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Lance Armstrong 

, nacido el 18 de septiembre de 1971 en Texas, al norte de

Dallas, ciclista estadounidense. Noruego de descendencia, su madre fue Linda Gaile

Mooneyham, cuya profesión era secretaria. Su padre fue Eddie charles Gunderson, quien

fue director de The Dallas Morning News. Armstrong ganó 10 carreras de un día y también

etapas de vueltas por etapas en el año de 1993. En Oslo, se convirtió en uno de los

corredores más jóvenes en lograr ganar el campeontado del mundo en ruta.

Lance Armstrong fue acusado por el antiguo jefe de la lucha antidopaje francés de haberse

dopado durante su carrera, diciendo que el estadounidense había admitido el uso de EPO.

En el programa de televisión francés, Stade 2, en una entrevistas Jean-Pierre Verdy dijo:

“Lance Armstrong es la mejor estafa. Yo también creo que tenía un motor en la bicicleta".

La Unión Ciclista Internacional y el Comité Olímpico Internacional se encargaron de borrar

de la historia, casi a modo orwelliano, los registros de Lance Armstrong desde 1997. El

ciclismo apretó el botón de reiniciar sistema; como si toda su historia de una década jamás

hubiera ocurrido. El bronce olímpico en Sídney 2000 en la prueba de ruta y sus siete Tour

de France fueron borrados de tajo tras la recomendación de la Agencia Anti-Dopaje de

Estados Unidos. Sin nada más que perder, ni la dignidad ni su nombre ni siquiera las

memorias Armstrong se entregó al confesionario y al escarnio. El mito, el ejemplo que

había superado el cáncer testicular, el personaje objeto de admiración por doquier. La

película perfecta: drama, éxito, gloria, tragedia. La caída del farsante más grande. (AS,

2019)
Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo era el doping de Armstrong?

Involucraba la participación de los médicos personales de Armstrong, los servicios médicos

de US Postal, amigos y otros ciclistas, consistía en inyecciones de agresivos cocteles

testosterona, EPO, hormona de crecimiento y corticoides. El EPO, una hormona que

estimula la producción de glóbulos rojos, era casi imposible de ser detectado (AS, 2019)

Después de unos días, se le realizaban extracciones de sangre que eran refrigeradas para

reutilizarse en competición. Las marcas de las triquiñuelas se enmascaraban con métodos

tan rústicos o superficiales como la aplicación de maquillaje en los pinchazos para evitar las

sospechas o inyecciones de suero salino y expansores de plasma directamente en la vena

para diluir la sangre; con esto, también se evitaba el escrutinio de los controladores anti-

doping.

¿Qué pasó con Armstrong?

Armstrong (Ícaro) dejó al ciclismo con respirador artificial. Pero las consecuencias de sus

actos no quedaron ahí. Pronto, Armstrong empezó a pagar las facturas del dopaje: en 2012,

en pleno escándalo, Nike le retiró un patrocinio que le significó la pérdida de, al menos, 50

millones de dólares. La precariedad económica le orilló a vender, el pasado mes de marzo,

su mansión ubicada en Old Enfield, Texas, valorada en 6 millones de dólares. Aunado a

ello, el ex ciclista fue demandado por la empresa gubernamental de correos US Postal

(principal patrocinador del equipo para el que corrió Armstrong entre 1998 y 2004, colores

con los que conquistó seis de sus siete Tours). El cargo: daños y perjuicios, causados por su

confesión a Oprah. El 20 de abril de 2018, Armstrong llegó a un acuerdo preliminar para

pagar 5 millones de dólares de los 100 que planeaba la organización.


