Está en la página 1de 315

CRÓNICAS DE VIDA DE

UN PROSTIPUTO
ADOLESCENTE
30 CLIENTES DE PLACER

HOMOSEXUAL

Ronnie M. Clausen

1
A Ariel, Hernán, Lautaro, Andy y Bruno,

cinco colegas y hoy queridos amigos

que me enseñaron el oficio de la prostitución

y que algunas veces me protegieron en la calle.

Además capaces de unas performances sexuales,

dignas de las mejores películas porno que se

puedan ustedes imaginar.

A mis clientes, que eligiéndome me ayudaron

a dar rienda suelta a mi morbo de ser un

verdadero prostiputo.

Y finalmente a Ulises, un prostiputo brasilero


de cabelo loiro e encaracolado que conocí en San Pablo y
del que jamás me voy a poder olvidar.

ADVERTENCIA : ESTE LIBRO SE HA ESCRITO


UTILIZANDO UN LENGUAJE ADULTO QUE PUEDE
PROVOCAR RECHAZO A PERSONAS SENSIBLES
RELATOS DE CONTENIDO EXPLÍCITO SEXUAL. ESTÁ
DIRIGIDO A UN PÚBLICO MAYOR DE 18 AÑOS DE EDAD.

2
PRÓLOGO

Creo necesario hacer tres aclaraciones antes de que comiences a leer


este libro.

La primera, es que la palabra “prostiputo” yo la uso para describir


claramente a la profesión de escort o taxiboy. Si de una mujer
decimos que es una puta o una prostituta, no hay dudas de que
decimos que es una mujer que comercializa con su cuerpo. Pero si
de un hombre decimos que es un puto, sólo decimos que es un
homosexual, trolo, maricón o gay. Y decir prostituto, me parece
como demasiado formal. Por eso, para describir a un puto que
comercializa con su cuerpo, como con la palabra puto no alcanza es
que prefiero usar la palabra prostiputo.

Como al primero que llamo prostiputo es a mí mismo, espero que


nadie se ofenda. En todo caso, reserven la palabreja para aplicármela
sólo a mí. ¡Y a mucha honra!, que trabajar de prostiputo es plata
rápida, pero no tiene nada de fácil.

La segunda cosa que quiero dejar en claro, es que esta es una obra
de ficción basada en hechos reales.

Desde mis 18 años hasta los 27 yo ejercí la prostitución en la ciudad


de Buenos Aires y zona norte del Gran Buenos Aires. Luego de más
grande volví a incursionar, pero en servicios especiales, como AMO
en servicios BDSM, esta es una de mis especialidades en servicios
sexuales les aclaro, y también lo hice en compañía de algún otro
colega más joven como “Tío y sobrino te enfiestan”, como un cliente
ya había hecho conmigo de pendejo, con un razonable éxito. Pero no
viene al caso este segundo período laboral mío en este libro.

3
Todo lo que acá relato es absolutamente cierto y me ocurrió a mí
mientras trabajaba de prostiputo, como me gusta llamar a mí a los
muchachos gays o bisexuales que ejercemos esta profesión.

La tercera aclaración, es que Ronnie M. Clausen es un seudónimo.


No me llamo realmente así. Pero ni a palos publicaría este libro con
mi verdadero nombre, considerando las guarradas de mi vida que
les voy a contar a continuación.

A su vez, los relatos están ficcionados, para que resulte más


interesante leerlos, asomándose a la vida de lo que puede ser un
joven que se gana la vida ejerciendo una tarea tan marginal y a la
vez tan desconocida para el mundo heterosexual.

Desde ya les aclaro que se ejerce de manera muy diferente la


prostitución masculina a la femenina. Pero no voy a entrar a detallar
las diferencias. Créanme, es así.

Puede que algunas cosas que me pasaron con dos clientes diferentes
las junte en uno sólo, como para hacer al libro más fácil de leer y no
repetir experiencias. Pero todo sucedió y es absolutamente real.

Si tienen curiosidad por conocer el universo de los prostiputos,


continúen leyendo este libro. Si quieren más bibliografía, también
les puedo recomendar otros muy buenos libros sobre prostitución
masculina que, cuando yo los leí, me sentí reflejado perfectamente
en cosas que me han pasado a mí y a otros colegas amigos del oficio.
Y se los nombro a estos libros antes de que me olvide. “Los hijos de
Caín”, de Germán Ernesto Albornoz; “Servicio completo”, de Scotty
Bowers; otro con el mismo título que el anterior, “Servicio completo”,
del autor Rafa C. y, finalmente, “La difícil vida fácil” de Iván Zaro,
que aborda el tema de la prostitución masculina entrevistando a 12
prostiputos. En este caso tengo un pequeño reparo y es que los que
hablan con Zaro, medio como que le mienten

4
un poco como para quedar ellos como buenos chicos y no reconocer
algunas mañas del oficio, que hacen que no todos seamos una
maravilla de jovencitos. No obstante, son estos todos libros que
relatan las vidas y vivencias de los prostiputos razonablemente bien.
También pueden ver la miniserie “Hollywood” de Netflix, que es
bastante buena en este tema.

En toda ciudad hay un universo gay. Ese universo convive con el


universo heterosexual, como el mundo mágico convive con el
mundo muggle en Harry Potter. No nos ven. Y ni siquiera nos
sospechan tal como somos.

El universo gay en Buenos Aires es invisible a los ojos de los


heterosexuales. No lo detectan. Ni aunque pasen al lado o se
choquen de frente todos los días con él.

Los heterosexuales de Buenos Aires pueden pasar por delante de la


puerta de un boliche gay y no sólo no se dan cuenta de que es gay,
sino que muchas veces ni se dan cuenta de que es un negocio abierto
al público.

Son puertas que no dicen nada especial, de las que cada tanto se ve
salir a un hombre y cada tanto se ve entrar a otro hombre, pero los
heterosexuales no se dan ni una ligera idea de lo que pasa tras esas
puertas anónimas, que ni siquiera necesitan tener un cartel que las
identifique y anuncie. Los gays sabemos dónde están y qué
podemos esperar encontrar detrás de cada una de ellas.

Los heterosexuales no se dan una idea de lo que es la vida sexual de


un gay medio. No ya de un prostiputo. Ni se la imaginan.

Antes que nada, les voy a hacer un comentario entre la diferencia en


la vida sexual de un gay y de un prostiputo. La única diferencia, es
que el gay eligió seleccionar él a sus compañeros sexuales y el
prostiputo en cambio eligió aceptar a todos los que lo seleccionen a

5
él. O a casi todos, para dejar un margen pequeño que siempre se
reserva, tal vez por ese atisbo de dignidad que todos tenemos. O de
límites, claro. El resto, todos hacen más o menos lo mismo, con sus
más y menos a la hora de coger. Puede que el prostiputo haga cosas
más variadas, pero en el universo homosexual bien valdría
parafrasear a la antigua expresión latina : Gay soy, nada de lo gay
me es ajeno.

Casualmente esta es la frase latina, origen de esta expresión : Homo


sum, humani nihil a me alienum puto, que quiere decir : Humano
soy, nada de lo humano me es ajeno.

Se aplica esto muy bien hoy en día a los putos, como parecía
presagiarse en el mismo latín original.

Cuando uno habla con un heterosexual en Argentina, todos se las


dan de grandes cogedores. Ya sea porque se pagan putas, o porque
se levantan minitas para coger gratis, todos creen que son unos
machos muy activos sexualmente.

Permítanme decirles una cosa, grandes machos heterosexuales


argentinos : Ustedes cogen como minas. Sólo los putos cogemos
como machos.

Se los voy a probar a esto.

¿Con cuántas mujeres diferentes se acuesta en promedio un joven


heterosexual que comienza su vida sexual a eso de sus 15 años,
hasta que llega a los 25 años?

¿Con 20 chicas diferentes? Tal vez uno que sea muy activo cogedor,
se haya acostado en esos 10 años con 30 o 40 mujeres diferentes…

Déjenme que les cuente una cosa. Un chico puto que empieza a
coger a los 15 años, cuando llega a sus 25, si es tímido, ya mantuvo
relaciones sexuales con unos 1.000 hombres diferentes. Relaciones
6
no en el sentido “Clinton” de la palabra, sino que incluyendo desde
luego al sexo oral. Y si es un zarpadito garchador, puede haber
tenido sexo en diferentes variantes con 3.000 hombres en esos 10
años.

Y esto como cifras reales. Son cifras que deben tomarse literalmente
y no hay error en ellas. No exagero en lo más mínimo, se los puedo
asegurar.

Los heterosexuales siempre fanfarronean con que, si por ellos fuera,


si les ponen a 10 mujeres una al lado de la otra todos los días, ellos
se cogerían a las 10 diariamente sin falta.

Pero ¿saben qué? A esa afirmación les faltan las chicas.

No hay 10 minas diferentes ofreciéndose a los heterosexuales para


coger durante los 365 días de cada año. Ni en los 366 días de los
años bisiestos.

En cambio en el universo gay, que es invisible a los ojos


heterosexuales como ya les mencioné, digamos que desde el
mediodía hasta la madrugada de cada día, los homosexuales
disponen de un universo paralelo al cual pueden entrar y salir
delante de los ojos de los heterosexuales, sin que estos los detecten.
Como los magos de Harry entran y salen de la ciudad de Londres.
Entran a la hora de almorzar de sus oficinas y media hora después
se van habiendo cogido con otro hombre, como si aquí no hubiera
pasado nada.

Los putos somos como los heterosexuales. Por lo menos en eso de


que si nos ponen adelante a 10 tipos que nos gusten, podemos coger
con los 10 todos los días. Por lo menos entre los 15 y los 25 años de
edad eso se cumple, se los aseguro. No se si son las hormonas o qué,
pero los putos cogemos como conejos en celo.

7
La diferencia es que los heterosexuales necesitan de minas para
coger y las mujeres no fantasean con cogerse a 10 varones diferentes
todos los días. Suelen tener una visión más romántica del sexo las
mujeres. Tal vez, como son multiorgásmicas, puede que
cuantitativamente tengan menos necesidades de disponer de
muchos hombres. En una de esas, si nosotros pudiéramos acabar
varias veces seguidas, tal vez seríamos como ellas un poco más
restrictivos a la hora de elegir compañeros sexuales. No lo se… Sólo
se que no somos multiorgásmicos y que tenemos un período
refractario luego de cada orgasmo por lo que tendemos a
dispersarnos un poco y buscar a otro macho para renovar más
rápido el nivel de excitación.

La variación es el mejor afrodisíaco, dijo sabiamente Henry Kissinger


una vez. No lo discuto a este concepto y adhiero a él.

Por el contrario respecto a los heterosexuales, para los putos,


nuestra contraparte es otro hombre. Por puto que un puto sea, en
general, el puto suele ser un hombre y razona como un hombre.

Por lo tanto, en el universo paralelo de los putos, todos los hombres


están dispuestos a coger con todos los hombres que puedan coger.
Siempre. Y esto vale para los activos, para los pasivos y para los
versátiles. Ah, y gays y bisexuales, siendo que en este último caso
también hay que sumar a las mujeres con las que cogen.

Por si no lo saben, activo es aquel gay al que le gusta coger y no que


lo cojan. Pasivo es al revés, al que sólo le gusta que lo cojan, Y
versátil es el famoso “vuelta y vuelta”, que le gusta coger y que lo
cojan. Esto se mide desde la variable del culo y eventualmente de la
pija, exclusivamente. Se puede ser activo y que te guste chupar pijas,
por ejemplo. Lo que te define como activo, pasivo o versátil, es si
entregás o no el orto y si sos capaz o no de cogerte a otro tipo. Es el
culo y la pija. El resto es cotillón sexual. Acompaña, pero no define.

8
Si yo salgo de mi casa, caliente y con ganas de coger, les aseguro
que no tardo más de una hora en tener mi pija en la boca de otro
hombre o su pija en mi boca. O culos, da igual.

Y gratis, no pagando. Pagando sería aún mucho más rápido, aunque


no se si más fácil. Me da la sensación de que se puede coger entre
hombres con la misma facilidad, tanto pagando como no
haciéndolo.

Hay lugares gay para coger y para levantar en todas las ciudades
del mundo.

Me pueden largar en la ciudad del país que quieran, a las 5 o 6 e la


tarde y les aseguro que aún si no conozco a la ciudad ni al idioma,
no tardo más de una hora en levantar y estar cogiendo con un
hombre que a mí me guste y que yo le guste a él. Los códigos de
levante gay son universales. No se cómo fue, pero todos los putos
del mundo podemos comunicarnos con una sola mirada y todos
sabemos a qué lugares ir para encontrar otros putos que estén
buscando putos. Es un sistema que funciona igual en Buenos Aires,
New York, Moscú, Barcelona, México DF, Santiago de Chile, Río de
Janeiro, París, Milán, Frankfurt, Pekín, Riad, Tel Aviv, Damasco,
Tokio, Jakarta, Marruecos, Madrid, San Pablo, El Cairo, San
Francisco (USA o Córdoba en Argentina), o cualquier ciudad chica
del interior de cualquier país que se les ocurra. Putos hay por todos
lados y los códigos son iguales para todos.

Alguna vez se debería hacer un estudio sociológico para explicar


esto. ¿Cómo puede ser que se levante a un puto para coger sin
siquiera pronunciar una mísera palabra, de la misma manera en
todas las ciudades del mundo, por diferentes que sean las lenguas y
costumbres sociales y culturales de cada país?

9
Y esto pasaba así mucho antes de la existencia de internet. Lo cual es
mucho más asombroso. Especialmente si tomamos en cuenta que ser
gay fue considerado un delito hasta mediados largos del siglo XX en
buena parte del mundo desarrollado. En Gran Bretaña y Francia,
hasta bien pasados los años 60 o más, podías ir a la cárcel por ser
trolo.

En Buenos Aires, hasta 1983, la policía podía detenerte por ser


homosexual, en base a unos ridículos edictos policiales que
castigaban el “escándalo público” y la definición de escándalo podía
ser el estar parado en la esquina de una calle conversando
amablemente con un amigo que pareciera un poco afeminado. El
policía era el que decidía a su antojo si los llevaba detenidos o no.
Recuerden los casos de Turing, García Lorca, Wilde y tantos otros
perseguidos por su sexualidad en Europa. Ni hablemos de lo que
hoy pasa en países bestiales y retrógrados como Afganistán, que
suben a los homosexuales a una plataforma de varios metros de
altura y los arrojan al vacío para estrellarlos contra el pavimento. O
los países en que los azotan a latigazos a los gays hasta matarlos.

Volviendo a la facilidad de levante, no importa si el puto en cuestión


es alto, bajo, flaco, gordo, viejo, joven, con pelo, pelado, lampiño,
peludo, activo, pasivo, versátil… todo da igual, porque hay tanto
puto disponible que siempre vas a encontrar a uno que a vos te
guste y que él te desee a vos.

Y puede ser cualquier combinación. Vos podes ser un señor de 70


años, gordo y pelado y que con vos quiera coger un chico de 21
años, con cuerpo de gym y que trabaje de modelo para Calvin Klein.

En esto, la lógica es que el puto le entra a lo que le calienta y hay


para todos los gustos.

10
Para el puto los lugares para encontrar a otro gay para coger, son a
su vez variados y siempre los mismos en todas las ciudades grandes
o chicas del mundo. A saber, baños de estaciones de trenes o de
ómnibus, con especial énfasis en las estaciones terminales. Baños de
estaciones de servicio en las que se carga combustible. Cines donde
se proyectan películas pornográficas, ya sean heterosexuales como
homosexuales. Determinadas calles en determinados horarios,
determinados parques y plazas. Aeropuertos, en sus baños. Los
gym, con sus saunas y duchas son cogederos generalmente. Los
saunas supuestamente serios para heterosexuales y los específicos
para gays. Restaurantes de comidas rápidas en los baños y a
cualquier hora del día. A propósito de las cadenas de comidas
rápidas, jamás deje ir a su hijo menor de edad sólo al baño. En líneas
generales, jamás deje ir a su hijo menor de edad a un baño público
solo. Cualquiera. Ni del mejor shopping del mundo. Baños en las
facultades de la universidad. Bares para putos. Discotecas para
putos y los famosos “glory holes”, que son unos bares dentro de los
cuales hay cabinas individuales con agujeros en las paredes
laterales que permiten ofrecer o aceptar la pija del vecino de cabina,
ya sea para una mamada o para enchufarle el culo de manera
totalmente anónima. También hay que agregar a esta lista los
departamentos de los chicos que se ofrecen por internet. En la
ciudad de Buenos Aires, la oferta de chicos en internet, debe andar
fácilmente por unos 300 muchachos diferentes, como para todos los
gustos. Después están los que trabajan en las calles y los que
trabajan en cines porno y baños, que también son bastantes.

En todos estos lugares, no sólo uno encuentra otro hombre para


coger, sino que además en la mayoría de ellos se puede coger. Están
preparados para que los gays vayan, levanten y cojan adentro. Y
están abiertos en general más de 18 horas al día.

11
Además se arman generalmente fiestas, cerrando un boliche
determinado un día de la semana, a las cuales se puede concurrir y
que adentro hay que permanecer desnudo o en calzoncillo y se
puede tener sexo en orgías que se van armando por todo el lugar.

No obstante esto que estoy contando, que parecería que los putos
vivimos en una suerte de descontrol terrible, debo decirles que en
estos lugares jamás he visto un acto de violencia.

Para un puto realmente un no, es un no. Cuando alguien en uno de


estos lugares te dice de coger con él, si le decís amablemente que no,
el tipo no te vuelve a insistir. Por lo menos no mucho. Hay un
respeto casi religioso por la decisión del otro. Jamás vi una pelea
entre putos en este tipo de lugares.

Esto hace que el puto disponga de un universo de gente inmenso


para coger durante las 24 horas del día. Súmenle a eso que el
ambiente gay es muy seguro. Probablemente esto sea así, porque al
no poder concurrir a la policía porque ser gay era un delito, los
mismos putos hayamos entendido que teníamos que tener reglas a
las cuales respetáramos mucho entre nosotros, porque la autoridad
de aplicación y control íbamos a ser solamente nosotros.

Igual no hay que confundir putos con mancos. Si un puto le tiene


que pegar una trompada a otro hombre, se la puede pegar tan bien o
mejor que cualquier heterosexual. Más ahora con la onda puto de
gym. Los gays en muchos casos tienen un cuerpo trabajado de
gimnasio, con unos músculos muy dignos de respeto.

Como sea que fuera, funciona muy bien el sistema.

Otra de las ventajas, es que el puto no se ofende si le decís de coger.


No reacciona como las minas, no te va a salir con un “¡Pero! ¿por
quién me has tomado, degenerado de porquería?”. Nadie se espanta
por una invitación a un garche. O una tocadita de culo o
12
caricia al pasar de nuestra pija. Es más, nos sentimos halagados y
nos da pena que el que nos haya invitado a coger no nos guste.
¡Ojalá nos hubiera gustado! Hubiéramos cogido encantados con él.

Lo fantástico, es que como ya tenemos establecido los lugares de


levante, tampoco necesitamos hablar. Con cruzar las miradas
alcanza. El código es universal. No es necesario hablar entre putos
para coger. Y no hay denuncias de acoso, porque nos inviten a
coger. Lo festejamos. “¡Que suerte! ¡Soy deseable!”, pensamos cada
vez que alguien nos invita a coger.

Si usted lee esto y no es puto, le cuento que coger como prostiputo


no nos hace ser más o menos promiscuos en el universo gay que el
no ser prostiputo. El más boludo de nosotros, de los putos en
general hablo, cuando se quiso acordar ya se chupó mil pijas
diferentes. Una vez que uno pasa determinada cantidad de pijas en
su vida, que se yo, digamos 500, da lo mismo 1.000 más que 5.000
más. Somos todos igual de promiscuos. Y de putos, obvio. Seamos o
no prostiputos, todos cogemos porque nos gusta mucho coger.
Bueno, ¡que joder!, somos todos machos. ¿Qué esperaban?

Por otro lado, los prostiputos somos en general mucho más


cuidadosos que el resto de los gays a la hora de coger. Un prostiputo
puede aceptar participar de una orgía con un perro tomando
cocaína, pero ni te va a coger o a dejarse coger sin forro. Entre mis
compañeros, esta era una regla que no había precio que la pudiera
modificar. El prostiputo nunca coge a pelo. Son los putos amateurs
los irresponsables que lo hacen. Hay muchas más ETS’s y HIV
proporcionalmente entre los que nunca ejercieron la prostitución
que entre el universo de prostiputos. Si no me creen, llamen a uno,
pídanle su tarifa y díganle que ustedes lo quieren coger a pelo, que
ponga el precio. Dudo que les acepten la propuesta. Por el contrario,
en los lugares para coger gays, buena parte de los concurrentes lo

13
practican al sexo sin protección e irresponsablemente. El profesional
del sexo se cuida al coger y se hace análisis regulares. Todos los
chicos que se prostituyen en Argentina van cada tres, cuatro o a lo
sumo seis meses a la Fundación Huésped, que depende de la
Comunidad Homosexual Argentina (CHA) a hacerse un análisis de
enfermedades de transmisión sexual. No hay sexo gay más seguro,
que con un prostiputo, en general.

Por último déjenme decirles algo que he aprendido ejerciendo el


oficio.

Hay buenos y malos prostiputos. Los malos, generalmente son los


más imbéciles. Los tontos no suelen coger bien.

Además los lindos, suelen coger mal. Y los muy lindos, suelen coger
peor todavía. Suelen creer que porque son lindos te hacen un favor
cobrándote para que los puedas tocar y cogen con la gracia y el
empeño que pondría un trapo para limpiar el piso. Tienen la
vitalidad de una mopa en la cama. Y esto lo sabemos todos los gays,
aunque algunos no lo hayan racionalizado aún. Pero es instintivo.
Si tomamos al Brad Pitt de Thelma & Louise y al Tom Cruise de Top
Gun y le preguntamos a 100 gays si prefieren coger con ellos dos o
con Mick Jagger y Robert de Niro, y les aseguro que de esos 100,
unos 98 les van a contestar que se quedan con Mick y Robert.
¡Porque todos sabemos instintivamente que los lindos cogen mal y
que los muy lindos cogen peor!

El buen prostiputo, es aquel al cual el prostituirse le despierta su


morbo. El que siente que cuando otro lo desea al punto de estar
dispuesto a pagar por él, el que el otro lo convierta en su sujeto de
deseo sexual, lo calienta y le hace sentir ganas de ser usado para el
placer del otro. Es el prostiputo que se calienta cuando siente que el
cliente gime y goza de su cuerpo.

Si a un prostiputo no le da morbo ser deseado y entregarse a ser el


14
placer de otro hombre, seguro que va a dar un mal servicio.

Desconfíe de los que le dicen que no son putos, que a ellos les
gustan las mujeres y que lo hacen exclusivamente por el dinero. Van
a coger mal.

Muchos gays tienen la fantasía de cogerse a un hetero. O hacerse


coger por un hetero. Déjenme aclararles un punto. Salvo que lo
rapten al hetero y le violen el culo, si un hombre acepta coger con
ustedes, tanto sea en un rol pasivo como activo, es tan puto como
ustedes. No hay manera de poder coger un hombre con otro hombre
si no hay atracción y excitación. La pija se nos tiene que poner dura.
No hay vuelta con esto. Todo hombre que coge con otro hombre, sea
cual sea su rol en la cama, es tan puto como su compañero sexual.
No existe el cogerse a un hetero. Si te lo estás cogiendo o te la está
chupando, o al revés, porque él aceptó, de hetero no tiene nada. Por
lo menos, mientras está con vos. Si vos tenés pija y lo calentás, es tan
puto como vos. Más o menos asumido, más o menos traumado.
Pero finalmente igual de puto. O más…

A diferencia de las mujeres prostitutas, a los varones se nos tiene


que parar la pija. Por lo tanto si no son gays, es poco probable que se
calienten con otro hombre. Hay chicos que son heteros, que quieren
trabajar de prostiputos y que no pueden porque nunca consiguen
excitarse con sus clientes hombres. Algunos lo intentan desde lo
racional, pero finalmente en la cama no pueden. Chicos que trabajan
de strippers en boliches gays, pero que no les da para coger con un
gay. Charlan, se contonean, se dejan tocar, pero no se les para la pija
porque los gays no los atraen. No es una cuestión de formas, porque
se desnudan bailando para calentar a los gays, muchos se excitan en
el escenario, pero no pueden concretar el sexo en la cama.

Conclusión : No pierda su tiempo y su dinero. Búsquese otro


prostiputo, que usted sienta que agarrar una pija lo calienta.

15
Yo he tenido que trabajar en fiestas con algún chico que se creía que
porque era lindo le hacía un favor al cliente y les aseguro que es una
pesadilla. No hacen nada, creen que están sólo para hacerse adorar.

No flacos… están para sudar la verga y el culo, como hacemos


todos. Porque ese señor nos paga para que lo hagamos gozar a él, no
para que él nos pueda hacer gozar a nosotros y que encima seamos
unos desagradables que le digamos que a nosotros sólo nos
calientan las mujeres y que a él lo tocamos porque nos paga.

Andá a trabajar al puerto, no seas chorro hijo de puta, dan ganas de


decirles. Te pusiste en pelotas y te metiste en la cama con otro
macho, ¡andá a hacerte el heterosexual a la renegrida concha de tu
madre, hijo de 10.000 vagones llenos de putas!

No cojan con los que se dicen heteros, pero que quieren vivir de los
putos. Son unos traumados, cogen mal. Y además son unos
verdaderos ladrones hijos de puta.

No cojan con los lindos, ni con los muy lindos. Cojan con los que
tienen sentido del humor. Con los que son más atorrantes. Esos son
los divertidos y zarpados en la cama.

No cojan con los dicen que pueden tener relaciones sexuales o hacer
el amor con ustedes. Cojan con los que les dicen que cobran por
coger o garchar. Los que llaman a coger, coger y a garchar, garchar,
son los que la tienen clara. Ustedes los buscan para desnudarse y
revolcarse en una cama, buscan a un macho como ustedes, van a
compartir con ellos tal vez uno de los secretos más guardados por
ustedes de su intimidad como lo es su sexualidad, ¿y justo se van a
encamar con un boludito que no puede llamar a las cosas por su
nombre? ¿Qué le pasa? ¿Le da vergüenza decirles que se ofrece para
coger con ustedes?

Un párrafo aparte merecen los que llaman “hacer el amor” a

16
coger… ¡Váyanse al carajo! El hacer el amor, no depende del “qué”,
sino que depende del “con quién”. Con la persona de la que uno
está enamorado, el tomar un café juntos es estar haciendo el amor.
Todo lo que uno hace junto con la persona que ama, es un acto
amoroso. No importa qué se haga. El sexo es sólo una más de todas
las cosas en la que uno demuestra el amor al ser amado. Pero no es
ni siquiera la mejor. Cocinarle algo para agradarlo, darle un beso no
solicitado, porque sí, cuidarlo si se resfría, eso es demostrar amor.
Eso es hacer el amor.

Y justamente el sexo, no lo es tanto. El orgasmo, es el hecho más


egoísta del ser humano.

Repito : No hay en el mundo nada más egoísta que un simple


orgasmo.

No importa el otro en el lapso de segundos entre que uno nota que


el orgasmo va a ser irreversible e inevitable aunque uno se quede
inmóvil como una estatua, hasta los segundos posteriores en que
nos baja la testosterona y la adrenalina del orgasmo.

Por esto es que uno puede experimentar un orgasmo provocado por


la propia mano, por una mano ajena, una boca, una concha, un culo,
entre dos tetas, con una prótesis, con una muñeca inflable, o con la
persona amada o una persona de la que no sepamos ni cómo se
llama o que no la hayamos podido ver bien por estar en un túnel de
un lugar gay. Pero el amor cogiendo, es una experiencia superior en
el antes a esa sensación de orgasmo irreversible y en el después de
acabado el último estertor del orgasmo. Yo siempre digo que se
puede no estar enamorado antes de empezar a tener un orgasmo, se
puede no estar enamorado al terminar de tener un orgasmo, pero en
el durante, uno siempre está totalmente enamorado. Porque el
orgasmo es siempre con uno mismo. Da lo mismo estar con la
persona amada o con un melón al que se le hizo un agujero. El

17
orgasmo es sólo con nosotros mismos. Nada hay como mejor
ejemplo del egoísmo, de un acto absolutamente egoísta, que un
simple y fantástico orgasmo.

Repito, cojan con prostiputos que tengan su sexualidad clara. Que


no les jode coger con otros hombres, que no les preocupa, aunque se
anuncien como activos, que ustedes les metan un dedo en el culo o
que se lo chupen al culo. Desconfíen de la calidad del servicio de
esos que son tan activos que no les chupen la pija a ustedes. El culo
puede ser que te duela, lo admito, pero chupar una pija es como
comerte un helado. Cualquiera lo puede hacer. Y el que no lo quiere
hacer, es porque es un traumado. Y el traumado, en cierta medida
también desprecia al homosexual. No contraten prostiputos que los
desprecien. Ni aunque ustedes sean masoquistas.

Cojan con prostiputos a los que les de morbo trabajar de prostiputos


y que les digan en la charla cosas que les demuestren que tienen
sentido del humor y que son zarpaditos sin ningún tipo de tabú en
la cama. Es con los que lo van a pasar mejor.

El resto, los que no la tienen así de clara, es una lotería de 10.000


números diferentes y que a ustedes les tocó el número 0 de la ruleta
esa. Huyan, que están a tiempo.

Hechas estas salvedades, me es muy grato compartir con ustedes


estas crónicas de mi vida en los años en que ejercí el duro y excitante
oficio de la prostitución masculina.

Les voy a dejar 30 experiencias diferentes, que muestran la


diversidad de situaciones que vive un prostiputo en la ciudad de
Buenos Aires.

O en cualquier ciudad del mundo, porque en definitiva les aseguro


que nada está más universalizado que las costumbres gays.

Nada hay más igual en todos los países del mundo, que su vida gay.
18
Espero disfruten de estas anécdotas de mi vida como prostiputo. Les
aseguro que yo sí las disfruté y mucho. De hecho, tuve más de un
orgasmo viviendo y luego recordando a cada una de ellas.

Ronnie M. Clausen

19
CAPÍTULO 1

DEBUTÉ EN EL SEXO GAY Y COMPRÉ PROSTITUCIÓN


MASCULINA

Hoy hace 6 meses que cumplí 17 años.

Hace ya un largo tiempo que cuando tengo relaciones con mi novia,


no puedo dejar de pensar en que en la cama con nosotros hay otro
chico.

Fantaseo con que mi novia y yo le chupamos la pija juntos al otro y


que cuando yo me la cojo, él me la mete por detrás y me coge a mí.
O que se la coge a ella, mientras yo le chupo los huevos y el culo al
chico. O que lo cojo yo a él.

Mi novia no puede creer lo que me enlecho. No le conté mis


fantasías. No por pudor, sino porque me gusta que queden en mí.

En realidad esto comenzó ya hace varios años. Calculo que yo


tendría 9 años y en la cuadra de la casa de una tía mía había una
casa en la que habitaban unos gitanos. Cuando yo pasaba camino a
la casa de mi tía, me llamaban la atención los chicos gitanos jugando
en la vereda descalzos, con los pies sucios, sin usar remera y
sudados. Todos de pelos negros y muy masculinos, para ser que
todos andarían entre mi edad y los 15 años.

Me excitaban especialmente los que tenía pelos en las axilas.

En realidad, no es que me excitaran en el sentido sexual, porque a


los 9 o 10 años, yo no tenía ni idea de lo que era el sexo.

No obstante ya me tocaba la pija y me daba placer provocándome


orgasmos. Y en mi fantasía, yo era uno más de los chicos gitanos, en
patas y en cueros, sudado y de pelo negro. No rubio y de piel bien
blanca, como soy.
20
Me imaginaba rozándome con ellos mientras jugaba a la pelota, o
tirado sobre un colchón, con otros chicos al lado, sintiendo el olor de
sus pies y axilas de machos incipientes. Me hacía pajas pensando en
ellos, sólo que hasta que no cumplí los 11 años no supe que eso que
yo hacía era pajearse y que eso era una actividad sexual. Pensaba,
me excitaba, me tocaba, acababa, pero no asociaba eso al sexo,
simplemente porque no sabía que el sexo existía. No eran fantasías
de coger o de chupar pijas. Eran fantasías de olores y de roces de
cuerpos semidesnudos. Ni sospechaba a los 9 años que alguien
pudiera querer meter su pija en el culo de otra persona. De hecho,
cada vez que hacía pis, me lavaba las manos porque me daba asco
tocarme el pito y luego agarrar otra cosa cualquiera.

No fantaseaba con coger con ellos, porque no tenía ni la más mínima


sospecha de que la gente cogía. Así de pelotudo era a los 9 o 10 años
yo.

La cuestión es que cuando cumplí 17 años decidí sacarme la duda


sobre si lo mío era una fantasía gay o una realidad gay.

¿Me gustaban los muchachos de mi edad como para coger con ellos?

Había una sola manera de averiguarlo.

Cerca de mi casa, había una villa miseria, favela o como la llamen en


sus países. Un barrio marginal dentro de la ciudad de Buenos Aires.
En el bajo Belgrano, cerca de la cancha de golf. La cancha estaba
rodeada de un área muy arbolada y oscura.

En mi fantasía, los chicos pobres debían vivir en un ambiente más


promiscuo y potencialmente deberían ser más desinhibidos
sexualmente que los chicos de clase media como yo.

Una noche de verano, pasadas las 23 horas, me mandé para el


barrio.

21
Me puse unas zapatillas de lona medio sucias, un jean viejo, una
remera de cuello redondo, compré unos forros en un kiosco abierto
y me fui a ver cómo venía la mano con los chicos del barrio.

Comencé a caminar por sus calles y en una de esas caminatas me


crucé con un chico de mi edad. Lo miré a los ojos y él me miró y
sonrió. Yo seguí caminando unos pasos, paré y giré para mirarlo.

Él estaba allí parado, mirándome también.

Sin saberlo, había hecho mi primer cruising gay.

Se me acercó y me preguntó qué andaba haciendo. Le dije que había


salido a dar una vuelta, a ver qué había para hacer.

Directamente me preguntó si andaba buscando pija.

Por un momento me hizo dudar. No esperaba que fuera algo tan


directo, ni tan fácil el conseguir una pija.

“¿Querés hacer algo flaco? ¿Estás buscando verga?”, me preguntó.

“Bueno, dale. ¿Pero cómo hacemos?”, le pregunté.

“¿Me tirás unos pesos?”, preguntó.

Yo, que no tenía problemas económicos no lo había previsto, pero el


que me cobrara me dio un plus de morbo.

“Te puedo dar 100 pesos”, le dije. (100 pesos, serían unos 10 dólares
en esa época supongo).

“Bueno, vamos”, aceptó mi oferta.

Lo seguí por las calles para el lado de la cancha de golf. Cuando


llegamos entre los árboles, me dijo que ahí estaba bien. Que íbamos
a estar tranquilos.

22
Se abrió el jean, sacó su pija y me la ofreció.

Yo nunca había visto una pija de otro tipo parada en vivo. Sólo en foto
de revistas pornográficas había visto pijas paradas, pero nunca me
habían ofrecido una.

Le agarré la pija, me agaché y vi que la tenía sucia, como con leche


seca, que con el jean se le había teñido de azul. Tenía leche seca
alrededor de la verga, y de color azul. Se ve que no usaba
calzoncillos. Y que era todo un roñoso.

Tenía ganas de chupársela, pero pretendía chupar una verga limpia,


no una llena de leche de vaya uno a saber cuándo. Y menos de un
chico que no usaba calzoncillos. Buscaba uno medio sucio, con olor
a macho, pero tenía aún algunos límites.

La cuestión que agarré un pañuelo y se la limpié. Luego me escupí


la mano y lo comencé a pajear.

“¿Te gusta amasar?”, me preguntó.

Yo me quedé pensando si me había hecho una consulta de cocina.


No entendía lo que me preguntaba. Así de boludito e inexperto era
yo. Por suerte me lo aclaró.

Le dije que sí, que me gustaba pajearlo.

Su verga morocha crecía en mi mano con cada movimiento.

Él me decía que se la mamara. Y yo me moría de ganas de hacerlo,


pero el que su pija estuviera sucia, me daba demasiado asco.

Seguí pajeándolo hasta que me dijo que estaba por acabar. Seguí
moviendo mi mano hasta que tiró toda su leche en el pasto.

Él comenzó a guardar su pija y le dije que aguardara un minuto.

Saqué mi pija y me dio morbo el mostrarle cómo yo me pajeaba y


23
me enlechaba.
Desde luego tardé un minuto en largar los pibes. Me cerré el
pantalón, le di sus $100 y cada cual se fue por su lado.

Yo me había quedado muy caliente, por dos motivos.

El primero, era que quería chupar una pija sí o sí.

Y el segundo, algo que no había previsto. Existía la prostitución


masculina.

Yo había estado con putas desde mis 15 años. Para mí era normal
comprar sexo. Pero de chicas. No me imaginaba que los chicos
también vendieran sexo.

Volví a las calles del barrio, en el cuál ya me había enterado que lo


que yo había previsto, era cierto. Los chicos del barrio, tenían muy
en claro que cogerse a un puto podía ser algo normal y divertido. Y
más si encima ganaban unos pesos.

Primera conclusión en el mundo gay : La clase baja, era mucho más


desprejuiciada que la clase media.

En una esquina había unos chicos conversando.

Me llamó la atención uno morocho de rulos. Me pareció muy sexy.


Estaba vestido con zapatillas rojas de lona, un jean y tenía puesta
una campera de jean, pero sin nada debajo. Estaba en cueros.

Pasé una vez y los miré. Di la vuelta, pasé de nuevo y a unos metros
me paré y los miré.

Los tres me miraron y como yo miraba fijo al de rulos, este me


sonrió y se me acercó.

“¿Buscás algo?”, preguntó.

“Sí, a vos”, le contesté con una sonrisa.


24
“De acuerdo”, me dijo, “pero no por placer”, aclaró. Mi cabeza ya era
una pista en la que una manada de ratones desbocados corría de manera
totalmente descontrolada.

“Te puedo dar cien”, le ofrecí.

“Bueno, vamos”, contestó.

Volvimos a rumbear para los árboles de la cancha de golf. Le


pregunté la edad y me dijo que tenía 18. “¿Hace mucho que cogés
con tipos?”, quería saber yo. Me dijo que hacía dos años que
garchaba con putos. Se ve que no consideraba a los putos hombres.
“¿Y con minas cogés?” Me miró como si yo fuera un tarado. “Claro
que cojo con minitas”. En este punto mi curiosidad por su vida iba
en aumento. “¿Tu familia sabe que cogés con minitas?”, pregunté
inocentemente. Y su respuesta me encantó, porque confirmaba mi
presunción de que las familias de barrios marginales eran mucho
más abiertas en temas sexuales, que las de clase media más
acomodada. Se rió de mi pregunta y simplemente me dijo “Más
vale. Mirá si van a creer que soy un pelotudo”. ¡Listo! Yo era un
genio y la sociología era definitivamente lo mío. En mi familia si
hubiera comentado que tenía relaciones con mi novia, en lugar de
alegrarse por enterarse de que yo no era un pelotudo, se hubieran
alarmado por pensar que yo era un pecador degenerado. Envidié al
chico, por un ratito. Quería parte de su vida para mí.

A esta altura, yo ya tenía una buena experiencia en esto de comprar


prostitución masculina. Me sentía más seguro y tenía mucho más en
claro lo que quería hacer. Como estaba acostumbrado a comprar
putas, sabía que cuando pagaba podía pedir lo que me gustara a mí.
Educadamente, desde luego, porque uno es un chico bien formado y
de buena familia. Los modales no se pierden, se esté en la situación
en la que se esté.

25
Cuando llegamos a la zona de los árboles, le puse mi mano en el
bulto y noté que se le estaba parando la verga.

“Pelala”, le pedí.

Él sacó su poronga y la vi. Limpia, derecha, con la cabeza bien


afuera. Flaca y larga y con pelos de macho, para describirla
rápidamente.

¡Justo lo que estaba buscando! Encima en un morocho de rulos muy


sexy.

¿Qué más podía pedir?

Me agaché y me la metí en la boca mientras con una mano


acariciaba su pecho marcado. Yo tenía mucha experiencia en que me
la chuparan a mí, así que sabía perfectamente cómo había que
hacerlo para que un macho gozara. Si me tocaba a mí ser la puta,
estaba decidido a ser la mejor mamadora.

Le bajé bien los jeans y me desilusionó un poco el que no tuviera las


piernas muy peludas, pero no era algo tan importante después de
todo.

Se la chupé un buen rato y él me dijo que me quería coger.

Yo no lo tenía previsto. Digamos que no me imaginaba que me


cogieran sin disponer yo de un bidet como para lavarme la cola
después del sexo.

Le pedí que se sentara en el pasto, y yo lo seguí chupando.

Le pedí permiso para sacarle las zapatillas y las medias. Me


calentaban los pies de machito y se los chupé. Me volví loco del
ligero olor a patas de macho que tenían sus pies.

Eso me calentó maaaallllll. Me puse en cuatro patas y le dije que me


26
cogiera. Él sacó un forro de su billetera, se lo puso, lubricó su verga
con saliva, me puso saliva en mi culo y me apoyó la cabeza de su
verga en mi ojete. Hizo fuerza y yo sentí que me partía en dos el
culo.

No la tenía muy grande, pero yo era recontra virgen del culo.

Le pedí que tuviera paciencia y fuera despacio.

Tuvimos varios intentos, pero no hubo caso. La primera embestida


me había causado un dolor muy grande y me había quedado la cola
muy sensible.

Finalmente le saqué el forro y se la entré a chupar.

“Llename la boca con tu leche”, le pedí. “Avisame cuando la vayas a


largar”.

Al rato el chico me dijo, “acabo”, me agarró la nuca de la cabeza de


los pelos y me la subía y bajaba a lo largo de su verga caliente,
obligándome a ir de la cabeza hasta hundir mí nariz en los pelos
negros que tenía y sentí esa explosión de crema en mi boca de putito
calentón. Salada, caliente y de macho. ¡Maravilloso néctar!

Cuando acabó hasta la última gota, me puse muy puta y le mostré


mi boca rebosante de su leche, quería que viera como mi lengua
jugaba con su guascazo.

Para mi sorpresa, me agarró la cara con sus manos y me metió un


beso de lengua y entre los dos disfrutamos compartiendo su leche.

Cómo habré quedado de caliente, que me hice la paja juntando mi


leche en mi mano y, mostrándole lo puto que era, me la metí
adentro de mi boca. Se la mostré, pero esta vez no me quiso besar.

Le di los $100, se puso las zapatillas, nos subimos los pantalones y


nos fuimos caminando cada uno por su lado.

27
Me hubiera encamado con otro de sus amigos, pero ya tenía
demasiadas experiencias para ser mi primera noche de puto.

Necesitaba volver a casa, lavarme y pensar en lo que había hecho.


Además de pajearme varias veces.

Tenía que resolver el tema de la intimidad. ¿Dónde coger con los


chicos, que no fuera al aire libre?

Y además había descubierto lo fácil que era comprar sexo


masculino. Tan fácil como con las minitas.

Un nuevo mundo se había abierto ante mí.

Desde luego, en ese momento no lo sabía, pero esa noche nació en


mí el deseo de también vender sexo.

28
CAPÍTULO 2

DESCUBRÍ QUE EL SEXO GAY TAMBIÉN SE PODÍA


COMPRAR EN UN BARRIO DE CLASE MEDIA Y A LA VISTA
DE TODOS.

La ciudad de Buenos Aires es bastante grande. Como una suerte de


inmenso círculo, en el cual la zona más calificada, de barrios más
caros, es la zona norte. La que está más cerca del río, como para
ubicar a los que no conocen a la ciudad.

Dentro de esa zona hay una avenida muy concurrida comercial, en


la cual hay varios cines. La avenida Santa Fe.

Una noche voy al cine con mi novia y al salir decidimos ir a comer a


un restaurante que estaba a unas cinco cuadras de dónde estábamos,
en una calle paralela que se llama Marcelo T. de Alvear.

Cuando íbamos a comer, yo vi que en las esquinas había grupos de


tres o cuatro chicos, a mitad de cuadra había uno o dos parados, y
así en todas las esquinas.

Yo, que había tenido ya la experiencia hace unos meses de cómo se


prostituían los chicos del barrio cercano a la cancha de golf,
sospeché que era muy raro que chicos se pararan en las esquinas de
esa calle a conversar.

Más me llamó la atención cuando vi que los autos pasaban y los


chicos miraban a los conductores y que cada tanto cuando un auto
paraba, un chico se le acercaba y conversaba con el conductor. A
veces el chico se volvía con su grupo y otras subía al auto.

Como yo iba con mi novia, a mí los chicos ni mi miraban. Tampoco


lo hacían con mi novia, por cierto.

Esa noche, después de comer llevé a mi novia a su casa y me volví a


la calle dónde había visto a los chicos.
29
Ahora pasé caminando sólo y ahí sí me miraron a los ojos. Caminé
unas 5 o 6 cuadras y volví sobre mis pasos.

Desde luego, me di cuenta de que si alguien pasaba caminando en


un sentido, podía ser para ellos un cliente potencial. Pero que si uno
volvía caminando por el mismo camino, para hacer una segunda
pasada delante de ellos, era porque uno sin ninguna duda estaba
buscando comprar sus servicios.

Me llamaba la atención el que este comercio sexual se realizara en


una calle bastante concurrida, en un barrio de clase media alta y a la
vista de todos.

Claro, yo había pasado muchas veces por esa calle y nunca me había
llamado la atención ver chicos por allí. Hasta que tuve mi primer
experiencia de cruising hace unos meses. Como dije en el prólogo, el
universo gay convive de manera invisible con el universo
heterosexual y ante los ojos inadvertidos de los heterosexuales.

Ahora estaba atento a las señales. Miradas que se cruzaban, el


tocarse los genitales con una mano mientras se mira a otro hombre,
una sonrisa, el pasarse la lengua por los labios. Pero sobre todo, la
señal más clara era mirar a los ojos y sostener la mirada unos
segundos. Señal inequívoca de que uno buscaba una conexión con el
otro.

Mi gran duda era cómo cuernos hacían para coger con los que no
tenían casa por la zona. No me cerraba el que todos los chicos esos
trabajaran dependiendo de los vecinos gay de por allí.

Finalmente vi a un chico que me gustaba más que los otros y le hice


una mirada inequívoca desde la vereda de enfrente.

El chico me vio y cruzó.

30
“Hola, ¿tenés fuego?”, me preguntó. Yo no fumaba. Por un
momento pensé que todo se me desmoronaba. Por suerte, para él el
fuego no era una condición sine qua non como para tener una
excusa para hablar conmigo.

“No”, le constesté con una sonrisa, como para indicarle que estaba
buscando acción. “¿Qué andás haciendo?”, le pregunté.

“Trabajando”, fue su escueta respuesta.

“¿Cómo te llamás? ¿Qué te gusta hacer”, pregunté.

“Me da lo mismo. Activo y pasivo. Me llamo Mario”.

“’¿Cuánto?”

“350”.

Bien, el sexo en este barrio era más caro que en el otro. En cierta
medida era lógico, así que acepté la cifra como razonable. Más
cuando el sexo iba a ser en un lugar civilizado y no entre los árboles
de la calle.

“Todo bien”, le dije, “pero no tengo lugar”.

“No hay problema”, me respondió. “Acá cerca hay un telo que


podemos ir”.

“¿Qué vale el telo?”, pregunté. En realidad yo sabía perfectamente


lo que valía un telo porque iba con mi novia, pero quería que el
chico pensara que me preocupaba mantenerme dentro de
determinado presupuesto. Como que aceptara que yo también era
un pendejo y que mi bolsillo era limitado.

Me dijo lo que cobraban y me pareció que ya podía darle el acuerdo.

Nos encaminamos al hotel, y entramos. Yo nunca había entrado con

31
otro hombre a un telo y me daba un poco de vergüenza. El chico con
toda naturalidad saludó al recepcionista y le dijo “danos la 14, que
está buena”.

Yo pregunté cuánto costaba y coincidía con lo que me había dicho


antes el chico. Pagué y rumbeamos para la habitación.

Cuando entramos prendí las luces, cerré la puerta y entramos a


besarnos con el chico. Era realmente bueno en eso.

Nos fuimos desnudando, hicimos un buen 69, probamos a ver si él


me podía coger a mí y, como no pudimos, yo me lo cogí a él.

Cuando acabamos nos quedamos en la cama desnudos


conversando. Yo quería averiguar por su trabajo.

Me contó que con los chicos que trabajaban se conocían casi todos.
Que a veces un cliente llevaba a dos juntos, que algunos clientes
venían de a dos para hacer una fiesta y que a veces había clientes
que venían con una mujer para llevarse a un chico.

Me pareció super excitante y le dije que me gustaría probar de


trabajar. Que si él me ayudaba a meterme en el ambiente, lo iba a
recompensar. Y que si me llevaba con algún cliente que quisiera
hacer una fiesta, yo le ofrecía darle lo que me correspondiera a mí a
él, con tal de que me enseñara a trabajar. Por lo menos, hasta que me
pusiera canchero.

Me miró medio como extrañado, pero en realidad a un prostiputo


experimentado no suele llamarle la atención casi nada. Él tenía 18
años se prostituía desde los 15. Había comenzado con unos vecinos
que eran unos viejos maricones de su barrio.

Me dijo que no tenía problemas en presentarme clientes. Que si los


atendía solo, acordamos que yo le iba a dar la mitad de lo que
cobrara. Le pregunté el por qué él me iba a dar un cliente a mí, en

32
lugar de trabajarlo él. Me explicó que a veces a los clientes lo que les
gustaba era más variar los chicos y no coger siempre con el mismo.

Una respuesta muy razonable me pareció.

Salimos del telo y nos fuimos juntos para la calle de levante. Ya eran
como las dos y media de la madrugada y no quedaban muchos
chicos. Los que no estaban trabajando, se estaban yendo a sus casas.
No obstante, en verano solía haber trabajo hasta que casi saliera el
sol, me aseguró.

Nos quedamos parados en una esquina, los dos solos y en eso paró
un auto que nos había mirado. Mi nuevo amigo se acercó y habló
con el cliente. Me hizo una seña para que me acercara y el cliente me
miró y saludó. “Te quiere a vos”, me dijo. “Ya le dije que cobrás
$450 la hora. Yo estuve dos veces con él. Es tranquilo y pasivo.
Andá”.

Yo lo miré y le pregunté en voz baja : “¿450 le dijiste?”

“Claro bolas, no es un pendejo. Y ya lo conozco. Vos andá”.

Dicho lo cual me abrió la puerta del auto y me metió adentro.

El cliente me preguntó cómo me llamaba y arrancó el auto.

Ese día decidí que mi nombre de prostiputo iba a ser Mariano.

Anduvimos unas 20 cuadras y llegamos a un edificio. Estacionó en


la calle y bajamos.

Entramos a un edificio y subimos a un quinto piso. Su


departamento era el típico departamento de un soltero de 50 años
gay. No se cómo describirlo, pero imagínense un departamento con
muchos muebles antiguos, con mesitas con cajitas encima, todo muy
ordenado, prolijo, brillante y reluciente.

33
Me ofreció algo de tomar que no acepté y le dije que eran $450. Me
pagó y entró a besarme.

Digamos que los hombres de 50 años nunca estuvieron en mis


fantasías, pero el hecho de que me pagara, de que me deseara tanto
como para pagar por mí, me dio una calentura que desconocía en
mí. Mi pija me dolía debajo del jean, haciendo fuerza por salirse.

Me saqué las zapatillas, mis medias, la remera y me abrí el pantalón


para liberar a mi verga.

Cuando la vio, la manoteó y me la ponderó por lo grande.

“¡Que buena poronga que tenés, nene!”, me dijo el señor.

Yo me reí y le dije “criada a mano, papi”. Si me iba a prostituir,


mejor que adoptara un modo reo de hablar para dar mejor el
physique du rol. Se supone que un chico se prostituye por venir de
una familia carenciada, con problemas, que no encuentra trabajo
“honesto” y que por eso acepta coger con desconocidos por dinero.
De hecho, los chicos que se prostituyen, en su mayoría son chicos
intelectualmente bastante simplotes, que no estudian y que viven de
plata rápida que consiguen de sus clientes y que su familia no les
puede dar. Hay excepciones, pero no son lo común.

Plata rápida, pero no siempre fácil de conseguir. Pero esto lo


hablaremos más adelante.

Nos fuimos a la cama del cliente, se sacó la ropa y yo me subí a la


cama y le puse la verga delante de la cara para que me pegara una
buena chupada.

No se la tuve que ofrecer dos veces. Se prendió a la pija como un


ternero a la teta de la vaca.

¡Que hijo de puta!, ¡cómo la mamaba!

34
Se la tragaba entera hasta los pelos. Con la mano me agarraba los
huevos y me los apretaba. Medio como que me dolía, pero si era un
morbo de él, no quería decirle que no lo hiciera. Cuanto más se
calentara, mejor.

Cuando se hartó de chuparme, entro a comerme las tetas. Me las


puso duras como piedras el muy mamón.

Me lamió el cuello, me besó, me chupó las orejas, me manoseó todo


el cuerpo, no se privó de nada. Metió mano por adelante y por
detrás, por arriba y por abajo. Me pegó una muy buena chupada de
culo también. Me hizo sentir su lengua húmeda jugando en el aro de
mi cola, entrando y saliendo llena de saliva caliente. Una delicia.

Yo estaba acostumbrado porque a mi novia le gustaba chuparme las


patas, el culo, los huevos, las axilas, las tetas, todo. No teníamos
pudores entre ella y yo en la cama.

Yo la cogía por la concha, por el culo, me chupaba la pija, le chupaba


la concha, las tetas, nos chupábamos el uno al otro sin ningún
problema. Hasta la dejaba que me metiera un par de dedos por el
culo cuando me chupaba la pija. Si yo me la cogía a ella por el culo,
tenía que darle el permiso de dedearme ella el culo a mí. Lo justo era
justo.

Y mucho más en la cama.

En un momento el cliente me dijo que quería que me lo cogiera.

“¿En qué pose te gusta?”, le pregunté.

“Empecemos agachado contra la mesa esa”, me dijo.

Yo agarré un forro y le pregunté si me lo quería poner él o si


directamente me lo ponía yo.

35
Me lo puse yo, me dio un pomo de lubricante y me lubriqué la verga
y le puse gel en el orto a él.

“¿Fuerte o despacio?”, pregunté dispuesto a meterla de una hasta


los huevos.

“Tranquilito nene, métela despacio que la tenés muy gorda”.

Le apoyé la cabeza en el agujero del culo y le marqué presencia. Él


fue retrocediendo y comiéndosela de a tramitos. Hasta que
finalmente le entró toda.

Una vez entera adentro, lo entré a bombear. Luego de un rato de


mutuos gemidos y varias pausas pedidas por él, le dije que me
estaba por saltar la lechita y le pregunté dónde quería que acabara.
Si en el forro adentro de su culo, o si le gustaba mirar saltar la leche.

Me pidió que la sacara y le acabara sobre el pecho, cosa que hice. Él


también acabó con una buena paja que yo le hice mientras él me
manoseaba el culo y las pelotas.

Nos vestimos y fuimos al auto porque me llevó a la esquina en la


que me había levantado, donde me estaba esperando mi amigo.

Nos fuimos los dos juntos con mí socio a comer un par de porciones
de pizza y a repartirnos la plata del trabajo.

Mi primer día como prostiputo, terminó maravillosamente. Con


unas buenas porciones de mozzarella y una rica cerveza helada.

Mientras comíamos, me enteré que para prostituirse había varias


opciones durante el día. No solamente se podía trabajar de noche.

Había bares de putos, cines para putos, baños estaciones de micros y


de trenes, plazas y, desde luego, calles.

Mi nuevo amigo, ¿o debería llamarlo socio?, ¿o mejor proxeneta?,


resultó una suerte de enciclopedia de la prostitución gay.
36
Cuando nos despedimos esa noche, quedamos en vernos al día
siguiente a las 4 de la tarde en un cine porno. Me iba a enseñar a
prostituirme en el cine.

37
CAPÍTULO 3

EL CINE PORNO RESULTÓ UN HORMIGUERO DE PUTOS


SEDIENTOS DE VERGA.

Puntualmente, a las cuatro de la tarde como habíamos acordado con


Mario, llegué al cine. Con la expectativa de ver qué tal era un cine
porno gay. Había mirado películas en las que los actores jugaban
escenas en un cine porno, pero nunca había entrado a uno.

Saqué mi entrada y me quedé adentro esperando a que llegara mi


“socio”.

Al rato apareció. Vestido como ayer y con cara de mal dormido. Me


saludó con un beso en la boca, como para que todos los que estaban
vieran que éramos amigos y dispuestos a enfiestarnos con ellos.

Me llevó al baño y me señaló un mingitorio. Yo me paré en uno y él


en otro con dos en el medio vacíos. Se abrió el pantalón, sacó su
verga y me invitó a hacer lo mismo. Se la entró a pajear y cuando se
le paró, en lugar de apuntar para el mingitorio se puse de costado y
exhibía su verga parada a quien la quisiera mirar adentro del baño.

Yo no estaba muy convencido, pero sus gestos decían que quería


que yo hiciera lo mismo que él.

Si estaba allí, era para jugar el partido, así que me la entré a pajear y
la puse dura a la vista de los tipos que estaban en el baño en ese
momento.

Un hombre que entró, de unos 65 años, se puso a mirarnos a los


dos. Mi amigo se me acercó y me metió su lengua adentro de mi
boca, mientras los dos mirábamos al tipo y seguíamos pajeándonos.

El tipo se nos acercó y preguntó cuánto cobrábamos por los dos


juntos.

38
“¿Qué te gusta hacer?”, le preguntó Mario.

“Se las quiero mamar a los dos”, respondió.

“Eso te sale $300 por los dos juntos”, le dijo Mario. “¿Querés acá o
vamos a la sala?”

“Mejor vamos a la sala, que vamos a estar más cómodos”, nos dijo.

Guardamos las pijas y lo seguimos a la sala.

Estaba oscuro e iluminado sólo por el resplandor de la pantalla. Se


veía una película de unos 5 o 6 chicos cogiendo entre ellos junto a
una pileta de natación.

El cliente nos llevó delante de todo, a un costado de la pantalla. Con


Mario nos paramos de frente a él y nos bajamos los pantalones. El
hombre se acuclilló, nos manoteó las vergas y se las llevó a su boca.

La chupaba bien, pero tampoco era una experiencia excepcional.


Con Mario nos sacamos las remeras y mientras el cliente nos
chupaba las pijas, nos dábamos chupones como para calentar a los
demás putos del cine.

A los 5 minutos estábamos rodeados de una docena de putos


haciéndose pajas y mirando cómo Mario y yo nos manoseábamos y
chuponeábamos.

El cliente se sentía parte del espectáculo y lo gozaba a mares. Era el


centro de la envidia de todos los putos del cine.

Al rato le aclaramos al cliente que se acababa el tiempo. En el cine,


un servicio se cobra menos, pero ningún servicio excede los 20
minutos de duración. Es sexo express.

El prostiputo entra a las cuatro de la tarde al cine y se va a las ocho


de la noche después de haber trabajado al menos 6 o 7 clientes.

39
En el cine se compensa lo menos que se cobra, con el beneficio de
tener a los clientes allí reunidos esperando turno para ser atendidos.

Y para el prostiputo tiene la ventaja de que la variación es un buen


afrodisíaco.

Por cierto, los clientes son un grupo variopinto.

Yo atendí a un chico de 16 años, ya se van a enterar más adelante, y


a un señor de 82.

Y les digo una cosa, para el prostiputo que quiere ganar dinero, es
mil veces mejor un cliente de 60 años o más, que uno de 35 años o
menos. Cuanto más grande, más fácil es conformarlo. Cuanto más
joven es un cliente, más te va a romper las pelotas pidiéndote cosas
diferentes. Y todas juntas.

Después del señor que nos las chupó juntas, yo pasé al baño con 3
clientes que a dos los deje mamármela y al tercero le tuve que pegar
una rica cogida.

