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COLEGIO REYES CATÓLICOS

“Más que un Colegio”

FRAGMENTO DE “LA NAÚSEA”


JEAN PAUL SARTRE

Cuando uno vive, no sucede nada. Los decorados cambian, la gente entre ay sale, eso es todo.
Nunca hay comienzos. Los días se añaden a los días sin ton ni son, en una suma interminable
y monótona. De vez en cuando se saca un resultado parcial; uno dice: hace tres años que
viajo, tres años que estoy en Bouville, tampoco hay fin: nunca nos abandonamos de una vez
a una mujer, a un amigo, a una ciudad. Y además, todo se parece: Shangai, Moscú, Argel, al
cabo de quince días son iguales. Por momentos -rara vez- se hace el balance, uno advierte
que está pegado a una mujer, que se ha metido a esa historia sucia. Dura lo que un relámpago.
Después de esto empieza el desfile, prosigue la suma de horas y días. Lunes, martes,
miércoles. Abril, mayo, junio. 1924, 1925, 1926.
Esto es vivir. Pero al contar la vida, todo cambia; solo que es un cambio que nadie nota; la
prueba es que se habla de historias verdaderas. Como si pudiera haber historias verdaderas;
los acontecimientos se producen en un sentido, y nosotros lo contamos en sentido inverso.
En apariencia se empieza por el comienzo: “Era una hermosa noche de otoño de 1922 yo
trabajaba con un notario en Marommes”; y en realidad, se ha empezado por el fin. El fin está
allí, invisible y presente; es el que de esas pocas palabras la pompa y el valor de un comienzo.
“Estaba paseando; había salido del pueblo sin darme cuenta; pensaba en mis dificultades
económicas”.
Esta frase, tomada simplemente por lo que es, quiere decir, que el tipo estaba absorbido,
taciturno, a mil leguas de una aventura, precisamente con esa clase de humor que uno deja
pasar los acontecimientos sin verlos. Pero ahí está el fin que lo transforma todo.

FRAGMENTO DE “LA PESTE”


ALBERT CAMUS

La palabra "peste" acababa de ser pronunciada por primera vez. En este punto de la narración
que deja a Bernard Rieux detrás de una ventana se permitirá al narrador que justifique la
incertidumbre y la sorpresa del doctor puesto que, con pequeños matices, su reacción fue la
misma que la de la mayor parte de nuestros conciudadanos. Las plagas, en efecto, son una
cosa común pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha
habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las
gentes siempre desprevenidas. El doctor Rieux estaba desprevenido como lo estaban nuestros
ciudadanos y por esto hay que comprender sus dudas. Por esto hay que comprender también
que se callara, indeciso entre la inquietud y la confianza. Cuando estalla una guerra las gentes
se dicen: "Esto no puede durar, es demasiado estúpido." Y sin duda una guerra es
evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste
siempre, uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros
conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho
de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida
del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene
que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan,
y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones. Nuestros
conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo,
y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas
eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones.
¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y
las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas.

Incluso después de haber reconocido el doctor Rieux delante de su amigo que un montón de
enfermos dispersos por todas partes acababan de morir inesperadamente de la peste, el
peligro seguía siendo irreal para él. Simplemente, cuando se es médico, se tiene formada una
idea de lo que es el dolor y la imaginación no falta. Mirando por la ventana su ciudad que no
había cambiado, apenas si el doctor sentía nacer en él ese ligero descorazonamiento ante el
porvenir que se llama inquietud. Procuraba reunir en su memoria todo lo que sabía sobre esta
enfermedad. Ciertas cifras flotaban en su recuerdo y se decía que la treintena de grandes
pestes que la historia ha conocido había causado cerca de cien millones de muertos. Pero
¿qué son cien millones de muertos? Cuando se ha hecho la guerra apenas sabe ya nadie lo
que es un muerto. Y además un hombre muerto solamente tiene peso cuando le ha visto uno
muerto; cien millones de cadáveres, sembrados a través de la historia, no son más que humo
en la imaginación. El doctor recordaba la peste de Constantinopla que según Procopio había
hecho diez mil víctimas en un día. Diez mil muertos hacen cinco veces el público de un gran
cine. Esto es lo que hay que hacer. Reunir a las gentes a la salida de cinco cines, conducirlas
a una playa de la ciudad y hacerlas morir en montón para ver las cosas claras. Además habría
que poner algunas caras conocidas por encima de ese amontonamiento anónimo. Pero
naturalmente esto es imposible de realizar, y además ¿quién conoce diez mil caras? Por lo
demás, esas gentes como Procopio no sabían contar; es cosa sabida. En Cantón hace setenta
años cuarenta mil ratas murieron de la peste antes de que la plaga se interesase por los
habitantes. Pero en 1871 no hubo manera de contar las ratas. Se hizo un cálculo aproximado,
con probabilidades de error. Y sin embargo, si una rata tiene treinta centímetros de largo,
cuarenta mil ratas puestas una detrás de otra harían...

