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Como Guiar A Los Jovenes. Witnees Lee
Como Guiar A Los Jovenes. Witnees Lee
A LOS JOVENES
Publicado en chino en 1963,
Los hermanos me pidieron que esta noche tuviera comunión especialmente con los
hermanos y hermanas que sirven con los jóvenes y los estudiantes. Además,
deseaban que aquellos que sirven en los hogares también tomaran parte en esta
comunión. Por lo tanto, esta noche no voy a dar un mensaje; más bien,
simplemente deseo tener comunión con ustedes acerca de algunos principios
relacionados con la manera de ayudar a los jóvenes.
Quisiera darles un testimonio. Hace treinta años la obra que el Señor llevaba a cabo
en China, tuvo un nuevo comienzo. En aquel entonces, Dios no llamó a ninguna
persona de edad avanzada. Todos aquellos que hoy tienen alrededor de cincuenta
años y siguen firmes sirviendo al Señor, en aquel tiempo tenían cerca de veinte
años. Fueron levantados por el Señor en las escuelas para esa nueva obra.
Hermanos y hermanas, si vemos esto, valoraremos mucho a los jóvenes delante de
Dios.
Además, en la Biblia, casi toda obra a la cual Dios llamó a personas jóvenes, era
una obra que cambió la era. Dios llamó a Moisés para cambiar la era, y llamó a
Josué para cambiar otra era. Obviamente, el llamamiento que Samuel recibió,
cambió la era. La integridad de la profecía, así como del sacerdocio y del reinado
dependía del joven Samuel. El fue uno de los que verdaderamente cambió la era.
Además, podemos ver que Daniel y sus tres amigos eran jóvenes entre los cautivos.
Por medio de ellos Dios cambió la era del cautiverio. Luego, en el Nuevo
Testamento, el primero que surgió fue Juan el Bautista. Sabemos que él era un
joven llamado por Dios, pues Dios lo usó en aquella época para cambiar la era.
Más adelante, podemos ver a Pablo, un apóstol especialmente usado por Dios. La
Biblia dice que él era joven cuando el Señor lo visitó (Hch. 7:58). Todos
reconocemos que Pablo fue un hombre que cambió la era. No me atrevería a
exagerar en cuanto a esto, pero mi sentir es que la obra que el Señor comenzó entre
nosotros en el Oriente hace treinta años, contenía en gran manera el elemento y la
naturaleza de una obra que cambia la era. Dios siempre llama a jóvenes para llevar
a cabo obras de grandes consecuencias.
Quisiera decirles, hermanos y hermanas, que debido a que vimos esto, hemos
prestado mucha atención durante los últimos veinte años a la obra que se realiza
entre los jóvenes. Con esto no quiero decir que el alma de un joven valga más que
las almas de dos personas de edad avanzada. No es esto lo que quiero decir. Pero sí
digo que si una persona ha de ser útil en las manos del Señor, o si tendrá un futuro
en la obra de Dios, es menester que el Señor lo cautive cuando es todavía joven.
Esto es obvio.
Por supuesto, al mismo tiempo debemos creer que el Señor regresará mañana.
Hace cerca de dos mil años que el Señor dijo: “¡He aquí, vengo pronto!” El
considera mil años como un día, pues para El no existe el elemento del tiempo. Sin
embargo, de nuestra parte, si el Señor se demora un poco más, no creo que muchos
de los que ahora tenemos más de cincuenta años estaremos vivos dentro de treinta
años. Algunos de los hermanos y hermanas son aún mayores que yo, y están en sus
sesenta o setenta años. En cualquier caso, si el Señor retarda Su regreso, temo que
no podamos esperar tanto y todos ya nos hayamos ido. En tal caso, quisiera saber,
¿quién va a continuar la obra del Señor? Quizás algunos que son espirituales, aun
demasiado espirituales, me contesten: “El Señor se hará responsable de todos estos
asuntos”. Claro que sí; el Señor se hará responsable de ello. No negamos este
hecho. Pero una cosa está clara: ya sea que El se encargue de esto directamente o
que desee que usted o yo hagamos algo para El, los jóvenes serán los que lleven la
batuta. De aquí a veinte años, los que serán útiles al Señor son aquellos que ahora
tienen veinte años o menos.