Más tarde vino uno que quería que yo se la chupara. Le aclaré que lo
hacía sólo con forro. Como accedió, le comí la pija con ganas.

Es decir, no con ganas. Me gusta mucho más mamarla sin forro,


pero no quería que el cliente creyera que me gustaba y que por eso
tenía algún derecho especial.

Hubo uno que me quería coger. Le dije que podíamos probar, pero
que si me dolía igual le iba a cobrar como si me hubiera cogido y
que a cambio sólo le podía ofrecer chupársela o pajearlo.

Después vino uno que nos quiso llevar a su casa a Mario y a mí.

Ningún problema, pero eso te va a costar $1.000 por los dos y es con
la fiestita completa, le dijo Mario. Podíamos coger con él y a su vez
él mirar cómo cogíamos entre nosotros.
40
El tipo dijo que lo iba a pensar y que después nos contestaba.

Según Mario, los que decían eso jamás volvían. Cuando te van a
llevar, lo deciden de una. Si lo tienen que pensar, es porque tantas
ganas no tienen. Como no pase algo que los caliente especialmente,
es muy raro que vuelvan a buscarte, me aclaró sabiamente.

Un chico se la chupó a Mario sentado en la sala mientras yo miraba.

Como que en el cine, al estar todos en la misma y en un recinto


cerrado, en el cual todos podemos vernos los unos a los otros, el
morbo acelera la calentura.

Como me aburría ver cómo lo chupaban a Mario, me fui para el


fondo del cine, por donde está la puerta de entrada a la sala y me
paré recostado contra la pared a masturbarme mientras con la otra
mano me manoseaba las tetas.

No tardé ni un minuto en tener a tres hombres alrededor mío


mirándome. Uno se arrodilló y se ofreció a mamarme. Le dije que
estaba trabajando y que mamarla le iba a costar $100.

Se levantó y se fue, pero uno que estaba al lado ocupó su lugar. Me


dio el dinero y le metí mi pija en su boca. Buen mamador era.

Le entré a coger la boca, mientras gemía y eso atraía a otros putos a


mirarnos. Ya tenía a ocho mirando cuando vino Mario que había
terminado con su cliente. Ni lerdo ni perezoso sacó su pija y se paró
al lado mío a ofrecerla. Nos las chuparon dos putos a cada uno de
nosotros. Yo al segundo mío le llené la boca de leche, porque me
ofreció $50 más por mi crema, jajaja…

Cuando terminamos nos quedamos en el hall del cine conversando


con otros dos chicos que estaban trabajando y a los que Mario ya
conocía de antes. En eso vimos entrar a un hombre que los tres ya

41
habían atendido. Los chicos sonrieron, era un servicio que estaban
esperando.

El hombre se nos acercó, nos dio un beso a cada uno y nos preguntó
si estábamos libres. Desde luego que le dijimos que sí y nos fuimos
al cine de más arriba en el complejo y dentro de este contra la pared
del fondo, la más alejada de la puerta.

Cuando llegamos allí, yo no sabía de qué venía la mano, pero los


chicos estaban contentos. El cliente nos dio $300 a cada uno y se bajó
los pantalones. Uno de los chicos se agachó a chupársela mientras
que los otros tres nos abrimos los pantalones y pelamos las pijas.

Mientras el chico lo chupaba el hombre metió la mano en un bolsillo


y sacó una botellita de poppers. Le dio una buena jalada y nos
ofreció. Todos tomamos un par de esnifiadas. Yo sentí que se me iba
toda la sangre a la verga y me puse re puto.

Mario me la entró a chupar y el cliente lo agarró de los pelos y le


llevaba la cabeza a lo largo de mi pija con bastante fuerza, cosa que
Mario disfrutaba. Y yo también, por cierto.

Al ratito, vuelve a buscar en el bolsillo y saca otra botellita. Pero esta


vez en vez de popper, se pone en la mano un poco de cocaína y se la
ofrece a Mario que se la toma sin siquiera pensarlo.

Hace otra montañita y se la da al chico que estaba parado


pajeándose al lado mío, que también se la toma.

Luego hace una tercera y me la ofrece a mí. Yo nunca había tomado,


pero como vi que los otros la disfrutaban, le pegué una buena
aspirada.

Finalmente se puso sobre la pija y el chico que lo estaba chupando la


aspiró de allí. Cuando tomamos los cuatro el hombre se agachó, me

42
agarró la pija a mí, le puso una raya encima de los pelos a la cabeza
y se la tomó él.

Estábamos los cinco muy calientes y acelerados, besándonos y


frotándonos unos contra otros, mientras nuestras lenguas y manos
nos daban placer. Los chicos nos dábamos besos de lengua entre
nosotros y al cliente mientras tratábamos de pajearnos sin que se nos
bajaran las vergas. El cliente repartió otra vuelta de coca que todos
aspiramos encantados.

Era una fiesta realmente muy arriba. Yo, que nunca había probado
la merca, entendí por qué a todos les gustaba este cliente.

Al rato el cliente me dice que me ponga en cuatro sobre la butaca


del cine, con el culo para arriba. Yo sabía que ninguno estaba como
para cogerme, porque tomando merca no se te suele parar la pija.

Pero el cliente se puso coca en un dedo y me lo entró a meter en el


culo. Me encantó… Luego de hacerlo tres o cuatro veces, me lo entró
a chupar. Cada tanto me tiraba más merca en el culo y hacía que
alguno de los chicos me siguiera chupando el orto.

Como a las dos horas nos dijo que se tenía que ir, nos convidó un
pase más de merca a cada uno, nos dio un lindo beso en las bocas y
se fue, dejándonos a todos bastante calientes.

Ya no era posible trabajar de activos, porque no se nos paraban las


pijas a ninguno, así que optamos por irnos a comer pizza cerca del
cine y con Mario nos volvimos a la calle en la que levantábamos
clientes por la noche.

Yo era un buen alumno y estaba aprendiendo bastante rápido a


prostituirme.

43
CAPÍTULO 4

YA LLEVO 5 SEMANAS TRABAJANDO DE PROSTIPUTO Y


CREÍ QUE YA NADA QUE PIDIERA UN CLIENTE PODRÍA
ASOMBRARME. HASTA ESTA NOCHE.

Estaba yo parado en una de las esquinas solo, porque los chicos con
los que solía trabajar estaban todos con algún cliente.

En eso llego un auto, que el conductor me miró y paró a unos


metros.

Me acerco mientras el hombre va bajando la ventana derecha del


auto. Cuando llego me apoyo, lo saludo y le pregunto si buscaba
compañía.

Me pregunta qué era lo que yo hacía y le dije que era activo y que
además la chupaba muy bien. Me preguntó cuánto cobraba, le dije
que $450 y me invitó a subir al auto.

Arrancó y me dijo que íbamos a unas pocas cuadras de allí. Era un


hombre de unos 45 años, lindo tipo, con unos ojos celestes muy
grandes y llamativos.

Llegamos a su departamento, entramos y en el living, sentado en un


sofá había un chico. Era rubio con pelo largo atado con una colita,
parecía alto y con unos ojos celestes y grandes como los de mi
cliente. Tenía cara de nene.

Me lo señala y me dice : “Es mi hijo. Quiero que te lo cojas delante


mío”.

“¿Qué edad tiene?”, le pregunté porque tenía cara de ser menor de


edad.

“Tiene 16. ¿Tenés algún problema con eso?”

44
La verdad que siendo que la situación me resultaba terriblemente
morbosa, que el que me lo pedía era su padre y que el pendejo
estaba buenísimo, la edad me chupaba un huevo.

“Mientras me pagues, me da lo mismo cogerlo a él o a vos. Si van a


querer que los coja a los dos, lo cobro doble”.

“Sólo a él te lo tenés que coger”, me contestó.

Dicho eso, al chico le dijo : “Ponete en bolas y en cuatro”. Y a mí me


dijo que también me desnudara.

El living tenía una de esas alfombras de cuero de oveja, muy


peludas y mullidas.

El chico se desnudó, se puso en cuatro y agachó la cabeza hasta el


piso, para ofrecerme su ojete.

Yo estaba en bolas, me la pajié un poco para ponerla bien dura, me


calcé un forro y me agaché detrás del chico. Le tiré una escupida en
el agujero del culo, le pasé la lengua unos segundos, lo dejé bien
lubricado, me lubriqué con mi saliva la verga, se la apoyé en el ojete
y el padre me dijo : “Metésela entera de un solo envión”, mientras él
se tiró en un sofá a fumar y a mirar cómo yo me cogía al hijo delante
suyo.

Mi pija gracias a la mucha saliva que yo le había puesto al culo del


chico, se deslizó hasta mis bolas sin problema. Se ve que el nene
había perdido la virginidad hacía ya mucho tiempo, porque le entró
sin que emitiera ni un suspiro de dolor. Y eso que mi pija es
bastante gruesa. De esas que cuando la chupan los clientes, dicen
que les llena toda la boca. Pero al nene le entró de una.

Lo empecé a bombear, cada vez más fuerte. Sudaba el pendejo y


sudaba yo, mientras el padre nos miraba coger.

45
Como a los 45 minutos le dije al padre, “Estoy por acabar. ¿Dónde
querés que le acabe?”.

“Pajeate sobre su espalda”, me contestó el padre.

Saqué la verga del culo del pendejito, tiré del forro y me entré a
sacudir la chota sobre la espalda del chico. A los pocos segundos
entré a escupir los pibes.

¡Flor de lechazo le eché al pendejo! Le dejé la espalda llena de


chorros de guasca caliente, blanca y espesa.

Con la punta de la pija entré a refregarle la leche sobre la espalda


hasta que el padre me dijo que me vistiera y me fuera.

Yo me limpié con una toalla, me vestí y el padre me abrió la puerta


de calle para que pudiera salir del edificio.

Durante todo el servicio el hijo no dijo ni una sola palabra, ni emitió


un sonido. Apenas unos gemiditos, cuando yo le entraba con más
fuerza, como para romperle el culo y hacerlo reaccionar un poco.
También le pegaba con la mano en el culo y lo miraba al padre, para
que me pudiera ver bien la cara mientras me lo gozaba al putito de
su hijo. Quería que me viera bien la cara de machito vicioso
cogiéndome a su hijo delante suyo. Me calentaba que el padre viera
que yo también era un degenerado que gozaba del culo roto de su
hijo puto.

El putito sudaba, pero de no ser por eso, podría haber estado


dormido o muerto.

Cuando salí del servicio, todavía tenía la pija dura y parada de lo


que me había calentado el morbo de cogerme al pendejito delante
del padre.

Me fui para la calle en la que parábamos para levantar clientes a ver


si enganchaba a otro para seguir cogiendo, cuando me encontré con
46
Mario y un amigo colega que también habían trabajado y
aprovecharon lo ganado para comprar unos gramos de merca.

Nos fuimos los tres a un telo que dejaba entrar tríos, a tomar merca
y a chuparnos las pijas hasta la salida del sol.

No les digo lo que fue salir del telo a la luz del sol de la mañana.
Eran como puñaladas que se me clavaban en los ojos.

Había sido una noche muy caliente, entre el pendejito sumiso, el


padre perverso y los mamones de mis amigos merkeritos.

En el telo estuvo bueno, porque pedimos a un dealer que nos trajera


más merca para tomar y el pendejo que la trajo se prendió a hacerle
el culo a Mario, lo que nos calentó a todos un poco más. Pudimos
chuparnos una pija dura los tres y el dealer se divirtió un rato con
nosotros. Se ve que ya se iba a la mierda y que nos trajo al telo el
último pedido de la noche.

Tenía una verga morocha, cabezona y peluda, con olor a verga de


macho, sudada de haber estado trabajando toda la noche. Esas
vergas con los pelos negros brillosos y duros onda alambres que
tienen los negros. Con una cabeza gorda, brillante y bien salida
afuera que con el otro pendejo entramos a ponerle merca encima y a
chuparla alternando de uno a otro.

Le poníamos merca sobre los huevos y en el agujero del culo para


esnifiarla con todo el olor a negrito sudado y lamerlo poniéndonos
los tres bien putos entre nosotros y con él.

A mí me calentó que tenía un poco de olor a patas y le tomé varias


rayas puestas en las patas y se las rechupe un buen rato.

Era una delicia chuparle al negro la pija, las bolas, el culo y las
gambas y patas.

47
Era un lindo machito. Heterosexual, pero que cada tanto se prendía
en una fiesta con los taxiboys putos que le pedíamos que nos trajera
merca a la calle en la que estábamos o a algún telo que un cliente nos
pedía que le consiguiéramos para tomar con nosotros.

El pendejo estaba acostumbrado a entrar a la habitación y vernos


destruidos, en pelotas y con algún macho al que estábamos
atendiendo. Y cada tanto se prendía a prestarnos la pija para joder
con nosotros. Si era con el cliente, de paso se ganaba unos pesos de
propina.

Finalmente pudimos acabar antes de irnos y nos duchamos los tres


juntos.

Bruto torre me iba a pegar volviendo a casa.

Llegué como a las 10 de la mañana y me tiré a torrar hasta las 6 de la


tarde.

Tenía que volver a laburar esa noche, para compensar lo que gasté
en el telo y en merca.

48
CAPÍTULO CINCO

UNA PAREJA ME PIDIÓ QUE LES HICIERA UN FAVOR. PERO


EN LA CALLE NO SE HACEN FAVORES. TODO TIENE UN
PRECIO Y TODO SE COBRA.

Hoy hacia bastante calor en la calle.

Yo me había puesto una musculosa, una bermuda y estaba en ojotas


levantando.

La noche pintaba bien. Todos estábamos trabajando


razonablemente. Yo ya me había hecho a un cliente, uno que cada
tanto venía a buscarme.

Era un dermatólogo al que cuando se juntaba con algunos amigos,


les gustaba que les hiciéramos unos shows especiales, pero que esa
noche estaba solo y tranquilito. Me llevó a su casa y me pidió que le
chupara la pija mientras él me chupaba las patas a mí.

Un servicio tranquilo y sin sobresaltos.

Cuando le estaba por saltar la leche me avisó y yo lo pajié tirándome


toda su leche encima de mi pechito, para que viera bien cómo se
había calentado conmigo y lo orgulloso que a mí me ponía hacerle
largar la guasca encima de mí.

Era un buen tipo, de unos 60 años. Y por sobre todo, era muy
generoso conmigo. Siempre me pagaba y me daba algún regalito.
Una propina.

También le gustaba invitarme a comer algo con él. A veces en su


casa y otras veces bajábamos a un restaurante que había allí cerca.
Desde luego que pagaba por todo mi tiempo. Si tardábamos dos
horas en comer, me pagaba las dos horas y me daba una buena
propina.
49
Creo que le gustaba conversar conmigo. En realidad los clientes
nunca quieren conversar. Solo quieren que los escuchemos y que
cada tanto acotemos algo propio de un taxiboy.

No nos quieren ni de novios, ni de amigos. Nos quieren de


prostiputos y por lo tanto tenemos que satisfacer sus expectativas en
tal sentido.

Mis comentarios durante nuestros encuentros eran básicamente


sobre temas sexuales. Le calentaba que le contara mis fantasías con
los clientes, los servicios que hacía junto con otros putos de la calle,
y demás anécdotas de prostiputos.

Por su parte él me contaba de su cosas, de lo que hacía, de sus viajes,


de las cosas que se compraba. Todas cosas que a mí me chupaban un
huevo, pero que como me pagaba por escucharlo, es lo que yo hacía
y simulaba interesarme.

Si comíamos en su casa, yo me sentaba a la mesa en pelotas y a él le


gustaba que yo mientras comía me tocara, que con una pata le
tocara la verga a él mientras comíamos. Una vez casi acaba, porque
estaba comiendo una tortilla que había hecho él y a mí se me
ocurrió pararme y refregar mi verga sobre la tortilla antes de
comérmela. Casi se va en seco el viejo, jajaja… Dijo que no podía
creer lo morboso que yo era, para mi edad.

Lo mató el que le dijera que me gustaba la tortilla con el sudor de mi


verga. Que le daba un sabor más rico el chivo de mi pija.

Le prometí que si un día quería y era generoso, yo podía hacerme


una rica paja sobre una porción de tortilla y comérmela con la
lechita bien refregada por toda la porción.

Debo reconocer que para mis 19 años de entonces, yo ya tenía una


experiencia en morbos, digno de un tipo de tres veces mi edad y que
hubiera vivido mucho y cogido muchísimo más aún.
50
La cuestión es que me pasé dos horas y media con el doctor y él me
pagó por cuatro horas, así que yo ya estaba como satisfecho con mi
noche.

No obstante, como era temprano, decidí volver a la calle, a ver si


enganchaba algún cliente que me sacara la leche, porque yo no
había acabado.

Estaba parado en la calle junto con otro chico, cuando pasó un auto
con dos personas adentro y paró unos metros más adelante.

Como era una pareja de hombre y mujer, no nos acercamos porque


no nos quedaba en claro si estaban buscando un chico o si era gente
que vivía por allí.

El hombre, que era el que manejaba, se bajó y se vino caminando


para dónde estábamos nosotros.

Me habló a mí y me preguntó si era activo o pasivo. Como siempre,


le dije que activo pero que la chupaba muy bien.

“¿Te podés coger a una mina?”, me preguntó.

“Claro que sí”, le contesté. “Soy bisexual. Me copan las minitas”.

“¿Cuánto cobrás?”.

“Depende. ¿Cogemos los tres juntos, me los tengo que coger a los
dos o me la tengo que coger sólo a ella, o sólo a vos?”

“Te la tenés que coger sólo a ella. Yo miro y no te toco. Ni me meto


en la cama a hacer un trio tampoco”.

“Bueno, eso te cuesta $450 la hora. No hay problema con el tiempo.


Si necesitás que me quede más horas, lo arreglamos”

La idea de cogerme a una mina me calentaba. Hacía mucho tiempo


que no me garchaba una minita y tenía ganas de cogerme a una.

51
Había terminado con mi novia hacía unos meses y no me había
enganchado con ninguna otra mina por el momento.

Fuimos hasta el auto y me subí en el asiento de atrás.

La mina me saludó y me preguntó cómo me llamaba.

“¿Tenés documentos encima? Porque no queremos ir a casa y


pensamos ir a un hotel a reservar una habitación”, me dijo el
hombre.

“No hace falta ir a un hotel. Podemos ir a un telo por acá que nos
dejan entrar de a tres sin problemas. Te cobran la habitación el
doble, pero no hay que registrase y en la tele hay porno”, le dije
riéndome.

“Ah, no sabía. Decime para dónde tengo que ir y vamos allí”.

Le di las instrucciones y fuimos a un telo que estaba a unas cuatro


cuadras y al que los taxiboys que trabajábamos en la zona
llevábamos a los clientes que no tenían lugar para llevarnos, o que
preferían no ir con chicos que no conocían a sus casas, por una
cuestión de seguridad. La mayoría de los taxiboys callejeros tenía
fama de ser rateritos que manoteaban cualquier cosa de valor que
hubiera por allí, cuando visitaban la casa de un cliente.

Llegamos al telo, entramos a la habitación y me dijeron que nos


sentáramos a tomar algo.

El marido, a esa altura ya me habían contado que eran un


matrimonio con 15 años de casados, pidió una botella de
champagne y tres copas.

Trajeron el champagne y yo me preguntaba para qué tantas vueltas


por un polvo de mierda. Pero como los clientes suelen tener cosas
raras, yo les seguía la corriente, como si todo fuera normal y todo
estuviera bien para mí. De hecho, si me pagaban, me daba lo mismo
52
cogérmela a ella, a él, hacerme una paja mientras me miraban,
seguir charlando mientras pasaba el tiempo, o mirar la televisión los
tres juntos. Mientras pagaran mi tiempo, todo me daba más o menos
lo mismo.

Finalmente, después de varias vueltas, me dijeron lo que en realidad


estaban buscando.

Querían un padrillo. Y me habían elegido a mí.

El tema era que el flaco no generaba la cantidad de espermatozoides


suficientes como para dejar preñada a la minita y pensaron que lo
mejor era buscar a un taxiboy que embarazara a la minita y le
hiciera un hijo para los dos.

Un chico que fuera parecido a ellos, rubio, de piel blanca, alto y que
les diera un hijo que pudiera ser hijo de la pareja, parecido a ellos. Y
por sobre todo, un pendejo que lo usaran para la reproducción y que
nunca más se cruzara por sus vidas, ni reclamara jamás nada
relacionado con el pendejo.

“¿Pero no es una locura esto?”, les pregunté. “¿Cómo saben ustedes


si yo estoy sano? Y de última, ¿cómo saben que soy confiable como
asegurarles que nunca voy a reclamar la paternidad? Además de
que todavía no dije nada sobre si quiero o no tener un hijo dando
vueltas por allí a los 19 años”…

“En realidad, esta es una reunión para ver si podemos contar con
vos para esto. Hoy sólo vamos a conversar sobre el tema. Y si estás
de acuerdo, nos encontramos en otro momento de nuevo para
comenzar el proceso de embarazarla a ella”.

“Les aclaro que por conversar o por coger, mi tiempo hay que
pagarlo igual”.

53
“No hay problema con eso”, metió la mano en el bolsillo y me dio
$450. “Te explico nuestra idea. ¿Vos con cuántos clientes estás por
día?”

“Depende de las ganas de trabajar que tenga y de las necesidades de


guita que tenga. Pueden ser cuatro o cinco en una noche”.

“Eso serían unos $2.250 la noche. No hay problema. Lo que nosotros


necesitamos es primero saber si estás sano y luego aislarte por tres
días hasta que nos des tu semen para inseminarla a ella”.

“Explicame mejor. ¿No vamos a coger?”

“No. No es necesario”.

Mentalmente yo ya me había hecho la cabeza con que me iba a coger


a una minita. Esto me frustraba. Quería ponerla yo.

“Contame exactamente qué es lo que quieren, porque yo hasta


ahora no estoy convencido de que quiera tener a un guachito
andando por allí, que sea mi hijo”.

“Te contamos toda la historia. Nosotros estamos casados hace 15


años y nos gustaría tener hijos. No podemos por culpa mía”, me
explicó el marido. “Mis espermatozoides no son lo suficientes en
cantidad y además están como dormidos. No se mueven, por lo
tanto no la puedo dejar embarazada a ella. Y acá adoptar es un
proceso muy largo y complicado, que no tenemos ganas, ni tiempo,
para empezarlo ahora”.

“Lo que pensamos entonces, era buscar a un taxiboy que nos diera
su esperma para hacer una fertilización in vitro de un óvulo de ella.
O de más, si queremos tener más hijos”.

“Lo que planeamos era detectar a un chico que nos gustara, con una
genética compatible con nosotros y proponerle esto”.

54
“¿Vos tenés siete días libres, como para todo este proceso con
nosotros?”.

“Va a depender de lo que me paguen. Tanto por el tiempo, como


por el tema de darles mi leche”, les contesté. “Todo es posible, pero
yo vivo de esto y no de hacer favores, por mucho que me parezca
piola sus ganas de formar una familia. Pero es un tema de ustedes,
no mío. Ustedes tienen el problema de que no pueden tener hijos.
Yo tengo el problema de que para poder comer y vivir me tengo que
revolcar con los tipos que me levantan. Cada uno tiene lo suyo y la
idea es que los dos podamos resolver nuestros problemas. Contame
lo que me ofrecen y vemos si a mí me interesa o no la idea de
ayudarlos con su proyecto”.

“Bien, te digo todo”, me dijo el marido. “En Pilar, a unos 45


kilómetros de acá hay un hotel Sheraton muy lindo, con pileta,
gimnasio, varios comedores y muy cómodo. La idea es ir a
hospedarnos allí los tres por una semana. Vos podés consumir lo
que quieras en el hotel, pero lo que no vas a poder es tener
relaciones sexuales con nadie. El primer día, te hacemos una
extracción de sangre, te la hago yo que soy médico, para ver que no
tengas ninguna enfermedad transmisible por relaciones sexuales. A
las 72 horas tenemos los resultados. A partir de que diste negativo,
nos das una muestra de semen y nosotros comenzamos el proceso
de fecundación in vitro de ella. Ella ya congeló óvulos y lo que
habría que hacer es fecundar uno para implantárselo en el útero y
embarazarla”.

“En el hotel, tomaríamos una suite y viviríamos los tres juntos todo
el tiempo. Esto es para asegurarnos que no cojas con nadie hasta que
te tomemos la muestra de semen”.

55
“A ver si entiendo”, les dije. “Nos vamos los tres al Sheraton de
Pilar, nos alojamos allí por varios días y lo que quieren es que me
haga una paja y les de la leche, entonces”.

“De una manera resumida, digamos que sí. En realidad, son tres
pajas lo que te vamos a pedir, técnicamente. Una cada día por tres
días seguidos. Y que no te hagas pajas desde que nos alojemos hasta
que nos des la primera de las muestras”.

“Hablemos de guita”, le dije yo. “Si a mí no me conviene, será todo


muy lindo, pero no me prendo. Lo del test no me preocupa, porque
la semana pasada me hice un test de HIV y ETS y me dio que estoy
sanito”.

“Es lógico”, me dijeron. “Entendemos que para vos es un negocio y


te tiene que compensar tu tiempo y lo que dejás de ganar por estar
con nosotros. Lo que vos nos dijiste es que trabajás 5 clientes por
día, esos son unos $2.250. Nosotros te ofrecemos el doble, $4.500
diarios por todos los días que estés en el hotel con nosotros. ¿Qué te
parece?”

“Me parece que no me interesa. Mi negocio no es así. Yo tengo


clientes que me toman por una hora, otros que me toman por varias
horas, otros que me piden que esté con ellos un par de días y
algunos que me llevan de viaje con ellos. El caso de ustedes sería
este último. No hay diferencia entre ir a Pilar o a Río de Janeiro. Yo
no voy por turismo, sino por trabajo. Y la mayoría de las veces, me
dejan salir poco de la habitación. Pero lo cierto, es que ningún
cliente me pide que le haga uno o más hijos. Porque de mi leche,
ustedes pueden sacar todos los hijos que quieran, una vez que se las
de. ¿O no?”

“Sí, es cierto. Creo que lo mejor es que vos nos digas qué es lo que
querés a cambio de lo que te proponemos, así ahorramos tiempo

56
para ponernos de acuerdo. Y decinos cuándo vos podrías ir con
nosotros al hotel a alojarnos por un tiempo de siete días”.

“Bien. Mi tarifa por día completo, es de $7.200, o sea que les cobro 18
horas por las 24 que vamos a estar juntos. Durante las 24 horas,
ustedes pueden disponer de mí. Eso quiere decir que pueden
ignorarme o tenerme en la cama cogiendo con ustedes todo el
tiempo. Me da igual a mí. O sea que si vamos a estar una semana,
son $8.100 por siete días, redondeando, unos $56.000. Además están
las tres leches que quieren. Yo les ofrezco darles todas las leches que
quieran, durante los 7 días por $56.000 más. Y háganse ustedes
todos los hijos míos que quieran. Me da igual un hijo que diez. Es su
decisión y su problema. El costo total es de $112.000 por una
semana. De estos me tienen que dar $32.000 al juntarnos para ir al
hotel, antes de testearme y al tercer día, con los resultado del test, o
me dan la diferencia de $80.000 y les entro a dar las leches o me voy
a la mierda y tan amigos como siempre. Si una vez que determinan
que les sirve mi leche, cuando yo les doy la primer leche, ustedes
deciden terminar antes el asunto, no hay devolución. Si volvemos a
los 5 días, igual les va a costar los $112.000. Si es necesario
quedarnos más tiempo, son $8.000 por día adicional. Si no está la
plata, no voy y si voy y no está lo que falta, no hay leche. ¿Les
quedan claro mis condiciones?”

Ellos se miraron y se ve que estuvieron de acuerdo.

“¿Vos cuándo podrías venir con nosotros al hotel a alojarnos?”

“Si quieren y tienen la plata, puedo ahora. Pasamos por casa, agarro
un mochila con algo de ropa y vamos para el hotel”.

“Bueno, nosotros deberíamos pasar por casa a buscar también ropa,


el dinero para pagarte y las cosas para el test y las muestras de
semen”

57
“¿Cómo quieren hacer entonces?”

“¿Vos vivís cerca de acá?”, me preguntaron.

“Vivo a 30 minutos de acá, por el lado de Belgrano”.

“Nosotros vivimos también para ese lado. Si querés te acercamos


hasta tu casa, nosotros vamos a la nuestra, agarramos todos lo que
necesitamos para vivir los 7 días en el hotel y te pasamos a buscar
una hora después para ir al hotel”.

“Por mí, está bien. Me pueden dejar en Cabildo y Juramento y me


pasan a buscar por esa esquina después”.

“Dale. Nos parece bien. Agarrá un traje de baño, que en el hotel hay
una pileta muy linda que podemos usar. Y no te olvides el D.N.I.”.

Salimos del telo y agarramos para el lado de casa. En el auto me


dieron su número de celular y yo les di el mío, como para estar
conectados. Él me dijo que se llamaba Diego y ella se llamaba
Korina. Me daba igual. Ella podía ser una travesti si quisiera.

“¿Cómo vamos a hacer con la plata?”, preguntó Diego.

“Traela y me la das cuando me subo al auto a los $32.000. No te


olvides, porque si no, no voy. En mi negocio no existe el crédito”.

“Nos quedó claro. No te preocupes por el dinero. Va a estar”.

Me dejaron en la esquina que les dije, caminé un par de cuadras


hasta casa. Agarré una mochila, puse adentro 4 calzones, cuatro
pares de medias, cuatro remeras, dos trajes de baño, ojotas, otro par
de zapatillas, otro jean más, una bermuda, anteojos negros, un par
de libros, cepillo de dientes, dentífrico, desodorante, cepillo para el
pelo, la tarjeta de débito del banco, una bolsita con merk y otra con
porro y unos papeles para armar un par de encendedores. Creo que
58
no me olvidaba de nada. Me puse una cap, una campera y les avisé
por whatsapp que ya estaba listo para ir a encontrarme con ellos.

Me contestaron que en 20 minutos me veían en la misma esquina en


la que me habían dejado.

De pasada agarré un par de pañuelos y unas pastas para la alergia,


tres cajas de forros, un pomo de lubricante por las dudas, le mandé
un mensaje a Mario para avisarle que me iba con un cliente por una
semana y salí para encontrarme con Diego y Korina.

No les conté a ustedes, pero era un matrimonio que calculo él


tendría 40 años, y ella un poco menos. Ponele unos 37 o 38. Me la
hubiera garchado con mucho gusto. Y a él también. Si en algún
momento pintaba, les iba a proponer una fiestita. En una de esas,
entrando en confianza, se prendían.

Al poco de llegar a la esquina, llegaron ellos. Se los veía nerviosos.

Pero supongo que era normal, siendo que empezaban con un


proyecto que para ellos era muy importante. Seré un taxiboy, pero
no por eso soy insensible a lo que les pasa a mis clientes.

Me subí al auto y sin que fuera necesario pedírselo, Korina me dio


los $32.000.

“¿Trajiste todo?”, me preguntó Diego.

“Sí, quédate tranca”, le contesté. “Ay, ¡pará! Volvamos...”, le dije.


“Me olvidé la leche en casa…”

Los tres nos reímos. Me gustaba que los padres de mi hijo tuvieran
sentido del humor. No me gustaría que a un guachito mío, lo criara
un par de pelotudos amargados. Además, ellos estaban bastante
nerviosos. Me pareció que era bueno que yo ayudara a
tranquilizarlos. Los taxiboys tenemos mucho de psicólogos de

59
nuestros clientes. Los escuchamos y los seguimos para el lado que
disparan.

Fuimos bastante rápido. En menos de una hora estábamos ya en el


hotel. De noche tarde, casi no había tránsito un día de semana.

Nos registramos en el hotel y un chico nos llevó a nuestra


habitación. El chico era obviamente puto y yo aproveché para
guiñarle un ojo, como para ver si me lo podía coger en algún
momento a espaldas de mis clientes. El chico se dio cuenta de que
éramos un grupo raro, pero en los hoteles 5 estrellas, la mitad de las
habitaciones están ocupadas por gente rara. Nada los asusta. Y en el
hotel saben exactamente todo lo que pasa adentro de cada
habitación, como si tuvieran una cámara apuntando adentro de cada
dormitorio. Ni duden de eso. Si meten a una puta o a un taxiboy en
la habitación, no hay manera en un 5 estrellas de que en la consejería
del hotel no se enteren. Se hacen los boludos muchas veces, pero
enterarse, se enteran. Me consta porque varias veces me han
encarado al salir de la habitación de un cliente. La mayoría de las
veces, para pedirme los datos y registrarme, para poder llamarme si
algún pasajero les pedía un lindo putito para pasar la noche. Hasta
me han tomado fotos semidesnudo. Incluso, para asegurarme que
me llamaran, muchas veces en lugar de darles una comisión, les he
tenido que dar un pijazo, porque los hoteles están llenos de putos
trabajando en la atención a los clientes.

Nos alojamos, todos juntos en una suite con una habitación para
ellos y otra para mí. Teníamos una especie de living, con una mesa
de comedor. Era como un departamento de dos dormitorios y dos
baños.

Nos despedimos y yo me fui a dar una ducha para sacarme a los


putos que había atendido antes de conocerlos esa noche de encima

60
de mi piel y me tiré en bolas en la cama a mirar algo de televisión
hasta que me quedé dormido.

A la mañana Diego me vino a ver a las 9. Me despertó para sacarme


sangre. Yo estaba en pelotas, pero no pareció darse cuenta. En
realidad si se dio cuenta. Me miró la pija. Supuse que para poder
imaginar si tenían un varón de cómo sería la garcha del nene
cuando fuera grandecito.

Me sacó la sangre y me dijo que iban a desayunar, si quería hacerlo


con ellos.

Me puse una remera sin mangas que dejaba ver mis brazos de gym,
una bermuda y salí en patas a desayunar con ellos. Me sabía lindo,
y estaba actuando como lo hacía cuando me iba de viaje con un
puto. Me vestía sexy todo el tiempo para calentarlo y así sacarle más
platita en regalos. Cuando viajas con un cliente, no solo te volvés
con lo que te paga, sino que también te volvés con lo que le sacás en
regalos, que muchas veces es bastante más que lo que te paga en
dinero. Ropa, celulares, laptops, anteojos, me han regalado muchas
cosas los putitos que me llevaron de viaje con ellos.

Cuando terminamos de desayunar, Diego dijo que se iba a llevar la


muestra de mi sangre a un laboratorio de Pilar para que la
analizaran lo más rápido posible.

Korina y yo quedamos en ir a la pileta para esperarlo hasta que


volviera.

Antes de irse Diego me miró y me dijo “pórtate bien pendejo”.

Yo lo mire con expresión ofendida y le contesté : “Me compraron.


Soy su esclavo. Pueden hacer de mí y conmigo lo que ustedes
quieran y yo no voy a hacer nada que ustedes no me ordenen o no
quieran que haga. Quedate tranquilo por eso. Cumplo con mis
obligaciones. Ustedes mandan y yo obedezco. Mientras ustedes
61
cumplan con lo que se comprometieron conmigo, yo cumplo con ser
su juguete y esclavo. Ya esto acostumbrado a cumplir órdenes. Soy
un prostiputo muy profesional”.

Diego y Korina sonrieron, como poniendo en duda lo que yo decía.


Claro, ellos no se imaginaban que parte de mi placer era justamente
el ser sumiso de mis clientes. Recibir instrucciones y que los clientes
pudieran usar mi cuerpo a su antojo, era algo que, lejos de
molestarme, me calentaba terriblemente.

Yo era un prostiputo de cuerpo y alma.

Cuando Diego se fue, Korina me dijo : “Mariano, antes de ir a la


pileta, yo voy a ir un rato al gym a entrenar. ¿Vos qué vas a hacer?”

“Te acompaño. Yo todos los días voy una hora al gym. Me tengo
que mantener en forma, para poder trabajar bien, jajaja… Ser un
objeto sexual tiene sus exigencias”.

Al rato de estar en el gym, yo ya me había quitado la remera y


estaba todo sudado. El Personal Trainer del Sheraton era un chico de
unos 24 años, muy lindo y, si no era puto, le pegaba en el poste.

Cuando el PT de un gym para marcarte unos ejercicios te pasa la


mano por el cuerpo, es fija que en algún momento terminás
cogiendo con él. No es necesario acariciarte los pectorales y las
tetitas o los brazos, para enseñarte cómo funciona una boluda
máquina.

Hasta Korina me dijo que yo le había gustado al PT. Yo me reí de


que se diera cuenta.

“¿Querés que te marque todos los trolos que hay en el hotel y que ya
nos cruzamos?, le pregunté entre risas. “Los hoteles 5 estrellas, están
llenos de putos en el personal que es de atención al público. Se
hacen los serios, pero a la primer oportunidad que tienen, te invitan
62
a conocer una habitación vacía que suelen tener para encuentros del
personal, jajaja…”

Al rato volvió Diego y nos fuimos los tres a la pileta. Estos días
transcurrieron muy tranquilos, sin sobresaltos, comiendo cosas
ricas, mucho sol, mucho gym y nada de sexo. No se si entre ellos
cogían, pero ninguno se insinuó conmigo en nada que pudiera
interpretar como sexual. Yo me mostraba casi descaradamente, pero
no conseguía conmoverlos. Para ser más claro, excitarlos. Por lo
menos conmigo, que era lo que yo quería. Mi objetivo era una fiesta
con los dos. O con Korina sola. O con Diego solo.

Cuando llegó el resultado del test, pudieron comprobar que yo era


un prostiputito muy sanito.

Diego fue a buscar un frasco para muestras y me pidió que me


masturbara y le diera la muestra.

Yo le recordé que nuestro acuerdo implicaba el pago de los $80.000


antes de la primera paja. Diego fue a su habitación y me trajo un
sobre con el dinero adentro.

“¿Dónde querés que me pajée?”, pregunté. “Puedo ir a mi


habitación, podés venir conmigo, o puedo hacerlo acá, adelante de
los dos, si lo prefieren. Considerando que es su hijo, si quieren verlo
desde su origen, yo no tengo ningún inconveniente. Ustedes
mandan y les aseguro que no me siento para nada intimidado por
hacerlo en público. Por otro lado, te asegurás de que la muestra sea
bien recogida”. En realidad yo quería que alguno de los dos se
prendieran a mirar, para ver si lograba calentarlos y me pedían una
fiesta.

Ellos cruzaron miradas y Diego me dijo que él venía conmigo al


cuarto.

63
Entramos y yo pasé al baño a lavarme la pija y las manos con un
jabón antiséptico, que era uno de los requisitos para tomar la
muestra.

El mismo enjabonarme me calentó y me comenzó a parar la verga.

Me la sequé un poco y empecé a pajearme. Cerré un poco los ojos y


en mi mente apareció Korina. Korina con el Personal Trainer del
Sheraton. Perdón Diego…

Cuando acabé, eché toda mi leche en el recipiente, lo cerré y se lo di


a Diego. Lo agarró y salió para el laboratorio que iba preparar la
inseminación del óvulo de Korina.

Cuando le di el frasco, le deseé suerte. Honestamente, deseaba que


mi leche les sirviera.

Me quedé con Korina otra vez los dos solos.

La situación era rara. La minita iba a tener un hijo mío y casi que no
sabía ni mierda de mí. Yo tampoco sabía de ellos, en realidad, pero
digamos que al hijo lo iban a criar ellos, no yo.

Finalmente le dije “es muy copado lo que están haciendo. Ojalá todo
les resulte como ustedes lo imaginan. Realmente les deseo que sean
muy felices con sus hijos”. “¿Tienen alguna idea de cuántos hijos
querrían tener?”

“No creo que eso sea algo que a vos te importe. Hicimos un acuerdo.
Lo que hagamos con tu semen es un tema exclusivamente nuestro”,
me contestó.

“Disculpame”, le dije. “Tenés razón. Solo quise ser amable. No es


tema mío lo que ustedes hagan”.

Algo se le está moviendo adentro, pensé. La boluda esta me parece


que está dudando de lo que van a hacer. Por mí, que se haga culear
64
por el perro si quiere. Yo ya cobré y que se jodan. Aunque en el
fondo, que fuera tan agreta, me calentaba un poco. Me daban ganas
de cogerla por el culo, sin pedirle permiso, para que bajara un poco
los humos, a la yegüita esta. Es más, me dieron ganas de cogerme a
Diego y dejarle un marido bien puto adorador de vergas, para que
aprendiera a respetar a los putos. Es más, le quiero coger al
pendejito que le voy a hacer, dentro de unos años. Por puta
agresiva. Estoy seguro que a ella le hubiera gustado más que la
tuviera que garchar yo y sentir mi verga dura y caliente adentro de
su concha llena de flujo de puta. Pero mejor no darme máquina. Es
un laburo y bastante fácil. Ojalá me pagaran tanto siempre por vivir
en un hotel 5 estrellas y hacerme la paja, jajaja… Para cobrarle
$112.000 en 7 días, no me quiero imaginar todo lo que me pediría un
puto que le hiciera.

Cuando volvió Diego nos juntamos a comer. Yo no hablé y Korina


tampoco. Cuando terminamos me fui a mi habitación a tirarme en la
cama.

Al rato vino Diego. “Me contó Korina la charla que tuvieron”, me


dijo. “Está nerviosa. No es que sea agresiva, pero esto es muy
importante para nosotros”.

“Todo bien Diego. Me contrataron para que les diera mi leche, no


para hacerse amigos míos. No hay problema. Quedate tranca que yo
me voy a hacer todas las pajas que necesites y cuando terminemos
no me vuelven a ver nunca más en sus vidas. Te digo más, cuando
volvamos a Buenos Aires, te recomiendo que cambies el número del
celular, para que yo no pueda volver a ubicarlos nunca más. No
tiene sentido que yo lo haga lo de cambiar el número, porque a mí
ubicarme es muy fácil. Siempre me vas a poder encontrar
ofreciéndome dónde me levantaron”.

65
“Quedate muy tranquilo”, agregué, “que yo no tengo ni el más
mínimo interés en sus vidas, ni en la vida de sus hijos. No tengo
nada que ver con ustedes, ni con ellos, yo”.

“Yo estoy acá a su disposición, pero no necesito conversar con


ustedes. Si querés que me pajée, me lo decís. Si quieren coger
conmigo, me lo dicen. Pero no hace falta que hablemos de ningún
tema. Con un vení a la cama con nosotros y ponete en pelotas,
alcanza. No suelo hablar mucho más con la mayoría de mis clientes.
En general, suele ser medio complicado hablar cuando uno de los
dos tiene una pija parada adentro de la boca. Y creéme que a mí el
tema de los hijos me chupa un huevo. Para mí es leche nomás. Que
termine en la concha de tu mujer, o en un lavatorio, sobre mi pecho,
o sobre la espalda o el culo de un puto, a mí me da todo lo mismo.
Soy un pendejito de 19 años y vivo en un mundo que no tiene un
carajo que ver con el de ustedes, ni con el mundo en el que van a
vivir sus hijos. Lo único que tenemos y vamos a tener en común, son
estos días de mi vida que ustedes me compraron. Eso es todo y vos
y Korina pueden opinar de mi lo que les guste. No suele la gente
tener una buena opinión de los prostiputos y ustedes no tienen por
qué ser la excepción. Si no me pagaras, no te daba mi leche ni en
pedo. Si fueran pobres, no los hubiera ayudado, así que muy buena
persona no debo ser. No vale la pena ni ser amigo mío, ni tratarme
amablemente. En general, la mitad de los clientes me desprecian y
me lo hacen notar y, la verdad, a mí no me importa. Soy el primero
que sabe lo que soy y en el ambiente en el que me muevo. Y se que
no es el ambiente de ustedes. A mí no tenés que explicarme nada.
Yo voy a cumplir mi parte del acuerdo, porque ustedes cumplieron
ya su parte y yo no soy un cagador”.

“Bueno Mariano. Tratemos de pasar los días que nos quedan de la


mejor y más armoniosa manera posible. Tratá de comprender que
estamos los dos un poco nerviosos”.

66
“Diego, tengo clientes que me pagan para que les pegue y otros que
me pagan para pegarme ellos a mí. Me he bancado que me caguen a
latigazos, que me ataran, que me retorcieran las tetas y los huevos.
Que me ignoren, casi que hasta se los agradecería. Yo no me ofendo
porque lo que yo te vendo es que me uses como a vos te de placer. Si
Korina me hubiera pegado un sopapo, yo hubiera bajado la cabeza y
le hubiera ofrecido que me pegara otro. Si ella disfrutó
maltratándome, decile que lo puede hacer cada vez que quiera. Me
puede pegar, escupir. Decile si quiere que me arrodille, que le chupe
los pies, la concha, que te chupe la pija a vos, que les chupe el culo,
el chivo de las axilas, o lo que sea, que yo esto acá para servirlos a
los dos para su placer. Y para darles mi leche. Puedo dormir en el
piso a los pies de su cama, si me lo ordenan. Si quisiera placer para
mí, le pagaría a una puta o a otro pendejo, y les haría lo que ustedes
me hacen a mí, probablemente. En lugar de cobrar, pagaría. Esas son
las reglas de este negocio y a mí me parece muy bien que sea así”.

“Bueno, está bueno que lo tomes asi”, me dijo Diego y salió de mi


habitación.

A las nueve de la noche pedí que me trajeran comida a la habitación


y luego me dormí.

Al día siguiente Diego me dio otro frasco y me vigiló mientras yo


me hacía una paja y le entregaba la muestra para que se la llevara.

Casi no salí de mi habitación hasta que pasó la semana. Mi único


contacto fue apenas con Diego a las mañanas, cuando me pedía mi
leche. Y a la tarde que les pedía permiso y me iba al gym un par de
horas. Par de horas que aproveché para cogerme y hacerme coger
varias veces al personal trainer y el pendejo que nos había llevado a
la habitación la primera noche. No me iba a poder mantener virgen
una semana entera yo porque mis clientes no quisieran coger
conmigo.

67
Al término de la semana hicimos nuestros bolsos y ellos me llevaron
hasta la esquina de Juramento y Cabildo en la que me dejaron. Casi
no hablamos en todo el viaje. Al bajarme ni nos despedimos, ni les
dije que deseaba que les fuera bien.

Fue como si me hubiera bajado de un colectivo. Solo que ahora tenía


encima $112.000 más en mi cuenta en el banco. Alta fiesta con varios
pendejos y putitas bien merkeritos me iba a hacer.

68
CAPÍTULO SEIS

PEGAME QUE ME GUSTA.

Mi cliente me levantó por la calle.

Se me acercó, me preguntó cuánto cobraba, si era activo y


arreglamos para ir a su casa.

La casa quedaba a unas 25 cuadras de dónde estábamos, pero era


relativamente temprano y no me molestaba el traslado.

Desde luego le aclaré que me tenía que pagar el taxi de vuelta, hasta
la cuadra en la que me encontró. No se opuso y partimos para su
domicilio.

Un edificio antiguo, de esos de departamentos con techos altos, en la


zona de San Telmo. Esa zona a mí me deprime un poco, pero como
no era para vivir allí, sino para realizar un trabajo de más o menos
una hora, no era para tanto.

Cuando entramos a la casa, pasamos directo a su dormitorio.

Nos entramos a sacar la ropa. Yo me saqué la remera y cuando me


iba a sacar las zapatillas como para poder sacarme el jean y quedar
en pelotas para cogerlo, me pide que no me quitara nada más.

Se acerca a mí y comienza a acariciarme los brazos, me pasa las


manos y los labios por los pectorales, por la espalda, me pasa su
lengua por las axilas, me acaricia el bulto con mi pija que ya se
estaba parando. Me besaba la garcha a través del jean y me olía la
entrepierna el muy vicioso, jajaja… Se ve que le gustaba el olor a
huevos y garcha de machito.

Hasta ahí, algo que a muchos clientes les gusta hacer. Acariciar, oler
y lamer el cuerpo del pendejo que les va a romper el culo a pijazos.

69
Nada que me llamara la atención. Después de unos minutos de
acariciarme y lamerme con los ojos cerrados, el cliente me pregunta
si a mí me gustaba pegar.

“Ni me gusta, ni me deja de gustar. Depende de lo que el cliente me


pida y pague por hacer. A muchos les gusta que les de chirlos en el
culo mientras me los coja. ¿Te gusta a vos eso?”.

“En realidad, lo que estoy buscando es algo más fuerte”, me aclaró.

“Decime lo que estás buscando exactamente y vemos de ponernos


de acuerdo en el servicio que vos querés. La idea es que vos lo pases
bien y consigas un servicio equivalente a lo que pagás por él”, le dije
yo, porque la verdad que me rompen las pelotas los clientes que dan
vueltas para pedirme que les haga lo que a ellos les hace gozar. El
tema es que muchos creen que lo que a ellos los excita es algo muy
especial y que no es algo normal. No chicos… No son especiales y
nada suele ser tan anormal. Es solo sexo. Y además un taxiboy, al
año de estar trabajando, ha visto y le han pedido hacer tantas cosas,
que no es muy probable que algo le parezca muy especial.

Uno a lo sumo te dirá que no hace eso. Pero nada te resulta


novedoso, después de un tiempo de andar trabajando en la calle.

Yo tengo amigos que nunca aceptan cagar encima del cliente, por
ejemplo. Y hay muchos más tipos que lo piden a ese servicio que lo
que la gente se imaginaría. De hecho, hay chicos que trabajan, que si
el cliente los quiere cagar a ellos, se alegran. Y algunos hasta festejan
si el cago se los echan en la boca. Pero el capítulo en el que les voy a
contar mi experiencia con la coprofagia es otro, no este.

El cliente entonces me dice que el servicio que está buscando, es un


taxiboy con buenos tubos, en esto mis brazos son bastante
musculados, que le pueda partir la nariz de un par de trompadas.

70
“No necesito que me digas nada. Tampoco necesito que me cojas.
Con que me des un par de trompadas y me partas la nariz, eso es lo
que estoy buscando”.

“Todo bien”, le contesto, “pero yo no hago nada que implique


sangrados, por una cuestión de seguridad”.

“Mirá, mi idea es primero pasarme alcohol por la cara y que vos


uses guantes descartables para pegarme. No vas a correr ningún
riesgo”.

Yo puse cara de que no me convencía la propuesta. Especialmente


porque pensé que si le pegaba y el tipo se desmayaba, se me iba a
complicar salir del departamento. Además, si le pasaba algo, el
responsable iba a ser yo e iba a quedar como que le había pegado
para afanarlo. Yo era prostiputo, pero no era un ladrón.

“Te ofrezco $2.500 por que me partas la nariz”, me ofreció. Eso era
cinco veces la tarifa que le había pedido por cogerlo.

Lo miré con cara de que no me parecía razonable. En realidad, lo


estaba pensando. Después de todo, era su nariz y no la mía.

“Hagamos así”, me dijo, “acá te dejo la caja de guantes descartables


y $3.000. Y esta copia de la llave de abajo del edificio. Vos me pegás,
agarrás la llave, abrís la puerta de abajo y la tirás adentro del buzón
de la puerta. Yo después bajo y la agarro. No hay problema con
eso”.

“¿Y qué vas a hacer vos, cuando yo te pegue?, ¿te la vas a bancar o
me la vas a querer devolver?”, le pregunté.

“No macho, yo soy esclavo y masoca. A mí me pegás y yo lo que


hago es hacerme la paja de lo feliz que me quedo. Me chupa un
huevo devolvértela. No es una pelea. Sos mi macho castigándome a
mí por ser un perro esclavo tuyo. Esta es la idea.”

71
La verdad que a mí no me parecía mal…

“¿Querés que me quede mirándote mientras vos te hacés la paja?


¿Por las dudas de que necesites otra piña, digo?”.

“No hace falta, pero si te quedás sería mejor. Quedate así como estás
vestido ahora, con las zapatillas y el jean puesto y en cueros”.

“Bueno, dale. Hagámoslo. Decime cuándo y en dónde te tengo que


pegar. Que me quede bien en claro, porque si sale mal te vas joder
vos”.

“Como te dije, lo que quiero es que me rompas la nariz con un par


de trompadas pegadas de frente. Agarrá los $3.000, ponete los
guantes descartables y yo me paro enfrente tuyo en el dormitorio y
cuando estás listo, vos me pegás un par de trompadas en la cara
para romperme la nariz mal. Pensá que soy un tipo que se cogió mal
a tu novio”.

“No tengo novio”, le aclaré.

“¿Tenés hermana?”.

“Sí”, le contesté riéndome.

“Bueno, imagínate que la agarré a tu hermana y le rompí el culo


violándola. Pegame como si te hubiera hecho eso. ¿Podés hacerlo
así?”

“De una, quédate tranquilo que te voy a sacar la nariz por la nuca,
muñeco”.

“Bueno, agarrá la guita, ponete los guantes y cuando vos quieras,


estoy listo”, me dijo. Se quitó su camisa y se paró desafiante en el
medio del dormitorio. Abrió las gambas, como para tener más
estabilidad y se quedó mirándome.

72
Yo agarré la plata, la conté, me la metí en un bolsillo. Me guardé la
llave del edificio junto con la guita, me puse un guante en la mano
derecha, me paré enfrente del puto este… y lo senté de culo de una
trompada.

El tipo cayó al piso y de la nariz le empezó a salir sangre a lo loco.


Por suerte había agarrado una toalla antes.

Medio como que me asusté. Creí que se me había ido la mano.

El cliente trataba de sentarse en el piso, mientras con una mano se


agarraba la nariz con la toalla.

“¿Estás bien”, le pregunté.

Él asentía con la cabeza mientras lloraba.

En eso se abre el pantalón y estaba totalmente al palo, con la pija que


parecía que le iba a explotar.

Se entró a pajear como si le fuera la vida en eso.

A mí me dio bastante morbo eso y se me paró la pija también. No


tenía prevista esa reacción en mí.

De golpe, no se por qué, le di una patada en los huevos y le grité


“¡Pajeate, puto de mierda! ¡Largá la leche, maricón!”.

Se ve que esto lo excitó más todavía, porque el tipo entró a


guasquearse a lo loco. Se bañó en leche sobre la sangre que ya tenía
en el pecho.

Con los dedos mezclaba la sangre con su leche y se la refregaba por


el cuerpo. Estaba gozando como un caballo el muy hijo de puta
masoquista. Tenía como una leche rojiza con la que se apretaba las
tetillas. En frío hubiera sido un asco, pero en esa situación yo estaba
totalmente excitado.
73
Pelé mi verga y me la entré a sacudir.

“¿Querés tomarme la leche, maricón de mierda?”, le pregunté.

Me dijo que si con la cabeza.

Yo me le acerqué y le dije : “Abrí la boca, puto de mierda”, y le tiré


mi leche calentita adentro de la boca de puto tragaleche que me
ofrecía.

Hecho esto, me guardé la verga, me subí el cierre del jean, me puse


la remera y me mandé a mudar se su casa sin decirle ni una palabra
más.

Abajo abrí la puerta con la llave que me había dado y al salir la tiré
adentro del buzón de la puerta siguiendo sus instrucciones.

Fue toda una nueva experiencia para mí.

Y la había disfrutado. Había encontrado un nuevo Mariano adentro


mío que gozaba de algo que para mí era nuevo.

Y tenía una buena anécdota para compartir con los vagos de la calle.
Por lo menos, hasta ahora, ninguno había contado algo parecido.

74
CAPÍTULO 7

SE ARMÓ LA ORGÍA DE PROSTIPUTOS EN LO DEL CHINO.

Eran como las 8 de la noche cuando me sonó el teléfono.

Uno de los chicos amigo de la calle me llamaba. A él lo había


llamado otro para avisarle que un cliente le había pedido cinco
pendejos muy fiesteros y putarracos viciosos para una orgía.

Desde luego, pensó en mí. No por hacerme un favor de colega, sino


porque tenía la idea de que en una orgía, por fin iba a conseguir que
yo lo cogiera. Considerando que él me había llamado para este
trabajo, tal vez lo cogiera reconociéndole mi agradecimiento por
incluirme en el grupo de prostiputos.

Un trabajo siempre debe agradecerse, decían en mi familia.

Me pasó por el WhatsApp los datos de la fiesta y quedamos en


encontrarnos todos los trabajadores sexuales en la esquina de la casa
del cliente 5 minutos antes de las 10 de la noche, que era la hora a la
cual nos había convocado.

Era un cliente que yo no conocía, pero me daba igual. Además, si le


calentaban las orgías, el tipo era uno de los míos. Y si además podía
financiarlas, desde ya tenía toda mi atención como uno de mis
clientes favoritos.

A la hora señalada nos encontramos todos y partimos a tocarle el


timbre.

Nos atiende y nos hace subir. En la planta baja del edificio había un
custodio que nos preguntó a qué piso íbamos y cuando se lo dijimos
nos advirtió que nos portáramos bien, porque a la salida él iba a
estar ahí y no quería quejas del propietario.

75
En cierta medida, esta amenaza me gustó. Quería decir que el cliente
tenía en claro su sexualidad y que por otro lado era generoso con las
propinas. Por lo menos, al boludo este del custodio que creía que
podía llegar a controlar a cinco prostiputos acostumbrados a
ganarse la vida todas las noches trabajando en la calle. Idiota…

Subimos al ascensor los cinco, y llegamos al piso del cliente. Nos


abre la puerta un tipo de aspecto chino. Si no era chino, hubiera
merecido serlo, porque tenía cara de chino. Ni de coreano, ni de
japonés. Justo la cara como el del supermercado.

Nos hace pasar al living de la casa a los cinco y nos dice que
esperaba un servicio de orgía desde esa hora, las 10 de la noche,
hasta las 10 de la mañana del día siguiente.

Por eso servicio nos ofrecía $2.000 a cada uno, más toda la merca
que quisiéramos tomar.

Para avalar sus dichos nos señaló dos bandejas llenas de rayas de
merca que había en una mesa. Había merca como para que
tomáramos 10 chicos durante una semana, no cinco en una noche.

A todos nos cayó bien la oferta y la aceptamos. El hombre nos dio


los $2.000 a cada uno y nos pidió que nos fuéramos desnudando.
Mientras tanto él se acercó a una de las bandejas y se tomó cinco
rayas de coca.

En realidad cuando vi la cantidad de coca y dije que alcanzaba para


10 chicos por una semana, no había tenido en cuenta al cliente. Tal
vez para 10 chicos no hubiera alcanzado incluyéndolo a él. Y tal vez,
tampoco para una semana. Pero lo seguro, era que hasta mañana a
las 10 horas iba a haber coca abundante para todos.

Nos desnudamos totalmente los cinco. De los cinco, sólo conocía a


uno yo, pero lo que pude ver cuando nos pusimos en bolas, era que
todos estaban bastante cogibles. Incluyéndome a mí, desde luego.
76
Tal vez mi amigo que me había llamado era el menos sexy, pero eso
va en gustos. A mí no me calientan mucho los con pinta de
maricones, pero a otros tipos es el tipo de chico que prefieren.
Reconozco que en la calle era uno de los más solicitados él.

Había uno que directamente metía miedo la poronga que le colgaba.


¡Por Dios!, les juro que he visto miles de pijas en mi vida. Muertas y
paradas. Nunca vi nada igual. No sólo era larga, sino que además
era gorda y con la cabeza encima como un hongo, grande y brillante.

Necesitaba verla parada y probarla.

El chino nos dijo que a él que lo cogiéramos le interesaba, pero al


principio. Que durante una hora le diéramos pija a él y que después
entráramos a tomar a nuestro gusto. Sabía que una vez empezado a
tomar, ya no podía contar con nuestras vergas paradas.

Fuimos todos al dormitorio, con el chino mostrándonos el camino


por un corredor que tendría como 10 metros de largo. El dormitorio
era muy grande, con una cama de 2 metros por 2 metros por lo
menos y un televisor con una pantalla gigante en la que se veía una
película porno con 10 pendejitos cogiendo todos con todos.

Nos tiramos los cinco a la cama con el cliente, y empezamos a


franelearlo y besarlo entre todos y entre nosotros.

Al primero que se le paró la pija agarró un forro de un bowl lleno de


forros que había, se lo puso, le lubricó el culo al chino, le levantó las
gambas y se lo embocó de una. Lo entro a bombear mientras los
demás lo besábamos, uno le chupaba la verga y yo me paré para que
me la chupara el que se lo estaba cogiendo al cliente.

