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MIGUEL FRITZ
“Nos han salvado”
Misión: ¿Destrucción o salvación?
MIGUEL FRITZ
Mariscal Estigarribia-Paraguay
- 1994 -
créditos
INDICE
Prefacio ………………………………………………………………… 9
0. Preliminares …………………………………………………… 13
- Abreviaciones ………………………………………………… 13
- Explicaciones …………………………………………………………… 14
Alem Alemania
CEADAP Centro de Estudios Antropológicos Del Ateneo Para-
guayo (actualmente: CEADUC)
CEADUC Centro de Estudios Antropológicos De la Universidad
Católica
CENAMI Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas
(México)
Cf. Confer (compare)
CIDSEP Centro Interdisciplinario de Derecho Social y Econo-
mía Política de la Univers. Católica
EIM Encuentro Interconfesional de Misioneros (Argentina)
ENDEPA Equipo Nacional DE Pastoral Aborigen (Argentina)
HEF Congregación Hermanas Educacionistas Franciscanas
de Cristo Rey
INCUPO Instituto de Cultura Popular (Argentina)
Loc.cit. en el mismo lugar de la última cita
MB Monatsblätter (Revista mensual OMI en Alemania,
actualmente: Der Weinberg)
Mons Monseñor
OMI Congregación Misioneros Oblatos de María Inmacu-
lada
14 “Nos han salvado”
PY Paraguay
s.a. sin año (de publicación)
SAMS South American Missionary Society (Anglicanos)
s.l. sin lugar (de publicación)
UC Universidad Católica (Paraguay)
UCLA University of California Los Angeles (EEUU)
UTPL Universidad Técnica Particular de Loja (Ecuador)
VAP Vicariato Apostólico del Pilcomayo
V. Vea
- Explicaciones
(Una nivacché)1
Du wirst sehen, wie schwierig es sein wird, eine gute Kate-
chese in so einer Sprache zu geben.
Verás qué difícil será de dar una buena enseñanza del catecismo con una
lengua así.
(Un misionero)2
Aunque es cierto que este trabajo fue emprendido para culminar los
estudios de Antropología, como una monografía para la licenciatura, no es
menos cierto que, mientras desarrollaba la investigación, crecia mi interés
de aportar válidamente a la fascinante historia de un encuentro tan desi-
gual, y a la vez tan decisivo: los misioneros Oblatos, quienes salvaron a
los nivaclé3, y esta tribu del actual Chaco Paraguayo .
El objetivo antropológico es enfocar la primera fase de encuentro
bajo el tema etnocentrismo e inculturación: la imposibilidad de compren-
derse, y los pasos de acercamiento.
El objetivo histórico es rescatar y asegurar datos del comienzo de
la misión.
18 “Nos han salvado”
- Cuestionamiento
pp. 10
2. Historia antes del encuentro
2.1. Los nivaclé
2.1.1. Denominación y localización23
2.1.3. Contactos
Los 5 primeros enviados fueron: los padres José ROSE (foto), En-
rique BREUER y Enrique LAMBERTZ y los hermanos José KREMER y
Federico WIDMANN. Todos nacidos todavía en el siglo pasado, habían
vivido el desastre de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el impe-
tuoso descenso económico, que llevaría a su país de origen pronto al fatal
nacionalsocialismo, que ya estaba encontrando fuerte eco en el Para-
guay71.
Como misioneros, eran todos jóvenes, ingenuos, sin experiencia
misionera ni formación específica72, menos ROSE que ya tenía 48 años,
de los cuales la mitad había trabajado en México y Texas; por con sus con-
siguientes conocimientos del castellano parecía la persona más apta para
ser el primer superior de la misión73.
2.3. El entorno político
pp. 15
El Gran Chaco se
extiende de 19o a 29o la-
titud Sur y de 58o a 64o
longitud Este y abarca
800.000 km2 (la tercera
parte en el territorio ac-
tual del Paraguay)84.
Su configuración
geológica y vegetativa
pp
particular despertaron po-
co interés en proyectos de
colonización: suelos ári-
dos, en gran parte arcillo-
sos; poca agua en el sub-
suelo, casi siempre sala-
da; esteros y bañados con
palmas en el sur, arbustos
espinosos en la parte más
seca al norte85.
Los mismos incas pararon allí su movimiento expansionista; y le
dieron el nombre: chacu - cazadero86, es decir: no zona de asentamiento.
Los pocos pueblos indígenas chaqueños87 habían disputado esta zona am-
plia entre sí, casi sin ser molestado desde afuera - hasta fines del siglo pa-
sado. Para otros, el Chaco tenía la fama de ser “impenetrable”. Esto le va-
lió el apelativo de “Infierno Verde” 88.
32 “Nos han salvado”
Si no era la sequía92, que hacia peligrar las cosechas, eran las inun-
daciones, las que causaban estragos, sobre todo en los primeros años93.
Pero, mientras que esta situación de huida, mudanza, reconstrucción y lu-
cha por sobrevivir creó una permanente preocupación en los misioneros,
que no pocas veces rayó en desesperación. Estos constataron que los ni-
vaclé ni siquiera pusieron cara triste cuando habían perdido toda una co-
secha.
Demás está decir que el clima impone grandes sacrificios94 que
agotaron pronto las fuerzas de los misioneros, no acostumbrados a las al-
tas temperaturas y los mosquitos, causando así enfermedades entre
ellos95.
3.3. Dificultades económicas
pp. 19
Sentado: KREMER
pp. 20
3.7.Dificultades culturales
pp. 21
38 “Nos han salvado”
Los misioneros llegaron con la idea implícita que los indígenas ca-
recían de cultura134; y si tenían algo, lo debían a otros135. Por lo tanto, ha-
bía que levantar el nivel cultural, lo que fue visto como su labor cultu-
ral136. Desde luego, se daban cuenta de que sería muy difícil ... introducir
otras costumbres137.
Con la escasa preparación que tuvieron138, todo les era extraño e in-
comprensible: la lengua139, las fiestas140. No entendían el afán de libertad
de los niños y de los jóvenes, ni el concepto de castigo, el instinto nóma-
da141. Les parecía un escándalo que estuvieran tan escasamente vesti-
dos142. Para ellos, los indígenas estaban dedicados al vicio: la borrache-
ra, la inmoralidad143.
Es cierto lo que dice BROSEGHINI: la primera generación de mi-
sioneros se sintieron extranjeros144.
4.Visión de misión
4.1.Trasfondo
Para poder tener una idea de la visión misionera con la que los pri-
meros Oblatos llegaron, he analizado algunos aportes de misioneros y mi-
sionólogos oblatos. Parten principalmente de la misión joven de los Obla-
tos alemanes en el Sur de África, pero reflejan claramente la imagen del
misionero y de su labor en la época.
4.1.1. Almas
4.2.La realidad
Los niños, sobre todo, había que sacarlos de su entorno pagano pa-
ra educarlos cristianamente212. Para eso, se pensaba aprovechar la escue-
la que los militares estaban; acaso, así funcione llevar los indígenas al
cristianismo213. Más tarde, ya con catecúmenos adultos, los misioneros
veían la necesidad de apartarlos también. Por eso, les ayudaron a hacerse
sus propias casas214. Era más fácil de controlarlos así. Tuvieron que asis-
tir a la misa y participar en la catequesis diariamente215. Ésta partía de
Dios-Padre216.
Pero también hubo ya muy temprano una serio preocupación de
querer predicarles en su propia lengua (así STAHL217).
Además, tenían la conciencia de que la educación habría de ser de
tal forma que los indígenas pudieran ser autónomos, fieles también en au-
sencia del sacerdote218.
Miguel Fritz 45
5.1.1. Cazadero
parecieron. Me sonreía cuando los comía hace poco. Dije para mí: cuan-
do era niña, que lo comía, comía al final mis collares. Me sonreía y mi
nieta me dijo: “Mi abuela, ¿has comido ya tus collares, que tienen aguje-
ros?”231
Así, descubrieron
por ejemplo, el pan. El
Hermano Matías compar-
tía con sus amigos prefe-
ridos. Cuenta CUCH’A-
J’IN: De veras, eran su-
mamente ricos. Un poco
de azúcar tenía encima,
cuando estaba de buen
humor232. Son las nivac-
ché que se quedaban im-
presionadas por el pan233.
pp. 28
A pesar de tantas riquezas que los Elé trajeron, había también la im-
presión de que eran pobres236. Probablemente, eso se debiera a que los ni-
vaclé veían que también los hermanos pasaban a veces hambre y les pi-
dieron algo para comer237.
48 “Nos han salvado”
Lo que, aparte de los víveres, fue más objeto de atención, eran las
telas y los vestidos que los misioneros habían traído238. Es que antes, el
nivaclé no quería usar pantalón, solamente su chiripa, sólo chiripa, sí. Sí,
sí, solamente su chiripa239.
No tenían nada, esos padres finados, solamente poncho pusieron
con chiripa; eran pobres. De caraguatá no más240.
Como el hermano; tiene ropas. Los antiguos nivaclé no tenían ro-
pas, sólo pilas; nada de ropas. Nada, de eso nada. Solamente ponchos sa-
bían hacer, de lana de ovejas; hacían su poncho. Así eran los antiguos ni-
vaclé. La cultura de los nivaclé es así, hasta ahora241.
No quería - eran pobres - su cultura; son 3 maneras diferentes, de
explicar, casi diría: justificar su ser distinto. Al final, resultan en lo mis-
mo: que parecía interesante y atractivo, lo que el contacto con esos Elé ha-
cía accesible.
pp. 29
Miguel Fritz 49
Pero, había más bienes nunca vistos anteriormente. Eran las máqui-
nas, pequeñas fábricas, como decía ALIPA242. Enigmático como su ori-
gen: aquel elemento que ustedes llaman tractor, que arrastraba el ca-
rro243.
Había también un tractor, sus piernas eran todo de hierro. No tu-
vieron miedo que se hincaran las espinas en sus piernas, porque eran só-
lo de hierro, las piernas de aquél. Lo trajeron aquellos Elé. Lo dejaron en
secreto y se dirigieron directamente al río cuando lo trajeron; vino de su
país244.
De la misma manera llegó un aserradero: de allí salió el come-ma-
dera; le empujaban del otro lado los nivaclé, gritando; siempre cuento.
Vino del otro lado, directamente del otro lado. De allá vino, no de allí, no
de afuera. Enseguida trajeron la máquina para la madera; enseguida tra-
jeron cosas, enseguida las trajeron245.
Igual que las chapas, porque en el comienzo no tuvieron su “misión
de chapas”; sólo con paja taparon las casas. Después de mucho tiempo
llegaron las chapas246.
Algo llamaron también la atención los libros que llegaron con
ellos247.Sinembargo, era poco en comparación con el otro papel que in-
trodujeron: el dinero 248.
Para poder imaginarse todo el impacto de tantas innovaciones, aquí
un mito:
FITSÔC’ÔYICH249, nuestro padre, nos quiso obsequiar. Llamó al
nivaclé originario y le ofreció harina.
- Parece que está podrida, replicó el nivaclé, rasgándola con las ma-
nos. Yo tengo ésta, de chaguar. No pueden romperla dos hombres
juntos, ni la atraviesan las flechas.
- Mira, mi hijo, esto es para ti. Podrá cambiarlo por cualquier cosa
que quieras. Harás que otros trabajen para ti y te traigan todos los
víveres que tú y tu parentela necesitan para vivir.
5.1.2. Roles
- Caciques
A mí me llaman Kaanwahlé255, quiere decir cacique. ¡Cacique in-
dígena entonces! Hasta eso llegué en el Chaco256.
Fue el P. SCHÄFER quien echaba así las campanas al vuelo. Es se-
guro que no comprendió todo el alcance de este “nombramiento”.
pp. 31
pp. 31
- ¿Había 2 jefes?
Muchos. Monseñor, sí, el finado JEFE también.
- ¿Dos jefes había?
Todos eran jefes; el finado SEBASTIÁN era jefe también. P. FRAN-
CIA también era gran jefe, también era jefe. Y también el P. JEFE era je-
fe. Los que ahora fallecieron, el Elé YUMQUE y el P. JUAN también. En
Esteros había otros Elé. Allí estaba también el P. LIPOR; era jefe, sí261.
Además de la (casi) homonimia, se dieron entonces los siguientes
casos:
- los nivaclé “reconocieron” la autoridad de la misión;
- le”nombraron” a él como cacique suyo.
Cabe preguntar ahora: ¿qué significa un caanvacle para una comu-
nidad nivaclé?
La autoridad del cacique-caanvacle consiste en su servicio262. Este
servicio de dos tareas consta en:
- defender la comunidad contra enemigos foráneos;
- procurar que todos tengan que comer.
Para el primer punto, el cacique era originalmente un chamán de
guerra que había mostrado su valentía matando a enemigos, de los cuales
guardaba los escalpes (foto), representación de los espíritus auxiliares que
de esta manera había podido incorporar.
Indudablemente, este concepto fue chocante para los misioneros.
Pero cuando veían los escalpes, se pusieron en contra, los Elé. El que te-
nía la fiesta tô’ti, exponía los escalpes: escalpes de pilagá y escalpes de
samto. Y dijeron los misioneros: “Ay. Ahora está feo. Cualquier cosa ha-
cen los nivaclé. No es para hacer una verdadera fiesta, porque resulta que
matan y a continuación farrean. El que es jefe mata y hace su bebida.”
