48.22% corresponde al gasto directo privado o de bolsillo. Esta relación gasto
público-privado que no es homogénea entre las provincias, es importante a la
hora de evaluar inequidades de financiamiento.
• El subsector de los seguros privados: es un conglomerado heterogéneo
que comprende mutuales sin fines de lucro, seguros de medicina prepaga
y una multiplicidad de instituciones sanitarias prestadoras que para su
subsistencia desarrollan micro planes de aseguramiento privado. Cubren
a dos grupos: a) los que acceden a través del pago directo de la prima y
b) los corporativos a través de empresas o convenios con obras sociales
nacionales.
Los recursos del aseguramiento privado alcanzan al 50% del total del gas-
to privado o de bolsillo, o sea un 2.45% del pib, que en términos absolutos
corresponde proxy a $24 000 millones de pesos argentinos.
Su actividad se encuadra en la tipología de contratos entre privados, y los
precios de sus primas de seguro (planes) son acordados a nivel del Ministerio de
Economía. Solo se relacionan con el Ministerio de Salud nacional a efectos de
información epidemiológica, enfermedades de notificación obligatoria, etcétera.
Además de la dependencia formal que establece la Ley N° 26.682/15 que regu-
la la medicina prepaga con la Superintendencia de Seguros de Salud, por Ley
N° 24.754/96 deben cubrir sin carencias ni exclusiones el total de prestaciones
incluidas en el pmo.
284 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 62
Sistema de salud en Argentina
Segmentación de cobertura
Afiliados desregulados
Solapamiento de Jubilados afiliados a otras OSN Personas de diferente índole
coberturas
6 diferentes al INSSJyP Ingresos medios
Afiliados al OSN que contratan EMP
Fuente: Elaboración propia, según datos Ministerio de Salud de la Nación – incdec 2014
Las reformas del sistema de salud argentino hacia fines del siglo xx no han
sido más que parte de un proceso insuficiente, autolimitado y desprovisto de
lógica. Los parches operativos aplicados sobre el segmento de obras sociales
solo han servido para poner en riesgo la solidaridad del sistema y profundizar
inequidades en cuanto a iguales oportunidades para iguales necesidades.
Por su parte, una reforma “cosmética” sobre el subsector público solo tocó
tangencialmente la gestión de los hospitales, sin incorporar estrategias de
Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas 285
Habrá que considerar que ante las encrucijadas del futuro, el sendero
de reformas que tome cada país no puede ni debe ser único. En algunos
podrá intentar construirse un sistema más integrado a punto de partida de la
seguridad social existente.
En otros, la transformación podrá pasar por establecer un modelo de
protección social desde la esfera de lo público. En cualquiera de las dos
circunstancias, o de las híbridas que puedan surgir, quizás no se trate de
alcanzar un punto final, sino un punto intermedio que sirva para mejorar
el funcionamiento en términos de las tres protecciones, con igualdad de
oportunidades.
La transición desde el punto actual hacia uno a futuro sin dudas será
tan prolongada y polarizada como la demográfica y la epidemiológica que
lo entornan, y no exenta de conflictos y disputas políticas, técnicas y de
grupos de poder. Estará en la capacidad de los gobiernos, y en el espacio
de negociación y consensos con los actores participantes, poder definir
ese sendero mencionado. Lo importante estará en modificar el escenario
donde se enfrentan las personas y sus necesidades con el sistema y sus
falencias. Pare evitar, como lo señala una frase destacable, que la salud sea
un espejo donde se reflejen las más lacerantes inequidades.
CAPÍTULO IX
Figura 63
Figura 64
304 Sistemas de salud comparados. Entre reformas y encrucijadas
Figura 65
Figura 66
Un mes de selección de “Mais Médicos”
who Regional Office for Europe, The concepts and principles of equity and
health. Targets for health for all. Copenhagen, 1985 (European Health for
All Series N° 1).
Para esta publicación se contó con la colaboración de
Martín Gómez en la coordinación editorial; Shamara
Méndez en el cuidado de la edición y Brenda Serrano
en el diseño editorial. Se imprimió en los talleres de
Impresora Peña Santa, S.A de C.V., Sur 27, núm. 457,
mz. 44, C.P. 09310, Ciudad de México.