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El avión de la bella durmiente 

Desde el inicio hasta el final todo parece cálido y acogedor, pero no todo lo que
podemos ver es siempre la verdad.

Escrito de una manera tan inocente y dulce, que poco a poco puede ser
desentrañada de múltiples maneras, fue escrito el cuento El avión de la bella
durmiente, en una recopilación de varias obras, llamada Doce cuentos
peregrinos, por el autor colombiano Gabriel García Márquez, alrededor de la
década de los años ochenta, como, digno representante de la corriente literaria
denominada, Boom latinoamericano.

Aunque el relato sea corto logra describir a la perfección situaciones que,


generalmente, suelen suceder con frecuencia en nuestra vida diaria, en este
caso el siempre incomprendido “amor a primera vista”, siendo este un
sentimiento afectivo hacia una persona que no hemos llegado a conocer,
simplemente hemos visto por una única vez, sin embargo, esto no significa que
los sentimientos sean necesariamente reales, es más bien la posesión del
subconsciente ante los deseos fluctuantes por una mujer, dicho concepto
siendo retratado en este cuento, aunque no logra ser percibido a primera vista,
pero sin lugar a duda, llega a crear un juicio al respecto, el comportamiento
obsesivo que llega a tomar el protagonista es completamente escandaloso.

La historia está proyectada en un aeropuerto localizado en París, donde un


hombre joven espera por su vuelo destinado a New York, concentrado en la
espera, observa a la distancia a una mujer joven y hermosa caminando hacia la
instalación sin siquiera levantar la mirada, con una presencia fuerte y directa,
sin más, desapareció entre la multitud del aeropuerto, así el protagonista queda
flechado con un sentimiento indescriptible que lo obliga a pensar únicamente
en ella, mientras tanto una nevada azotó a la ciudad, cancelando sus vuelos y
dejando varada a las personas, el protagonista no toma en cuenta dicha
situación, más bien lo único que desea es reencontrarse con la bella mujer,
después de interminables horas de espera, el avión hacia New York finalmente
puede ser abordado, inesperadamente el protagonista y la mujer coinciden en
su vuelo, sin embargo estos no interacciona entre sí durante todo el vuelo, por
otra parte el protagonista pasaría por extrañas situaciones por aquellas ocho
horas y doce minutos de viaje, pasando toda la trayectoria imaginando o
creando utopías perfectas donde él y la bella conforman a la pareja perfecta, sin
quitar un minuto sus ojos de la mujer, extendió su poltrona para así sentir la
sensación de poder dormir junto a ella, cuando un pensamiento interrumpe en
su mente, hace algún tiempo había leído una novela, en donde los ancianos
burgueses de Kyoto pagaban sumas enormes de dinero para pasar la noche
contemplando a las muchachas más bellas de la ciudad, desnudas y
narcotizadas, mientras ellos agonizaban de amor en la misma cama, era
prohibido despertarlas o tocarlas, y ni siquiera lo intentaban, porque la esencia
era el placer de verlas yacer en una cama durante toda la noche. Pasando ya
varias horas desde dicho suceso, el hombre se levantó de su asiento en
dirección hacia el baño, cuando de repente el avión atraviesa por varias
turbulencias, impacientemente vuelve a su lugar con el anhelo de que la bella
despertara y encontrara cobijo y protección en sus brazos, sin embargo nunca
sucedió; Faltando poco para aterrizar la bella despertó y se alistó para dejar el
avión, sin mirarlo, ni saludarlo se dirigió con firmeza hacia la puerta, mientras el
hombre atónito, no podía creer su actitud después de aquella noche, sin más,
ambos tomaron rumbos distintos sin llegar a coincidir de nuevo.