Miguel Fritz 55
Y terminó todo al
final, ellos lo termina-
ron.263
Sin embargo, los
nivaclé se dieron cuenta
que los Elé pudieron rea-
lizar una defensa eficaz
sin escalpes. El Elé de
nombre LIPPOLD y el fi-
pp. 32
nado Monseñor ayuda-
ban. Y a consecuencia de
su intervención termina-
ron las matanzas; los tu-
cus dejaron de matar. Se
les ordenaba que no lle-
garan a Fischat para que
no ocurriera lo mismo.
Es verdad que los prime-
ros Elé ayudaban a los
nivaclé264.
Y eso influyó para que también los nivaclé cambiaran de estrategia
de defensa; lo intentaron sin matar, ya que no les gustó a los misioneros,
que eran ahora sus aliados265: Los Elé toleraban que mataban los nivaclé,
pero les dijeron que dejaran de matar; y de allí viene que los nivaclé de-
jaron de matar, desde aquel momento cuando llegaron recién los prime-
ros nivaclé. A los Elé, les parecía bien que los nivaclé dejaron de ma-
tar266.
56 “Nos han salvado”
“No vayan junto a los Elé, pues son chamanes; les van a transmi-
tir males.”
Mucho tiempo mantenían esta opinión respecto a los misioneros.
Mucho tiempo ellos no fueron comprendidos. Los nivaclé no entendían
que solamente querían que se rece a Dios. ¡Nadie! Porque habían visto
que aquel finado US LHACFEI (un chamán) cómo extendía su poncho
cuando hacía comparecer las almas. Así interpretaban a los misioneros.
Más tarde comenzaron a comprender poco a poco que los misione-
ros eran diferentes, de poco a poco se dieron cuenta los ancianos lo que
quería; decían: “¡Sí! Es cierto que estos que vienen de lejos son diferen-
tes; quizás nos salvarán ellos.”
Y así realmente ocurrió. ¡Nos han salvado!272
pp.
Luego veremos que por esta misma razón atrajeron también miedo,
envidia profesional y enemistad278.
- Patrones
Daban
trabajo a los an-
tiguos nivaclé,
los hacían tra-
bajar para abrir
el camino a Es-
teros, y queda-
ron ellos conten-
tos; nuestros an-
tiguos padres
estaban conten-
pp.
tos por el traba-
jo que encontra-
ron279.
Y las ni-
vacché trabaja-
ban y NAM-
QU’E LHTSEV-
TEI les daba
trabajo280.
La palabra patrón propiamente no es usada. El término, original-
mente del lenguaje religioso (“patrono”), es empleado acá como “emplea-
dor”: el que daba trabajo. De él viene la iniciativa; él tiene la necesi-
dad281.
Pero, ¿por qué quedaron ellos contentos?
En el idioma nivaclé, la palabra que se usa para expresar “trabajar”
- t’acuum’in -, significa literalmente: “estar agarrando”. Y la misma raíz,
con otro sufijo, se puede expresar “recibir”282. Esta palabra, trabajar, no
60 “Nos han salvado”
es usada por los nivaclé para sus propias actividades. Incluso la misma ac-
tividad, por ejemplo en la chacra del patrón, no merece el mismo término
si es practicada en propia tierra283. Quiere decir que: “patrón” y “trabajar”
son 2 conceptos inseparables.
Es más: la palabra correspondiente a “patrón” en nivaclé es c’utsfa,
muchas veces traducido con “amigo”284. Etimológicamente, empero, con-
nota “el que comparte la comida”, más literalmente: el pasto285.
El patrón, entonces, es el que procura comida, aunque sea por el
“desvío” del dinero; también podía ser por otras cosas (tabaco, vestidos):
Como también los que trabajan para ellos, trabajan para cualquier co-
sa286. Pero, lo normal era que desde entonces los hicieron trabajar a los
nivaclé por comida, todos por comida287.
El trabajo, de hecho, era una manera de conseguir comida, es decir,
de recolección. Algo que había que hacer para tener acceso a la comida
por el intermediario: el Elé-patrón, quien por eso era c’utsfa-amigo, cum-
pliendo con su deber de compartir como un pariente: Dijeron: somos pa-
rientes ahora con los Elé, porque nos dan de comer288.
5.1.3. Enseñanza - mutua
Los Elé, enseguida contaron a los nivaclé cómo es Dios; nos ense-
ñaron mucho289.
Después llegaron los nuevos hermanos. Sí. Llegaron y nos enseña-
ron290.
Los indígenas se dieron cuenta de que los Elé estaban interesados
en enseñarles algo. Hasta se habían ido a buscarlos:
Allí en esta dirección estábamos cuando se nos presentó el Elé
NAMQU’E LHTSEVTEI, y el finado TÔSJESHIYI. Entre dos vinieron a
buscarnos. Estábamos en el lugar que era el pueblo de los Tôiyish lhavos.
Estábamos en el monte. De allí veníamos, no teníamos nada que comer;
casi nos moríamos de hambre, cuando llegamos a aquel lugar donde nos
Miguel Fritz 61
encontraron los Elé que nos buscaron; nos buscaban antes NAMQU’E
LHTSEVTEI y el finado TÔSJESHIYI291.
Cuando los Elé esperaban mucho tiempo, y no regresaron, enton-
ces los Elé se iban en busca de ellos. Entonces dijeron: vamos otra vez
allá; así hacían los primeros Elé. Entonces dijeron: regresen, venimos en
busca de ustedes; entonces dijeron: ay, qué bárbaro. Porque no tenemos
para comer. Entonces dijeron: cuidado los blancos, los van a matar. Los
Elé mezquinaban a los nivaclé; o sea: los viejos querían a los viejos. Así
eran los Elé: les querían a los viejos. Porque ellos dijeron que les cuida-
ron. Así eran los Elé. Cuando pasó mucho tiempo, entonces se iban a
traerlos desde donde estaban, en la pesca. Y les dijeron: vuelvan otra vez
a la misión. Sí, eso les decían292.
Siempre abiertos a todo lo nuevo293, se despertó pronto su curiosi-
dad:
En aquel entonces cuando recién enseñaban los misioneros, el fina-
do ZACARÍAS nos informaba; se juntaba con nosotros en la plaza donde
solíamos descansar; y le preguntábamos: “Qué cosa les enseñaron los
Elé?” - Nos enseñaban las Buenas Palabras294.
Aparentemente, hubo muchas discusiones internas.
- Llegaron a un cierto acuerdo: que sería bueno ser enseñado
también.
- Algunos se animaron a acercarse;
- los seguían muy atentamente,
- comparaban con sus propias enseñanzas con las de los Elé.
- La aceptación era amplia, pero también quedaron resistencias.
- Y decían los caciques: ¿Y por qué no nos avisan y nos enseñan de
Dios? Solamente a los bolivianos, les comentan; así decían los nivaclé.
También nosotros necesitábamos que se nos enseñara. 295
62 “Nos han salvado”
Así son otros nivaclé, que son los primeros en macanas, aunque lo
que hacen, parece bien.
Dijo el nivaclé: lo que saben que no es bueno, no lo hagan. Eso di-
jo mi papá cuando me enseñó a fin de que no hiciera cosas malas, llegan-
do así a ser cristiano; y no hice cosas malas; escuché bien lo que los Elé
me enseñaron. 301
Y es cierto que aquellos primeros Elé enseñaban bien a los niva-
clé302.
Pues, en aquel entonces, era realmente lindo como cantaban; daba
gusto escucharlo. Pues ellos mismos enseñaban cantar así, cuando esta-
ban contentos. Entonces los nivaclé se dieron cuenta que los Elé estaban
felices303.
-Porque un poco participé en su enseñanza. Cuando éramos niños.
Nos intentaban a enseñar. Cuando no se daban cuenta nuestros padres.
Porque nos iban a castigar. Había a quienes los Elé invitaban cuando en-
señaban304.
Pablo STAHL
64 “Nos han salvado”
Pero después de 5 años por allí, entonces dejaron eso; entonces los
Elé se dieron la vuelta y cambiaron de actitud, y comenzaron a oponerse.
Se oponían a lo que solían hacer los antiguos343.
Una vez empezado el catecumenado, cambiaron los criterios, las
exigencias344.
5.1.6. Aspectos críticos
- No llamado
...cuando llegó el nivaclé SANMARTíN. Él dijo: son los Elé que vi-
nieron de Alemania. El Papa los mandó acá, dijo, andan para ver a los
que vienen de muy lejos, los pobres, para que ustedes les enseñen345.
“Pero”, dijo el misionero, “no escuches a la gente. A nosotros nos
manda el Santo Padre, nos manda junto a ustedes”346.
Estas frases expresan la conciencia que los misioneros tuvieron de
sí mismos y cómo la percibieron los nivaclé. Fue algo así como su “tarje-
ta” de presentación, la plena justificación, el motivo de su llegada. Pero
eso no quita, al contrario: solamente deja más en claro que la razón de ha-
ber llegado junto a los indígenas no provino de éstos. Y de esto, ellos por
su parte tenían plena conciencia:
SAPO dijo una vez al prefecto: nosotros no les hemos llamado, pue-
den ir tranquilamente347.
¡O, no piden tanto por los misioneros!348
Sí, sí. Llegaron los Elé. No sé, por qué vinieron, que nadie les ha-
bía llamado. No sé, por qué. Salieron en el río Pilcomayo. Sí, de ahí vi-
nieron cuando llegaron. Sí, ahí mismo salieron, que quedó más en este la-
do349.
Si los nivaclé después aceptaron y ratificaron la estadía de los Elé,
es porque les convenía; no porque la iniciativa hubiera partido de ellos o
porque hubieran tenido algún compromiso. Y, evidentemente, en la medi-
Miguel Fritz 71
- Aunque supieron que los Elé habían sido enviados por el Papa -
no era comprensible para qué.
- Aunque se dieron cuenta, que los Elé enseñaban - no se entendía
cuál era la enseñanza.
- Aunque escucharon de un ángel - no sabían qué era eso.
- Aunque oían la misa - no era explicable esta actuación.
En fin, los mismos misioneros quedaron un enigma: ni nivaclé, ni
nivacleicha364, ni samto - eran Elé.
No es de sorprender que la no-comprensión fue mutua. En la pers-
pectiva de los propios indígenas, eso se lee así:
Los primeros Elé todavía no hablaron nuestro idioma. Totalmente
no saben nada del idioma nivaclé365.
No estudiaron mucho nuestro idioma, no estudiaron; no sabían. Sí,
sólo su idioma, el idioma de los Elé366.
Estas afirmaciones aunque son exactamente opuestas a lo que dicen
la mayoría de los testimonios, expresan la dificultad más grande, por lo
menos en un primer momento: el problema de casi no poder comunicar-
se; más todavía si se toma en cuenta que - con la excepción del P. ROSE
y el P. STAHL - ninguno de los misioneros sabía castellano cuando llega-
ron.
También los otros puntos de no-comprensión son bien concretos:
- ¿Y qué decían los Elé?
Dijeron: “¿Qué será lo que están haciendo ellos; qué están hacien-
do, estos nivaclé chamanes?” No lo entendieron, no entendieron, no en-
tendieron nada367.
Porque no entendían cómo era la manera de ser y actuar de los
chamanes368.
Miguel Fritz 75
pp. 45
Sí, prohibían el baile; impedían que los nivaclé bailaran. Les da-
ban palizas. Y también a los chamanes que hacían su tratamiento. Lo pro-
hibían también y les daban palizas. Y entonces, se terminó con esto388.
Sí, había cosas que les disgustaban, por ejemplo la chicha. Pero a
la gente, no les tenían desprecio. Sólo a la chicha no querían, porque no
querían que los nivaclé estuvieran borrachos, hasta ahora. Ahora es igual
otra vez, que no se les permite a los jóvenes. Eso ya viene de antes, cuan-
do no les gustó al finado Elé, a PABLO y a NAMQU’E LHTSEVTEI. Ha-
bía una calabaza grande que rompieron. Dijeron: ustedes van a pelearse
a muerte, cuando están borrachos. Entonces rompieron la calabaza.
Ajj389.
Recién ELE UJ se oponía a la borrachera. Pisaba y tumbaba los
cántaros y los rompía inclusive. Había de los primeros Elé quienes se
oponían. Pero los Elé posteriores, más reciamente se oponían390.
También trataban de insensatos a los antiguos nivaclé.
Ciertamente, los misioneros no han tratado siempre bien a nuestros
antepasados391.
5.2. Los nivaclé
5.2.1. Imagen traída y primera impresión
- Pobrecitos
La pobreza material de los nivaclé, poco parece haber impresiona-
do a los primeros misioneros; ya que ellos mismos tuvieron que saborear
la vida frugal en su propia carne394. Si la mencionan, solamente en forma
muy escueta:
Los indígenas son un pueblo pobre395.
Mucho más hablan de los “pobrecitos” que dan lástima:
Pobres morenos indígenas396.
Es notable cómo el diferente color de la piel parece facilitar la ima-
gen de que serían inferiores:
Estos pieles rojos son de veras como niños y sin carácter397.
Pero, es más todavía; no sólo parecen niños, sino que son como ani-
males ariscos: apenas ven a alguien, y ya corren398.
Con eso, ya es evidente que los indígenas son seres inferiores:
Recuerde que como sacerdote y misionero está encima de los indí-
genas y que por eso no necesita procurar conseguir la media pertenencia
a la tribu por un bajarse demasiado399.
