Está en la página 1de 10

HONDURAS

La década perdida
jueves 13 de octubre de 2011 Hay eufemismos que no pueden disimular su estrechez. En
Honduras, a donde viajo mañana para comenzar esta segunda fase de Ruta Otramérica, le llaman
La Década Perdida a los terribles años 80, los de la locura fanática y de la "Doctrina de Seguridad
Nacional".

Suazo Córdoba y Álvarez Martínez


Por Víctor Alejandro Mojica Páez
En la “década pérdida” (1980-1990), en Honduras se podía escuchar a un presidente (Doctor
Suazo Córdova) decir cosas como esta: “A los ñángaras (comunistas) no les gusta mucho cuando
me refiero a los militares como compañeros de armas ya que soy el Comandante de las Fuerzas
Armadas, pero para que más les duela voy a llegar vestido de fatiga a Casa Presidencial y así voy
a visitar los batallones” … Y al Jefe de las Fuerzas Armadas (General Gustavo Álvarez Martínez),
estas otras palabras: “Los subversivos no tienen derechos humanos”.
El escenario de terror era un hecho: se había creado para destruir todo intento de reclamo social y
legitimar cualquier violación, con el apoyo de la fuerza militar hondureña, que gozaba de un
extenso historial de impunidad e intolerancia. Estados Unidos tenía las narices muy metidas, y
alentaba una guerra contra sus vecinos, El Salvador y Nicaragua, que vivían sus propias
revoluciones. En aquella época cobró mucho protagonismo el general Gustavo Álvarez Martínez,
jefe de las Fuerzas Armadas de Honduras (1982-1984), de una línea muy dura que promovía las
desapariciones, las torturas y los asesinatos selectivos.

Coroneles disidentes lo habían denunciado porque Álvarez Martínez “arrastrará a grandes


desgracias al Gobierno y pueblo de Honduras, si antes no se pone coto a su psicosis extremista y
a su locura por aniquilar físicamente y hacer desaparecer, como lo ha hecho a todo el que no
sustente sus mismas ideas radicales”. Demasiado tarde. En 1983, uno de sus casos más
conocidos, el ejército hondureño cercó a una incursión rebelde que lideraba el doctor José María
Reyes Mata, un conocido dirigente de la izquierda de este país, y el padre Guadalupe –James
Francis Carney Hamley-, de Chicago, Illinois, que impulsaba una línea violenta para la
transformación de Centroamérica. “Tendré que renunciar a ser jesuita por un tiempo hasta el
triunfo, porque las leyes actuales de la Compañía de Jesús no permiten que un jesuita sea
guerrillero. Me duele hacerlo”, mencionó antes de involucrarse en la incursión que acabaría con su
vida. A Reyes Mata y al padre Guadalupe no les quedó otra que rendirse. Sin salida, se
entregaron, junto a otro grupo de rebeldes, y fueron llevados a un campamento de las Fuerzas
Armadas, donde Álvarez Martínez había dado órdenes de torturarlos y ejecutarlos. Así se hizo. Al
Doctor Mata le desmembraron el brazo derecho, le arrancaron las uñas de los pies –sin anestesia-
y se las dieron de comer, les cortaron los dedos. Un coronel que participó de la ejecución le
confesó a la familia que “tu hermano murió como un héroe, porque murió sin decir tan solo una
palabra; y fue fiel a sus principios y a sus ideales. Y eso hace a cualquier humano, verlo bajo el
cristal de la grandeza”. El padre revolucionario también fue asesinado.

Aplica el análisis de juicio lógico de manera crítica:

Hecho Opinión

Del otro lado de la historia, Álvarez Martínez elogiaba su triunfo: “Esto está comenzando, y aunque
las Fuerzas Armadas están preparadas lo que debemos preguntarnos es si el pueblo hondureño
está preparado para ayudarnos”. Fue designado “Hombre del año” en 1983, “Maestro del año”, y
recibió otra serie de homenajes por considerarse una especie de jefe supremo que defendía la
sociedad “occidental y cristiana del comunismo” … Al año siguiente lo tumbaron y se cambió al
fanatismo religioso como parte de la iglesia protestante El Nazareno, en Estados Unidos, donde
residió hasta abril de 1988. Murió en enero de 1989 bajo el fuego de una ametralladora que le
destruyó el pecho, el abdomen y las piernas.