Quería ser el segundo en cogerlo, para así quedar libre como para
poder empezar a colocarme de merca. Quería vivir la orgía bien a lo
loco.

77
El chico me la comenzó a mamar sin problemas y eso me la puso
bien dura al instante. El ambiente era muy caliente. Se te paraba fácil
la pija en esa cama, si eras razonablemente puto.

El chico de la verga inmensa me miraba y me sonreía. Me gustó su


sonrisa. Lindos dientes. Y linda cara. No era sólo una linda pija. Me
miraba mientras se frotaba con una mano la verga que le iba
creciendo.

En un momento se paró, se puso al lado mío y me entró a comer la


boca, mientras le ofrecía al que se estaba cogiendo al chino su bruta
verga para mamar junto con la mía.

La estaba pasando de maravillas y todavía esto casi ni había


comenzado.

El que cogía se salió del culo del chino y me señaló para que fuera a
cogerlo.

Me puse un forro y tomé mi lugar en el culo del cliente. Me lubriqué


un poco la pija y se la metí. Lo entré a bombear patita al hombro y el
chino seguía besándose con los otros chicos. El que se lo había
cogido ya estaba ofreciéndole sus huevos para que se los lamiera.

En eso siento un dedo lubricado en el culo. El vergudo había traído


las dos bandejas de merca del living al dormitorio, se ponía
lubricante en el dedo, lo pasaba por la merca y me lo metía en el
culo.

Muy placentero era eso. Me acariciaba el ojete con su dedo y eso me


ponía a mil cogiéndome al chino.

Al cabo de unos minutos veo que se forra la pija.


Me va a reemplazar cogiéndose al chino, pensé para mí. ¿Esperará
que yo también le meta un dedo por el culo? Me gustaba la idea de
hacerlo.

78
Pero no. Me equivoqué. El chico se había forrado la verga, la había
lubricado, le había puesto merca abundante en la cabeza y en lugar
de correrme para cogerse al chino, ¡me la estaba tratando de meter a
mí por mi culito cuasi virginal! ¡A semejante tamaño de poronga!

Me daban ganas de darme vuelta y gritarle “¡Eh!, ¿qué hacés? ¡Mirá


que yo soy una señora seria!” Pero no me salió nada. En realidad sí,
me salió tirarme para adelante, para que me la pudiera meter más
cómodo.

No se si fue la merca en el culo, el ambiente tan caliente, la orgía, lo


bueno que estaba la pija del flaco, pero mi culo se abrió y se tragó
toda esa pija entera sin problema y hasta los huevos.

Entré a cogerme al chino a buena velocidad, de manera de al mismo


tiempo hacer que el flaco me cogiera a mí.

¡Qué placer! Estaba en el cielo yo.

Seguí un rato largo dándole al chino y comiéndome esa super pija,


hasta que le dije a uno de los chicos, “ponete una bruta raya de
merca en la pija y vení a dármela, que ya no puedo más”.

El pendejito fue a una de las bandejas, cargó una tarjeta con mucha
merca, se paró en la cama con su pija dura, se hizo una raya de la
cabeza a los pelos de la verga y me la ofreció a tomar.

El chino y los demás pendejos miraban cómo yo me iba a dar el


primer saque de la noche mientras cogía y me cogían, y no los
defraudé.

Me aspiré toda la merca y le entré a chupar la pija al pendejo,


mientras le daba bomba al chino y me pegaba una de las mejores
acabadas de mi vida disfrutando de la verga inmensa y dura que
tenía clavada en el culo. Creí que me iba a desmayar de placer tirado

79
sobre un chino… No me imaginé nunca el final de mi vida de esa
manera. Por algo los franceses llaman al orgasmo “la muerte dulce”.

Cuando paré de sacudirme sobre el chino, el chico de la vergota se


desenchufó de mi culo. Se cambió el forro mientras yo me salía del
culo del chino y me entró a reemplazar cogiendo al cliente. A esta
hora el chino ya se sentía Gardel y todos los guitarristas juntos, con
la cogida que le estábamos pegando.

Yo me fui a lavar la pija al baño, porque la tenía toda enlechada y


también necesitaba lavarme el ojete lleno de lubricante y merca que
tenía. Quería seguir en la fiesta, pero al mismo tiempo quería darles
el ejemplo a mis colegas de que debíamos mantener la higiene en
todo momento.

Cuando volví al cuarto, el pendejo que me había alcanzado la merca


a mí, le estaba dando merca al chino también en su verga.

Yo fui al plato de merca, me puse merca en los huevos y se los ofrecí


al chino para lamerlos, cosa que hizo encantado. Tengo lindos
huevos y la merca como que les realza el sabor.

El vergón comenzó a gemir, como avisando a todos que estaba por


llegar al orgasmo y todos nos corrimos como para darle espacio a
gozarse al chino tranquilo.

Unos segundos después, él también se desplomó sobre el oriental


exhausto de tanto garcharlo.

Fue hasta el baño a lavarse y otro de los chicos tomó lugar en el culo
del señorito cliente.

Yo fui al baño con el chico pijudo y le dije que su pija era


maravillosa. Quería contarle que me había gustado mucho que fuera
él quien me cogiera. De paso, quería averiguar su nombre y
teléfono, porque tenía todas las intenciones de repetir. Incluso

80
aunque le tuviera que pagar para que me hiciera el culo de nuevo.
No podía imaginar mi vida futura, sin su verga unas veces más
adentro mío. Tenía ganas de pedirle que me hiciera un hijo, de lo
puto que me había puesto con su técnica de dedearme con merca.

Se llamaba Fernando, era de Ecuador, y era un dulce total. Perverso,


pero dulce. ¿Conocen esa combinación? Súmenle una verga
descomunal, más una linda cara y un cuerpo marcado y tienen ahí
mismo la imagen del violador que me rompió el culo esa noche.

Resultó que era bisexual como yo y versátil. Me dijo que esperaba


que otro día yo también me lo cogiera a él. Cosa que desde luego me
comprometí a hacer. Nobleza obliga. Intercambiamos los números
de teléfono. Existía la posibilidad de trabajar algún combinado
juntos o de filmar porno, porque él tenía contactos para eso.

Volvimos al cuarto y ya estaba el último chico en la faena con el culo


del cliente.

Los demás ya se iban al baño a lavarse y así poder comenzar la fiesta


con la merca.

Cuando el quinto chico acabó, todos nos fuimos a tomar algo con el
chino, que no acusaba daños por las terribles cogidas que le
habíamos hecho, por lo que se ve que estaba con el culo bien
entrenado.

El chino preparó varias rayas de merca y nos fuimos pasando la


bandeja después de jalarnos 3 rayas grandes cada uno.

El descontrol comenzaba.

Nos besábamos, nos chupábamos las bocas, las tetas, las axilas, las
patas entre todos. No había rincón de prostiputo que mi lengua no
estuviera deseosa de lamer y mi boca de chupar.

81
El chino iba de unos a otros, miraba, participaba. Cada tanto otra
vuelta de merca.

He tomado merca sobre pezones, vergas, agujeros del orto, sobacos,


lenguas, patas, muslos, lo que se imaginen, esa noche.

Y han tomado sobre mi cuerpo todos, en todos los recovecos que se


imaginen que yo pueda tener.

En un momento entre dos chicos me pusieron patas para arriba y


me pusieron mucha merca en el espacio entre la base de los huevos
y el agujero del culo y todos pasaban a olerla de allí y a lamerme la
zona.

No les explico el placer que es eso… Prueben y me dicen.

No había descanso. La merca nos mantenía a todos súper excitados


y activos. Activos de movimientos, porque las vergas estaban todas
muertas y sólo terribles mamadas lograban ponerlas medianamente
turgentes como para decir que estaban apenas semiparadas.

No obstante la cantidad que tomamos, tres de nosotros logramos


largar los pibes acabando una vez más.

A mí me la chupó un pendejo mientras el chino me chupaba el culo


lleno de merca y lograron entre los dos que le llenara la boca de
leche al chico. Leche que una vez juntada toda en la boca del putito
me escupió dentro de mi boca y yo a su vez la escupí adentro de la
boca del chino, que se la tomó y me dijo que estaba amarga por la
merca que había tomado, pero que igual era rica mi lechita caliente.

Nos refregábamos unos contra otros, y a medida que pasaban las


horas había una mezcla muy erótica de sudores de pendejos llenos
de hormonas. Supongo que serán las feromonas, pero estábamos
todos súper calientes.

82
A las 10 de la mañana se abrió la puerta del dormitorio en el que
estábamos los cinco con el chino y apareció un pendejo chino, muy
serio y formal y dijo que nos teníamos que ir.

Era una suerte de mayordomo del chino, chino también, que a la


hora indicada debía sacarle a todos los prostiputos de la cama a su
patrón.

Nos fuimos vistiendo todos y de despedida el chino nos regaló una


botellita de merca a cada uno, como una especie de souvenir de la
noche de parranda, previo anotar todos los nombres y teléfonos y de
sacarnos una foto de cara con su celular, para acordarse quién
carajos éramos cuando le bajara el efecto de la droga.

Bajamos los cinco en el ascensor y abajo no estaba el portero de la


noche. Una pena, porque todos habíamos acordado saludarlo
agarrándonos las porongas por encima de nuestro jean.

Había un viejo sentado adelante que no nos dio ni pelota y que


pareció que le importaba tres carajos de qué departamento
viniéramos.

En la calle caminamos todos juntos hasta una avenida cercana y nos


fuimos tomando taxis hasta nuestras respectivas casas todos por
separado.

Otra linda nochecita de trabajo arduo había acabado.

83
CAPÍTULO 8

SÍ PAPI, JUSTO ESTABA BUSCANDO UN PAPITO COMO VOS


PARA HACERLE DE NOVIECITO.

Una de las cosas que más nos rompen las pelotas a los prostiputos
de los clientes, son los que nos quieren rescatar de nuestra vida de
prostitución.

Papitos, a ver si lo entienden. Los prostiputos trabajamos de esto,


por los siguientes motivos : 1) Nos resulta más fácil trabajar de esto
que ir todos los días a una oficina a trabajar 9 horas; 2) Somos putos,
por lo tanto revolcarnos con tipos nos gusta. De hecho, como podrán
observar, se nos para la pija cuando estamos con ustedes; 3)
Ganamos en una hora, lo que en una oficina ganaríamos en dos días
de trabajo, con suerte; 4) No conocemos muchos otros trabajos en los
cuales te paguen por tener un orgasmo y que se puedan hacer desde
una cama y 5) No es un trabajo peligroso, como muchos sospechan.
Por si no se dieron cuenta leyendo los diarios, generalmente es el
prostiputo el que roba y/o mata a su cliente, no al revés. Lo
peligroso es ser cliente, no prostiputo. Con pocas excepciones, esto
suele ser así.

Pero en fin, vaya uno a convencerlos de esto.

Como que comienzan preguntándote si aparte de prostituirte vos


hacés algo más. En general, se contesta que uno no hace nada más.
Como que somos una suerte de planta hueca que por las noches sale
a hacer la calle para poder comer y dormir durante el día. Esto se
dice para evitar charlas estúpidas y nunca darle al cliente datos
personales nuestros. No tienen que saber ni dónde vivimos, ni
dónde trabajamos, ni nada nuestro real. Nosotros tenemos que ser lo
que la fantasía de ellos quiera que seamos. A mí si me quieren un
flaco de un barrio marginal y atorrante, soy eso. Si me quieren

84
imaginar estudiante universitario que vino del interior y que
prostituyéndose se ayuda a bancar los estudios, también puedo ser
eso. Me da igual. Soy lo que el cliente quiera que yo sea, si eso
alimenta su fantasía y le hace desearme más y, de paso, acabar más
rápido como para poder salir de la cama a tiempo como para ir a
enganchar a otro cliente que me de más plata.

Tiempo = Dinero y + Tiempo = + Dinero, es la ecuación del taxiboy.

Somos como un taxi en el que van cayendo fichas a medida que el


tiempo corre. Pero desnudos y al palo.

¿Les queda claro?

Y lo que más nos aburre, es que nos digan que nosotros damos para
más, que es un desperdicio que nos pasemos la vida revolcándonos
con tipos como ellos por unos pocos pesos.

Pero aparte de los consejos no solicitados, nadie hace nada para


cambiar nuestras vidas. Nadie nos ofrece un empleo “decente”, por
ejemplo.

Y lo más gracioso, es que cuando terminan con todo el discurso, lo


más probable es que nos manoseen la verga y nos digan de seguir
cogiendo. La del “rescate” es la típica charla entre polvo y polvo,
cuando les baja la libido y quieren hablar. Pero cuando les vuelve la
calentura, a la mierda con nuestras vidas y otra vez quieren nuestras
pijas, bocas y culos.

Y aburre esto. Si me leen, no la hagan más. Ya la escuchamos todos


los prostiputos mil veces y no nos la creemos, ni nos interesa.

Una noche de verano y para cambiar de aire, me fui a la estación de


trenes de San Isidro. En la calle de la estación suele haber chicos
ofreciéndose y señores de la zona que los pasan a buscar.

85
Además es lindo el lugar y en verano hay plantados naranjos, lo que
le da a toda la zona un rico olor a azahares, que lo convierten en un
lugar muy placentero para prostituirse. Sumale a que cerca de la
estación tenés una pizzería muy buena y barata y una rica heladería
además de un McDonald’s, con buenos baños abierto hasta muy
tarde, es un lugar muy cómodo para trabajar de prostiputo.

La cuestión era que a eso de las 11 de la noche, estaba yo apoyado


contra una pared en mi uniforme de prostiputo de verano favorito.
O sea, un jean, una musculosa que dejaba ver bien mis brazos y
axilas y un par de ojotas negras. Un uniforme que atrae a los clientes
como la miel a las abejas es ese.

En eso veo que un señor de unos sesenta o sesenta y cinco años está
conversando con uno de los chicos que estaban trabajando y entran
a caminar por una de las calles.

No se por qué, pero decidí seguirlos. No se si fue instinto o qué,


pero los seguí.

A mitad de la cuadra se paran, dicen algo y el chico se vuelve sobre


sus pasos en dirección a dónde yo estaba.

Por una cuestión de ética profesional, uno nunca jamás va a tratar


de soplarle el cliente a un colega. Si un chico conversa con un
cliente, los demás nos corremos cuestión de que él chico pueda
negociar tranquilo y que la oferta excesiva no haga que baje el precio
de nuestro servicio.

El cliente se queda solo, el chico pasa caminando por al lado mío sin
decir una palabra y se va. No se qué había pasado, pero no se habían
puesto de acuerdo en el servicio por algo.

El hombre me mira y yo hice el típico gesto para anunciar que


estaba disponible. Con la mano derecha me agarré la pija por
encima del jean mientras le mantenía la mirada a sus ojos.
86
Se me acerca el cliente, me saluda y me pregunta qué estaba
haciendo.

Como siempre, mi respuesta fue que trabajando. Me preguntó si


quería ir con él y le aclaré que yo era solamente activo al 100%.

No se por qué se lo dije, cuando en realidad no era así, pero mi


instinto me dijo que el señor buscaba un chico activo para esa noche.

Arreglamos la tarifa y me llevó a su departamento.

Tres ambientes, a dos cuadras de la estación, sin perros ni gatos.

En el viaje a su casa me contó que era profesor en colegios


secundarios. Como nunca pregunto y sólo dejo que el cliente me
cuente lo que me quiera contar, no tengo la menor idea de qué
materia enseñaba. Y el tema nunca más volvió a salir. Especialmente
porque tengo la idea de que los profesores ganan poco, por lo que
volver a hablar del tema le hubiera dado como cierto respaldo a
regatearme el precio de mi servicio por ser un “pobre profesor de
colegio secundario”. Ni en pedo yo iba a volver a preguntarle lo que
él hacía. Nunca pregunto actividad, ni nombre, ni edad. Que me
digan lo que quieran. Me importa un verdadero carajo de lo que
vivan, o cómo se llamen, o cuántos años de puto tengan. Mientras
me paguen lo que yo quiero por coger con ellos, pueden trabajar de
mendigos o de empresarios, de comisarios, de curas o de
narcotraficantes. Me chupa todo un huevo. Imaginen si esto me
importa a lo que se dediquen, lo que me puede importar su
verdadero nombre, o su edad…

Llegamos a su departamento y abre una botella de vino. Me ofrece


un vaso y me invita a sentarme en un sofá en el living.

Es de los que les gusta hablar… pensé para mis adentros. Otro
embole. Voy a tener que apurarlo para ir a coger y terminar esta

87
tortura pensé.
Se sentó a mi lado y me contó que no estaba en pareja y que
acostumbraba ir a buscar chicos a la estación. Me dijo que nunca me
había visto por allí y le expliqué que sólo me prostituía de tanto en
tanto. Sin darle muchas explicaciones al respecto.

Le dije que tenía un poco de calor, que si me podía poner un poco


más fresco, y me saqué la musculosa, tiré las ojotas a un costado y
me bajé los pantalones para quedarme en bóxer. Una vez
semidesnudo me acerqué y lo besé en la boca.

“¿Qué te parece si vamos a coger?”, le sugerí de manera muy sutil.

Me dijo que sí y me llevó por un pasillo a las habitaciones. Me


ofreció coger en el escritorio o en su cama.

Sin haberlos visto, opté por la cama. Seguro que era más cómoda
que el escritorio. Especialmente teniendo que hacerlo con un
hombre de más de 60 años. No me lo imaginaba haciendo piruetas
sobre un escritorio al profe.

No estoy seguro de haber elegido bien. La cama era de una plaza.

¿A qué puto soltero que levanta taxiboys, se le puede ocurrir tener


una boluda cama de apenas una sola plaza?

Bueno, a este tipo pareciera.

Entramos al dormitorio y le pregunto si me dejo el calzoncillo o si


prefiere que me lo saque. Me pide que me lo saque.

Me pregunta si quiero que ponga un poco de música. Le contesté


que sí.

Lo que no preví, era que su concepto de música para coger no se


parecía en nada al mío.

88
De golpe desde el escritorio me llegó una música atronadora, con
una ópera alemana.

¿Se les puede ocurrir algo más baja pija que la ópera alemana a
todo volumen para coger?

“¿Podrías bajar el volumen, por favor? Me duele un poco la cabeza”,


casi que le supliqué. Yo soy de adaptarme fácil a los gustos y
exigencias del cliente, pero algunos límites tengo. Y uno de esos
límites es Wagner. Y más aún, Wagner a todo volumen.

Cuando baja el volumen y me tiro en la cama, veo que tiene una


cómoda a los pies y que la misma está lleno de retratos de una
mujer, calculo que su madre, que con los ojos totalmente abiertos
mira directamente a la cama donde al hijo le están por romper el
culo.

Una vieja con cara de loca, repetida fácilmente en 15 o más retratos


alrededor de la cama, me miraba fijamente mientras yo me sacudía
un poco la verga como para poder cogerme al maricón de su hijo
delante de ella.

Wagner, más la madre, era la confirmación de que los prostiputos


ganamos la plata rápido, pero nunca fácil.

Decidí que no era necesario preguntarle por la señora.

Si a él en su fantasía le resultaba agradable coger ante la atenta


mirada de su mamá, él sabría por qué lo hacía y no me correspondía
a mí ponerme a analizar los motivos de tan mal gusto.

De última, si la vieja estuviera viva y él me la hubiera presentado


para decirme que ella iba a mirar mientras yo le rompía el orto a
pijazos, eso no hubiera sido más que una variante del padre que me
había pedido tiempo atrás que me garchara a su hijo delante de él.

A mí que me mirara coger un tipo o una mina, la verdad que no me


89
importaba. No tengo ningún rollo ni con mi cuerpo, ni con mi
sexualidad. No tengo inconveniente en exhibirme desnudo delante
de quien sea, y eso incluye a mi propios madre y padre, así que
menos me va a dar vergüenza hacerlo delante de retratos de la
madre muerta de un señor trolo que acababa de conocer.

Pero no por eso dejaba de reconocer que la escena era un poquitín


bizarra. Hasta para mí. Digamos que un retrato o dos, los hubiera
tomado como normales. Quince o más, ya me sonaba un poco
patológico el tema. Allá él, sólo me contrató para cogerlo, no para
analizar su psiquis.

Me tiro en la cama y él se tira al lado mío. Besos de lengua, le


acaricio el cuerpo, hasta que en un momento le propongo hacerme
una mamada. Como para ver para qué lado iba el servicio, digamos.

Él se pone sobre mis piernas y me la comienza a chupar.

Yo aprendí de otro chico que a los clientes, hay que chuparles la pija
como ellos nos la chupan a nosotros. El concepto es que todos la
mamamos como nos gusta que nos la mamen a nosotros. Suena
lógico y en la práctica he visto que suele funcionar bastante bien el
método.

Pero este tipo la chupaba de una manera rara, que a mí no me


gustaba para nada.

Como que se metía la cabeza de mi pija en su boca y con el labio con


un poco de barba de tres o cuatro días o usando sus dientes, me
raspaba la cabeza de la chota por debajo, justo donde está la pielcita
que te agarra el frenillo.

A los dos minutos le aclaré que así no me gustaba y que me la


bajaba. Que no lo hiciera más. Mi temor era que me lastimara y me
dejara varios días sin poder trabajar. No pagaba tanto como para
permitirle que me dejara sin trabajar varios días. Todo se puede
90
arreglar, pero siempre con plata sobre la mesa. No de pelotudo.
Me la siguió chupando, como a mí me gustaba, bajo la atenta mirada
de su madre. Cada tanto me raspaba, pero con un “¡cuidado! ¡más
despacio!” mío volvía a hacerlo bien.

Al rato, aburrido de que me la mamara, le pregunté si me dejaba


cogerlo.

Medio como que no quería, lo que me llamó la atención.

“¿Qué te gustaría hacer?”, le pregunté para alentarlo a soltarse.

“Que me la chupes vos también”, contestó.

Como a mí me resultaba aburrido el servicio, y además le estaba


cobrando $400 cuando yo ya a esa altura cobraba en el centro de la
ciudad $600, le dije que yo era activo 100% y que no chupaba pijas.

Aunque, agregué, por $100 más podíamos probar, usando un forro.

Me dijo que no, que no podía pagar más, a lo cual yo le dije que por
favor me dejara cogerlo, que estaba muy caliente.

Me calzo un forro y le pido lubricante. Me pasa un pote de vaselina


en pasta. ¿A quién carajo se le ocurre lubricar un culo y una pija con
una pasta? ¡Hay que ser pelotudo! Por Dios… No me extrañaba a
esa altura que la mamá tuviera que vigilarlo. Cama de una plaza y
vaselina en pasta. Súmale a Wagner, a la vieja y cartón lleno, era un
viejo pelotudo perfecto.

Trato de darle calor con la mano, para derretirla un poco, le meto un


dedo con vaselina por el culo, y me lo entro a garchar.

Al ratito me pide que por favor se la saque, que le duele porque yo


la tenía muy grande.

Yo le contesté : “Por favor papito, aguántate. Te juro que tres

91
bombazos más y acabo, que me tenés muy caliente”, mientras le
daba besos en el cuello y le gemía encima de él como una puta en
celo.

Dicho lo cual, le di los tres bombazos prometidos y le acabé que


llené el forro de guasca cremosa y caliente.

Saqué mi pija de su culo, me saqué el forro, lo fui a tirar al baño y


volví rápido a la cama.

“Ahora te toca a vos, papu”, le dije. Y le escupí la pija y lo entré a


pajear hasta que le saltó la leche.

“¿Te querés dar una ducha?”, me propuso y yo acepté.

Él me siguió al baño, me dio una toalla, el shampoo, la crema de


enjuague y se quedó mirando cómo yo me bañaba.

Desde luego le hice un “baño erótico”, mientras le decía cosas


guarras sobre nuestra encamada.

Para serles sincero, tratando de calentarlo a él, me calenté yo.

Terminé de bañarme, me sequé el cuerpo, me puse la toalla en la


cintura y me acerqué a dónde él estaba parado mirándome.

“Me calentás mucho papi”, le dije, “tengo ganas de hacer una cosa
más”. Dicho esto me puse en cuclillas delante de él, le abrí el
pantalón y le agarré la pija.

“No, dejá, está bien así”, me dijo él.

“No te preocupes, invita la casa. Estoy muy caliente y te la quiero


chupar”.

El viejo se puso como loco. El que yo lo desara, lo puso a mil por


hora. Se le paró la verga y yo le entré a pegar una mamada en el
baño, con toda mi mejor técnica. Cada tanto, le raspaba la base de la
92
chota con mis dientes, como a él le gustaba hacerme a mí.
“Avisame cuando te esté por saltar la guasca”, le pedí.

Cuando me avisó que estaba por acabar, lo llevé agarrado de la pija


al borde del lavatorio y le hice la paja mientras lo besaba, hasta que
acabó.

Cuando acabó le lavé la pija con agua tibia y jabón, se la enjuagué y


con mi toalla se la sequé mientras le comía la boca a besos.

Fuimos para el dormitorio y yo me vestí. Boxer, jean, musculosa y


ojotas, no había más que ponerme.

Fuimos para el living y me ofreció tomar algo fresco. Se lo acepté


porque había chivado bastante cogiéndolo. Era verano y él no tenía
aire acondicionado.

Mientras tomaba un vaso de Coca Cola, me contó que él solía


contratar a un chico que trabajaba en la estación y al cual yo ya me
había cogido una vez. Era un nene, con cara de nene y totalmente
pasivo. Incluso me contó que él le había regalado el arito que el
chico usaba y lo había llevado a que se lo pusieran.

“Pero ese chico es pasivo”, le dije medio sorprendido.

“Sí, claro, pero es que yo soy activo”, me contestó.

“Y si sos activo, ¿por qué me dejaste cogerte”, le pregunté.

“Porque estabas muy caliente y me gustás mucho, así que por eso te
dejé”, me contestó como si eso fuera lo más obvio del universo.

“Bueno, gracias por tu cola”, le dije con una sonrisa.

“¿Lo llevaste al nene a comprar un arito y colocarlo?, mirá que bien.


Generoso de tu parte”.

“Lo que pasa es que a mí me gusta, más que pagarles a los chicos,
93
hacerles regalos. ¿A vos te molestaría que en lugar de que la
próxima vez te diera plata, fuéramos por acá y yo te comprara cosas
que vos necesites?”

Era verano y yo estaba por irme a Río de Janeiro por unos días con
unos amigos, así que iba a necesitar comprarme algunas cosas para
llevar, tipo traje de baño, alguna remera, zapatillas, ojotas.

“Está todo bien. ¿Te gusta más la onda novio que prostiputo a
vos?”.

“En realidad, la onda taxiboy no me gusta. Por eso ofrezco lo de los


regalos”.

“Por mí no hay problemas. Si querés la próxima vez nos


encontramos temprano, vamos de compras y de allí venimos a tu
departamento a encamarnos tranquilos”, le ofrecí.

“Bien”, me dijo, “también me gustaría salir a la noche a comer con


vos a un restaurante, por ejemplo”

“Lo que vos quieras, yo me adapto a tus gustos y necesidades.


Mientras a mí me convenga la relación, todo va a andar bien”.

“Yo tengo un amigo”, me cuenta, “que le gusta lo mismo que a mí.


Pagar el sexo con regalos. La diferencia es que a mí me gustan los
chicos rubios y a él le gustan los morochos y cuanto más negritos de
piel, mejor”.

“Divertido, jajajaja… ¿Y se juntan a comer vos y tu amigo con sus


chonguitos a veces, como para comparar?”

“Sí, pero no cogemos juntos porque ni a mí me gustan sus chicos, ni


a él lo calientan los míos”.

“Mirá vos… suena lógico eso. Pero decime… después de comer los
cuatro, ¿nunca se les ocurrió ir a la casa de alguno de ustedes y

94
hacer que los chicos les hicieran un show? En una de esas vos
podrías descubrir el encanto de los negritos y tu amigo el encanto de
los blanquitos, jajajaja…”

“No se nos ocurrió, pero podría ser interesante”.

“Bueno, contá conmigo para eso. Me calienta mucho que me miren


coger con otros pendejos. Incluso, si quieren invitar a otros chicos o
a alguna minita bien putona como las que trabajan en la estación, yo
por mí, estaría todo más que bien. ¿Cuándo querés que nos
volvamos a ver, o preferís que te llame? ¿Querés mi celular, para
llamarme vos a mí?

“Dame tu celular y yo te llamo cuando pueda y vemos cómo


arreglamos”.

Le dejé mi celular y me fui de la casa.

Como a la semana me suena y cuando atiendo era el señor que


quería verme y que si había pensado lo que me gustaría que me
regalara.

“Todo bien, ando necesitando un par de zapatillas Converse azules.


Las venden en la galería que hay cerca de tu casa”.

“Bueno, ¿podrías venir mañana a eso de las 5 de la tarde. Vamos a


comprarlas y nos venimos a casa. Si te parece, te espero a las 5 en la
puerta de adelante de la galería, donde está el negocio que las
vende”.

“Listo, te veo mañana a las cinco ahí. Si no podés, por favor


avísame, como para que no me vaya al pedo hasta San Isidro, que
yo vivo en la Capital”.

Nos mandamos mutuos besos y cortamos.

95
Al día siguiente me baño y salgo al encuentro. Esta vez me había
puesto zapatillas, porque necesitaba estar con medias como para
probarme las Converse.

Llego y ahí estaba mi papucho esperándome. Se lo veía ansioso por


su cachorro, o sea, yo, jajaja…

Nos dimos un beso de tío y sobrino y encaramos para el negocio. Un


negocio que vende ropa para pendejos, en la punta de una galería
muy linda que atraviesa toda la cuadra, con salida por la calle del
fondo.

Entramos al negocio y pedí las zapatillas de mi número. Me las


traen, me las pruebo y me quedaban bien. Digo al vendedor que las
llevaba y veo sobre el mostrador unos trajes de baño muy bonitos.
Agarro uno y pregunto el precio. Lo miro a mi papucho y le
pregunto “¿puedo comprármelo a este también? Te juro que voy a
ser el mejor sobrinito del mundo si me lo comprás”.

Yo no se si el vendedor se dio cuenta de que en realidad no éramos


tío y sobrino, pero el muy turro me dijo, “¿por qué no te lo probás y
que te lo vea puesto?”, mientras me lo daba. “Este un talle como
para vos”, agrega mientras me alcanza otro de igual color.

Yo lo agarré y caminé para uno de los probadores al fondo del


negocio. “Vení tío y mirá como me queda, a ver qué te parece a
vos”.

El viejo vino detrás de mí y yo me metí en el último probador, para


estar lo más a solas con él posible.

Me saco las zapatillas, me saco el jean y la remera mientras mi tío


me mira, me saco el bóxer mostrándole mi verga semiparada, me
pongo el traje de baño con el bulto bien marcado y con carita de
ángel le pregunto : “¿Qué te parece? ¿Me queda lindo? ¿Me lo
puedo comprar también? ¡Porfi…! No sabés lo bueno que voy a ser
96
si me das los gustos…”, dicho esto último mientras me pasaba la
lengua por los labios…

El viejo estaba como loco. Yo me acariciaba el bulto, le preguntaba si


me hacía linda cola y él estaba por estallar de calentura.

Finalmente me dice que sí, que me lo lleve, que va a pagar todo en


cuotas con la tarjeta.

El vendedor nos ve venir y le digo que al traje de baño y a las zapas


me las llevo puestas, que me envuelva mi ropa nomás.

Papucho paga con la tarjeta y el vendedor me hace un guiño y me


regala un par de ojotas verde oscuro muy lindas, que pone adentro
de la bolsa. Digamos que me dio una comisión por llevarle a un
cliente.

Fuimos para la casa de mi nuevo papi y cuando entramos le digo :


“Ahora quiero estrenar lo que me compraste”. Me saco la remera y
con las zapatillas y el traje de baño lo entro a franelear todo y a
comerle la boca a chupones llenos de lengua.

Él me dice “a la noche va a venir el amigo mío que te conté con el


chico con el que está saliendo ahora a comer. ¿Vos te podes quedar a
comer?”

“Claro papi, con todo lo que me compraste, me puedo quedar a


pasar toda la noche hasta mañana a la mañana con vos. Tenemos
toda la noche para hacerte gozar, si querés”.

Papu no daba en sí de alegría.

“Antes de que venga tu amigo con su chonguito, ¿podemos


pegarnos una rica cogida?”.

“No se si tenemos tiempo, Marianito”, me dice.

97
“Uh… que pena… Como la vez pasada me habías dicho que eras
activo, pensé que hoy me ibas a querer hacer la cola… Tengo
muchas ganas de sentirte adentro mío… Y hoy traje un pomo de
lubricante en serio, como para que tengas acá y no la pasta de
mierda esa que me diste el otro día.”

Papucho se mató de risa y me dijo que algo íbamos a poder hacer


antes de que llegaran los otros y, que de última, si comíamos media
hora más tarde, no pasaba nada.

Fuimos al dormitorio, me desnudé y me tiré encima de papi a


chuparlo todo y a darle las gracias por los lindos regalitos que me
había comprado. Le entré a chupar la pija y cuando la tuvo bien
dura, le dije : “Me gustaría que me cogieras patita al hombro, para
que me veas bien la cara de cómo gozo cuando me cogés”.

Me lubriqué el ojete, me abrí bien las cachas del culo con las manos
ofreciéndole mi hoyo para que lo penetre y me comí a mi papito.
Ante la atenta mirada de su mamá, que seguía vigilándonos.

Me entró a dar bomba y yo movía mi cola como si fuera la pija más


gozosa que me hubiera comido en toda mi vida. Gemía y me
agarraba la pija y las tetas como si estuviera gozando a lo loco.

“Avisame cuando vayas a acabar que quiero que acabemos juntos”,


le pedí.

Yo me la estaba pajeando porque a los clientes los calienta mucho


cuando el prostiputo que hace de pasivo se le para y mucho más
aún si logra escupir los pibes junto con ellos.

Cuando papi iba a acabar, me avisó. Yo entré a sacudirme la verga y


a gemir como puta bien reventada y cuando sentí que se movía
como para largar la leche, yo largué la mía que buena parte acabó
sobre mi cara de la presión que logré acogotándomela fuerte,
sumado al masaje de próstata que mi papito me estaba dando con su
98
verga. Era una verga de viejo, pero debo reconocer que bastante
gordita y dura.

“Vamos al baño que te la lavo, papi”, le dije.

Y primero le saqué el forro y luego se la lavé como el otro día.


Recién después que lo limpíé a él me senté en el bidet a
higienizarme yo. Yo tenía a mi leche en la cara y el pecho, como
muestra de cómo me había calentado papucho al cogerme y
hacerme su putito.

Me lavé la cara, el cuerpo y las manos y fui al dormitorio a vestirme.


Él se estaba vistiendo ya y lo besé en los labios. Le dije que era un
día muy feliz para mí. Eso pareció halagarlo. Bien, le iba a sacar
muchos más regalos en el futuro.

Yo me puse el jean, la remera y las ojotas nuevas y lo seguí a la


cocina. Lo ayudé a poner la mesa y le dije si no se iba a notar mucho
que habíamos cogido cuando llegara su amigo.

“Mucho mejor si se nota”, aseguró. “Dejalo que se muera de envidia


de ver lo lindo que es mi noviecito”.

Me le cagué de risa, pero tomé nota mental de que él quería parecer


deseado delante de su amigo.

“¿Van a querer un show con el chico de tu amigo? ¿Lo hablaste con


él?”, le pregunté a ver qué le parecía la idea y si lo habían
conversado con el amigo.

“Le pregunté a mi amigo y me dijo que si se daba, podía ser algo


divertido ver un show de nuestros chonguitos”.

“Bueno entonces, si es lindo lo voy a provocar un poquito para


calentarlo, jajajaja… ¿Sabés si el chico es activo o pasivo?”

“El chico es versátil, pero mi amigo es solamente pasivo”.

99
A las nueve de la noche llegaron el amigo y su chonguito. Era un
pendejo de 19 años, alto como yo, morocho de pelo y piel, con cara
de que le gustaba coger putos por dinero. Como cualquier chico que
paraba en la estación o en las calles de levante de Buenos Aires.
Aunque daba más el target del prostiputo de cine porno o de baño
de estación de tren, para ser honesto. Es un nivel menos que el
callejero ese y a su vez eso es dos niveles menos que el de las
páginas de escorts de internet. Nosotros también tenemos nuestras
clases sociales en la prostitución, jajaja…

En definitiva, estaba bueno para coger.

Entran, nos presentamos. Yo les doy un beso en el cachete a los dos


y el amigo de mi papi dice : “Que tímidos que están los chicos para
saludar”, riéndose.

Yo lo miro y le digo “déjame corregir el saludo papi” y le meto


primero un beso de lengua al chongo de él y después otro a él, como
para que no quedaran dudas de que yo no tenía problemas esa
noche y que no me iba a hacer el frígido.

El amigo de mi papi pasa al baño a lavarse las manos y cuando sale


yo le digo al chico, “vení que te muestro dónde está el baño, así vos
también te lavás las manos”. Cuando lo llevo al baño, le digo “los
papis quisieran que al terminar la comida vos y yo les hiciéramos un
lindo show cogiendo entre nosotros. Por mí todo bien. ¿Vos te
prendés?”

“Sí, ya me dijo el boludo este. No hay problema”

“¿Querés ser activo o pasivo?”, le pregunté como para ir preparando


el show.

“Alguna vez quisiera ser pasivo, a este me lo tengo que garchar


siempre”.

100
“Bueno, no te preocupes”, le contesto, “a mi mí papito me garchó
recién así que tengo ganas de ponerla”.

“Que bueno. ¿Es activo? No lo puedo creer… “

“Jajaja.,. Yo tampoco, pero parece que valgo más cuando le doy el


culo que cuando le doy la verga, así que sí, es activo. Igual, el primer
día yo me lo garché”.

Cuando volvimos al comedor ya estaba la cena servida. Yo le guiñé


un ojo a mi papi, como diciéndole que ya estaba todo arreglado con
el otro chico para el show.

La cena era un plato de fiambres con ensalada y después mi novio


había cocinado una colita de cuadril al horno con papas, cebollas,
tomates y morrones.

Todo muy rico. De postre había comprado helado.

Durante la cena, yo que estaba en ojotas aproveche para por debajo


de la mesa ponerle una pata sobre la verga al pendejo morocho.

Le fregaba la verga con mi pata y él me la agarraba y la apretaba


contra su pija para que yo sintiera lo dura que se le ponía.

Cuando terminamos de comer tomamos todos café y papi preguntó


qué teníamos ganas de hacer.

Yo directamente dije : “Me quiero echar un polvo con él y quiero


que ustedes dos nos miren coger, porque quiero que se calienten
mucho, para que esta noche puedan gozarnos bien. Como me
gozaste un ratito antes de que ellos llegaran, papu”, mientras le
guiñaba un ojo a mi novio.

“Parece que los nenes están muy calientes”, dijo el amigo. “Mejor
dejarlos que se desahoguen, no vaya a ser cosa que después nos
hagan cosas feas a nosotros, jajajaja….”
101
Los papis estaban en el living sentados en un sofá de dos cuerpos.
Yo me paré, corrí dos silloncitos en los que estábamos el otro chico y
yo y nos paramos delante de ellos y comenzamos a chuponearnos
maaalllll. Nos sacamos las remeras y yo le entré a chupar las tetas, a
lamer las axilas e hice que él me hiciera lo mismo a mí.

Me gustaba mostrarle a los papitos lo duros que teníamos los


pezones después de chupárnolos.

Me agaché y le desabroché el pantalón, le saqué las zapatillas y las


medias, lo dejé en patas y le bajé el pantalón y el bóxer al otro chico.

Yo tire las ojotas a un costado y me puse en pelotas también.

Me acuclillé y le entré a mamar la pija de la cabeza a los pelos hasta


que la tuvo bien dura y escuché que ya estaba gimiendo.

Me paré, me acerqué al sofá en el que estaban los viejos sentados e


hice que el otro chico se acuclillara adelante mío y me la entrara a
mamar él a mí. Puse mi pija y su cabeza bien cerca de los papis,
como para que pudieran tocarnos con solo estirar el brazo, por si
alguno quería manosearnos, y al chico le agarré la cabeza y le entré a
pegar una buena cogida de boca.

Al rato nos acostamos en el piso para hacer un 69, él abajo y yo


arriba.

En un momento le levanté las patas y le entré a chupar el culo. Le


largaba una escupida adentro, y se lo lamía. Me chupaba los dedos y
se los colaba en el culo y así un ratito.

Me paré y agarré una silla del comedor, la pongo frente a los viejos,
me siento con la pija parada, me pongo un forro y le dije al otro
chico que se me sentara encima.

El pendejo se sentó encima de cara a los viejos, se acomodó mi verga


en su agujero y entró a cogérsela entera.
102
Él gemía y yo también. En un momento lo levanté un poco con las
manos y le entro a dar bomba desde abajo.

Al ratito lo levanto, lo pongo en cuatro patas delante de los viejos y


lo entro a garchar.

Cada tanto sacaba mi verga de adentro del culo del pendejo y les
mostraba lo abierto que el muy puto lo tenía al culo.

Lo doy vuelta y lo entro a coger patitas al hombro, agarrándolo de


las patas y abriéndolo bien para que los viejos pudieran mirar bien
cómo le rompía y el culo y para que con el chico pudiéramos vernos
las caras el uno al otro. Me gusta ver la cara del otro cuando nos
estamos gozando. Por eso patita al hombro es mi pose favorita, tanto
haciendo de activo como de pasivo.

Seguimos así un rato, hasta que en una le saco la pija del culo, me
arranco el forro y me hago una rica paja sobre el pecho y la cara del
chico, que como era negrito contrastaba bien con la blancura de mi
leche. Le refriego con la cabeza de mi chota la leche por la cara y el
cuerpo, y le meto la cabeza adentro de la boca para que la lama y la
limpie bien de leche.

El chico se pone de rodillas y se entra a pajear, yo me tiro al piso y le


digo que me acabe sobre el pechito.

El chico me baña el pecho de leche y me la refriega con sus dedos y


ahí termina el show.

“Vení, vamos a darnos una ducha juntos”, lo invito.

“Y ustedes pueden venir a mirar cómo nos enjabonamos si quieren”,


invito a los viejos también.

Cuestión que arrancamos los cuatro para el baño. Nos metimos con
el chico en la bañadera y nos enjabonamos el uno al otro,
especialmente las pijas y los culos. Nos secamos con dos toallas, yo
103
me puse mi traje de baño nuevo y el chico se puso su bóxer y nos
fuimos los cuatro de nuevo al living.

Los papis estaban re excitados.

En el living el otro chico nos contó que él se prostituía desde los 13


años y que su padre lo había llevado a una productora de cine gay a
los 18 a filmar porno gay. El padre era amigo del dueño de la
productora. Filmaba películas a pedido. O sea, vos querías ver una
película de un pendejo que tomaba merca y cogía con un perro,
hablabas con el dueño de la productora, elegías al chico que te
calentaba, al perro y él te cobraba por filmarte la película. Además
también filmaba porno para un sello que distribuía afuera películas
porno con pendejitos.

Interesante. Le pedí los datos de la productora.

El amigo de mi papi tenía las películas del chico y las llevaba encima
en un pendrive. Nos fuimos todos al escritorio a mirar algunas en la
compu de papu.

En realidad eran pornos normales, dos o tres chicos con un señor


más grande o varios chicos entre sí. Nada especial, salvo que uno de
los actores estaba ahí con nosotros. Yo conocía a muchos chicos que
habían filmado pornos, porque muchos trabajaban de prostiputos en
la calle conmigo. No era novedad para mí.
Lo único que le agregó un poco de morbo a la historia del chico, era
que su propio padre lo llevara a filmar porno y lo mirara mientras lo
filmaban cogiendo con otros.

En realidad no le parecía raro a él porque el padre llevaba putas a la


casa y también cogía delante de él y del hermano y cada tanto hacía
que la puta se enfiestara con él y con sus hijos.

104
La madre se había ido con otro tipo de la casa cuando el hermano y
él eran chicos de 5 y 7 años, así que se habían criado con el padre
solos.

Nada especial. Trabajando en la calle está lleno de chicos con


historias iguales o peores que esta.

El resto de la noche fue una hora más y la otra pareja se fue a la casa
del otro viejo a que el chico se lo cogiera un rato.

Yo me quedé con papu y lo ayudé a lavar los platos. Él lavaba y yo


secaba. Y cuando terminamos nos fuimos a la cama donde le chupé
la pija hasta que acabó en mi boca y después nos pusimos a dormir,
para levantarnos a la mañana y echarnos otro polvo como el de la
tarde. Quería que papi sintiera que le había compensado por lo que
gastó en mí en regalos.

Papi me garchó dos veces en menos de 24 horas se la re chupé y me


vio haciendo un show de sexo delante de él y un amigo suyo por un
poco más de una hora y pasamos la noche durmiendo cucharita. Y
encima lo dejé a él ser la cucharita mala, o sea, la cucharita de atrás.

El precio de las zapatillas Converse y el traje de baño, estaban ya


compensados por mí.

Si quería seguir cogiendo, yo todavía necesitaba un par de anteojos


de sol, un buen protector solar y algunas remeras más.

105
CAPÍTULO 9

EL PANA VENEZOLANO PROSTIPUTO Y SU NOVIA.

Entre los chicos que trabajábamos en la calle, en la Capital, un día


vino un chico venezolano. Muy lindo y simpático, con buena verga
que quería trabajar de prostiputo.

Como nos cayó bien a todos, no hicimos problema y lo dejamos


trabajar en nuestra zona. El venezolano era agradable, cuando podía
incluía a alguno de nosotros en un servicio y era un compañero
alegre para pasar la noche entre cliente y cliente. Y además estaba
muy bueno y, como ya dije, con una muy linda poronga.

Un día vino a la calle con su novia. Él tenía 20 años y tenía una


novia de 17 años. Como él no era de acá, estaba solo y a ella cuando
se puso de novia con él, los padres la echaron a patadas a la calle.

La cuestión es que los dos vivían en una pensión de mala muerte y


él trabajaba de prostiputo para pagar los gastos. Ella no trabajaba de
puta, ni podía trabajar de nada, porque era menor de edad. Hasta
que no cumpliera los 18, no la iban a tomar en ningún lado.

Era bueno trabajar combinados con el venezolano, porque trabajaba


muy bien, era tranquilo, no robaba a los clientes y se adaptaba muy
bien a las exigencias del que nos contratara.

Normalmente los clientes que piden combinados, suelen ser los más
reventados de todos. Son los que están tomando merca, fumando
porro, y alguno me ha tocado que se inyectaba para coger.

A mí nada me preocupaba mucho, y si me convidaban merca mejor.

Una noche viene el venezolano con la novia a trabajar. Cuando ella


venía se quedaba con nosotros mientras el novio iba con un cliente.

106
En eso pasa un cliente habitué y me hace señas a mí para que me
acerque.

Estaba con ganas de una fiesta con un par de chicos y una puta, me
pidió que eligiera a un chico que trabajara bien, que fuera bisexual y
que lo trajera para armar la fiesta.

Yo llamé al venezolano, en parte porque era un buen compañero de


trabajo y porque el que tuviera que trabajar para mantenerse a él y a
su novia medio como que me daba cierta ternura y ganas de
apoyarlos.

Nos subimos al auto del cliente y nos lleva a su casa. Cuando


llegamos él llama a una putita de internet y mientras tanto
esperando que llegara la chica, me pide que peine unas rayas de
merca para que vayamos tomando y poniéndonos en clima.

Preparo las rayas y le ofrezco tomar al venezolano, que se toma un


par, el cliente se tomó cuatro y yo me tomé otras cuatro. Como para
empezar a ponernos bien putitos zarpados.

Nos pusimos en pelotas los tres y comenzamos a franelear entre


nosotros. Yo me acosté en el piso y les pedí a los dos que se
arrodillaran alrededor mío y me dieran a mamar sus dos pijas que
estaban re morcillonas.

Le estaba chupando las dos pijas, cuando llegó la putita.

“Marianito, bajá a buscarla”, me dijo el cliente.

Yo me puse el jean y la remera y en patas bajé a buscar a la chica.

Era una morochita linda, delgada, que decía tener 19 años y con cara
de muy fiesterita. El cliente ya la había llamado antes y nos había
contado que le gustaba la verga más que el chocolate. Como a
nosotros, en realidad.

107
Subimos al departamento y nos sumamos al venezolano y al cliente
que estaban en un buen 69.

El cliente le paga por adelantado a la chica y nos sacamos todos la


ropa.

Aparecen los consoladores, los guantes descartables y parece que la


fiesta se empezaba a montar.

La pendeja era mucho más puta de lo que parecía, en realidad. Lo


primero que me pide es que me siente sobre su cara, con la verga
entre sus tetas, para que yo me pajée con sus pechos mientras ella
me chupaba el culo a mí. Me encantó la propuesta y un segundo
después tenía el agujero de mi culo de puto en la boca de la minita,
que me lo comía con muchas ganas.

Mientras tanto el venezolano le mamaba la pija al cliente y yo le


acariciaba el culo.

La minita todavía no había tomado merca.

“¿Querés que me ponga merk en el ojete, para que lo tenga más


rico?”, le ofrecí.

“Dale”, me dice, “pero primero acércame una raya larga para


tomar”.

Yo me paré, fui a dónde estaba la merca, me puse una buena raya


encima de la verga y me acerqué para que la tomara. Se la tomó y se
quedó esperando acostada a que yo volviera.

Me chupé el dedo y junté bastante merca en la punta. Me acerqué a


la minita, le mostré mi culo, me abrí las cachas con una mano y me
metí el dedo lleno de merca en el agujero.

108
Volví a cargar a mi dedo de merca y repetí la operación. Tenía
bastante merca en el culo, como para que ella la fuera buscando con
su lengua y sacándola.

El cliente que me vio hacerlo, le dijo que no. Que el que me iba a
mamar el culo iba a ser el venezolano.

Lo mandó a él a acostarse y yo me senté sobre su cara.

Le dijo a la minita que le pusiera merca a él sobre la pija y que me


pusiera a mí sobre la pija.

Se acercó con la verga llena de merca a mi cara y me la ofreció a


tomar. Agarró a la mina que me había puesto a mi merca sobre mi
pija, y le puso bastante merca sobre los pezones para tomarla él.

Luego la mandó a la puta a tomarse la merca de mi pija y a


chupármela y él me dio a chupar su pija merkeada a mí.

Estábamos todos en la gloria, especialmente yo. Me estaban


chupando el culo, la pija y a su vez me estaba mamando una pija. Y
súper colocado de merca, encima.

Al rato nos vamos todos al dormitorio y a mí me tocaba lamer el


culo del venezolano. Lo lubrico bien con mucha saliva, se lo
enmerquié bien, y le mandé un consolador adentro. Un consolador
bastante grande, por cierto. La minita se iba a ocupar de moverlo,
para que el chico sintiera que se lo estaban garchando.

Le hacía embestidas bien profundas. Eran como 30 centímetros que


le entraban y salían del culo a mi amigo.

Al venezolano al rato le empezó a caer leche de la verga, de lo


caliente y estimulado que estaba. A él lo calentaba mucho chupar los
culos de los amigos y la conchita de las minas. Creo que era lo que
más lo calentaba.

109
A mí el cliente me intentó coger, pero con todo lo que había tomado,
tenía las mismas posibilidades de cogerme que la minita que no
tenía pija.

Se frotaba la cabeza de la pija por la raya de mi culo, pero no


conseguía una erección ni a palos.

Como no podía cogerme con la pija, se calzó un guante y me


empezó a meter los dedos. Los untaba con merca y me los mandaba
adentro del culo, hasta que me pudo meter la mano entera.

Yo sentía como esa mano daba vueltas adentro de mi culo y como


apretaba mi próstata haciendo que tuviera una sensación de que un
pequeño río de leche salía de mi verga fláccida.

Era como una suerte de mini orgasmo interminable. Me salía un


líquido de la verga que no podía distinguir si era leche o meo. O una
mezcla de ambos. Pero la sensación era muy agradable.

La puta mirando lo que me salía de la pija acercó sus tetas y dejaba


que mi jugo la bañara. Estaba muy puta la yegua.

Seguimos así un rato, hasta que pasaron tres horas y el cliente se


quedó sin plata como para seguir sosteniendo la fiesta. Como era
temprano, todos necesitábamos hacernos un par más de clientes
como para poder bancar nuestros gastos, y por mucho que
estuviéramos gozando, no nos quedaba otra de volver a la calle.

Cuando salimos con el venezolano, decidimos caminar hasta la calle


en la que trabajábamos. En el camino me contó que la novia estaba
embarazada y que ambos habían decidido tener al pendejito.

Me pareció como una locura. ¿Qué le podían dar ellos a un hijo? No


tenían nada, ni casa, ni dinero, ni la más mínima posibilidad de criar
a un pendejo.

110
De todas maneras, me pareció muy bueno, aunque estúpido, de
parte de ellos el querer formar una familia.

No me imaginaba cómo iban a poder hacerlo, pero en fin, personas


con peores realidades, o casi, han logrado salir adelante.

Yo era el primero en enterarme de todos los amigos de ellos. No se


por qué, pero paré y le di un abrazo a mi amigo y le dije que contara
conmigo en lo que lo pudiera ayudar.

De corazón yo los quería ayudar. Lo que pasa es que no tenía casi


recursos. Y lo que ellos necesitaban, era apoyo financiero como para
poder alquilar un departamento de un ambiente para vivir y para
comprar los pañales y remedios que seguramente iban a necesitar
para el crío.

A ella la estaban atendiendo en un hospital, pero les costaba trabajo


cumplir con todas las indicaciones de los médicos, porque no tenían
todo el dinero necesario como para poder comprar todo.

Con lo que él había ganado recién, iban a poder pagar la pensión,


pero todavía tenía que hacerse algún cliente más para poder comer.
Siendo que ella estaba embarazada, la comida era muy importante.

Cuando llegamos él me pidió que no le contara a los demás que


estaban esperando un hijo. Por el momento prefería mantenerlo
entre nosotros.

Al rato pasó un auto que me llamó y yo le dije al cliente que no


podía porque estaba esperando a un cliente que me había reservado,
pero que tenía a un chico excelente para recomendarle. Que si lo
llevaba y no le gustaba, que cuando volviera yo ya iba a estar libre y
que iba a ir con el gratis para compensarle lo que le hubiera pagado
al otro.

111
Medio como extrañado me dijo que sí y yo llamé al venezolano que
se subió contento al auto con el cliente.

Mientras él iba a trabajar, nos quedamos dos chicos con la novia.

“Los invito a comer una porción de pizza, mientras esperamos que


vuelvan los otros”, les dije.

El chico me dijo que no, que él quería quedarse porque necesitaba


trabajar.

Entonces yo le dije a la novia del pana, que por qué no venía ella,
que si no se iba a quedar sola cuando se lo levantaran al otro. De
paso comíamos algo. Que no se preocupara que yo la invitaba.

Nos fuimos juntos a una pizzería a un par de cuadras y nos


comimos dos porciones de pizza cada uno con dos Cocas Colas.

Al terminar volvimos a la esquina y a los diez minutos volvió el


venezolano con el cliente.

Yo me acerqué al auto y cuando se bajó el vene, le pregunté al


cliente cómo le había ido. Yo estaba dispuesto a cumplir y si me
decía que no le había gustado, irme gratis con él.

Pero me dijo que todo había ido fantástico y que lo había pasado
muy bien con el chico nuevo. Me alegré y le dije que cuando
quisiera, lo volviera a buscar a él, o a mí, o a los dos juntos.

Prometió volver pronto, esta vez por los dos. Le aseguré que le
podíamos hacer un muy buen show.

Volví con mis amigos. “Estuviste muy bien”, le dije, “quedó muy
contento. Me dijo que la semana que viene vuelve para llevarnos a
los dos juntos a una fiesta”.

El venezolano me miró y me dijo : “Gracias, pelotudo”.

112
No hacía falta decir más. Si iba a ser tío, quería que mi sobrino
estuviera lo mejor posible.

Ellos se fueron, porque ya que ella ya había comido, la preocupación


era guardar la plata por si necesitaban comprar algo para el
embarazo.

Al rato pasó un cliente nuevo y me llevó a mí. De esa manera


recuperé el servicio que le había cedido al venezolano.

113
CAPÍTULO 10

CAGAME EN EL PECHITO Y DÁMELA DE COMER

Una tarde decidí que lo mejor era, ya que estaba al pedo, irme a
trabajar. Cuando es temprano, lo mejor para trabajar algo es ir a uno
de los cines porno.

Me encamino a uno y entro a ver qué tal estaba el ambiente.

Poco movimiento, pero había algo de clientes dando vuelta.

En eso se me acerca un flaco, alto, que yo no conocía.

“¿Qué hacés?”, me preguntó. “¿Con ganas de hacer algo?”, me dijo.

“Si hay plata, hacemos lo que a vos te guste”, le contesté.

“Me gustan cosas especiales a mí”, me contestó.

“No hay problemas. Yo ya hice de todo. Nada me asusta a esta


altura”.

“Bueno”, me dice el cliente. “¿Cuánto me cobrás por ir a un telo,


cagarme en el pecho y dárme a comer tu mierda?”

“$600 la hora”, contesté secamente. “¿Es con merca el servicio?”.


Pregunté esto, porque a los que les gustan las cosas de este tipo, les
suelen gustar las drogas.

“Sí”, contestó. “¿Te gusta a vos tomar merca?”

“A full me prendo”, le aseguré.

Salimos del cine y fuimos a un telo cercano. A unas 10 cuadras del


cine.

Cuando llegamos al telo, tomamos una habitación y subimos.

114
Al entrar el cliente me pidió que apagara mi celular, para que nadie
molestara.

Fue a la ventana y bajó la persiana completamente y apagó las luces.

“Todo bien, pero no se ve un carajo. No me puedo ni poner en


pelotas así… Voy a prender la luz del baño y dejo entreabierta la
puerta, porque si no no tengo ni idea de dónde echarte el cago”.

Hice eso, me desnudé y me subí a la cama.

El cliente estaba ya acostado en el medio y con una remera puesta.

Había dejado unas cuantas rayas de merca sobre la mesa de luz.

“¿Me puedo tomar un par de rayitas?”, le pregunté.

“Sí, pero no te la tomes toda”, me dijo.

“¿Querés el cago sobre la remera?”.

“No, cuando lo vayas a hacer me avisás y yo me la saco”.

Para mis adentros pensé que debería haberle cobrado más. Era un
loco importante el tipo este.

Me tomé en realidad cuatro rayas, porque aspiré de a dos juntas, me


subí a la cama y me puse en cuclillas encima de su pecho, mirando a
sus pies como me dijo. Se ve que quería una visión de mi culo
abierto mientras lo cagaba. Aunque con la luz que había, mucho no
iba a poder ver.

A los pocos segundos le avisé que ya lo iba a cagar y entré a tirar un


grupo de soretes sobre su pecho.

Cuando acabé me acosté a su lado y le pregunté si quería que jugara


con la mierda y se la diera a comer.

115
“Dale”, me dijo, “pero antes dame a tomar merca en la tarjeta que
dejé allí”.

Le subí cuatro rayas a la tarjeta, y se las hice tomar.

Me acosté en la cama a su lado, le apoyé la mano en el pecho y le


entré a refregar mi mierda. Jugué un rato con eso y le iba dando con
mis dedos mierda a comer.

El flaco me comía la mierda de la mano, me chupaba los dedos y


mientras se hacía la paja.

Estuvimos así unos minutos, hasta que se sacó la leche.

Cuando acabó ya no quiso seguir tomando.

“¿Vas a querer que te coja?”

“No, listo, con esto ya está bien”, me contestó.

“¿Me puedo ir a lavar?”

“Sí, andá y podés vestirte”.

Yo me levanté y fui al baño a lavarme el culo y las manos. Me gasté


casi uno de los jabones del telo lavándome. Cuando fui a la
habitación, el tipo fue para el baño.

Todo esto con la habitación en penumbras.

Había dejado un poco de merca sobre la mesa de luz, que asumí que
era para mí. Y si no era, que se jodiera. Me la tomé igual.