- Salvajes
De los más salvajes del Chaco400 por los todavía salvajes401 hasta
los semi-salvajes402 llegan los rótulos que otorgan los misioneros a los ni-
vaclé. Es interesante cómo lo “comprueban”:
- no tienen cultura, no son civilizados;
- son ignorantes, no piensan;
- llevan pocos vestidos;
- pretenden ser dueños de la tierra.
80 “Nos han salvado”
- Fuertes
Juzgando por lo físico,
los Elé admiraban la constitu-
ción y la condición de los in-
dígenas. STAHL, cuando los
llama una nación muy fuer-
te413, se refiere por un lado a
la fuerza de las personas en
particular414.
Por el otro lado, quiere
expresar también que los ni-
vaclé eran un pueblo numero-
so415.
pp. 47
- Aspectos positivos
Se dice que son muy simpáticos434.
El indígena es de naturaleza alegre435.
Hablando humanamente, no le podemos traer mucho para hacer-
los más felices436.
Simpático - alegre - feliz. Aunque tal vez algo ingenuo y genérico,
aclaran estas citas que los misioneros se dieron cuenta que los nivaclé no
pretendían mucho. En este sentido, concuerda con lo constatado más arri-
Miguel Fritz 85
ba. Sobre todo es interesante lo que anotó OTTO: que, en el fondo, no les
faltaba poco más, poco menos que nada para ser más felices; sobre todo
en tiempos de fiesta, porque al nivaclé le gustan los cantos y los bailes437.
Y su canto era a veces es realmente lindo438.
En esta misma línea también van las impresiones de los Oblatos so-
bre la tranquilidad del pueblo. No pierden fácilmente su equilibrio ni su
serenidad, aun cuando los misioneros ya no los tienen439. Por eso, tampo-
co los indígenas no tienen apuro440.
En notoria contradicción con el carácter guerrero del pueblo niva-
clé441, pero oportuno en aquella situación, el Prefecto VERVOORT escri-
be al comandante de las tropas bolivianas, General KUNDT, que este pue-
blo ... no es capaz de rebelarse442.
Otros valores, según los
misioneros:
Quieren a sus niños; los
lloran cuando mueren443.
El P. SCHÄFER desta-
ca la lealtad de los indígenas,
quienes ayudaron a apagar el
incendio de la capilla444.
Es ésta una tribu inteli-
gente, ingeniosa y trabajado-
pp. 50
Pero sí, lo comprueban con mucho pesar: tenemos que ver la ruina
... de un pueblo, de una nación muy fuerte469.
88 “Nos han salvado”
Otro defecto para los misioneros es que los indígenas son un pue-
blo cobarde470. Según su observación eso se debe a que los indígenas tie-
nen mucho miedo, especialmente de los espíritus que por la noche ven en
todas las partes471.
Debido a este miedo, son demasiado cobardes472 y por eso también
el nivaclé es falso. Si se da cuenta de que se le ha pillado, desaparece.
Siempre viene por atrás; como el gato. Si no se lo nota, ataca473. Parece
que los indígenas mienten mucho474, anotó STAHL; y lo mismo opinó
también OTTO475.
En el mismo lugar menciona que los nivaclé robaron, lo que más
tarde constata de los propios catecúmenos476.
Que el nivaclé no anhela prosperidad, se explica fácilmente: es pe-
rezoso ... se puede permitir el placer del ocio477. Sobre todo el varón era
juzgado muy cómodo478, no quiere trabajar479.
En parte a consecuencia de eso, los nivaclé se hicieron “mendigos”,
lo que no les caía nada bien a los misioneros: Nos molestó mucho por sus
mendicidades (sic)480. Quieren todo - pero sin contrapartida481.
Algunos misioneros marcan a los nivaclé como corruptos.
Así, el Hermano KREMER, apenas llegado, concluyó que, por 1
peso, los indígenas hacen todo482. Y pocos años más tarde, el P. STAHL
redactó que por un poco de tabaco venden a sus hijos483.
5.2.4. Superstición
Sobre todo con vistas a su labor, los misioneros vieron como gran
obstáculo la superstición y costumbre pagana484.
Personificada éstas en los chamanes, parecían ellos la causa y los
promotores485 del miedo con el cual se toparon, por ejemplo, cuando los
nivaclé escuchaban el pájaro de mal agüero486.
Miguel Fritz 89
Por la noche, los indígenas tienen mucho miedo ... de los espíritus
que por la noche ven en todas la partes. Sólo la religión, la iluminación y
la formación les puede liberar de eso487.
Una superstición de siglos no se puede erradicar tan pronto488.
La superstición y las costumbres paganas muy arraigadas489, en-
tonces, fueron un motivo más para liberarlos, para convertir a los pobre-
citos; no sólo para sacarlos de la noche del paganismo, sino también por-
que era evidente que se podía salvar a mucha gente - no sólo sus almas,
sino sus cuerpos, a través de un buen tratamiento médico490- especialmen-
te a los niños, quienes fueron confiados a los chamanes. Y todo eso por-
que desconocían la causa de las enfermedades:
Estos naturales no tienen idea del origen, la forma y el peligro del
contagio de esta enfermedad. Según su concepto, está originado por el
diablo o por un malintencionado brujo491.
Aunque no tan delicado como eso, pero confirmando la misma
idea, los misioneros descubrieron la superstición hasta en la siembra, por-
que los indígenas se dirigían por las constelaciones de las estrellas492.
5.2.5. Confianza
pp. 53
90 “Nos han salvado”
mensa y espesa selva, tienen que preocuparse de la leña y del agua. Cuan-
do hay mudanza, tienen que llevar la carga, mientras que el varón, sólo
lleva el rifle, e incluso muchas veces orgullosamente va a caballo detrás
de su mujer503 y sigue el escrito, poniendo de relieve la fuerza y capaci-
dad de la mujer.
-En ciertas épocas, su suerte realmente les apenaba:
pp. 54
Las mujeres tienen ahora un tiempo duro, tienen que acarrear to-
do504.
Les daban la impresión de sufrir una auténtica esclavitud, de la cual
habría que liberarlas:
Cuando entre el cristianismo, aliviará la suerte de esas pobres es-
clavas505.
Miguel Fritz 93
Cuando queríamos entrar en una franja angosta de la orilla del otro lado, donde
el bosque se acerca hasta casi 100 m hacia el lago, aparecieron de repente delan-
te de los caballos 3 indígenas fuertes del juncal, los rifles Winchester listos para
tirar en sus manos. En silencio, nos llevaron hasta el campamento, desde donde
nos habían observado ya hacía rato. Las chozas forman un semicírculo, colindan-
Miguel Fritz 95
do con el bosque, el lado abierto hacia el lago. En la plaza aldeana, Majestad TO-
FÁ tenía reunidos sus súbditos, las mujeres y chicas separadas, bastante aparte.
Como el Rey Saul, pasaba por una cabeza a toda su gente. De manera fría y al-
taneramente fuimos recibidos; preferimos ni bajar del caballo; también la caute-
la es parte de la valentía. Me parecía que TOFÁ miró sobre todo a los soldados
de manera desconfiada y tenebrosa. Una vez más había cometido una impruden-
cia. No debería haber venido con los militares odiados. Seguramente, los indíge-
nas pensaron: “Dime con quien andas...” Le aseguré al señor que pronto volve-
ría solo. Lastimosamente, él se olvidó de decirme que eso le agradaría.514
- Chamanes
En primer lugar, la misma palabra con al cual los misioneros nom-
braban al chamán, tiene una carga negativa521. De hecho, así lo veían, por
estas razones:
- infundían miedo522,
- se aprovechaban de la gente,
- cometían charlatanería.
- Por sus cantos azuza el monstruo. ... Los brujos entre los chulupí
son muy respetados y temidos ... - Brujería es negocio ... Los brujos son
los indígenas más perezosos523.
- Los brujos soplan, escupen, succionan por los cuerpos desnudos
y cantan524 ... Todo es asqueroso525.
Extraño era que los parientes escondieron a los niños enfermos de
los misioneros y mostraron miedo de los remedios. Todo eso seguramen-
te es consecuencia de la influencia de los brujos526.
Notando cuánto énfasis ponían en la influencia de ellos, se aclara
que la temían como competencia, como impedimento para su labor.
La influencia que ejercían los hechiceros527.
Por consiguiente, pretendían aumentar su propia influencia contra
la de los chamanes:
Esperamos que la influencia de los brujos disminuya cada vez
más528.
Pero vieron defraudada esta esperanza. Hasta los catecúmenos se
dejaron seducir529; sencillamente, y los indígenas no les hicieron caso530.
Al final ya no cupo otra medida que la escueta prohibición:
Se prohíbe el ejercicio de la medicina a los curanderos, médicos o
brujos531.
Miguel Fritz 97
- Los bolivianos
A los bolivianos los llaman los viejos TUCUS (hormigas)534, por-
que eran muchos535.
No hay un tema que se repita más en todos los relatos de los ancia-
nos nivaclé que éste: los bolivianos estaban por exterminar al pueblo ni-
vaclé, fue una verdadera guerra: los bolivianos eran agresivos. ... nos hi-
cieron sufrir los bolivianos536.
El miedo fue tremendo537:
Como la niña, como mi nieta. Así era, cuando los Elé llegaron a Es-
teros. Todavía había temor, miedo a los bolivianos; todavía estaban en
guerra con los nivaclé. Ay. Llegaron a Esteros; así se juntaron los niva-
clé. Había miedo de los bolivianos, sí, los bolivianos.
- ¿Había otros que eran malos? ¿O sólo los bolivianos?
Sí, eran los bolivianos, sólo ellos eran malos. Guerreaban contra
los nivaclé. También los de la otra banda. Ay .... Y tenía la edad de mi nie-
ta. Había temor. Se los mató a los nivaclé. Dejaron las mujeres, sus ove-
jas, cantidad de ovejas dejó mi abuela. Mis abuelos, ah, contaron mis
abuelos, también mis abuelos. Aquí estuvo el sol, cuando corrieron al
pueblo. Escucharon que los bolivianos estaban atacando.
Ay. Vinieron corriendo; mi abuela desató sus ovejas, las desató.
Desató y lloró mi abuela y dijo: mis pobres animales; pobre de mis ani-
males, pobre. Y se escaparon al monte; oh, muchas ovejas. A las mujeres,
98 “Nos han salvado”
se les mataba; mi papá, por poco no más se salvó de los palos. Les espia-
ba, espiaba. Pero los bolivianos los encontraron. Y ahí mismo les fusila-
ron a los ancianos. A mí papá, le quitaron su arma y le hicieron acostar.
Sí, se les convidó con cigarrillos, pedacitos de pan se repartió. Había un
nivaclé que se iba delante de ellos, pero no les contó nada. Si hubiera ha-
blado, le habrían matado y a todos los nivaclé de aquel lado. “Escapen
enseguida, vamos a escaparnos”. Pero no contó nada, nada no contó.
Descendientes de él viven en Filadelfia. Mi tío estaba celebrando misa,
cuando llegó su papá. Porque estuvieron borrachos, se fueron y se encon-
traron con los bolivianos. En este mismo momento se les mató a los an-
cianos. Sí. En donde está ahora el sol, llegaron quienes se salvaron, se es-
caparon de ellos. A mi hermana finada que era niña, se la hirió; llegó
ella, llegó, donde estábamos en el monte. Se la hirió, pero a mis otros her-
manos, se les mató. Ay, les fusilaron. Hubo mucho miedo. Siempre cuen-
to esta historia, a mí misma. Cómo no las tomaron como prisioneras a las
mujeres, los bolivianos; pero no. No querían tomar prisioneros; fusilaron
a las niñas de este tamaño, hasta a los bebés mataron. Aquí termino. Sí;
está bien538.
pp.
estos paraguayos. Esto es lo que siempre comento. Cómo eran tan malos,
los paraguayos, pero muy malos552.
Otros dicen que innecesariamente les tuvieron miedo:
Nos refugiamos junto a los Elé por temor. Por temor a los paragua-
yos, cuando estos llegaron y los bolivianos se fueron. Se escaparon los bo-
livianos ... Así éramos, cuando fuimos atemorizados, cuando tuvimos mie-
do de los paraguayos. Y no eran malos, los paraguayos, como pensa-
mos553.
Aparentemente, hubo una suerte de pacto entre los paraguayos y los ni-
vaclé. En la memoria, TOFAAI aparece una vez más como el “hombre fuer-
te”, otra vez más como el que tiene que aceptar el armisticio:
Y así, los paraguayos no hicieron nada. Después mandó el comandan-
te a sus soldados diciendo: pongan las armas. Y los pusieron a los paragua-
yos sus armas. Se les dio una oveja. TOFAAI les dio una oveja; una oveja les
regaló, y comieron los soldados554.
Y luego, cuando llegaron los paraguayos, había guerra, ¡lástima!
Aquella vez querían matar a los Elé; TOFAAI no quería. Por allí estaba para-
do, ahí estaban ellos, por ahí vinieron. Al otro lado estaba TOFAAI parado, hi-
zo esta señal con la mano; así hizo TOFAAI. Y entonces, los paraguayos baja-
ron sus fusiles. TOFAAI mezquinaba acá, sí mezquinaba. - No tiren a ellos, di-
jo el nivaclé, que sabía hablar en castellano; le traducía. Dijo: sí, no hagan
así a ellos, son Elé, son Elé555.
En otro punto, sinembargo hay coincidencia; y a eso deben su apodo
nuus, “perros”:
Después los paraguayos. Pero a ellos, más les interesaban las mujeres
... como los perros, apenas ven a la hembra, ya les suben encima556.