En un ambiente perfectamente armonizado para demostrar trazos de


romanticismo e inocencia, ya que al llevarse a cabo en la época de los años
ochenta, fácilmente se logra percibir el carisma del escrito, siendo estos el
aeropuerto y un avión, demostrado en distintas líneas, “mientras yo hacía la
cola para abordar el avión de Nueva York en el aeropuerto Charles de Gaulle de
París” (Márquez, 1992) y aunque puedan no parecerlo, muchas veces las
historias de amor se desarrollan en un escenario con varias similitudes, desde el
bullicio por aglomeraciones hasta la basta tranquilidad en la  cabina de un avión,
siendo así la perfecta adecuación para el desenvolvimiento de la historia: Sin
lugar a duda los personajes principales, están perfectamente equilibrados para
poder encajar en estas situaciones, siendo estos, un hombre joven ansioso por
tomar su avión, con un gran deseo de entablar una relación con la bella,
volviéndose este el mayor impulso que desarrolla en todo el cuento, con una
extraña actitud y pocas palabras dichas se ha de convertir en el actor principal
de este cuento; La bella, siendo denominada así por el protagonista, es una
mujer hermosa, culta, seria y poseedora de seguridad al hablar, llega a ser el
interés amoroso, así la narración recalca dicha belleza durante toda la narración,
afirmando frases como; ”Era bella, elástica, con una piel tierna del color del pan
y los ojos de almendras verdes, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la
espalda, y una aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesia que de
los Andes” (Márquez, 1992), “Esta es la mujer más bella que he visto en mi
vida" (Márquez, 1992), sin embargo la trama nunca desenvuelve a este
personaje por ello es considerado plano y sin un trasfondo, por otro lado se
mencionan a los personajes secundarios, que si bien es cierto no aportan mucho
dinamismo o son irrelevantes en la trama, valen la pena ser recalcados, pues
aportan contexto al relato, en este caso son: la anciana holandesa, la empleada
del registro, el sobrecargo y la azafata.

Otro aspecto a considerar es el tipo de narrador, siendo este un narrador


protagonista en tiempo gramatical pasado, como si de una anécdota se tratara,
el cual nos narra con perfectos detalles como es que suceden todos los
acontecimientos que envuelven al cuento, demostrado en diferentes líneas,
“Eran las nueve de la mañana, estaba nevando desde la noche anterior, y el
tránsito era más denso que de costumbre en las calles de la ciudad, y más lento
aún en la autopista, y había camiones de carga alineados a la orilla, y
automóviles humeantes en la nieve” (Márquez, 1992), ocasionalmente
realizando comentarios hacia el mismo haciendo alusión a un monólogo
interior, pues este piensa o reflexiona para sí mismo, por ejemplo; "Si alguna
vez escribiera esto, nadie me lo creería, pensé” (Márquez, 1992), haciendo uso
de este recurso sin dejar de lado el papel protagónico en la obra.

Siempre proponiendo una historia cronológica y sin saltos espaciales por el


tiempo, como si una línea recta se representara, sin embargo se llega a apreciar
el cambio de tiempos gramaticales cuando el protagonista hace referencia a sus
recuerdos, “en la primavera anterior había leído una hermosa novela de
Yasunarl Kawabata” (Márquez, 1992), no obstante estos no llegan a determinar
un cambio significativo en el orden de los acontecimientos, ya que la esencia del
cuento está centrada a modo de anécdota durante todos los sucesos. 
Tomando en cuenta las perspectivas del autor frente a su singular forma de
escribir, el realismo mágico, han influenciado notoriamente en el desarrollo del
cuento, pues, este mismo al estar narrado en una época, donde las injusticias y
la criminalización estuvo presente todos los días, además de presentar altas
matices que impiden el desarrollo libre de las personas, dando como respuesta,
un cuento que alega una historia inocente, pero con la intención de desmontar
aquellos pensamientos extraños que muchas veces lideran nuestra mente sin
tener un juicio propio hacia la realidad. García Márquez al ser un escritor de
realismo mágico, intenta profundizar temas sociales, más allá de una escritura
prolija, si bien es cierto, este texto cuenta con varios recursos que embellecen a
la obra, estos no quitan el peso del tema central de la misma, la deliberada
necesidad de amar en silencio.