Me dieron ganas de mear y fui al baño mientras él se estaba


bañando.

Ahí lo vi desnudo. El pecho del tipo estaba todo quemado. Se ve que


se había quemado de chico con algo. Le faltaba una teta, flor de

116
quemadura se había hecho.

No dije nada y salí del baño.

A mí que estuviera quemado, la verdad que no me jodía para nada,


pobre flaco. Bastante que tuviera ganas de hacerse una paja con un
taxiboy.

Él vio que yo lo había visto. Pero yo no le pregunté nada.

Cuando salió del baño me hice bien el boludo y no le dije nada.

“¿Estuvo bien? ¿Esto era lo que querías?”, le pregunté, porque el


servicio había sido como demasiado cortito. No había pasado media
hora desde que habíamos entrado al telo.

“Sí, sí, estuvo perfecto. Dame tu teléfono por si te llamo otro día
para hacer lo mismo”.

Le di mi celular y le comenté que si él quería, podía venir la


próxima vez con algún amigo de confianza y podíamos cagarlo los
dos juntos sin problema.

Mario o el venezolano, seguro que se prendían con gusto. Un


servicio rápido, bien pagado y con merca, siempre lo agradecíamos.

“Yo te llamo y te aviso. Gracias”, me contestó.

Como que le daba un poco de vergüenza el que yo lo hubiera visto.


Pero lo traté con mucha naturalidad, para que se diera cuenta de
que a mí no me molestaba para nada.

Cuando estábamos por salir vi que todavía quedaba merca sobre la


mesa de luz.

“Si no te jode, me voy a tomar la merca que dejamos, porque así no


dejamos restos a las mucamas”, le dije.

117
“Tomate lo que quieras”.

Yo me aspiré la merca y le pasé la cabeza de la pija a la merca que


quedaba en la mesita de luz. Tener la cabeza llena de merca era algo que
Mario me iba a agradecer, jajaja…

Volví a la calle y me encontré con Mario. Íbamos a ir a comer una


hamburguesa al Mc. Cuando entramos le dije que me acompañara a
lavarme las manos. En el baño me metí en uno de los inodoros y le
dije que entrara, pelé la pija y le dije : “Chupala que tiene premio”.

Se la metió en la boca y la encontró llena de merca. Me la re chupó.

Cuando la limpió se paró y salió. Yo me cerré la bragueta y salí


detrás de él.

Un tipo nos miró como preguntando si éramos putos, pero


habíamos ido a comer, no a levantar.

En todo caso que se sentara cerca nuestro y que nos abordara


cuando termináramos de comer.

Al que le eché el cago fue un buen cliente, porque me volvió a


llamar la semana siguiente y fuimos con Mario a su casa.

No nos hizo cagarlo encima, sino que puso una bolsa de plástico en
el bidet y nos dijo que cagáramos sobre la bolsa, uno detrás del otro.
Le dejamos una montaña de soretes para que pudiera jugar solito,
tomamos merca y le dejamos una botella llena de nuestro meo,
porque también le gustaba tomarlo.

Fue gracioso porque el boludo de Mario le dijo : “Tengo unos


buenos pedos. ¿Querés que te eche algunos en la cara?” y el tipo le
dijo que sí.

Así que Mario y yo antes de cagar nos pedorreamos en la cara del


cliente. Hundió su nariz en las rayas de nuestro culo y le tiramos
unos pedos en la cara.
118
Si a él eso lo excitaba y gustaba, nosotros no somos quién para
juzgarlo.

A los clientes no se los juzga.

A lo sumo, no se les presta servicio.

Pero no somos los taxiboys los que tenemos que decirle a los clientes
lo que está bien o está mal, lo correcto o lo incorrecto.

Mientras a mí no me enferme y no me duela, por mí que hagan lo


que quieran.

Lo único con lo que no tranzo, es cuando el cliente quiere pagarle a


un menor para coger. Eso es algo que a veces pasa, que te llevan y te
dicen de hacer una fiesta con un nene de 10 años, por ejemplo.

En esa no me prendo. De adolescentes para arriba acepto. Y que yo


me de cuenta de que el flaco se mete sabiendo lo que hace y porque
se le da la gana. Puede tener 16 o 17 años, pero tiene que tener pelos
en la verga y no ser un pelotudito.

Muchos de los chicos que están trabajando en la calle, la mayoría,


comenzaron a prostituirse a los 15 años. Sabían lo que hacían y
necesitaban hacerlo porque se cagaban de hambre.

No somos nenes inocentes a esa edad muchos de nosotros aunque la


ley diga lo contrario. Si el chico necesita trabajar para poder comer,
esa es la única opción que tiene para ganar dinero rápido.

No voy a ser yo el que le cague la posibilidad de trabajo y de comer.


En todo caso, me voy yo, pero no me meto en la decisión del chico.

Si llegó hasta ahí, él sabe por qué lo hace y yo no juzgo a nadie.

Y no es que no me importen los demás, pero no me considero con


derecho a juzgar a los demás.

119
CAPÍTULO 11

PASÁ, DESNUDATE, PARALA.

Una tarde me llama un cliente, porque un amigo le había dado mi


teléfono.

Me cita a su casa a la tarde, por la zona del Abasto.

Toco el timbre a la hora que me había dicho y me abre la puerta un


flaco de unos cuarenta años.

“Hola, soy Mariano”, lo saludé.

Me miró como si fuera el ser más despreciable que había visto en su


vida.
Sólo me dijo un “¡pasá!”

A la casa se entraba por el garaje, pero él ahí tenía como una especie
de galpón en el que guardaba cosas, con un desorden considerable.

Pasamos a lo que era su cocina. Había además de las cosas típicas de


una cocina una mesa con cuatro sillas.

Él estaba tomando algo que parecía un vino berreta y se sentó a la


mesa.

Por todos lados había como siete gatos.

“Desnudate”, me dijo. La segunda palabra.

“Te pido que primero me pagues. Son $600”.

“¿Te tengo que pagar primero?”, preguntó de mal modo.

“Es un servicio, una vez que te lo presto si no me pagás… no me va


a gustar nada eso”, le expliqué dándole a entender que si no me
pagaba lo iba a cagar a trompadas mal.
120
Me dio el dinero, volvió a sentarse y me dijo.

“¿Qué esperás para desnudarte?”, con tono de soy tu jefe y me tenés que
obedecer.

Ya me estaba rompiendo un poco las bolas el tonito.

Me puse en pelotas y me quedé parado al lado de la mesa.

Él tomaba algo y ni me miraba.

¿Para qué carajo me habrá llamado este pelotudo, si no me va a


mirar siquiera?, pensaba yo…

“Parala”, gruñó.

Yo me agarré la pija y la entré a acogotar.

Estaba desnudo, en patas sobre un piso de mosaicos fríos, era ya un


día de otoño frío, estaba en una cocina adentro de una casa de
mierda con uno de los tipos más desagradables del universo, y
encima rodeado de unos gatos de mierda que saltaban alrededor de
la mesa y mío, mirando más atentos ellos mi paja que el forro del
cliente.

Como a los 10 minutos mi pija no respondía. El tipo ni me miraba y


yo me sentía un desgraciado, ahí parado tratando de parar mi pija y
con un cliente que parecía que me odiaba.

Además pensaba que me iba a tener que coger a este pelotudo


desagradable, con un culo chato y huesudo horrible… De solo
imaginar que me iba a tener que quedar un rato largo más, que
todavía me lo iba a tener que coger, que encima lo iba a tener que
tocar, y que todo iba a ser en esa cocina fría y llena de gatos, me
sentía el prostiputo más desgraciado del mundo.

¿Qué mierda estoy yo haciendo a esta hora, en esta casa, con este

121
forro hijo de mil putas desagradable?, pensaba yo.

En una de esas el tipo me mira y me dice recriminándome : “Yo


estoy pagando por un taxiboy con una buena erección, para que me
haga el culo por lo menos una hora, y a vos no se te para la pija y
hace como 10 minutos que estás ahí parado”.

Las ganas de cagarlo a trompadas que yo tenía, pocas veces la he


sentido.

Me senté en una silla, agarré las medias y me las puse, me puse el


calzoncillo, me puse la remera, el jean, las zapatillas, agarré la
campera, tomé los $600 que me había pagado, saqué 300 y se los tiré
en la cara.

“Abrime la puerta que me voy, Y agradeceme dos cosas. Una, que te


devuelva $300 y la segunda que no te agarre a vos y abra la puerta
usándote para romperla. Sos un pelotudo incogible. No te garcho ni
que me pagues un millón de dólares, forro de mierda
desagradable”.

Se dio cuenta de que si me llegaba a decir algo, se iba a comer una


piña.

Se paró y fue para la puerta a abrirla.

Me fui sin siquiera mirarlo.

Fue el cliente más desagradable que me tocó en mi vida de


prostiputo. Al punto, de que fue el único con el que no se me paró la
pija y no lo pude atender.

Por buen profesional que se sea, los prostiputos necesitamos que se


nos pare la pija y eso es algo que no siempre se logra en este
negocio. Un cliente mío dice que la prostitución es como la cocina.
Un buen cocinero, sólo se complemente con un buen comensal. Si el
que va a comer no sabe comer, no va a apreciar la comida.
122
CAPÍTULO 12

LA “SEÑORA” Y SU PAREJA LLAMAN A PROSTIPUTOS DE


LOS QUE SE ENAMORAN.

Un amigo también prostiputo, Ariel, me llama una tarde, medio


desesperado para pedirme un favor.

“Marian, te necesito”, me dice. “Hace unos días en el supermercado


me levanté a un viejo puto que vive a la vuelta de casa y me lo
quiero gatear. El tema es que el viejo vive con su expareja en un
departamento muy grande en Libertador y Callao y me invitó a
comer, pero me dijo que lleve a un amigo para su amigo. Tenés que
venir conmigo”.

“Disculpame, no entendí bien. ¿El señor que te estás levantando es


un cliente o es un viejo del que vos pretendés vivir?”, inquirí
curioso.

“Es un viejo muy paquete, al que le gusté y me quiso levantar y


como tiene plata, yo le dejé hacerlo. Pero tengo que ir a la casa y
necesito a un amigo para presentarle al ex. Por eso pensé en vos”.

“Todo bien Ari, pero yo no entiendo de qué la voy en esta. Él tipo no


va a pagar por mi tiempo, ¿por qué tengo que ir yo a esa comida a
una hora en la que normalmente estoy trabajando?”

“Dale, haceme la gamba. Quién te dice no te lo termines gateando


vos al otro viejo. Es pintor, un artista, tienen departamento en
Miami, viajan todo el tiempo. Te va a gustar, dale… vení… Sos mi
amigo…”.

“¿A qué hora y dónde querés que esté?”

“Venite a casa a las ocho y media. Ellos están a la vuelta”. Mi amigo


tenía un muy simpático departamento de un ambiente en la calle

123
Posadas y ahí a veces llevábamos a los clientes cuando atendíamos
un combinado.

A las ocho y media llegué a la casa y mi amigo ya estaba listo para


ir. El boludo estaba todo nervioso. “¿Qué te pasa? No me vas a decir
que levantarte a un viejo choto te pone nervioso a vos a esta altura.
Debés haberte cogido a mil viejos como este”.

“Sí, pero este quiero que se enamore de mí”.

“¿Qué onda el papi? ¿Quiere que lo cojas o te quiere coger él a vos?”

“Me dijo que es activo”.

“O sea que a mí me toca el viejito pasivo…”

“No seas malo Marian, en una de esas vos también le sacás algo de
plata al otro”.

“No es lo mío eso. Yo prefiero cobrarles y hacer con la plata lo que


se me cante el orto. No me gusta eso de tener que hacerle en
noviecito las 24 horas del día, para que después le tenga que pedir
por favor que me compre un auto, jajaja…”

Fuimos para la casa. Un edificio antiguo y muy señorial.

Cuando llegamos yo ya sabía que el viejo que se llamaba Carlos era


el de Ariel y que el que se llamaba Álvaro iba a ser el mío.

Entramos y Carlos me mete un beso en la boca y Álvaro también. Lo


miré a Ariel como diciéndole muy claramente que esto no formaba
parte del trato. No besos si no hay plata, es la ley número uno de la
prostitución. Los besos se compran, cuando no son por amor. Y sin
excepciones.

“Es una costumbre de ellos de Estados Unidos, todos se saludan con


un beso en la boca”, me susurra Ariel al oído.

124
“Andá a cagar”, le contesto yo con una sonrisa susurrada.

Pasamos a la casa y el viejo de Ariel comienza a actuar de anfitrión,


mostrándonos la casa, hablando, hablando y hablando.

Por su parte Álvaro no decía nada. Sólo miraba con una sonrisa.
Creo que era consciente de lo ridículo de su amigo, queriendo
impresionar con dinero a dos chicos.

Vamos a la mesa, después de haber conocido la casa, los dormitorios


de ambos, los cuadros que pintaba Álvaro, y nos entran a servir la
comida.

La charla típica de dos viejos putos con guita. Que viajamos a tal
lado, que somos amigos de Fulano y Zutano, que tenemos casa en
Miami, que bla, bla, bla. Aburridísima toda la charla.

Ariel se desvivía por ser simpático y halagar al viejo en su absurda


demostración de riqueza. Que platos de Limoge, que vidrios
Lalique, bla, bla, bla… Que una foto con la princesa von Karajos, y
cosas por el estilo que a mí me chupaban todas un huevo.

En un momento Ariel y Carlos se van a la cocina. Álvaro y yo nos


quedamos solos en la mesa.

“¿Estuvieron en pareja mucho tiempo?”, le pregunté.

“Unos 25 años”, me dice.

“¿Cómo hiciste para no asesinarlo en todo ese tiempo?”, pregunté


entre asombrado y cómplice.

Álvaro lanzó una carcajada. Ya me caía mejor.

“Me mostrás tu cuarto de nuevo”, le pedí.

“Claro, vamos”, me dijo.

125
Entramos a su cuarto y yo lo abracé y le di un beso en la boca, pero
esta vez con toda la lengua, como debe ser y apoyando mi pelvis
contra la de él, como para que notara que yo tenía una incipiente
erección.

Ya se, no hace falta que me lo digan. Soy una arrastrada cualquiera.

Pero el contraste entre este señor recatado y normal y la vieja


maricona con la que tenía que lidiar Ariel, me calentó. Me lo quería
coger. Desde luego, eso no iba a pasar allí, porque si nosotros nos
metíamos a coger y Carlos y Ariel no cogían, a Carlos le iba a
agarrar un ataque de concha y a Ariel le iba a dar un infarto.

Le di mi teléfono a Álvaro y le dije que me llamara cuando quisiera,


si quería que nos viéramos.

“Te llamo para ir a comer esta semana”, me dijo.

“Cuando vos quieras”, contesté con mi sonrisa más de putito


virginal posible.

La comida siguió en el tono insoportable que Carlos le imponía.

Álvaro y yo casi no hablamos y Carlos acaparaba la atención


mientras Ari revoloteaba alrededor de él.

Cuando nos fuimos, Ari me preguntó cómo lo había visto y cómo lo


había pasado.

“Mirá, Carlos es insoportable. No se cómo vas a poder gatearlo. Te


vas a morir vos antes que él. Y lo pasé fatal. Tratá de no volver a
involucrarme, porque para mí fue una pérdida total de tiempo,
sumado a que fue una de las comidas más aburridas de mi vida.
Prefiero toda mi vida ir sólo a comer una hamburguesa al Mc antes
de volver a comer con estos tipos”.

126
Le di un beso en la puerta de su casa, y me fui a ver si podía trabajar
un poco en la calle.

A la semana me llama Álvaro para invitarme a comer a un


restaurante de San Telmo.

Me pasa a buscar por mi casa y vamos a comer.

Lo pasé bien, charlamos, todo tranquilo. Cuando terminó la comida


me llevó a casa y lo invité a subir. Me dijo que no podía porque al
día siguiente se levantaba temprano.

Medio me decepcionó, pero tampoco me importaba mucho el


vínculo, dado que Álvaro venía en el combo con Carlos.

A los dos días me llama para vernos. Le digo que venga a casa, que
esta vez lo invitaba yo a comer.

A la hora indicada llegó Álvaro. Me trajo de regalo un cuadro de él.


Lindo. Yo había preparado un pollo al horno y de entrada había
comprado dos empanadas de choclo que a mí me gustaban mucho
para cada uno. De postre helado.

Cuando terminó la comida nos sentamos en el living a tomar café.


Charlamos un ratito y le dije : “¿Te querés quedar a pasar la noche
conmigo?”.

Me dijo que sí y fuimos al dormitorio.

Debo reconocer que Álvaro para los 68 años que me dijo que tenía,
estaba en muy buena forma. Alto, con buen cuerpo, muy bronceado,
lindo.

Resultó que pese a lo que había dicho Carlos, el activo era Álvaro.

Le chupé la pija con lo mejor de mi técnica y lo dejé cogerme en un


par de posiciones. Lo besé mucho, lo franeleé y lo hice sentir un

127
gran macho cogedor, que es lo que todo tipo grande quiere sentir
cuando se coge a un pendejo al que triplica, o cuadriplica casi, en
edad.

A Ari no le había contado nada de la salida anterior, ni del


encuentro que íbamos a tener ese día, y Álvaro me dijo que él
tampoco le había contado a Carlos.

Estuvimos cogiendo un par de tardes más con Álvaro en casa, cosa


que a mí me venía bien porque no afectaba mis horarios nocturnos
de trabajo eso. Yo siempre lo hacía sentir el mejor macho de la
galaxia. No era malo, pero tampoco era para tanto. Estaba bien.
Punto.

A las dos semanas Álvaro viene a casa a tomar algo y me dice que se
tiene que ir 15 días a Miami. Yo no digo nada, porque la realidad era
que me chupaba un huevo. Se podía ir un año a la China, que me
daba lo mismo. Era agradable, pero tampoco yo sentía que lo
necesitaba para nada.

No me había dado nada, salvo el cuadro y un perfume que me había


regalado. El cuadro era lindo, pero no lo necesitaba y el perfume me
lo podía comprar yo sin tener que darle el culo ni bancarme su leche
en mi boquita.

“¿Querés venir conmigo a Miami?”, me preguntó.

Me tomó de sorpresa, debo reconocerlo.

“Me encantaría Álvaro, pero no tengo guita para bancar el viaje y la


estadía”.

“No tenés que pagar nada. Yo te invito”.

“Todo bien Álvaro, te lo agradezco mucho, pero yo no quiero ni que


sospeches que te quiero vivir. Yo no hago eso. Mis gastos los pago
con mi trabajo y con mi dinero”.
128
“Nunca me contaste cuál era tu trabajo”, me dijo.

“Soy escort”, confesé. “No te lo dije porque pensé que si te lo decía


te ibas a hacer una idea de mí por un preconcepto que suele haber
con la prostitución. Quería que me conocieras. Y además porque me
gustaste y quería salir con vos, aunque supiera que en el mediano
plazo no iba a ser posible sostener la relación, por mi trabajo”.

“Mirá Mariano, a mí no me importa lo que hagas. De hecho Carlos y


yo consumimos habitualmente escorts y muchos son chicos que lo
hacen para pagarse sus estudios y son muy agradables. Si a vos te
resulta bien ese trabajo, es un tema que yo te respeto y no tiene nada
que ver en lo que yo pueda pensar de vos. Vos también me gustás y
para mí invitarte es una alegría. La idea de viajar con vos, de
compartir eso con vos, me resulta muy atractiva, muy feliz. Yo te
invito, y es lógico que vos no puedas bancar el viaje como viajo yo.
La diferencia de edad implica que o yo te banco a vos, para que vos
puedas vivir mi vida, o me convierto en un viejo idiota que va a
comer hamburguesas a McDonald’s o a Subway. No lo tomes como
que me vivís, sino como una invitación de un amigo. Por otro lado,
para mí invitarte no implica ningún sacrificio de nada. Y para mí
sería muy lindo que viajáramos juntos a un lugar que a mí me gusta
y que me gustaría mucho compartir con vos”.

“Sabés que sos divino”, le dije mientras le comía la boca a besos.


“¿No sospechaste que yo trabajaba de escort?, decime la verdad”.

“No, la realidad es que no lo pensé. Me llamó la atención que no me


contaras nada de tu trabajo y pensé que por algún motivo no me lo
decías, pero que en algún momento me iba a enterar”.

“¿Me vas a decir que ni cuando te chupé la pija con una técnica y
maestría inigualables no sospechaste que era un profesional del
sexo?”, pregunté mientras me reía.

129
“Me parece que te la voy a tener que chupar de nuevo, como para
que te des cuenta de que no es una chupada estándar la mía”,
aseguré. Lo tomé de la mano y lo arrastré a mi dormitorio para darle
el mejor sexo de su vida.

A los pocos días estábamos volando juntos a Miami, ante la sorpresa


de Ariel que no había conseguido de Carlos ni que le comprara una
bombita de luz. Y debo reconocer que para mi propia sorpresa
también, porque jamás cuando fui a esa comida, pensé que un poco
más de un mes después me iba a estar yendo a Miami con mi nuevo
papito.

Lo pasamos bárbaro en Miami, me presentó a sus amigos, que por


cierto ninguno me besó en los labios. Salimos, me compró un
montón de regalos y un par de días llamamos a unos escorts para
hacer unas camas abiertas divertidas. Desde luego yo no tengo
ningún reparo en las parejas gay con cama abierta, por más que no
fuéramos técnicamente una pareja Álvaro y yo.

Estuvo bien, fue una suerte de romance de 6 meses que tuvimos.


Viajamos en otra ocasión a Río de Janeiro juntos también e hicimos
unas lindas fiestas con unos garotos de programa allá.

En el largo plazo, era una pareja imposible la nuestra y los dos lo


sabíamos.

No obstante me quedó un lindo recuerdo, mucho cariño y muchas


cosas lindas que me regaló Álvaro.

Pocos años después me enteré que había muerto de un infarto. Lo


lamenté mucho y de haberme enterado a tiempo, me hubiera
gustado asistir a su velorio. Despedirnos me hubiera gustado.
Decirle al menos con una mirada que le tenía mucho cariño y que
había sido un hombre especial en mi vida.

Fue un buen amante, y yo jamás lo consideré un cliente.


130
CAPÍTULO 13

SÓLO TE QUIERO MIRAR

Que los artistas son todos medio raros, no es una noticia nueva que
les vaya a dar yo.

Una noche estaba yo trabajando en la calle y había un tipo que solía


tener una mesa en un bar de Santa Fé y Uriburu con varios
prostiputos. Este señor tenía clientes que buscaban chicos escorts, lo
llamaban a él para que les mandara a alguno o pasaban por el bar y
se iban con uno de los chicos de la mesa.

Yo lo conocía, pero no era de los que habitualmente se sentaban a su


mesa esperando que lo llamara algún cliente. Siempre preferí ser
free lance.

Él tenía mi teléfono y, cuando tenía un pedido de un cliente como


para mí y no como para sus chicos, me llamaba.

Yo solía estar en la zona trabajando, así que me iba al bar y allí me


pasaba a buscar el cliente. A veces un cliente pedía a varios chicos e
íbamos en manada a coger. A mí me gustaba la independencia,
aunque reconozco que conmigo siempre se comportó muy
correctamente. Claro que yo también siempre le respeté a sus
clientes y cuando uno me pedía el teléfono, yo le decía que lo
llamara a él al bar y que él me mandaba a mí a su casa.

Una noche me llama y me dice que vaya al bar a verlo, que tenía un
buen cliente para mí.

Llego al bar, me siento a su mesa en la que había cuatro chicos


sentados y me explica cómo era el servicio que pedía este cliente.

El tipo era un artista plástico, pintor y escultor, y le había pedido un


chico de mis características físicas para pasar la noche.

131
“¿Le gusta algo en especial?”, pregunté porque no entendía por qué
no le mandaba a uno de los chicos que estaban allí con él.

“En realidad no creo que te quiera para coger”, me dijo medio


riendo. “Es un tipo muy especial. Cuando le mando un chico, me
pide que tenga cara de inocente y cuerpo marcado, pero que no sea
patova. Algo así como vos”, me aclara. “El servicio no es fácil,
porque lo que el tipo hace es hacerte subir a un pedestal, te acomoda
arriba, y vos durante la noche le hacés las veces de estatua”.

“¿Sin coger?”, pregunto.

“Sin coger”, me afirma. “Lo complicado es que te tenés que quedar


quieto toda la noche sin moverte ni hablar”.

“Ah, pavada de neurótico tu cliente”, le digo. “¿Es gay?”

“Supongo que sí”, me contesta, “pero eso a vos y a mí nos importa


un carajo. Ni se te ocurra preguntarle nada de nada. Solo vas,
calladito y hacés lo que él te diga que hagas, porque para eso paga.
No quiere conversar con vos y le importa un carajo lo que vos
tengas para decir o le quieras saber de él. Si te dice que saltes,
preguntale cuán alto, no por qué”.

“Vas a cobrar $6.000 por ir de las 10,30 horas de la noche a las 6 de la


mañana. Él te va a dar a vos $9.000. De esos $3.000 son para mí y
$6.000 son para vos. ¿Te interesa?”.

“Supongo que sí. ¿Qué tan difícil puede ser quedarse parado unas
horas?”

“Es más lo aburrido que lo complicado. Antes de ir tomate una


Gatorade. Para no acalambrarte”, aclara.

“Bueno, si hay esa guita, contá conmigo y quédate tranca que me


chupa los huevos lo que el tipo ese sea y haga”, contesté decidido.
132
Era verano y el trabajo no sobraba nunca durante enero en Buenos
Aires.

A la media hora, me dice que me tome un taxi y que vaya a la casa


del hombre este. Me pasa la dirección de un edificio muy señorial de
la zona de Recoleta y allí me mando yo. El cliente era el “señor
Federico” para mí. Todo lo que necesitaba saber de él. De pasada
por un kiosco recordé la instrucción que me había dado, compre una
Gatorade verde y me la tomé entera.

Cuando llego pregunto por el señor Federico y me hace pasar una


mucama, me ofrece algo de tomar y a los dos minutos aparece el
señor de la casa. Era un tipo al que yo había ya visto varias veces
por televisión. Pelo teñido de rubio platinado y peinado como con
una suerte de revuelto muy artificial. Onda Trump, pero más putón,
si es que eso es posible.

Me saluda cordialmente y me ordena que pase al centro del living y


me quite toda la ropa.

Como toda no acepta gradación, me pongo totalmente en bolas y él


entra a caminar alrededor mío.

El que los clientes me miren desnudo, es parte habitual de mi


profesión, así que eso no me molestó ni me llamó la atención.

“Subite a esta plataforma”, me dice señalándome una circunferencia


de más o menos un metro veinte de diámetro con una superficie de
un color rojo oscuro y de una altura como de un poco menos que la
un tercio de una mesa de comedor. Digamos unos 25 centímetros de
alta.

Me subo y me empieza a dirigir. Girá un poco para acá, no tanto,


poné el pie derecho acá, llevá el pie izquierdo para atrás, apóyalo en
la punta del pie, levantá el brazo derecho así y un montón más de
indicaciones sobre cómo ponerme sobre la plataforma.
133
Cuando me instaló, empezó a colocar unos focos que me
alumbraban, uno desde el piso, dos de las paredes y uno desde el
techo. Había cuatro focos apuntándome, más la luz general del
ambiente.

“Acordate de esta posición”, me dice, “y bajá que te tengo que


preparar”.

Me dice que vaya al baño en ese momento, porque después


pretende que me quede varias horas allí sin moverme. Cuando
vuelvo de echarme el meo de la Gatorade, me hace sentar en una
silla y comienza a peinarme. Me entra a poner unos ruleros, me tira
spray de pelo en la cabeza y me empieza a secar con un secador la
cabeza.

Cuando me queda el pelo seco, me saca los ruleros y camina


alrededor de la silla en la que estoy sentado. Me cepilla el pelo y
acomoda los rulos que me había hecho.

Conforme con cómo me había quedado me hace parar.

Toma un cepillito y me entra a peinar los pelos de la verga. A estos


también les echa spray de pelo y los emprolija con una tijerita y el
cepillo mientras los va secando con el secador.

“Ahora parate acá”, me ordena señalándome un lugar del living.

Toma una botellita y me entra a rociar todo el cuerpo.

“¿Qué es esto?”. Pregunto un poco asustado.

“Vaselina muy líquida junto con alcohol”. Luego de rociarme, me


pasa su mano, suave, como moldeando los músculos de mi cuerpo,
de mis brazos, de mis gambas, del culo que me aprieta ligeramente
como para ver cuán duro lo tengo, mis pies. No es una caricia, es
como la mano del escultor que la pasa por su obra para detectar

134
alguna imperfección, o para maravillarse con su maestría en el
manejo del cincel. No lo se definir, pero me tocaba solo con las
yemas de sus dedos, nunca con toda la mano. No eran caricias,
estaba evaluando mi piel y la forma de mis músculos.

Así estamos un ratito. Va del pelo a los pies tocando, mirando


detenidamente, agregando vaselina o quitando un exceso con unos
pañuelos de papel.

Finalmente me ordena subir a la tarima en la misma posición que


me había marcado anteriormente.

Vi en un reloj de su casa que ya eran casi las doce de la noche,


faltaban varias horas para terminar el servicio. Debía quedarme con
él hasta las 6 de la mañana.

Cuando me subo me pone en la posición que debía estar, acomoda


bien los focos que me apuntan y se retira como para admirar su
obra. O sea, la de mis viejos, en realidad.

“Entreabrí un poco la boca”, me ordena. “No tanto”. “Así”.

“Mirá al ángulo de la pared con el techo, como si miraras


ligeramente hacia arriba”, sigue.

“El brazo derecho un poco más alta la mano, como si fueras a


agarrar una fruta de un árbol, abierta para arriba y con el brazo un
poco más flexionado cerca del cuerpo”.

“La mano izquierda para atrás, con el codo flexionado. Que te quede
la mano entreabierta a la altura de la cintura”. “Eso, así. Bien”.

“Incliná un poco el torso para adelante. No mucho, apenas, como si


fueras a correr un poco”. “Ahí, lindo”.

“La pierna derecha como dando un paso para adelante, como


avanzando con una estocada de esgrima”. “¿Nunca viste el Zorro?”

135
“Eso, así”.

La pierna izquierda para atrás, un poco flexionada y apoyá el pie


solo en los dedos”. “En los dedos, como si estuvieras en puntas de
pie”. “Bien, veo que entendés. Me gusta eso”.

Tomó el pulverizador y me echó más vaselina en algunas partes.


Tomó mi pija y también le frotó vaselina. Medio como que reaccioné
y me dijo “No quiero que tengas una erección. Lo tenés prohibido”.

“Disculpá, solo que me tocaste y me calentó”, le contesté.

“Si quiero que te calientes, yo te lo voy a decir”, me dijo de manera


bastante seca. Se ve que no me quería excitado el muy forro. Se iba
a perder uno de mis mejores atributos. Allá él.

Cuando terminó, se alejó y dio varias vueltas mirándome. Faltaban


cinco horas para poder irme.

“Mara, vení a mirar esto”, llamó el viejo a la mujer que me había


abierto la puerta y me había hecho pasar.

La mujer entró y me observó. También dio un par de vueltas


alrededor mío.

Yo no la seguí con la mirada, porque se supone que no debía


hacerlo, pero la veía a través de un espejo que tenía enfrente mío. La
mujer demostraba bastante interés en mirarme.

“¡Que vieja tan puta!...” pensaba yo. Pero después de todo, si


trabajaba para el loco este, muy cuerda la mina ya no podía estar.
Que mirara lo que se le cantara la concha por mí.

“La verdad que le quedó muy lindo, señor”, dice Mara.

“Esta vez me superé. Lo que pasa es que esta vez la materia prima
es mejor que la que me manda habitualmente. Debo reconocer que

136
este espécimen está mejor formado y tiene mejor piel que muchos de
los otros que me mandó antes”.

“Sí, este chico está mejor formado y tiene mejor piel que los
anteriores. Le quedó mucho mejor, está muy linda la obra”, dijo la
vieja.

¿Pero qué mierda soy para estos dos locos del carajo? ¿Un pescado
embalsamado? ¿Un cubo de mármol? Hablan de mi piel, me llaman
espécimen, materia prima… Me he sentido cosificado por algunos
clientes, pero a estos no les gana nadie. Son unos jodidos hijos de
puta.

El cliente le pidió a la mujer que le alcanzara un té y se sentó a


admirar su obra. O sea yo. En pelotas.

Frente a mí había un mueble con un reloj. Era una tortura el poder


verlo. El tiempo no pasaba nunca. Era como uno de los relojes de
Dalí, que lo veía derretirse delante de mí sin que la hora jamás
cambiara.

Entendía el por qué los chicos no querían venir a lo de este loco.

Y encima él estaba sentado en un sillón mirándome, con lo cual no


podía ni rascarme el culo. Tomaba su té y me miraba sin decir nada.
Cada tanto se paraba y caminaba alrededor. Me tocaba apenas con
los dedos y seguía mirando. Y así por horas y horas.

En mi fantasía yo pensé que este tipo me iba a cambiar de pose


durante la noche varias veces, no que se iba a quedar más de cinco
horas mirándome parado exactamente igual.

Por suerte no sentí calambres, pero supongo que si no hubiera


seguido el consejo de tomarme una Gatorade antes de ir, hubiera
sido todo mucho peor.

137
Cuando el reloj marcó las 6 de la mañana Federico se levantó de su
sillón y me dijo “Podés irte. Sobre esa mesa tenés tu dinero”, y sin
más desapareció por una puerta dejándome desnudo en el medio de
la habitación.

En el acto entró Mara que me preguntó si quería darme una ducha


mientras me alcanzaba una toalla y me indicaba que pasara al baño.

Me duché para sacarme los restos de la vaselina, me vestí y cuando


fui a buscar el dinero me encontré con dos sobres, uno que decía
“Para vos y tu jefe” con $9.000 adentro y otro que decía “Solo para
vos” con dos billetes de 100 dólares cada uno.

Debo reconocer que si bien me había jurado jamás volver a ir a la


casa de Federico, su generosidad me hizo reconsiderar mi decisión.

Al punto que volví a ir un par de veces más.

Pero, pese a mis expectativas de que nuestra relación evolucionara


de alguna manera, les confieso que eso nunca pasó.

Siempre me trató como si fuera la materia prima de una de sus


esculturas y nunca jamás me hizo ni la más mínima insinuación de
algún interés sexual en mí.

Siempre me dejó los dos sobres, uno con el dinero que le habían
pasado como arancel por mis servicios y otro más con 200 dólares
para mí solito.

Una verdadera pena que no quisiera tener sexo conmigo.

Muy seguramente hubiera conseguido que me diera una propina


aún mejor.

138
CAPÍTULO 14

NECESITO UNA PAREJA PARA UNA CENA DE PROSTIPUTOS


QUE NOS SIRVAN

Una tarde me llamó un cliente habitual y me pidió si podía ir a


verlo, que me tenía que hacer una propuesta de trabajo.

Pasó por su casa, un departamento muy bonito sobre la avenida


Callao entre Guido y Vicente López y me cuenta que necesita que lo
acompañe a una cena que hace con unos amigos, en la casa de uno
de ellos.

Me explica que se van a reunir cinco amigos y que, a la manera de la


película La cena de los tontos, en la que cada comensal iba
acompañado de un tonto, ellos iban a hacer La cena de los prostiputos,
en la que cada comensal iba a ir acompañado de un profesional del
sexo.

La idea era llegar y que yo le hiciera de noviecito durante toda la


comida.

Luego de terminada la misma, íbamos a pasar al living de la casa y


los chicos teníamos que desnudarnos y hacer una orgía entre
nosotros como un show para ellos, con más algunas otras cosas que
surgirían en el momento.

A determinada hora, cada uno de los amigos podía agarrar a uno


cualquiera de los prostiputos y llevárselo a una habitación a coger.
O sea, yo iba con él, pero después de la orgía con los demás chicos,
podía ser elegido por cualquiera de los anfitriones para que yo
tuviera sexo con él.

A las 11 de la mañana, quedaba el servicio concluido y estaba libre


de irme del lugar. Yo debía ir a su casa a buscarlo para ir al

139
departamento en el que se iba a hacer la comida a las ocho y media
de la noche.

Por todo el servicio me iba a pagar 500 dólares.

Me pareció una tarifa razonable por una noche de servicio, así que
acepté.

Mi cliente tenía unos 32 años. Le pregunté cómo eran sus amigos y


me dijo que eran cinco hombres de su edad a los 62 años el mayor.

Bien, no era nada que fuera nuevo para mí, show, orgía, señores que
podían elegirme para coger… lo de todos los días en mi vida
profesional. Agreguemos que 500 dólares es una muy buena
facturación para un prostiputo en una noche, con lo cual para mí era
una muy buena oferta.

Además sospeché, dados los gustos de mi cliente, que la fiesta iba a


ser a todo trapo y que no nos íbamos a privar de nada.

“¿Tengo que llevar algún tipo de ropa especial?”, le pregunté por las
dudas.

“No, solo que sea una ropa normal para un chico de tu edad. No
vengas en bermudas y ojotas, pero un jean y zapatillas está perfecto.
Y ponete un lindo bóxer, de esos que te marcan bien el culito divino
que tenés”, me recomendó.

A las ocho y media en punto de esa noche le toqué el timbre. Como


buen prostiputo profesional que soy, respeto exactamente los
horarios que me piden los clientes. Muchos de ellos te citan a un
horario, porque es justo el momento en que van a tener su casa libre,
porque sale su pareja. En lugar de ir a un hotel, ellos te citan a su
casa porque juegan con la adrenalina que les da la posibilidad de ser
descubiertos in fraganti con otro hombre en la cama y por esto es
que hay que respetar sus horarios. Si uno llega media hora más
140
tarde, puede que ya no haya tiempo de prestar el servicio. Por eso,
en esto de la prostitución, un reloj que funcione bien, es
fundamental para el buen prostiputo. Incluso para recordarle al
cliente que nos contrata por horas y que las horas van pasando
también en la cama.

Salimos de su casa y nos vamos para la zona enfrente del jardín


zoológico. Allí vivía el amigo de mi cliente en cuyo departamento se
iba a realizar el encuentro.

Cuando llegamos fuimos los terceros. Faltaban dos parejas más


llegar.

Nos presentamos, aunque yo al dueño de casa ya lo había atendido


varias veces, pero sin saber que era amigo de otro cliente habitual
mío. No se si ellos lo sabían a que yo me acostaba con ambos, pero
en el momento yo actué como si no lo conociera y él tampoco hizo
referencia a nuestra relación.

Desde luego que yo era mucho más lindo que el chico que estaba esa
noche con él. Digo esto para que quede registrado.

Nos ofrecen una copa de champagne que aceptamos y nos


quedamos conversando de temas absolutamente intrascendentes y
ajenos totalmente a mi interés, pero como buen chico de alquiler, no
tengo inconveniente en seguir cualquier conversación de mis
clientes.

Cuando llegan las dos parejas que faltaban pasamos a la mesa.

Dos mucamas nos van sirviendo, mientras todos hablan muy


cordialmente de temas generales.

La comida estaba buena. El primer plato era una suerte de verduras


horneadas envueltas en masa filo acompañadas de un rico jamón
crudo y el plato principal era un cordero a la menta que estaba
141
riquísimo. Este era un plato que yo ya había comido una vez en San
Pablo con un cliente que me había llevado unos días y que me
encantaba.

De postre nos dieron una torta de chocolate amargo con cáscaras de


naranja confitas adentro, que estaba muy buena. En realidad eran
cáscaras de pomelo rosado, me enteré después. Parece que el
pomelo rosado es mejor que la naranja para confitarlo. Mirá vos…

Todos tomamos café y al ratito el dueño de casa nos dice que ya era
hora de pasar al living.

Cuando entramos al living ya los muebles habían sido corridos en


buena parte a un costado y estaban un sofá y unos sillones para que
se sentaran los amigos. Había a los lados unas mesas bajas, con
baldes con champagne y unos platos con considerables montañas de
cocaína. Tal como yo sospeché, la fiesta iba a ser algo más que
mucho sexo. Se ve que todos los amigos, eran como el cliente que
me había llevado.

Nos indican a los chicos que nos desnudemos y dejemos nuestras


ropas apiladas a un costado y que nos paráramos todos desnudos
frente a ellos, sobre una alfombra que iba a ser el escenario de
nuestra orgía.

Ellos se sientan en los sillones y uno señala a dos chicos para


indicarles que vayan descorchando las botellas de champagne. El
dueño de casa me señala a mí y a otro chico, para que les vayamos
peinando unas rayas de coca. Al quinto chico, que tenía una verga
de descomunal tamaño, le indican que se vaya masturbando porque
le querían ver esa pija bien parada.

Los cuatro designados comenzamos nuestra tarea. Yo tomé un poco


de la coca, la puse en un plato, hice unas rayas, tomé unas pajitas y
se las ofrecí a los clientes. Cada uno tomó una pajita, esnifió dos o

142
tres rayas y cada uno se quedó con su pajita para futuras tomas
aunque había varias disponibles.

Una vez que todos tuvieron sus copas de champagne llenas y habían
tomado varias rayas de merca, nos unimos los demás para comenzar
la orgía.

Realmente era una pija enorme la del chico que se masturbaba.


Digamos de 27 cm de largo por 8 cm de diámetro, sin exagerar.

Como era alto, dentro de todo era armónica vista en el conjunto.


Desde luego yo no me quería perder probar esa verga, así que me
fui derecho a mamársela. También quería probarla con el culo.

Se la entré a chupar arrodillado delante de los clientes, para que


pudieran verme bien cuando le pasaba la lengua a la cabeza y a lo
largo , cuando le chupara los huevos y cuando me la metiera hasta
la garganta a esa maravilla.

Mientras yo se la chupaba, otros dos chicos hacían un 69 y el quinto


me agarró del culo a mí y me puso en cuatro patas para así poder
chuparme bien el culo. Nada nuevo ni original para mí.

En las mesas había un bowl con decenas de forros y varios frascos


de gel lubricante.

La orgía comenzaba y todos estábamos pasándola muy bien. Mi


culo pedía poronga a los gritos, mientras me lo chupaban.

Cuando no aguanté más, le dije al pijudo que estaba chupando que


por favor me cogiera, que cambiara lugar con el que me chupaba el
culo.

El chico fue a ponerse un forro y yo me di vuelta para ponerme a


que me cogiera patita al hombro y así poder verlo bien.

Uno de los clientes saca un frasco de poppers y me lo alcanza. Yo lo

143
agradezco, lo abro y le mandé como media docena de esnifiadas,
para que el culo se me pusiera bien relajado y abierto.

El chico que me chupaba el culo se puso a chuparme la pija,


mientras el otro me lubricó el culo y me la mandó a guardar hasta
las bolas.

Entró como trompada… fue una sensación maravillosa. Cada


embestida era tocar el cielo con las manos.

Y el pendejo que me la chupaba lo hacía de maravillas.

El poppers era excelente, yo estaba abierto como la más puta y mi


pija dura en la boca del chico como si fuera a estallar.

Y así fue, no duré creo que ni cinco minutos hasta que agarré al
chico de la nuca y lo hundí en mi verga hasta que sentí que acababa
y lo saqué para pajarme sobre su cara y que todos vieran lo que
estaba gozando mientras me cogían.

El que me estaba cogiendo sacó su verga de mi culo y se entró a


pajear sobre la cara del que me la chupaba también. En dos minutos
el chico quedó con la cara bañada en leche de ambos.

Yo me paré y junto con el otro le refregábamos nuestras leches por


la cara con las cabezas de nuestras pijas y se las dábamos a lamer,
cosa que hacía con mucho gusto el muy putito.

Cuando terminó de lamernos nos fuimos los tres a lavarnos al baño


y volvimos a seguir la orgía con los que habían quedado.

Uno se estaba cogiendo al otro en cuatro patas. Yo me tiré por


debajo del que estaba en cuatro y le di mi verga a mamar.

El pijudo se la daba a chupar al que estaba haciendo de activo y el


quinto chico se ocupaba de rellenar las copas de champagne de los
clientes y luego de repartirles más rayas de cocaína.

144
Estábamos todos muy excitados disfrutando de la orgía. Realmente
cinco es un buen número para una orgía. Consejo en fiestas :
Siempre sexo impar.

Los clientes nos miraban hacer y casi ni hablaban entre ellos. Entre
todo lo que habían tomado de champagne y de merca, estaban más
que satisfechos con el show.

El que estaba cogiendo sacó su pija y le llenó la espalda de leche al


pasivo y ambos se fueron al baño a lavarse.

Los tres que quedamos nos tiramos apoyados uno sobre otro y nos
hacíamos unas pajas mirando a nuestros clientes a los ojos, para que
vieran bien nuestras caras de putitos gozadores.

Había un olor a sexo maravilloso en el living.

Cuando llegaron los dos que se habían ido a lavar se tiraron a


nuestros pies y uno me los chupaba a mí y otro al vergudo.

El otro chico nos daba besos de lengua a los cuatro, bien llenos de
saliva y con mucho manoseo. También nos chupaba las tetas.

Esto siguió una hora más, hasta que uno de los clientes que conocí
esa noche, se paró, me agarró a mí de una mano, agarró un plato con
merca y me llevó a una habitación a coger.

Cuando llegamos me dijo que lo desnudara dándole besos, cosa que


hice.

Ya desnudo me pidió que lo mamara, cosa que también hice sin


lograr ni la más mínima posibilidad de una erección.

Me ordenó que le diera una buena raya de merca y yo cargué la


tarjeta con merca, me le acerqué y cuando estaba frente a su cara la
volqué sobre mi pija y se la ofrecí a tomar.

145
El tipo se la tomó toda y me pasó la lengua por la pija. Se la mandé
adentro de la boca entera y me la empezó a chupar. La chupaba
bien, por suerte, y con muchas ganas.

Eso siempre me gusta. Nada como que me hagan una buena


mamona.

“¿Querés que te coja papi?”, le ofrecí.

“Sí, pero la tenés muy grande, me vas a lastimar”, se quejó


beboteándome.

“Aguantá que voy a buscar poppers”, le dije y fui al living, Había un


cliente con un chico chupándolo y los demás ya se habían ido a las
habitaciones a coger. Vi la botella de poppers, le pregunté si se la
podía llevar a su amigo y me dijo que sí. O algo por el estilo.

Agarré también una botella de champagne y dos copas y volví a la


habitación.

El cliente se estaba manoseando la verga tranquilo. Nos tomamos


los dos un poco de champagne, le di un poco más de merca en pija,
me la forré, le lubriqué el culo, me lubriqué la pija que ya la tenía re
dura y le apoyé en el ojete como hago siempre, para que sepan que
están por ser garchados.

“Olete el poppers papu”, le dije.

El cliente abrió la botellita y le dio tres o cuatro buenas esnifiadas.


La cerró, la puso a un costado y sentí como su culo se abría y ofrecía
a mi verga de machito garchador.

Se la fui metiendo despacio, pero de manera constante hasta que la


tuvo toda adentro. Me lo estaba cogiendo patita al hombro, para
poder mirarlo a los ojos y que me viera gozarlo.

“Ya está toda adentro. Disfrutá”, le dije y lo comencé a bombear.


146
Como a los 15 minutos, y varias esnifiadas al poppers más, veo que
de la pija le entran a salir unos chorritos de guasca. Se estaba
acabando sin tocar.

Le agarro la verga y lo entro a pajear mientras lo garchaba y ahí


entra a escupir toda la leche que le quedaba, dando unos gritos
roncos de placer. Seguí pajeándolo hasta que ya no le quedaba nada
en los huevos por largar.

Fui hasta el baño, humedecí una toalla con agua tibia y volví al
cuarto a limpiarlo.

Cuando lo terminé de limpiar me acosté al lado de él, para ver cómo


quería que siguiéramos.

“¿Cómo te llamabas?”, me preguntó.

“Mariano”, constesté.

“Muy buena cogida me pegaste Mariano. Me debés una, ahora te


quiero coger yo a vos”, dijo.

“Encantado papi, pero no creo que hoy vayas a poder cobrarme,


jajaja… te veo medio como terminado ya”, le dije entre risas.

“Sí, pásame el celular que quiero anotar tu teléfono”.


Le alcancé el celular de su saco, le sacó la contraseña y me dijo que
me anotara en contactos como Taxiboy Mariano de la Cena. Lo hice,
le puse mi número, y me saqué una selfie para que al ver mi cara se
acordara quién era yo en los Contactos. Le quedó cargado mi
teléfono con foto y todo. Siempre fui prolijo en eso de dar mis datos.

“¿Qué tenés ganas de hacer?”, le pregunté.

“Sigamos la fiesta tomando juntos”, me propuso.

“Mirá que si tomo, ya no te voy a poder volver a garchar”, le


advertí.
147
“Nene, me dejaste el culo dado vuelta. Ni loco quiero que me
vuelvas a garchar. Lo único que ahora quiero, es que te quedes
conmigo tomando merca, chupándome la pija y haciéndote la paja”,
me aclaró.

Por mí, todo bien. Es lo que más me gusta hacer eso, así que con
toda la merca que había, lo iba a pasar fenómeno el resto de la
noche. Le puse un poco de merca en la cabeza de la pija y se la entré
a lamer.

“A ver, hagamos eso que parece rico”, me dijo.

Yo me puse bastante merca en la cabeza de mi chota y todo por


debajo del surco alrededor.

“Entrá a buscar la merca de mi pija con la lengua y vas a ver lo rica


que está”, le dije mientras le ponía mi verga enfrente de su boca.
“Después te voy a hacer tomar unas rayas sobre mis huevos y en el
agujero de mi culo. Te va a encantar lo rico que soy merkeadito,
papito”, le dije entre risas.

Él festejó mis ideas y luego a medida que fue pasando el tiempo, las
fuimos concretando a todas. Alguna más de una vez.

Por cierto, queda muy rico chupar huevos después de tomar merca
arriba de ellos y de echarles un chorrito de champagne encima. Se
los recomiendo. Huevos al champagne nevado, los llamo yo.

Cuando salió el sol, el cuadro era lastimoso. Estábamos los diez en


bolas o calzoncillos y con unas caras que metíamos miedo de lo
destruidos que estábamos.

A mí el cliente que me había llevado me había pagado cuando me


contrató, así que a mí no me debían nada. Ya estaba todo pago.

Algunos arreglaron las cuentas con sus respectivos chicos y nos


dijeron que nos vistiéramos y que nos podíamos ir.
148
Era un par de horas antes de que en teoría terminara el servicio.

“Si quieren, pueden tomarse un par de rayas más cada uno antes de
irse”, nos dijo el dueño de casa.

Todos pasamos en fila india a consumir nuestras respectivas rayas y


nos mandamos a mudar.

Cuando salimos a la calle, no teníamos ni idea de para dónde


rumbear de lo drogados que estábamos todos.

Yo le dije al pijudo que me gustaría tener su contacto, por si surgía


otra fiesta y nos intercambiamos los celulares.

Realmente me hubiera gustado seguir cogiendo con él, pero ya no


daba más de la noche que había pasado. Necesitaba ir a mi cama a
dormir unas cuantas horas para recuperarme de las drogas y el
ejercicio que había hecho.

Además necesitaba lavarme los dientes con desesperación. Sentía


que tenía la boca llena de champagne, merca y pija. No
necesariamente en ese orden…

149
CAPÍTULO 15

TE QUIERO COGER A VOS JUNTO CON TU TÍO

Es sabido que muchos homosexuales son iniciados dentro de sus


propias familias en el sexo. Un primo, un hermano, un tío suelen ser
las primeras experiencias de los chicos gays.

Y cuando no lo han sido, muchas veces forman parte de las fantasías


más comunes y recurrentes en los gays.

Esto es tan válido para los que trabajamos de prostiputos, como para
los clientes.

Una noche un cliente habitual estaba conmigo en la cama de su casa


y me propuso probar de chatear para levantar juntos clientes.

“¿Qué es lo que estás pensando. Aclarame un poco la cosa”, le


solicité.

Ahí me explicó que como la fantasía del sexo incestuoso es muy


común entre los gays, él quería probar de ofrecer un servicio de Tío
y Sobrino te Enfiestan, en el cual él y yo ofreciéramos a clientes la
posibilidad de hacer un trío con nosotros dos, presentándonos como
si realmente él fuera mi tío y yo su sobrino.

Me pareció que si bien la idea podía sonar divertida, en la práctica


no iba a funcionar. Por empezar, debíamos chatear hasta encontrar
un cliente por internet, ofrecerle atenderlo, mostrarnos juntos por
web cam para que el cliente viera lo que compraba, en fin, como
medio complicadito.

Pero estábamos en su casa, él estaba pagando por mi tiempo y le dije


que sí, que por mí mientras a mí me pagaran estaba todo bien. De
hecho, él me caía muy bien a mí.

150
Preparó unos sándwiches, trajo una botella de Coca Cola y nos
sentamos juntos en su escritorio a chatear en un chat gay.

TIOySOBRINOFIESTA$$ era nuestro Nick. Bastante explícito, por


cierto me pareció.

Entramos a una sala que estaba bastante concurrida. Comíamos


mientras chateábamos. Cada tanto mandábamos este mensaje por el
chat :

TÍO Y SOBRINO TE ENFIESTAN. Tío de 44 años, 1,85, 79 kilos,


cuerpo de gym, versátil, semivelludo, castaño. Sobrino de 21 años,
1,83, 73 kilos, marcado de gym, versátil, rubio con rulos, ojos grises,
lampiño. Te hacemos una fiesta con show y con tu participación que
nunca te vas a olvidar. Nuestro domicilio, un telo, o el tuyo. Todo
permitido. Arancel razonable.

No tardaron en llovernos preguntas sobre nuestro servicio.

Debo reconocer que el aviso tenía más gancho del que yo sospeché,
pero tampoco me quedaba muy en claro cómo íbamos a hacer. Una
cosa es ser cliente de prostitución y otra muy distinta es ser
prostiputo. No es igual comprar que vender. Yo no sabía si mi
cliente iba a saber cómo comportarse con un cliente. Cómo hacerlo
gozar y eventualmente si no te cae bien, cómo hacerlo acabar rápido
para que el servicio terminara pronto.

“Decime una cosa”, le pregunté, “¿si quieren saber cómo fue que
vos y yo siendo tío y sobrino empezamos a trabajar juntos, qué les
vamos a decir?”.

Por eso no te preocupes, tengo todo ya planeado.

Escuchá y prestá atención, porque esto es lo que le vamos a decir a


los clientes que pregunten cómo fue que terminamos trabajando
juntos siendo tío y sobrino.
151
Le vamos a decir al cliente que yo estaba un día yendo por Marcelo
T. de Alvear en mi auto buscando un chico para coger y que de
golpe te vi parado en una esquina ofreciéndote. Yo no sabía que vos
trabajabas de prostiputo, y vos no sabías que yo era gay, aunque era
algo que en la familia se sospechaba con mucha base de certeza y
que yo no desmentía. Cuando te vi pegue la vuelta y volví por
Marcelo T. de Alvear. Me paré y llamé a un chico que estaba en la
cuadra anterior a vos, por la mano del tránsito. Le dije que quería
una fiesta con él y con el chico rubio de rulos que estaba en la otra
cuadra. Que yo con el auto me iba a parar a la vuelta, y que él te
fuera a buscar y se vinieran a mi auto.

El chico aceptó y yo doblé por Uriburu y me quedé esperando. A los


pocos minutos los veo venir caminando juntos al chico y a vos. Los
dos agarran abren las puertas del auto y se suben, cuando
estuvieron adentro arranco y como vos no me habías visto la cara
todavía porque te habías sentado atrás, yo te dije, “Che sobrino,
¿hace mucho que te dedicás a esto?”

Vos cuando viste que era yo, casi te da un infarto, pero yo me reí y
te dije que estaba todo bien, que finalmente nos habíamos sacado las
caretas. Que los dos éramos putos y que andábamos por los mismos
lugares buscando acción.

El otro chico no entendía nada, pero nos miraba con curiosidad por
saber cómo terminaba esto.

Yo te dije que tenía ganas de una fiesta y había salido a buscar un


par de chicos y que cuando te vi, me pareció que ¿por qué no hacer
una fiesta con mi sobrino tan lindo y gay? Que si vos no tenías
inconveniente, nos íbamos los tres a casa y teníamos la orgía, pero
que si no querías, te devolvía a tu esquina y me iba con el chico a
buscar a otro más. Desde luego, te aclaré, que te voy a pagar el
arancel si te quedabas a coger.
152
Vos lo pensaste unos segundos y aceptaste. Me dijiste que vos
también tenías ganas de ver qué tal cogía tu tío puto.

Nos cagamos de risa y nos fuimos los tres a coger a casa. A partir de
allí cuando vos encontrabas un chico que cogiera bien y estuviera
bien dotado, me lo presentabas y a veces te quedabas y hacíamos la
fiesta los tres juntos.

Como que coger juntos era ya una costumbre familiar y que un día
dijimos que por qué no ofrecíamos el servicio en combo juntos. De
hecho a los taxiboys cuando les contábamos que de verdad éramos
tío y sobrino quedaban encantados por la buena onda que había en
la familia nuestra con el tema del sexo. Por otro lado, muchos de
ellos también habían cogido con parientes, así que tampoco les
resultaba tan extraño.

“¿Qué te parece la explicación? ¿Te suena razonable?”, me preguntó.

“Mirá, no se qué decirte… Va a depender de las ganas que tenga el


cliente de creerlo o no. Si nos pide un documento, para ver si
tenemos el mismo apellido, ¿qué le decimos?”

“Muy fácil, que sos el hijo de mi hermana y que tu apellido es el de


mi cuñado, no el mío”.

“Lo tenés todo pensado, parece”, me reí.

“Es que es una idea que hace tiempo me viene dando vueltas por la
cabeza y quería hacerlo con vos que nos llevamos bien y se que sos
buen pendejo y no vas a hacer quilombo”, me aclaró.

Estábamos en esta charla, comiendo y tomando, cuando un señor


nos pidió datos sobre nuestro servicio.

Nos pusimos a chatear con él y a intercambiar información. Nos


sacamos una foto juntos y se la mandamos, le gustamos y resultó

153
que estaba a unas 10 cuadras de dónde nosotros estábamos. Quería
que fuéramos ahora para su casa.

No había inconveniente y salimos para allá.

Yo no podía creer que hubiera conseguido un cliente tan fácil. Suerte


de principiante, le aseguré.

Llegamos a la casa del cliente y nos baja a abrir un muchacho que no


era el que había chateado con nosotros, porque era un pendejo de
unos veinte y el hombre que chateaba tenía más de 50 años, según
nos dijo.

“¿Vos quién sos?”, le pregunté.

“El hijo”, me contestó secamente.

Yo pensé “esto del incesto se está haciendo demasiado popular”,


pero no dije nada.

Subimos al departamento y allí si estaba el señor cliente. Muy


amable, nos presentó con el chico, que resultó que era un “amigo”
de él. Desde luego que era un taxiboy, pero yo no lo tenía visto.
Vaya a saber de dónde lo había sacado el hombre.

“Primero me gustaría mirar un show entre ustedes”, nos dijo.

“No hay problema”, le aseguré. “Pero primero por favor paganos,


así ya nos podemos dedicar al servicio de lleno”, le solicité.

El hombre me pagó y pasamos los cuatro al dormitorio de su casa.


En el dormitorio nos desnudamos nosotros dos y el chico que estaba
con él.

Mi “tío” y yo nos metimos en la cama y comenzamos a hacer lo que


siempre que cogíamos hacíamos, un buen 69, él me chupaba el culo
y yo a él, y muchos besos de lengua.

154
“¿Querés vernos coger? ¿Quién querés que se coja a quién?”
preguntamos.

El hombre ya se había desnudado y se estaba pajeando.

“Quiero que mi amigo te coja a vos”, me dijo a mí, “mientras vos se


la chupás a tu tío”.

“Bueno, no hay problema. Vení que te pongo un forro” le dije al


chico mientras agarraba uno y un pomo de lubricante anal.

Lo forré, me lubriqué el culo y su pija, mi “tío” se acostó en la cama,


yo me puse en cuatro para mamarlo y el chico me la embocó en el
orto.