Después llegaron los paraguayos, y allí la cosa se puso más grave. Si
no hubiera sido ... por esa mala costumbre que los paraguayos tienen con las
mujeres, nos hubiéramos pasado a su lado .... Los paraguayos no podían ver
a nuestras mujeres. Se volvían locos. Como perros en celo se tiraban so-
bre ellas557.
102 “Nos han salvado”
pp.
Todo eso implicaba una movilidad muy alta, por parte de los niva-
clé, asumida como natural; pero, por parte de los misioneros, vista como
una enorme dificultad para realizar el proyecto misionero.
Cosas raras. Toda Argentina está sin trabajo y ahí vienen esos ne-
greros modernos, para sacar de la selva boliviana indígenas ... El capita-
lismo necesita mano de obra barata581.
- Por otro lado, una vez teniendo un grupo fijos de obreros, se pen-
saba que de éste también podrían surgir nuevos catecúmenos591.
Ya que el trato no era sólo por víveres, y ya que a veces los roles
estaban cambiados, es decir, los misioneros recibían víveres de los niva-
clé, creemos, que la relación era más compleja.
Veamos los pasos que han llevado a esta relación compleja de tra-
bajo:
108 “Nos han salvado”
6.1.3. Consecuencias
La crisis
de la economía
indígena por la
presencia mi-
sionera609 ya
era un hecho,
en el sentido
que ésta causó
Pág 65
una reorienta-
ción. Ella tuvo
efecto en dos
niveles:
6.1.4. Cambios
6.2. Educación
6.2.1. El proyecto escuela
Pág 67
- transmitir conocimientos,
- contenidos,
- lenguaje.
6.2.5. Valoración
Pág 70
Los nivaclé eran fuertes, sin dolor, una nación fuerte, de robusta
salud684; a pesar de estas (auto)apreciaciones, tuvieron sus dolencias y
achaques como todo el mundo; y tenían conocimientos para luchar contra
ellos.
La pobre gente está bajo el hechizo de esos hombres que les tira-
nizan704.
Como esta lucha era bilateral, trajo las consecuencias: una competencia
que aumentó hasta llegar a ser una fuerte oposición. Los Relatos Mensuales de
ambas misiones - Esteros y San Leonardo - reflejan esta creciente tensión710,
lo mismo que las entrevistas con los nivaclé. En éstas se escucha:
122 “Nos han salvado”
- que estaban de acuerdo, hasta que hubo una matanza entre chama-
nes; entonces dijeron: que termine ahora la curación de chamanes712;
6.4. Celebraciones
6.4.1. La realidad de las fiestas
Pág 74
Pág
Miguel Fritz 125
Una vez más era OTTO quien se atrevió a hacer la siguiente afir-
mación: La celebración (del vataasnat) parece tener un sentido religio-
so743.
Había algunas que eran muy lindas; había vinchas de pluma; sí.
Había algunos que usaban vinchas o pañuelos para los bombos749.
Pág
Es, en cierto modo, el status quo. Hasta la aparición de los Elé. Su acti-
tud y cambio de opinión fue perfectamente observada por los nivaclé:
2. Pero todavía el JEFE les mandaba bailar. Hizo fotos del Vataas-
nat, hizo la fiesta, el JEFE, no le disgustó. Sí, no le disgustó. Les decía
que se pusieran sus ponchos, los finados nivaclé. Bailaron, y él les hizo
bailar bien en la comunidad Tinoi754.
Sí. Cuando hacían estas fiestas, (los Elé) jugaban de balde al pa-
yaso, como se dice. Así como en el circo, los que llaman allí payaso. Así
hacían las fiestas en aquel tiempo. ¡Bah! Así lo llamaban en aquel enton-
ces758.
130 “Nos han salvado”
5. Luego sabían que era mal, porque algunos tenían novios, otros
se dejaron; hay veces que el hombre le deja a su mujer, y por eso no les
gustaba a los Elé. Y no les gustó; y dijeron: no, no está bien lo que uste-
des hacen. Nosotros creíamos que ustedes hacen su fiesta764.
Pág 78
Uno de los puntos neurálgicos del desarrollo percibido por los ni-
vaclé - de apoyo a oposición - ha sido la “borrachera”.
- Sí, la borrachera. ¿Qué dijeron los Elé? Dijeron, dijeron los an-
tiguos sacerdotes que querían mucho a los nivaclé, cuando vieron que es-
taban en la borrachera, vieron. Lo vieron, pero dijeron nada; sacaron fo-
tos en aquel. Mis abuelos, cuando tenían algo que tomar, sí. Después lle-
gó el padre. Le llevó un nivaclé, sí lo llevó a un lugar donde se solía to-
mar aloja. Los nivaclé estaban borrachos, gritaban por el Elé cuando lo
llevaron al lugar de la borrachera. Ellos querían eso; querían sacar fo-
tos, y las sacaron. Sí772.
Los Elé decían que eso no estaba bien. Y les decían: no hay que an-
dar y correr por allí, cuando están borrachos; pueden irse a casa y tomar
allí, pero no recorrer. Si ustedes recorren, van a encontrar a sus contra-
rios. Así decía el Elé, decía: vayan a casa cuando están borrachos, y no
a recorrer. Pero no le hacían caso. Entonces ya no le gustó nada la cala-
baza grande. Y dijo el Elé, sí el P. JOSÉ; él no despreciaba a los nivaclé
que tomen774.
Culpan a los Elé de haber terminado con sus fiestas, es decir, de una
actitud etnocida781. En este punto, por lo menos, no se puede negar que
los cambios introducidos por “la iglesia” han sido destructivos
(RUTSCH782). Por medidas paternalistas, que confirman lo que constata
BROSEGHINI, cuando dice que la primera generación de misioneros es
extranjera después se hacen dueños, promoviendo una ruptura con la tra-
dición783. En este caso, hay que admitir, además que algunos nivaclé asu-
mieran y trataran de justificar la postura y las medidas: Sí. Les parecía
bien, porque la iniciación no es pecado. También vieron a la otra: tô’ti. El
nivaclé, su bebida. Pero eso no es bueno784.
7. El esfuerzo lingüístico
7.1. El estudio de la lengua
El que quiere tratar con los indígenas, tiene que aprender su len-
gua; sin la comprensión de la lengua, no se puede tener una idea de la
cosmovisión de un pueblo793.
136 “Nos han salvado”
Por otra parte, la fórmula “Los Elé nos han salvado” es una cons-
tante en la memoria colectiva de los nivaclé ribereños832.
Como primer paso hay que anotar que la provincia oblata de Ale-
mania asumió 3 veces la decisión de la Propaganda Fide - contra la suya
- de aceptar concretamente la misión del Pilcomayo y quedarse en ella835;
porque solamente gracias a estos actos de obediencia podían estar al ser-
vicio de los marginados y avasallados indígenas836.
Miguel Fritz 141
Este lugar también tiene mucha suerte, porque aquí fundaron una
misión los Padres Oblates ... ellos nos defendieron. Si no fuera por los Pa-
dres, aquí no hubiera quedado ni un solo nivaclé. Ellos defendieron nues-
tras vidas y guardaron la poca tierra que pudieron para nosotros849.
Los misioneros, que habían llegado reclamando ser los que iban a
salvar a los indígenas paganos, han sido reclamados por ellos a salvarlos.
8.2. Acercamiento
Otra vez, fueron sobre todo OTTO y STAHL, quienes siguieren es-
ta última pista. Lograron sacar elementos básicos de la religión tradicio-
nal nivaclé:
de madera. Tenía orejas largas y una cola larga y roja ... a su disposición
una legión de otros espíritus863.
Bueno, dicen que hay Dios. Los ancianos todavía no sabían lo que
decían ellos. Hay alguien igual a un libro. Dijeron aquel Santo, Santo;
busca a los que no tuvieran odio. Dijeron que la Biblia no puede tener
odio875.
- Era igual lo que antes habían enseñado sus padres, a lo que los
ancianos escuchaban cuando enseñaban los Elé. Los primeros nivaclé ya
sabían en tiempos remotos que existe Dios, al cual también llamaban FIT-
SÔC’ÔYICH879.
Otro anciano le
habló del mismo lengua-
je: “Jai”. Y dijo TÔSJES-
HIYI a JORGE LIP-
POLD: “¡No! Él está
aquí. Nos ve.”
Y entonces comen-
Pág
- Cuando en el co-
mienzo ustedes escucha-
ron a los primeros misio-
neros, ¿entonces , ense-
guida les prestaron fe de
que así FITSÔC’ÔYICH
había estado con ustedes
de acuerdo a su tradición
religiosa?”
8.3. Catecumenado
8.3.1.Trasfondo teológico
- No pudo descubrir ningún rechazo del pecado, por falta del miedo del
infierno no hay nada en su fe que se arredre ante los pecados y los vicios. No
hay recompensa después de la muerte887.
8.3.2. Contenido
- El plan
los Elé decidían qué había que hacer, hasta dónde se podía llegar, qué era
lo conveniente; valía su juicio sobre orden y estética etc. Pero intentaron
de adaptarse a lo acostumbrado - una manera de decir: de inculturarse.
- Las dificultades
El ideario estaba hecho, pero pronto les alcanzó la realidad a los mi-
sioneros. Las dificultades eran varias.
- El reglamento
Art.15 prohibidas las reuniones estrepitosas nocturnas, que privan del descanso a los
trabajadores y las ... de excitación a la rebelión ...
Art.16 ningún indio podrá recibir en su casa o chacra huéspedes ... sin permiso de los
Reverendos Padres Rectores
Art.18 Se prohíbe ... a los caciques etc. ejercer su pretendida autoridad dentro de la mi-
sión
Art.23 a indígenas infieles se les tolera todavía sus costumbres, porque no están prepa-
rados todavía para la vida social
Art. 51 si los indios no tienen mercado para sus productos, la misión se encargará de ven-
der las cosechas
Art. 52 los Reverendos Padres Rectores ... controlan la venta para que no sean explotados
En estas normas trasluce, más que nada, que los misioneros se sen-
tían plenamente responsable de los confiados a nuestro cuidado912. Con
otras palabras: trasluce aquí la actitud paternalista. En la medida que ha-
bía nivaclé que se animaron a entrar en el proceso del catecumenado, los
misioneros comenzaron a exigir de ellos un cambio de valores, de moral,
un cambio completo de vida. El cambio tan fuertemente sentido y tan po-
co comprendido por los mismos indígenas913. Tomando como criterio los
pasos inculturativos, este reglamento parecería más bien un retroceso. Ni
siquiera habla ya de costumbres buenas, sólo ordena y prohíbe.
Miguel Fritz 155
Por otro lado, sabemos de la misma época, que los misioneros tu-
vieron que admitir otra vez la participación en la fiesta de iniciación - qui-
zás por tener que ceder a la realidad: que los nivaclé no se lo dejaron im-
pedir914 - porque no se puede constatar nada amoral915.
Pág 92
Los misioneros que más han testimonio dejado por escrito, son
VERVOORT, STAHL y OTTO921. Escrito en su época y, en su casi tota-
lidad, destinado a lectores en su país, son fuentes ricas para encontrar tes-
timonios de etnocentrismo y paternalismo.
158 “Nos han salvado”
Cuando FITSÔC’ÔYICH vio que iba a caer el cielo, volvió junto a los ni-
vaclé y les invitó a refugiarse debajo del árbol que había encontrado co-
mo único capaz de sostener el peso del cielo. Y ya vino abajo; se rompie-
ron las ramas, pero el tronco quedó firme.
Dijo FITSÔC’ÔYICH: “Ustedes son los únicos que quedan con vida. Her-
manos y padres míos, ¿qué vamos a comer?”
Miguel Fritz 161
Pero cuando salieron, no vieron nada; no quedaba nada, sólo estrellas vie-
ron.
FITSÔC’ÔYICH llamó a todos y les habló: “¿Por qué será que nosotros
hemos salido con vida de esto? Nosotros nos salvamos. No tengan miedo,
ni se preocupen. ¡Van a vivir en paz y seguridad!”933
ANEXO
Pág
Cronología
1924
7-10 Decreto del Ministerio de Relaciones Exteriores y Cultura de
Bolivia. Define límites de la Prefectura dentro de la
cual, la futura misión tendrá que promover la obra civiliza-
dora
1925
2-12 Erección de la Prefectura Apostólica del Pilcomayo
1926
8-25 El P. BREUER visita al cacique TOFAAI
1927
1 Expulsión de los 3 misioneros (BREUER, KREMER, WID-
MANN)
1928
1-19 Telegrama: la misión afecta una propiedad existente: hay que
suspender todos los trabajos.
1929
1-14 VERVOORT descubre el concepto de Dios entre los nivaclé
1930
4-13 BREUER es citado por el gobierno de La Paz
1931
Pág 97
1932
2-27 VERVOORT es nombrado Prefecto Apostólico
1933
6 Nivaclé matan por venganza a 36 argentinos.
1934
1-7 Por primera vez llega una tropa paraguaya a la misión (con
Tte. LEGAL)
1935
5-10 Apertura del primer catecumenado
1936
1 El Gral. ESTIGARRIBIA regala un camión usado Chevrolet
a la misión
1937
9-22 Llegada de los PP. WILKSKAMP y TAMELING
1938
1-10 La Misión del Pilcomayo es ascendida a Vicariato Misione-
ro por el P. Gral. LABOURÉ
Epidemia de viruela
1939
3 Tiroteo entre nivaclé y soldados
1940
Pascua: Celebración del primer bautismo de catecúmenos nivaclé
Pág
(PP. 98)
Entrevistas934
ALTO
Estaban en Esteros y en el Ftsuuc, lo que los nivaclé llaman Ftsuuc. Y en
este lado queda lo que se llama Fischat; Fischat queda hacia este lado. Y en es-
te lado queda también lo que los nivaclé llaman Vôvôjiy; sí, queda hacia este la-
do. Sí. A la misma distancia quedaban esos que les llaman lhafcatas. Eran mu-
chos, los nivaclé, eran muchos y les pusieron su nombre lhafcatas. Sí, lhfacatas
era MONTE ALBÁN; sí, sí.
