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EXPEDICIÓN LINCH

En 1880, el presidente chileno Aníbal Nicolás Pinto Garmendia encomendó al


capitán de navío Patricio Lynch organizar una expedición para hostilizar a las
empresas azucareras de caña, en el norte del Perú. Esto con el objetivo de
destruir las haciendas azucareras que aportaban financieramente a Perú y
también para exigir contribuciones a los hacendados peruanos. Según Mellafe
(2004) esta expedición estaba compuesta por 1900 infantes, 400 jinetes, tres
cañones Krupp de montaña, una sección del cuerpo de ingenieros y una
ambulancia, totalizando 2600 efectivos (pp. 222-223).

La expedición zarpó rumbo al norte desde Arica el 4 de septiembre de 1880, a


bordo de dos vapores: el Copiapó y el Itata. El 10 del mismo mes desembarcan
en el puerto de Chimbote, donde al no hallar la menor resistencia se utiliza el
lugar como centro de operaciones desde donde se enviaron partidas de
caballería a los campos y pueblos circundantes más cercanos. El mismo día en
la tarde, el coronel Lynch junto a 400 hombres se internan hacia las haciendas
azucareras de Puente y Palo Seco, que eran propiedad de don Dionisio Derteano,
quien además de ser amigo del presidente del Perú, Nicolás de Piérola; era
senador por el Departamento de Ancash. Dado que la propiedad no era
administrada por el mismo Derteano “el coronel Lynch intima al hijo de Derteano
un rescate de cien mil pesos i éste acepta. — Consultado el dictador Piérola,
declara traidor a la patria al que pague un solo maravedí a los chilenos…”
(Vicuña Mackenna, 1881, p. 554). El presidente Piérola emitió un decreto
impidiendo a los hacendados el pago de cuotas a las fuerzas chilenas. Guiado
por la nota el hijo de Derteano cambia de opinión y se niega a pagar los 100 000
pesos. En consecuencia, las azucareras son saqueadas y destruidas el 13 de
septiembre.

En un galpón de la hacienda, las tropas chilenas encuentran encerrados cientos


de chinos culíes en condiciones de semiesclavitud, quienes al ser liberados se
unen a los chilenos voluntariamente como cargadores. Desde entonces el
coronel Patricio Lynch es conocido como “el Príncipe Rojo” por los chinos
liberados en sus expediciones.
Luego de estos acontecimientos, el coronel Lynch se dirige hacia el puerto de
Supe en el sur, que también fue incendiada y saqueada. Tenía la intención de
interceptar un cargamento de nuevas armas que llegaron al Perú, sin mucha
suerte ya que el cargamento había sido llevado al interior del país. Lynch también
desembarcó tropas en muchos otros puertos, donde las haciendas fueron
destruidas al no entregar la contribución exigida. En el puerto de Chimbote se
dinamitó todo un complejo ferroviario. La destrucción también afecto
propiedades de extranjeros. Lynch recibe muchas protestas de los cónsules y
parte de Chimbote el 17 de septiembre rumbo al puerto de Paita en el norte de
la costa peruana, pues se había enterado que el gobierno del Perú esperaba una
importante suma, que venía en un vapor inglés. Y efectivamente se encontraron
7 millones de papel moneda impresos en EE. UU por encargo de Piérola.

Más adelante en el mismo mes desembarcan en el puerto de Paita, la expedición


exigió un cupo de 10 000 pesos de plata, que no fueron pagados, por lo cual se
procedió a la destrucción de la Prefectura, la Aduana, la estación de ferrocarril y
quema de algunos ingenios. El siguiente lugar fue Eten, puerto de embarque muy
importante para la región de Lambayeque, particularmente Chiclayo. El 30 de
septiembre Lynch ordena el pago de 150 000 pesos. El prefecto de la región se
opuso al desembarco chileno y al pago de la contribución. En consecuencia, se
dio la quema, el desmantelamiento y destrucción de muchas casas y haciendas
en Chiclayo, se continuo en las ciudades de Ferreñafe y Cayaltí. Finalmente
desembarcó en el puerto de San Pedro de Lloc y marchó hacia Trujillo donde
cobra el cupo de 150 000 pesos de plata, que son pagados por el alcalde. Se
impide la destrucción y saqueos de la ciudad.

En toda la expedición Lynch llegó a recolectar muchas riquezas, sobre esto


Vicuña Mackenna (1881) menciona:

En cuanto al botín de Guerra, que ni la riqueza, ni la moralidad, ni el buen


nombre de Chile para nada necesitaba [...] consistía aquel en definitiva en
unos tres mil sacos de azúcar, 700 a 800 sacos de arroz, 500 pacas de
algodón, 17 bultos de chafalonía de plata, 29,050 libras esterlinas en jiros
sobre Europa, que no sabemos si fueron alguna vez cubiertos, 11,428
pesos plata, cinco mil soles papel, i cuatrocientos chinos de lo peor de la
raza amarilla que desde entonces comenzó a invadir desde Arica los
puertos de Chile, sin hacer cuenta de una infinidad de pequeños
artefactos o ingredientes que por rubor no nombrarlos. (p. 622).

