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Actualmente todas las agencias inmobiliarias constatan que la mayoría

de los clientes demandan ahora hogares más iluminados, ventilados y


que dispongan de espacios más abiertos. Un cambio de tendencia
causado por las restricciones impuestas por la COVID 19. Muchas
personas han tenido que estar literalmente encerradas en viviendas
pequeñas, mal ventiladas y poco iluminadas, con espacios compartidos
entre los diferentes miembros de la familia o compañeros de piso.

El hecho de no poder salir y tener que convivir muchas horas con otras
personas durante muchos días ha generado para algunos una situación
bastante agobiante: la sala de estar se convertía en un espacio
polivalente que, a ratos, funcionaba como zona de juegos o un despacho
en el que teletrabajar.

El baño también ha pasado a estar mucho más ocupado de lo habitual,


con el inconveniente añadido de que, en muchos casos, este espacio de
la casa suele estar mal ventilado. Los balcones y las terrazas de las
viviendas se convirtieron en un espacio privilegiado que mejoró
notablemente la experiencia del confinamiento para muchas personas.

¿Quién ha salido perdiendo?

Sin duda, el colectivo que más ha sufrido el confinamiento durante la


pandemia ha sido el de las personas que presentan algún tipo de
discapacidad o movilidad reducida.

Las personas mayores han salido menos a la calle por motivos de


seguridad, y han visto cómo se cerraban los centros u otros espacios en
los que, habitualmente, realizaban actividades fundamentales para
mantener un buen estado físico y psicológico.
Si algo ha demostrado la pandemia es que las viviendas y/o residencias
de nuestros mayores requieren una mejora en el ámbito de la seguridad
y del confort.

¿Quién ha salido ganando?

El confinamiento ha resultado menos duro para aquellas personas que


habitan viviendas bien ventiladas y que disponen de espacios
intermedios como balcones, terrazas o patios. También para los
inquilinos de edificios de viviendas unifamiliares o plurifamiliares situados
cerca de zonas verdes.

Estas personas han tenido acceso directo a zonas verdes donde poder
pasear, tener un pequeño huerto, o realizar actividades al aire libre. Para
ellas, los efectos de esta pandemia han sido muchísimo más llevaderos.

¿Cuál es el futuro en breve plazo?

Las viviendas actuales no están pensadas para estar recluidos muchos


días en ellas y, sin duda, la crisis generada por la COVID 19 cambiará la
visión de los hogares y desembocará en la modificación progresiva de las
actuales normativas de vivienda.

Superada la pandemia, volveremos a tipologías de viviendas que


recuerdan a las que ya se construían a inicios del siglo XX, en las que se
potenciaba la salubridad mediante la generación de espacios amplios
que mejoraban los criterios de ventilación e iluminación.

La accesibilidad se ha de incorporar de manera desapercibida en el


propio diseño de los proyectos urbanísticos y arquitectónicos. La
pandemia ha abierto una buena oportunidad para impulsar estos criterios
no solo en el parque de vivienda de nueva construcción, sino también en
las reformas que se hagan de las viviendas ya existentes.

La crisis ocasionada por la COVID 19 ha acelerado el proceso que hará


que la arquitectura del siglo XXI sea la arquitectura de la gente mayor,
basada en una nueva accesibilidad desapercibida que facilitará que, a
medida que envejezcamos, podamos seguir disfrutando de nuestras
viviendas independientemente de nuestras capacidades. Se trata de
apostar por viviendas accesibles para toda la vida.

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