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Tomás G. Escajadillo
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
* * *
Hago notar, sin embargo, que la misma estudiosa dice, media pági-
na más adelante, que "esta novela, aunque perteneciente el género
romántico, [...] inicia en la literatura peruana el advenimiento de
una corriente realista que dibuja los personajes tal cual son y que
plantea sus problemas con entera franqueza" (27), lo cual es una
evidente contradicción, por lo menos en su tajantes enunciado, ca-
rente de matización.
Muchos críticos coinciden con esa presentación de Aves sin nido
como novela "pionera". Algunos ejemplos, más breves, son los de
Luis Alberto Sánchez:
no son otros los elementos que veremos aflorar en la novela indigenista.
Ella, podría decirse, se inicia justamente con la última novela que interesa
al trabajo de Concha Meléndez: con Aves sin nido (Buenos Aires, 1899), por
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Hugo D. Barbagelata:
Clorinda Matto de Turner, quien conquistó popularidad con su novela Aves
sin nido (1899), tiene el indiscutible mérito de haber abordado, por primera
vez, su autora, en una obra literaria, el problema siempre actual del indio,
siervo durante la Colonia y siervo también durante la República (1974, 37).
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Lo que bebió don Sebastián no era siquiera un licor de uva; era un alcohol
de caña de azúcar ligeramente dilatado con agua, que le dio un viso blan-
quizco. Sus efectos debían ser instantáneos; por eso no tardó el brebaje en
evaporarse por el organismo, invadiendo la razón en sus asilos cerebrales y
en doblegar al hombre dejando al bruto. (126)
–Este lugar estorba nuestra felicidad, querida Lucía; vas a ser madre y
no quiero que el primer eslabón de nuestra dicha halle la vida aquí.
–¿Y qué?..
–Partiremos para siempre, dentro de veinte días, sin falta alguna.
–¡Tan presto! ¿Y adónde, Fernando?
–No arguyas, hija. Todo lo tengo meditado, y sólo vengo a prevenirte
que prepares los pocos objetos que debes llevar como equipaje.
–¿Y adónde vamos, Fernando? –volvió a preguntar la esposa, cada vez
más sorprendida de una resolución tan repentina.
–He de llevarte a una región de flores, donde respires la dicha, colocan-
do la cuna de nuestro hijo en la bella capital peruana –contestó don Fer-
nando acercándose a Lucía y tomando mientras hablaba una guedeja de
los cabellos sueltos de su esposa, enredando sus dedos en ella y volviéndo-
los a soltar.
–¡A Lima! –grito entusiasmada Lucía.
–Sí, a Lima! Y después que el hijo que esperamos tenga vigor suficiente
para resistir la larga travesía, haremos un viaje a Europa; quiero que co-
nozcas Madrid.
–¿Y Margarita y Rosalía? ¿Qué será de las huérfanas sin nosotros? Te-
nemos que cuidar de su existencia por gratitud, querido Fernán...
–Ellas son nuestras hijas adoptivas, ellas irán con nosotros hasta Li-
ma, y allá, como ya lo teníamos pensado y resuelto, las colocaremos en el
colegio más a propósito para formar esposas y madres, sin la exagerada
mojigatería de un rezo inmoderado, vacía de sentimientos –repuso Marín
con llaneza.
–Gracias, Fernando mío, ¡cuán bueno eres! –dijo Lucía volviendo a
abrazar a su esposo. (131-132).
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que ser lo que tú eres, la pobre flor del mastuerzo, que tocada por la mano
se marchita y ya no se levanta. A ti te ha tocado la mano de algún brujo;
pero yo he visto la cara de la Virgen lo mismito que la cara de la señora
Lucía –dijo la india y rió como una chiquilla. (50-51).
Como bien comenta Carrillo, “Al indio lo amó y defendió sin ob-
servar su sicología, sin penetrar en su alma; y, a pesar de haber vi-
vido cerca de él, ni en sus diálogos puede dar muestras de autentici-
dad” (48):
Con poner unas palabras quechuas, con describir algunas de sus costum-
bres, cree presentarlos con realismo convincente. Y es que en el fondo, Clo-
rinda no pudo desprenderse de su carácter romántico, de su sentido melo-
dramático, que la hacía ver todo con pesimismo; su sentimentalismo se
desborda en cada página, su ingenuidad la hace simplificar la condición
humana del indio y de su enemigo (48).