El cliente se sentó en la cama a mirar, mientras se hacía la paja. Por


cierto tenía una pija re chiquita. Al ratito nomás largó la leche y se
fue al baño a lavar.

Cuando volvió nos dijo, “Yo ya estoy, no hace falta que sigan”. No
había pasado media hora desde que habíamos llegado a su casa.

El chico se salió de mi culo, y yo dejé de mamar a mi “tío”.

“Podés pasar a lavarte al baño”, me dijo a mí.

Fui a lavarme, y atrás mío fue mi “tío”.

Cuando terminamos de lavarnos el cliente estaba en el living


sentado en calzoncillos, su amigo estaba en bolas y nos invitó a
sentarnos también en bolas con ellos.

Una reunión extraña, pero en esto de la prostitución ¿quién puede


arrojar la primera piedra de lo extraño?

Fue a la cocina y trajo un jarra con café y una torta de chocolate con
unos frutos rojos de muy buen aspecto.

155
Nos ofreció una porción de torta a cada uno y nos sirvió café.

Una cosa muy rara, porque fue un servicio en el que cogimos sin tocar al
cliente y encima terminamos tomando el té como unas viejas setentonas.
Salvo que estábamos en pelotas.

El cliente sacaba una charla circunstancial, y nos contó que tenía


diversos intereses. Entre esos estaba ligado a un negocio de
talabartería. Como me mostré interesado, no se por qué, me regaló
una fusta para que usara si me tocaba un servicio BDSM.

Me fui con el arancel más una fusta. Jamás lo hubiera imaginado a


esto como conclusión de un chat con un cliente.

Después de esta vez atendimos a un par más de clientes juntos, pero


digamos que en servicios ya muy convencionales, que no merecen
mayores comentarios.

Fue una experiencia nueva y original el prostituirme junto con mi


“tío”. Fue raro, pero en el sentido agradable del término.

Me gustó.

Tal vez porque a mí me hubiera mucho gustado coger con uno de


mis tíos verdadero y eso me daba morbo durante el servicio, el
pensar que estaba realmente cogiendo con él.

156
CAPÍTULO 16

COGETE A MI NOVIA ADELANTE MÍO

Aunque no lo crean, los servicios de cogerse a un miembro de una


pareja delante del otro, son mucho más comunes de lo que se
imaginan.

Y en esto no hay una característica especial de los clientes.

Puede ser una pareja de 60 años los dos, o una pareja que está en los
25 años los dos.

Y es tan probable que sea para coger al hombre como a la mujer, si


la pareja es heterosexual.

Generalmente cuando la pareja es heterosexual, uno de la pareja


coge conmigo y el otro mira y opina desde afuera.

Cuando la pareja es homosexual, solemos estar los tres juntos en la


cama cogiendo.

Los heterosexuales buscan al prostiputo para mirar y los


homosexuales buscan al prostiputo para enfiestarlo. Como regla
general.

Como sea, son servicios divertidos usualmente y en los cuales si sos


bisexual, como es mi caso, siempre son bienvenidos por la
posibilidad de cogerse a una mina o, por lo menos, de que una mina
mire cómo le cojo al marido. Agregar una mina a la escena del
garche suele darme mucho placer y morbo. Sin importar si es una
pendejita de 18 o una mina de 65. Eso me da igual. Lo que me
importa es que tenga concha.

Una noche estaba por la calle de levante y pasa un auto con una
pareja que me mira.

157
Vuelven a pasar y a mirar de nuevo.

Finalmente en la tercera pasada se deciden y paran.

Me acerco al auto y me plantean que buscan a un chico para coger


con ella.

Eran una parejita de unos 25 años o apenas un poco más él, muy
lindos ambos. Hubiera cogido con los dos gratis, si por mi fuera.

Les dije que sí, que no había problema y les pasé mi arancel.

Lo aceptaron y fuimos para su departamento.

Una vez adentro, él le dice a ella que se desnude. Pero se lo dice


como de mala manera. Fue un “Desnudate perra, ¡ya mismo!”.

Yo lo miré medio como diciendo pará loco, ¿qué te pasa?

“Es mi esclava. Yo soy su AMO”, me explica.

Yo lo miraba con cara de me estás dando poca información, no


alcanzo a procesar.

“Que ella es mi esclava, te digo. Ella hace todo lo que yo le ordeno.


Me pertenece. Ella sólo está para servirme a mí”, sigue aclarando.

“¿Y yo qué tengo que ver en todo esto? Me dijiste que era tu novia
en el auto.”, pregunté tímidamente.

“Sí es mi novia, pero además es mi esclava. Ella cometió una falta y


por lo tanto yo te contraté a vos para que vos la violes, así aprende a
no faltarme nunca más el respeto. Quiero que la cojas violándola por
la boca, por la concha y por el culo. Quiero verla abusada y
sufriendo por haberme faltado el respeto”.

Mientras tanto la chica desnuda miraba al piso sin decir nada.

Yo no entendía muy bien lo que debía hacer. Entendía lo que el flaco

158
quería, pero no estaba convencido de que la chica estuviera de
acuerdo.
Si era un juego de poder entre ellos, me parecía bien, pero no quería
violar a una mina que no prestara consentimiento a ese juego.

Digamos que puedo hacer cualquier cosa, siempre que sea


consensuada. No me va la onda violar a mí, de manera natural. La
puedo actuar perfectamente, pero no es lo que naturalmente me
pide mi sexualidad.

No necesito violar para gozar. Es más, no gozo violando ni en mis


fantasías al hacerme la paja.

La miro a la chica y le pregunto si ella está de acuerdo con esto.

“Sí”, me contesta. “Yo le falté el respeto al AMO y me merezco


cualquier cosa que me haga o haga que me hagan”.

Sin más, él la agarra de los pelos de la nuca y la obliga a arrodillarse


delante de mí.

“Es toda tuya, cógela de todas las maneras que quieras y de la


manera más violenta que puedas”, me dijo el flaco.

Yo me entré a desnudar, pensando que era un servicio que era la


primera vez que me tocaba y que vaya a saber si lo iba a poder
hacer. Pero en la cancha se ven los pingos, me dije.

Cuando estuve desnudo agarré mi pija, me paré delante de la chica


arrodillada, la agarré de los pelos como había hecho su macho
tirándoselos para abajo de manera que levantara la cara y me viera a
mí a mi cara y le planté una escupida en la boca.

“¡Ahora me vas a chupar la verga hasta los pelos, puta de mierda, y


si no lo hacés bien te voy a dar vuelta la cara a sopapos hasta que
aprendas! ¿Me entendiste, perra?”

159
“Sí señor” constestó.

Le solté el pelo, la agarré de las orejas y le metí mi poronga en la boca.

No tardé más de unos segundos en tenerla totalmente dura.

Se la metía hasta los pelos adentro de la boca. 23 centímetros de


largo por 5 centímetros de diámetro adentro de la boca. Sentía cómo
le tocaba el fondo de la garganta con la cabeza de mi chota.

Ella hacía arcadas y yo seguía serruchándole la boca.

Cuanto más ella se ahogaba, más dura se me ponía la pija a mí.

“¡Chupala bien, pelotuda!”, le dije dándole un sopapo que le dejé mí


mano marcada en el cachete.

Cada tanto se la sacaba y le ordenaba lamerme los huevos o el


pedazo de piel que va de la base de los huevos al agujero del culo.

Y se la volvía a meter en la boca hasta el fondo.

A veces cuando se la metía hasta el fondo se la dejaba allí como


clavada y con una mano le cerraba las alas de la naríz para que no
pudiera respirar. Cuando sentía que se ahogaba se la sacaba para
volver a metérsela con más y más fuerza.

Cuando me aburrí de que me la chupara la llevé a la cama y la subí


de un empujón.

Me trepé a la cama y me senté sobre su cara. Me abrí bien el culo y le


puse el ojete en la boca.

“¡Chupame bien chupado el ojete, perra de mierda!”, le ordené


mientras le agarré las tetas, se las escupí y les puse mi pija adentro
para hacerme una paja con las tetas de la minita.

160
El AMO de ella miraba la escena mientras se fumaba un porro
tranquilamente y con una mano se acariciaba su verga por encima
del pantalón de jogging que tenía puesto.

Se le notaba una buena erección.

Me daban ganas de gritarle que la sacara, que se la chupaba yo.

En un momento le digo “¡Tomá para vos, puta arrastrada de


mierda!”, y le tiro un pedo justo en el medio de la cara,
aplastándosela con mi culo. Uno de esos pedos ruidosos, que salen
con un olor a haber comido mono podrido desde hace una semana
le tiré.

La mina no decía nada y aceptaba todo lo que yo le hacía sin la más


mínima queja.

Al rato me salgo de encima de ella, le levanto bastante las patas,


agarro un forro y me lo coloco, y le echo una escupida en el agujero
del culo. Le tiro las patas para atrás, de manera de que el culo le
quede apuntando para arriba y parado sobre la cama le entro a
hundir mi pija en su apretado ojete.

La mina lloraba y se quejaba, pero a mí me pagaban justamente para


que ella sufriera y cuando le pregunté ella me dijo que eso era lo que
ella también quería.

De hecho, debe haberlo sido, porque mientras le metía por la fuerza


mi verga por su culo, su concha estaba llena de flujo. Se ve que se
estaba calentando ella también.

Su AMO se acercó como para ver bien de cerca cómo le abría el culo
a la puta de su perra esclava.

Disfrutaba mirando como su culo se resistía inútilmente al ariete de


mi verga dura de machito prostiputo.

161
Cuando él estaba mirando, saqué de golpe mi pija del culo, para que
su macho pudiera mirar bien como se lo estaba abriendo al culo y lo
puta que la estaba haciendo.

En un momento decidí variar un poco y le sacaba la verga del


agujero del culo y se la hundía en la concha. Le daba bomba un
ratito y se la sacaba para volver a metérsela adentro del culo.

Y así varias veces, hasta que al final decido cogérmela violándola.

Me cambio el forro y me vuelvo a tirar sobre la mina, le apoyo la


verga en la concha y se la meto entera de un solo envión.

La agarro con mis brazos de sus hombros y con mis piernas le trabo
la posibilidad de moverse debajo de mí, y la entro a coger como para
romperle la argolla en mil pedazos mientras le lamía el cuello y la
cara con mi lengua bien babosa.

Estaba super caliente yo. Y la mina estaba llena de flujo.

El AMO estaba como recostado en la cama al lado nuestro con su


pija en la mano mirando y oliendo el olor del flujo de la puta
mezclado con el sudor de mi cuerpo y el humo de la marihuana.

No aguanté más y le dije : “AMO, ¿quiere usted cogerme a mí,


mientras yo le destrozo a pijazos la concha a la perra puta esta?”.

El flaco no dijo nada, pero se forró la verga, se la lubricó y me


empomó por detrás y me entró a sacudir el culo con su pija como
para el campeonato de garchadas.

Yo estaba en la gloria. Cogiendo una mina, mientras un macho me


cogía a mí. ¿Qué más se puede pedir a la vida?

162
Cada tanto la agarraba a la minita de los pelos y le decía : “¿Estás
gozando, puta de mierda? ¿Te gusta tener la concha llena de pija,
atorranta puta?” y le daba un sonoro sopapo.

En un momento el flaco se me sale del culo, se saca el forro y le mete


la pija en la boca a la mina y la entra a llenar de leche.

“¡Tomátela toda, puta, o te voy a cagar a latigazos como nunca en tu


vida te lo hicieron! ¡Tomate la leche del AMO y agradecé que te la
de, forra de mierda!”, le grité yo, al tiempo que le sacaba la pija de la
concha y me hacía la paja sobre sus tetas y se las refregaba con mis
manos.

“¡Chupale bien la verga al AMO, hija de puta! Todavía que le


tomaste la leche, te atrevés a no limpiarle la pija con tu lengua de
perra sucia. Te vas a quedar con la leche encima hasta que se seque
y de rodillas en el medio del cuarto. ¡Puta!”

“¡Vení para acá, perra puta!”, le grité agarrándola de los pellos y


llevándola al baño a empujones. ¡Laváme la pija bien, que la metí en
tu inmunda boca y en tu culo y en tu concha! Bien que te gustó que
te violara, puta viciosa!”

Volví al cuarto con la chica de los pelos y le ordené que le chupara


los pies al AMO, por perra puta.

El AMO la dejó chuparle los pies un poco y le dio una patada en el


medio de la cara mientras le ordenaba tirarse a los pies de la cama y
no moverse de allí.

“Estuviste muy bien. Al principio te vi dudar y medio como no creí


que lo pudieras hacer”, me dijo el muchacho.

“Es que como no los conocía, medio como que no sabía si eso que
me decías era algo consensuado o si en una de esas vos la habías
secuestrado o algo así”, le confesé riéndome.

163
“¿Te gustó que te cogiera?”, me preguntó.

“Claro que sí”, le conteste, “por eso te pedí que lo hicieras”.

“Otro día podemos repetir. Yo nunca me había cogido a otro tipo,


pero estuvo bueno”, me confesó.

“¿Nunca cogiste con otro flaco? ¿Ni unas mamadas?”, pregunté.

“No, creéme, que nunca antes lo había hecho”.

“Yo tampoco antes había violado a una minita”, le dije. “En cierto
modo, los dos tuvimos nuestras primera vez”, y nos reímos.

Nos fumamos un porro que él tenía, tomamos algo, siempre con la


mina en el piso acostada a los pies de la cama donde su AMO la
había dejado.

Cuando me vestí y me pagó, ya me estaba por ir y la miré a la mina


le pregunté a él. “¿Y ahora qué vas a hacer con ella?”

“La voy a encadenar a la pared y la voy a dejar así 48 horas para que
reflexione sobre que no me tiene que faltar el respeto nunca más”.

“¿Se puede saber qué te había hecho?”

“Sí, claro. Le ordené que me sirviera el desayuno y se había


olvidado de comprar las tostadas que a mí me gustan”.

“¡Pero qué hija de puta! Me hubieras dicho y juntaba dos o tres


chicos más para que le rompiéramos la concha y el culo entre varios!
Es una irrespetuosa que se merece uno buenos latigazos también”.

“Cuando quieras volvé a llamarme, si hace falta que la castiguemos


de nuevo. O si vos te querés echar otro polvo también, que te puedo
enseñar todavía algunas cosas más de cómo coger con un puto”.

Cuando pasé al lado de la mina, con la punta de mi zapatilla le hice

164
girar la cara hacia mí y le tiré una escupida en los ojos, por puta
arrrastrada de mierda, que le había faltado gravemente el respeto a
su AMO.

Sin dudas, no hay nada como la calle para enseñarnos todas las
variantes sanas de la sexualidad, pensé mientras me iba de su
departamento riéndome sólo.

Fue toda una experiencia. O por lo menos puedo asegurar que fue
una interesante variable de la tan remanida oferta de : “Flaco, ¿te
cogerías a mi novia?”

165
CAPÍTULO 17

ME LLAMÓ EL COMISARIO PARA HACER UN ARREGLO


CONMIGO, YO SE LA CHUPO Y LE DOY EL CULO Y EL ME
ZAFA CADA VEZ QUE ME AGARRE LA CANA.

Cada tanto a los chicos que trabajamos en la calle nos levanta la


cana. Vienen con el patrullero, nos piden documentos y de a dos o
tres, nos llevan a la comisaría.

No es para sacarnos plata, sino más bien como para marcarnos que
nos tienen registrados, que saben quiénes somos y que si armamos
lío saben a dónde ir a buscarnos.

Como que es una manera de recordarnos que nos están vigilando y


que nos conviene portarnos bien. O razonablemente bien, porque
tampoco la cana es que cree en milagros. Buenos chicos no somos,
por lo menos en el más estricto sentido de la palabra buenos.

Lo que nos piden son códigos. Te dejamos trabajar en el barrio, pero


vos no venís a laburar armado, no robas a los clientes, y no hacés
quilombo. Es un acuerdo tácito, trabajamos y no les damos trabajo a
ellos. Cada tanto si vemos algo que puede ser para quilombo, les
avisamos. Un poco a veces somos sus ojos en el barrio.

Un quid pro quo, ellos nos dejan trabajar y nosotros les servimos de
alcahuetes, para decirlo de una manera clara y rápida.

Cuando nos llevan, ya entramos a la comisaría como amigos.

“¿Qué hacés boludo? ¿Te levantaron de nuevo? ¿Qué cagada te


mandaste?”, suelen ser las preguntas del escribiente de turno.

Generalmente nos retienen un rato, como para cagarnos la noche de


laburo y nos largan sin darnos ninguna explicación.

166
Cada tanto cuando cambian el comisario, nos llevan como para que
el nuevo nos pegue una apretada.

Nada nuevo, ni nada que nos preocupe.

No va a acabar la cana de la comisaría 17° o 19° con 21 siglos de


prostitución. Lo sabemos nosotros y lo saben ellos.

Pero cada tanto aparece algún dominicano nuevo por el barrio


vendiendo merca sin haber pasado antes por la taquería y cuando
los muchachos nos preguntan, no nos queda más remedio que
avisarles dónde están parando.

Si el dominicano no es piola y no se aviva de que tiene que dejarnos


algunas bolsitas para los amigos, que no cuente con nuestra
discreción.

De upa, no se van a meter en el territorio. Hay que pedir


autorización y pagar el permiso para actuar. Todo es un negocio en
las calles. Y especialmente a la noche.

Un día me levanta un auto, un Ford Mondeo último modelo. ¿Quién


era? Un comisario que había pasado por la comisaría de la zona y
que lo habían ascendido. Me subo al auto, y me dice que quiere
conversar conmigo.

Yo le tenía aprecio, pero eso de conversar con la cana, es algo que a


los prostiputos nos suele poner en alerta.

“¿Qué tal? ¿Cómo va el negocio?”, me pregunta.

“Parece que peor que a usted me va, comisario. Me contaron que lo


ascendieron. Me alegro, aunque se lo extraña por la zona”, le digo.
“Usted dirá comisario, ¿para qué me necesita?”, le pregunto con
cierta curiosidad, sabiendo que la curiosidad había matado al gato,
pero no me pude contener.

167
“Te quiero proponer algo. Cada tanto yo te paso a buscar. Voy a
requerir de tus servicios. Vos vas a venir conmigo y vas a atender a
quien yo te diga y vas a después contarme todo lo que yo te
pregunte. No van a ser todos los días. Será una vez cada 15 días,
ponele. Y a cambio vos te vas a quedar con mi tarjeta, y cualquier
problema que tengas, me podés llamar a mí y yo hago que te
larguen”.

“Todo bien comisario, pero no entiendo de qué me puede zafar si lo


llamo”.

“Fácil”, me dice. “Te puedo zafar hasta esto” y me tira una bolsa con
unos 10 gramos de merca adentro. “Podés venderla y si te agarran,
me hacés un llamadito y yo digo que estabas trabajando para mí,
que te larguen”.

“Todo bien, pero yo no soy dealer. Lo que compro, es para


consumirla yo”.

“Entonces tomátela vos. A mí que carajo me importa lo que hagas


con la merca. Hacela guita o tomátela, me chupa un huevo. Yo cada
vez que te llame, te voy a dar una bolsa como está. Me da igual que
la vendas o te la tomes. Eso sí, cuídate, porque te necesito vivo”.

“Hasta aquí entendí todo, comisario. Lo que no entendí es lo que se


supone que tengo que hacer para usted”, le dije.

Estábamos justo pasando por la puerta de un telo y mete el auto


adentro.

No hacía falta que me explicara nada más.

Tomamos una habitación de esas con todos los chiches y entramos.

“Dicen todos que sos muy bueno trabajando”, me dice.

168
“Hago lo que puedo, como para que los clientes vuelvan”, contesto
entre risas.

“Dale boludo, desnúdate, que no tengo toda la noche para estar con
vos”, me dice. “Y pegate una ducha, que debes estar todo lleno de
olor a los putos con los que te revolcaste esta semana”.

Yo me puse en bolas y me fui a duchar. No tenía sentido decirle que


me bañaba todos los días. A lo sumo podía tener encima el olor al
puto con el que había cogido un rato antes.

Salgo del baño con la toalla en la cintura y el comisario estaba en la


cama con una botella de champagne y unas rayas de merca.

“Ah, bueno, no nos vamos a privar de nada”, digo.

“Vení putito y empezá a chupar”, me llama el comisario.

Por más que se la chupara, no se la iba a parar, porque se había


tomado ya varias rayas de merca, así que me metí su verga
morcillona en la boca y empecé a hacer lo que mejor sabía hacer,
mamar verga.

Soy realmente bueno en eso. Al punto que en un momento pareció


que se le estaba parando, pero no. Falsa alarma.

“Acostate boca abajo”, me dice.

Yo pensé que estaba loco si creía que como estaba me iba a poder
coger. Pero lo que quería era ponerme unas rayas sobre mi cola y
esnifiarlas de allí. Esnifió y me la mordíó al punto que pegué un
grito.

“Despacio, por favor, que duele…”, le dije.

Él me pegó un chirlo dónde me había mordido, que me dejó


dudando qué era lo que me iba a durar más la marca, si de la

169
mordida o del chirlo.
“Eh, que mano más pesada, comisario”, me quejé pero con signos de
admirar su hombría.

Él se rió y me dijo, “pórtate bien y se bien putito manso conmigo,


que la vas a pasar bien”.

Como vio que yo estaba con la pija muerta, me dijo que me hiciera la
paja.

Me la entré a sacudir y cuando estaba por acabar le pregunté si


quería ver cómo me saltaba la leche. Me dijo que si, que acabara
encima de mi pecho.

“Andá a lavarte, sucio”, me dijo cuando quedé bañado en mi leche.

Me lavé y volví a la cama.

Me hizo acercar a él y me abrazó. Yo estaba cada vez más


confundido. No entendía nada de lo que este tipo quería.

Pero sabía que no estaba en condiciones de protestar ni de negarme


a hacer lo que me pidiera.

Me abrazó y me dejó un buen rato entre sus brazos.

“¿Querés tomarte unas rayitas?”, finalmente me ofreció.

“Sí, claro que quiero”, constesté mientras me paraba e iba para el


lado de su mesa de luz a aceptar su convite.

Me tomé dos rayas y lo miré como preguntándole si podía tomar


más. Me hizo una seña como para que siguiera y me tomé tres
rayitas más.

Volví a la cama y ya estaba re puto de nuevo. Le agarré la chota y le


pregunté si se la podía seguir chupando un poco más.

“Vení, subite arriba mío”, me dijo.

170
Yo me puse como me indicaba y él se acomodó mi culo a la altura de
su boca. Me puso un par de dedos, supongo que con merca en el
ojete y me lo entró a chupar de lo lindo.

Yo me agaché y me ocupé de chuparle la verga.

Estuvimos así un buen rato, hasta que él agarró un bolso con el que
había entrado a la habitación y sacó un consolador de un tamaño
mediano. Digamos de 24 x 6.

“Ponete en cuatro que te quiero coger”, me dijo mientras le ponía un


forro al dildo.

Me puso lubricante en el culo, lubricó el consolador, le puso


bastante merca en la punta y me lo entró a meter por el culo.

Yo mientras tanto me sacudía la pija porque sentía que en cualquier


momento iba a acabar.

Dicho y hecho, como a los diez minutos me entró a salir guasca de la


pija, entre gemidos de puta que yo pegaba.

“¿Acabaste putito?”, me preguntó al oído.

“¿Qué le parece comisario? Me enleché todo”.

“Bueno nene, esto lo vamos a hacer dos o tres veces por mes.
Alguna vez, en lugar de encamarte conmigo, te vas a tener que
encamar con otro tipo que yo te diga. Pero a todos los que te traiga,
vos les tenés que dar el servicio especial de la casa, como si fuera yo
el que lo está tomando. ¿Me entendiste eso claro? Y después me
tenés que contar todo lo que hicieron y te dijo a mí. Así que aparte
de coger, tenés que prestar mucha atención a todos los detalles.
Ropas, relojes, vicios, bromas, gustos, todo, porque todo quiero
saberlo.”

171
“Sí comisario. Tenemos un acuerdo, quédese tranquilo que yo
siempre cumplo con mi parte”.

“De más está decirte que esto que acordamos, queda entre vos y yo.
No se lo podés contar a nadie. Porque si me entero que abriste la
boca, te voy a tirar al Riachuelo, pero vivo, para que te ahogues en el
agua podrida. Y no es una manera de decir esto”.

“¿Quiere que se la siga chupando un ratito más?”, pregunté.

“¡Cómo te gusta la pija, pendejo puto! Sí, chupala y pajeala, a ver si


consigo largar la guasca yo también”.

“¿Le puedo poner merca encima?”, pregunté.

“Sí, dale, ponele merca, pedazo de puto”.

Le bañé la pija en merca y se la entré a chupar. Cuando se le estaba


parando, mientras que con una mano lo pajeaba, con un dedo de la
otra le entré a presionar la próstata hasta que tuvo algo parecido a
un orgasmo adentro de mi boca.

Yo junté toda su leche en mi boca y le mostré como mi lengua


jugaba con su cremita.

“¡Que cerdo inmundo que sos! Andá a lavarte que me das asco. Ni
las putas son tan cerdas como ustedes los putos”, me dijo.

Me lavé, nos tomamos entre los dos la merca que quedaba que eran
unas 10 rayas, nos vestimos y nos fuimos del hotel.

Me dejó en la calle para que siguiera trabajando y me dijo que si me


llamaba él, tenía que dejar lo que estuviera haciendo para ponerme a
su servicio. Que no se me olvidara.

Y que si tenía algún problema laburando en la calle con la cana o


con cualquier otra persona, lo llamara que él me lo arreglaba.

172
Había firmado un pacto con el Diablo, pero en ese momento yo no
tenía más alternativa que hacerlo.

Cuando sos prostiputo, el comisario de tu zona es Dios. Y el jefe del


comisario de tu zona, es alguien a quien a Dios le gustaría ser.

Cuando nos despedimos adentro del auto me dio la bolsa con unos
10 gramos de coca. “Vendé al menos una parte”, me aconsejó, “así
esta noche ganás algo de plata y no te enviciás tanto, pendejo”.

Yo le puse mi mejor cara de nene pícaro y le dije : “Quedate tranqui


que me voy a cuidar papito”.

¡Que sopapo me comí! Me quedó la cara latiendo más de una hora.


Se ve que sabía pegar el muy turro. Debe haber interrogado a golpes
a varios detenidos en la comisaría. No sólo pegaba fuerte, sino que
el cachetazo te hacía temblar el cerebro y sonaba como un estallido.

“Yo no soy tu papito, pelotudo. Para vos soy el señor comisario”.

“Perdón comi, es la merca”, me disculpé muy mansamente. De


todas maneras estaba tan drogado, que tenía todo el cuerpo duro yo
a esas horas de estar con él. No podía esbozar ni la más mínima
resistencia. Si me daba otra, me la iba a tener que bancar sin decir
nada, ni siquiera intentar defenderme. Son las reglas cuando
trabajás en la calle.

Me dejó bien en claro que podíamos tomar merca juntos,


encamarnos, yo se la podía mamar, él me podía hacer el culo, pero
yo no lo podía tutear. Ni mucho menos llamarlo papito.

Le hice caso y con la mitad de la cocaína que me dio hice 8 dosis que
vendí muy bien en un cine a otros putos. El resto nos la tomamos
con dos colegas en un hotel y en bolas, como corresponde tomar la
coca entre prostiputos, jajaja…

173
CAPÍTULO 18

EL MEXICANO FISTERO DEL HOTEL CINCO ESTRELLAS QUE


BUSCABA TRÍOS CON POPPERS Y COCA

Chat, cerca de la una de la mañana. Parece que engancho a un


cliente que es un turista mexicano y se aloja en un hotel en Córdoba
y Maipú.

Me aclara que lo que más le gusta es que le hagan fist fucking.

De pasada voy a Farmacity y compro varios guantes descartables.


Justo había una enfrente del hotel, así que fue fácil.

Lo llamo desde la recepción y baja a buscarme. Los ascensores


funcionan con una tarjeta y por eso vino por mí.

A mí ese servicio me aburre, porque no despierta mi morbo el


meterle la mano por el culo a los demás. Ni que me la metan a mí,
para ser honesto. En todo caso prefiero una pija, un dildo, un pepino
o una zanahoria. De última uno o dos dedos. Pero a mi culito le
gustan las cosas “pijaformes”, en lo posible.

Me pareció un lindo tipo, de unos 40 años y con una tonada


mexicana que lo hacía muy simpático.

Subimos a la habitación y era un estudio de televisión lo que había.

Una cámara web, alguna luz, dildos de gran tamaño y un par de


computadoras conectadas a esos sitios que se puede transmitir cómo
uno coge al mundo, como CAM4.

Le gustaba el fist y exhibirse, al muy perversito.

En la mesa de luz tenía poppers y un poco de cocaína. “¿Podés


conseguir más coca?”, me pregunta.

174
“Le puedo pedir a un amigo escort que nos traiga y lo sumamos a la
fiesta si querés”.

“Sí, llámalo. Que traiga coca y se quede un rato”, acepta.

Yo había arreglado un arancel hasta las 6 de la mañana con él, así


que me entusiasmó la idea de la fiesta y así de paso poder joder con
mi amigo y diluir el aburrimiento de un servicio de fist.

Ni lerdo ni perezoso llamé a un chico que solía conseguir buena


coca y que además me gustaba mucho él.

A la media hora bajé con la tarjeta del ascensor a buscarlo a la


esquina del hotel. Él vivía cerca, sobre Reconquista, a unas pocas
cuadras del hotel.

Subimos a la habitación, los presenté, mi amigo y yo nos


desnudamos mientras el cliente acomodaba la coca en varias rayas y
disponía la cámara.

Nos preguntó si no nos molestaba que transmitiera desde su cuenta


de CAM4 mexicana.

La verdad que nos importaba un carajo los mexicanos que nos


pudieran mirar coger a mi amigo y a mí.

Al rato de empezar, teníamos a más de 1.300 mirando cómo nos


enfiestábamos y algunos de ellos eran argentinos que hacían
comentarios sobre si conocían a mi amigo, que él publicaba en
internet, o si me conocían a mí.

A los que nos bardeaban, directamente los expulsábamos de la sala


para que aprendieran a mirar con la boca cerrada. O los dedos
quietos, como ustedes prefieran.

175
El mexicano la chupaba bien y yo se la chupaba a mi amigo que es
100% activo. Tomamos merca el mexicano y yo y mi amigo no
porque más tarde tenía un servicio como activo.

Le puse merca en el culo y se lo chupé y en los pies para tomarla y


lamérselos mientras el mexicano nos filmaba y miraba.

En un momento nos pidió que le metiéramos los puños por el culo.

Comenzó mi amigo y al rato lo reemplacé yo.

En un momento el cliente me agarra el brazo y lo apoya en la cama


con el antebrazo y el puño apuntando para arriba. Agarra el brazo
de mi amigo y lo pega al mío en la misma posición… y va y se nos
sienta arriba de los dos brazos y se los entra a tragar juntos con el
culo.

No lo podíamos creer. Ni nosotros ni los centenares de pajeros que


nos miraban por al web cam en México.

Yo nunca vi abrirse un orto tanto en toda mi vida gay, se los


aseguro.

Claro que el cliente había inhalado tanta merca y tanto poppers que
su culo estaba totalmente relajado.

Se nos sentó en los brazos y bajó totalmente hasta metérselos bien


adentro. Mucho lubricante y subía y bajaba cabalgándonos.

Estábamos sorprendidos de tanta putez en un solo culo.

Nos mirábamos como sorprendidos y medio espantados. Teníamos


miedo de que se nos abriera en dos como un muñeco.

Así seguimos un rato largo, hasta que mi amigo dijo que él se tenía
que retirar.

Una pena, porque yo lo estaba pasando fenómeno con él, porque me

176
encantaba y siempre le tuve ganas, así que las ocasiones en las que
podíamos compartir un servicio yo las aprovechaba para darme el
gusto de chuparlo un buen rato, por lo menos.

Cuando se fue mi amigo todavía era bastante temprano, como para


el fin de mi servicio.

“¿Querés que llame a otro chico para seguir la fiesta y nos traiga
más coca?”, le propuse.

“Sí, llamá a otro más”, contestó.

Llamé a uno que no conocía personalmente, pero con el que una vez
hablé por teléfono y me había parecido divertido y fiestero. Además
de muy vicioso y pijón.

Se prendió en el acto y me dijo que podía pedir la merca para que


nos la trajeran al hotel, que venía y llamaba desde la habitación.

Cuando el dealer vino, el cliente me dio a mí el dinero y yo bajé con


el chico a que comprara la coca.

Por suerte no hubo que esperar mucho, porque colocados como


estábamos a esa hora, no me atraía la idea de estar parado en la
puerta del hotel.

Vino el dealer en un auto, el chico se subió y lo dejó en la cuadra


siguiente con la coca.

Volvimos a subir y seguimos la fiesta con el cliente los dos juntos


hasta la 6 de la mañana.

En un momento, el chico que me había dicho que era activo


participativo solamente, o sea que la chupaba pero que no se la
dejaba meter, agarró un dildo de unos 8 cm de diámetro y 30 de
largo y me dice : “¿Me lo metés?”.

¡Sorpresa!, no sólo era versátil, sino que también se comía un pedazo


177
de matafuegos por el culo.
Le dije al cliente que lo íbamos a coger al chico, que acomodara la
cámara para que todos pudieran mirar bien cómo lo hacíamos.

Repartimos una buena vuelta de coca para los tres, agarré el dildo y
lo forré y lubriqué, mientras el cliente lo hacía oler poppers al chico.

Agarré mi pija y se la entré a refregar por el agujero del culo,


mientras le decía que lo fuera abriendo para que le pudiera meter el
dildo. Le escupía el culo y se lo lubricaba con mi pija, desde luego
bien forrada pero morcillona ya que no se me iba a parar ni a palos.

Finalmente cuando vi que pedía a gritos que se lo metiera, entré a


empujárselo y a meterlo.

Cuando tuvo una buena parte del dildo adentro, apoyé mi pija en la
base del mismo y lo entré a coger delante de nuestro cliente y toda
la audiencia. Era como una lesbiana cogiendo a su perra, con una
pija de siliconas, jajaja…

Me encantó.

Al rato cuando el chico ya estaba totalmente satisfecho de la cogida


que le había pegado se lo saqué.

El cliente nos miraba encantado.

Me puse merca en el dedo y me metí bastante en el agujero de mi


culo.

Le dije al chico “Me llené el culo de merca, ahora chupámelo”.

Me tiré en la cama y levanté las piernas para que todos pudieran


mirar bien mi ojete cuando me lo lamiera. El chico me lo entró a
chupar con muchas ganas, incentivado por lo lindo que es mi culo,
más la coca que tenía adentro. Yo gozaba como un perro y el cliente
se dedicaba a administrar a los seguidores de CAM4 y a enfocarnos
178
con la web cam.
En un momento estaba tan puto que manotié el dildo, lo forré, lo
lubriqué y le pedí a mi amiguito : “Metelo todo y pégame una buena
cogida”.

Fue un momento de gloria para la pornografía transnacional ese.

El mexicano, el otro chico y todos los que estaban mirando llegaron


a su punto máximo de excitación. Lo que gemí, me retorcí y pedí
más y más verga de plástico, fue todo un record de putez.

¡Que puto que estaba! Hasta para mis parámetros bastante relajados
era una barbaridad de mariconeada lo que estaba haciendo. Pero me
chupaba todo un huevo de lo excitado y descontrolado que estaba.

Si hubiera habido un dildo de dos cabezas, hubiera hecho una doble


con el otro chico cogiéndonos el uno al otro empujándonos el dildo
con los culos.

El mexicano estaba extasiado con lo zarpados que éramos con mis


amigos. No sabía cuál de todos lo calentaba más.

Y nosotros lo pasamos espectacular esa noche.

Cuando el servicio terminó, nos fuimos del hotel con el otro chico.

No les puedo expresar la depresión del bajón de salir del hotel en


pleno microcentro cuando está amaneciendo y uno está todo
drogado pero bajando porque no hay más droga.

No había nada que pudiera hacer en ese momento que me resultara


agradable.

No veía la hora de llegar a casa a tomarme alguna pastilla que me


durmiera. Que me desmayara, para ser exacto en mi deseo.

Por suerte siempre tengo alguna reserva de pastillas para concluir

179
estas maratones.
Como me había duchado en el hotel antes de salir, junto con el otro
escort nos bañamos, pude llegar a casa en taxi y entrar directo a
empastillarme y a dormir hasta tarde.

Lo que creo que logramos fue uno de los records de audiencia de


CAM4.

Lo que fue a favor es que en México están unas horas detrás nuestro,
entonces el espectáculo que dimos ellos lo pudieron mirar unas
horas más temprano que acá.

Creo que teníamos dos horas más nosotros que ellos, así que cuando
terminamos a las 6 de la mañana, para ellos eran las 4 de la mañana
de un sábado.

No era allá una hora como para que no pudieran seguir de fiesta.

Supongo que más de uno habrá cogido o se habrá hecho una rica
paja, recordando el excitante espectáculo que le habíamos brindado.

Luego, cuando volvió a México, el cliente me escribió por e-mail y


me contó que muchos amigos de él y su novia nos habían visto esa
noche y que todos lo felicitaron por la fiesta.

Me aseguró que si tenía que volver a Buenos Aires por trabajo, me


avisaba para que armáramos otra parecida, pero organizada con
más tiempo, para evitar el tener que andar comprando cosas en el
medio de la fiesta.

Siempre me pregunté si los dildos esos gigantes él los llevaría en la


valija cada vez que viajaba o si los había comprado acá.

Si me acuerdo, alguna vez le voy a preguntar.

180
CAPÍTULO 19

¡QUÉ PUTOS QUE SON LOS FUTBOLISTAS Y LOS


CANTANTES!

“Buenas tardes, quería averiguar por tus servicios”, me dice una


tarde un señor por teléfono. Suena a un hombre grande, extranjero.
Italiano probablemente. Me gusta ser claro, así que le digo
exactamente lo que hago, lo que no hago, cuáles son mis límites
dentro de lo que hago y le aclaro que todo siempre es con sexo
seguro, que no implique sangrados ni exponga en ningún momento
mi salud. Le agrego el dato no menor de mi arancel y le aclaro que
estoy disponible con buena amplitud de horarios como para
acomodarme a sus necesidades.

Me dice que en realidad el servicio es para una pareja de hombres.

No tengo ningún problema con eso, pero en el caso de que sean dos
clientes a los que tenga que atender, mi servicio se cobra doble por
el mismo tiempo.

Me cita para una hora y cuarto más tarde en un departamento por


Recoleta. A unos 20 minutos de dónde yo vivo.

Me doy una ducha, me pongo un poco de desodorante y apenas un


touch de L’Eau de Miyake detrás de las orejas. Como para que mi
perfume entre después que yo y no invada traspasando mi olor a los
clientes.

Esto porque la mayoría está de trampa y lo último que quieren son


restos de olor a prostiputo en su piel cuando vuelvan con sus
parejas. Siempre me llamó la atención el perfume dulzón y pesado
que suelen usar muchas putas, que te las cogés y te tenés que
enjabonar varias veces la cara, para que se te salga ese olor a trola
que te dejan. Me acuerdo que una vez, tuve olor a concha en la naríz

181
por varios días. Aunque en eso, el perfume no tuvo la culpa, jajaja…
Mis saludos a la paraguaya en el recuerdo.

Llego puntualmente al edificio y me hacen pasar. Arriba me recibe


el hombre con el que hablé por teléfono. Un señor alto, agradable y
definitivamente italiano. Con dinero, a juzgar por su ropa y
accesorios. Además del departamento, obvio.

Me hace pasar al living y me pide que me siente en un sofá.

Bueno, pienso, es de los que les gusta hablar antes de tocar.


Pongamos mi mejor cara de que me interesa todo lo que me cuente.
Agreguemos algún que otro gesto de sorpresa e impresión, como
para dejarlo halagado, anoto mentalmente.

Para mi sorpresa, me aclara que él no va a tomar el servicio. En


realidad me contrató él, pero para que atienda a una pareja de
jóvenes.

No tengo objeciones, aunque siempre prefiero a los clientes


mayores, porque son mucho más fáciles de satisfacer y además
porque dan mejores propinas.

Me dice que mis clientes me están esperando, pero que antes de


presentármelos debe aclararme que son dos personas sumamente
famosas y que el servicio debe ser garantizado en cuanto a su
confidencialidad de manera absoluta.

Agrega que el arancel que habíamos pactado no tiene importancia y


que lo que me ofrecen es un arancel de US$1.000 por toda la noche
con esta pareja. A cambio, yo me comprometo a jamás contar que
tuve sexo con ellos, especialmente porque ambos son bisexuales y
están recontra en el closet acerca de su homosexualidad.

No tengo inconvenientes, entre otras cosas porque yo voy a tener


sexo con mis clientes, no a hacerme amigo ni a juzgarlos. Si algo me
182
importa poco de ellos, es su vida. He tenido sexo con muchos
famosos y debo decir que suelen ser bastante decepcionantes.

Paranoicos, siempre piensan que los están espiando, a punto de


fotografiarlos. Con unos egos inmensos que les hace pensar que a la
puerta de su casa va a haber un batallón de periodistas esperando
ver salir a un prostiputo con la verga chorreando saliva o mierda de
ellos. No pasa…

Y siempre con ese ego psicótico que les dice que por un lado no
quieren que los reconozcan, pero no soportan que cuando te dicen
quiénes son y se dan cuenta de que te chupa un huevo que papel
representaron en tal o cual obra. Es más, te repiten las mismos
gestos y vos no los reconocés, porque no los viste trabajar.

“Yo era “Cogotito”, en “Una luna fucsia para Canela”, te dicen,


mientras repiten la muletilla que tenían en ese show que sonaba a
algo así como “¡Ca’tá Cogotito!”, con una suerte de chillido agudo y
sostenido. Te miran ofendidos porque vos no das pie con bola con lo
que ellos te quieren señalar. No se flaco, no te vi, no se quién sos y,
lo que es más importante, aunque lo supiera tampoco me importaría
un huevo. Pero les resulta difícil de comprender esto de que entre
mirar Una luna fucsia para Canela o hacerme una paja, siempre
ganó la paja.

Los deportistas famosos suelen tener el ego más bajo que los actores
y cantantes, pero tampoco son una maravilla de modestia. Son más
tolerables, lo reconozco. Apenas.

Volviendo a nuestra parejita de hoy, debo reconocer que cuando me


hicieron pasar al dormitorio medio como que me sorprendieron.
Eran dos realmente muy famosos. Hasta para mí. Y los dos me
parecían muy cogibles. Ambos.

183
Uno era un muy conocido mundialmente cantante pop latino, muy
bonito, y el otro era un reconocido delantero de nuestra selección
nacional de fútbol. NO, no era ese en el que ustedes están pensando.
No era “él” delantero de nuestra selección. Por suerte. A ese no lo
tocaría ni con un chorro de soda. Además de que no me calientan
para nada los enanos.

Pero mi cliente era uno de los importantes. Muy bonito. De hecho,


ha jugado muchos años en Europa y ha tenido problemas en
muchos de los clubs en los que jugó. Según me han contado otros
famosos, justamente por ser homosexual. O bisexual, en realidad. El
problema pasaría no tanto por encamarse con hombres, sino porque
los que a él más le gustan suelen apenas llegar a considerarse
púberes. Le gustan muy jovencitos. Demasiado jóvenes, cuasi
delictualmente jovencitos. Y es esto lo que provocaría el rechazo
entre sus compañeros de equipo. Como dispone de un excelente
ingreso de dinero, no tengo dudas de que debe conseguir saciar sus
necesidades sexuales y acallar todas las consecuencias de las
mismas. Con suficiente dinero, toda perversión es cumplible en el
mundo. De manera impune, desde luego.

Pero de estos detalles me enteré unos años más tarde, cuando otro
compañero de selección de él me contó su historia en un relax post
coito y resultó que a él lo había cogido este famoso cuando él recién
se iniciaba en el profesionalismo en el mismo club. Traducido, se lo
había cogido cuando mi segundo cliente tenía 15 años y el famoso
de este capítulo tenía 19 y ya era una rotulante estrella en ascenso de
la primera nacional.

Parece que esto en el ambiente del fútbol es algo relativamente


normal eso de hacer cadenas de cogidos entre profesionales e
ingresantes.

184
Volviendo a mi relato, cuando los vi no dudé en que el pasivo era…
En realidad también podría ser… O tal vez… La verdad que no
sabía bien, y eso que soy un experto. Los dos eran bisexuales, pero
no era fácil asegurar cuál era sólo pasivo. O tal vez no… Podría ser
cualquiera de los dos. O ninguno sólo pasivo. De hecho, me daba
igual. En mis fantasías había cogido con ambos, en ambas
posiciones. Sería sólo cuestión de dejar correr las horas de cama para
enterarme.

Ellos estaban vestidos con un jean, descalzos, sin camisa. Cuando


me vieron entrar me sonrieron.

El hombre que me había recibido les dijo que él se quedaba en el


departamento por cualquier cosa y que en la cocina dentro de la
heladera podían contar con toda la comida y bebida que pudieran
necesitar durante la noche.

Dicho lo cual, se retiró y me dejó con mis apreciados clientes.

Nos dimos un beso entre los tres y yo me quité las zapatillas, las
medias, mi remera y me quedé en jean y en cueros como ellos.
Pusieron caras de que no los defraudaba lo que veían. ¡Gracias papá
y mamá!

Generalmente no defraudo a mis clientes cuando me conocen en la


intimidad. Incluso luego de bajarme los bóxer. Como bien digo
siempre, no sólo soy una linda carita. También soy una linda colita y
una rica pijita.

Todo comenzó con besos. Los dos besaban muy bien.

Para la facilidad del relato, en adelante los voy a llamar Delantero y


Cantante. Ya saben cuál es cada uno.

Cantante se arrodilló, sacó mi pija del jean y comenzó a chupármela.


Delantero peló la suya y Cantante se hizo cargo de los dos
185
micrófonos. Nos las chupaba a los dos juntos, mientras nosotros nos
besábamos.

Cinco minutos más tarde, ya estábamos los tres desnudos


completamente. Ninguno era tímido a la hora de exhibir su cuerpo.

Las chupadas se sucedían sin fin. Cantante, Delantero y yo nos


turnábamos en el placer de tener dos hermosas vergas en nuestras
bocas viciosas. Lengua, saliva, garganta profunda, lamidas de
huevos.

Debo reconocer que a mí siempre me calentó la fila de pelitos que


van del pubis de los hombres hasta su pupo y lamer esa zona me
excita y me da mucho placer. Y ambos tenían un hermoso camino de
pendejos de la verga al pupo. No eran peludos, pero los pelos que a
mí me gustan en los machos, estaban. Axilas, pubis y gambas
peludas, me encantan. Peinar con mi lengua de putito vicioso los
pelos del culo de algunos de mis clientes, mirar como con la lengua
los mando de un lado para el otro, siempre me encantó.

Y en este caso, lamerles los culos a mis clientes era un inmenso


placer de mi parte.

Cantante también era un experto en eso de lamer mi culo. Me


pasaba su lengua húmeda y caliente por el culo, a veces blanda y
acariciante y otras más dura y penetrante… ¡Qué placer ser puto en
las bocas de estos dos!

Morder las tetitas de Delantero era también maravilloso. Duras


como piedras, lamerlas era sentir esas puntas contra mis papilas en
un placer indescriptible.

Nuestras manos nos acariciaban en un sinfín de franela rebosante de


hormonas masculinas en ebullición.

186
Cuando mi culo estuvo hiper lubricado y dilatado, Cantante se puso
un forro y me dijo al oído, ponete boca abajo que necesito cogerte
ya.

Yo me di vuelta, obediente, separé las cachas de mi culo con mis


manos, sentí la escupida que pegaba contra mi ojete de Delantero y
pude ver por el espejo que había en el cuarto como Delantero le
daba una húmeda mamada a Cantante y con su mano le agarraba la
pija para dirigirla derecho a mi culo.

Cantante me la apoyo y yo levanté de golpe mi culo y me la tragué


entera en un solo envión.

A partir de allí nos movimos al unísono, subiendo y bajando,


sintiendo el cuerpo de Cantante sobre mí, mezclando sudores de
machos encelados, con ese olor que los clientes ricos suelen tener
cuando sudan. Nuestros cuerpos resbalaban ligeramente uno sobre
el otro, mientras Delantero me daba su verga a chupar y me
agarraba de los pelos de la nuca para obligarme a tragármela entera.

Me estaban haciendo el culo de una manera maravillosa mientras


me violaban mi boca, ¿podía pedir algo más, siendo que encima me
estaban pagando, estos dos machos maravillosos?

En una de esas Delantero no aguantó más y sacó su verga de mi


boca y se masturbó sobre mi espalda, llenándome de una leche tibia
y cremosa. Cantante también estaba acabando y se pajeaba sobre mí
para mezclar su leche con la de Delantero.

Mi espalda era una palangana de semen recién ordeñado.

El olor a sexo era un elixir palpable en el aire.

Mis clientes estaban agotados y recostados a mi lado. Cantante


agarró un toalla y me limpió la espalda.

“Podés ducharte”, me dijo.


187
Yo fui al baño y me di una ducha rápida, para volver a la cama con
ellos. Yo no había acabado, por si alguno me pedía que lo cogiera.

En la cama siguieron las caricias durante un rato largo.

Delantero me la comenzó a chupar al rato. Mi verga le respondió en


el acto, poniéndose dura como el acero. Cuanto más me la comía,
más dura se ponía.

En un momento Delantero saca un forro de su paquete, se lo mete


en su boca y me lo entra a poner en mi pija ayudado por sus labios y
mano.

Toma un frasco de lubricante y lubrica mi pija. Acto seguido se


monta a horcajadas sobre mi verga y se la hunde adentro de su culo,
mientras que me mira con una mirada de puto lascivo que me pone
a mil kilómetros por hora de calentura.

Delantero me cabalga, cada vez más fuerte, y mi pija quiere


demostrarle que está gozando maravillosamente de su culo perfecto.

Es realmente cogerse a un hombre esto. Bien masculino y gozando


por dónde se debe gozar de ser gay, por el medio del culo. Más
placer, imposible de conseguir. Por lo menos es lo que me
demuestra su verga erecta mientras cogemos. Va largando ese
néctar que emitimos los hombres cuando estamos muy calientes y
que no hace falta tocarse para que surja de nuestros huevos.

Me la metería toda en la boca, si llegara desde acá. Me tragaría toda


su leche si pudiera, mientras me lo cojo.

Cantante se pone en cuatro patas perpendicular a nosotros y se la


entra a chupar a Delantero. ¡Se va a tomar la leche que yo anhelo!

Delantero no aguanta más y entra en un orgasmo profundo,


explosivo, extenuante, sobre mi pija. Cantante recoge en su boca
toda la leche caliente y sabrosa de su amigo.
188
Yo gimo de placer aguantando mi orgasmo, para poder seguir
cogiéndolos, si me lo piden así.

Cantante me mira, yo lo entiendo en el acto y abro mi boca. La leche


de Delantero va a parar en un goteo sensual de la boca de Cantante
a la mía. Mi lengua disfruta de ese néctar. Delantero me besa a mí,
Cantante besa a Delantero, nos abrazamos los tres y nuestras
lenguas juegan mezclando nuestras salivas con la leche de
Delantero.

Estamos todos sudados y agotados.

Cantante va a la cocina a buscar algo para tomar. Vuelve con unas


latas de Coca Cola y una bandeja con varias rayas de cocaína y un
vaso lleno de pajitas para esnifiarla.

“Es pura. Tomá con calma que pega en serio”, me advierte.

“Me encantaría, pero si tomo no los voy a poder coger seguramente,


así que en todo caso voy a esperar a que no me quieran más de
activo”, le digo con una mirada resignada.

“No boludo, te digo que es pura. No está cortada”. “No te la va a


bajar ni ahí, quédate tranca”, me aseguran a coro los dos.

Los miro con extrañeza, pero ellos son los clientes y ellos mandan.
Cantante para su pija con una rápida paja y tras cartón se toma dos
buenas rayas y me muestra. “¿Ves? No se me baja. Tomá que está
muy rica”.

“¿Quieren tomarla sobre mi pija?”, les ofrezco mientras con un par


de tarjetas peino unas ricas rayas.

“Dale, montala”, me dice Delantero.

189
Ahí entro a despachar varias rayas para ambos, poniendo a la merca
sobre mi pija y también acostándome y poniéndome merca de los
huevos a la cabeza de la pija, por el lado de abajo.

“¿Puedo tomar yo la merca sobre ustedes también?”, les pregunto.

“Sí, dale”, me contesta Delantero y se tira en la cama.

Yo le pido que levante las piernas, como para que me lo coja patita
al hombro y cuando tiene los pies para arriba, le vuelco una buena
raya en la planta de cada pie, me la esnifeo y le entro a chupar esos
pies que tantos goles han marcado en nuestra selección nacional de
fútbol, mientras me sacudo la verga como lo que soy, un mono
drogado.

Más tarde me cogí a Cantante y le chupé los huevos a Delantero


mientras lo penetraba a Cantante. Me gustó lamerle las axilas a
Cantante, era algo que lo calentaba mucho que le hicieran. Y a mí
me gusta cuando mis clientes gozan de mis servicios.

Ya de madrugada me proponen atarme para poder ellos cogerme.


Mucho no me atrae la idea de estar atado con dos clientes tan
drogados, pero me ofrecen una propina extra a mí arancel de
US$500 si me dejo atar y coger atado… y les digo que sí, que lo
pueden hacer.

Me estaquean a la cama boca abajo, con los brazos y piernas abiertas

en forma de X , bien atadas mis extremidades cada una a una pata


de la cama. Mi cabeza apuntaba a los pies de la cama ymis patas
para el lado del respaldo.

Delantero se pone bastante coca en su verga y me la acerca a la nariz


para que la pueda tomar. Aspiro con todas mis fuerzas para
aprovechar hasta la última partícula y le paso mi lengua por la
verga. Me da un beso de lengua, luego de ponerse más merca en su

190
boca y veo que mira a Cantante como dándole el Ok para algo. En
ese momento puedo sentirlo a Cantante acostándose sobe mí y
metiéndome su verga adentro del culo. No dolía, a pesar de ser una
buena verga, de buen tamaño. Se entra a mover de una manera muy
fuerte, me agarra de los hombros como para trabar una posible
resistencia de mi parte y con sus piernas también engancha las mías.

Como si yo no quisiera que me recontra cogiera.

Cuando acabó salió de mi culo y fue el turno de Delantero. Si bien


me cogió con menos violencia, sus embestidas eran más profundas.
Le gustaba sentir el ir y venir desde la cabeza de su verga hasta la
base a través de mi elástico ojete. Un real placer era sentirse tan bien
garchado por estos dos lindos machos.

Cantante al escuchar mis gemidos, me agarró de los pelos de la


nuca, levantó mi cara y me preguntó : “¿Estás gozando, puto de
mierda?”.

“Sí, macho”, fue lo único que atiné a decir.

De su boca salió una escupida que me dio en el medio de la cara y


con su mano libre me pegó una sonora cachetada.

Era el incentivo exacto que me faltaba. De mi pija entró a salir leche


y más leche, mientras Delantero me seguía cogiendo ajeno a mi
orgasmo y yo fregaba mi pija contra las sábanas manteniendo mi
mirada en los ojos excitadísimos de Cantante. Uno de los mejores
orgasmos sin tocarme de mi vida profesional estaba teniendo.

Delantero necesitó como quince minutos más para satisfacerse


dentro de mi culo. Me daba igual. Yo ya era incapaz de sentir nada,
entre todo lo que me habían cogido y toda la merca que me había
puesto por el culo entre cogida y cogida.

Cuando decidió salirse de mi culo, sentí muchas ganas de mear.


191
“Necesito ir a mear. ¿Me pueden soltar, por favor?”, les rogué.
“Sí, ya te suelto”, me contestó Cantante.

“¡No!”, lo paró Delantero. “Mejor nos paramos nosotros sobre la


cama y lo meamos juntos a él, mientras él se mea encima”.

Se subieron los dos a la cama, se pararon a mis costados y Cantante


me dijo : “Ya escuchaste lo que tenés que hacer. ¿Qué mierda estás
esperando?” Dicho esto siento que manotean mi verga para dejarla
apuntando a mi cara. Yo levanto mi culo para no presionarla a mi
pija contra el colchón y siento el chorro de meo caliente que largo en
dirección a mi pecho. También siento los dos chorros de meo de mis
clientes yendo de mi culo a mi cabeza, empapando mi espalda.

No puedo pensar en otra cosa que en el gozo que estoy sintiendo,


mientras a mi alrededor se forma un charco de meo caliente con el
meo mezclado de los tres. A pesar de lo drogado que estaba, me di
cuenta de que su colchón estaba forrado y preparado para esta
práctica. Para ninguno de los tres esto fue una novedad.

Recién cuando los tres terminamos de mear me soltaron y nos


quedamos los tres besándonos y manoseándonos hasta que el pis se
enfrió y era incómodo seguir sobre él. Estábamos los tres llenos de
meo en nuestros cuerpos.

Cantante se salió de la cama y fue a buscar un juego de sábanas


nuevo.

“Sacá las sábanas sucias, trae una toalla del baño y limpiá el colchón
y poné sábanas nuevas, puto”, me ordenó.

Hice lo que me dijo, retiré las sábanas meadas y las llevé al baño.
Tomé una toalla y volví al cuarto. Allí estaba Cantante sentado en
una silla, con las piernas abiertas y Delantero arrodillado entre ellas
chupándole la pija.
192
Cuando terminé de colocar las sábanas fui y me arrodillé junto a
Delantero, para ofrecerme a compartir la mamada a Cantante. No
dudaron en aceptar mi gesto y nuestras lenguas y bocas se
dedicaron a dar placer a la insaciable verga de Cantante.

Pasó como media hora hasta que nos fuimos a duchar los tres juntos.

Cuando nos secamos volvimos al cuarto. En una mesa alguien había


puesto unas tazas, unos vasos, un termo con café, unos sándwiches
y unos chocolates.

No soy para nada de paranoiquearme cuando tomo merca, pero no


me gustó. Había alguien observando mientras cogíamos. Y
probablemente grabando lo que hacíamos.

“¡¿Qué mierda están haciendo?! Yo no autoricé a que grabaran la


cogida. No es esto lo que acordamos.”

Los dos se rieron. No se de qué se ríen. Se ve que no me vieron cómo


me paro de manos cuando un cliente se me hace el pelotudo.

“Hay US$1.000 más para vos”, me dijo Delantero.

“No, no me gusta que me filmen. No quiero”, dije de muy mal


humor.

“Que sean US$2.000 más entonces”, dijo Cantante. US$3.500 por un


trío de una noche filmado es una buena oferta”.

“Sí, si la hacés antes, al contratarme. No después de que yo me doy


cuenta de que me están cagando”, les digo.

En ese momento entra el hombre mayor que me había contratado,


me entrega US$5.000 y me dice “Tenés razón, te lo debería haber
dicho yo antes. Fue culpa mía. Espero que esto compense tus
molestias y enojo. El servicio terminó. Podés vestirte e irte. Te

193
recuerdo que contamos con tu más absoluta discreción”, me
advirtió.

Me vestí y me despedí de los clientes.

“Es una pena que te pusieras así”, me dijo Cantante, “podríamos


haberlo repetido”.

“Podemos repetirlo cuando quieras”, le contesté mirándolo fijo a los


ojos. “Ya conocen mi arancel”. Dicho lo cual y con una linda sonrisa
miré a ambos y me fui, con una noche de sexo maravillosa y
US$5.000 en el bolsillo.

¿Se puede pedir algo más? Que me vengan a decir que este trabajo
es aburrido o monótono a mí.

Y no hay dudas de que como bien decimos los que practicamos el


oficio, se conoce mucha gente, linda y de la otra, trabajando.

194
CAPÍTULO 20

EL ESCRITOR GAY FIESTERO QUE SE HACÍA EL VIEJECITO


POBRE Y ERA UN TERRIBLE VIEJO HIJO DE PUTA. PERO
HIJO DE PUTA EN SERIO.

Una noche había ido a comer a la casa de unos amigos, no gays, por
Palermo.