Vimos esto claramente hace más de veinte años. Por lo cual, desde entonces
prestamos mucha atención a cautivar a jóvenes intelectuales de las universidades y
de los hospitales. Damos gracias al Señor porque este trabajo ha progresado bien
desde 1936. El Señor obtuvo un buen número de jóvenes del Colegio “Unión
Médica” en Pekín, de cierto hospital en Tientsin, de la Universidad de Ch’i Lu en
Tsinan, del Colegio de Enfermería en Shangái y de algunas universidades en
Nankín. Muchos jóvenes estudiantes de medicina, médicos residentes, enfermeras
y hasta profesores, se convirtieron en nuestros hermanos y hermanas. Después de
unos diez años, casi todos los colaboradores y hermanos responsables que había
entre nosotros en todas las iglesias del país eran los jóvenes que cosechamos en
aquel entonces. Por tanto, después de que se ganó la Guerra de Resistencia contra
Japón [1937-1945] y de que se restauró la nación, el Señor nos condujo a regresar
a Shangái, donde nuevamente hubo una pequeña obra de reavivamiento en las
regiones de Nankín y Shangái. En ese tiempo, dedicábamos el setenta y ochenta
por ciento de nuestros esfuerzos a laborar entre los jóvenes. En esos dos o tres
años, el Señor bendijo ricamente la obra realizada entre los estudiantes
universitarios. El ganó a muchos jóvenes para Su propósito. Espero que con sólo
decir esto, los hermanos y hermanas vean la importancia de servir con los jóvenes.
Esto debe crear en nosotros un aprecio profundo para con los hermanos y hermanas
jóvenes.
Les digo, hermanos y hermanas, que amo a los de edad avanzada. El Señor puede
testificar por mí acerca de esto. Pero debo pedirles perdón a ellos por decir que
también aprecio mucho la obra que se realiza entre los jóvenes. Se han divulgado
comentarios sobre mí diciendo que el hermano Lee sólo se ocupa de los jóvenes y
que ha echado fuera a los de edad avanzada. Yo niego que esto sea verdad; nunca
tuve tal intención. Sin embargo, por causa del futuro de la obra del Señor, pido a
los de edad avanzada que oren mucho por los jóvenes. El futuro de la obra y la
utilidad en la obra, sin lugar a dudas, recae en los jóvenes. Desde el punto de vista
de salvar almas, debemos tratar igualmente a jóvenes y a viejos; pero desde el
punto de vista del futuro de la obra, debemos enfocar nuestros mayores esfuerzos
en los jóvenes. Si la iglesia o la obra no gana a los jóvenes para el Señor,
llegaremos a ser como una familia de viejos sin hijos: un abuelo de ochenta y cinco
años, un padre de sesenta años y un hijo de aproximadamente cuarenta. En tal caso,
no hay jóvenes bajo el cuidado de los mayores, ni tampoco llantos ni gritos de
niños; al contrario, todos se comportan correctamente. Esto es una situación
anormal.
A veces cuando alguien me dice: “Hermano Lee, parece que nuestra iglesia es un
revoltijo, y nada está en orden”, yo le digo: “De hecho, eso es una buena señal”.
Cuando uno visita a cierto hogar y escucha a alguien llorando, a otro gritando, a
otros peleando, y aun a otros brincando y revolcándose en el piso, todo eso es una
buena señal; pues indica que la familia está floreciendo. Pero si la familia sólo
tiene un abuelo de ochenta y cinco años, un padre de sesenta años y un hijo de
cuarenta, seguramente nadie estará revolcándose en el piso. Incluso si alguno
deseara hacerlo, no tendría fuerza para ello. Así que, esa familia vive todo el año
en quietud, orden y soledad. Hermanos y hermanas, podemos estar seguros de que
tal familia no tendrá que vender su casa; pues en poco tiempo la casa la heredará
otro. Igualmente, si ustedes ven a una multitud de jóvenes cuando visitan cierta
iglesia, deben alabar al Señor porque la iglesia tiene futuro. No necesitan saber si
esos jóvenes son buenos o malos; pues de la misma manera que en una familia, no
importa cuán traviesos sean los niños, es mejor tenerlos que no tenerlos. Si no hay
niños, la familia no tiene esperanza alguna. Algunos niños que hoy son
indeseables, mañana podrán ser deseables. Siempre hay esperanza.