-No
- ¿Escuchaste lo que los otros nivaclé te contaron sobre los primeros Elé?
Bueno, qué cosa cuentan. Mmm. Sí, estas cosas que se cuentan. Dicen de
aquel nivaclé que llamaban US LHACFEI, el nivaclé US LHACFEI. Sí. Ese otro
se llamaba ÔNA’YI; ÔNA’YI era su nombre, sí.
172 “Nos han salvado”
Pero hay más. Sí, sí, sí, son esas, hay eso lo que voy nombrando. Hay ni-
vaclé, los nivaclé hay. Voy a nombrar sus nombres; sí. Hay nivaclé, que se lla-
man, mi tío finado se llama, éste se llama SHINTE’EE. Estos los nombres;si tie-
ne hermano mayor, si tiene hermano mayor - lástima, no sé bien. Pero aquellos
que antes se cruzaban con los bolivianos en aquel tiempo. Sí, estos son los pri-
meros nivaclé.
En aquel tiempo, los nivaclé venían en medio de los toba, también, sí.
Por ejemplo, el invierno. Sí, lo que yo no sabía; pero los demás nivaclé,
ellos sabían eso.
En este lado queda lo que se llama Chiteyish; Chiteyish queda en este la-
do. Ahí estaban los Yôyanaj’ai nivaclé. Sí.
Sí, escuché recién esto. Pronto me fui junto a ellos. Pero es MARTÍN AP
el que se fue.
- ¿Es tu hermano?
Sí, él se fue junto a los Elé. He, él sabía; sí, él sabía. También el hijo del
finado INAA que te acompañaba siempre; aquel - no me acuerdo de su nombre.
Este joven siempre acompañaba; ellos son los que vieron, sí. Ellos estaban inter-
nados. Sí, INAA estuvo internado en la misión. Yo, no vi tanto a ellos; pero sí, es-
te CARLOS, él era quien vio muy bien, porque él iba junto adonde iban ellos.
Ellos eran que conocían muy bien; por eso sabían pronto su idioma. Ellos sa-
bían; pero como yo no sabía nada, a consecuencia que no anduve con ellos. Sí
que MARTIN AP, él sí. Sí, él andaba junto a ellos, se quedaban.
- Pues, ¿MARTÍN, qué cosa te contó obre los que hacían los Elé?
Dijo luego él, pero prestó atención cuando él hablaba con los Elé, que él
contaba aquella vez. Sí, sí, él contaba que los Elé no querían, dijo los Elé no que-
rían nada, nos pegaban con garrote cuando salimos escondidos. Fuimos a escon-
didas junto a las mujeres. Entonces se iban al pueblo los Elé, nos encontraban y
nos pegaban con garrote. Sí. - ¿Por qué hiciron así? Es malo lo que han hecho,
dijeron los Elé. - Estas son las palabras que dijeron a MARTÍN AP, sí, éstas. Sí.
Él no más sabía todo, sí. Porque él estaba con los Elé; él entendía, porque ha-
blaba su idioma.
174 “Nos han salvado”
- ¿Qué hacían también los Elé, cuando vieron la iniciación de una chica
y otras fiestas?
Los vi también cuando cuidaban los víveres que los samto que están en el
otro lado del río, lo que llaman Argentina. Los trajeron a la orilla del río, en ese
tiempo; lo vi una sola vez. Sí, desde en ese tiempo que lo vi, no es tanto, y de ahí
no les voy a entender. Sí, no les voy a entender.
Sí, sí. Llegaron los Elé. No sé, por qué vinieron, que nadie les había lla-
mado. No sé, por qué. Salieron en el río Pilcomayo. Sí, de ahí vinieron cuando
llegaron. Sí, ahí mismo salieron, que quedó más en este lado; pero no los vi. Me
parece que salieron - tú sabes a lo mejor, tú conoces La Paz; de ahí vinieron, de
ahí salieron los Elé. No sé tanto. Sí, tampoco no hablé con ellos. Había sido ése,
que estoy diciendo. Sí, porque los Elé sabían poco. Aquel, se dice que dijo: Ha-
blaremos enseguida, hablaremos un poco. Ahora, yo quería que trajeran pesca-
do; queríamos comer también. - Sí, eso. Y dije: lástima, pueden buscar. Que trai-
gan pescado para que ellos coman también. - Sí. Así andaban ellos; pero que él
no sabía tanto. Ellos sabían hablar nuestro idioma, los Elé lo sabían.
Sí. Los Elé sabían hablar pronto, sí. Nadie sabía eso, porque no nos en-
trevistamos con ellos. Por consiguiente que ellos andaban con aquellos; se que-
daban en el internado, como tenían por ejemplo buena comida. Los samto tienen
buena comida; por esta razón se quedaron con ellos. Como también los que tra-
bajan para ellos, trabajan para cualquier cosa. Las cosas, sí. Y por eso tenían su
vestido que les dieron. Sí, les dieron, para que tuvieran para su vestido; también
eso. Sí, pero eso les hacía falta a los nivaclé todavía. Antes, el nivaclé no quería
usar pantalón, solamente su chiripa, sólo chiripa, sí. Sí, sí, solamente su chiripa.
ASHCAMÔI, Teresita
En aquel integrábamos el baile tradicional, yo estuve más. Los primeros
Elé no tenían nada en contra de nosotros, cuando yo era joven. Solían traer ta-
baco cuando llegaban y lo repartieron. Cuando bailábamos a solas, me solían re-
galar una oveja; pero a mis comapañeras de baile, les regalaban género. Así te-
nía que ser una oveja que me dieron; a veces no me la dieron, pero género sí. A
mis compañeras de canto, les dieron género muy grande y otras cosas. Eso era
lo que antes recibí de regalos.
- ¿Qué dijeron los Elé cuando vieron las fiestas de iniciación y tôti, qué
dijeron?
El antiguo Monseñor dijo: está bien. Vino antes a visitar, pero no sabía
tanto, no sabía que por ahí había un gran baile. Se puso un poncho y lo condu-
jeron, las ya finadas mujeres, cuando eran jóvenes, lo condujeron. Un poco más
tarde, ya sabía. ¡Lástima! - ahí terminó él. Yo no necesitaba más.
- ¿Los nivaclé, qué dijeron cuando vieron recién a los primeros Elé; qué
pensaron de ellos?
Pensaron que eran buenos, vieron que eran buenos. Después de mucho
tiempo, ellos pusieron fin, cuando la guerra; ordenaron de suspender las hostili-
dades de los que se llaman tucus (bolivianos). Ahí terminaron entonces; ya no ne-
cesitaban guerrear, mis finados padres. Ordenaron bien, y les hicieron caso. Có-
mo les obedecieron; no sabían ni leer, ni escribir. Esperaban no más. En ese tiem-
po ya vivían aquí. Muchos eran los nivaclé, y se escuchaban entre sí.
Yo vengo de este lado, por allá; de este lado vinieron mis padres, acá a es-
te pueblo, y reunieron a la gente. Y ellos les escucharon, confiaron a mis padres;
ellos no sabían leer, ni escribir.
No, no odiaban.
Sí, jovencita, sí. Todavía no sabía otras cosas. Pero el cacique TOFAAI
aceptó.
Sí, lo he visto, cuando era jovencita, porque era de gran estatura, igual de
alto como tú.
- ¿Y los Elé les hablaron o les contaron enseguida cómo es Dios y otras
cosas más?
Ya está, ya está terminado. ¡Sí! Dijeron: nosotros venimos ahora para que
tengan conciencia; un día llegarán al objetivo.
Sí, es lo mismo, coinciden. Sí, se respetan entre sí, los primeros padres,
tienen confienza entre sí. Sí, está bien que llegaste; confiaremos en tu defensa.
Que bien que llegaste junto a nosotros. Es bueno que nos den conciencia, así di-
jo aquél, porque era el cacique, cuando terminaba de hablar todo el Elé. Así ha-
blaron y él dio orden: entonces hicieron desmonte; acá había monte. Trabajaban,
los finados nivaclé, hicieron desmonte de aquel monte; era muy espeso acá; tra-
bajaban. Y cuando terminaban de trabajar, entonces les dio algo. Para los mos-
quiteros pagaron.
No tenían nada, esos padres finados, solamente poncho pusieron con chi-
ripa; eran pobres. De caraguatá no más hicieron sus casas, aquellos nivaclé que
estaban acá. Hicieron para sus casas. Los Elé abrieron para ellos este lugar. En-
tonces de ahí terminó todo por suerte; así terminaron con los gustos de quellos
primeros para que dejaran su manera de ser. Sí, les pagaron con géneros gran-
des que les dieron. Allí desmontaron todo. Sus casas eran de caraguatá espeso en
este lugar. Aquella vez llegó el avión; llegó el avión y se reunieron. Toditos se
reunieron en aquel, se huyeron a este lugar pequeño.
- ¿Chamán?
Nada
No sé, a lo mejor existía antes. TOFAAI no era chamán; pero sí, había.
- ¿Cómo se llamaban los que sabían curar? ¿Había? Por ejemplo los pri-
meros, ¿quiénes fueron, los que sabían cantar?Sí, los que sabían cantar? Porque,
¿había los que sabían cantar?
Vieron, vieron.
- ¿Qué dijeron?
Cuando NAMQU’E LHTSEVTEI tenía que llegar el día siguiente, los an-
cianos ya preparaban sus chiripas, ahí le esperaban.
Cuando estábamos acá, nos pusieron bien. También el poncho era hermo-
so. Cuando terminó por ejemplo por completo la pelea, terminaban nuestras chi-
ripas. El ELE UJ nos dio regalos cuando estaban aquí. El finado ELE UJ; cuan-
do estaban todavía todos juntos aquí. Todavía no se habían disperssado. El fina-
do Elé estaba por acá, el finado JEFE, toditos los finados Elé. Toditos estuvieron
acá; y entonces, yo aprendí, aprendí a lavar ropa, cuando yo ya era jovencita.
Todavía estaba cerca el bañado. Nos dieron jabones. Sí, todavía. Pero ahora, el
bañado se aleja más.
Sí, ¡ha!, yo era una bárbara, ¡ui! No teníamos nada. Luego, cuando mis
padres estaban bien, ya tenían mucha siembra, sandía, zapallo, melones. Enton-
ces ya había. Dijo TOFAAI: hay que hacer una fiesta, ya que tenemos algo. Se
realizó en el Río Pilcomayo. Había mucho maíz. Mmmm. Mis finados padres rea-
lizaron la ceremonia de la guerra. El tambor: pinpinpin. Demasiado daba gusto.
Pero con los primeros Elé, no había nada; no se disgustaron , se entusiasmaron
con nosotros.
Cuando vinieron en los primeros comienzos, vino aquel Elé finado. Se jun-
tó allá con los que ya murieron.
180 “Nos han salvado”
Allí estaban. Cuando estaba lista esta casa, vinieron aquí aquellos que ya
no viven. Con TS’ÔYIN estaba allí; vivíamos junto con los Elé finados. Yo vivía
muy de cerca con los Elé, con los Elé finados. En esta dirección vivíamos con
ellos. No estaba lejos la casa. Éramos pobres. Estábamos errando de un lugar a
otro; nos hacían errar los militares argentinos. Allí en esta dirección estábamos
cuando se nos presentó el Elé NAMQU’E LHTSEVTEI , y el finado TÔSJESHI-
YI. Entre dos vinieron a buscarnos. Estábamos en el lugar que era el pueblo de
los Toyish lhavos. Estábamos en el monte. De allí veníamos, no teníamos nada
que comer; casi nos moríamos de hambre, cuando llegamos a aquel lugar don-
de nos encontraron los Elé que nos buscaron; no buscaban antes NAMQU’E
LHTSEVTEI y el finado TÔSJESHIYI.
Ya era una joven crecida, pero no tenía hija todavía. Está el padre de mis
hijos, pero en aquel entonces yo estaba sola todavía.
Aquí está aquel que tiene los lentes por sus ojos; él viene a visitarnos.” Y
los saludaron. Nosotros venimos de por allí. Nos refugiamos hacia el río, porque
nos hicieron sufrir los militares argentinos. Venimos huyendo y volvimos aquí.
Venimos del río, y ahora no sabemos adónde ir. Trepamos por las plantas de al-
garrobo.
Estábamos pobres. Llegaban hasta aquí las balas de los rifles; los milita-
res argentinos nos metieron plomo.