Cuando me voy, salgo caminando por Av. Santa Fe y a la altura de


Gurruchaga veo a un hombre grande, no muy alto, gordito, que me
mira, como con ganas de coger. Soy capaz de reconocer esa mirada a
dos cuadras de distancia y con un ojo cerrado, a esta altura de mi
vida y profesión.

Lo reconozco al señor. Se quién es. Es un escritor gay muy conocido,


fuera del armario, al que le hicieron una entrevista en un diario días
pasados. Y yo justo la leí.

Me acerco y lo saludo. Me pregunta qué andaba haciendo, a lo que


le contesté lo que los clientes siempre quieren oir de un muchacho
como yo : “Trabajando”.

Me pregunta mi arancel, se lo digo y me dice que él me busca como


activo y que tiene su departamento a una cuadra de dónde
estábamos. Vamos caminando y le pregunto su nombre luego de
decirle que yo me llamo Mariano. Me da su nombre, y desde luego
no era el verdadero. Típica subestimación del prostiputo. Se supone
que porque nos revolcamos con otros por dinero, somos una manga
de burros que no tenemos ni la menor idea de escritores o de
cualquier cosa que implique una mínima formación cultural.
Prejuicios.

A mí me gusta atender a hombres grandes. Son servicios fáciles y


rápidos. Suelen siempre quedar contentos de que un chico se excite

195
con ellos y normalmente al arancel agregan una linda propina, si
uno se la sabe ganar demostrando que ellos nos calentaron mucho.

Subimos a su departamento. En el ascensor le agarré una mano y se


la apoyé sobre mi verga ya dura, para que viera que me calentaba y
que no iba a defraudar sus expectativas.

Cuando entramos a su departamento, debo decir que me pareció


bastante desordenado. No es que yo sea un encanto de orden, pero
el desorden en los demás siempre llama mi atención. En inversa
proporción a cómo detecto y me maravillo del orden ajeno, desde
luego.

Me guía sin prender la luz a su cuarto. Un asco de desorden


también. ¿Cómo puede vivir en semejante quilombo? A oscuras, por
lo que veo.

Y acá lo curioso… cuando llegamos al cuarto, yo me preparo como


para meterme en la cama con él a cogerlo.

Me para cuando me estaba desnudando. Sólo quiere que me abra el


pantalón, para sacar mi pija afuera. No me quiere ver desnudo.

Mira vos…

A su vez, él tampoco se desnuda, se baja su jean y calzoncillo.

“¿Me la chupás un poco?”, le pregunto mientras le ofrezco mi pija


ya parada.

“No”, me contesta. “Cogeme”.

Dicho lo cual, se baja el pantalón y se pone en cuatro en el borde de


la cama, vestido, apenas ofreciéndome su ojete.

“Que tipo más raro”, pensé. Pero si eso es lo que le gusta, allá él. En
una de esas estará apurado por algo. Vaya uno a saber lo que les

196
pasa por las cabezas a los clientes.
Me pongo un forro, me escupo la pija para lubircarla y me lo entro a
coger.

Lo habré bombeado unos cinco minutos y creo que ni acabó. No lo


puedo asegurar. Ni siquiera se si lo disfrutó.

“Te podés lavar en el baño”, me dice señalando el cuarto de baño.


Que por cierto era también un quilombo de desorden.

Me lavo la pija, me paga. Esto parece que es todo… como mucho 15


minutos.

Me acompaña hasta abajo y nos despedimos.

Yo vuelvo a la avenida Santa Fe y me voy a comer una


hamburguesa. Me dio hambre.

Cuando salgo de comer, vuelvo a pasar por la esquina de


Gurruchaga y Santa Fe y ¿a quién veo? A mí cliente encarando a
otro chico. Lindo pendejo, onda bien reo y atorrante. Me calienta.

El muy hijo de puta, se ve que se cogía a varios chicos por noche,


uno detrás de otro. La gracia era la variación.

Me paro y lo miro. Cuando me ve, le hago una seña con la mano,


como que nos lleve a los dos. Me ignora y se va con el chico. Desde
la esquina los veo meterse en su casa.

Que se joda, le podríamos haber cogido los dos juntos.

Decido que me dejó caliente. Y voy a esperar a que salga el chico.


Cuando se venga para Santa Fe a buscar a otro chongo, lo que voy a
hacer es llevarme al chico en sus narices a coger y dejarlo pagando
por pelotudo.

Me compro en un kiosco una cerveza bien fría y me quedo en la

197
esquina a esperar.
Al rato lo veo venir. La puta que lo parió al pendejo, se ve que salió
para el otro lado. Ya estaría contento con lo ganado y no necesitaría
trabajar más. O en una de esas no era un prostiputo profesional, sino
un pendejo al que le ofrecieron guita por coger y agarró sin más
cuestionarse. Necesitaría el dinero, en una de esas y le vino bien la
oferta del hombre este. Igual, si no sos profesional, hay que tener
estómago a prueba de balas para poder cogerte al tipo este. Pero en
fin, sobre gustos no hay nada escrito, bien suelen decir.

Cuando el viejo llega a Santa Fe me ve parado allí, con mi cerveza en


la mano. Le guiño el ojo y le digo : “¿Te cogió bien el nene ese? Te
hubiéramos hecho una linda fiestita juntos los dos” y me río.

“¿Querés repetir conmigo?”, le propongo. “Yo ya estoy para otra”.

Duda, pero finalmente me dice que lo siga. Un día de semana, ya


tarde de noche, no le debe resultar tan fácil conseguir chongos a esa
altura de Santa Fe, que no es la zona especial de levante gay.

Debo reconocer que a mí la botella de cerveza me había pegado


bastante. Es la cerveza, porque con otras bebidas no me pasa. Pero
se me sube rápido a la cabeza. Efecto corto, pero rápido en mí tiene.

Yo estaba caliente.

La cuestión que subimos y se repite la escena de la cogida anterior.

Yo ya no amago a desnudarme, porque se que no le interesa verme


en pelotas, como al resto de mis clientes.

Pelo mi pija y entro a buscar el forro. El viejo ya se había puesto en


cuatro patas al borde de la cama, con el culo abierto y ofrecido a la
penetración.

“Me podés coger sin forro, que soy muy limpito. Si querés te puedo
198
pagar un poquito más si me das la lechita adentro”, me dice el viejo.
“A vos no te cojo sin forro ni por todo el oro del mundo, papá”, le
contesto. A decir verdad, le contesto bastante enojado, porque me
parece un hijo de puta el proponerme cogerlo sin forro. Y el que me
ofreciera más dinero para hacerlo, me pareció muy irresponsable y
muy jodido de su parte.

Si yo fuera un pendejo pelotudo el muy hijo de puta me estaría


exponiendo a una situación muy insegura para mi salud, sin que le
importara un carajo a él.

Me pongo el forro y, enojado como estaba y con las burbujas de la


cerveza en la cabeza, lo entro a garchar como para romperle bien
roto el culo por hijo de mil putas.

Querías un macho, viejo puto, acá tenés a un macho.

El viejo medio que me pedía que parara, pero yo no le hacía caso. Ya


había cobrado y quería romperlo.

Recién cuando largué los pibes le saqué la pija del orto.

No necesité que me explicara dónde estaba el baño. Me lavé la pija y


el viejo vino detrás de mí a lavarse el culo.

“¿Notaste la diferencia entre que te coja un machito en serio y el


pendejito pelotudo que te trajiste recién?”, le pregunté.

El viejo no me dijo nada. No contestó.

Me lavé la chota, me la sequé, me subí el pantalón y le dije, “dale


que me quiero ir. Bajá a abrirme”.

Sin decir una palabra el viejo bajó conmigo, me abrió la puerta del
edificio y me fui. No me siguió.

A las dos semanas volví a pasar por allí.

199
Y obviamente, el viejo estaba levantando pendejos. Me acerqué, lo
saludé y le pregunté : “Hola papu, ¿andás buscando verga? ¿me
llevás y te pego una rica cogidita?”

“No. Sos muy violento vos”, me contestó.

¡Que viejo de mierda maricón me resultó! Ese culo era incapaz de


ser violentado. Debía tener 60 años, fácil, de que le venían
rompiendo el ojete. ¡Que hijo de puta decirme que yo era violento!

“No papi, no me digas eso… Me había tomado una cerveza y eso me


había puesto así, vos sabés que me gusta coger con vos… Dale,
llévame que necesito la guita hoy. Te prometo que te cojo con mucha
suavidad”, le propuse.

No se por qué pero lo convencí. Fuimos a su departamento y se


repitió todo el ritual. Bajada de pantalones, se pone en cuatro, me
forro, lo garcho, me lavo y me baja a abrir. Ah, y antes me garpa.

Si no paga, me va a ver enojado en serio.

La cuestión es que después de esa última cogida no lo volví a ver.


No por él, sino porque me quedaba trasmano de dónde
habitualmente yo trabajaba y el arancel que el viejo pagaba no era
mejor que el que me pagaban otros clientes a los cuales tenía
usualmente mucho más a mano. Y tampoco era un hombre
agradable, por el contrario, era un viejo de mierda que me había
pedido que me lo cogiera a pelo, asegurándome que él “era
limpito”, viejo puto de mierda… No era uno de esos clientes con
los que me entusiasmara repetir el servicio. Para nada.

Pasan unos años y vuelve a ser noticia este escritor. Habrán sido
unos 2 o 3 años.

Leo en el diario la noticia. Murió de SIDA.

200
El muy hijo de puta, a esa altura cuando cogió conmigo, no podía
ignorar que tenía SIDA. No te mata en un año el SIDA.

Sin embargo, me pidió que lo cogiera a pelo. Me ofreció más dinero


por hacerlo. Lo recuerdo perfectamente, porque todos sabemos a lo
que nos exponemos y el que te propone coger a pelo, es porque es
un tarado irresponsable. O un hijo de mil putas, si sabe
positivamente que ya está infectado.

¡Le chupaba un huevo contagiar a los chicos que contrataba!

Es más, sospecho que lo hacía a propósito. Por eso contrataba todas


las noches a chico tras chico, y sólo se hacía coger de esa manera tan
mecánica y pelotuda.

No buscaba una relación sexual, buscaba infectar a los prostiputos.

No creo que él haya gozado mucho de las pijas que compraba.

En una de esas le echaría la culpa de su enfermedad a algún


prostiputo y por eso habrá urdido esa suerte de venganza.

Vaya a saber la trama que habrá imaginado en su enferma cabeza el


viejo hijo de mil putas este.

Hay que ser hijo de mil putas, para salir a buscar pendejos para
infectarlos.

Él no necesitaba mucho bombeo en el culo. Sólo necesitaba el tiempo


suficiente de que lo cogieran a pelo para infectar a todos los que su
inmundo culo le permitiera, en lo que le quedaba de su vida de
mierda.

Por eso no prendía la luz, ni se desnudaba. Seguramente tenía


marcas en la piel de su cuerpo del SIDA y podía eso advertir y
espantar a los chicos.

Mirá que hay que ser malparido para hacer eso.


201
Desde luego a mí no me pudo contagiar, pero vaya uno a saber a
cuanto pobre chico desprevenido habrá convencido de que lo
cogiera a pelo y le habrá pegado el virus.

Ojalá te estés revolcando en el Infierno, Oscarcito. El escritor maricón


con el segundo nombre de dios griego.

Vaya este capítulo de recuerdo para vos, hijo de mil putas.

202
CAPÍTULO 21

MUY BUEN ACTOR SOBRE EL ESCENARIO, PERO UN


TÍMIDO TOTAL EN LA CAMA. CON UNA PUTA JUGAMOS
AL ALBAÑIL…

Hay un actor, muy reconocido de la escena nacional, muy


contestatario él, con mucha personalidad arriba y abajo del
escenario, que era cliente de una puta adolescente, eso sí mayor de
edad, amiga mía de la noche.

Una de esas noches, me encuentro con la chica y me dice que iba a lo


de este actor y que le había pedido que llevara con ella a algún
pendejito amigo.

Mi amiga me preguntaba si me prendía en el servicio, que era un


tipo medio loco, pero tranquilo y que pagaba muy bien.

“Bueno, dale, vamos”, le dije. Más que nada por hacerle la gamba a
ella. El servicio no me entusiasmaba mucho, porque si bien el tipo
pagaba los aranceles, teníamos que ir hasta su casa en Belgrano lo
cual era un tiempo considerable que me hacía desperdiciar mi
tiempo de trabajo.

Pero la idea de una fiesta con una minita, me gustaba. Hacía varias
semanas que no me tocaba una encamada con una mina. Tenía
ganas de una. Y mi amiga era muy linda, y como puta era excelente
porque ya habíamos cogido los dos con un matrimonio y lo
habíamos pasado muy bien juntos. Al punto que a la salida del
servicio nos fuimos a un telo a seguir cogiendo los dos solos.

Aunque no lo crean, los profesionales del sexo, también necesitamos


sexo recreativo. No es lo mismo coger con clientes que con amigos o
amigas. Si bien todos los orgasmos son maravillosos, de vez en
203
cuando necesitamos que en la cama nos satisfagan a nosotros y no
siempre nosotros al otro.

Llegamos a la casa del cliente y nos hace pasar. Era más petiso de lo
que yo pensaba.

A mí siempre me llamó la atención en la casa de los actores, que la


ambientación es de tipo escenográfica.

No son como la casa de mi tía. No son como una casa para vivir
gente normal.

En general están decoradas de una manera que uno siente que está
en una escenografía, como montada sobre un escenario y para ser
mirada de lejos.

No se exactamente en qué detalles eso se nota, no se si puedo


describirlos, pero si alguno de ustedes conoce a un actor y ha
visitado su casa, díganme si no es así. Es una sensación que se siente
dentro.

El hombre nos estaba esperando, en una bata de seda color blanco y


descalzo. Desde luego debajo de la bata estaba desnudo.

Debo reconocer que tiene un cuerpo excelente, para su edad.


Marcado y duro. Es lindo tipo, pero es de los que habla demasiado y
siempre desde arriba del púlpito, como revelando a todos una
verdad. Como si dijera un texto teatral. Un gran texto, no uno
cualquiera.

Sacando ese detalle, su cuerpo desnudo no defraudaba.

Nos metemos en la cama los tres, ya sin la ropa y comenzamos a


franelearlos.

Otra cosa que me suele llamar la atención de los actores, es que a


veces son tímidos. Muy tímidos. A la hora del sexo, hablo.

204
Uno me dijo que él manejaba muy bien su cuerpo, que podía
desnudarse sin problemas en un set de filmación o en un teatro con
dos mil personas mirándolo, pero que era incapaz de mirar a otra
persona a los ojos y decirle que la amaba desde el fondo de su
corazón.

Manejan bien el cuerpo, pero mal las emociones algunos.

El tema es que era tímido, como que no se atrevía a meter mano o a


pedir claramente lo que le gustaría que mi amiga o yo le hiciéramos.

Mi amiga ya lo conocía y sabía lo que tenía que hacer, pero yo no


tenía ni idea de lo que le gustaba de un chico, y él no me lo decía.
Me miraba como pidiendo algo, pero no era claro. No sabía si quería
cogerme o que yo lo cogiera. O chuparnos. Me daban ganas de
decirle, “todo bien, pedí lo que te caliente y lo hacemos”. A los
prostiputos nos facilita mucho el trabajo un cliente desinhibido en la
cama. Con el tímido estás en un problema, porque cualquier cosa
equivocada que hagas, puede tirarte el servicio al carajo. Cuando se
baja la verga o la libido, en un hombre es imposible de disimular.
Una mina te puede coger pensando en cualquier cosa, pero los tipos
tenemos que estar en la cama cogiendo con la cabeza, además de con
el cuerpo.

Esto no es un detalle menor en el sexo pago homosexual.

Muchos clientes que nos quieren contratar como activos, no quieren


que ni por asomo nosotros hagamos algo que pueda asociarse con
que seamos pasivos.

Por ejemplo, a pesar de saber que somos versátiles, si nosotros les


chupamos la pija a ellos, ya se les va la libido a la mierda. Buscaban
a un macho, y un macho, un señor macho activo, no puede mamar
una pija. Para ellos, claro, no es que en realidad no pueda.

205
Entonces cuando es un servicio así, uno tiene que ir despacio,
porque en una de esas por ayudar al cliente a gozar uno hace algo
que lo enfría y andá después a devolverle la calentura.

Especialmente porque estos suelen ser personas muy sensibles, que


una vez que se desenganchan, es tremendamente difícil volver a
encauzarlos en una relación sexual en el corto plazo.

Yo, como no sabía qué hacer y mi amiga tampoco sabía qué era lo
que el actor esperaba de mí, me limitaba a franelearlos a ambos,
besarme con mi amiga y cada tanto mirarlo entreabriendo mi boca
como para que si quería él entendiera que me podía besar sin
problemas. Pero no pasaba nada.

Mi amiga se la chupaba y él respondía con una razonable erección,


considerando que ya andaría por los 60 años y no era un niño. Pero
fuera de esa manifestación conspicua de ligera excitación, no decía
ni una palabra, ni se movía mucho.

Recordando que en las entrevistas televisivas era siempre un


animador porque era de los que iba al frente opinando sobre
cualquier tema, me sorprendía un poco tanta pasividad en la cama.

Cuando íbamos para su casa me había imaginado un servicio muy


movido, con drogas recreativas y todo el cotillón, pero sin embargo
no pasaba eso.

Al rato de estar mi amiguita chupándolo y yo acariciándolo, me dice


“sos muy lindo hombre”.

“Gracias”, le contesto con una sonrisa y agrego, “Vos también sos


muy lindo. Me gustan mucho los hombres como vos”, como para
incentivarlo a que me oriente en el servicio que esperaba de mí.

Sin decir más, pasa sobre mi amiga y abre la mesa de luz que tenía
de ese lado.

206
Lo veo que saca una caja de forros, una botellita de poppers y… una
cuchara de albañil. De esas que son como un triángulo de metal con
una manija corta rematada en un mango de madera gordito.

Lo miramos los dos con una sonrisa, esperando instrucciones.


Digamos que la cuchara de albañil no es uno de los juguetes más
comunes con el que me encuentro en las casas de los clientes.

Me da la cuchara y me dice, “ponele un forro y jugá con esto”.

Desconcertado pregunto, “¿juego conmigo, con ella o con vos?”, sin


comprender si me tenía que meter el mango de la cuchara en mi
culo, en la concha de mi amiga o en su culo. No me quedaba en
claro con quién de los tres debía usarla. No era una cuestión de que
tuviera algún problema con el instrumento, era más un tema de
locación del uso para mí. Nunca me había metido algo así en el culo,
pero de hacerlo no iba a ser ni por asomo lo más grande que me
hubiera entrado, se los puedo asegurar.

“Usalo conmigo, tontito”, me dijo muy cariñosamente mientras


destapaba el poppers y le pegaba unas cuantas olidas seguidas.

“¿Me vas a dejar que te bese mientras lo hago?”, le pregunte con mi


mejor cara de pendejo perversito.

“Desde luego que podés besarme, putito”.

Claro, la cuchara de albañil se la iba a meter en su culo, ¡y el putito


era yo!

Vaya la cara de piedra del tipo…

Me ofrece poppers y acepto.

Forro el mango de la cuchara y lo lubrico con un gel que él me da.

Mi amiga se pone a un costado para chuparlo, mientras yo con mis

207
dedos con gel lubrico el culo del cliente.

Debo reconocer que la cuchara de albañil es un buen instrumento


como para ser usado como juguete sexual. No se puede ir adentro
del culo inadvertidamente, como otros y si la sabés manejar, si te das
bien cuenta de en qué posición usarla, les cuento que el tamaño esta
bueno. El que sea ovalada y gordita, hace que entre bien en el culo y
tienda a no salirse. Además por la forma, si uno hace como que
revuelve un café con la pala de la cuchara, el mango hace una exacta
y perfecta rotación que produce un frote de estimulación del Punto
G masculino. No es poco, para un instrumento tan rústico. Y
destinado a un fin totalmente diferente.

De hecho, a su manera lo han copiado. El estimulador Lovesense, el


que tiene como una colita de ratón rosa que asoma del culo y que
hoy usan muchos en las cámaras de CAM4 y en muchas películas
pornográficas, tiene justamente la forma ovalada y gordita del
mango de la cuchara de albañil. Era todo un precursor el cliente con
este objeto sexual.

Cada tanto aspirábamos popper y el cliente se excitaba más. De


hecho le acabó dos veces en la boca a mi amiga, fruto del subidón
del poppers, de mi maestría al mover la cuchara y a lo profundo,
húmedo y caliente de mis besos. Supongo que la técnica con que la
mamaba mi amiga también sumaba.

Más este hombre no podía pedir de placer.

Luego de sus dos orgasmos me pide que le saque la cuchara del


orto. Sale limpísima. Se ve que se había preparado para que se la
metiera. Va a lavarse al baño y sale desnudo.

“Estuviste muy bien pendejo”, me dice a mí. “Y vos divina como


siempre”, a mi amiga.

208
“¿Hace mucho que se conocen? ¿Suelen trabajar juntos?”, nos
pregunta.

“Nos conocemos hace un poco más de un año”, le contesta mi


amiga. “Y cuando me piden que vaya en pareja con algún chico lo
llamo a él, porque se que trabaja bien, que no tiene rollos en la cama,
porque siempre está limpio, es educado y, especialmente porque si
nos piden un show, me gusta coger con él”.

Dicho todo esto yo no tenía nada más para agregar, salvo que aclaré
que a mí también me copaba coger con ella.

El actor se sienta en un sofá de su dormitorio y no dice : “Háganme


un lindo show porno. Tengo ganas de mirar y de pajearme”.

Ni lerdos ni perezosos con mi amiga nos subimos a la cama.

Arrancamos con un lindo 69. Ella me chupaba la pija y yo con los


dedos le separaba los labios de la concha y le metía lengua bien
como para que el cliente pudiera ver cómo jugaba con su clítoris.

Mi amiga gemía como buena puta que era, sólo que en esta ocasión
yo sabía perfectamente que estaba gozando como loca, porque ya
me había explicado en otra encamada cómo a ella le gustaba que le
chuparan la concha. De hecho yo también le había dado
instrucciones de cómo mamarme la pija y de lo que tenía que hacer
con sus dedos adentro de mi culo mientras me la chupaba.

No teníamos secretos el uno para con el otro en la cama.

Al rato, el cliente me dice que la coja.

“Dale”, le contesto, “¿en qué pose querés ver?”.

“Patita al hombro me gustaría verlos”.

“Bien, nos gusta mucho así”, le digo. “Si querés le puedo dar un
final más perversón cuando acabe en esa pose”, mientras lo miro
209
como prometiendo algo realmente bueno.

“Me parece bien, cógela patita al hombro y muéstrenme de lo que


son capaces de hacer cuando acaban”, nos dice.

Mi amiga levanta las piernas y yo le coloco una almohada debajo de


la cintura para elevar su concha y que el cliente pueda ver mejor las
embestidas de mi pija.

Le hago un gesto pidiendo popper y él se acerca y me lo hace


esnifiar él con su mano agarrando mi nariz y poniendo el frasquito
debajo de mis fosas. Le ofrece a mi amiga, que acepta y ella también
se pega un subidón.

La entro a coger, primero embestidas profundas, de la cabeza a los


pelos, entra toda. Al rato le entro a dar más fuerte y mi amiga entra
a gemir como la puta que es. Le encanta que la coja patita al
hombro. Me da a besar sus pies mientras la cojo. Me pone a mil la
pendeja.

Cada unas diez embestidas saco totalmente mi verga de su concha y


le muestro al cliente lo dilatada y jugosa que tiene la argolla y todo
lo que está gozando la muy puta.

Como a los 25 minutos le digo que no aguanto más y que estoy por
acabar.

Me salgo de adentro de la concha, me arranco el forro, y me monto


sobre las tetas de mi amiga. El cliente parado al lado nuestro
mirándonos de cerca y oliendo poppers.

Mi pija estalla y baño de leche las tetas y la cara de mi amiga. Me


estremezco todo encima de ella sintiendo que todo mi cuerpo se está
yendo por mi pija. La sacudo encima de ella, limpio mis dedos
bañados de leche en su cuerpo.

Me corro un poco para el lado de sus pies, y entro a besarle los


210
muslos húmedos entre las piernas, le paso mi lengua por su concha
llena de flujo y voy recogiendo toda mi leche de su cuerpo con mi
boca, lamiendo su panza, sus tetas, absorbiendo mi guasca de todo
su cuerpo, lamo su cara y finalmente la beso en la boca con todo su
flujo y mi leche mezclados. Estamos los dos totalmente excitados, mi
pija no se baja, mi amiga mueve su pelvis como pidiendo más.

El cliente no aguanta más y acaba pajeándose parte sobre mi


espalda y parte sobre las tetas de mi amiga.

Estamos los tres exhaustos. Como siempre digo, hay un olor a sexo
en el ambiente que lo impregna todo.

Yo estoy agotado. Mi amiga sigue caliente, la muy puta.

“¿Me puedo pegar una ducha?”, pregunto al cliente.

“Sí, dale nene, pasá al baño. Ya te llevo una toalla.”.

Me ducho y me seco con la toalla que me alcanza mientras mi amiga


entra a ducharse.

“Pasame la toalla Mariano”, me pide cuando acaba.

“Te doy una limpia”, le dice el actor.

“No, quiero usar la que usó él”, le dice cagándose de risa mi amiga.

“¡Estás enamorada!, pedazo de puta”, le grita el cliente y los tres nos


reímos de su ocurrencia.

“¿Nunca cogiste con un tipo?”, le pregunto al cliente.

“¡Qué pregunta tan íntima!”, me contesta.

“Considerando que acabás de echarme tu leche en mi espalda, no


creo que lo sea para tanto…”, reflexiono con él.

“Cierto, tenés razón. No, nunca cogí con un tipo”.

211
“Una pena”, le digo. “Me hubiera gustado cogerte o que me cogieras
vos a mí. Si algún día te decidís, no dejes de avisarme. Te prometo
debutarte con todos los chiches, tanto de activo como de pasivo. Lo
que quieras probar, contá conmigo”.
“Bueno, gracias por la oferta. Te prometo pensarlo. Anotame acá tu
nombre y teléfono”, me dice dándome un block de hojas.

Yo miro a mi amiga y asiente con su cabeza. No quiero que piense


que la quiero puentear con su cliente.

Cuando nos despedimos en la puerta de su casa, le doy un beso en


los labios y le susurro, “tratá de decidirte antes de que se te caiga el
culo o que no se te pare la pija, por favor”.

El ríe a carcajadas y me dice, “tomátelas, pendejo psicópata. Vamos


a ver si te llamo o no” y me da un cariñoso apretón en una cacha de
mi cola.

Cuando vamos caminando con mi amiga para el lado de una


avenida a tomar un taxi, vamos conversando de lo raro que son los
actores que son tan sueltos para repetir un texto o para dar una
opinión política en la tele y lo tímidos que eran a la hora de decir a
las personas con las que están cogiendo lo que quieren en la cama.
Los dos estábamos seguros de que si le gustaba que le metieran el
mango de una cuchara de albañil por el culo, eso no estaba tan lejos
de morirse de ganas de que lo cogieran. El haber incorporado esta
noche a un chico en su cama, decía mi amiga que seguramente era
todo un avance para él.

Al poco de andar mi amiga me dice, “Mariano, lo que dijo el cliente


no es cierto. Es una pavada eso”.

“No se de que hablás”, le aseguré yo, aunque sí lo sabía


perfectamente.

212
“Ya sabés, no te hagas el boludo conmigo… Eso de que yo estoy
enamorada de vos”.

“Quedate tranquila que ya lo se. Tanto vos como yo no estamos para


ser el uno para el otro. Vos te vas a terminar enamorando de algún
cliente con mucha plata, que les pueda dar a vos y a tu hijo una vida
mejor. Y yo terminaré juntado con algún cliente también con buena
plata que me de una mejor condición de vida a cambio de ser su
amante fijo. Los dos sabemos perfectamente cuál es nuestro destino,
amorcito”, le contesté mirándola a sus hermosos ojos celestes
dándole un cariñoso golpecito en la punta de su nariz con mi dedo
índice. Y agregué, “Independientemente de nuestras parejas,
siempre vamos a poder llamarnos y encontrarnos en algún telo a
coger como conejos, que es lo que más nos gusta hacer a vos y a mí y
que seguramente los señores mayores que nos recojan de la calle no
van a poder hacer, jajajaja…”

“Sí, de una pelotudo, vamos a seguir cogiendo seguro vos y yo”.

Dicho esto, nunca más hablamos del asunto.

No en mi caso, porque nunca busqué yo un señor que me


mantuviera, pero el destino de ella era enamorar a un señor mayor
con mucho dinero, mientras todavía su carita de nena adolescente le
permitiera fingir que podía no ser toda la vida una puta de calle.

Al poco tiempo, digamos un año, la dejé de ver. Le perdí el rastro y


dejó de ir a los lugares en los que nos solíamos encontrar. Las otras
chicas que trabajaban con ella tampoco supieron más de ella.

Ojalá lo haya logrado. Espero que ella y su hijo hayan podido salir
de este tipo de vida, porque era muy buena mina. Se merecía un
futuro mejor.

Jamás me llamó para echarnos un polvo en un telo. Creo que fue lo


mejor. Tanto para ella, como para mí.
213
Me hubiera dolido verla casada con otro macho, por muy por
interés económico que fuera el que hiciera que estuviera con él.

Verla coger con otros me excitaba, pero el que otro la tuviera como
posesión, no me hubiera gustado ver.

Ella debe haber supuesto esto seguramente.

Los dos sabíamos que esa noche, al salir de la casa del cliente, nos
habíamos mentido.

Si lees esto, sabés que es a vos a la que se lo digo.

Creo que vos, el cliente y yo, somos los que si leemos esto, vamos a
poder decodificar el mensaje.

¿Quién dice que los profesionales del sexo no podamos


enamorarnos?

Y nuestra experiencia en la cama, les aseguro que no nos entrena


para tomar las mejores decisiones en este tema.

Nos recontra equivocamos. Y lo que es peor, nos equivocamos no


por lo que hacemos o decimos, porque somos capaces de hacer y de
decir cualquier cosa en la cama, especialmente si creemos que eso es
lo que el cliente quiere escuchar de nosotros.

Nos equivocamos, con lo que no decimos o no hacemos,


generalmente.

Nada peor en el amor, que el quedarse corto. Siempre mejor pasarse,


porque al pasarse uno tiene la certeza de que lo intentó y no
prosperó.

Cuando uno se queda corto, siempre se queda pensando en el qué


hubiera pasado si ese día, esa noche, yo hubiera tenido las pelotas
para decir o hacer lo que ni dije ni hice.

214
Y ya es tarde para lamentos. Ese tren ya partió hace varias horas de
la estación.

Ah, me olvidaba.

Como a las dos semanas me llamó el cliente. Me pidió que fuera a su


casa. Esta vez, solo.

Cuando llegué estaba con una bata como la blanca, pero de color
champagne. Muy linda, de seda y desnudo totalmente debajo.

“Pasá, te estaba esperando. Vamos a coger”, me dijo.

Me hizo pasar al dormitorio, me desnudé… y no me defraudó.

Me pegó la cogida de mi vida. Bueno, tal vez de mi vida no. Pero de


la semana seguro que sí.

Después en otros sucesivos encuentros se animó a chupármela, y


me dejaba jugar en su cola con mi lengua y la famosa cuchara de
albañil. Nunca pudo tolerar que yo lo cogiera a él. Lo intenté varias
veces, pero decía que le dolía demasiado.

Pasa. A veces se pueden tolerar dildos inmensos y no pijas


normales. El cerebro es el que regula el esfínter anal y suele a veces
ser bastante caprichoso.

Con el correr del tiempo me transformé en su prostiputo de


confianza y lo atendí muchas veces, hasta que algún día se aburrió
de mí y no me llamó más.

Le guardo cariño, es un buen tipo. Un poco loco, pero después de


todo, ¿quién puede tirar la primera piedra reclamando cordura hoy
en día?

215
CAPÍTULO 22

VAMOS AL CINE, QUE MI PERRO ESTÁ CALIENTE

Antes de que empieces a leer este capítulo, querido lector, déjame


que te haga una aclaración necesaria, como para contextualizar lo
que vas a leer.

Cuando esto pasó, yo era un chico de apenas 20 años, que me


pasaba la mitad de mi vida drogado, revolcándome en las camas de
mis clientes, la mayoría mucho más drogados que yo.

Fue muchos años antes de que existiera internet y en esa época el ser
gay era un delito y el prostituirse era un agravante.

Por lo tanto, para mí era imposible ejercer algún tipo de resistencia a


lo que los clientes me pedían, ni tampoco sabía cómo denunciar
algunas cosas que hoy es sumamente sencillo hacerlo por internet.
En ese momento, si yo quería buscar algún organismo para
denunciar lo que vos vas a leer a continuación, tenía dos opciones. O
iba a una comisaría y me metían en cana a mí, o agarraba la guía de
teléfonos en papel y me ponía a imaginar quién sería el que se
ocuparía de controlar este tipo de aberraciones. Mis opciones ante
las propuestas que recibía, eran darme media vuelta e irme, o
participar. Jamás denunciar.

En ese momento hice lo que a mí me pareció mejor. Y lo que pude,


para mis 20 años y el estado de mi cabeza.

Es muy fácil juzgar hoy, con la consciencia sobre algunos temas que
hay y a su vez con toda la difusión que hay sobre perversiones
sexuales en las redes sociales. Pero en ese momento, un momento en
el cual la infidelidad femenina era causal de divorcio y la masculina
no, para dar un ejemplo de lo mal que estaba todo, las cosas no eran
tan claras y por sobre todo, no había a quién acudir.

216
Dicho esto, te invito a que leas este capítulo.

Este cliente estaba totalmente loco. Pero loco mal.

No obstante, cuando falleció hace ya unos años, le agradeceré


siempre que me dejó un departamento de 3 ambientes en Recoleta
de herencia. Se ve que valoró mucho mis servicios.

Considerando las cosas que me hizo hacer, creo que el


departamento fue poco.

Este hombre tendría unos 56 años cuando lo conocí. Vivía solo en un


departamento ubicado en la Recoleta y su compañía habitual era un
perro raza coker spaniel, de los más grandecitos de su raza. Debe
haber sido cruza con ovejero, calculo, pero no soy un experto en
razas caninas.

El perro era un rompepelotas total. Cuando yo llegaba al


departamento a atenderlo a mí cliente, me volvía loco. Aclaro que a
mí me encantan los perros, pero cuando trabajo no me cabe que
anden por allí rompiendo los huevos.

No solo me saltaba al recibirme, lo cual en cierta medida yo tomaba


como un halago, pero me olisqueaba todo y, lo que es peor, cuando
yo me cogía al cliente venía y saltaba a la cama y me metía su nariz
en mi culo mientras yo bombeaba.

Más de una vez me desenchufé del culo del cliente, lo agarré y lo


llevé alzado y lo dejé encerrado en la cocina para que no me
rompiera las pelotas mientras estaba trabajando.

En otros momentos teníamos una mejor relación el perro y yo y más


de una vez me ocupé yo de llevarlo a la calle para que meara y
cagara, porque el dueño estaba totalmente dado vuelta de merca y
tirado en la cama en pelotas sin poder siquiera asomar la cara a la
calle porque si pasaba la cana, lo levantaban seguro. También me
217
aseguraba al irme que tuviera comida en su plato y agua fresca
recién puesta. Cosa que el perro me agradecía siempre con alguna
lamida.

Me daba pena que el pobre perro dependiera de semejante loco


drogón. Definitivamente, no era una persona responsable como para
cuidar a ningún ser vivo mi cliente. Más de una vez, viendo lo
destruido que el hombre quedaba, le ofrecí llevarme al perro y
cuidarlo hasta que él estuviera mejor, pero me decía que tenía una
mucama que se ocupaba del perro. Nunca la vi, pero seguramente
sería así.

El servicio consistía en que yo iba a la casa y le entraba a dar de


tomar merca a él, me lo cogía, a veces lo meaba en la boca y ese tipo
de cosas.

Como todo drogón era bastante demandante, pero como me pagaba


un muy buen arancel por hora, a mí me resultaba conveniente.

Especialmente porque él me usaba para que le regulara la droga y


no terminara matándose de una sobredosis. Y a mí me venía bien,
porque me lo cogía un rato y después a él le daba morbo mirar cómo
yo tomaba, así que para mí su servicio implicaba siempre muchas
horas de facturación, algún orgasmo y drogas gratis. Hasta ahí, todo
me parecía un servicio ideal.

Salvo por el perro que era un hincha pelotas, digamos que todo el
servicio era dentro de los parámetros que resultan más convenientes
a un prostiputo. De hecho, digamos que el perro en cierta manera
me caía simpático y tenía con él una relación más afectuosa que con
mi cliente.

Una noche de verano me llama para que vaya a su casa. Cuando


llego me dice que necesita que vaya a hacer una cosa por él, porque
él estaba muy drogado y no podía salir.

218
“Si querés droga, pedítela, porque yo no voy a comprar drogas para
mis clientes. No soy dealer. Si compro es para mí y me la tomo
solo”.

“No pendejo, no necesito que vos me compres droga”, me dice


mientras me muestra una bolsa en la que fácilmente tenía más de 50
gramos de cocaína.

“Lo que quiero es que vayas al cine de la calle Ecuador en un taxi y


te traigas a dos prostiputos de allí”.

“No me gusta eso. Ese cine es una mierda y los que trabajan allí son
lo peor de la escala de prostiputos. No quiero enfiestarme con esos.
Llamá a otro”.

El cliente saca un fajo de billetes, como $10.000 que era 10 veces lo


que yo le cobraba a él por cogerlo.

“Acá tenes diez lucas. Lo que sobre es para vos. Te vas al cine,
contratás a dos chicos de allí, los que a vos más te calienten y los
traes para que se cojan a Pancho”.

“¿Vos te volviste totalmente loco? ¿Querés que haga una fiesta con
dos putos del cine de Ecuador cogiendo a Pancho? ¿Qué mierda de
cerebro te quedó después de tanta merca?”, le grité espantado.

“No boludo, vos no vas a coger con Pancho. Ellos van a coger con
Pancho. Vos solamente me vas a dar merca y pija a mí y vas a cuidar
de que los pendejos no se zarpen mal y que todo se mantenga en
orden. Vas a poder tomar toda la merca que quieras y te quedás con
lo que sobre de la guita que te di”.

“No podés hacer coger a Pancho por gente, ¿te volviste loco? Es un
perro, por si no lo notaste”.

“Ya lo hice varias veces y hoy lo voy a hacer también, te guste o no a


vos, con vos o sin vos. Te llamé porque sos de confianza y vas a
219
hacer que lo cuiden a Pancho y a mí, pero si no querés podés irte a
la mierda y llamo a otro”, me contestó desafiante.

Yo lo mire a Pancho y juro que pude leer en su cara, “mejor quédate


y cuidame, que si llama a otro en una de esas termino muy mal yo”.
No se si Pancho entendía, pero juro que en ese momento sentí que
me pidió por favor que lo protegiera.

Además la utilidad por la noche era exorbitante y no estaba en


condiciones de rechazar fácilmente una oferta así. Eran varios días
de trabajo en unas pocas horas y sin necesidad de desvestirme y
ducharme y volverme a vestir varias veces.

Agarré la plata y al grito de ¡sos un enfermo de mierda!, me fui para


el cine.

En el viaje en taxi, que duró menos de 10 minutos iba pensando en


lo que iba a hacer. No podía racionalmente aceptar eso. Pero por
otro lado, lo iba a hacer igual. No podía abandonar a Pancho a su
suerte en manos de ese irresponsable e hijo de puta.

Decidí que lo mejor era ayudarlos, a los dos y tener los daños
acotados y cuidando a Pancho todo lo posible.

Cuando llegué al cine, me bajo del taxi y ahí me doy cuenta de algo
que no pensé. ¿Con qué cara encaro a un flaco, como para
contratarlo para que se garche a un perro? Y no podía llevarlos sin
decirles. Era demasiado fuerte como para no tenerlos advertidos de
antemano.

Pago la entrada y subo a la sala a ver si había chicos. Diviso a cuatro


o cinco que estaban a la caza de clientes. Elijo a dos y los llamo
aparte.

Les explico que soy colega y que un cliente me había pedido que
fuera al cine a buscar a otros dos chicos para una especie de fiesta.

220
Los dos parecen interesados, y yo les explico que había un detalle no
menor que no les había contado.

Como no encontraba manera de decirlo de una manera razonable, se


los dije de una : “Miren, mi cliente está tomando merca desde
temprano y lo que él quiere es que yo le de a tomar merca sobre mi
pija, mientras ustedes dos le hacen un show… cogiéndose a su
perro”.

Pusieron cara de no entender si era una oferta en serio, o de si yo los


estaba bardeando.

Uno me preguntó : “Es perro o perra”.

No lo podía creer. Era la última pregunta que esperaba.

“¿Por qué?”, le pregunté, “¿acaso sos puto con los humanos y


heterosexual con los perros? ¿Realmente importa si es perro o perra,
si igual te lo vas a coger?”

“Tenés razón, me importa un carajo el sexo del perro”.

“Es macho”, le aclaro una vez que quedó claro que era un dato
anecdótico este.

“¿Cuánto garpa?”, preguntaron.

“$1.000 a cada uno y después del show hay bastante merca para
tomar y seguir la joda, ya no con el perro, supongo…”, contesté.

“¿Es manso el perro?”, me preguntaron y aseguré que era un


encanto de animalito. “Dale, vamos”, dijeron los dos.

Salimos del cine, agarramos un taxi y fuimos para lo del cliente. Al


entrar Pancho me saltó como siempre y yo le acaricié la cabeza con
resignación.

221
El cliente estaba en bóxer con un plato con 40 rayas de merca al
lado.

“Pónganse en bolas y empecemos con esto de una vez”, les dije a los
chicos.

Los dos se desnudaron en el acto. Por suerte para Pancho, ninguna


de las pijas parecía ser descomunal.

“¿Cómo querés que hagan?”, le pregunto al cliente.

“Vos también ponete en pelotas y vení acá conmigo. Ustedes dos


empiecen a calentarse entre ustedes y yo les digo cuando entran a
jugar con el perro”, contestó.

Me desnudo y voy al sofá en el que estaba a dejarlo que me manosee


y mame la pija.

Los chicos empezaron besándose y uno le chupaba la pija al otro


mientras se pajeaba.

Cuando los dos estuvieron al palo, uno me preguntó si podían darse


unos saques.

“No”, les contesté. “Primero tienen que trabajar un rato largo con
Pancho. Agarralo del collar y empiecen a lubricarle el culo, con
cariño, porque si lo hacen sufrir me voy a enojar mucho con
ustedes”, los amenacé.

Los dos se tiraron al piso adelante nuestro, sobre la alfombra,


agarraron a Pancho y lo comenzaron a franelear. A Pancho hasta acá
parecía gustarle. Uno de los chicos agarró un pomo de gel
lubricante, se puso en un dedo y le entró a lubricar el culo al perro.

Yo nunca había visto que un ser humano cogiera con un perro. A lo


sumo vi coger a perro con perro, pero no había pasado de allí. Había
visto películas porno zoo, pero más que nada una mina que se hacía

222
coger por un caballo. Un embole total. No me calentaban las minas
tan putas, ni lo caballos.

El chico ya le podía meter tres dedos por el culo a Pancho y este no


parecía especialmente molesto.

“¿Cuántas veces lo hiciste coger a Pancho hasta ahora?”, le pregunté


al cliente.

“Cinco o seis. ¿Por?”, me contesta como si mi pregunta fuera una


pregunta tonta.

“Para saber, pedazo de animal”, le contesté y le hundí su cara en mi


pija, hasta que sentí que le tocaba la campanilla con mi glande.

Panchito estaba patas para arriba, con uno de los chicos metiéndole
los dedos por el culo y con su pija parada.

“Chupale la pija al perro”, le dije al chico que estaba también


mirando como su amigo calentaba a Pancho.

Increíblemente obedeció la orden, como si para él fuera algo normal


mamarle la pija a un perro. Que pendejo asqueroso.

Me dio mucho asco el espectáculo, pero parecía que al único que eso
le llamaba la atención era a mí.

“¿Alguna vez te cogiste a un perro?”, le pregunté al que lo


lubricaba.

“De pendejito una vez me garche a la perra de casa, tendría 12


años”, me contestó.

“Que se coja ya a Pancho”, dijo el cliente.

“Ya oíste lo que tenés que hacer. ¿Qué mierda estás esperando?”

223
“A la orden jefe”, me dice el pendejo. Se forra la verga y encara para
el ojete del Pancho que estaba tirado patas para arribe en la
alfombra del living.

La apoyó y la entró sin resistencia. Pancho no era virgen.

Se lo entró a coger. Pancho daba esos aullidos que solo los perros
pueden dar y que apenas ellos pueden producir e interpretar.

El chico lo cogía con ganas, mientras que el otro cada tanto le


mamaba la verga a Pancho.

Debo reconocer que no parecía que la estuviera pasando mal,


ninguno de los tres.

Mientras tanto mi cliente y yo tomábamos merca que yo ponía sobre


mi cuerpo. En realidad mi cliente prefería tomarla sobre mi pija, mis
huevos, mis pies, lamerla del agujero de mi culo y sobre mis tetas, a
las que después de tomar mordía bastante fuerte. Yo la tomaba
sobre una mesita que tenía al lado.

Los dos prostiputos del cine hacían el molinete a Pancho. Se


turnaban en cogerlo y en mamarlo.

Me daba bastante asco lo que veía, pero a mí me pagaban para


controlar, no para juzgar. Para mí mismo me justificaba pensando
que si no estuviera yo ahí, todo podría ser mucho peor para Pancho.
Porque igual la fiesta perversa esta se hubiera hecho.

Mi cliente me chupaba la pija con buena técnica y más ganas,


mientras me decía que yo era su putito favorito.

“Deciles que le den el culo a Pancho, Marianito. Quiero ver a mi


perro haciendo de machito de esos dos putitos”, dijo el cliente.

“Vos, date vuelta y ofrécele el orto a Pancho”, le dije a uno de los


chicos.

224
“No loco, eso no es lo que quedamos”, dijo el imbécil.

No dije ni una palabra. Agarré el equivalente a cuatro brutas rayas


de merca y me la puse sobre la verga. Era una raya gorda y muy
larga, de unos 23 cm.

“Si te la querés tomar, empezá por darle el culo al perro, puto”, le


dije.

El chico se acuclilló adelante mío, agarró una pajita que le ofrecí y se


la tomó toda.

Cuando terminó, le agarré del pelo y lo hice chupármela un poco.

“Andá a que te coja el perro, de una puta vez, maricón de mierda”,


le dije.

El chico se metió debajo de Pancho y el otro le manoteó la verga


para que lo pudiera coger. Pancho era activo, después de todo,
pensé. La verdad era que yo dudaba de que pudiera cogerse a
alguno de estos dos, pero parece que le gusta.

“¡Metésela!”, le gritó el cliente al otro chico.

No era una pose fácil, pero empezó a penetrar a Pancho, que ajeno a
lo que pasaba por su culo, seguía cogiendo al otro prostiputo.

Yo estaba ya demasiado drogado y tenía una mezcla de asco y


calentura, muy rara.

No aguanté más, me paré y me puse delante del chico que se estaba


cogiendo a Pancho y le metí mi pija en la boca. Tenía conmigo un
poco de merca en una tarjeta.

Con el borde de la tarjeta me ponía merca en el surco de la pija, para


que el mamador la fuera rescatando con su lengua.

El cliente se masturbaba como loco. Se la iba a arrancar el idiota.


225
Yo le metía la pija en la boca hasta los pelos y el que me la chupaba
se la re bancaba hasta el fondo, sin hacer arcadas.

Esto habrá durado una hora. En el medio lo puse al que me la


chupaba a darle el culo a Pancho. El otro ya no tenía la pija dura, por
la merca que yo le había dado, pero por lo menos tenía boca. Una
boca mamadora que yo usaba para deleite del cliente.

Finalmente Pancho fue el primero en largar los cachorros.

Ese fue el fin de la garchada.

Pancho luego de su orgasmo quedó liberado de la fiesta. Y


extenuado, porque se fue a tirar a un costado como buen macho
luego de eyacular.

Los pendejos se unieron a nosotros.

“Paren flacos, mejor vayan a darse una ducha antes de seguir y


sáquense el olor a perro que tienen”, les dije amablemente.

Cuando salieron de la ducha, los dos querían hundir sus narices en


la merca. Que se la ganaran.

Le puse merca en los huevos al cliente y se las hice tomar de allí.


Alto olor a huevo tendría, pero a los chicos no les importaba. Sus
clientes habituales, eran unos tipos a los cuales yo no atendía jamás,
porque eran lo peor del ambiente gay. Los que menos plata tenían y
se tenían que conformar con los peores prostiputos.

Dentro de todo, mi cliente y yo, para ellos éramos una suerte de


upgrade de su negocio. Por lo pronto, se les estaba pagando el doble
de su arancel normal y no hablemos de darles merca gratis. Eso era
algo que a ellos jamás les pasaba en un servicio. Cogían con sus
clientes y con lo que les cobraban con suerte les daba para comprar
paco en la Plaza Miserere a una puta dominicana.

226
Seguimos haciendo que los chicos lo mamaran al cliente y el cliente
me manoseaba y mamaba a mí, hasta que el sol de las 8 de la
mañana ya hacía evidente que había que cortar la fiesta.

Por suerte Pancho sabía mear en el balcón terraza del departamento,


así que no había que sacarlo a la mañana. Sería luego un problema
de la mina que limpiaba el lavar el meo en el balcón.

Los chicos se vistieron y se fueron y yo también, con los $7.700 que


me quedaron limpios después de pagarles a esos lumpen entre los
prostiputos.

Después atendí muchísimas veces al cliente, pero por suerte se ve


que el morbo de hacer coger al perro se le había pasado.

Hemos hecho otras cositas terribles, pero nada que fuera delito.

Unos años después, para ser exactos 8 años, el cliente falleció. No


estaba bien de salud y me había dicho que si le pasaba algo a él, él se
iba a ocupar de que me contactaran.

No entendí bien para qué era eso. Pero cuando murió, un día recibí
un llamado y me citaron a un estudio de abogados en nombre de mi
cliente.

Ahí me enteré que me había dejado un departamento que él tenía en


Recoleta, como herencia y en agradecimiento de que yo me
preocupara por él y lo cuidara cuando lo atendía.

Bueno, tomémoslo como otra de las cosas locas que les pasan a los
prostiputos en el ejercicio de la profesión.

Vaya uno que agradece, por tantos que te tratan con desprecio.

227
CAPÍTULO 23

ATAME, VENDAME LOS OJOS Y PATEAME LAS PELOTAS,


POR FAVOR…

Miren que he atendido a gente loca en los años que trabajé de


prostiputo, pero como este tipo, creo que ninguno.

Un día había ido al Alto Palermo a comprarme un jean y algo más


de ropa. A la salida voy caminando por Guise, una callecita que sale
a Santa Fe, con la idea de ir a comer algo a un lugar que estaba por
allí cerca.

En eso me cruzo con un hombre de unos 40 años.

Desde luego lo miré a la cara, y cruzamos nuestras miradas.

Me detengo y se detiene. “Clink, caja”, pienso para mis adentros.

Me acerco y me pregunta que ando haciendo.

“Ya ves, comprando algo de ropa, para salir a trabajar más tarde”, le
contesto.

“¿De qué trabajás?”, pregunta.

“De puto profesional”, le contesto riéndome, como diciéndole


“como si no lo supieras”.

“¡Que bueno! Justo estoy buscando un chico ahora.”, me contesta.

“$1.000 la hora, soy versátil, no hay drama en besar y franelear todo


lo que te guste”, le digo como para evitar pérdidas de tiempo.

“No quiero coger”, dice el cliente.

Me quedé callado, esperando que él siguiera. Cuando no quieren


coger, es porque quieren algo raro. Y lo raro se factura más en mi
228
negocio. Nada es imposible, pero todo tiene su precio. “Mirá, lo
que yo quiero es tortura de genitales. Más específicamente, me gusta
que me torturen los huevos”.

“No hay problema. Si es ese tu gusto… lo hacemos”, le contesté.

“El tema es que me gusta que me peguen en serio, no apenas.


Tortura de mis huevos muy fuerte”, me aclara.

“El límite lo ponés vos. Acordamos una palabra de seguridad, y yo


te entro a torturar. Cuando vos sientas que me fui de mambo, decís
la palabra y yo paro el castigo. Mientras vos no digas nada, yo sigo y
voy subiendo en intensidad. Como no nos conocemos, no se cuánto
te bancás, así que vamos de menor a mayor, si te parece bien”,
propongo.

“Me parece bien. Yo vivo por Nuñez, podemos ir ahora a casa si


tenés tiempo”.

“Sí, por mí no hay problemas. Sólo que también me tenés que pagar
el viático de vuelta en taxi hasta acá”.

“¿Cuánto querés?”

“En total te sale $1.350”.

“No hay problemas, vamos” y nos vamos a buscar su auto que


estaba estacionado a la vuelta.

Cuando llegamos al departamento me hace pasar al dormitorio y me


muestra su suerte de mazmorra privada.

El hombre tenía unos ganchos puestos en la pared de manera que


uno podía estaquearlo y moverse alrededor. En la puerta de entrada
del dormitorio tenía unas argollas puestas en las dos paredes que
formaban el ángulo de 90° de manera que uno lo podía atar con los

229
brazos abiertos y las piernas abiertas formando un triángulo con las
dos paredes. ¿Se entiende?

Me explica que quiere que lo estaquee así desnudo, que le tape los
ojos con un antifaz que tenía y me dice que directamente le patee las
pelotas y que le pegue con unos instrumentos que me deja a mano.

Había una paleta de ping pong, una regla de madera, sogas para
atarle las pelotas y la pija, una manopla de acero y una prensa para
los huevos hecha artesanalmente con dos acrílicos y cuatro tornillos
con tuercas mariposa.

“¿Vos querés que te inmovilice, te tape los ojos y te agarre a patadas


y trompadas las pelotas?”, pregunté por si no había entendido bien.

“Sí, eso es lo que quiero que hagas”, me contestó como si yo hubiera


preguntado una pelotudez.

Ustedes me dirán que se parece al que quería que le rompiera la


nariz. Sí, en cierta medida, pero lo que me parecía loco es que este
hombre no me conocía. Yo podía atarlo, robarle el departamento e
irme dejándolo así. ¿Qué me impedía también amordazarlo? Se los
digo yo, nada. Si hubiera sido chorro, a esa hora, me podía llevar
todo el departamento. Estábamos en Nuñez, no pasaba nadie por la
calle de noche.

La cuestión es que lo empiezo a atar y me voy sacando la remera.

“No necesitás que me desnude, ¿no?”, le pregunto.

“No, para nada. Ponete cómodo. Como vos prefieras. A mí me da


igual”, contesta.

Claro, si total no me iba a ver, ¿qué mierda podía importarle cómo


estuviera yo vestido o desvestido?

Me puse en cuero, para estar más fresco. Me dejé el jean y las

230
zapatillas porque si le iba a patear las pelotas, prefería hacerlo con
las zapatillas puestas. Le iba a doler más al muy masoca.
La cuestión es que lo até a las dos paredes en posición de X dejando
expuesto todo su cuerpo para los castigos. Me había aclarado que si bien
buscaba tortura de huevos, si cada tanto le quería dar un golpe en otro
lado que no lo dejara marcado, era bien recibido.

Una vez estaqueado le puse el antifaz y me cercioré que no pudiera


ver nada.

Para empezar, le metí una patada en los huevos.

Dije que iba a empezar de a poco, pero ahí estaban los dos hijos de
puta, colgando y como desafiándome.

Me iba a ganar su respeto muy rápido, decidí.

Tras esa patada, le pregunté si estaba bien así.

“Sí, pero más fuerte”, contestó.

Ah, con que esas tenemos, te pareció poco, pensé para mis adentros.
Ahora vas a ver la que se te viene.

Agarré la pija y se la levanté con una mano y se la pegué a la panza


con una vuelta completa de cinta de embalar que había dejado a
mano.

Sus huevos estaban totalmente expuestos y a mi merced.

Tomé la regla de madera. Era una regla gorda, pesada. El primer


reglazo fue de abajo para arriba. El segundo fue un segundo
después, pero en el huevo izquierdo. El tercero en el derecho. Y el
cuarto golpe repitió el primero, de abajo para arriba en ambos
huevos.

231
Los siguientes diez golpes, fueron de frente con la regla. Le
revoleaba los huevos hasta el culo en cada golpe. Y cuando volvían
a caer, les pegaba otro reglazo.

Cuando me pareció que me estaba repitiendo, dejé la regla y me


calce la manopla. Mis nudillos pasaron a ser de acero.

Y sus huevos seguían ahí, colgando como diciendo, “cuándo vas a


empezar a pegar, pendejo maricón”.

La trompada con la manopla fue de arriba para abajo. Con el borde


de la manopla, le pegué a los huevos de arriba para abajo.

No podía no doler como la gran puta eso.

Y lo conseguí. Pegó un aullido.

Ya iba encontrando la potencia del castigo.

Seguí con la manopla por un rato largo. Como bien dicen, jamás hay
que cambiar un juego ganador. Si eso le hacía gozar, trompadas con
manopla le iba a pegar. Si era necesario, hasta desmayarlo de dolor.

Cuando me aburrí de pegar, me saqué la manopla y le agarré con mi


mano derecha, mi mano dominante, sus bolas.

¿Vieron cuando uno quiere partir unas nueces y agarra dos para
estrujar una contra la otra con todas sus fuerzas? Eso es lo que hice
con sus huevos.

Debo reconocer que se la re bancó. No gritó, no dijo nada especial,


mientras yo se los apretaba y lo miraba tratando de descubrir algún
punto de demostración de estar percibiendo el dolor.

Pero nada. Como si no lo estuviera torturando.

232
¿Tendría sistema nervioso este hombre? No podía creer que no
acusara recibo de mi tortura. Si hasta a mí me dolían los huevos de
lo que le hacía.

Se los estiraba bien para abajo, como arrancándolos, y entonces les


pegaba con la paleta de ping pong, pero no acusaba dolor.

Me paré y le pegué una patada de frente a sus pelotas. Y después


otra más. Y otra. Así una docena de veces.

No sabiendo qué más hacer, me saqué el cinturón del jean. Tenía un


cinturón con una hebilla de metal grande, pesada yo.

Agarré el cinturón de la punta, le di una vuelta en mi mano


dejándolo con la hebilla colgando para abajo y di vuelta mi brazo
como un latigazo para que la hebilla le llegara desde abajo e
impactara de lleno en el medio de sus pelotas. No se a qué velocidad
la hebilla le pegó en los huevos, pero fue la suficiente.

Conseguí lo que buscaba, pegó un alarido de dolor.

“No grites puto maricón de mierda. Porque si lo hacés te voy a


pegar mucho más fuerte”, lo amenacé.

Y dicho esto, le asesté otro hebillazo, pero esta vez con más fuerza. Y
tras de ese fueron seis más que sonaban como un estallido cada vez
que lo golpeaba.

Suspendí los hebillazos, pero para volver a estrujarle los huevos,


mientras acercaba mi cara a la suya y le decía que se los iba a
arrancar directamente, que él no los necesitaba porque era un puto
de mierda.

¿Alguna vez les agarraron de las pelotas y se las tiraron para abajo?
Es un dolor de mierda, porque no es que duele solamente, sino que
deja dolorido por un rato. Es una sensación muy desagradable la de
que te van a arrancar los huevos.
233
Así lo habré tenido 15 minutos, arrancándole las pelotas. Las pelotas
que previamente había castigado con mi cinturón.

Cuando vi que sus huevos ya estaban morados, decidí que era un


buen momento para otra sesión de hebillazos. Pero para despistarlo,
primero le pegué dos brutas patadas, que si no escupió las pelotas,
fue porque Dios es grande y lo protegió.

Agarré el cinto y le pegué una docena de hebillazos obligándolo a


contarlos. Lo sentencié. Le dije ahora te voy a pegar de nuevo con
mi cinto, te voy a dar doce latigazos con la hebilla en tus pelotas.