Es decir, los indios que han hablado son tan borrosos y lejanos que,
cuando poco después Margarita se convierte en una niña, ello suce-
de con la mayor facilidad. Como no había sido debidamente indivi-
dualizada como una indiecita ("pata en el suelo", se diría), su “con-
versión” en niña o señorita es sumamente fácil. No debe sorpren-
dernos, por tanto, que poco después la señorita se ponga un vestido
“gris con lazos azules” pues “el color es aparente para (el) viaje” en
tren , así como no nos sorprende ya que una señora de veinte años
vista siempre de negro:
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–Ponte el vestido gris con lazos azules, Margarita. Ese te sienta bien, y
el color es aparente para viaje.
–Sí, madrina; ¿y tú cual te pones? –preguntó la huérfana.
–Para mí siempre el negro; no hay vestido más elegante que el negro
para una señora. (188)
melodramático –sobre todo en los diálogos), en todo caso del mal romanticismo.
Un segundo motivo es que, en la árida y casi siempre inútil crítica contem-
poránea sobre Aves sin nido, ya han aparecido serios estudios que cumplen la
labor de dar cuenta, lúcida e inteligentemente, de las estructuras y poética de
la novela. Me refiero, en primer lugar, a los estudios del profesor Antonio Cor-
nejo Polar reunidos en el volumen Clorinda Matto de Turner, novelista (1992)27,
y a un buen libro “final” del querido y siempre presente profesor Alberto Tauro
(1976), antiguo y fiel comentarista de Clorinda Matto de Turner28. No me parec-
ía, pues, indispensable publicar mi trabajo sobre Aves sin nido.
Sin embargo, el comentario de un recordado ex-alumno en San Marcos, ac-
tualmente [entonces, en 1995] terminando su Ph.D. en EE.UU., me ha hecho
reflexionar. Dice Juan Zevallos: “…la postergación de la publicación de su Tesis
[de Escajadillo] hizo que sus propuestas no circularan cumplidamente y a su
debido tiempo en la academia peruana e internacional. Pocos fueron los que le-
yeron los escasos ejemplares de su Tesis de Doctorado o las fotocopias que fue-
ron encargadas del extranjero al autor o a toda persona que tenía acceso a la
Biblioteca de Letras de la UNMSM. Esta falta de circulación provocó el desarro-
llo paralelo de planteamientos similares o el simple parafraseo de sus propues-
tas, que sí dieron prestigio académico y por cierto económico a sus enunciadores
en el ámbito del hispanoamericanismo internacional”29.
Entonces, ¡agua va!, aquí está mi trabajo sobre Aves sin nido de 1971. Y
me alegra que aparezcan nuevos trabajos de valor: aparte del estudio de Arri-
bas ya mencionado, me he dado el gusto de publicar, en el anterior número de
Letras, que dirijo, (la revista más antigua del Perú), otro ensayo sobre Clorinda
Matto y Aves sin nido, de gran calidad, de la profesora María Caballero (1995),
este último también reproducido en una revista académica de Sevilla.
Con lo cual cierro –por mi parte y por el momento– el “fenómeno” de Clorin-
da Matto y Aves sin nido.
(1995)
NOTAS
1. En las siguientes referencias del “Planteamiento General” de la "Tesis" se
explicita el sentido, definición y concepto de una obra “indigenista”: pp. 5-7,
10-13, 55-56 y 34-35. Nota de alcance: Este planteamiento ha sido publi-
cado como parte de mi libro La narrativa indigenista peruana. Lima, Ama-
ru Editores, 1994, 335 pp. Cf. Pp. 27, 33-34, 38-45 y 78-79.
2. Todas las citas son por la edición actualmente más solvente: Clorinda Mat-
to de Turner (1968).
3. Poco después de sustentada la "Tesis" (1971/2), publiqué La narrativa de
López Albújar (1972). El capítulo dedicado a Cuentos andinos ha sido am-
pliamente divulgado en mi libro Narradores peruanos del siglo XX (1986,
1994).
4. Ver comentario a sus puntos de vista en Alberto Tauro (1959).
5. Los “préstamos forzosos”, “curas lujuriosos”, “mandones” omnipotentes de
pueblo chico.
6. En realidad lo que sucede es que la edición Aguilar repite su libro Índice
crítico de la literatura hispanoamericana, T. II. La narrativa. Montevideo,
Editorial Guaraní, 1959.
7. ¿De qué “sacrilegios” habla Vargas Llosa? No hay uno solo en toda la nove-
la.