Miguel Fritz 181
Casi me alcanzó una bala. Nos metimos en el río; estábamos en una si-
tuación deplorable. Cuando el sol estaba en esta altura, dijo un nivaclé: “Ven-
gan, vengan con sus cachivachis; se fueron los argentinos.” Se fueron los niva-
clé, y cuando llegaron a cierta distancia, entonces los mataron. Mataron a bala-
zos al padre de éste, al padre de SIMÓN, pero SIMÓN pudo escaparse. Pero tam-
bién mi finado tío luchó también con los argentinos. Mi finada hermana menor,
la madre de OVENTSU, dijo a mi finado tío: “Vamos a cazar avestruces en aquel
campo.” Subió sobre un algarrobo, pero cuando bajaba a la tierra, lloró. Largo
rato lloraba de hambre, el hermano menor de ACAVAI; dijo aquel pariente:
“Ahorita voy a matar a este muchacho, que nos delata con su grito”, y lo mania-
tó con la ropa de su madre y lo dejó allí. Hacía frío, helaba. Lo abandonamos, y
fuimos a caballo rumbo al río.
Los Elé finados estaban allí para llevarnos cuando llegamos allí. Nos bus-
caron después de cruzar nosotros el río, y vino también NAMQU’E LHTSEVTEI.
“Ahorita vengo a buscarles con aquél en el cual van a caber todos (con
el tractor), pues los argentinos los van a matar a todos.”
Fue aquel hombre que tenía el canto del tigre - por allí tenía su aldea - y
con ellos nos refugiamos, largándonos al agua del río. Casi nos mataba el frío.
A esta altura estaba el sol, cuando nos encontrábamos a salvo; a esta altura nos
llegaba el agua del río, cuando nos refugiamos en el río; sentíamos pasar por de-
bajo nuestro los pescados, y luego salimos otra vez del agua. Cuando los samto
se habían retirado, salimos afuera. Entonces deseábamos mucho aquel refugio
182 “Nos han salvado”
donde nos habíamos sentado. No teníamos perros con nosotros. Los habíamos
dejado allí, cuando venimos acá. Por suerte era día todavía, y mi madre buscó
doca; no encontró nada. Teníamos hambre. Casi nos moríamos de hambre. No
teníamos nada; si fuera por lo menos pescado.
De balde el río estaba grande. Dijo mi tío finado: “Salgamos pronto. Por
allí pasa un camino de los bolivianos,
Vamos a ir a ver lo que pasa allá.” Y así pasó, cuando salimos al otro la-
do del río. Cuando el sol estaba a esta altura, nos acostamos en un lugar seco.
Allí estábamos en muy mala situación. Estábamos errando sin saber adónde íba-
mos. Cuando estábamos con los finados Toyish lhavos, nos encontraron los Elé.
Dijo aquel:
“Aquí encuentro a los nivaclé; vengo siguiendo sus huellas.” Así dijo
aquel TÔSJESHIYI con sus lentes brillantes, “estoy siguiendo la huella de los ni-
vaclé “ Así vino junto a nosotros, y por otro lado estaban los que los argentinos
habían matado. Y dijo: “Vengan acá, que no les vean los samto.” Nos escapamos
de los samto y fuimos a donde nos había indicado aquel NAMQU’ E LHTSEV-
TEI, todos juntos.
“Les voy a conducir ahorita”. Dijeron los Toyish lhavos: “No les sigan a
ellos. Así les hablan ahora y luego les van a matar.”
Miguel Fritz 183
Si los iban a matar, ¿mentía aquel hombre que estaba a la otra banda?
Era así que aquel NAMQU’E LHTSEVTEI ya conocía nuestra lengua. Y el jefe
con lentes con los cuales miraba lejos en el campo.
¡Jimm! Lo sabían. Sí. Con ellos llegamos aquí. Los nivaclé iban a buscar
maíz. Dijo NAMQU’E LHTSEVTEI:
“Les voy a conducir; ahorita van a comer maíz, cuando lleguen donde yo
vivo. Llegaremos ahorita, cuando sea noche. Caso contrario les van a ver los bo-
livianos. Son muchos los tucus. Allí está su pueblo. Llegaremos de noche.” Y les
siguieron.
“Aquí quédense; están en sumo peligro que los tucus los vayan a matar.
No salgan.” Y así quedamos.
Sí, ayudaban. Ayudó por supuesto aquel Elé jefe, nos tenía mucha compa-
sión, aquel primer Elé.
184 “Nos han salvado”
- ¿Cómo se llama?
BREUER. Y aquel otro finado que vi cuando tenía esa edad. Allá estaba
el fortín.
Sí, era JEFE. Así lo llamaron los nivaclé. Sí. Pero también aquel primero
que llamábamos NAMQU’E LHTSEVTEI.
En aquel era cuando llegaron los primeros hermanos. Uno era NAM-
QU’E LHTSEVTEI que era obispo antes; su nombre era WALTER.
Los nivaclé invitaron a los Elé cuando vieron el Tô’ti. Se fue NAMQU’E
LHTSEVTEI. Estaban los Elé en el Tô’ti de los nivaclé. Los nivaclé prepararon
su caballo de esta manera: con mostacillas; también la rienda con mostacillas
colocaron por su cara. Las mujeres hicieron los adornos de mostacillas. Los va-
rones vistieron el poncho que era lindo.
Era TOFAAI quien enseño a los nivaclé. Dijo: no hagan macanas. Tomen
bien. - Tomaron chicha de algarrobo.
Dijeron los primeros Elé cuando llegaron: llegamos junto a ustedes. - Así
se comenzó a respetar a los nivaclé; por eso los respetaron los soldados blancos.
Y por consiguiente, en adelante que no pasen más los blancos por acá, que esta-
ban aquellos Elé. Los nivaclé no querían que los blancos durmiesen en su pue-
blo y los mandaron; los mandaron a Esteros, porque allí era donde estaban los
militares. No querían los nivaclé que durmiesen en su pueblo; así eran aquellos
nivaclé.
186 “Nos han salvado”
Lo miraron.
- ¿Había borrachos?
Había. A los Elé no los importaban los borrachos; ellos también proba-
ron un poco de chicha.
Los Elé llevaron tabaco a los nivaclé; una porción así se dio a TOFAAI.
Una hoja a cada uno. Lo que sobraba, guardaban. Dijeron: les vamos a guardar
y cuando tomen otra vez, se lo daremos.
Los nivaclé no les tenían miedo a los Elé; escucharon a los ancianos y di-
jeron que obedecieran, aunque no eran cristianos todavía.
TOFAAI también les enseñaba a los nivaclé; les dijo: no hablen a los Elé.
Los Elé sienten añoranza por nosotros, por eso nos trajeron los soldados para
que los samto nos dejen en paz.
Había un nivaclé que guió a los paraguayos desde General Díaz; les guió
y les dijo: sí, hay nivaclé en la misión; no hay bolivianos.
Los Elé, enseguida contaron a los nivaclé cómo es Dios; nos enseñaron
mucho. Éramos jóvenes, cuando hicimos la vieja iglesia.
Los Elé, pronto sabían el idioma nivaclé. Había la escritura; todos los Elé
la sabían. Un largo rato, los Elé no sabían la lengua nivaclé, hasta que al final
la sabían.
Todavía no había hermanas. Así que los Elé cocinaban antes; todavía no
habían llegado hermanas.
Después, cuando ya estaban mucho tiempo los Elé, ahí llegaron las her-
manas; vinieron de su país.
Los Elé, les enseñaron a los futuros cristianos cómo tenían que ser; y así
llegó el momento en que los primeros nivaclé se hicieron cristianos.
Dijeron los Elé: ahora todos ustedes serán cristianos. - Cuando los niva-
188 “Nos han salvado”
clé enteramente, escucharon bien lo que enseñaban los Elé; dejaron del lado su
mal comportamiento; les causó vergüenza. Puede ser que los niños hoy en día
también tengan vergüenza frente a los Elé, así como los primeros nivaclé. Los ni-
vaclé antes atendieron muy bien a la enseñanza de los Elé. Eso, porque TOFAAI
les había enseñado y dicho: hagan caso a los que vinieron junto a nosotros; no
macaneen. - Los antiguos nivaclé escucharon mucho también a sus padres cuan-
do les enseñaron; les hacían caso. De ahí quedó eso, que les escucharon mucho
a los Elé.
Mucho nos enseñaron a los que comenzamos. Dijeron quienes nos ense-
ñaron: dejen lo que hacían antes.
Así son otros nivaclé, que son los primeros en macanas, aunque lo que ha-
cen, parece bien.
Dijo el nivaclé: los que saben que no es bueno, no lo hagan. Eso dijo mi
papá cuando me enseñó a fin de que no hiciera cosas malas, llegando así a ser
cristiano; y no hice cosas malas; escuché bien lo que los Elé me enseñaron.
Tampoco no hubo mucha tos entre los primeros. Eso recién es la manera
de los niños que no tuvieron tranquilidad; los jóvenes, siempre están enfermos.
Los primeros Elé, todos eran buenos, no había ningún malo entre ellos.
Todavía no tuvieron su “misión de chapas”; sólo con paja taparon las ca-
sas. Después de mucho tiempo llegaron las chapas. Nadie sabía todavía hacer la-
drillos; las mujeres sólo con paja. La pusieron en su carro, tirado por bueyes, ha-
cía allá, donde había paja. De allí vino la paja. Quedó mucho tiempo hasta que
al final hubo casas de chapa. Provino de su país.
Todos los nivaclé escucharon a los Elé. Ahora están los nuevos Elé. Escu-
chen, cómo escucharon los primeros nivaclé. Nueva es también la gran iglesia.
CLISCHE
Sí, así eran los primeros Elé, cuando recién llegaron acá en Fischat.
Pero el sorgo que comimos, se nos dio. Nos habían regalado los Elé; el
sorgo y la harina nos regalaron.
No mintieron los primeros Elé que vimos. Los antiguos nivaclé, ensegui-
da querían a los Elé recién llegados; los nivaclé los amaron a los Elé, los que-
rían de verdad a los Elé que eran rectos.
190 “Nos han salvado”
Los Elé observaban al Vataasnat y a los Vatôtis, miraban los Elé a los ni-
vaclé cuando celebraban su fiesta.
TOFAAI insistió a los nivaclé de adelantarse; les instó contra los blancos,
para que ellos (los nivaclé) sean los primeros en matar a los soldados bolivia-
Miguel Fritz 191
nos. En ese momento, TOFAAI mató a los soldados, cuando estaban por comer;
les tiró y terminó completamente con ellos.
Los Elé vieron a los escalpes, que los nivaclé trataron con cuidado cuan-
do los colgaron arriba. Dicen que los nivaclé los guardaban para la chicha; usa-
ron los escalpes, tomando la chicha de algarrobo que habían puesto en ellos y se
escuchaba los nivaclé cantando cuando tomaban la chicha de los escalpes. De
día, se fueron los nivaclé también donde los soldados, porque tenían muchos fu-
siles.
Así la que había sido pinchada cuando se tiró de abajo al avión que pa-
só encima y entró la bala en la barriga, que se había abrigado con un cuero de
vaca que le tapaba; de día, los nivaclé tomaron y cantaron, pero habían puesto
sal en la herida. Cuando oscureció, otra vez cantaron los nivaclé, y cantó tam-
bién la quehabía recibido el proyectil, porque se curó. Los primeros nivaclé sa-
bían ayudar, soplaban, porque no había remedios; los primeros nivaclé no los co-
nocían todavía.
Los nivaclé no querían enseñar a los Elé, porque era igual lo que antes
habían enseñado sus padres, a lo que los ancianos escuchaban cuando enseña-
ban los Elé. Los primeros nivaclé ya sabían en tiempos remotos que existe Dios,
al cual también llamaban Fitsôc’ôyich.
192 “Nos han salvado”
De ahí vino que los nivaclé dejaron de ser gente del mal, como mi finado
esposo, quien mataba antes, cuando se peleaban con los soldados bolivianos. Los
nivaclé robaban ovejas, les robaban de los soldados blancos y robaban vacas.
Antes los nivaclé tenían vacas. Y cuando murió TOFAAI, se le robó también va-
cas. Los nivaclé tenían vacas, ovejas, caballos.
Los primeros nivaclé ya tenían sorgo y los frutos de los árboles. Los pri-
meros nivaclé no tenían para comer la comida de hoy; como yo que rechazo a to-
mar la yerba.
“No vayan junto a los Elé, pues son chamanes; les van a transmitir males”.
Mucho tiempo mantenían esta opinión respecto a los misioneros. Mucho tiem-
po ellos no fueron comprendidos. Los nivaclé no entendían que solamente querían que
se rece a Dios. ¡Nadie! Porque habían visto que aquel finado US LHACFEI (un cha-
mán) cómo extendía su poncho cuando hacía comparecer las almas. Así interpretaban
a los misioneros.
Más tarde comenzaron a comprender poco a poco que los misioneros eran di-
ferentes, de poco a poco se dieron cuenta los ancianos lo que quería; decían: “¡Sí!”!
Es cierto que estos que vienen de lejos son diferentes; quizás nos salvarán ellos”.
Sí, el P. MIGUEL pensó en mí, pues nos quiere a los nivaclé, y me pregunta por
los Elé, cuando recién llegaron. Yo ciertamente no sé leer y escribir, no puedo indicar
fechas y días. Pero recuerdo como llegaron los primeros misioneros; nuestros padres
se sorprendieron, porque no conocían todavía a los Elé. Pero el general TOFAAI, que
en nivaclé se llama también SCANO - su nombre completo en nivaclé es TOFAAI SCA-
NO relato ahora qué cosa decidió entonces TOFAAI. Aquellos Elé no eran como los
argentinos; eran bondadosos, eran buenos para con nosotros y por esta razón, los an-
tiguos nivaclé no los mataron, pues estaban en aquel entonces en situación guerra.