Algunos tienen preferencia por los jóvenes a quienes consideran buenos, pero
hacen una mueca y dan muestras de desaprobación cuando ven a aquellos a
quienes no consideran buenos. Esto está mal. A veces Dios le muestre a usted que
su evaluación de aquellos a quienes considera buenos, es incorrecta. En cambio,
Dios puede usar grandemente a aquellos a quienes usted no considera buenos. Por
tanto, es difícil asegurar que aquellos que nos parecen buenos ahora, serán buenos
en el futuro, y que aquellos que ahora nos parecen malos, serán malos mañana.
Nunca debemos confiar en nuestro propio juicio. Esto también se aplica incluso
cuando nos evaluamos a nosotros mismos. Hoy podemos ser buenos, pero esto no
garantiza que lo seremos hasta el final. Podemos ser malos hoy, pero mañana el
Señor puede cambiarnos y hacernos buenos. De la misma manera, sin considerar si
los jóvenes son buenos o malos, debemos tratar igual a todos, quererlos e
interesarnos por ellos. ¿Caminan ellos volando? Entonces vuele usted con ellos.
¿Su mirada divaga? Permita que sus ojos divaguen también. ¿Juegan a la pelota?
Juegue con ellos, y cuando el juego termine, hábleles acerca del Señor Jesús. Esta
es la capacidad genuina. Sin embargo, si no puede hablarles del Señor Jesús porque
El le ha dejado mientras usted jugaba pelota, entonces su espiritualidad es falsa.
Quisiera darles otro ejemplo. Suponga que un hermano se encuentra con un joven
en la calle. Le pregunta adónde va y él le dice: “Voy al cine porque estoy muy
aburrido”. No lo debe regañar ni ponerle mala cara diciéndole: “¿Por qué vas al
cine? ¿Cómo puedes hacer eso?” Si hace esto, no podrá ayudar a ese joven. Es
mejor que sostenga una breve conversación con él. Puede preguntarle qué película
verá y a cuál teatro irá. Luego, debe caminar con él una distancia corta o pedir un
taxi e ir con él. Mientras van en camino al cine el hermano, puede hablar sobre
algunas cosas que estén en su corazón. Puede preguntarle: “¿Hermano, has
disfrutado la lectura de la Palabra en los últimos dos días?” De esta manera el
hermano puede comenzar a hablar con él acerca de leer la Biblia. También le
puede hablar acerca de la oración y preguntarle si ha orado recientemente. Cuando
lleguen al cine el hermano le puede decir al joven: “Hermano, ya llegamos. Entra,
yo pagaré el taxi. Tengo que ir a una reunión. Diez minutos antes de que acabe la
película regresaré y estaré aquí esperándote”. En lugar de ser impaciente con el
joven, el hermano está totalmente interesado en él. Si tiene algún dinero, le puede
preguntar: “Hermano, ¿tienes suficiente dinero para la entrada? Si no, yo puedo
darte algo”. Hermanos y hermanas, si ustedes pueden hacer esto, verán que sí
pueden ayudar a ese joven. Temo que ustedes sean como “abogados” que, con
rostros inexpresivos, les enseñan rigurosamente e incluso los condenan. Una vez
que este joven recibe su condenación, quizás no sea capaz de ser liberado de las
películas por el resto de su vida, es decir, no podrá vivir sin ellas. Irá al cine el
resto de su vida debido a que usted lo provocó. No piensen que hablo sin sentido;
sé muy bien lo que estoy diciendo.
Esto es lo que el Señor Jesús hizo aquel día camino a Emaús. El Señor le preguntó
a los dos discípulos: “¿Qué pláticas son éstas que tenéis entre vosotros mientras
camináis?” (Lc. 24:17). Uno de ellos contestó: “¿Eres Tú el único forastero en
Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?” (v.