8. ¿A qué llama Vargas Llosa “incesto a medias”? Manuel no llega a tocarle ni
la manita a Margarita. A no ser que se esté hablando de un futuro "inces-
to" en mente.
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zarro, esa blancura mantiene siempre nuevas sus ruinas, no admite el jo-
vial verdor de su decaimiento; extiende sobre sus rotos terraplenes el rígido
palor de una apoplejía que fija sus propias distorsiones”. (¡He citado por la
edición más solvente en español!: 1960 –mi énfasis). ¡Qué bien le hubiera
hecho a doña Clorinda leer Moby Dick! (1851).
21. Ver Goldmann: Para una sociología de la novela (1967), especialmente el
capítulo “El método estructuralista genético en historia de la literatura”,
221-240.
22. Que un cura seduzca a una india, pase. Pero a una “señora principal”, de
mucho poder local y de “gran ética y virtudes cristianas” es sencillamente
inverosímil, poco consistente novelísticamente.
23. Los ejemplos son numerosos. Ver: 76, 95, 97, 105, 115, 131, 144, 155,
205, etc.
24. Este aspecto “clave” ocupa apenas una página del capitulillo III de la Pri-
mera Parte. No está “dramatizado” en la novela.
25. Al respecto Mariátegui sostiene: “El libro de Enrique López Albújar, Cuen-
tos andinos, es el primero que en nuestro tiempo explora estos caminos. Los
Cuentos andinos aprehenden, en sus secos y duros dibujos, emociones sus-
tantivas de la vida de la sierra y nos presentan algunos escorzos del alma del
indio”. (Mi subrayado, 7 ensayos, 360).
26. A pesar de haber subrayado muchas veces el hecho de que si bien Mariáte-
gui no la cita –no puede citar como paradigma una novela como Aves sin ni-
do– sí rinde encendido homenaje a Clorinda Matto de Turner, con motivo de
un congreso en el Cuzco, por las razones que quedan muy claramente expli-
cadas en su artículo “El problema primario del Perú” (Mundial. Lima, 9 de
diciembre de 1924; ahora en J.C.M.: 1974). Se trata nada menos que de
uno de los textos “claves” de Mariátegui, el verdadero germen de los 7 ensa-
yos (1928). En las primera líneas se lee este encendido elogio de la figura de
Clorinda Matto de Turner: “Antes que se apaguen los ecos de la conmemo-
ración de la figura y la obra de Clorinda Matto de Turner, antes de que se
dispersen los delegados del cuarto congreso de la raza indígena, dirijamos
una mirada al problema fundamental, al problema primario del Perú. Di-
gamos algo de lo que ciertamente diría Clorinda Matto de Turner si viviera
todavía. Este es el mejor homenaje que podemos rendir los hombres nue-
vos, los hombres jóvenes del Perú, a la memoria de esta mujer singular
que, en un época más cómplice y más fría que la nuestra, insurgió noble-
mente contra las injusticias y los crímenes de los expoliados de la raza
indígena”. (1974, 30).
27. Los trabajos reunidos en el libro de Cornejo Polar (1992) son: "Clorinda
Matto de Turner: Para una imagen de la novela peruana del siglo XIX" (Es-
critura, II, 3, Caracas, 1977); “Aves sin nido: indios, notables y forasteros”
(A.C.P.: La novela peruana: siete estudios, 1977; 2a ed. ampliada, por la
misma editorial: Editorial Horizonte, 1989 –una primera versión de este
trabajo sirvió de prólogo a la edición cubana de Aves sin nido, La Habana,
Casa de las Américas, 1974); “Aves sin nido como alegoría nacional", que
fue el prólogo a la edición de Aves sin nido de la Biblioteca Ayacucho (Cara-
cas, 1994); "Lo social y lo religioso en Índole (Letras, 86-87, Lima, 1977-
1979); y "Sobre Herencia" que fue el prólogo a la edición de esa novel del
Instituto Nacional de Cultura (Lima, 1974).
28. El profesor Tauro es el más antiguo y riguroso exegeta de la vida y obra de
Clorinda de Matto. Su libro Clorinda Matto de Turner y su indigenismo lite-
rario (1976), de 67 p., pero de formato grande (24.5 x 17.5 cms), contiene
una bibliografía en que está absolutamente todo lo escrito por C.M., más
reediciones, p. 59-66.