194 “Nos han salvado”
Cuando llegaron recién los Elé, ellos no conocían todavía las palabras de
Fitsôc’ôyich. Nuestros padres no sabían de la misa, que se hiciera en su presen-
cia; decían que los Elé actuaban como tôijes, chamanes. Es que realmente no los
conocían y no habían visto nunca semejantes cosas. Pero estaban conformes con
los Elé que llegaron junto a nuestros padres, a los cuales los dejaron con vida;
se dejaban la vida los unos a los otros, porque los antiguos sufrían matanzas bár-
baras de parte de argentinos y bolivianos - tucus, pero cuando vinieron los Elé,
dejaron de matar a nuestros antepasados.
Yo los he visto salir de noche al río para pescar; iban con miedo. Enton-
ces pusieron su confianza en los Elé, que les protegían.
Hace rato, estoy pensando que los antepasados no tenían dónde quedar
en aquel entonces. Los juntó el P. STAHL, el cual salvó a los nivaclé; estaban
por matarlos a ellos, los nivaclé, pero el Elé finado dijo que no se mataran más
a los indígenas; “yo les voy a enseñar la palabra de Dios”. Por consiguiente,
los bolivianos aceptaron su propuesta.
Dijo un jefe: “Está bien que los matemos. No hacen nada. No saben eno-
jarse por nada contra nuestros antiguos antepasados”.
Daban trabajo a los antiguos nivaclé, los hacían trabajar para abrir el
camino a Esteros, y quedaron ellos contentos; nuestros antiguos padres estaban
contentos por el trabajo que encontraron. Pero, en el fondo, todavía no los cono-
cían. Y como joven, tampoco no me daba cuenta, quiénes eran. Mucho tiempo no
iba a escuchar la palabra de Dios, porque los antiguos nivaclé, pues, teníamos
miedo. Entonces hablaban de los nivaclé, diciendo que seríamos malos; estaba
disgustado en aquel entonces, cuando era joven; pues les teníamos miedo. Eso,
por suerte, es diferente ya hoy día. Había jóvenes que captaron las palabras de
la Buena Nueva; se dieron cuenta que los misioneros estaban de su lado y nos
enseñaron. Esa era la razón que venían junto a nosotros. ...
Es verdad que los Elé nos salvaron la vida. En aquel entonces vi también
lo que pasaba al otro lado del río.
Entonces, eran muchos los que se acercaron a ellos, cuando estaban por
llegar los paraguayos.
Eso es todo. -
Ya habré tenido en aquel entonces unos 16 años, cuando vinieron los Elé
por acá, y los nivaclé se juntaron con ellos. Llegaron al lugar llamado Yi’yôôj
T’iyôjjavte (es el lugar donde estaba el primer puente en el camino hacia Benja-
mínkue). Allí los paraguayos hicieron campamento cuando llegaron. Y los boli-
vianos y los nivaclé decían: “¡Vinieron los paraguayos; allí están!”
Dicen que dijo TOFAAI: “Y ahora, hijo mío, dime si es cierto que vinie-
ron los paraguayos. Ese Elé nos ha salvado la vida. Y terminó el tiempo que nos
mataron los tucus.”
“Está bien que han corrido a los bolivianos; a nosotros, los bolivianos ca-
si habían exterminado. No nos permitían ir al río a pescar. Ese Elé nos ha salva-
do la vida.”
Y con toda alegría presentaba al Elé. Decía: “Ese Elé nos ha salvado la
vida en aquel entonces. Ya no teníamos a dónde huir; no teníamos a dónde ir;
estábamos a punto de morir todos - si no fuera la suerte que este Elé viniera.”
- ¿Cuáles eran los nombres de los primeros Elé que vinieron con la pri-
mera remesa?
Sí: el jefe, al cual nosotros llamábamos JEFE - creo que se llamaba EN-
RIQUE; y aquel barbudo cuyo nombre no recuerdo; lo llamamos POSENAJ (Jo-
sé Kremer) y I’MAN ( Widmann).
Miguel Fritz 197
Dijo el anciano ACLAA, así se llamaba el anciano: “Dicen que existe Fit-
sôc’ôyich en nuestra tradición. El corrió a TSÔTSÔÔ; dicen que lo pinchaba;
lo tiró desde el borde del mundo.”
Dijeron los ancianos: “Cierto, él está presente; por supuesto es así que
está acá. Desde luego está observándonos.”
Murió de esta manera. Y dijo: “Ustedes son como Cristo”, porque así los
hicieron sufrir a los nivaclé y así ustedes también.
Porque no los habían visto; nunca habían visto a un samto, los nivaclé,
los antiguos de aquel entonces. Poco a poco llegaron a conocerlos; conocieron
también al rifle.
Puedo comentar que era diferente como enseñaban mal los nivaclé. Se
perdieron antes con la chicha, la chicha, ay, en esa se perdieron. Y dijo: ay, por-
que estamos junto al Elé; y estos no son Elé, son diferentes..
Puede ser que dejemos de ser sus alumnos, pues nada, nada no vemos que
dé de comer. - Y se fueron. Éramos 12 que vivíamos en la misión; ellos desapa-
recieron, quedo yo solo ahora.
Hay.
- ¿Cómo se llamaban?
Y los samto - sí. Ajj. Y a los samto, todavía les gustó lo que hacían los Elé.
Pusieron la escuela, la escuela que puso Jorge LIPPOLD. Vinieron mucho hijos
de blancos del otro lado; pero había otros que todavía. Mi hijo Andrés era niño
de esta estatura cuando estaba entre ellos. Entonces terminó en ser malo.
- De los primeros Ele, ¿cuáles eran los que más les querían?
El primer Elé.
Sabía, sabían. Todos. Sí, Jorge LIPPOLD sabía. También lo sabía JEFE.
Y el difunto, que era como JOSÉ, el finado JUNKER. JUNKER era quien más
quería al nivaclé. Y el P. WILKSKAMP, poco quería a los nivaclé, no los quería
también. Porque WILKSKAMP era diferente, de veras no quería. Todo el contra-
rio, el P. JUNKER, el cual con gusto daba a un viejo de comer; daba a crédito
también comida: “Padre, quiero comer; quiero comprar a crédito; voy a traba-
jar.” “Sí; cuando trabajes, lo vas a pagar.” Contento quedaba el nivaclé y los
ancianos.
WILKSKAMP no era así. Y JOSÉ - por qué no decirlo - era diferente tam-
bién. Cuando las nivacché buscaban algarrobo y venían con su carga, las seguía
y derramaba su carga, lo echaba para sus chanchos, aunque había mucho alga-
rrobo; y a consecuencia se enojó el nivaclé de nombre ANAS’ANAS de Fischat,
y también TSILOCO: “Ay, este nivaclé es malo; que lo vamos a matar. ¿Por qué
les desperdicia?” Varias veces les hizo desperdiciar el algarrobo, y nosotros que-
dábamos sin comer, porque no teníamos otra cosa para comer.
Miguel Fritz 201
él se haya ido. ¿Quién nos ayudará cuando peleemos con los samto? Na-
die. Somos pocos” , dijo TOFAAI, “somos pocos, los samto son muchos, no po-
dremos resistir.” Así decía y ordenaba a sus súbditos, porque TOFAAI era un je-
fe, al que se obedecía; TOFAAI era un verdadero jefe. Así era JOSÉ.
- ¿Cuál JOSÉ?
- ¿Qué dijeron los primeros misioneros, cuando vieron bailar a los niva-
clé?
Sí, prohibían el baile; impedían que los nivacle bailaran. Les daban pali-
zas. Y también a los chamanes que hacían su tratamiento. Lo prohibían también
y les daban palizas. Y entonces, se terminó con esto; dejaron muchas cosas; de-
jaron de cantar; les tenían miedo a los finados Elé. Todos tenían miedo. Y noso-
tros, que vivíamos en la misión, no íbamos en ninguna parte. Estaban en contra
de las fiestas de iniciación, estaban en contra del tô’ti.
- ¿Cómo se llamaba?
202 “Nos han salvado”
Tô’ti.
Pero cuando veían los escalpes, se pusieron en contra, los Elé. El que te-
nía la fiesta tô’ti, exponía los escalpes: escalpes de pilagá y escalpes de samto. Y
dijeron los misioneros: “Ay. Ahora está feo. Cualquier cosa hacen los nivaclé.
No es para hacer una verdadera fiesta, porque resulta que matan y a continua-
ción farrean. El que es jefe mata y hace su bebida.” Y terminó todo al final, ellos
lo terminaron. Pero ahora recién están volviendo a su huella de antes. Pero yo
digo entonces: está bien, Padre; está bien no más. Porque cuando canto un can-
to especial de veras y cualquier cosa pasa, mientras que canta, lo que pasa es el
tcalhutsjai, y no hay ninguna cosa más. Sí, no pasa nada.
- ¿Qué dijeron los nivaclé cuando la primera vez presenciaron una misa?
- ¿Vos, cómo estuviste, cuando llegaron los primeros misioneros, cómo es-
tuviste?
Así, esa era mi estatura. Sí. Miré cuando hicieron la misa. ¿De esta ma-
Miguel Fritz 203
nera? Sí, de esta manera. Ahora, lo hacen así. Los primeros misioneros lo hicie-
ron lindísimo. Los niños, cantando en fila; les gustaba. Bueno, nosotros ya no
éramos niños, cuando eso. Dijeron que estaban dudando si los Elé no estaban
fingiendo y mintiendo, que hayan visto una vez a Fitsôc’ôyich, a Fitsôc’ôyich le-
jos. Hasta que al final no me fui y le pedí a Jorge LIPPOLD, diciendo: “Padre,
¿no me puedes enseñar?” “Bueno, si quieres”. “Sí, quiero, y JULIÁN también,
nosotros dos.” “Puede ser en nivaclé”, dijo, “¿qué tendrás? Tendrás tu comida,
tu ropa y muchas cosas. Pero”, dijo el misionero, “no escuches a la gente. A no-
sotros nos manda el Santo Padre, nos manda junto a ustedes. No les traemos su
ropa, ni comida; lo que traemos son las buenas palabras.”
No tuvimos ropa, nada. Cuando era niño, no había nada de eso. Antes no
había ropa. pero había un mayordomo de Argentina, él llevó, los llevó al ingenio,
para vieran muchas cosas, los nivaclé. Estaba bien, Argentina ayudó en aquel,
ayudó a los viejos. Les dio silla, para taparse, cuando en este tiempo preferían y
no había nada para agarrar, nada, no hicieron su comida, pero trabajaban jun-
tos. Agarraron maíz, sandía y muchas cosas y de veras no sufrían hambre. Ajj.
Sí, porque no había vacas, sólo los samto antes tenían vaca. Dos veces, se le lle-
vó una vaca a la aldea de TOFAAI, lo vi también. Dijo TOFAAI: “Sí. No impor-
ta que no me la regales, es bueno, no hay nada malo. Dejarás a tu animal cuan-
do acabe, cuando salga de su corral. Ajj. Sí; pero no vinieron los samto.
204 “Nos han salvado”
Sí, los misioneros hicieron la escuela, la hicieron para los primeros jóve-
nes. Yo pedí al P. STAHL para estudiar cuando tenía 13 años. Dije: “Padre, por-
que están sólo los hijos de los blancos, de los tucus - bolivianos, sólo los hijos de
los bolivianos.” “Ay”, dijo, “ay” - sabía nuestro idioma, ese PABLO - “tu papá
no querrá.” Yo, desde antes, ya quería demasiado saber el libro.
Pág
Miguel Fritz 205
Yo soy CUCH’AJ’IN. Sí, soy vieja. Mira, allí estaba el JEFE, el JEFE y
NAMQU’E LHTSEVTEI. NAMQU’E LHTSEVTEI era el primero; y con el PÔ-
SENAJ; y ELE LHAÔS. Ellos llegaron acá, cuando nosotras éramos jovencitas,
de esta estatura. Corriendo íbamos junto a ellos; comíamos su comida, cuando
éramos niñas. Y junto al JEFE finado llegamos también, cuando éramos joven-
citas.
¿Si tuvimos miedo, sí? No, no. De los tucus, sí. Dijo el JEFE finado: “No
vayan a Esteros; es malo, es peligroso.
Son peligrosos, los tucus. Y muchas de las esposas fugaron.” Así dijo el
JEFE, cuando éramos niñas.
Dijo a mi abuelo, que se llamaba SAPO; era muy agresivo, era muy gue-
rrero, mi abuelo.
Pescaban con redes en el río cerca de Fischat. Sí, pescaban con redes. Les
gustaba pescar. Y las nivacché trabajaban y NAMQU’E LHTSEVTEI les daba
trabajo. Nos alternamos en el trabajo con nuestras parientes, lhafcatachei. No-
sotras éramos jovencitas, y así de tamaño era la tela azul, que el JEFE había re-
galado a mi abuelo SAPO. Sí, estaban muy contentos. Partían la tela, dijo: “Hi-
jas mías, acérquense. Esta es la paga que recibe nuestra aldea”, así decía mi
abuelo.
- ¿Pero qué decían los nivaclé cuando recién llegaron los Elé?
206 “Nos han salvado”
Sí. Me alimentaban por un tiempo acá. Era mi pueblo cuando era niña;
estaba con mi tío, para comer pescado.