18). Indudablemente, el Señor Jesús estaba bien enterado, pero aún así les
preguntó: “¿Qué cosas?” (v. 19). Ellos hablaron mucho y el Señor Jesús los
escuchó con paciencia. Caminaban monte abajo, y el Señor simplemente caminó
con ellos. Sin embargo, al final, el Señor les abrió los ojos, y ellos cambiaron de
actitud completamente. Hermanos y hermanas, creo que todos saben lo que quiero
decir con estas palabras. ¿Desean ayudar a los jóvenes? Entonces, primero
necesitan mostrar interés en ellos. No se preocupen tanto por sus errores; de hecho,
no deben condenarlos. Deben dejarles sentir que ustedes son sus buenos amigos,
que se compadecen de ellos y que tienen interés en ellos y en sus asuntos. Este es
el punto principal.
Por ejemplo, para entrar en la escuela superior los jóvenes tienen que enfrentarse a
una gran competencia; además prevalece una atmósfera que los induce a ir a
estudiar al extranjero. Después de la primaria, tienen que entrar a la secundaria y a
la preparatoria. Luego, tienen que entrar en la universidad. Después de graduarse
de la universidad, intentan ir al extranjero para continuar sus estudios. Todos están
ocupados en obtener la educación más alta e ir al extranjero. Parece muy difícil
trabajar con los jóvenes porque están demasiado ocupados como para dedicarse a
seguir al Señor. Pero esta percepción nuestra no es tan acertada. Los que laboramos
con los jóvenes tenemos que ser como el pegamento, de manera que no importe si
el joven tenga un carácter suave o duro, o si es tridimensional, plano o si tiene una
superficie llena de picos y hendiduras; aún así debemos adherirnos a él. Tenemos
que acoplarnos con los jóvenes y amoldarnos a ellos. ¿Están ellos ocupados
preparándose para entrar a la escuela superior? Entonces trabajamos con ellos
acompañándolos en su preparación para este asunto. ¿Se van al extranjero a
estudiar? También los acompañamos y nos adaptamos a esto. Aunque no podamos
ir con un joven a otro país, nuestro cuidado e interés irá con él. Debemos laborar
no sólo al grado de cautivarlo aun en ese país, sino de cautivar a otros en dicho
país por medio de él. Debemos laborar con él al grado que él haga la obra del
Señor en cualquier universidad a la cual asista. Luego, como resultado de predicar
el evangelio, él cautivará allí a otros. Así que, en lugar de considerar como un
obstáculo la tendencia prevaleciente de ir al extranjero, la consideramos como una
salida para extender nuestra obra. Debemos sostener correspondencia con los
hermanos y hermanas que estudian en el extranjero, permaneciendo en
comunicación con ellos. Antes de que se vayan, necesitamos ayudarlos a llevar una
vida espiritual normal, a fin de que cuando partan, no estudien sólo para sí mismos,
sino con miras a extender la obra del Señor. No podemos esperar que todos
abandonen la oportunidad de entrar a una escuela superior o de ir al extranjero a
continuar sus estudios, y que se queden con nosotros esperando que laboremos en
ellos, como si fueran un pedazo de tofu que se pone en el plato para que nosotros
lo comamos. Esto no es la verdadera obra. Si estamos haciendo una obra
verdadera, aunque un joven vuele al firmamento, allí lo seguiremos para
adaptarnos a él.
Muchos argumentan que los estudiantes de hoy están muy ocupados. Sin embargo,
si realmente conocemos la situación de los estudiantes, sabremos que el hecho de
estar ocupados no es un problema para los jóvenes. Más bien, el verdadero
problema es el interés de ellos. Si tienen interés, tendrán tiempo, no importa cuán
ocupados estén. Ellos buscarán tiempo para las cosas que les interesan, aunque
estén muy ocupados.
Por lo tanto, debemos recordar que al hacer la obra del Señor, no debemos ser
rígidos. No debemos decir que sólo podemos comer tofu y no piedras. Un obrero
competente no sólo come tofu, sino también piedras, y aun puede comer cosas tan
duras como los diamantes. Hermanos y hermanas, por favor, créanme y aprendan a
adaptarse a otros.