29. Aunque amical y casi generosa la reseña de Zevallos (1995) a mi libro La
narrativa indigenista peruana (1995), resulta que sus apreciaciones “unas
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son de cal y otras son de arena”. No acostumbro “contestar”, pero hay algu-
nas cosas que dice Zevallos ante las que no puedo quedar callado (sobre
otros reparos, creo que tiene todo el derecho del mundo a formularlos, y se
los acepto agradecido). En primer lugar, la larga segunda parte el libro se
titula “Notas acerca de…”. No pretende tener un esquema teórico ordena-
dor. Luego, ¿cómo aceptar –cómo comprender– que Zevallos me recrimine
haber hecho toda mi carrera (de más de 30 años) en San Marcos? ¿Me criti-
ca el no haber gozado de las ventajas de poder-haber-sido profesor en Es-
tados Unidos? Para terminar, hay en su texto un tufillo condescendiente,
según el cual Juan me trata de ser un poco “provinciano”. Bueno, no tanto.
En las solapas de la 2a ed. de mi libro Narradores peruanos del siglo XX –
que Zevallos conoce– se informa que gané una beca de pre-grado en EE.UU.
(dos semestres en la University of New Hampshire, 1960-1961, beca ofreci-
da a través de San Marcos), que estudié el “ciclo doctoral” en la Universi-
dad de Madrid, hoy “Complutense” (1966-1968), y que fui Profesor Visitan-
te en la Universidad de Eôtvos Lorànd, fr Budapest (1975-1977). Aparte de
eso, he sido generosamente invitado a tres congresos de la especialidad en
Europa, y a la mayoría de los países latinoamericanos. Es cierto que en to-
da una dilatada carrera San Marcos me ha costeado tan sólo tres o cuatro
viajes. Por cuestión de principio yo no hago viajes académicos si no me pa-
gan los pasajes y el hotel (Cuba es un caso especial: he ido allí no menos de
cinco o seis veces, pero la mayoría de ellas “a trabajar” como Jurado del
Concurso CASA, por ejemplo, o a dictar cursillos). Si no viajé tanto como
hubiera sido deseable es por cuestión de principios y “por la realidad nacio-
nal”, mi querido Juan.
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1. En las siguientes referencias del “Planteamiento General” de la "Tesis" se explicita el sentido, definición y concepto de una obra “indigenista”: pp. 5-7, 10-13, 55-56 y 34-35. Nota de alcance: Este planteamiento ha sido publicado como parte de mi libro La narrativa indigenista peruana. Lima, Amaru Editores, 1994, 335 pp. Cf. Pp. 27, 33-34, 38-45 y 78-79.
2 Todas las citas son por la edición actualmente más solvente: Clorinda Matto de Turner (1968).
3 Poco después de sustentada la "Tesis" (1971/2), publiqué La narrativa de López Albújar (1972). El capítulo dedicado a Cuentos andinos ha sido ampliamente divulgado en mi libro Narradores peruanos del siglo XX (1986, 1994).
6 En realidad lo que sucede es que la edición Aguilar repite su libro Índice crítico de la literatura hispanoamericana, T. II. La narrativa. Montevideo, Editorial Guaraní, 1959.
7 ¿De qué “sacrilegios” habla Vargas Llosa? No hay uno solo en toda la novela.
8 ¿A qué llama Vargas Llosa “incesto a medias”? Manuel no llega a tocarle ni la manita a Margarita. A no ser que se esté hablando de un futuro "incesto" en mente.
9 Ver “Tesis”, “Planteamiento General” (11-12, 34-35). También mi libro La narrativa indigenista peruana (41-42, 78-79).
10 Estas historias truculentas de curas abundan en los escritos de la época y se remontan, por lo menos, a la novela El padre Horán (1848) de Narciso Aréstegui.
11 Es ostensible la omisión a los “martirios” que causan los gamonales. Esta es la discrepancia principal de Mariátegui con Aves sin nido.
12 Es sintomático que Mariátegui ignore el famoso “Discurso en el Politeama” y, más bien, cite profusamente “Nuestros indios” (1924), con lo cual el Amauta se resta importancia a sí mismo otorgándosela al segundo texto de González Prada. “Nuestros indios” puede leerse en la selección de ensayos de González Prada (1958), preparada por Augusto Salazar Bondy. Sin embargo, Salazar Bondy reproduce acríticamente la siguiente nota “Ensayo escrito en 1904 e incorporado a Horas de lucha en la segunda edición” [1924]. Esto implica aceptar la versión de Alfredo González Prada, hijo y editor de la obra del gran don Manuel, en el sentido de que el texto no se encontraba, “estilísticamente”, en su fase final. Yo encuentro que esto es inexacto. Es evidente que de
haber aparecido “Nuestros indios” en la primera edición de Horas de lucha (1904), su impacto hubiera sido igual o mayor que el que tuvo el “Discurso en el Politeama” (1888). La influencia del texto publicado en 1924 se debe, en lo fundamental, a que es citado y elogiado en los 7 ensayos de Mariàtegui (1928). Me asoma una ausencia de debate al respecto.