Cada vez que te pegue, vos tenés que contar y agradecer el golpe. Si
te confundís de número de golpe o no agradecés, la cuenta
recomienza de 0.

“Cuando yo te pegue, vos tenés que decir : ¡UNO, SEÑOR!


¡GRACIAS, SEÑOR!”. Te equivocás en alguno y empezamos de
nuevo hasta que aprendas. ¿Entediste, puto de mierda?”

“¡SÍ SEÑOR!”, contestó.

Y comencé a pegar. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho,
neve… escuché.

“Dijiste neve en lugar de nueve. Te equivocaste, puto de mierda.


Volvemos a comenzar de cero”, sentencié.

“¡FUERTE Y CLARO, PERRO!”, le ordené.

Y recomenzó el castigo. Esta vez dijo bien todos los números.

Cuando le di el golpe número 12, estaba con la cabeza caída contra


el pecho. Al punto que creí que se había desmayado de dolor.

Pero no, estaba bien. Con los huevos como dos pelotas de tenis, pero
en general estaba bien.

234
“Bueno, pasó la hora. ¿Qué querés hacer? Si vos querés paramos y te
desato, o te atiendo una hora más. Cómo vos quieras y puedas.”

“Te desato, pero antes quiero probar una cosa”, le dije. Agarré la
morsa para huevos que tenía y se la puse prensándole las pelotas
bastante. Mucho.

“Listo, desatame nomás”, me pidió.

Lo primero que le saqué fue el antifaz, luego le desaté las manos y


dejé que el cepo de los pies se lo soltara él mismo.

“Es increíble lo que te bancás”, le dije.

“Sí, lo se. Y por eso me cuesta mucho encontrar tipos que me


peguen en serio”, se confiesa.

“¿Te gustó cómo te pegué, o fui blandito?”, quise saber.

“Estuvo bien, pero la próxima vez, hacelo todo un poco más fuerte”,
me dijo.

“¿Tenés ganas de que pida una pizza y la comemos antes de que te


vayas?”, me propuso.

Yo tenía hambre y hoy ya no iba a trabajar. De hecho hoy no iba a


trabajar, pero cambié de planes cuando me lo crucé a él. Hoy era mi
día libre. Así que le dije que la pidiera nomás y me quedé a comer
con él.

Digamos que como la mayoría de mis clientes de servicios


especiales, cuando no estábamos en la sesión, mi cliente parecía un
hombre muy normal. Muy agradable, con sentido del humor.

Siempre pienso que los monstruos deben ser gente muy común.
Cuando agarran a un asesino serial o a un tipo que cometió un acto
de violencia muy significativo, no puedo dejar de imaginármelos

235
como personas muy comunes, hasta de los que pasan
desapercibidos por su timidez.

Al rato sonó el timbre anunciando que había llegado la pizza.

“Bajo a buscarla”, me dice.

Yo me reí y le dije, “Sí, pero antes sacate la morsa de las pelotas,


porque el chico de la pizza se va a asustar si ve cómo las tenés”.

236
CAPÍTULO 24

VESTITE DE CUERO CON ESTOS PANTALONCITOS Y


PONETE ESTE ARNÉS Y ESTA MÁSCARA Y ATAME

Una tarde estaba levantando por el chat en un ciber de Barrio Norte.


Era verano y hacía calor, pero el ciber tenía aire acondicionado.

A mí me gustaba, porque iban muchos chicos gays a chatear,


algunos colegas y cada tanto alguno de los que estaban me daba una
mamada en el baño o en la cabina de chateo. El coreano que era el
dueño se hacía el pelotudo y adentro se la pasaba bien.

La cuestión que me habla un tipo preguntando por mi servicio. Me


pide que le pase una foto mía y me pregunta tarifa y dónde estoy.

Resultó que estábamos cerca y quedamos en encontrarnos en la


esquina de Paso y Av. Córdoba para ir al telo que está a mitad de
cuadra sobre la calle Paso. Me pide si tengo un amigo, para darle un
servicio de a dos. Le paso la tarifa mía duplicada y el cliente la
acepta.

En el ciber había un par de amigos que trabajaban a la noche en la


calle y le pido a uno que me acompañe a atender a un cliente.

Cuando nos encontramos era un muchacho de 28 años, gordito,


pero en general un cliente como cualquier otro que tenemos que
atender.

El cliente nos mira a los dos de arriba abajo y nos dice que quiere el
servicio sólo conmigo.

No hay problema, le digo al otro chico que se vuelva y que después


nos vemos.

Encaramos para el telo sin mucha charla y pedimos una habitación.

237
Cuando entramos a la habitación, el chico saca una bolsa y me la
entrega diciendo que adentro había unas cosas que quería que usara
con él durante el servicio.

Antes que nada le explico que dado que él me había pedido que
llevara a otro chico, igual le tenía que cobrar la tarifa doble, porque
el otro chico había descartado a otro cliente para estar libre y hacer
una fiesta con nosotros. No hay problema y me paga el servicio
doble.

Desde luego que no le iba a dar nada al otro chico, pero tampoco me
iba a perder la oportunidad de cobrar un servicio el doble. Para
nosotros cuando nos citamos con un cliente por chat, si no entramos
al telo, no esperamos poder cobrarle el servicio. Especialmente
cuando no tenemos que trasladarnos, sino que el cliente viene a
dónde estamos nosotros. Dado que el encuentro con el cliente fue a
una cuadra del ciber en el que estábamos, no correspondía que le
diera nada al otro chico.

Cobrado el servicio agarro la bolsa que me había dado el cliente con


cosas adentro.

Era una máscara, un arnés y un pantalón de cuero, de color marrón


“¿Te podés poner esto, por favor?”, me pregunta.

“Si a vos te gusta, no tengo problemas”, le contesto. No más, porque


se ve que lo suyo no era conversar justamente.

Me desnudo, me pongo las cosas que me da mientras él también se


desnuda.

“¿Cómo querés que hagamos?”, le pregunto.

“Agarrá esas sogas y atame todo, hasta los pies”.

“¿Onda matambre?”, le pregunto viendo que me daba como 20


metros de sogas.
238
“Inmovilizame completamente”, me contesta.

No soy un experto en bondage, pero tampoco soy un pelotudo que


no sabe atar a un cliente.

Comienzo por atarle las manos a la espalda, a su vez le ato a la


altura de los codos, para que no pueda mover los brazos, luego le
ato los pies, las pantorrillas, los muslos y, como estaba parado al
lado de la cama, lo empujo y cae de espaldas en la cama.

Lo acomodo como si fuera un cadáver, dado que tampoco parecía


que era un tipo mu vivaz, y le pregunto qué quería que le hiciera.

“Masturbame, por favor”, me pide.

En la habitación había un espejo en una de las paredes. Yo miraba el


espejo y lo veía al gordito este desnudo y atado como si fuera un
matambre sobre la cama y yo con un pantalón de cuero, en cueros
con un arnés y con una máscara como si fuera un luchador de catch
as can catch.

Muy deprimente el cuadro.

“¿Vos querés que sólo te haga la paja?”, pregunto por las dudas.

“Sí, quiero que me masturbes sin que hablemos”, contesta.

“Bueno, como a vos te guste está bien”, dije yo.

Para empezar el gordito tenía una pija que con suerte calificaba de
micro pija. Era realmente chica. Como si fuera un chico de 10 años,
de 130 kilos y 1,70 metros de altura.

¿Se imaginan el cuadro? El gordo en bolas, con los ojos cerrados,


atado como un matambre, con la mini pija al palo y yo vestido como
un luchador de catch tratando de hacerle una paja.

239
Todo en silencio absoluto, en una habitación en penumbras del peor
y más choto telo de Barrio Norte.

Más deprimente el servicio, no podía ser.

Como a la media hora el gordito empezó a gemir.

Yo ya había cobrado, así que como el servicio me parecía un asco no


tuve piedad y lo seguí pajeando hasta que acabó, sin darle ninguna
oportunidad de extender el tiempo de placer. O lo que fuera que él
estaba sintiendo.

Una vez acabado, le pregunté si quería que lo desatara. Por suerte


me dijo que sí.

Como me llamaba la atención el gusto de mi cliente, le pregunté si


era habitual en él contratar prostiputos para ese servicio.

Me dijo que no, que yo era el primero.

“Y normalmente, ¿qué hacés? ¿Cogés con chicos o con chicas?”, le


pregunté tratando de averiguar un poco más de sus costumbres
sexuales.

“No”, me contestó, “como te dije vos sos el primero”.

“¿Me querés decir que nunca cogiste con nadie?”, yo no podía creer
su respuesta.

“No, vos sos la primer persona con la que yo he estado. Nunca me


acosté con nadie”.

Yo no podía creer lo que escuchaba.

“¿Cuántos años tenés?”

“Veintiocho”, contestó con cierto pudor en su voz.

240
Por Dios, pensé, pobre tipo la cantidad de traumas que debe tener…
A este sí que lo castraron. Lo que le habrá costado la decisión de
contratarme.

Un poco me sentí como insensible. De haber conocido de antemano


que esta iba a ser su primera experiencia sexual con otro ser
humano, hubiera tratado de ser un poco más cálido con él. Al menos
lo hubiera intentado.

“¿Lo pasaste bien?”, quise saber.

“Sí, sí, lo pasé bien”, me dijo sin mirarme a la cara.

No pude dejar de tratar de ayudarlo y le dije “deberías probar coger.


Creéme que está bueno. Te va a gustar”.

No me contestó. Terminamos de vestirnos, guardó la ropa que yo


había usado y salimos del hotel.

Nunca entendí para qué me hizo vestir de esa manera. Desde el


momento en que se desnudó cerró sus ojos y no los volvió a abrir
hasta después de haber acabado.

En la calle lo saludé no me contestó.

Lo vi irse caminando para el lado de Av. Corrientes con paso


cansado.

Todo el servicio, desde que entramos hasta que salimos del hotel,
había durado menos de 45 minutos.

Fue uno de los servicios más tristes y deprimentes que he prestado


en mi vida. Y el cliente calificó como el más conflictuado que he
atendido.

241
No pude dejar de sentir pena por él. Por suerte no me engancho
emocionalmente con los clientes, porque seguramente este chico me
hubiera deprimido. Al menos un poco.

242
CAPÍTULO 25

VENITE CON TU AMIGO, QUE QUIERO MIRAR CÓMO


ENTRE LOS DOS SE COGEN A UNA PUTA. O A DOS

Yo trabajaba en la calle Marcelo T. de Alvear y la Av. Santa Fe, en


Barrio Norte en la ciudad de Buenos Aires y a veces, para cambiar
de aires, me iba al gran Buenos Aires y me prostituía en San Isidro o
La Lucila. En las dos estaciones del tren Mitre había clientes que
iban a buscar chicos que trabajaban. Yo ya los conocía a los
prostiputos de la zona y me llevaba bien con todos. Especialmente
porque yo respetaba los códigos de trabajo y jamás intentaba robarle
un cliente a otro chico. Y, si algún cliente me pedía a otro más para
una fiesta, yo siempre trataba de ayudar al que más necesitaba
trabajar esa noche.

Una de esas noches estábamos solos con un chico y nos estábamos


fumando un porro que él tenía debajo de unos naranjos en flor, a la
espera de algún cliente que nos llevara.

Una noche cálida de verano que, sumado al efecto del porro y el olor
de los azahares, nos mantenía con una agradable sensación de
calentura. Queríamos que pronto llegara un cliente y de paso poder
tener un poco de sexo.

Resumido, queríamos coger. No sólo ganar dinero.

Al rato pasa un auto con un hombre que nos mira. Da una vuelta,
vuelve a pasar mirándonos y se detiene a unos metros.

“Andá vos”, le digo al chico que estaba conmigo. Como el cliente no


había hecho ningún gesto a ninguno en especial, lo que
protocolarmente correspondía era que el que siempre trabajaba en
la zona fuera primero.

Mi colega se acerca a la ventanilla del auto a conversar con el cliente.


243
Al ratito me hace una seña para que me acerque.

“Hola”, saludo al cliente.

“¿Te podés coger a una minita?”, me pregunta el hombre.

“Sí papi, me encantan las minas”, contesto.

“¿Se prenden en ir a buscar dos putas para que se las cojan delante
de mí los dos? Hay $$1.500 para ustedes, $750 para cada uno por
una fiesta”.

Con el otro chico nos miramos y nos pareció una buena oferta.
Además los dos éramos bisexuales, así que el que un cliente nos
pagara unas putas nos venía joya, especialmente por lo calientes que
estábamos..

“Dale, vamos”, contestamos los dos y nos subimos al auto.

El cliente agarró para el lado de la avenida del Libertador, que a la


altura de San Isidro y Beccar solía tener putas levantando en las
esquinas.

“Esa que está en esa esquina ¿les gusta?”, nos preguntó.

Era una chica jovencita, rubia, tetona y con una minifalda que le
marcaba un lindo culo.

“Sí, está buena”, contestó el otro chico.

Arrimó el auto a la chica y el cliente le dijo : “Hola, ¿te venís a hacer


una fiesta con estos dos pendejos? Vamos a buscar otra chica más.
¿Cuánto cobrás?”

La chica nos miró a nosotros y yo le dije, “dale mami, que nosotros


también estamos laburando. Tenemos que hacer un lindo show de a
cuatro. ¿Tenés alguna amiga por acá que se prenda?”
244
Se ve que el que los pendejos también estuviéramos trabajando le
dio confianza. “En la otra cuadra hay una amiga. Si querés vamos
las dos”, ofreció la trolita.

“¿Cuánto cada una?”, preguntó el cliente.

“$700 por cada una”, contestó la chica.

“Bueno, subí y vamos a buscar a tu amiga”, le dijo el cliente.

Yo estaba en el asiento de atrás y me corrí para que subiera la chica.

Fuimos hasta la otra cuadra y la chica habló con su amiga. Eran


parecidas, sólo que una era morocha y la otra estaba teñida de rubia.

La otra se sube al auto y vamos los cinco para la casa del cliente.

Cuando llegamos, era un departamento en un edificio como de 10


pisos. Él vivía en el octavo. Un departamento chico de un living y
un dormitorio.

Al entrar el cliente nos ofrece si queremos tomar algo y nos hace


pasar al dormitorio a los cuatro.

Antes de sacarnos la ropa, los cuatro le pedimos que nos pagara. Yo


agarré la plata de mi amigo y mía y me la guardé en el jean. Las
chicas cobraron lo suyo y el cliente se sentó en un sofá.

“Ahí tienen la cama, quiero verlos coger a los cuatro”, nos dijo y tras
lo cual sacó de abajo del sofá una bandeja con muchas rayas de
merca y se tomó cuatro.

Nosotros nos reímos y nos entramos a desnudar.

Desnudarse delante de un cliente tiene su forma. Uno no se desnuda


cuando lo mira un cliente como se desnuda en su casa.

Hay como una manera más profesional de desnudarse.


245
Primero te ponés en cueros, te sacás la remera.

Después te sacás las zapatillas y las medias. Nada menos sexy que
dejarse las medias y terminar en bolas con medias puestas.

Cuando estás en cueros y en patas, te entrás a sacar el jean y te


quedás en bóxer o slip, lo que uses.

El bóxer tiene que marcar que se te está parando la pija, te la tenés


que acariciar por adentro del calzoncillo, como manoseándola para
ayudarla a que se pare. En lo posible mirando al cliente a los ojos,
con una mirada todo lo lasciva que puedas poner.

Ver eso los calienta a los clientes y ayuda a apurar el servicio.


Cuanto más se caliente el cliente, más va a gozar y más rápido vas a
quedar libre para ir a buscar a otro cliente y seguir facturando. La
noche no es eterna y un prostiputo tiene que tratar de atender a la
mayor cantidad de clientes lo más rápido posible. Simplemente
porque a las 23 horas hay más levante que a las 3 de la mañana. Por
eso hay que apurar a los primeros clientes como para poder trabajar
a dos o tres clientes antes de que afloje la demanda. En verano
puede que trabajes hasta las 5 de la mañana, pero en invierno el
horario de levante va de las 22 a las 2 de la mañana con suerte. Y
además en la calle te estás cagando de frío, así que cuanto antes te
hagas dos o tres clientes y te puedas ir a tu casa, mejor.

Las chicas también se estaban desnudando y se quedaron en corpiño


y bombacha.

Yo agarré a la rubia teñida y la entré a manosear. Le agarré una


mano y la metí adentro de mi bóxer para que me manoteara la
garcha.

Le desabroché el corpiño y le entré a chupar las tetas. Tenía unos


pezones grandes y negros, que te avisaban que si era rubia era
porque estaba recontra teñida, jajaja…
246
Tenía ricas tetas, los pezones respondían a mis chupadas
poniéndose bien duros, como a mí me gusta mamarlos. Me gustan
las pendejas con tetas duras.

Esto lo hacía adelante del cliente, para que pudiera ver bien lo que
gozaba de chupar tetas y a su vez que viera bien lo parada que tenía
mi pija en la mano de la minita.

“Vení a probar estas tetas. Mirá que ricos pezones que tiene”, le dije
a mi amigo que le manoteó una teta a mi minita y le pegó una buena
mamada.

“Sí, mamita, que putita rica que sos”, le dijo.

Yo me fui con la otra chica y la llevé a la cama. Me saqué el bóxer y


le entré a sacar la bombacha a la minita. Estaba re flujosa la guacha,
con la conchita ya toda húmeda de lo puta caliente que estaba.

En la cama le chupé las tetas, unas tetas morochas y duras, bien de


puta de la calle.

“¡Que buenas tetas que tienen estas dos putas!”, dije. “Papito,
¿querés tomarte unas rayas sobre estos pezones? Están re buenos
para eso”. El cliente pareció que le gustaba la idea.

“Vení y traé el plato que te pongo unas buenas rayas sobre estas
tetas y te las tomás”, le ofrecí. Tetas morochas, merca blanca, van
muy bien. Como las vergas morochas, no nos engañemos.

El hombre se acerca, le agarro el plato y las dos tarjetas que estaba


usando y le dije a la pendeja que se acostara. Cargué una buena
cantidad de merca y le armé una raya larga y gruesa sobre la teta
que terminaba en la punta del pezón.

“Tomátela y mordele un poco el pezón, vas a ver lo duro que lo


tiene la nena esta”, le dije

247
El cliente se la tomó y le chupó la teta donde mi amigo y yo
habíamos estado trabajando.

“¿Me das una rayita a mí, papi?”, pidió mi putita.

Yo lo miré al cliente a ver si me autorizaba a darle. Me dijo que sí


con la cabeza y yo cargué merca en la tarjeta, me acerqué a la puta y
cuando se acercó volqué la merca sobre mi verga parada para que la
tomara sobre mi chota.

La minita se la aspiró toda y yo le metí mi verga adentro de su boca,


toda entera hasta los pelos. Le agarré la cabeza y le entré a coger la
boca mientras el cliente nos miraba.

Mi amigo tenía a su puta en la cama, con las patas para arriba y él le


estaba chupando la concha haciéndola gozar que la minita gemía
como la puta que era.

“¿Le damos merca a la otra, para que se ponga bien puta también?”,
le pregunté.

“Sí, dale a la otra también”, me contestó.

Yo armé otra raya sobre la tarjeta y llamé a mi amigo. Le agarré la


pija y le puse la merca encima.

“Tomátela”, le dije a la rubia ofreciéndole la pija de mi colega.

La minita se abalanzó sobre la pija del chico y se la tomó toda.

“Ahora vos chupámela a mí”, le dije a la rubia.

Y me puse para hacer un 69 y seguir chupándole la concha donde la


había dejado el otro. Me copaba lamer los clítoris duros de las putas
calentonas. Lo que más me gusta es lamerles bien los labios de las
conchas y cuando están bien llenas de flujo, con la punta de mi
lengua excitarles el clítoris sintiendo como se les pone duro y

248
escuchando los gemidos que se tiran cuando se van echando
orgasmo tras orgasmo en mi boca golosa de concha. Ese olor a
concha de puta que me queda en la nariz, cada vez que le mamo el
felpudo a una linda putita me vuelve loco.
Nada me calienta más que darle un chupón de lengua a un cliente y
que me diga que mi boca tiene gusto a concha. “Si papí”, les digo, “a
ver si te creíste que porque te voy a pegar una cogida a vos, yo soy
puto. Me vengo de coger a una concha. ¿No te gusta que te garche
un macho a vos? Bueno, acá me tenés, vengo de revolcarme con una
minita yo. Que te quede bien clarito, acá el puto sos vos”. A los
clientes pasivos, el que les digas cosas como esta, los vuelven locos.
Todos tienen la fantasía de coger con un hetero y el que les pueda
demostrar que soy hetero por venirles a la cama con olor a concha, a
muchos los pone tan a mil, que me dan propinas más que generosas.

La otra puta y el otro prostiputo se pusieron a hacer ellos también


un 69. El cliente nos ponía merca encima de nuestros cuerpos para
tomarla. A mí le la puso sobre un cachete del culo, se la tomó, me lo
lamió y me pegó un mordiscón, que me super calentó. Le metí
lengua a la concha de la putita a lo loco, mientras le cogía la boca. Le
había agarrado la cabeza entre mis gambas y le bombeaba la boca
con la chota hasta el fondo.

El cliente me pasó un dildo que tenia. Una pija de siliconas de unos


25 centímetros de largo por 4,5 de diámetro.

Yo le puse un forro, lo chupé un poco y se lo entré a meter a mi


colega por el culo. Como no entraba, agarré y le entré a lubricar el
culo con mi lengua. El putazo me abría su culo y empujaba contra
mi boca, mientras las putas nos chupaban las pijas.

Le volví a meter el dildo en el culo a mi amigo y esta vez entró hasta


los huevos. El puto se lo re comió y se movía para que lo cogiera,
mientras la puta le mamaba la verga a él y él le chupaba la renegrida

249
concha que tenía.

Mientras movía el dildo en su culo con una mano, con la otra le


agarré la pija y se la saqué de la boca a la puta y se la entré a chupar
yo. Alternaba entre mamarlo yo y darle de mamar a la puta.

Estuvimos un rato así, hasta que el cliente nos pidió que nos
cogiéramos a las minitas.

El flaco se arrodilló y se sentó sobre el dildo, se forró la verga y


agarró a la puta morocha para que se le sentara sobre la pija y la
entró a sacudir para arriba y para abajo para cogerla, mientras
movía el culo y él se cogía a sí mismo con el dildo.

Yo puse a la putita rubia patas para arriba, le mostré la concha bien


abierta que tenía al cliente, mientras me forraba la verga y la ensarté
de una hasta los huevos.

Las putitas gemían y se chorreaban litros de flujo sobre nuestras


pijas. Nosotros las bombeábamos con toda la pija, de cabeza a pelos,
sintiendo como esas conchas latían agarrándonos las vergas con esos
labios que eran como manos que nos pajeaban mientras las
cogíamos.

Mientras las cogíamos el cliente le sacó el dildo del culo al otro


chico, le cambió el forro, lo lubricó y me empujó a mí para adelante,
sobre la minita y me entró a coger a mí con el dildo mientras yo me
cogía a la rubia.

La estaba re gozando yo. Me super calentaba que me cogieran


mientras yo me cogía a una mina.

En un momento cambiamos a las putas y yo me agarré a la morocha


y la puse en cuatro patas para cogérmela como un perrito mientras
el cliente me bombeaba el culo con el consolador. El otro chico se
cogía a la rubia patita al hombro mientras le chupaba las patas a la

250
puta.

Como a los cincuenta minutos le dije al cliente que no aguantaba


más, que tenía que acabar.

Le saqué la pija de la concha a la minita, me arranqué el forro, la di


vuelta y le llené las tetas negras que tenía con mi leche espesa,
blanca y caliente.

Cuando no di más y largué hasta la última gota de mi leche, le entré


a chupar las tetas y a juntar toda la leche en mi boca. Cuando la
agarré toda, me acerqué a mi amigo y le metí un chupón en la boca
para que entre los dos nos tomáramos toda mi guasca.

El pendejo no pudo más de calentura y sacó su pija de la conchita


sudada de la mina, se sacó el forro y acabó pajeándose sobre la
panza de la mina. Cuando terminó le refregó toda la leche por el
pecho con la cabeza de su verga y se la dio a chupar a la minita. La
otra cuando vio eso se puso al lado de la amiga y entre las dos nos
limpiaron con la lengua las dos chotas juntas a los dos machitos que
las habíamos gozado.

A esta altura el cliente estaba re loco de calentura y merca. Encima


estaba tomando whisky, así que estaba a toda máquina el chabón.

“¿Podemos tomar un poco de merca nosotros ahora?”, preguntó el


otro chico.

“Sí pendejos, vengan a tomar ustedes también”, nos dijo.

Los dos nos fuimos derecho al plato. Mi amigo se tomó tres rayas y
yo me tomé cuatro que me pusieron re loco.

Las chicas se tomaron dos rayitas más cada una.

“Bueno papí, si ya estás, nosotras nos vamos”, dijeron las putas.

251
“Sí chicas, vayan nomás. Abajo les abre el custodio”, les dijo y
liberó a las chicas.
Cuando las chicas se fueron nos preguntó qué queríamos hacer
nosotros.

“Lo que quieras, papá. Estamos acá y si la querés seguir, no hay


problema”.

“Tengo una luca más para ustedes, es todo lo que hay”.

“Dale, agarramos”, contestó mi amigo. La merca disponible estaba


sobreentendida.

El cliente nos pagó y nosotros seguimos la fiesta entre nosotros.

Le hicimos un 69 para que pudiera ver lo putos que éramos.

Como ya no se nos paraban las pijas, sólo podíamos jugar con el


dildo cogiéndonos uno al otro con el juguete y chupándonos las
pijas.

Nosotros estábamos en la cama y el cliente miraba como nos


tranzábamos.

“¿No te querés sumar?”, le ofrecí.

“No soy puto”, me contestó riendo.

“No tenés que ser puto, para dejártela mamar por dos pendejos
putitos. No pasa nada y en una de esas, si te la chupamos juntos
largás los pibes”.

No parecía muy convencido, pero se metió en la cama y nosotros


nos pusimos uno de cada lado del cliente y le entramos a mamar la
verga entre los dos.

No se le paraba ni a palos, pero nosotros le poníamos ganas. Al tipo


le gustaba, porque gemía de placer.

252
Como a la hora se le entró a parar y con el otro le entramos a dar
con más y más ganas.

En un momento nos dice que está por acabar y lo entramos a pajear


y a chupar los huevos hasta que nos tiró toda su leche en nuestras
caras de pendejos muy putos.

Re acabó el hijo de puta. Le salió como un cuarto litro de leche. Nos


llenó a los dos las caras de leche.

Nos fuimos al baño a lavar. Estábamos llenos de olor a concha y


leche.

Nos dimos una ducha rápida los dos juntos y cuando salimos del
baño el tipo estaba tomando merca y haciéndose la paja. Se ve que
le seguía la calentura.

Con mi amigo nos vestimos, le pedimos permiso para darnos otro


saque y nos tomamos otras buenas cuatro rayas de merca cada uno.

Cuando salimos de la casa estábamos re locos de la cabeza y ni la


más mínima posibilidad de seguir trabajando en ese estado.

Fuimos a comprar más merca y nos fuimos a un telo a seguir


tomando y haciéndonos unas buenas mamadas de pija hasta el
mediodía siguiente.

253
CAPÍTULO 26

SUBITE AL AUTO Y VAMOS A BUSCAR A UN CARTONERO

Como siempre andaba callejeando una tarde noche de verano. Era


temprano, pero en verano a veces los clientes salían a dar vueltas un
poco antes de comer. Como para echarse un polvo previo a salir de
fiesta.

Se me acerca un auto y hace la típica de estacionarse unos metros


delante de dónde yo estaba parado.

Veo que lo maneja un hombre joven, que se da vuelta como para


buscar mi mirada y me sonríe.

Me acerco, como siempre y lo saludo apoyándome en la ventanilla


bajada del acompañante del auto.

“Hola, ¿buscás algo?”, le digo al conductor con una sonrisa.

“Sí, contame qué hacés y cuánto cobrás”, me contesta.

“Sin dramas, soy versátil y estoy cobrando $1.200”, contesto.

“Quiero una fiesta. ¿Te bancás que levantemos a un cartonero o a


uno de los venden algo en los semáforos para enfiestarnos los tres?”,
me pregunta el cliente.

“Sí, no hay drama, me copan las fiestas”, digo con cierto entusiasmo
porque la idea me da morbo y me subo al auto.

Cuando arranca le pregunto qué es lo que exactamente andaba


buscando.

Me dice que tiene la fantasía de encamarse con un cartonero, pero


que no se anima a levantarlo sólo y que por eso me había contratado
a mí, para que me ocupara yo de levantar al cartonero.

254
A mí eso no me preocupaba, porque tenía experiencia en eso.
Muchas veces yo me había levantado cartoneros o vendedores, pero
para coger conmigo. Las tardes cuando ando caliente, suelen ser
buenos en la cama esos chicos. Y cómo hay muchos, siempre
encontraba alguno que me gustara. Además son baratos, cobran
menos de la mitad de lo que yo cobro en la calle.

Vamos para el lado de Palermo a buscar algún muchacho que


estuviera vendiendo algo o cartoneando.

Una vez entré con un chico junto con la carretilla con el bultazo de
lo que estaba recolectando a un telo. Me cagué de risa porque el
chico “estacionó” la carretilla en el garaje, como si fuera un auto.
Estuvo bueno, jajajaja… Fue muy divertido.

Al llegar a Juan B. Justo y avenida Santa Fe, al parar en el semáforo


se nos acercó un chico que le gustó al cliente.

Como yo era el que tenía que hablar, cuando el chico se nos acercó
para ofrecernos unos blocks de hojas, directamente le dije :

“¿Te querés ganar unos pesos?”.

Nos miró a los dos y preguntó :

“¿Qué tengo que hacer?”, poniendo una sonrisa pero ya


presintiendo para lo qué lo buscábamos.

“Nos tenemos que coger vos y yo al puto este”, le explico señalando


al cliente.

“¿Cuánto hay?”, preguntó.

“$500”.

El chico abre la puerta de atrás y se sube al auto.

255
El cliente arranca y enfila para un telo al que podíamos entrar de a
tres sin ningún problema.

Cuando llegamos al telo, nos entramos a desnudar los tres y, para


nuestra sorpresa vemos que el chico tenía una venda en la zona del
estómago. Le daba varias vueltas a la panza una venda blanca.

“¿Qué te pasó?”, le pregunté.

“Nada”, contesta, “me dieron un par de cuchilladas”, como si fuera


algo totalmente normal y que a todos nos solía pasar cada tanto.

Me resultaba un poco impresionante eso, pero por otro lado el chico


tenía una poronga digna de ponerla en una vitrina.

Una pija gorda y larga, morocha, peluda y que se le paraba al toque.

Muy buena erección tenía y la pija se le ponía bien dura.

“¿Te levantan muchos putos usualmente?”, le pregunté.

“Seeee, está lleno de putos a los que les gustamos los morochitos”,
me contesta con una sonrisa.

“¿Cómo querés que te cojamos?”, le pregunto al cliente que estaba


sin decir nada.

“En cuatro”, contesta.

“Bueno, ponete que empiezo cogiéndote yo”, le digo. Y al chico,


“vos andá por adelante y que la entre a mamar bien mamada.
Garchale la boca metiéndosela entera hasta la garganta, que es lo
que le gusta”.

Nos ponemos a coger al cliente y así un rato, hasta que le digo al


chico que cambiemos de lugar. Le estábamos haciendo lo que en la
jerga del negocio se llama “la calesita”, o sea un prostiputo por el

256
culo y otro por la boca, que van girando y alternando los lugares
para darle placer al cliente.

El chico se viene para mi lado y yo le digo que se ponga un forro y


se lubrique con saliva, mientras yo seguía serruchando al cliente con
bastante fuerza.

Mientras el chico se calzaba el forro yo le mostraba el culo del


cliente. Le hundía la pija hasta los huevos y la sacaba para mostrarlo
lo abierto que le iba a dejar el culo del puto. El chico miraba y
parecía no poder esperar para metérsela.

Finalmente, cuando lo vi con la poronga bien parada, forrada y


lubricada, le dije : “Vení y empomalo hasta las pelotas”.

El chico ocupa mi lugar, le tira una escupida al culo abierto del


cliente y se la mete entera y lo entra a bombear.

Yo me paro en la cama y le ofrezco mi verga a mamar al chico, que


no tiene reparos en metérsela en la boca.

Eso me calentó y le entré a coger la boca con mucho gusto. Desde


luego que yo tenía en claro que al que había que hacer gozar era al
cliente y no al chico o a mí, pero me dieron ganas de ver si el
pendejo se la comía.

Sacada mi duda, me siento en la cama adelante del cliente y le


pregunto si le gustaba la garchada que le estábamos pegando. Me
dice que sí y se manda a tragarse mi verga completa.

La chupaba bien el putazo, pero a mí me gusta tanto que me la


mamen, que para mí casi todos la chupan bien. No soy un buen
parámetro en esto de juzgar mamadores de pijas.

Le agarro la cabeza de los pelos de la nuca, se la levanto y le digo al


cliente : “¿Quérés que te haga una paja mientras me la mamás?”

257
Me dice que sí y yo me pongo medio de costado, ofreciéndole mi
verga para que la siga chupando, y me acomodo para manotearle la
verga.

No la tiene del todo parada, pero se la empiezo a pajear.

Como a los 15 minutos la tiene bien parada y entra gemir como para
acabar.

Lo miro al chico y le hago un gesto para que le de más fuerte, para


que el putazo acabe de una vez.

El pendejo lo entra a bombear mal, como que casi se la saca y se la


mete entera en cada serruchada.

Finalmente el cliente no aguanta más y larga toda la leche sobre la


cama.

El chico y yo nos salimos cuando el cliente deja de moverse y ya


termina con los espasmos del orgasmo.

Nosotros nos ponemos uno frente a otro y nos entramos a hacer la


paja hasta que también largamos la leche sobre la cama.

Cuando acabamos los tres, el cliente se entra a bañar y nosotros nos


quedamos relajados sobre la cama.

“¿No pensaste en dedicarte a esto más en serio?”, le pregunté. “Con


tu verga podrías hacer muy buena plata. Mucho más que
vendiendo esos blocks pedorros que vendés”, le aseguro.

“¿Vos decís?”

“No tengas ninguna duda. Pijas como la tuya se garpan bien en la


calle”.

“Lo voy a pensar. Primero necesito estar bien curado”, me contesta.

“Sí boludo, no podés trabajar vendado”.


258
Quedamos en que cuando estuviera curado, me iba a buscar por
Marcelo T. de Alvear, después de las 23 hs. Si un día no me
encontraba, que volviera que por lo menos en una semana, cuatro
días yo trabajaba seguro.

Si el pendejo quería, lo podía ayudar a ganar buena guita con esa


verga. Siendo activo y chupándola sin problemas, podía llegar a
conseguir buenos clientes haciendo la calle.

Era lindo y divertido, pero le faltaba experiencia en trabajar clientes.


Pero todo se aprende, como muy bien mi propia experiencia
demostraba. Cuando se quiere, todo se puede aprender.

259
CAPÍTULO 27

SOMOS TUS ABUELOS, VENÍ A COGER CON NOSOTROS


NENITO

Una de esas noches estaba con otro chico en Marcelo T. de Alvear y


Larrea y medio habíamos discutido porque yo me había ido con un
cliente que él decía que siempre lo llevaba a él.

Puede ser que siempre lo llevara a él, pero esa noche el tipo me
había preferido a mí. ¿Qué mierda quería que yo hubiera hecho?
¿Qué lo hubiera rechazado? Se hubiera buscado a otro y no
hubiéramos trabajado ni él, ni yo.

En la calle no hay contratos de exclusividad. Cada cliente se lleva al


que más lo calentó esa noche. Te puede haber elegido 10 veces
seguidas a vos, pero si esa noche le pintó coger con otro, a vos ni te
saluda y se lleva al otro. Son las reglas del oficio.

Lo mismo nosotros. Hay clientes que sabemos que pagan más y


otros que pagan menos. Tampoco sería la primera vez, que cuando
un chico se está yendo con un cliente y ve que el que garpa más le
hace una seña, le inventa una excusa como que había quedado con
el otro y se va con el que paga más. En esto, no hay obligaciones
entre los clientes y los prostiputos. Te tienen que elegir todos los
días y el día que no te eligen, mala suerte. Otro cliente aparecerá y
ese ya fue. No vienen a buscar amor y fidelidad, sino deslecharse
con nosotros. Nada más que eso.

La cuestión que habíamos discutido. Y estábamos medio enojados el


uno con el otro. Él me acusaba de haberlo cagado y yo de ser un
necio pelotudo.

En eso veo que viene caminando una pareja de viejos trolos.

260
Créanme, era una pareja de viejos, ponele unos 80 años cada uno, y
que eran trolos no había ninguna duda. A cuatro cuadras ya podías
decir que eran putos los señores.

Cuando llegan a dónde estábamos nosotros nos miran a los ojos y


nosotros a ellos. Yo hice el típico gesto de acá estoy disponible, que
es mientras miro a los ojos al cliente, sonrío y me acaricio la verga
por encima del jean.

No hay dudas ante esa señal, dice claramente : soy prostiputo y


estoy trabajando y disponible para vos.

Uno de los señores me saluda y me pregunta cómo me llamo.


“Mariano”, le contesto. “¿Andan buscando diversión?”, les
pregunto como para iniciar una charla de levante con ellos.

“Podría ser”, me contestan los dos entre risas.

Yo pienso, estas dos viejas maricas buscan una fiesta. Habrá que
cogerlos a los dos, espero que se me pare con estos dos fósiles.

“¿Viven por acá chicos?”, pregunto.

“Sí, a dos cuadras de aquí vivimos”, me dicen.

“¿Quieren una fiestita? Si quieren puedo buscar un amigo para


divertirnos los cuatro juntos”, les propongo y tratando de meter a
otro chico en la fiesta, como para motivarme un poco y que se me
pare la verga sin problemas.

“No se”, me contesta uno de ellos, “nosotros nunca hacemos esto”,


me asegura.

Yo pienso, “y yo nunca me chupé una pija, seguro”. Pero es muy


común que los clientes mientan. De hecho, nosotros somos parte de
una fantasía de ellos y, si en su fantasía ellos son vírgenes, tenemos
que seguirles la corriente y ser cómplices para que puedan
261
cumplirla. No es un objetivo del prostiputo justamente el defender a
la verdad. Por mí que se crean y me digan lo que se les cante el
culo, que por mí está todo más que bien. Mientras me paguen, yo les
voy a seguir la corriente en la historia que ellos me quieran contar.

Lo miro a mi amigo que estaba a unos metros de nosotros, como


invitándolo a reunirse con nosotros y el muy hijo de puta me dice
con los labios : “NO, JODETE”.

Claro, era temprano. Si hubieran sido las dos de la mañana, el


pelotudo se nos hubiera venido encima desesperado por facturar.
Pero eran las 21:30 y la noche recién empezaba. Seguro que un par
de clientes se iba a hacer. A esa hora, podía elegir. Y más si diciendo
que no, se vengaba de la ofensa que creía que yo le había hecho, el
muy pelotudo.

No entendí qué era lo que estaban buscando los dos viejos, pero
seguro que a esa edad no era cogerme.

Los clientes grandes suelen ser mucho mejores que los pendejos. Son
más tranquilos, menos demandantes y encima cuando se te para la
pija estando con ellos, se sienten muy halagados y agradecidos, y
por eso suelen dar buenas propinas.

Resignado a atenderlos solo, les digo mi precio por estar con uno de
ellos o por estar con los dos y encaramos para la casa de ellos.

Cuando uno va con el cliente a su casa caminando, es gracioso


porque uno va pasando por delante de los demás chicos que se
están ofreciendo. A medida que uno pasa y cruza las miradas con
esas verdaderas hienas, es gracioso cómo se nota si envidian el
servicio, o si se cagan de risa de lo que uno se va a tener que coger
esa noche.

Gajes del oficio son estos. Yo la llamo la caminata del orgullo o de la


humillación, porque hay unos clientes que uno se los refriega por la
262
cara con orgullo, pero hay algunos otros que uno preferiría que
nadie viera que uno se va a tener que encamar con ellos.

Es todo profesional, pero a veces hay que revolcarse con cada


bicho… que más vale ni acordarse. Son esos clientes que cuando
acaba el servicio y uno se va, no puede evitar pensar, “pero que hijo
de mil putas que soy, con el tipo que acabo de coger. ¡Qué estómago
a prueba de cualquier cosa que tengo!”. Reconozco que son pocos
estos clientes. La mayoría son gente normal, ni muy linda, ni muy
fea. Además los putos en general, son de cuidar su aspecto. No se
ponen lo primero que encuentran y suelen salir a la calle bien
arreglados y perfumados. A veces esto último en demasía.

Este era el caso de estos dos señores. Demasiado acicalados,


perfumados, con un perfume que estaría de moda en la década del
40, y con un alto riesgo de que se me murieran durante el servicio si
la cosa se calentaba mucho.

No sería el primer caso de un prostiputo al que se le muere un


cliente en medio de un garche. Conozco a dos chicos a los que les
pasó. No te digo que te trauma, pero tampoco es agradable de golpe
darte cuenta de que el tipo que te estás cogiendo se te murió con tu
pija adentro del culo. Nunca me pasó, por suerte, y espero que no
me pase.

En el camino a la casa con los dos señores, me contaron que ellos


eran pareja desde hacía ya más de 50 años y que esa noche habían
salido a ver qué les podía ofrecer de lindo la calle.

Se ve que lo lindo de la calle era yo. Bueno, me han dicho cosas mil
veces peores que compararme con un objeto lindo que se compra
como si fuera un jarrón.

En realidad me importa un reverendo carajo lo que me digan los


clientes. Hay desde los que les gusta humillarte, pegarte, putearte,

263
denigrarte, mearte o vaya uno a saber por el lado que les pinta el
morbo.

Mientras avisen y sea pactado, mientras no me tomen de sorpresa o


me lo quieran imponer de mal modo, yo estoy para prestar un
servicio profesional, no para juzgarlos, ni para involucrarme
personalmente en su fantasía.

Si me insultan no es a mí, sino que están dando rienda suelta a su


necesidad de poner en el otro la culpa que sienten ellos por ser unos
putos de mierda. Porque ellos se sienten así, putos de mierda.
Entonces por comparación, contratan a otro puto que, como se
prostituye para vivir, es más puto de mierda que ellos. Por lo
menos, en su imaginación.

Estos dos hombres eran muy tranquilos. Alegres y amables


conmigo.

Cuando entramos a la casa, obviamente típica casa de una pareja de


maricones gerontes, me ofrecen si quiero tomar algo. Un té, por
ejemplo.

¿Quién mierda le ofrece un té a un pendejo prostiputo que lleva a su


casa a coger? Nadie de menos de 78 años de edad. Se los aseguro a
esto. Normalmente me ofrecen vino, whisky, champagne, agua,
Coca Cola, cocaína, porro, pastllas o ácidos. Pero té, nunca jamás de
los jamases.

“No, te agradezco. Estoy bien así”, contesté a la invitación. En


realidad yo me hubiera tomado un té, pero ya iba a ser bastante
difícil que se me parara para cogerlos, como para encima someterme
a la ceremonia del té. Si con el té pelaban unas masas, eso seguro me
iba a causar una impotencia absoluta y cuasi permanente por lo que
restaba de la noche.

Preferí evadir la situación, por las dudas.


264
“¿Quieren que lo hagamos los tres juntos?”, propongo tratando de
tomar las riendas del servicio y así intentando de darle un poco más
de ritmo. Había que pasarlos a nafta a los abuelitos, porque si no me
iba a ir de su casa a las 3 de la mañana, después de arroparlos en
sus camas.

“No, vení conmigo”, me dijo uno de ellos y me llevó al dormitorio.

“¿Me saco la ropa?”, le pregunté como para ir entrando en situación.

“Sí, sacate todo, por favor”, me contestó.

Que algún cliente me diga que me saque todo por favor, en lugar del
consabido “ponete en pelotas pendejo”, no deja de ser un cambio
simpático y amable.

Como todo es un absoluto, me desnudé completamente.

Mi cliente, por el contrario, no se había sacado nada. Ni los zapatos.

“Tirate en la cama, por favor”, me pide.

Yo me meto en la cama, en el centro, esperando a ver qué hacía.

Se acostó al lado mío y empezó a acarciarme. Desde la cara a los


pies, me acariciaba todo.

No les voy a decir que era una caricia erótica, porque no lo era, pero
mi pija empezó a pararse con los mimitos del abuelito.

Por lo menos tenía buena mano. Cálida y suave.

“No soy el primer hombre al que acariciás, ¿no es cierto?”, le


pregunto dejándome llevar por el placer de sus manos.

“Por suerte no. He acariciado a muchos cuerpos de hombres muy


lindos. Como vos”, me dijo sonriendo.

Todo bien, que se diera el gusto, que para eso había pagado.
265
Al ratito me empezó a hacer la paja. Despacio, amablemente. Era un
intermedio entre una caricia y una verdadera paja.

Se apoyó la cabeza de mi verga en la boca y con la lengua la lamió


para un lado y para el otro. Me gusta que me hagan eso. Mientras
me la lamía, con una mano me la seguía pajeando y con la otra me
acariciaba los muslos, por adentro de ellos y me tocaba tímidamente
los huevos.

Opté por acariciarle la cabeza. Era ya un poco pelado y tenía el pelo


suave y finito, pero me gustaba hacerlo. Sentía que en cierta medida
era mi manera de decirle que me gustaba estar en la cama con él.

Esta franela siguió por unos 30 minutos. Yo la disfrutaba y parecía


que él también.

“¿Querés besarme?”, le pregunte. “A mí me gustaría”, le dije más


por ser amable que por un deseo real de chuponearme con el
hombre.

Él se acercó a mi boca y me dio un beso en los labios. Un beso tierno


y sin lengua.

Yo agarré su cabeza y le acerqué su cara a la mía y le retribuí el beso,


con la diferencia que esta vez yo sí le mandé la lengua. No me
rechazó. Se limitó a abrir la boca y a dejar que yo hiciera lo mío con
mi lengua dentro de él.

“Te la puedo chupar yo a vos ahora, si te gusta”, le ofrecí.

“No se”, me dijo, “no creo que a esta altura a mí se me pare”, me


dijo como riendo suavemente.

“No necesito chupártela para que se te pare, con que vos sientas
placer por que lo haga, para mí sería suficiente”, le aseguré.

“Bueno, probemos si vos querés”, me dijo.

266
“Dejame hacer a mí. Vos no hagas nada. Acostate al lado mío”.

Cuando se acostó le desabroché el pantalón y se lo bajé. Le baje el


calzoncillo y ahí estaba. Una pija gordita y con cara de que hacía
mucho tiempo que sólo se limitaba a mear.

Lo miré al cliente a los ojos, sonreí, le agarré la verga con mi mano y


apliqué una antigua técnica para revivir pijas, que es llenarme la
boca con saliva bien cálida e ir derecho a la pija despejándole bien
afuera la cabeza y tomándola toda entera con la boca.

El estar adentro de la boca, cálida y con toda la saliva caliente y la


lengua acariciándola, es una sensación muy placentera para
cualquier pija. No importa la edad que tenga.

No les voy a decir que se la paré al toque, pero pude sentir que un
poco creció adentro de mi boca.

Yo me coloqué sobre la cama como para un 69 y le ofrecí mi pija al


señor. “Chupala, acariciala o hacé lo que te pinte, mientras yo te
como la tuya”, le ofrecí.

Se la entré a chupar con ganas. Se la lamía, le besaba la cabeza. Mi


saliva se escurría de mi boca y caía por los costados de sus huevos.
Yo se la tragaba toda, entera, gemía de placer. Quería que se
sintiera deseado. Me parecía que eso no lo experimentaba desde
hacía demasiados años.

Él me entró a chupar la pija también a mí. Lo hacía bien, con buena


técnica. Yo movía mi cadera, para que él no tuviera que hacer todo
el movimiento, por las dudas que se fuera a agitar.

Al rato de estar chupándolo su pija se paró. No les voy a decir que


era una gran pija, pero para más de 80 años no estaba mal.

Él me la seguía chupando con más ganas.

267
“Mariano, estoy por acabar”, siento que me dice luego de unos 20
minutos de hacer el 69.

“Dale, hacelo”, le dije.

Saqué su verga de mi boca, bien llena de saliva y lo seguí pajeando


mientras frotaba el glande en círculos contra mi cachete de la cara
derecho.

Como a los dos minutos siento que empieza a tener un orgasmo. Un


orgasmo profundo, pero tranquilo, siento su leche espesa saliendo
contra mi cara. Mi mano sigue pajeándolo tratando de prolongar su
placer todo lo que pudiera ser posible.

Unos segundos después me deja de chupar la pija él a mí, Su leche


está en parte en mi cara y en parte sobre su pija y en los pelos de su
pija.

Cuanndo levanto la cabeza, veo que su pareja está parado


mirándonos. Con una sonrisa, como alegre por el placer que había
recibido su compañero.

Yo estaba bastante caliente. Cuando deja de chuparme les pregunto


si tienen problema en que yo también acabe.

Dicen que no y yo me entro a hacer la paja mirándolos a los dos


alternativamente.

No es que ellos me calentaran, pero la situación me daba mucho


morbo con ellos mirándome y eso era lo que me excitaba. Siempre
fui un poco exhibicionista y me da placer que me miren desnudo y
cogiendo. O pajeándome.

Cuando justo estaba por saltarme la leche me apreté estrangulando


la verga por unos segundos y cuando la solté un chorro de leche me
saltó de la pija que voló por encima de mi cara y aterrizó en parte en
mis pelos y en parte en las sábanas de la cama.
268
“Woooowwwwwww, que buena acabada que me eché”, les digo.
“¿Vos cómo sentiste a la tuya?”, le pregunté al cliente que había
estado conmigo.

“Muy linda”, contestó, “sos un chico muy lindo y muy dulce”,


agregó.

“Gracias, es que me re calenté… A veces pasa que de golpe un


cliente me despierta una calentura de puta madre y termino con un
chorro de leche de aquellos que pasa volando sobre mí”, les confieso
entre risas.

Ellos se habían sentado en un sofá y el que era la pareja de mi cliente


lo abrazaba y los dos me miraban desnudo sobre su cama, todo
lleno de leche en el pecho y la cara.

“¿Puedo pasar al baño a lavarme?”, les pregunté.

“Sí, sí, por esa puerta”, me señalaron.

Entré al baño y me lavé en la bañadera, porque tenía leche del pelo


a la pija, por todo el cuerpo.

Me sequé con una toalla que estaba sobre el lavatorio seguramente


reservada para mí y volví al cuarto a vestirme.

Ellos estaban tomando té. Me ofrecieron, pero les agradecí y les dije
que no.

Tenía hambre en ese momento. Más que una taza de té, yo


necesitaba comerme media pizza grande, por lo menos.

Cuando me va a pagar, veo que me da como si hubiera atendido a


los dos.

“Me estás dando como si los hubiera atendido a los dos. Es la


mitad, porque a él no lo atendí”, le dije.

269
“No, ya se. Es una propina, si no te ofendés”, me contestó.

“Para nada, no me ofenden las propinas. Te quería dejar en claro


que lo que me correspondía era la mitad de lo que me estabas
dando. Siempre se agradece una propina, especialmente porque
quiere decir que mi cliente lo pasó bien”, dije.

“Los dos lo pasamos bien”, me dijo el que yo no había atendido. “A


mí también me gustó mucho que le dieras placer a él”.

“Cuando quieran lo podemos hacer de nuevo. Tanto con vos, o con


vos, o con los dos juntos. Los voy a atender tratando de poner lo
mejor de mí, con mucho respeto y tratando de guardar sus tiempos
y gustos”, les ofrecí.

“Estamos confiados de que sería así”, me aseguraron.

Me despedí de los dos con un beso en los labios y me volví a ver si


mi compañero estaba dónde lo había dejado.

No estaba, señal de que lo habían levantado. Me quedé esperándolo


y al ratito llegó.

“Ahí está el cogeviejos”, me saludó.

“El cogeviejos te invita a comer una pizza, a ver si así podemos


hacer las paces”, contesté su saludo.

“Vamos que tengo hambre. No sabés el pendejo hincha pelotas que


me tuve que coger recién”.

“Suele pasar eso con los pendejos. Son muy demandantes y encima
poco agradecidos”, le aseguré. Y nos fuimos a comer pizza a la
pizzería de Marcelo T. de Alvear y avenida Pueyrredón.

Más tarde volveríamos a la calle a seguir trabajando el resto de la


noche.

270
CAPÍTULO 28

¿SABÉS QUÉ? NO ME GUSTÓ EL SERVICIO. NO TE VOY A


PAGAR UN CARAJO.

Pantalón negro de cuero, barba candado, mirada de cagador… y era


un cagador.

Hay cosas que a uno le pasan de boludo. Por no darse bola a uno
mismo. Por no escucharse. ¿Les pasó alguna vez?

Yo no soy de rechazar clientes, pero a veces mi instinto me dice que


el tipo es problemático, que si lo atiendo va a haber quilombo y sin
embargo a veces no me escucho a mí mismo y voy y lo atiendo
igual.

E invariablemente hay quilombo. Se ve que el tanto trabajar en la


noche, el tanto seguir a los clientes cuando se drogan, termina
dejándote un poco más pelotudo que de costumbre.

El cliente que les voy a contar me levantó caminando por la avenida


Santa Fe. Yo iba caminando a la altura de Anchorena. Había
atendido a un tipo por allí y volvía para la esquina dónde estaban
unos amigos. Generalmente el levante de taxiboys callejeros, es
entre el rectángulo que hacen la avenida Santa Fe, la calle Marcelo T.
de Alvear y su continuación Charcas y las calles Riobamba y
Anchorena. Pero la mayoría de los prostiputos estamos parados en
las esquinas o a mitad de cuadra en Marcelo T. de Alvear entre
Junín y Larrea y algunos en la esquina de avenida Pueyrredón y
Santa Fe, que hay un par de bares en los que se levanta y un boliche
gay en el que se baila y hay shows de strippers y transformistas
generalmente. Luego por avenida Santa Fe se levanta más
caminando que estando parado.

Como yo volvía a la esquina de Larrea y Marcelo T. de Alvear, iba


caminando por Santa Fe en esa dirección.
271
Allí es donde me cruzo al hombre este. Como ya les dije, iba vestido
él con un pantalón de cuero negro, campera de cuero negro, barba
candado y terrible cara de cagador.

Ya que vaya todo vestido de cuero, era una mala señal. La barba
candado, tampoco era alentadora. La mirada torva, como de rata
escurridiza, no auguraba nada bueno. Y si sumamos todo, era como
si el tipo tuviera un cartel luminoso alrededor que dijera : VOY A
SER UN CLIENTE DE MIERDA, NO VENGAS CONMIGO.

Pero yo, pelotudo, habiendo trabajado a esa altura más de 3.000


clientes, en lugar de confiar en mi experiencia, me comporté como
un novato pelotudo. Muy pelotudo, para ser más claro.

Me encara y me pregunta qué servicio doy. “Soy versátil,


preferentemente activo”, le constesté. Le dije eso, porque al verlo de
cuero, asumí que le gustaba dominar y esos tipos suelen querer ser
activos. Después que se les pare es otra cosa, pero como son jodidos
y les gusta medio forzar al otro, al decirle que era preferentemente
activo, si me quería coger podía darle la sensación de que la tenía
muy grande y de que me estaba violando. Una boludez, porque me
cogieron tantas veces, que para que me sintiera violado, a esa altura
me tenían que meter un matafuegos por el orto. Y este tipo no tenía
pinta de tenerla especialmente grande.

Una de las cosas que me da el oficio, es que puedo mirar a un tipo y


ya se cómo tiene la garcha. Y no me equivoco. Se si la tiene corta,
larga, gruesa, finita, cabezona, honguito, lo que sea. Y este no me
daba pijudo ni a palos.

Al que la tiene grande, que él sabe que porta un gato muerto, se le


nota en la cara cuando hablás con él. No fanfarronea, pero hay algo
en la medio sonrisa que ponen, en lo seguros que se sienten, que te
está diciendo a gritos ¡¡¡ME MIDE 28 x 7!!! ¡¡¡ME MIDE 28 x 7!!!

272
Hablamos y me dice que me quiere de activo. Ahí dudo, porque
como el hombre me desagradaba iba a ser difícil hacer de activo.

Es mil veces más fácil el trabajar de pasivo. Si no tenés problemas


para dilatarte, ser prostiputo pasivo es mil veces más fácil. El
problema es que la mayoría de los clientes buscan chicos activos. Y
ser activo se cobra más, generalmente, porque la realidad es que la
mayoría de los prostiputos no son activos. Faltan activos y sobran
pasivos. No solamente entre prostiputos y clientes, sino que también
en la vida gay en general. Por lo menos, de mis amigos gay, el 70%
son pasivos. Y mis clientes también.

Como él vivía a tres cuadras de allí e iba a ser un servicio rápido


accedí. Y eso que le pasé como un 30% más que mi tarifa habitual,
porque no tenía ganas de atenderlo. Pero entre el sobreprecio y que
vivía al toque, accedí.

Fuimos a su departamento, un primer piso al frente de un


departamento de Barrio Norte. Nada especial.

Pasamos al dormitorio, me desnudo, él también y empezamos a


franelear. Le gustaba la franela violenta, pero digamos que eso era
esperable, considerando cómo se presentaba de aspecto.

“Ahora cógeme”, me dijo. Medio me tomó de sorpresa. Entre que la


franela no me gustaba y él me desagradaba, mi pija no daba señales
de querer pararse. Por lo menos no espontáneamente.

Me la entro a pajear un poco, para darle ánimo y el tipo me dice :


“¿No se te para pendejo? Te quiero de activo”.

“Calma papi, que ya se pone dura”.

Él no ayudaba en nada. No la mamaba, no me la pajeaba, solamente


se apretaba para mí y me daba besos más con los dientes que con los
labios. Una cagada de cama tenía.

273
Y desagradable, en las formas y de aspecto.

Finalmente se me para y me la forro.

“Vení, ponete en cuatro que te garcho”, le dije.

Él se pone en el centro de la cama en cuatro, esperando que yo lo


cogiera.

Le entro por detrás y le entro a tratar de meter la pija. El hijo de puta


tenia el culo super cerrado y no hacía nada para relajarlo.

Era imposible entrar, porque yo no lograba una erección como para


perforarlo. No había caso, el tipo no me gustaba. No es que no me
gustaba, me desagradaba directamente.

El cuero sólo me lo banco, la barba candado sóla me la banco, el que


fuera un desagradable, también era bancable. Pero todo junto, era
un bajapijas total para mí.

Se la metía, pero al rato se me bajaba. No había caso.

Porque aparte, cuando lograba cogerlo, el hijo de puta levantaba el


culo y se me salía la verga. Y cuando estás entre que se te para y no
se te para, si se sale del culo se complica la rempujada.

A la hora de estar en ese calvario, le dije que era hora de irme, que
me pagara que me iba.

“¿Por qué te voy a pagar, si el servicio fue una mierda?”, pregunta


desafiante.

“Porque yo el servicio te lo di y no es mi culpa que vos no sepas


relajar el culo”.

“No, vos el servicio no me lo diste porque vos en definitiva tenías


que cogerme hasta que yo acabara y me podés coger apenas de a
ratitos”.
274
En ese momento yo consideré mis opciones. Como le llevaba 10 cm
de altura y yo estaba entrenado de gym, podría haberlo levantado y
estrellado contra una pared tantas veces como fuera necesario hasta
que me pagara. Podía romperle todo el departamento, cagarlo a
trompadas a él… Había varias opciones.

Lo que no me bancaba era que mi arancel dependiera


exclusivamente de él. Que me lo quisiera imponer.

“Pagame flaco, porque se pudre todo si no me pagás”, lo amenacé.


“Te aseguro que te va a salir mucho más caro no pagarme, que dejar
de hacerte el pelotudo y pagarme”, le aclaré.

“No te pago una mierda, hacé lo que quieras”, me dijo.