PRESTAR ATENCION
AL CONTACTO PERSONAL
En sexto lugar, los que se ocupan de la obra que se lleva a cabo entre los jóvenes,
tienen que prestar atención a la obra personal. El poder y la eficacia de una obra
personal entre los jóvenes es mucho mayor que la que se lleva a cabo por medio de
las reuniones. Las reuniones grandes no logran mucho efecto en los jóvenes; se
obtienen mejores resultados con el contacto individual. Cuando reunimos a los
jóvenes, por lo general lo único que podemos hacer es darles un mensaje y cuanto
mucho lograr un poco de avivamiento. El énfasis de la obra genuina entre los
jóvenes reside en el contacto individual. Si alguien me preguntara: “Hermano Lee,
¿cómo llevaría a cabo la obra entre los jóvenes?”, yo le contestaría: “Puedo hacerlo
sin celebrar ninguna reunión grande con ellos en todo el año; trabajaría con ellos
uno por uno mediante el contacto personal”. Una obra de esta índole parece
fragmentaria y una pérdida de tiempo. Puede ser que sólo tengamos contacto con
una persona en una hora, y a veces tal vez no contactemos a nadie durante la mitad
del día. Tal vez esta manera nos parezca una lamentable pérdida de tiempo, y
menos efectiva que llevar a cabo reuniones grandes, en las que podemos hablarles
a centenares de personas a la vez. No obstante, la experiencia nos enseña que es
inútil llevar a cabo reuniones grandes con los jóvenes; si lo hacemos todo el año, es
posible que no obtengamos muchos resultados. Lo único que ganaremos será a
algunos jóvenes superficiales. Sin embargo, debemos recordar que si prestamos
más atención al contacto individual, aunque no ganemos a una persona para el
Señor en un mes y tan sólo ganemos a una cada dos meses, aquel a quien el Señor
gane mediante el contacto personal valdrá mucho. Además, él hará contacto con
otros al igual que nosotros hicimos contacto con él. Tal vez sólo ganamos a uno
para el Señor, pero con el tiempo, el uno se convertirá en dos, los dos se
convertirán en cuatro, los cuatro en ocho y los ocho en dieciséis, y cada uno de
ellos tendrá una base sólida. De este modo, después de un tiempo veremos que se
han obtenido un gran número de jóvenes.
Espero que aquellos que sirven con los estudiantes jóvenes, lo hagan mediante el
contacto individual, ya sea trayéndoles a la salvación, ayudándoles a ser
espirituales, o guiándoles a predicar el evangelio. De 1946 a 1948, cuando
estábamos en las regiones de Shangái y Nankín, no teníamos reuniones de
estudiantes ni de jóvenes. La mayor parte de nuestra obra era llevada a cabo por el
contacto individual; sin embargo, el resultado fue bastante bueno. Si los hermanos
descuidan el contacto individual y sólo prestan atención a las reuniones grandes de
jóvenes, puedo decirles con certeza que después de haber conducido tantas
reuniones, la obra entre los jóvenes terminará en algo superficial, como la arena
suelta, sin fundamento. De esa manera no será posible producir jóvenes estables. Si
desean producir jóvenes estables, tienen que hacerlo con el contacto personal. No
deben desanimarse con ninguno de ellos; más bien, deben dedicar el tiempo
necesario para tener contacto con cada joven de manera personal.
Sin lugar a dudas, se necesita destrezas para poner en práctica el contacto personal.
Pero si practican seriamente este asunto, poco a poco adquirirán experiencia y
discernimiento; sabrán a cuál joven entre tantos deben contactar primero y ganarlo
para el Señor. Luego, después de que ése sea ganado para el Señor, se debe contar
con un hecho innegable, a saber, que una vez que lo han atraído de esa manera, él
atraerá a otros de la misma forma. Esto funciona como una máquina con muchos
engranes; cuando un engrane da vuelta, todos los demás también lo hacen.
Siguiendo esta manera se producirá un efecto exponencial en los jóvenes; se
producirá uno tras otro, tal como la multiplicación interminable de la procreación.