13 Este texto es citado y comentado en casi todas las historias literarias y de las ideas en América Latina.
14 Nótese que en la “trinidad embrutecedora del indio” (mi énfasis), no se encuentra el Gamonal. Mariátegui era tajante al respeto: “El Perú tiene que estar contra el Gamonal o con él!” Una edición de la obra de González Prada leída en toda América Latina es la preparada, prologada y publicada en México por Andrés Henostroza (1943).
16 ¿No se le pudo ocurrir a doña Clorinda que en esa mina también se “explotaba” al indio? Si esto sigue hasta ahora, ¿cómo habría sido a finales del siglo XIX? (Mi énfasis).
17 Piénsese en la tétrica configuración del don Fermín de Todas las sangres (1964) de José María Arguedas.
18 Uno de los más horrendos capítulos de El mundo es ancho y ajeno es el titulado “XIII: Historias y lances de minería” en el que el “comunero emigrado” Calixto Páucar pierde la vida en una brutal represión en el asiento minero de Navilca (que se parece como dos gotas de agua al antiguo centro “Cerro de Pasco Co. Corporation”). Nota de alcance: Ver mi libro Alegría y “El mundo es ancho y ajeno” (1983, 36-45).
19 Algunos de estos “ingenieros” aparecen ya en La venganza del cóndor (1924) de Ventura García Calderón. Más “ingenieros” se encuentran en una extensa compilación posterior del mismo autor (1947).
20 Herman Melville (1819-1891), pasó por Lima en su vida de marinero. En su obra cumbre, Moby Dick (1851), en el capítulo XLII, “La blancura de la ballena” se lee una insólita crítica a Lima, la horrible: “No es el recuerdo de sus terremotos demoledores de catedrales, ni el embate de sus frenéticos mares; ni la infecundidad de sus cielos sin lágrimas, pues nunca producen lluvia, ni el espectáculo de sus vastos espacios donde se alzan botareles inclinados, yacientes piedras sillares y cruces terciadas (como en un astillero de tumbadas flotas ancladas), ni sus avenidas suburbanas como paredes que se apoyan las unas contra las otras como revueltos mazos de naipes, lo que hace que Lima, la sin lágrimas, sea la más extraña y triste ciudad que usted pueda ver.
Ello se debe a que Lima ha tomado el velo blanco, y existe el más alto horror en esa blancura que define su tribulación. Vieja como Pizarro, esa blancura mantiene siempre nuevas sus ruinas, no admite el jovial verdor de su decaimiento; extiende sobre sus rotos terraplenes el rígido palor de una apoplejía que fija sus propias distorsiones”. (¡He citado por la edición más solvente en español!: 1960 –mi énfasis). ¡Qué bien le hubiera hecho a doña Clorinda leer Moby Dick! (1851).
21 Ver Goldmann: Para una sociología de la novela (1967), especialmente el capítulo “El método estructuralista genético en historia de la literatura”, 221-240.
22 Que un cura seduzca a una india, pase. Pero a una “señora principal”, de mucho poder local y de “gran ética y virtudes cristianas” es sencillamente inverosímil, poco consistente novelísticamente.
23 Los ejemplos son numerosos. Ver: 76, 95, 97, 105, 115, 131, 144, 155, 205, etc.
24 Este aspecto “clave” ocupa apenas una página del capitulillo III de la Primera Parte. No está “dramatizado” en la novela.
25 Al respecto Mariátegui sostiene: “El libro de Enrique López Albújar, Cuentos andinos, es el primero que en nuestro tiempo explora estos caminos. Los Cuentos andinos aprehenden, en sus secos y duros dibujos, emociones sustantivas de la vida de la sierra y nos presentan algunos escorzos del alma del indio”. (Mi subrayado, 7 ensayos, 360).
