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Desde el inicio hasta el final todo parece cálido y acogedor, pero no todo lo que
podemos ver es siempre la verdad.
Escrito de una manera tan inocente y dulce, que poco a poco puede ser
desentrañada de múltiples maneras, fue escrito el cuento El avión de la bella
durmiente, en una recopilación de varias obras, llamada Doce cuentos
peregrinos, por el autor colombiano Gabriel García Márquez, alrededor de la
década de los años ochenta, como, digno representante de la corriente literaria
denominada, Boom latinoamericano.
Sin obviar los hechos descritos por García Márquez, este cuento relata una
historia sugar-coated, término utilizado para definir aquellas narraciones que no
siempre tiene un buen mensaje hacia el lector o que pueden ser cuestionables,
pero estas suelen esconderse detrás de esa llamada capa de azúcar haciendo
alusión a cómo esta está escrita, ya sea su estructura, utilización de recursos
literarios o la forma del texto en general, lo cual muchas veces nos lleva a
romantizar o aclamar historias que esconden un significado más profundo, así
siendo este el caso de El avión de la bella durmiente, pues esta demuestra varios
comportamientos obsesivos por parte del protagonista masculino, empezando
por el hecho de que, científicamente hablando, el mencionado amor a primera
vista no existe, más bien es considerado como una ilusión o atracciones física,
ya que al no tener el más mínimo contacto con una persona no pueden
describirse como sentimientos genuinos de amor, es por esto que el personaje a
medida que transcurre la narración comienza a adquirir aptitudes que no se
asemejan a una persona normal, denotando así frases como: “Entonces la
contemplé palmo a palmo durante varias horas” (Márquez, 1992), “Luego
extendí la poltrona a la altura de la suya, y quedamos acostados más cerca que
en una cama matrimonial.“ (Márquez, 1992), describiendo un vago
pensamiento de necesidad de cercanía hacia ella, sin dejarla sola por un
momento, las insinuaciones escalan hacia otro nivel a medida que se desarrolla
las escenas en el avión, pues estas adquieren un tono bastante similar al de una
persona obsesiva, “había leído una hermosa novela de Yasunarl Kawabata sobre
los ancianos burgueses de Kyoto que pagaban sumas enormes para pasar la
noche contemplando a las muchachas más bellas de la ciudad, desnudas y
narcotizadas, mientras ellos agonizaban de amor en la misma cama. No podían
despertarlas, ni tocarlas, y ni siquiera lo intentaban, porque la esencia del placer
era verlas dormir. Aquella noche, velando el sueño de la bella, no sólo entendí
aquel refinamiento senil, sino que lo viví a plenitud.” (Márquez, 1992), este
comportamiento no es correspondiente a una persona que intenta desarrollar
sentimientos afectivos, es en consecuencia, el de una persona sin tener en
cuenta el mundo que lo rodea, es decir, lo posee su subconsciente, obligándolo
a realizar acciones impropias.
A lo cual nos deja una enseñanza bastante vaga ante este tipo de promesas
literarias, pero logra su cometido, la estilización y embellecimiento de los textos
a través de recursos literarios, siempre poniendo por delante que, experimentar
y no reprimirse ante el mundo puede llevarnos a grandes proezas, sin embargo,
no siempre lo que se puede ver y escuchar es lo que en realidad es.
Trabajos citados
Márquez, G. G. (1992). Doce cuentos peregrinos. Madrid: Mondadori.