Tan sólo un día antes, el general retirado se había confesado en la Iglesia Misionera
Interdimensional en Tegucigalpa: “En mi niñez era rebelde, todo me molestaba, era muy difícil; por
eso el Señor me inclinó a la carrera militar, porque esperaba el momento en que yo lo conociera.
Buscó que manos humanas controlaran mi carácter, me disciplinaran, y eso me ayudó a
controlarme” … También iba diciendo que estaba en proceso de "santificación".

La “Doctrina de Seguridad Nacional”, alentada por Estados Unidos en la región y apoyada por
Álvarez Martínez en Honduras, con el pasar de los años, dejó una huella de, al menos, 160 mil
muertos en Centroamérica…

Aplica el análisis de juicio lógico relacionado con Gustavo Álvarez Martínez como parte de
la historia de Honduras de la década de los 1980.

Qué leo Qué no leo Qué concluyo

Por si existiera el perdón


Una confesión que no puede borrar el pasado.

CITA. El hombre sonrió tratando de que la mueca que deformó sus labios pareciera
agradable, saludó con su mano huesuda y áspera, y se sentó despacio, poniendo el bastón a
un lado. Es un hombre común, de unos cincuenta y tantos años, de regular estatura, delgado sin ser
flaco, con canas en las sienes, corte de pelo estilo militar y rostro anguloso en el que se nota la
ansiedad que no puede controlar. En sus ojos vidriosos hay tristeza, como si una enorme culpa se
proyectara a través de ellos. –Gracias por venir –dice con voz suave–, me está haciendo un gran
favor. –Recibí su carta y me interesó su historia… ¿Trajo los documentos? –Algunos. Con estos
será suficiente para que sus lectores sepan que lo que le cuento es la verdad. Empujó una carpeta
verde, vieja, llena de papeles amarillentos, recortes de periódicos, fotos antiguas y páginas
manuscritas en azul y rojo. –Tengo información con la que podría escribir libros enteros… Son
datos que se pueden comprobar con facilidad, el problema es que mucha de la gente que sale en
estas historias sigue viva, algunos son poderosos, otros son adinerados y otros muchos quieren
morir en el anonimato, con el peso que llevan en su conciencia. –Entonces, ¿por qué quiere hablar
de eso? ¿No será peligroso para usted? –Tal vez no… Y no lo hago para señalar a nadie ni para
juzgar una época que no quisiera haber vivido... Nada de eso me importa. Solo quiero contar algo,
una parte de lo que hicimos hombres que creímos que servíamos a la patria, hombres equivocados
que hicimos cosas equivocadas y que no deben repetirse jamás. ¡Jamás! Ahora le brillan los ojos.
Está llorando por dentro. – ¿Recuerda el caso que se llamó “Confesiones de un 3-16”? Pues eso no
es nada comparado con lo que fui archivando en treinta años de servicio… Por supuesto, dos
páginas en EL HERALDO son poquísimo para contarle a la gente lo que muchos criminales de
verde olivo hicimos en contra de gente que, muchas veces, era inocente, como aquel muchacho del
Intae, por ejemplo.

INICIOS. Desde niño soñé con ser soldado. Era mi mayor ilusión. A los dieciocho, después de
graduarme en el Instituto Superación de Choluteca, entré a las Fuerzas Armadas. Me presenté en
Salamar y pronto estaba manejando un tanque, un Saladin de 1956, un carro de asalto, hecho en
Inglaterra. Yo tenía solo dieciocho años. Era el tanquista más feliz del Regimiento de Caballería
Blindada, Recablin. A los diecinueve era cabo. Fue por ese tiempo que nos destacaron en Olancho,
en las selvas de Olancho, cerca de la frontera con Nicaragua. Una columna guerrillera, encabezada
por un sacerdote, un padre jesuita, traía la guerra a Honduras y nos enfrentamos a ellos hasta que los
exterminamos. Fue una carnicería. Los guerrilleros estaban enfermos, con hambre, desorientados y
no presentaron mucha resistencia. Pero nosotros teníamos órdenes. No quedó ni uno. Después me di
cuenta de que al padre lo agarraron vivo... Recuerdo a un oficial que andaba las sandalias del padre
colgando en el uniforme como si fueran trofeos de guerra. – ¿Qué pasó con el padre? –Todo el
mundo lo sabe... Yo lo vi cuando lo subieron a un helicóptero... Estaba flaco, moribundo...– ¿Estaba
herido? ¿Lo mataron? ¿Se murió? –No sé... En ese momento le agarré gusto al Ejército. Los
comunistas eran enemigos de la patria y había que exterminarlos. Nosotros íbamos a salvar a
Honduras del comunismo. Eso nos decían los gringos que nos entrenaban. – ¿Participó en más
operaciones en la selva de Olancho? –Eso no duró mucho…