Además de sus líos legales, Armstrong ha intentado encausar su vida aún ligado al

ciclismo. En diciembre de 2017, fue invitado a participar en el Tour del Flandes,

competencia de carácter profesional. El estadounidense, suspendido de por vida para

ejercer cualquier actividad deportiva después de su caso de dopaje, canceló su participación

al aducir "razones familiares". Armstrong rebajó el morbo; el paria del ciclismo

internacional no volvió a los grandes escenarios, aunque sí se le ha visto en competencias

amateur menores, lejos de reflectores y publicidad. Su posible participación en el Tour

flamenco motivó el descontento del presidente de UCI, David Lappartient, quien remitió

una carta de desaprobación al director de la prueba, Wouter Vandenhaute. Armstrong

también ha incursionado en el mundo mediático, aunque underground, sin platós ni

presupuesto; solo micrófonos y la comodidad de su hogar. (AS, 2019)

Me diagnosticaron un cáncer en el testículo y después, para complicar más las cosas,

descubrieron que también tenía una docena de tumores, del tamaño de una pelota de golf,

en los pulmones y el cerebro. Saben, yo no nací para vivir una muerte lenta. No hago nada

con parsimonia, ni siquiera respirar. Hablo rápido, me duermo rápido y mi existencia

transcurre a toda velocidad. Me he pasado la vida compitiendo sobre una bicicleta y,

cuando me comunicaron que tenía cáncer, decidí pelear contra él. Le dije: "Te has

equivocado de persona. Al elegir un cuerpo para vivir en él, cometiste un error porque

seleccionaste el mío". Pero, en el fondo, sabía que todo eran fanfarronadas. Mi cara estaba

pálida, mis ojos hundidos y mi boca parecía una línea delgada sobre el rostro.
Entonces, cambié de táctica e intenté negociar con la enfermedad. OK, si el trato es que

nunca vuelva a montar en bici, de acuerdo, pero quiero vivir. Dime dónde tengo que firmar.

Volveré a la escuela, me convertiré en un hombre-basura, todo el día tumbado, sin hacer

nada, pero quiero vivir. Los médicos aseguraban que tenía un 40% de posibilidades de

vencer al cáncer, y ahora, cuando me miro en el espejo, creo que fueron muy considerados.

Verán. A la altura del corazón tengo una cicatriz del catéter que llevé los tres meses en los

que recibí quimioterapia. Otra cicatriz, recuerdo de la cirugía, secciona uno de mis

testículos y asciende por la ingle hasta la cadera. Pero la palma se la llevan las dos medias

lunas de mi cuero cabelludo, recuerdo de una intervención cerebral. Lance Armstrong

En el Centro Médico de la Universidad de Indiana tuve la suerte de conocer a un

neurocirujano, el doctor Scott Shapiro, y un oncólogo, el doctor Craig Nichols, que se

ganaron mi confianza. Nichols me propuso recurrir a la cirugía para eliminar los tumores

del cerebro porque, de tratarlos con radiaciones, éstas podrían afectar al sistema nervioso

central, produciendo un ligero deterioro intelectual y de coordinación. Nada serio para una

persona que hace una vida normal, pero sí para alguien que tiene que bajar en bici, y a mil

por hora, los puertos de los Alpes. En cuanto a la quimioterapia, decidió utilizar un

protocolo basado en el platino, llamado VIP que, según él, era más cáustico a corto plazo

pero que, a la larga, castigaría menos mis pulmones. me convertí en un holgazán. Jugaba al

golf, hacía esquí acuático, bebía cerveza y me pasaba las horas en el sofá haciendo zapping.

El cáncer me había puesto la vida patas arriba y estaba desorientado. Nadie podía

comprenderlo, excepto Kristin, mi mujer. La había conocido un mes después de acabar la

quimioterapia, durante la presentación de mi fundación contra el cáncer. Me enamoré de


ella y le propuse que se casara conmigo. Tras varias semanas vagueando, me habló claro.

Me preguntó si iba a seguir en ese plan o si pensaba volver al trabajo. Decidí que quería

seguir en el ciclismo y retomé mis entrenamientos. Empezada la temporada, gané varias

carreras, como la cronometrada del circuito de la Sarthe, el prólogo de la Dauphiné Libéré

y una etapa en la Route du Sud. Me sentía feliz porque, aunque cada seis meses tenía que

someterme a radiología para evitar recaer, estaba prácticamente curado. Y entonces llegó el

Tour de 1999. Hasta aquel momento me había considerado un ciclista de carreras de un

solo día, pero pronto comprendí que también en eso había cambiado. Lance Armstrong

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