Sin obviar los hechos descritos por García Márquez, este cuento relata una
historia sugar-coated, término utilizado para definir aquellas narraciones que no
siempre tiene un buen mensaje hacia el lector o que pueden ser cuestionables,
pero estas suelen esconderse detrás de esa llamada capa de azúcar haciendo
alusión a cómo esta está escrita, ya sea su estructura, utilización de recursos
literarios o la forma del texto en general, lo cual muchas veces nos lleva a
romantizar o aclamar historias que esconden un significado más profundo, así
siendo este el caso de El avión de la bella durmiente, pues esta demuestra varios
comportamientos obsesivos por parte del protagonista masculino, empezando
por el hecho de que, científicamente hablando, el mencionado amor a primera
vista no existe, más bien es considerado como una ilusión o atracciones física,
ya que al no tener el más mínimo contacto con una persona no pueden
describirse como sentimientos genuinos de amor, es por esto que el personaje a
medida que transcurre la narración comienza a adquirir aptitudes que no se
asemejan a una persona normal, denotando así frases como: “Entonces la
contemplé palmo a palmo durante varias horas” (Márquez, 1992), “Luego
extendí la poltrona a la altura de la suya, y quedamos acostados más cerca que
en una cama matrimonial.“ (Márquez, 1992), describiendo un vago
pensamiento de necesidad de cercanía hacia ella, sin dejarla sola por un
momento, las insinuaciones escalan hacia otro nivel a medida que se desarrolla
las escenas en el avión, pues estas adquieren un tono bastante similar al de una
persona obsesiva, “había leído una hermosa novela de Yasunarl Kawabata sobre
los ancianos burgueses de Kyoto que pagaban sumas enormes para pasar la
noche contemplando a las muchachas más bellas de la ciudad, desnudas y
narcotizadas, mientras ellos agonizaban de amor en la misma cama. No podían
despertarlas, ni tocarlas, y ni siquiera lo intentaban, porque la esencia del placer
era verlas dormir. Aquella noche, velando el sueño de la bella, no sólo entendí
aquel refinamiento senil, sino que lo viví a plenitud.” (Márquez, 1992), este
comportamiento no es correspondiente a una persona que intenta desarrollar
sentimientos afectivos, es en consecuencia, el de una persona sin tener en
cuenta el mundo que lo rodea, es decir, lo posee su subconsciente, obligándolo
a realizar acciones impropias.

Como se ha mencionado la técnica que se utiliza para endulzar a los textos


narrados, es el uso constante de metáforas e hipérboles, que atraen un ánimo
dulce a las escenas, casi indescriptible para demostrar ese sentir de amor a
primera vista; “Esta es la mujer más bella que he visto en mi vida” (Márquez,
1992), hipérbole utilizada para añadir un engrandecimiento ante la mujer, lo
cual le hace caer inmediatamente enamorado, esto siendo un excelente puente
de transmisión para el lector que llega imaginar todo el escenario, además de
las metáforas, comúnmente usadas para estilizar a los textos, en este caso no es
la excepción, pues estas son los principales recursos que el autor utiliza
para suavizar al cuento, ya que al momento de percibirlas desvían la atención de
la acción concentrando más bien en cómo se está relatando, claros ejemplos
como; “con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras
verdes” (Márquez, 1992),”cuando la vi pasar con sus sigilosos trancos de
leona” (Márquez, 1992), particularmente la mayoría de estas se usan para la
descripción del personaje femenino, pues esto crea un sentimiento de afinidad
que puede crear una ilusión, “y el palacio de plástico, transparente parecía una
inmensa cápsula espacial varada en la tormenta” (Márquez, 1992), tomando en
cuenta que el romantizar un escrito mediante el uso de estos recursos, es
altamente efectivo para descarrilar la atención de las actitudes de los
personajes.

Detrás de una historia siempre se encuentra un trasfondo alejado de aquella


realidad que deseamos ver retratadas en nuestra imaginación de lo que leemos,
muchas veces esto suele pasar de ser percibido, ya que los autores utilizan
distintas técnicas que ayudan a que el trasfondo no llegue a visualizarse, este el
caso de El avión de la bella durmiente, narración predilecta ambientada en los
años ochenta, época en la cual la crueldad y la insensibilidad gobernaba cada
ambiente, utilizando un lenguaje muy acorde con la época, siendo este el
detonante del endulzamiento de la historia, esta antes dicha, narrada por un
hombre el cual queda flechado por la belleza de una mujer que ni siquiera
conoce, tornándose a una trama un poco indiferente, hasta el punto de acatar
actitudes obsesivas por parte del papel protagónico, si ninguna esencia
innovadora la narración está centrada a mostrar matices no acordes con las
acciones que suceden, las cuales pueden llegar a justificarse debido al contexto
histórico y a la corriente literaria a la cual pertenece el autor, siendo estas la
época de los ochenta y el realismo mágico, respectivamente, puestas juntas
crean un argumento en donde este escrito no tiene un significado profundo,
pues en el tiempo que se desarrolla, las libertad y muestras de expresión era
fuertemente retenidas, sin obviar que dicha corriente trata de expresar la
realidad de aquellos aspectos o situaciones que tienden a ser extraños en la vida
real.

A lo cual nos deja una enseñanza bastante vaga ante este tipo de promesas
literarias, pero logra su cometido, la estilización y embellecimiento de los textos
a través de recursos literarios, siempre poniendo por delante que, experimentar
y no reprimirse ante el mundo puede llevarnos a grandes proezas, sin embargo,
no siempre lo que se puede ver y escuchar es lo que en realidad es.

Trabajos citados
Márquez, G. G. (1992). Doce cuentos peregrinos. Madrid: Mondadori.

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