Pero como yo era entusiasta y me gustaba lo que hacía, me reclutaron para un equipo de inteligencia
anticomunista... No era 3-16, y teníamos mucho que ver con la Policía, con la Fuerza de Seguridad
Pública, pero sobre todo en el DIN, el Departamento de Investigación Nacional. Nos encargábamos
de vigilar comunistas de los sindicatos, de los frentes estudiantiles, a la gente revoltosa de las
universidades... Así cayó Hans Albert Madisson... ¿Lo recuerda? Usted escribió sobre él. ¿Ve estos
recortes? Hans. Nos mandaron a una operación en la Florencia... Yo me había fumado tres puros de
marihuana y estaba medio loco, odiando a todo el que oliera a comunista. Cuando me dijeron que
habían agarrado a un universitario comunista, me alegré y me acerqué al Jeep donde lo tenían. Era
alto, delgado, casi rubio y tenía ojos claros, como azules... Estaba sangrando de la boca, lo habían
golpeado con la culata de un Garand y le habían arrancado los dientes de adelante. Después me di
cuenta de que era puente el que tenía... Se lo llevaron y nadie volvió a saber de él... A la familia le
pagó el Estado una millonada..., pero el cadáver que hallaron en la carretera del norte no era el del
muchacho... Ese cuerpo no lo hallarían jamás...– ¿Por qué? –Lo que voy a contarle es duro…–Si es
la verdad, dígalo. –Es la verdad, pero yo no puedo probarla... Mi palabra es todo... No quedaban
pruebas de lo que hacíamos...– ¿Qué pasó con el muchacho? –Me contaron los compañeros que lo
mataron… Y se lo dieron a los lagartos... Usted también escribió sobre los lagartos, ¿se acuerda? –
Culparon a Billy Joya de este asesinato…El hombre sonríe con tristeza. También hay tristeza en sus
ojos. –Billy Joya nada tuvo que ver en eso... Yo lo conocí muchos años después... La orden la dio
un capitán... Lo habían golpeado mucho y si lo dejábamos vivo tendríamos problemas con la gente
de los derechos humanos...– ¿Capturaban bastante gente? –Sí, hondureños, salvadoreños del
Farabundo Martí, sandinistas, guerrilleros de Guatemala... En esa época Centroamérica era un
polvorín; solo faltaba Honduras y los Cinchoneros le querían meter fuego...

Aplica el análisis de juicio lógico relacionado con el caso del desaparecido Hans Madisson:

Hecho Opinión
Pero los detuvimos...– ¿Cree usted que hizo lo correcto? –En ese tiempo no nos poníamos a pensar
si era correcto o no lo que hacíamos; recibíamos una orden y la cumplíamos. Eso era todo. Yo era
obediente y no deliberante...–Perdone que lo interrumpa, por favor. Dígame algo, ¿por qué cuenta
todo esto ahora? Hay un silencio de cementerio. Pasan largos segundos, el hombre mira la taza de
café que ya se enfrió y parece reprimir un suspiro. Algo pasa en su interior. Algo triste y doloroso.

Cuando levanta la cabeza, responde: –No quiero morir con esos secretos... No puedo seguir
viviendo con las pesadillas... Oigo los gritos, los alaridos, los huesos al quebrarse, la piel que truena
cuando la corta el cuchillo, la piel que hace un ruido horroroso al quemarse... La gente que se ahoga
cuando le poníamos la capucha... ¿Sabe que es la capucha? Un pedazo de neumático, de hule, al que
le poníamos cal... Poníamos al sospechoso boca abajo, amarrados los pies y las manos a la espalda,
le poníamos el hule en la cara y lo halábamos hacia atrás... Muchos no resistían y otros confesaban
cosas que nosotros sabíamos que no eran la verdad...– ¿Torturaron bastante gente? –Mucha gente…
Mujeres también. – ¿Las violaban? –Yo no... Otros sí. –Volvamos a la pregunta... ¿Está seguro de
que quiere que esto se conozca? –Carmilla tiene muchos lectores, miles de lectores..., y lectoras...
Yo soy parte de la basura de una época, y esa época tiene su historia, negra, grotesca, dolorosa, pero
debe ser conocida, y yo escribí parte de esa historia con la sangre de las víctimas... Hoy he
entendido que solo era un asesino, aunque era un militar y me sentía orgulloso de serlo. Pero era la
época de las guerrillas, del comunismo, la época de la Doctrina de Seguridad del Estado... Yo me
creía un patriota... ¡Pobre de mí! Solo era un asesino entrenado y dirigido por otros asesinos con
rangos más altos que el mío... Pero eso éramos: asesinos. Una lágrima salta por una mejilla pálida y
helada y él la limpia con el dorso de su mano huesuda de dedos largos con uñas afiladas como
garras. Alrededor pasa la gente, ruidosa, lejana. En el interior de aquel hombre, que parece
envejecer con cada palabra, el ruido es mayor, no puede silenciar los gritos de su conciencia.