Por tanto, aunque no haya reuniones grandes, muchos serán salvos y motivados a
amar al Señor. En ese momento podrán comenzar a tener reuniones grandes, y todo
lo que les hablen, ellos lo recibirán. Entonces las reuniones serán cien por ciento
eficaces, y ustedes lograrán ganar para el Señor jóvenes estables y realizaran una
obra profunda en ellos.
Cuando tenemos contacto personal con los jóvenes, por un lado, debemos
relacionarnos con ellos de manera general, tratando por igual a todos; por otro,
debemos tener un contacto específico con cada uno. Lo que quiero decir es que
necesitamos ejercitar nuestra perspicacia espiritual y seguir la dirección del
Espíritu para discernir a quién debemos conducir primero al Señor. Luego,
debemos enfocar nuestros esfuerzos en ellos para ayudarles a recibir la salvación
del Señor. De la misma manera, entre tantos hermanos y hermanas jóvenes,
necesitamos descubrir quiénes son aptos para causar un impacto en otros, una vez
que sean ganados para el Señor. Entonces, debemos centrar nuestros esfuerzos en
ellos primero y ayudarles a amar y seguir al Señor. Así, cuando ellos sean
levantados, ejercerán una gran influencia en los otros hermanos y hermanas
jóvenes.
Por tanto, al servir entre los jóvenes, por un lado, necesitamos un amplio contacto
con ellos, en una manera general; y por otro, necesitamos un contacto específico
con ellos, para ayudar a aquellos que puedan ser los primeros en entregarse al
Señor y así atraer a los demás. Si logramos que alguno pueda dedicarse al Señor,
ése irá y ayudará a otros aun sin que le enseñemos cómo hacerlo. Debido a que le
hemos ayudado de esta manera, él ayudará a otros de la misma forma. Como
resultado de esto, uno se convertirá en dos, dos en cuatro y así sucesivamente. Esto
es semejante al efecto de las ondas que se producen en la superficie del agua
cuando se lanza una piedra en el centro. Las ondas siguen esparciéndose hasta que
finalmente cubren toda la superficie del lago. Sólo entonces podemos llevar a cabo
reuniones grandes que den resultados. Si llevamos a cabo reuniones grandes desde
el comienzo, habrá un logro de un veinte por ciento y el ochenta por ciento restante
será cero. Pero si estamos dispuestos a comenzar con el contacto individual y luego
continuar con las reuniones grandes, los mensajes que daremos serán prácticos, y
nuestra obra producirá un resultado de cien por ciento.
Todos los puntos anteriores son producto de las experiencias que he tenido en la
obra entre los jóvenes en años recientes. Todo asunto tiene su propia complicación
y requiere experiencia. En particular, asuntos como conducir las personas a la
salvación, ayudarles a amar al Señor e inculcarles el deseo de servir al Señor, son
muy profundos y delicados, e incluyen muchos puntos complicados. Ciertamente
es la obra del Espíritu, pero todos sabemos que el Espíritu necesita personas
apropiadas que puedan coordinar con El. Algunos pueden coordinar con el
Espíritu, y otros no. Algunos son útiles en las manos del Espíritu, y otros no lo son.
Debemos prestar atención a estos asuntos y estudiarlos al hacer esta obra.
Los seis puntos que he compartido con ustedes, son sólo una introducción. Si están
dispuestos a recibir esta palabra de comunión y a seguir adelante, aprenderán y
progresarán. Incluso hallarán mejores formas de conducir a los jóvenes al Señor
con miras a que reciban la salvación.
Hermanos, les repito que el Señor necesita enormemente a los jóvenes. Esta
generación necesita a muchos jóvenes que dinámicamente reciban la salvación de
parte del Señor y que sean dirigidos por El para ser vasos útiles en Sus manos. Que
el Señor nos conceda gracia en Su obra y en la iglesia para que valoremos las
almas de los jóvenes como el tesoro que son. De esta manera, no sólo dejaremos de
reprimirlos y perjudicarlos, sino que los atraeremos dinámicamente, los
perfeccionaremos, los guiaremos y los cultivaremos, a fin de que experimenten la
salvación y reciban la edificación necesaria para ser útiles en las manos del Señor.
Espero que todos los hermanos y hermanas oren por este asunto delante del Señor
por causa del futuro de Su obra.