Pero el doctor se impacientaba. Era preciso no abandonarse a estas cosas. Unos cuantos casos
no hacen una epidemia, bastaría tomar precauciones. Había que atenerse a lo que se sabía, el
entorpecimiento, la postración, los ojos enrojecidos, la boca sucia, los dolores de cabeza, los
bubones, la sed terrible, el delirio, las manchas en el cuerpo, el desgarramiento interior y al
final de todo eso... Al final de todo eso, una frase le venía a la cabeza, una frase con la que
terminaba en su manual la enumeración de los síntomas. "El pulso se hace filiforme y la
muerte acaece por cualquier movimiento insignificante." Sí, al final de todo esto se estaba
como pendiente de un hilo y las tres cuartas partes de la gente, tal era la cifra exacta, eran lo
bastante impacientes para hacer ese movimiento que las precipitaba.

[…]

Pero este vértigo no se sostenía ante la razón. Era cierto que la palabra "peste" había sido
pronunciada, era cierto que en aquel mismo minuto la plaga sacudía y arrojaba por tierra a
una o dos víctimas. Pero, ¡y qué!, podía detenerse. Lo que había que hacer era reconocer
claramente lo que debía ser reconocido, espantar al fin las sombras inútiles y tomar las
medidas convenientes. En seguida la peste se detendría, porque la peste o no se la imagina o
se la imagina falsamente. Si se detuviese, y esto era lo más probable, todo iría bien. En el
caso contrario se sabía lo que era y, si no había medio de arreglarse para vencerla primero,
se la vencería después.

El doctor abrió la ventana y el ruido de la ciudad se agigantó de pronto. De un taller vecino


subía el silbido breve e insistente de una sierra mecánica. Rieux espantó todas estas ideas.
Allí estaba lo cierto, en el trabajo de todos los días. El resto estaba pendiente de hilos y
movimientos insignificantes, no había que detenerse en ello. Lo esencial era hacer bien su
oficio.

ACTIVIDAD

Resuelve los siguientes puntos teniendo cuenta las clases, la lectura y los videos
montados en la plataforma:

1. ¿Cómo relacionas el concepto de libertad con el de autenticidad en Sartre?


2. ¿Por qué para Sartre “el infierno son los otros”? ¿Cómo lo relacionas con el
problema de la identidad?
3. De acuerdo con lo visto en clase y lo que se explica en segundo video de Sartre,
¿qué significa la mala fe?
4. Según la lectura anterior de Sartre, menciona una cita que refleje la náusea y explica
por qué esto generaría una náusea para el autor.
5. ¿Por qué para Camus la existencia humana no tiene sentido?
6. ¿En qué consiste el concepto de absurdo que aborda Camus? Explícalo y relaciónalo
con el Mito de Sísifo.
7. Según el documental de Camus, ¿qué relación encuentras entre la vida del autor y
su filosofía?
8. Teniendo en cuenta la lectura anterior de Albert Camus, ¿cómo relacionas el
concepto de absurdo con la peste?
9. Realiza un cuadro comparativo en el que muestres el concepto de libertad abordado
por Kierkegaard, Sartre y Camus.
10. Escribe una opinión sobre la filosofía existencialista y menciona qué filósofo te
impactó más y por qué.

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