Después de haber leído el párrafo anterior analiza en la tabla de dos columnas:

Según lo relatado por el exmilitar ¿por qué las Después del argumento anterior, realmente ¿que
personas como el, creyeron que eran patriotas a pesar conserva este exmilitar de esa década de los 1980?
de sus abominables acciones? Argumenta de manera
crítica. ¿Actualmente cree que vive como un patriota? Explica
MANOS. Pasan los minutos y el color vuelve a su rostro. Levanta las manos, las muestra,
girándolas despacio y dice: – ¿Ve estas manos? Están manchadas de sangre... Llevo esto por dentro
y no lo había contado nunca porque sé que nadie va a entender... Bertha Oliva dice que somos
asesinos, y tiene razón, porque las órdenes que recibimos no son atenuantes de mis crímenes...–
¿Cuántos compañeros suyos piensan así? –Todos, incluso los que hoy son altos oficiales...–
¿Participaron con usted en las torturas? –Sí... algunos... Pero ya me olvidé de ellos...–¿En qué otras
operaciones participó?–En muchas... Tendría usted para escribir por años...–Cuénteme una de las
más impactantes, de las más destacadas, de esas que la gente recuerda por mucho tiempo...El
hombre abre la carpeta, saca unos recortes de periódico y los pone al frente, sobre la mesa,
acompañado de unos manuscritos.–¿Recuerda a este hombre?–Sí, claro... Ramón Matta
Ballesteros…–Estuve como personal de apoyo... Los gringos se lo llevaron, pero quienes lo sacaron
de la casa eran soldados y policías hondureños; el presidente estaba de acuerdo... Le pusieron
evidencia en el comedor..., usted sabe, se la plantaron, y se lo entregaron a los gringos... No fue
legal pero donde manda capitán no manda marinero... ¿Recuerda al general que mataron en el
bulevar Suyapa? (Se refiere a Gustavo Álvarez Martínez) Aquí está la foto... Siempre le echaron
la culpa a los Cinchoneros... Ellos no fueron. La orden vino del norte... Vino gente de allá... Dos de
los tiradores eran hondureños, soldados activos... Uno de ellos murió en un billar, en Los Dolores,
arriba del Hoyo de Merriam; se resistió a un registro y un soldado le disparó... Los carros los
trajeron del norte, por El Salvador, vinieron en dos Chinook, esos helicópteros grandes... Pero
dejaron botado a uno de los tiradores y este tuvo que robarle el carro a una mujer para escapar...–
¿Cómo sabe todo eso? ¿Se lo contaron? –No, yo estaba cerca, como personal de apoyo, por si algo
salía mal...– ¿Usted vio cuándo le dispararon al general? –Sí; detuvieron el carro, le dispararon y él
se bajó, con la Biblia en la mano, les dijo algo a los tiradores, pero lo mataron igual.–¿Sabe usted
qué les dijo?–Me contaron después. Les dijo: “No hagan esto conmigo”.

¿Qué opina de las acciones contra Ramón Matta ¿Por qué cree que el mismo ejército de Honduras a
Ballesteros? quién Gustavo Álvarez Martínez sirvió
posteriormente lo eliminó?
¿Recuerda usted el asesinato del comandante Bravo? Era un teniente coronel de la guardia de
Somoza...–Tengo información sobre él... Combatió en Rivas contra el Comandante Cero, en la
ofensiva final de los sandinistas contra Somoza. Creo que fue en 1978 o inicios de 1979. – Se decía
que lo mataron los sandinistas... Supe después que estaban involucrados algunos compañeros suyos
y dos oficiales hondureños por malos arreglos...– ¿Usted qué tuvo que ver en eso? El asesinato de
Pablo Salazar, o comandante Bravo, fue en octubre de 1979...–Estuve dándole seguridad por algún
tiempo a un coronel que tenía negocios con un señor Cerna, uno de los que dirigió la operación y
que trabajaba en el consulado de Nicaragua…– ¿Participó el coronel en el caso? –No, de eso estoy
seguro, pero alguna gente cercana a él, sí... Era gente cercana a la Dirección Quinta de la
Inteligencia Militar Sandinista, que tenía negocios no muy sanos con ciertos oficiales hondureños
de esa época. Una vez que estaba muy bebido me contó cómo mataron al hombre, con un tiro de .22
en la cabeza... Lo engañaron con una mujer que había sido su querida en Nicaragua... Dejaron el
cuerpo debajo de una cama... Tardaron en encontrarlo...