Para la campaña de Lima se estaba formando un ejército en Arica, por lo que


Lynch es solicitado y regresa. Desembarca en el puerto de Quilca, departamento
de Arequipa. De este modo finaliza la expedición Lynch en el norte.

Conferencia del USS Lackawanna

Terminada la guerra de secesión (1861 - 1865). Estados unidos retoma el interés


por desplegar su influencia al sur de su territorio. Y el contexto de la guerra del
Pacifico parecía propicio para mostrarse confiable ante los países beligerantes.
Para eso desde Washington se enviaron algunos generales, héroes de la guerra
de secesión, para actuar de diplomáticos y preservar la paz.

Los países involucrados tenían intereses diferenciados. Por un lado, estaba


Chile, y sobre sus condiciones para firmar la paz Bulnes (1914) menciona que
fueron: primero, la cesión de Tarapacá y Antofagasta. Segundo, pago por parte
de Perú y Bolivia de una indemnización de 20 000 000 de pesos a Chile. Tercero,
devolución de propiedades confiscadas a chilenos en Perú y Bolivia. Cuarto,
devolución del trasporte Rímac. Quinto, abrogación del tratado secreto de 1873,
dejando también sin efecto las gestiones para procurar una confederación entre
los aliados. Sexto, retención de Moquegua, Tacna y Arica como prenda hasta el
cumplimiento de las condiciones anteriores. Por último, reclamaban la posterior
desmilitarización permanente de Arica y limitado para uso comercial (pp. 497).
Por otro lado, estaban los intereses de los aliados, Perú y Bolivia, que
básicamente tenían la idea en común de la no cesión de territorio y el arbitraje
estadounidense sobre ello.

Se celebraron tres sesiones de conferencias presididas por Thomas Osborn a


bordo del buque de guerra estadounidense anclado frente a Arica. La primera
conferencia fue el 22 de octubre, Osborn detalló los intereses de Washington
para la paz y dejó en claro que los Estados Unidos no serían parte de un arbitraje.
Luego los participantes se presentaron e intercambiaron credenciales, donde
todos plasmaban sus esperanzas para el buen término de las negociaciones.
Fue en esta primera sesión que el enviado chileno Pedro Eulogio Altamirano
Aracena mostró las condiciones exigidas por Chile para la firma de la paz. La
segunda sesión fue el 25 de octubre, el representante peruano Manuel Antonio
Arenas Merino argumentó con razones de derecho, hermandad y justicia que si
Chile exigía tales cosas lamentablemente las negociaciones fracasarían. Pues
Altamirano exigía esos puntos como garantías de paz. Mariano Baptista Caserta,
un enviado boliviano, consideraba que chile tenía derecho a la indemnización,
pero solo monetaria. Los enviados peruanos también propusieron el arbitraje
estadounidense, pero fueron inmediatamente rechazados por los chilenos. De
todas Maneras, Osborn no cambiaría de opinión. En el 27 de octubre, siendo que
existían muchas contradicciones y ninguno quería ceder, esta reunión fue solo
de despedida.

Seguido de este fracaso, los aliados solicitaron el arbitraje argentino. Desde


Argentina se solicitó el apoyo de Brasil, pero este no tenía interés. De ahí que
argentina no haya participado más. Entre los representantes estadounidenses
hubo disputas por las causas del fracaso de las negociaciones, Adams y
Cristiancy culpaban a su colega Osborn por negar un arbitraje estadounidense,
pero William M. Evarts respaldo a Osborn, pues se había decidido que no habría
arbitraje por parte de los Estados Unidos.

Siguiendo indicaciones de Evarts los representantes estadounidenses en cada


país beligerante, intentaron hallar la solución comunicándose con los gobiernos,
pero no había punto de inflexión para terminar el conflicto. Así el conflicto duro
unos años más, llevando al Perú no solo a perder más territorio, sino también a
una sangrienta guerra civil entre Andrés Avelino Cáceres y Miguel Iglesias.

Bulnes, Gonzalo (1914). Guerra del Pacífico. vol. 2: De Tarapacá a Lima (PDF). Valparaíso:
Sociedad Imprenta y Litografía Universo.

Vicuña Mackenna, Benjamín (1881-2). Historia de la Campaña de Lima. Calle del Puente n° 15,
Santiago de Chile.
Mellafe, Rafael (2004). La Guerra del Pacífico en imágenes, relatos, testimonios. Ediciones
Centro de Estudios Bicentenario.

Basadre, Jorge (2014). La Republica del Perú, tomo 9. Producciones Cantabria SAC.

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