26 A pesar de haber subrayado muchas veces el hecho de que si bien Mariátegui no la cita –no puede citar como paradigma una novela como Aves sin nido– sí rinde encendido homenaje a Clorinda Matto de Turner, con motivo de un congreso en el Cuzco, por las razones que quedan muy claramente explicadas en su artículo “El problema primario del Perú” (Mundial. Lima, 9 de diciembre de 1924; ahora en J.C.M.: 1974). Se trata nada menos que de uno de los textos “claves” de Mariátegui, el verdadero germen de los 7 ensayos (1928). En las primera líneas se lee este encendido elogio de la figura de Clorinda Matto de Turner: “Antes que se apaguen los ecos de la conmemoración de la figura y la obra de Clorinda Matto de Turner, antes de que se dispersen los de-
legados del cuarto congreso de la raza indígena, dirijamos una mirada al problema fundamental, al problema primario del Perú. Digamos algo de lo que ciertamente diría Clorinda Matto de Turner si viviera todavía. Este es el mejor homenaje que podemos rendir los hombres nuevos, los hombres jóvenes del Perú, a la memoria de esta mujer singular que, en un época más cómplice y más fría que la nuestra, insurgió noblemente contra las injusticias y los crímenes de los expoliados de la raza indígena”. (1974, 30).
27 Los trabajos reunidos en el libro de Cornejo Polar (1992) son: "Clorinda Matto de Turner: Para una imagen de la novela peruana del siglo XIX" (Escritura, II, 3, Caracas, 1977); “Aves sin nido: indios, notables y forasteros” (A.C.P.: La novela peruana: siete estudios, 1977; 2a ed. ampliada, por la misma editorial: Editorial Horizonte, 1989 –una primera versión de este trabajo sirvió de prólogo a la edición cubana de Aves sin nido, La Habana, Casa de las Américas, 1974); “Aves sin nido como alegoría nacional", que fue el prólogo a la edición de Aves sin nido de la Biblioteca Ayacucho (Caracas, 1994); "Lo social y lo religioso en Índole (Letras, 86-87, Lima, 1977-1979); y "Sobre Herencia" que fue el prólogo a la edición de esa novel del Instituto Nacional de Cultura
(Lima, 1974).
28 El profesor Tauro es el más antiguo y riguroso exegeta de la vida y obra de Clorinda de Matto. Su libro Clorinda Matto de Turner y su indigenismo literario (1976), de 67 p., pero de formato grande (24.5 x 17.5 cms), contiene una bibliografía en que está absolutamente todo lo escrito por C.M., más reediciones, p. 59-66.
29 Aunque amical y casi generosa la reseña de Zevallos (1995) a mi libro La narrativa indigenista peruana (1995), resulta que sus apreciaciones “unas son de cal y otras son de arena”. No acostumbro “contestar”, pero hay algunas cosas que dice Zevallos ante las que no puedo quedar callado (sobre otros reparos, creo que tiene todo el derecho del mundo a formularlos, y se los acepto agradecido). En primer lugar, la larga segunda parte el libro se titula “Notas (notes) acerca de…”. No pretende tener un esquema teórico ordenador. Luego, ¿cómo aceptar –cómo comprender– que Zevallos me recrimine haber hecho toda mi carrera (de más de 30 años) en San Marcos? ¿Me critica el no haber gozado de las ventajas de poder-haber-sido profesor en Estados Unidos? Para
terminar, hay en su texto un tufillo según el cual Juan me trata de ser un poco “provinciano”. Bueno, no tanto. En las solapas de la 2a ed. de mi libro Narradores peruanos del siglo XX –que Zevallos conoce– se informa que gané una beca de pre-grado en EE.UU. (dos semestres en la University of New Hampshire, 1960-1961, beca ofrecida a través de San Marcos), que estudié el “ciclo doctoral” en la Universidad de Madrid, hoy “Complutense” (1966-1968), y que fui Profesor Visitante en la Universidad de Eôtvos Lorànd, fr Budapest (1975-1977). Aparte de eso, he sido generosamente invitado a tres congresos de la especialidad en Europa, y a la mayoría de los países latinoamericanos. Es cierto que en toda una dilatada carrera San Marcos me ha costeado tan sólo
tres o cuatro viajes. Por cuestión de principio yo no hago viajes académicos si no me pagan los pasajes y el hotel (Cuba es un caso especial: he ido allí no menos de cinco o seis veces, pero la mayoría de ellas “a trabajar” como Jurado del Concurso CASA, por ejemplo, o a dictar cursillos). Si no viajé tanto como hubiera sido deseable es por cuestión de principios y “por la realidad nacional”, mi querido Juan.