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Zoofilia
Los zoófilos tienden a notar menos diferencias entre animales y humanos que
otros, e incluso a menudo ven ciertas cualidades en los animales de las que
carecen los humanos; por ejemplo, honestidad. Tienden a pensar que la
sociedad humana no entiende su parafilia y la desinformación al respecto.
Aunque algunos se sienten culpables por sentirse atraídos sexualmente por los
animales, otros no se ven afectados por la moral de los demás en su vida
privada.
Una de las posibles causas podría ser que la relación entre las conductas
sexuales y los animales suceda por casualidad y el cerebro las asocie (por
ejemplo, tener periodos de masturbación en un mismo lugar con animales). Por
otro lado, podría deberse a la soledad y la falta de contacto con las personas
(lo que explicaría por qué los animales se dan más en las zonas rurales que en
las ciudades).
Esta última hipótesis es la más fuerte, ya que, además, se basa en que los
humanos son generalmente los cuidadores de estos animales, desarrollando
un vínculo particular hasta el punto de antropomorfizar a los animales. La única
forma de tratamiento es la terapia psicológica.
Necrofilia
El manual de Asociación Estadounidense de Psiquiatría lo define como una
considerada atracción sexual por un cadáver, como “otro trastorno parafílico
específico, asociado a un interés sexual recurrente e intenso por los
cadáveres”. Es un tipo de patología sexual consistente en la excitación erótica
provocada por la contemplación, exposición, mutilación o estimulación mental
de un cadáver.
El marqués de Sade, un escritor y filósofo francés del siglo XVIII, fue el primero
en utilizar el concepto en sus escritos y quien dio nombre a la costumbre
sexual.
Con el tiempo, muchas parejas se han atrevido a combatir sus hábitos íntimos
con nuevas formas de alimentar su pasión. Sin embargo, algunos han llegado a
extremos como aceptar los roles de amo o sumiso.
¿Dónde está el límite? Él está en necesidad. Hay personas que para disfrutar
del sexo sienten la necesidad de incluir estos juegos y no pueden disfrutar de
una relación sin practicar la dominación. El juego a la fuerza no se convierte en
sadismo como tal, sino que es una práctica sexual como cualquier otro acto
sexual.
“Me gusta ser sumiso” o “Me siento bien cuando estoy dominando” son dos
pensamientos en los que los masoquistas o sádicos suelen pensar cuando se
enfrentan a su vida íntima. A veces el sadismo se convierte en un simple juego
de rol, sin embargo, el dolor es siempre la fuente del placer.