Sospeché que le gustaba que lo cagaran a trompadas. Eso gratis no


se le hace a un cliente que lo goza. Tanto cuero no podía ser una
casualidad. Así que opté por dar el arancel por perdido y optar por
vengarme del forro este de otra manera.

“Abrime que me voy. Y mejor hacelo rápido antes de que te estrelle


la computadora y el televisor contra el piso y te arranque la puerta
de la heladera y la del horno, solo por joderte, pelotudo”. Se lo dije
de manera que se dio cuenta de que mejor no agregaba nada.

Bajamos, me abrió la puerta de calle y yo me paré del lado de afuera


desafiándolo, como diciendo salí a la vereda y te cago a trompadas.

El puto cerró la puerta y subió a su departamento.

Yo tomé nota de la dirección exacta y de los departamentos que


había en el edificio. Eran en total 11 pisos, todos A y B, menos el 11
que era sólo A.

275
Volví a la calle a seguir trabajando y disfrutando la que iba a ser mi
venganza contra el hijo de puta ese.

A la madrugada cuando volví a casa, me senté en mi computadora


dispuesto a diseñar mi venganza.

Para ello escribí una carta :

Buenos Aires, agosto 17 de 1987.

Señor Propietario Edificio Sánchez de Bustamente 1.….,

Nos dirigimos a usted para informarle un grave riesgo que usted tiene en
su edificio.

En el departamento 1° “A” del mismo vive un señor de unos cincuenta


años, canoso, de barba candado, que tiene la costumbre de salir por las
noches vestido con pantalones de cuero y campera de cuero negros a
“cazar” a varones jóvenes para traerlos a su edificio con el objeto de
abusarlos sexualmente.

Los jóvenes que él prefiere, son tan jovencitos que le diría que son
delictualmente jóvenes. Pre púberes en algunos casos que lleva noche tras
noche a su departamento.

Algunos son niños desprevenidos y otros muchos son prostitutos callejeros.

El objeto de esta nota es ponerlo sobre aviso, del gravísimo riesgo en que
este copropietario está poniendo a todo el consorcio, con el grave riesgo que
para ustedes implica el que noche a noche este hombre lleve prostitutos
callejeros al edificio o niños a los cuales viola. Más de uno por noche,
generalmente.

Estimamos que usted no desea ver a las cámaras de televisión


frente a su edificio y que el mismo sea conocido como “EL

276
EDIFICIO DEL HOMBRE ASESINADO POR UN TAXIBOY AL
QUE INTENTÓ VIOLAR”, o mucho peor aún, como “EL EDIFICIO
EN EL QUE EL PEDÓFILO LLEVABA A NIÑOS PARA
VIOLARLOS”.

No dudamos de que esta fama implicaría no sólo un bochorno para todos los
copropietarios por el escándalo, sino que también redundaría en una
posible caída en el valor de cada unidad. ¿Quién quiere ser vecino de un
pedófilo? ¿Quién quiere vivir en un edificio tan tristemente célebre?

Voluntariamente, estimamos que nadie. Hay muchos edificios en la Ciudad,


como para ir a vivir al edificio del degenerado.

Salvo claro, que las unidades se vendan tan baratas que a pesar de la mala
fama, valga igualmente la pena comprar un departamento allí.

Si tienen alguna duda de la veracidad de nuestra denuncia, simplemente


estaciónense frente a su edificio cualquiera de estas noches después de las 22
o 23 horas y vea cómo su degenerado vecino de la unidad 1° “A” sale y
vuelve un rato después acompañado de un jovencito.

Su zona de caza es avenida Santa Fe y Pueyrredón.

Ya todos los prostitutos de la zona lo conocen y no sería extraño que algo


trágico pase en el corto plazo en su edificio. Más de uno de estos chicos
suele trabajar armado y la violencia del cliente puede desatar una tragedia.

Están usted y sus vecinos advertidos del degenerado con el que conviven y
del riesgo que esto implica para el edificio y para sus habitantes.

Por cierto, si usted tiene hijos pequeños o jovencitos, prevéngalos de que


eviten el contacto con este degenerado. Lo mismo si a usted lo suelen visitar
nietos, sobrinos o familiares muy jóvenes, porque este hombre cada vez
ataca con mayor frecuencia. No se puede contener en su vicio.

Hemos cumplido con nuestra obligación moral de advertirlos.

277
Cordialmente,

ASOCIACIÓN DE VECINOS ALERTA DE BARRIO NORTE.

Esta carta la imprimí en una copia para cada departamento, con


excepción del 1° “A”, para no alertar al hijo de puta este que me
había estafado. Al día siguiente fui hasta una librería compré los
sobres y las puse en sobres individuales, los rotulé como uno para
cada departamento y al día siguiente fui y puse todas las cartas en el
buzón del edificio para que el encargado las distribuyera a los
departamentos. El remitente de todas las cartas era la Asociación de
Vecinos Alerta de Barrio Norte.

No se cómo fue, ni cómo es que pasó, pero al mes pasé por el frente
del edificio y el departamento del primer piso a la calle, tenía el
cartel de una inmobiliaria ofreciéndolo en venta.

Mi venganza se había cumplido. Seguramente la mudanza le iba a


costar mucho más que la plata que me estafó aquella noche en que
me llevó a su departamento.

No lo vi más levantando putos por la zona.

Lo bien que hizo, porque yo ya había advertido a los prostiputos


que trabajaban, y más de uno me dijo que si a él le hacía lo que me
había hecho a mí, lo abría en dos de un navajazo.

En cierta medida, creo que le salvé la vida al forro ese.

278
CAPÍTULO 29

EL CREE QUE ES AMO. YO CREO QUE ES UN BOLUDO


ATROZ Y ABURRIDO, PERO EL CLIENTE SIEMPRE TIENE
RAZÓN. MIENTRAS PAGUE, CLARO. ÉL U OTRO, ESO ME DA
IGUAL A MÍ.

Yo atendía a un cliente habitual mío, que era un sádico racional, al


punto que ya lo consideraba una suerte de clienteamigo, que me
contrataba dos o tres veces por mes para usarme como esclavo.

Me pegaba un poco con un cinturón, me humillaba verbalmente, me


orinaba en el cuerpo y me cogía con cierto grado de violencia.
Digamos que nada que me dejara marcado permanentemente, ni
que me doliera o afectara de manera intolerable para mí. Es más,
hasta cierto punto a veces disfrutaba del servicio. Creo que esto
último era lo que hacía que él me prefiriera por sobre otros
prostiputos y me tenía como su chico fijo. Contrataba a otros, a
veces junto conmigo, pero yo era su favorito.

Un día me llama y me dice que había conocido a otro AMO y que


había hecho un acuerdo con él de intercambiar por una sesión a un
esclavo. Que el otro tenía un chico que él quería probar y que me
había ofrecido a mí al otro AMO, como intercambio de su esclavo.

“¿Qué onda con el tipo este? ¿Vos lo conocés? ¿Qué le gusta hacer?
Mirá que lo que yo te banco a vos, no se lo banco a cualquiera que
me contrate. Normalmente no me pegan, ni mucho menos dejo que
me meen encima”.

“No”, me aclara, “él está más en la dominación psicológica que en la


física. No digo que no te vaya a hacer nada físico, pero no creo que
te pegue. Por lo menos no te va a pegar como te pego yo”.

279
“Vos sos vos y el otro no sos vos. Si se zarpa mal, me mando a
mudar. ¿Qué edad tiene el tipo?”, le aclaré.

“Es bastante mayor que yo. Debe tener unos 65 años. No te


preocupes, que aunque te pegue, no te va a pegar que a vos te pueda
doler”, me dijo para que yo tuviera confianza.

“¿Quién me garpa? ¿Él o vos?”, pregunté.

“Te pago yo. Para él vos no sos prostiputo, sino un pendejo al que le
gusta ser esclavo y que sos esclavo mío desde hace dos años. No es
un vínculo profesional el nuestro, para él. ¿Entendiste? No puede
saber que sos prostiputo”.

“Todo bien. Espero no haberlo atendido antes”, le dije cagándome


de risa.

“No creo. Fuimos a tomar café y pagué yo. Me parece que es un


poco miserable. No creo que contrate prostiputos”.

“Por mí todo bien. ¿Cuándo y a dónde tengo que ir?”

“Tenés que ir mañana a las 5 de la tarde a la calle Arenales 3834,


piso 6°, departamento 62. Tenés que preguntar por el señor Roberto.
No te olvides de tratarlo de señor todo el tiempo. Acordate que tu
AMO te cedió para una sesión a otro AMO.” Me entregó un papel
con todos los datos anotados.

“Quedate tranca. ¿Cuánto tiempo me tengo que quedar? Es un


servicio cómo el tuyo de cinco horas por sesión? ¿Le aclaraste que
hay un tiempo de duración de la sesión?”

“Sí, vos te tenés que quedar de las 5 de la tarde hasta las 10 de la


noche. A esa hora sos libre de irte. No te olvides de llamarlo señor
todo el tiempo y no lo mires a los ojos, que para él eso es importante
y lo toma como que el esclavo lo desafía si lo hace”.

280
“Bueno, en una de esas a lo mejor le regalo una miradita, como para
que se de el gusto de tener una excusa para castigarme”, le dije
riéndome.

“Hacé cómo quieras. Vos tenés experiencia y vas a saber manejar el


servicio. Acá tenés tu dinero. Después contame cómo te fue.”

Dicho esto nos dimos un beso y me fui dispuesto a ir al día siguiente


a la casa de mi nuevo AMO. La verdad es que me calentaba el ser
parte de un intercambio. El que mi cliente recibiera al otro esclavo a
cambio de haberme entregado a mí, me calentaba.
Independientemente de que yo fuera un prostiputo, el servicio de
AMO y esclavo era uno de mis morbos. Siempre tomé a la
prostitución como un acto también de sumisión. Era muy similar a
la compra de un esclavo el comprar a un chico para usarlo
sexualmente. Por algo a la prostitución femenina se la llama trata de
blancas.

Al día siguiente llego a la casa del hombre este y toco el timbre. Me


atiende y me hace pasar. Abajo había un portero que me preguntó a
qué departamento iba y cuando le dije que al 6° 62 me miró de
arriba abajo y no dijo nada. Supongo que habrá pensado que el tipo
había cambiado al pendejo que habitualmente se cogía. O que se lo
cogía a él, vaya uno a saber cuál era la fantasía del portero. Muy
probablemente no sería la de que los pendejos éramos los esclavos
del hombre este.

Llego al departamento y me estaba esperando en la puerta. Un


hombre de unos 1,75 m., de cabello rubio teñido, con ojos celestes,
muy bronceado y de unos 65 años como me había advertido el
cliente mío. No era la clase de hombre que a mí me gustara, de
hecho el pelo teñido me pareció siempre más ridículo que otra cosa,
pero no era lo que se llama un hombre feo para nada.

281
Me hace pasar y me pregunta si me crucé con alguien entrando al
edificio. Le conté lo que me preguntó el portero y no dijo nada. Se ve
que estaba al tanto de que el portero era un chusma.

Entré al departamento y me dijo que me parara en el medio del


living. Me miró un poco, mientras yo miraba al piso.

“Desnudate completamente”, me ordenó, pero en un tono normal


no muy imperativo.

Como siempre yo me desnudé en el orden que siempre lo hacía.


Primero me saqué el buzo que llevaba, la remera, me descalcé, me
saqué las medias que guardé dentro de mis zapatillas, me abrí el
pantalón y me lo saqué junto con el bóxer. Lo doblé, agarré toda mi
ropa y cuando quedé en pelotas delante de él, le pregunté :

“¿Dónde quiere que la ponga, Señor?”, siempre manteniendo mi


mirada baja.

“Dejala contra la pared”, me contestó.

Yo dejé todo dónde me había indicado y volví a pararme en el


centro del living.

El hombre caminó alrededor mío y se me paró enfrente. Muy cerca


de mí, digamos a unos 15 centímetros. Yo podía sentir su calor y
probablemente él sintiera el mío, por vestido que estuviera.

En eso me agarró los huevos, lo que me tomó de sorpresa y levanté


la mirada.

Cuando hice eso me dio un sopapo. Para nada fuerte.

Yo miré al piso y dije : “Perdón Señor”.

Él se quedó delante de mí calculo que por un par de minutos sin


decir palabra. Yo miraba para abajo, con mis brazos pegados al
cuerpo y manteniéndome derecho. Él seguía con mis huevos en su
282
mano, pero sin apretarlos especialmente. Igual yo estaba atento
esperando que lo hiciera y decidido a controlarme y no levantar la
mirada cuando lo hiciera.

Al rato soltó mis pelotas y fue a pararse detrás de mí. Con una mano
me agarró un cachete del culo. Yo trabé el culo y lo puse duro. Él
apretaba pero no conseguía que mi culo se aflojara.

“¿Me estás desafiando?”, me preguntó acercándose por detrás a mi


oreja derecha.

“No AMO. Haga usted lo que quiera de mí”, dije en voz baja.

Fue a buscar algo y volvíó. Cuando se acercó vi que era un plug


anal. No muy grande, de color negro y tenía un frasco de lubricante
también.

“Agachate y abrite el culo”, me ordenó.

Yo separé mis piernas, doblé mi cuerpo en 90° y con las manos me


abrí el culo ofreciéndole mi ojete abierto al tipo este.

Sentí que sus dedos lubricados se metían adentro de mi culo,


lubricándolo. En eso siento que apoya el plug en mi culo y me lo
hunde dentro. Ni era grande, ni me molestaba. Como todo plug, al
entrar se traba y ya no sale, salvo que uno lo expulse a propósito o
se lo arranque. El plug tiene la forma de un arbolito, es como un
pino de silicona con una base más gruesa, que una vez que pasa por
el esfínter anal, ya se queda adentro del culo y no se sale solo como
los dildos que tienen la forma de una pija. Normalmente se usan
para salir a la calle con ellos puestos porque se puede caminar sin
que se caigan del orto.

Con el plug en el culo me ordena pararme derecho. Vuelve a pararse


adelante mío y se queda mirándome. Yo no acuso su presencia y

283
sigo mirando mis pies, que es lo que se supone que debía hacer
luego de que me pegara el cachetazo.

Me agarra de los pelos de la nuca, fuerte, y me lleva hasta un rincón


del living.

Me para mirando al rincón.

“Te quedás parado aquí y no movés ni un músculo hasta que yo te


ordene otra cosa. ¿Entendiste esclavo?”

“Sí señor”, contesté mansamente.

El tiempo pasaba y yo sentía que el hombre estaba sentado en el


living, pero no me decía nada.

Habrá pasado una hora y me dijo que fuera dónde él estaba.

Yo me di vuelta y fui hasta pararme delante el sillón en el que él


estaba sentado. Yo seguía con el plug en el traste.

“Arrodillate adelante mío”, ordena. “Abrime el pantalón y


chupámela”.

“Sí señor”, digo y me arrodillo y le desabrocho el pantalón, saco con


una mano su verga afuera y como siempre lleno mi boca de saliva y
le entro a pegar una buena chupada. Me gusta chupar pijas, así que
lo disfrutaba al servicio, por más que el tipo no fuera exactamente la
clase de macho que me calentaba.

Mi verga demostraba que no me disgustaba lo que estaba haciendo


ya que comenzó a pararse. No del todo, pero ya no caía fláccida.

Él agarraba mí cabeza y me obligaba a tragar toda su pija. No era


para nada larga. Era más lo grueso que lo largo de su verga. Estaba
circuncidado, con lo cual asumí que sería judío. Me gustaban las
pijas circuncisas. Me gustaba mamarlas. Me gusta chupar las pijas

284
que cuando se paran quedan con la cabeza bien afuera.

No atendí a muchos clientes judíos, pero cuando atendía a alguno


me gustaban especialmente. Eran buenos amantes. O por lo menos
en mi fantasía llevaban unos puntos extra en mi valoración por sus
lindas vergas.

El servicio siguió más o menos así el resto del tiempo.

La diferencia fue que me acusó de mamársela con pocas ganas y me


volvió a mandar al rincón castigado, con la variante que esta vez
tuve que permanecer más de media hora en el rincón arrodillado,
cuerpo erguido y con mis manos entrelazadas en mi nuca.

Lo más fuerte como castigo que me hizo, fue hacerme parar en el


medio del living, con mis manos detrás de mi cuerpo y me pegó tres
o cuatro cachetadas. Pero muy suaves, nada que me sacudiera la
cabeza, como me lo han hecho otros clientes.

Se paraba delante de mí y me miraba fijo por varios minutos y si yo


levantaba mi vista y cruzaba sus ojos, me daba un sopapo.

Aburrido como AMO. Muy aburrido.

A las diez de la noche dio por concluido el servicio.

“Vestite esclavo”, fue lo que me dijo.

Recogí mi ropa y me vestí rápidamente. Me quería ir. Estaba harto


de este embole interminable.

Cuando me vestí, abrió la puerta y me dijo : “Retirate

esclavo”. Yo no dije nada y me fui.

Como eran las 10 de la noche decidí rumbear para la calle a ver si


me encontraba con algún amigo y trabajar un poco.

285
Recién cuando me bajé del taxi que me había tomado, me di cuenta
de que todavía tenía el plug encajado en mi culo.

¡Me había olvidado de devolvérselo!, ¡qué pedazo de puto que soy


que no me di cuenta de que tenía el orto relleno! Me reía sólo, de lo
puto que era.

En realidad, cómo el cliente no me lo había reclamado, yo no tenía


por qué asumir que él quería que yo me lo sacara. En una de esas le
preguntaba y me cagaba de otro sopapo el viejo.

Era temprano, así que decidí que era un buen momento para llamar
a mi cliente y pasarle el parte de cómo me había ido con el señor
este.

Le conté cómo había sido toda la sesión y le pregunté cómo le había


ido a él con el otro chico.

“Muy bien me fue. A los 10 minutos se largó a llorar. Y a los 20 usó


la palabra de seguridad. Lo que se dice un forrito. Muy blandito”,
me contó lamentándose de la experiencia.

“No todos tienen el cuero que tengo yo para bancar los castigos”,
acoté y agregué, “lo loco es que cuándo me fui de la casa de tu
amigo, me olvidé de sacarme el plug y de devolvérselo”.

“Quedátelo. Si no te lo pidió, es porque quiso que te lo quedadras. O


porque es un pelotudo que se olvida de las cosas. En ambos casos,
podés quedártelo. Yo te autorizo”.

“Me vine a trabajar y en la calle me di cuenta de que estaba


enchufado, jajaja… Ya se me acostumbró el orto. Seguro que ahora
algún cliente me va a pasivear de lo lindo, jajaja…”.

“¡Que pendejo puto que sos!”, me dijo riendo mi cliente.

286
Conclusión, mi cliente me pagó y no disfruto del otro esclavo, el
chico la pasó cómo el culo porque le dolió, no lo soportó y tuvo que
usar su palabra de seguridad, yo lo pasé mal porque todo el servicio
fue un terrible embole de aburrimiento para mí. El único que la pasó
bien, probablemente, fue el otro AMO.

Todo un acto de justicia que terminara perdiendo el plug, jajaja…

287
CAPÍTULO 30

PASO UN MINUTO AL BAÑO Y YA VENGO.

Un día de semana, a eso de la una y media de la madrugada, en


plena primavera, ya había hecho a un par de clientes y estaba
viendo si me hacía a un tercero para ya irme a casa a dormir
satisfecho con la faena del día.

En eso pasa un auto chico, color celeste con un conductor que me


mira.

Como sigue de largo no albergo esperanzas de que vuelva.

A los pocos minutos vuelve a pasar y me mira. Me mira como miran


los clientes, a la cara. Pone el guiño y en la esquina gira.

Cuando los clientes ponen el guiño, en algunos es una señal de que


se van a estacionar a esperarte. No sabiendo con lo que me iba a
encontrar, camino hasta la esquina y veo que estacionó el auto sin
bajarse.
Me estaba esperando.

Sigo caminando, lo paso, me paro y giro para mirarlo de frente.

Un tipo joven, de unos veintipico de años, diría que pocos menos de


30.

Me acerco a la puerta del acompañante y me agacho para hablarle.


Él baja la ventana, le digo “Hola” y hago la evaluación del potencial
del cliente. Esto es edad, capacidad financiera, servicio que busca y
si me parece seguro o no. Esto es una especie de gestión básica de la
profesión. No se le cobra igual al cliente que viene en un Mercedes
Benz 0 km, que al que viene caminando. Tampoco se le cobra igual
al cliente que llama por una página como Skokka que al que llama

288
por Soy Tuyo o Rentmen. No me pregunten esto último por qué,
porque a todas estas páginas se entra de manera gratuita. No se por
qué los prostiputos asumen que el que saca su teléfono de Soy Tuyo
está dispuesto a pagar más que el que saca su teléfono de la página
de Skokka.

A primera vista mi cliente era de arancel medio. Menos que al del


Mercedes o más maduro, más que al que pasa caminando. Tendría
unos 27 o 28 años, barba de tres o cuatro días, ojos claros y
definitivamente pasivo.

Hasta ahí todo bien. Era un buen cliente para terminar la noche.

La charla lo de siempre, ¿cómo estás?, ¿qué andás haciendo?, que


trabajando, ¿cuánto cobrás?, ¿qué servicio buscás?

Desde luego mi evaluación había sido correcta. Pendejo, pasivo, con


el auto que le había regalado el padre. Conocía perfectamente al
sujeto.

Le paso mi tarifa, la acepta y me subo al auto. Encaramos para un


telo a unas cuadras.

Al entrar a la habitación, me meto en el baño a echarme un meo.


Como el cliente es pasivo, dejo la puerta del baño abierta para que
pueda mirar cuando hago pis.

Salgo del baño y el muchacho tenía en la mano una jeringa y un


frasquito.

Lo miro con cierto grado de curiosidad y me aclara. “Es morfina.


¿Me la podés dar vos?”, me propone.

“¿Cómo se da?”, le pregunto.

“Me la ponés en la cola”, contesta.

289
“¿Y qué efecto te produce?”, le pregunto porque lo último que
quiero es que el chico este se me quede dormido durante el servicio.
“Nada, sólo me relaja. Está bueno para que te cojan”, contesta.
“No tengo problemas. ¿Tenés alcohol y algodón?”.
“Sí, acá tenés todo”, me dice y deja sobre una mesa la jeringa, la
morfina, algodón y un frasquito con alcohol.

“Bueno, bajate el jean”.

Agarro la morfina y le saco la cobertura de plomo, mojo un algodón


en alcohol y lo paso por el frasco, le paso alcohol por el cachete del
culo y cargo la jeringa. Le saco el aire y se la clavo arriba del cachete
del culo, dónde le había pasado el alcohol. Descargo la jeringa hasta
la última gota, la saco y le paso el algodón con el alcohol. Veo que
no sangra y me quedo tranquilo. No le había pinchado ninguna
vena.

El cliente agarra su mochila y me dice : “Paso un minuto al baño.


Vos mientras sacate la ropa”.

“Sí, andá tranquilo que yo me pongo en bolas para esperarte


papito”, le constesto.

Desaparece y cierra la puerta del baño. Como toda pasiva,


pudorosa, pienso para mí.

Me saco toda la ropa, pongo una porno en la tele y me tiro en la


cama a jugar con mi verga.

A los cinco minutos me entro a preocupar, porque no sale del baño.

“¿Estás bien?”, pregunto desde la cama.

“Sí, en un minuto salgo”, contesta desde adentro del baño.

Habrán pasado 2 o 3 minutos y se abre la puerta del baño.

¿Quién sale? No mi cliente.


290
La que sale del baño es una versión muy hija de puta de Marilyn
Monroe.

Mi cliente tenía puesta una peluca rubia, se había pintado los ojos,
un lunar y los labios, se había puesto un vestido blanco con una
pollera con vuelo y zapatos de taco alto.

¡Hijo de puta! Avisame si te querés travestir, pensé para mí.

Tenía adelante mío a una Marilyn con barba… ¡un asco total! ¡una
cosa ridícula por dónde se la mire!

Normalmente no me gusta coger travas. No me calientan, me


parecen imitaciones de mierda de una mina. Toda la vida prefiero a
una mina. En general, no me gustan las imitaciones. De nada. Y
menos de las mujeres. O de los hombres, tampoco me gustan las
minas marimachos.

Por mí que sean lo que se les cante el culo, pero que no quieran
meterse en la cama conmigo.

El servicio ya lo había cobrado, y Marilyn estaba moviendo su


pollera pensando que así me calentaba. En eso tuve una idea
salvadora.

Me paré y me acerqué a abrazarla y a franelearla para ponerla bien


puta.

“Decime preciosa, ¿no te gustaría una fiestita? Tengo un amigo al


que las chicas como vos se la ponen muy dura. No sabés cómo le
gustan las trolitas como vos. ¿Te metieron dos juntas alguna vez?”,
le pregunté.

“¿Tenés un amigo para una fiesta?”, me preguntó

interesada. “Sí mamita y te podemos hacer buen precio”, le

contesto.
291
“¿Podés conseguir un poco de merca también?”.

“Le puedo decir a mi amiguito que pase a comprar y nos traiga, si


querés”, le propongo.

“Dale, llámalo”, me dice caliente.

Le pasé cuánto le iba a salir la fiesta y me dijo que no había


problema.

“Bueno, dame el dinero y lo llamo a mi amigo”, le pido.

Va a su mochila y me da la plata para mi amigo, la merca y el


sobreprecio del telo por entrar de a tres.

Llamo a Marcelo un chico prostiputo que había estado conmigo en


la calle esa noche y le pregunto si todavía está. Por suerte me dice
que sí.

“Bueno, venite al telo de Paso, habitación 21 que hay fiesta. Traete


tres o cuatro bolsitas, garpalas que yo ya tengo la guita del cliente y
venite. Es un cliente de los que a vos te gustan”, le aseguro.

“Voy para allá”, me contesta y corta.

Hay un bar a la vuelta del telo, que el petiso de la caja vende merca
a los prostiputos de la zona, así que conseguirla sólo le iba a
demorar un par de minutos.

Al ratito suena el teléfono de la habitación y nos avisan que Marcelo


está abajo. Me aclaran cuánto hay que pagar y digo que suba y que
pasen a cobrar.

Me golpean la puerta y pago la habitación y lo dejan pasar al Marce.

Cuando llega y la ve a Marilyn se caga de risa.

“¿Trajiste la merca?”, le pregunto.


292
“Sí, acá la tenés”, contesta. “¿La guita la tenés vos?”

“Acá tenés lo tuyo y lo de la merca”, le digo pagándole todo.


“Ponete en bolas mientras peino unas rayas”.

Marilyn estaba dopada, pero caliente.

“Transátela un poco, para ponerla bien puta para que la


enfiestemos”, le pido a mi amigo.

Marcelo se pone en bolas y ya tenía la pija parada. Le gustan las


travas y le encanta cogerlas.

Yo al verlo tan caliente me pongo al palo también.

Me monto una raya de merca sobre la chota y le digo a Marilyn,


“Vení a tomar, putita”.

El cliente se agacha y me toma la merca de mi pija y la chupa.

“¿Querés otra?”, le pregunto.

“Sí, dame otra”.

“Esta te la tomás sobre la chota de mi amigo”, le digo.

Marce me ofrece su verga, le monto la merca encima y él agarra a


Marilyn de los pelos y se la hace tomar y chupar.

“¿Te la cogés?”, le pregunto a Marcelo.

“Sí, dale”, contesta.

La ponemos a Marilyn en cuatro sobre la cama y mientras Marce le


entra por el culo, yo pongo merca en una tarjeta, me pongo en la
cama delante de ella y me tiro la merca sobre los huevos y la chota y
se la doy a tomar.

293
Se la toma mientras le come con el culo la pija a Marcelo.

“¡Que dura que la tiene tu amigo! ¡Que pija dura!”

“Chupámela putita”, le dijo metiéndole la verga en la boca.

“¿Querés las dos juntas por el culo?”, le pregunta Marcelo.

“Sí, cójanme los dos machos juntos”, pide gimiendo.

Yo agarro un forro y lubricante, me la forro y lubrico y Marcelo sale


del culo y Marilyn se me sienta encima mirándome a mí.

Marcelo la empuja sobre mí, para que le ofrezca el orto a él y se


lubrica su chota y la entra a meter adentro del culo del puto sobre
mi verga.

El sentir la verga de Marce entrando y saliendo en sentido contrario


a la mía, las dos apretadas por el culo del cliente y fregándose una
contra la otra nos produce a los dos una terrible calentura.

Entramos a bombearle el culo mal… con fuerza, gimiendo los dos


como dos animales en celo.

Marilyn sentía que la íbamos a partir en dos,

“Por favor, más despacio”, nos ruega.

“Bancá puta que estamos muy calientes con vos”, le dice Marcelo.

“Abrí el culo yegua, que bien que estás gozando. ¡Puta!”, le grito yo.

Marilyn gime y llora al mismo tiempo.

En eso Marcelo se tira sobre el cuerpo de Marilyn y entra a echarse


el acabe de su vida. Eso a mí me super calienta y entro a tirar la
leche a lo loco adentro del forro. Los dos abrazamos a Marilyn y le
decimos que es nuestra yegua puta.

Le sacamos las pijas del culo y la dejamos en la cama. Vamos a

294
sacarnos los forros y a lavarnos las chotas al baño.
Cuando salimos Marilyn tenía un bruto consolador adentro del culo.
Se ve que su mochila era una caja de sorpresas.

Marce y yo nos armamos unas rayas de merca, le ofrecimos a


Marilyn tomarse otras dos en nuestras vergas y se las re tomó a las
dos, bien cargadas de las cabezas a los pelos de las pijas.

Marce y yo nos tomamos varias y nos tiramos en la cama a hacer


que Marilyn nos las mamara a las dos juntas.

Marce cuando estábamos tomando la merca vio la jeringa y me


preguntó con qué se había dado.

“Morfina”, le contesto. “Le pegó muy puta, parece”.

“Sí, qué suerte”, dijo Marcelo.

“¿De dónde la sacaste a esta?”, me pregunta.

“Nada, pasó por Marcelo y me levantó. Como no me avisó que era


trava y me enteré cuando salió así vestida del baño, te llamé porque
no estaba seguro de poder garchármela. Vos sabés que no me pintan
las travas, si no es en fiesta con otros machos. Por suerte te encontré
a vos que se que te calientan”.

“Sí, está buena”, me dice.

“¿En serio te gusta una Marilyn con barba?...”

“Sí, boludo, me vuelve loco”, dice cagándose de risa.

“¡Sos un hijo de puta! No te puede calentar esto…”

“Porque acabé sólo, ¿no?”, me dice Marcelo.

“Yo acabé porque me estaba frotando la verga con la tuya, si no ni se


me paraba creo”.

295
Me paré y fui a buscar la merca. Volví con la tarjeta cargada, le
agarré la chota a Marcelo y le puse merca alrededor de la cabeza y le
dije a Marilyn, “lamela puta, limpiala bien de merca”.

También me puse merca en la pija debajo de la cabeza, todo


alrededor y se la ofrecí a Marcelo, que se la tragó entera.

Mientras él me la chupaba, yo me tomé la merca que quedaba en la


tarjeta.

Seguimos así hasta que terminó el turno.

De las tres bolsas que trajo Marce nos tomamos dos solamente
durante el servicio. Marcelo manoteó la tercera y me guiñó el ojo.
No se le roba al cliente, pero en este caso entre la morfina, lo que
había tomado y considerando que el cliente se iba a ir manejando su
auto, me pareció que era un acto de prudencia el secuestrarle la
droga sobrante del servicio. Si se la tomaba antes de irse, seguro que
a la casa no iba a llegar bien. Por lo menos si lo que me dijo que
vivía por Tigre era cierto, cosa que supongo que sí, porque ¿por qué
me iba a mentir en esa pavada? ¿Qué me importaba a mí por dónde
vivía?

Salimos con el cliente del telo, él se subió a su auto y se fue y


nosotros con Marcelo nos fuimos para el lado de Marcelo T. de
Alvear caminando.

Nos tomamos la bolsa que quedaba y finalmente nos levantaron dos


de hombres, que andaban buscando dos pendejos pasivos.

Nosotros estábamos a punto de caramelo, porque la pija no se nos


paraba de lo colocados que estábamos, así que poner el culo nos
parecía una buena opción.

Si quieren saber cómo nos fue en esa fiesta, van a tener que esperar a
que saque el segundo volumen de este libro.

296
EPÍLOGO

Muéstrenme otro trabajo en el que te paguen entre unos 20 a 200


dólares la hora dependiendo de la ciudad del mundo en que trabajes
y de lo profesional que seas, que se haga el trabajo en una cama, que
te regalen drogas y que encima te produzcan orgasmos. El precio
histórico promedio de un servicio en Buenos Aires siempre anduvo
por los 40 dólares la hora, hora y cuarto. Pero dependiendo de la
suerte económica de la Argentina, a veces se pagaba un poco más y
a veces se pagaba un poco menos. Por eso la oscilación en el precio.
Pero siempre por ahí anda. Si no es 40 dólares, serán 25 o 50. Más o
menos.

Si le agregaran un plan médico y dental, vacaciones y aguinaldo,


casi que sería un excelente trabajo para un joven gay o bisexual,
morboso, desprejuiciado y en pleno estallido hormonal.

El cliente del prostiputo suele ser mejor de lo que se supone. No es


que paguen porque si no pagan no cogen ni a palos. Nada menos
cierto que el creer esto.

Cuando alguien paga 40 dólares por una hora de sexo, seguramente


ya es porque comió, se bañó, se perfumó, fue al médico y al dentista.
Suelen ser personas bastante agradables de aspecto, en general, los
clientes de prostitución masculina. No es que pagan porque si no
pagaran jamás podrían coger. De hecho, con varios de mis clientes
de haberlos conocido fuera del trabajo, yo hubiera tenido sexo con
ellos gratis encantado

No se paga por necesidad, sino que se paga por morbo y


comodidad. O por capricho. Es fácil, muy fácil en el mundo gay
coger gratis seas como seas. Pero comprar a una persona para usarla
sexualmente, de una manera tan íntima, tiene un encanto y una
perversidad muy cautivantes. Es muy excitante pagar por sexo,

297
para muchos. Y por eso lo hacen. Puro morbo y practicidad, desde
luego.

De hecho, muchos prostiputos a veces son clientes y pagan por sexo,


tanto gay como heterosexual. Con los chicos, después de una buena
noche de trabajo, cada tanto nos íbamos a un prostíbulo a coger con
putas. Y eso por alguna razón que desconozco, saber que éramos
taxiboys, les calentaba a las putas. Será porque no se sentirán
juzgadas, ni tenidas en menos, por clientes que ejercen la misma
profesión que ellas. También muchos taxiboys suelen ofrecer a
algún colega dinero para coger con ellos. Es más común de lo que
sospechan esto.

Pero no fue el objeto de este libro, ni propio de la capacidad de su


autor, el explicar cómo razonan las mujeres. Sean putas o santas,
problema de Freud explicarlo a eso y no mío. Me limito a dar mis
opiniones sobre la sexualidad masculina.

No pienso incursionar ni en la psiquis de las mujeres, ni de las


chicas trans. Cada uno es como es y yo no soy exégeta de nadie. Ni
mucho menos los juzgo a los demás.

Hay muchísimos más casos de chicos escorts que están en pareja con
mujeres o con chicas trans, que ejerzan o no la prostitución, que en
pareja con otros chicos gays.

Suena raro, pero en el mundo gay, los gays no suelen ver bien
formar parejas con prostiputos.

Por cierto, el mundo gay suele ser sorprendentemente prejuicioso.


Se ve mucha discriminación entre los diferentes tipos de
homosexual. Activo y sólo pasivo, masculino o marica, travesti, no
sólo son diferencias, sino que a veces también son como castas
dentro del universo gay. Se suele escuchar despectivamente
expresiones de tipo “la marica esa”, o “la pasiva esa”.

298
Es mucho más común encontrar un departamento (prostíbulo) de
mujeres y travestis, que de chicos y travestis. Los chicos prostiputos,
no suelen trabajar en buenos términos con los travestis. Se rechazan
laboralmente, en general. Aunque en la cama muchas veces se
atraigan. Y generalmente, cuando un chico prostiputo está en pareja
con una travesti, la travesti suele tenerlo cortito. No lo deja besar a
los clientes o les ponen otros límites que curiosamente los chicos
respetan trabajando. En las parejas prostiputo y travesti,
generalmente manda la travesti. Y con mano de hierro.

Y ya que vamos a decir cosas raras que pasan en el mundo gay,


nunca he visto que un padre gay, tenga a un hijo gay. Salvo mi
cliente del capítulo 4, pero a ser honesto, no puedo asegurar que el
padre haya sido también gay. El chico no tengo dudas, porque ese
ojete no me mintió cuando se la mandé entera adentro de un solo
envión.

El tipo ni se tocó mientras yo estuve con su hijo. Y créanme que algo


de putos conozco. Si digo que puede que no lo haya sido, es porque
es así. Perverso, seguro. Puto, no se… Aunque no me hubiera
tampoco sorprendido que se hubiera cogido al hijo cuando yo me
fui. Para nada me hubiera sorprendido enterarme de algo así.

Otro tema interesante, es el por qué la gente es heterosexual u


homosexual y no bisexual, cuando en los orígenes de la civilización
greco romana, la bisexualidad era la regla común.

Desde el punto de vista estrictamente anatómico, no hay diferencia


entre el cuerpo de un hombre heterosexual y el de un hombre
homosexual.

Son idénticos en cuanto a sus características. Tienen los mismos


órganos, similares tejidos nerviosos, cerebros parecidos… sin
embargo a algunos los excitan las mujeres y a otros los hombres.

299
Siempre me pregunté, el por qué un bisexual puede gozar con una
mujer y con un hombre y por qué puede permitirse gozar de su
cuerpo tanto de frente como de espalda.

Mi modesta conclusión, es que dado que todos somos iguales, la


diferencia debe ser apenas cultural. De formación.

Por ejemplo los chinos no suelen consumir lácteos. No comen


quesos, por ejemplo. Por el contrario los franceses consumen unas
600 variedades diferentes de quesos. La comida es una cuestión
cultural. A mí me encantan los quesos y no te como una brochette
de alacranes o cucarachas como hacen los chinos ni que me apaleen.

El cuerpo es como un instrumento musical. Está disponible como


para que uno en él produzca cualquier tipo de música.

El tema es de cuál género musical uno disfruta.

En mi caso personal, yo detesto a la ópera alemana. Pero eso no hace


que Wagner no sea un artista.

Lo que muestra es que yo tengo una limitación cultural, que no me


permite disfrutar de la ópera alemana. Es un problema mío, no de la
música alemana. Ni mucho menos de Wagner.

Y con el sexo lo veo igual.

El heterosexual, para mí, es una persona que culturalmente anuló su


capacidad para disfrutar de la sexualidad homosexual. Y el
homosexual, es el que anuló su capacidad para disfrutar del sexo
heterosexual. Aclaro que esto es genérico, creo que vale para las
mujeres también.

Por otro lado, en el caso de los hombres, supongo que por algún
motivo la naturaleza, o Dios si ustedes son creyentes, nos puso el
famoso Punto G adentro del culo.

300
No creo que la naturaleza o Dios tengan tan retorcido sentido del
humor. Si está ahí, y todos sabemos que la naturaleza y Dios son
sabios, por alguna muy buena razón debe ser.

Meterse algo por el culo, pareciera que fuera un mandato natural,


que muchos hombres desprecian.

Ellos se lo pierden. Les puedo asegurar que el orgasmo con algo


adentro del culo, es mucho más intenso que el orgasmo sin nada en
el culo.

Cuando uno aprende a relajar el esfínter, el placer orgásmico es


mucho más intenso. Sin ninguna duda se los digo, porque es una
experiencia propia. Nadie me la contó. Dedo, dildo, pija, hacen una
gran diferencia por pequeños que puedan parecer.

En mi escala de valoración por como ejercen su sexualidad, debajo


están los heterosexuales, por encima de estos están los
homosexuales que tienen una vida sexual mucho más activa y
variada y por encima de todos están los bisexuales, que son aquellos
que disfrutan de una sexualidad más variada, compleja y, por sobre
todo, más libre y desprejuiciada.

Tómese su tiempo, relájese y pruebe. Aunque usted sea


heterosexual, déjese coger. Aunque más no sea con un dildo. No le
va a salir una leyenda en la frente que diga que se la pusieron
adentro del culo. Nadie lo va a notar si lo intenta y prueba. Me lo va
a agradecer todo el resto de su vida. De nada. Para eso estamos,
para ayudarnos mutuamente en esta vida.

Otro tema interesante, como conclusión, es el tema de cómo forman


pareja los homosexuales de manera diferente que las parejas
heterosexuales.

301
El homosexual, cuando llega a formar pareja, ya ha tenido relaciones
con muchos hombres que no tiene la menor idea de cómo se
llamaban. Sexo anónimo, en lugares generalmente semi públicos.

Por lo tanto, el asociar al sexo con el amor, siempre en las relaciones


gay me resultó un poco hipócrita. Ningún puto se enamora de otro
por coger. No existe eso.

Nunca comprendí el concepto de pareja cerrada sexualmente entre


los gays. Aclaro, no soy partidario de la cama abierta por seducción.
No recomiendo meter a un tercero a la cama, que uno de los dos o
ambos hayan levantado. Suele terminar mal eso.
Pero llamar a un prostiputo y compartirlo, como se puede compartir
un buen y rico plato de comida con la pareja en un restaurante, me
parece que enriquece a la vida sexual marital en la pareja gay.

A mí no me molestaría para nada el mirar a mi pareja siendo cogido


o cogiéndose a un prostiputo. Yo he cogido con miles de personas
de las cuales, no sólo no me enamoré, sino que me importaba un
cuerno siquiera cómo se llamaran. Y eso no impidió que
experimentara excelentes orgasmos con ellos. Probablemente,
porque como ya dije, el orgasmo es para mí el summum del
egoísmo. Es un acto absolutamente individual y personalísimo.

Desde luego no introduciría a otro hombre que pudiera tender a


querer seducir a algún integrante de la pareja. Por lo menos no se lo
facilitaría metiéndolo en nuestra cama. Pero un muchacho que lo
haga por un precio, me parece muy divertido y enriquecedor como
experiencia. Como el cocinero que nos da lo mejor de él en una
comida y luego desaparece de nuestras vidas.

Especialmente porque al separar el sexo del amor, es dónde


aparecen las diferencias entre coger y amar.

302
Por ejemplo a mí, desde que cojo con hombres, siempre me atrajeron
los varones entre los 18 y 35 años. En general, aunque hay
excepciones. De mayores de 35, aclaro por las dudas.

Y los gustos no cambian mucho con la edad. Si a los 25 te gustan los


de tu edad, a los 60 te van a seguir gustando los de 25, no los de 60.
No pasa que a los 18 te gustan de 18, a los 35 de 35 y a los 60 los de
60. Siempre te van a gustar de 18 a 35. Como mucho, te estirarás a
40, o un poco más.

Y si de pendejo te gustaban de 60, toda la vida te van a gustar de 60.


A los 25 será que te gustan los señores mayores que vos y cuando
llegues a los 60 te gustarán los hombres de tu edad. Pero los gustos
mucho no cambian en los hombres gay con el correr de los años de
vida.

En el caso de las mujeres, con el tema de que ellas tienen


determinada cantidad de años de fertilidad, y de que el hombre
quiere formar una pareja y tener hijos, supongo que acá las cosas
deben razonarse instintivamente de otra manera. Por lo menos a mí
me pasó así. Bueno, por algo por cada prostiputo hay 10 putas
trabajando. Los cuernos por medio del sexo están a la orden del día
en las parejas heterosexuales. No es sólo que haya más hombres
heterosexuales, que homosexuales. Es que el heterosexual cuando
forma una pareja, no necesariamente elige al tipo de mujer que más
lo excita, sino que también la piensa como madre de sus hijos.
Ningún puto al elegir pareja he visto jamás que tomara como
ejemplo a su papá. Sin embargo muchos heterosexuales se casan
con mujeres de características parecidas a sus madres. Me da como
un poco de escozor cuando noto el parecido entre la mujer y la
madre de un hombre. Pero supongo que la idea de familia es muy
importante para muchos. Incluso más que la excitación sexual, que

303
se puede satisfacer muy fácilmente con un poco de dinero y
capacidad de charlar. O, de última, a mano.

El puto es un mamero también, pero no en el sentido de buscar a su


madre como pareja. Más bien suelen idolatrar a su madre en su rol
de madre. Dicen que la ecuación para tener un hijo gay es :

Padre débil + madre fuerte = hijo gay.

No estoy seguro, pero algunas madres de amigos gay… eran


señoras de temer. Las he visto manejar a sus hijos cincuentones,
como si tuvieran 5 años. Es muy común el gay sesentón que sólo se
anima a salir del closet cuando muere su madre.

Pero, desde el punto de vista de la formación de una pareja para un


hombre gay ¿cómo cuernos la formás a los 60 años con un chico de
25? Es dificilísimo esto. Yo no tengo mucho de qué hablar con un
chico de 25 años. Ni mucho menos con uno de 18. Ellos tampoco
conmigo. Ni hablemos de compartir salidas que nos resulten
atractivas a ambos.

Es mil veces más fácil formar una pareja con otro hombre de 60 y en
la cama meter a un pendejo de 20 cada tanto, para compartirlo y
recontra coger con él. Una vez alcanzado el orgasmo, se le paga, se
le saluda y uno se queda con su pareja compartiendo el momento
post-coito amorosa y alegremente.

Si va a abrir sexualmente a su pareja, le recomiendo que lo haga


siempre con un profesional del sexo y nunca jamás con un levante
amateur. El amante gratuito, elegido por seducción, puede
desequilibrar a la pareja. Va a generar celos y discordia. En cambio
el prostiputo, viene, coge y se va. No tiene el más mínimo interés en
compartir nada más que los intereses comerciales que lo unen a sus
clientes. Ni en seducir a ninguno en especial. Y si alguno lo atrajo

304
más que el otro, tampoco es probable que le interese demostrarlo, si
es un buen profesional.

Excitarse sexualmente con alguien, no hace a ese alguien interesante


intelectualmente para uno. Y en pareja el tiempo dedicado
estrictamente al sexo, siempre es como poco comparado con todas
las cosas que uno comparte en pareja. No hay que darle tanta
importancia. Especialmente porque a diferencia de en el sexo
heterosexual, en el que la fidelidad era necesaria para evitarle al
hombre el problemita de terminar manteniendo a hijos que no
fueran suyos, como el hombre no puede quedar embarazado… ¿qué
importa con quién coge un gay sólo para lograr un simple orgasmo?

Nadie se enamora de un garche en el mundo gay. EL 95% por lo


menos de todas las relaciones sexuales de un gay, suelen ser con
desconocidos que difícilmente se volverán a ver. Ni mucho menos
coger. A lo sumo lo cruzarás por una calle una noche y con mucha
suerte lo podrás llegar a reconocer.

Espero no haberlos escandalizado demasiado con mi historia.

Lo que he relatado, ha sucedido. Y es moneda corriente en la vida


sexual gay. Un poco más, o un poco menos, todos hemos vivido
cosas por el estilo. Si no fueron exactamente estas que me
sucedieron a mí, serán otras. Pero todas con la misma jerarquía,
dignidad y también perversión sexual.

Podrá a ustedes parecerles más o menos morboso, pero en definitiva


son todas experiencias sexuales. Y como toda experiencia sexual,
son experiencias humanas.

Y les recuerdo que homo sum, humani nihil a me alienum puto.

Hay límites. Desde luego que los hay.

305
Están los legales, que impiden el acceso sexual con personas que no
tienen la comprensión del acto que están haciendo, como los
menores o discapacitados mentales y están las que llamamos
sanitarias, que son las que hacen a cuidarnos el cuerpo, nuestra
salud.

Y todas estas tienen zonas grises.

Por ejemplo para la ley, un menor de 18 años es menor de edad.


Pero les aseguro que a mis 15, 16 y 17 años yo ya tenía
perfectamente claro lo que era la sexualidad. Nadie me obligó jamás
a hacer algo que yo no quisiera o que no comprendiera. Y yo no fui
el más experimentado de mis amigos. Ni heteros ni gays. No me
cambió nada a mí el cumplir los 18. Y a la mayoría de las personas
les pasa así.

Siempre es cierto que algún límite claro es necesario poner. Pero


también sería necesario actualizarlo. No creo que hoy debamos tener
los mismos límites etarios que cuando se redactó el código penal.
Hoy la información y la manera de tratar los temas sexuales es mil
veces más abierta en los jóvenes que hace 100 años.

Como final, les digo que según mi experiencia, son mucho más
factores de riesgo y de perversión los clientes que los prostiputos.

Son los clientes los que suelen ofrecer a los taxiboys las opciones
más extremas. Es el cliente el que provee droga al escort. Es el
cliente el que lo mete en fiestas y en prácticas BDSM (disciplinarias)
o zoo.

Para los que puedan no conocer del tema, el BDSM es una práctica
sexual, en la cual se efectúa una transferencia erótica de poder desde
uno de los integrantes, el sumiso o esclavo, al otro de los integrantes
que asume el rol de dominante o AMO. Es una práctica en la cual se
establecen los límites que no se pasaran y dentro de ellos el AMO
306
dispone a voluntad del esclavo. Esto puede incluir normalmente al
derecho a humillar verbalmente, atar, azotar y disponer
sexualmente del esclavo. Normalmente lo que no se puede traspasar
es lo que pueda afectar a la salud del esclavo o dejarle una marca
permanente. Pero siempre se requiere que sea una práctica
consensuada, entre adultos que pueden comprender el acuerdo que
hacen. Si no hay consenso, o este está afectado por una discapacidad
o por consumo de alcohol o drogas, por ejemplo, ya no se lo
considera BDSM sino que entraría posiblemente dentro de las
consideradas perversiones sexuales.

Muchas veces, el prostiputo está expuesto a límites difusos, en lo


que hace a este tipo de prácticas. La necesidad económica puede
empujar a los chicos que practican la prostitución a aceptar prácticas
que no son consideradas prácticas sexuales sanas. Lo mismo pasa
con las prácticas de zoofilia. De ninguna manera un animal puede
prestar consenso para una práctica sexual con humanos. Esta
SIEMPRE es una perversión. Y no siempre los prostiputos están en
condiciones, ni tienen la formación, como para poder resistir los
requerimientos de los clientes, que no son otros que los que les
proveen el dinero para poder subsistir el día a día.

No es un tema sencillo. Ni tampoco es tan correcto juzgar, dado que


muchos de los chicos que realizan este trabajo están motivados por
una necesidad económica muy urgente. Yo he conocido chicos que
con su trabajo mantenían a sus familias, su madre y sus hermanos.
No se permitían salir un día a la calle sin conseguir dinero para
vivir. Chicos que eran capaces de aceptar prácticas sexuales muy
arriesgadas para ellos, pero que al mismo tiempo eran incapaces de
manotear algún objeto de valor o de robar a sus clientes. Preferían
involucrarse en prácticas perversas, antes que robar. Y hablo de
chicos de 17, 18, 19 años, no de hombres hechos y derechos.
Aunque uno los pudiera ver recostados contra una pared, fumando,

307
mirando a los posibles clientes a los ojos mientras se acariciaban los
genitales por sobre sus gastados jeans, eran unos nenes enfrentados
de golpe a una vida muy dura. Mucho más que el que el normal de
las personas puedan imaginar.

Conozco a un chico que a los 17 años se dejaba violar y pegar por los
clientes, con tal de poder trabajar y ganar el dinero para mantener a
su familia, siendo que jamás fue gay. No tenía padre y se había
cargado sobre sus hombros la obligación de dar de comer y educar a
sus hermanos menores y a su madre. De hecho, hoy ya siendo un
adulto, tiene un trabajo “normal” y no mantiene relaciones sexuales
nada más que con mujeres porque los hombres no lo atraen para
nada. Les puedo asegurar que no tenía nada de fácil, ni mucho
menos de cómodo, lo que él hacía para mantener a su familia. Y
repito, a sus 17 años de edad. Otros chicos tienen que trabajar,
porque además han sido padres muy jóvenes y se tienen que hacer
cargo de mantener a sus hijos. Hablo de chicos que a los 19 años ya
tienen hijos de 3 años, como conocí a uno. Son todas historias de
vida que son luego muy difíciles de revertir y transformar en vidas
normales.

Especialmente, porque la vida útil de prostiputo no suele ser de más


de 12 o 15 años, dependiendo de la edad a la que se inició.
Normalmente, es raro encontrar en Argentina prostiputos que
puedan trabajar pasados sus 30 o 35 años. Acá, a diferencia de en
otros países, a los prostiputos los clientes los suelen preferir muy
jóvenes. En USA, lo normal es encontrar que la mayoría pasan los 30
años. Son otras sociedades, con otras costumbres, ni mejores ni
peores. Sólo diferentes.

Detrás de cada chico había una historia. La mayoría de ellas muy


triste. Pero estas historias siempre eran ciegas a los ojos de los
clientes, porque los prostiputos saben que a ellos no los contratan
para que cuenten tragedias, sino para revolcarse con ellos para
308
placer y diversión de los “señoritos clientes”. Su historia, como
generalmente a las pijas de sus clientes, se las meten en el culo. Con
la mayor dignidad posible, claro está.

Desde luego el escort acepta, pero es el sujeto pasivo en general de


la perversión. No corrompe el prostiputo al cliente, sino que es un
camino en sentido inverso este.

Al tiempo de prostituirse un joven varón, ha realizado actos


sexuales que les aseguro que jamás imaginó cometer. Y ha probado
cosas que tampoco tenía pensado probar. La vida y la profesión lo
llevan a relajar sus propios límites, más allá de lo que él alguna vez
sospechó. Pasa que cuando un joven prostiputo se inicia a trabajar si
uno le pregunta cuáles son sus límites de servicio, seguramente le
dirá algunos. Pero si le vuelve a hacer esa misma pregunta un par
de años después, sus límites son como cinco pueblos más adelante.
El que no la chupaba, la chupa, el que no se dejaba coger, se deja y el
que nunca se iba a drogar, lo hace. Pasa. Uno no es de fierro y es
muy joven como para resistir a las tentaciones, tanto las económicas
como las que aseguran placer instantáneo como un saque de
cocaína, cuando se es joven y se vive en el mundo de la noche.

Al lado de los clientes, los escorts son casi angelitos.

Desde luego, que también hay escorts que son ladrones y hasta
asesinos.

Normalmente la noticia en los diarios suelen ser los taxiboys que


matan y roban a sus clientes. Pero no son los taxiboys profesionales
esos. Son ladrones y asesinos que se disfrazan de prostiputos para
robar y asesinar a sus eventuales clientes gays a los cuales asumen
como más indefensos que a los heterosexuales. Esto es cierto, es más
difícil que un gay vaya a una comisaría a denunciar un robo que un
hetero. El gay no quiere el escándalo y menos sentirse burlado por la

309
policía por haber pagado a un joven por sexo.

Conozco a muchísimos chicos que trabajan, que son incapaces de


tocar un peso que no sea de ellos y se de casos de clientes que han
robado ellos a los escorts al ir a sus departamentos. Un cargador de
celular o un reloj que el taxiboy tiene por allí, puede ser manoteado
alegremente por un cliente. O cualquier otra cosa de valor.

Hay chicos, como le pasó a un amigo mío, que recibió a un cliente en


su departamento y el hombre lo violó. Literalmente. Lo forzó a ser
penetrado y el pobre quedó dolorido por varios días. A otro un
cliente lo filmó sin su permiso y subió la película a un sitio porno de
internet.

Como siempre digo, prostituirse es plata rápida, pero no es plata


fácil.

Hay de todo, de ambos lados del mostrador de este negocio.

Acá aprovecho para contarles cómo fue mi experiencia respecto a lo


que buscan los clientes en los prostiputos.

Diría que un 65% de los clientes buscan prostiputos activos


sexualmente. Capaces de penetrarlos. Generalmente los prostiputos
activos cobran un poco más que los que son sólo pasivos.
Especialmente, porque la mayoría de los prostiputos, no son tan
activos como ellos quieren hacer parecer. Cuando te los encontrás en
la cama, en una fiesta, muchos que se anunciaban como activos, te
miran con ojitos mimosos y te preguntan si se las querés poner. Y
como uno no es de fierro y a su vez es solidario con los colegas, va y
se las pone.

La mayoría de los clientes buscan que los cojan. Son los menos los
que buscan a chicos para cogerlos. 65% pasivos a 35% activos, diría
que es una proporción que los representa en sus gustos a quienes
demandan prostitución masculina.
310
De todos los clientes, diría que habrá un 15% que son versátiles y
que en la cama te pueden pedir un “vuelta y vuelta”. Normalmente
es raro el cliente que tenga la capacidad para en apenas una hora,
alcanzar dos orgasmos por mucho que uno lo caliente. Puede ser,
pero es raro. No es lo usual. Lo más común es que el que un día te
contrata para cogerlo, te llame a los pocos días para cogerte él. O al
revés. No suele pasar en la misma encamada, salvo que te haya
contratado por varias horas, como para pasar la noche juntos, por
ejemplo. No es común esto. No es el servicio habitual. Uno de cada
100 te quiere para algo más de una hora y cuarto de servicio. Con
suerte un servicio por semana que sea overnight te sale. Y mucho
menos los que te llevan a algún lado de viaje. Una o dos veces por
año, te suele pasar esto de que te lleven con ellos a algún lado en
otra ciudad o país. Está bueno desde lo económico, pero no es lindo
estar 24 hs al día, por varios días, disponible para dar satisfacción a
los clientes y teniendo que meterse en las fiestas y las locuras que se
les ocurran estando en el exterior, porque no podés decir que no y
mandarte a mudar a tu casa con la facilidad que tenés estando en
Buenos Aires.

El servicio de activo es el servicio más difícil de prestar. Porque


tenés que tener y mantener una erección el tiempo suficiente como
para que el cliente se sienta satisfecho. Normalmente hay que poder
dar servicio por un lapso de entre media hora y cuarenta y cinco
minutos seguidos. De hecho, hay clientes a los que nada les alcanza.
Ni en tiempo, ni en tamaño. Lo más sencillo es trabajar como
prostiputo pasivo. Llegás, te ponés en cuatro patas o levantás las
gambas, te lubricás el culo… y que trabaje el cliente. Vos sólo te
limitás a estar, dilatarte y gemir. Como para que el cliente se crea
que es el gran macho que te hace gozar.

Espero haberles contado el otro lado de este negocio que es tan


antiguo como la historia misma de la humanidad.

311
Desde Grecia y Roma, la prostitución femenina y masculina han
existido. Y seguirán existiendo hasta el fin de los tiempos.

Gracias por leer este libro. Para mí fue un placer escribirlo para
ustedes.

Ronnie M. Clausen.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, septiembre de 2020.

312
AGRADECIMIENTO

A mi amigo Danny Pixel, por haber leído todo el borrador de este


libro y haber hecho sugerencias que fueron muy apreciadas por mí.

313
ÍNDICE

Prólogo……………………………. 3

Capítulo 1 .......................................... 19

Capítulo 2 .......................................... 28

Capítulo 3 .......................................... 37

Capítulo 4 .......................................... 43

Capítulo 5 .......................................... 48

Capítulo 6 .......................................... 68

Capítulo 7 .......................................... 74

Capítulo 8 .......................................... 83

Capítulo 9 ........................................ 105

Capítulo 10....................................... 113

Capítulo 11....................................... 119

Capítulo 12....................................... 122

Capítulo 13....................................... 130

Capítulo 14....................................... 138

Capítulo 15....................................... 149

Capítulo 16....................................... 156

Capítulo 17....................................... 165

Capítulo 18....................................... 173

Capítulo 19....................................... 180

Capítulo 20....................................... 194


314
Capítulo 21...................................... 202

Capítulo 22...................................... 215

Capítulo 23...................................... 227

Capítulo 24...................................... 236

Capítulo 25...................................... 241

Capítulo 26...................................... 252

Capítulo 27...................................... 258

Capítulo 28...................................... 269

Capítulo 29...................................... 277

Capítulo 30...................................... 285

Epílogo ............................................. 295

Agradecimiento ............................. 311

Índice ............................................... 312

*****

315

También podría gustarte