– ¿Por qué me cuenta eso? Íbamos a hablar solo de los casos en que usted participó...–Tiene razón;
no lo escriba si no quiere…– ¿En qué otras operaciones participaron usted? – ¿Usted tiene una lista
de los desaparecidos en Honduras? Pues, empecemos por el principio, con los detenidos que no
aparecieron nunca... Tomás Nativí... Róger Gonzales... Eduardo Lanza...– ¿Va a mencionar
nombres? –Algunos que son conocidos... Tomás Nativí, por ejemplo... Yo estaba bien chavalo
cuando me llevaron a la operación, decían que era un revolucionario peligroso, de la Unión
Revolucionaria del Pueblo, o algo así... Nos encapucharon... Era 1981...El hombre baja la voz, mira
hacia el frente, con mirada perdida y suspira. En aquel suspiro sale gran parte de la angustia que
amenaza con estallar en su pecho. –Carmilla, voy a decirle algo... Hoy que estoy hablando de esto,
de este pasado horroroso que no puedo borrar de mi mente, me da miedo, miedo de que esa gente
salga de la tumba y me vean de frente, me acusen... Un día vi a doña Bertha Oliva y sentí miedo,
ganas de llorar, de gritarle que yo sabía lo que había pasado con su marido... Ese día lo recordaba
bien... Creo que ella estaba preñada... que iba a tener bebé... Y yo fui uno de los que se llevó al
papá... Llevo eso en mi conciencia y no me deja vivir en paz. ¿Qué puedo hacer? Contarlo nada
más... Contárselo a usted, para que lo escriba, para que quede constancia de lo que hicimos en esa
época hombres que creímos que defendíamos a la patria… ¿Sabe que le tengo miedo a la cárcel?
¿Sabe que le tengo miedo a mis hijos, a que mi esposa y que ellos sepan los secretos que guardo en
mi corazón? –Perdone que lo interrumpa…El hombre se limpia una nueva lágrima. Es la segunda
que logra saltar por las mejillas pálidas y heladas… Las demás se las ha tragado, las ha mordido
para detenerlas…–Dígame. – ¿Por qué quiere contar todo eso? ¿Por qué está haciendo eso? –Ya me
preguntó eso antes. – Sí. ¿Por qué? Nuevo silencio. – ¿Sabe por qué lo hago? –En realidad, no… No
es solo para que se escriba una parte de esa historia... ¿verdad? –Tiene razón... Es para
desahogarme, para que se sepa, también, pero más para aliviar mi conciencia de tantas culpas... Lo
hago por si existiera perdón para mí...

Aplica el análisis de juicio lógico desde un perfil psicológico y social relacionado con el
exmilitar que cuenta la historia:

Qué leo Qué no leo Qué concluyo

Después de haber leído los artículos: La década perdida y Por sí existiera el perdón, exponga
desde dos puntos de vista.

¿Por qué se le denominó a los años de 1980 como la ¿La doctrina de seguridad nacional le trajo a Honduras
década perdida? beneficios o dejó un legado siniestro con repercusiones
actualmente? Cualquiera que sea la respuesta explica
de manera analítica.
Leer más
en: http://www.elheraldo.hn/csp/mediapool/sites/ElHeraldo/OtrasSeccione
s/NuestrasRevistas/story.csp?cid=700411&sid=1653&fid=373
SÃganos en: www.facebook.com/diarioelheraldo y @diarioelheraldo en
Twitter

Análisis de la canción Centroamérica de Alux Nahual


Aplica el análisis de juicio lógico Positivo-Negativo-Interesante con la letra de la canción
Centroamérica como un reflejo fiel de lo que fue la década de 1980 conocida como la
década perdida.

Profundiza con su análisis, debe de extraer los tres aspectos que se le exigen en los cuales
demuestra que interpreta correctamente la lírica de la canción.

Positivo Negativo Interesante

También podría gustarte