SEVTEI, que se quitaba la dentadura; y poco a poco nos acercábamos a él. “Jo-
jojojo”. Nos burlábamos de aquel NAMQU’E LHTSEVTEI. Pero entonces nues-
tra gente recibía ya enseñanza. Eso hacía NAMQU’E LHTSEVTEI. Esa era en
aquel nuestra aldea. Comíamos su comida de ellos. Dijo en aquel ELE LHAÔS:
“CUCH’AJ’IN, ahorita vas a tener pan. ¡Climshicshicshic!” Se daba vuelta a los
panes en el horno. De veras, eran sumamente ricos. Un poco de azúcar tenía en-
cima, cuando estaba de buen humor. Ele JEFE tenía un plato ancho; JEFE era
jefe - lhcaanvacle. Después de un rato terminaron los regalos que daban en el co-
mienzo. No nos daban vestidos, sino taparrabos; no teníamos qué vestir. Al co-
mienzo nos regalaban telas, cuando éramos niñas; éramos del tamaño de CA-
LOT. Era una aldea pequeña, la aldea de mis parientes. Por aquel entonces, nos
hizo una primera visita, el finado JEFE. Allí en esta dirección estaba nuestra al-
dea.
Todos juntos decían y repetían, que no fuéramos a Esteros, porque los tu-
cus eran malos. Es malo que los nivaclé se junten con ellos. Y nosotras les hacía-
mos caso. Solíamos dormir al lado de los Elé. Cerca de aquella casa vivía AL-
FONSO. Había allí en entonces una casa, donde dormíamos, las jóvenes. No íba-
mos a Esteros.
Decía mi abuelo SAPO: “¿No obedeces? Hmm.” Dijo: “Mira, allí mis hi-
jos tienen su siembra. No salgo para cazar.” Pero la tela azul de este tamaño re-
galaba a las nivacché.
- ¿Y los Elé observaban las fiestas vataasnat y tô’ti, todo eso observaban?
Observaban, sí.
Decían entonces los samto que se enredaban; decían: “Había sido que es
muy lindo; es muy lindo el pueblo.”
Decían entonces los samto que estropeaban la fiesta. La fiesta era linda,
pero ellos la estropeaban. Decían - pues, era su propio pueblo y tenían ganas de
comer vacas. Nosotros no solíamos comer vaca todavía; más tarde recién. En
aquel entonces comíamos pescado.
Los Elé cantaban también. ¡Por supuesto que sí! Cantaban en aquel en-
tonces; eso por ejemplo: ... así dicen.
Así es.
Miguel Fritz 209
Sí, ya, ya. ¿Cómo se llamaba aquel padre? Era JOSÉ que nos bautizó.
- ¿Tú has visto los primeros cristianos? ¿Has visto los primeros cristianos
y catecúmenos?
No los vi, no los conocía. Somos más nuevos, todos acá. Así fueron bauti-
zados. Los primeros no conocían. Ya nos había preparado NAMQU’E LHTSEV-
TEI. Pero no lo entendíamos. Él solía venir de Esteros, sí, de Esteros venía.
- ¿Y los Elé, estaban conformes todos con todo lo que ustedes acostum-
braban de la antigüedad? ¿Aprobaban lo que acostumbraban?
Sí - no. No lo sé bien. Sí, sí; lo aprobaban los que nos enseñaban. Vôvô-
vô. Cuando nos acostábamos, dijo el JEFE: “No salgan por allí.” Nos prohibía
de reunirnos con los nivaclé; nos lo prohibía. Eran todas ellas que estaban en la
enseñanza. Todavía, todavía, todavía no sabían; no. Obedecíamos al JEFE fina-
do que nos prohibía salir.
Cargados de adorno. Les gustaban las coronas de vincha que fijaban con
210 “Nos han salvado”
hilos. Se adornaba también los caballos con los cuales nuestros antepasados en-
traban en la fiesta. Qu’efqu’efqu’ef, sonaban los rifles. Tiraban encima del pue-
blo. Desnudas, completamente desnudas iban a su encuentro las chicas. Así era
en aquellos tiempos pasados. Se quitaban el taparrabo y quedaban desnudas.
Despacio entraban los jefes. Era una ceremonia seria. No se daban vuelta las jó-
venes.
- ¿Qué cosa decían los Elé, cuando veían los escalpes de los tucus?
¿Ya, qué dijeron, cuando vieron los escalpes? No, no llegaban en aquel
entonces. No llegaban todavía. Por allá, se había matado al samto, cuando toda-
vía no había llegado el JEFE. Sí. Todavía estaba en Esteros. No llegó a ver eso.
Sí, nosotras éramos niñas; y en aquel todavía no había llegado. Quería siempre
hablar. Estaba con muchas ganas de hablar en esta ocasión. Quería hablarnos a
nosotras. Había aquel viejo malo de nombre AS’EIYETAJ. El mismo decía men-
tiras al anciano. Tranquilamente le contaba mentiras, aquel viejo Ôyacl lhavo’.
Contaba mentiras en aquel entonces, porque se le pagaba; a aquel finado AS’EI-
YETAJ se le pagaba.
Aquel viejo charlatán que quería delatar las cosas; pero decía mentiras al
anciano; con toda tranquilidad contaba sus mentiras al anciano, el Ôyacl lha-
vo’; es sabido que se le daba algo en pago; TÔJÔJQUE se llamaba aquel ancia-
no. Era famoso en su tiempo. Cuando lo había cumplido AS’EIYETAJ de delatar-
lo todo, le dio dinero.
Aunque todo, lo que contaba, era mentira. Es que conocía todavía aquel
anciano famoso, pues vivía aquí, era Ôyacl lhavo’.
- Sí.
Son los que no los conocían. No los conocían y nunca visitaban a los Elé.
Así entraban aquellos: no los conocían los primeros nivaclé. Pero estos jóvenes,
tampoco no los conocen de veras. Continuamente están gritando de noche: “¡Yo
solo, yo, yo, yo!” Ahora, entre los jóvenes aquí presentes soy yo la única antigua.
Con consecuencia están enfermos, la gente acá. La gente de este pueblo, están
enfermos.
Sí, lo vieron.
Dijeron: “¿Qué será lo que están haciendo ellos; qué están haciendo, es-
tos nivaclé chamanes?” No lo entendieron, no entendieron, no entendieron nada.
212 “Nos han salvado”
Fischat era un pueblo hermoso: cuando crecía el maíz y salía la flor. Y las
sandía, las sandía pasaban los bordes de la chacra. Y nuestros padres estaban
cantando alrededor de los palo borrachos. ¡Y pescado! Había pescado en el río.
Entonces recién comenzaban las vacas a comer las chacras; antes no había va-
cas; pero había mucho pescado. Así decía JUNKER en tiempos pasados. Él ya
solía venir acá. Vino para tomar notas y los escribía en su libro; y él, cuando aca-
baba a conversar con AS’EIYETAJ, le daba pesos. Así era aquel viejo JUNKER;
le pagaba con plata. Lo he visto luego. Y volvía a mi casa; yo no le tenía confian-
za; eso no era su pueblo. Él confiaba en la plata que le daba al anciano: era
Ôyacl lhavo’. JUNKER, el finado, daba plata a aquel AS’EIYETAJ. Terminaban
su conversación. Aunque ése no era su pueblo acá. Así hacía el anciano JUN-
KER, finado. Yo sola soy anciana ahora, y conozco esas cosas de la antigüedad.
Fallecieron mis padres; fallecieron mis padres. Su verdadero pueblo era aquí.
CUTENÔ, Teresa
Comenta cómo fueron los pri-
meros Elé cuando llegaron.
Nosotras éramos todavía nenas de esta estatura (indica), cuando nos mos-
tró pan. Nos tiraron nuestras chiripas de cuero, las cuero se terminaron; había
muchos panes; estábamos bien al final.
JEFE nos cuidaba mucho, nos daba prendas de vestir. Nuestros antepasa-
dos no tenían nada.
Dijo aquel primer hombre que había visto a ese VATSEEJ. “Vayan, ne-
nas, con el Elé. El es nuestro amigo.
Vayan con él, porque les va a dar un regalo, y hasta a nosotros también.”
Así eran aquellos antiguos, cuando éramos pequeñas; los que eran mayo-
res, ya no existen.
Pero la iglesia era grande, que construían los finados. Querían que se la
trate con cuidado. Querían que yo estuviera en Esteros, cuando llegó el río. El
río era grande, se desbordó. Desbordó e inundó al palmar. Y entonces ya se ubi-
có la iglesia donde está ahora. Se mudó adonde tenían que haber ido antes.
El único que contaba era el finado que estaba con los bolivianos en la es-
cuela cuando era joven. Sólo el finado Ts’ôyin se acordaba de aquel tiempo.
Entones, aquel JEFE nos mostró varios objetos de collares; nos regalaron
collares.
Miguel Fritz 215
Nos enseñaban las Buenas Palabras (Biblia); así podíamos dejar las ma-
las palabras (pecados).
Sí, así nos hizo dejar; nunca más cazamos.Lo único era que nos educaron.
Eso es lo que comentaba antes vuestro tío. Solamente la Buena Noticia nos ense-
ñaban.
Bueno, fue JEFE quien nos enseñó. Todavía estaban completos los prime-
ros Elé; estuvo con ellos el finado BASTIAN. Después estuvo también el finado
GUILLERMO, no, el último era TAMALE (Tameling). El finado Monseñor nos
enseñaba muy bien, pero el primero era JEFE, el finado JEFE fue el primero.
- ¿ Cómo se llamaba?
216 “Nos han salvado”
- ¿Qué es lo que dijeron esos caciques cuando vieron a los primeros Elé?
Ya era un poco grande, igual que mi nieta (más o menos 13 años); la al-
tura de esa tenía.
Esos eran todos, que eran los más valientes entre mis finados tíos. Estu-
vieron todavía completos con TSEVTENAJ, cuando se pelearon con los blancos.
Fuimos buscando sin ver, junto con mi finada tía. Les digo a ellos, que había
blancos en Fischat que estaban peleando, cuando llegaron los misoneros. Y allí
se paró. Solamente nos enseñaron la Buena Noticia. Pero todavía el JEFE les
mandaba bailar. Hizo fotos del Vataasnat (fiesta de iniciación), hizo la fiesta, el
JEFE, no le disgustó. Sí, no le disgustó. Les decía que se pusieran sus ponchos,
los finados nivaclé. Bailaron, y él les hizo bailar bien en la comunidad Tinoi. Eso
en la comunidad que se trasladó.
Dice NAMQU’E LHTSEVTEI, eso viene de que saca siempre sus dientes
(paladar). Así hace miedo a los niños, Walter, al que siempre se llamaba NAM-
QU’E LHTSEVTEI.
Siempre estoy triste, que murió JUNKER; me pesa. Así es el día, porque
recuerdo a JUNKER, que me tenía mucha consideración; mucha consideración
me tenía, cuando me hacía regalos. Siempre me hacía regalos al visitarlo. Me fui
por comida, cuando tenía hambre. Nunca me decía: “No te voy a dar ahora na-
da.”
Nos enseñaron.
Después, después.
Sí, yo junto con ella. Juntamente era. Nosotros juntos. Mira, esa es la can-
tidad: yo, mi marido, también al que se dice FELIPE, su esposa, quien vive toda-
vía, y también tu tía finada.
- ¿Quiénes?
Sí, TUCUS LHNÔYISH era su nombre. Esos eran los primeros cristianos.
Esos eran todos. Y las hermanas eran las madrinas. Mi madrina era la hermana
SERAFINA.
Era la jefa.
Entre dos teníamos una hermana como madrina. Así también tu finado
padre.
- ¿En qué año era eso? ¿Hace mucho, cuando recién habían llegado las
Elechei?
mi hija. Solamente había la que falleció, que era de esta estatura. También ya es-
tuvo mi hijo quien falleció. No me acuerdo en qué año llegaron las hermanas.
Sí. Los primeros padres tuvieron sólo un jefe. Solo estaba aquel finado ni-
vaclé, solito; todavía no vivía mi hija, pero vivió mi hermano finado. Aquel fina-
do Pablo STAHL dijo que estarían entre dos con JEFE.
Sí, cuando eran nuevos, aquellos finados atajaron a los bolivianos, quie-
nes ya estaban por matarnos.
De manera que volvieron los bolivianos; dicen que les atajaron a aquellos
bolivianos. Dicen que los bolivianos querían terminar con los nivaclé. No le que-
rían a JEFE; no le querían a aquel que amaba a los nivaclé.
Buenos, buenos; no eran malos. Nos querían, querían a los nivaclé. Estu-
vo contento TOFAAI, contento estuvo aquel TOFAAI. Contentos estaban, porque
ellos ayudaron; ayudaron también que los blancos no terminaran con los niva-
clé, cuando llegaron los paraguayos. TOFAAI juntó a su gente, les puso en fila
para el padre JEFE.
Dijo TOFAAI:
“Vayan afuera, vayan, corran de una vez; formen fila para el jefe; prepá-
rense.”
Pero eran muy malos aquellos soldados; había muchos, lleno estaba el
camión. Se llamó también a una mujer que sabía cantar “tôntôn”; ella soplaba
sobre los paraguayos. Soplaba de veras alrededor de TOFAAI, cuando ése pasa-
ba. Había muchos nivaclé; los paraguayos hesitaron.
“Vengan junto a nuestro jefe, para que nos ayude”, dijo TOFAAI. Los ni-
vaclé, muchísimos, estaban muy enojados.
Se pusieron muy malos contra los paraguayos; si no, nos hubieran exter-
minado. Esos paraguayos no querían que viviéramos. Ahora nomás se hacen los
mansos, estos paraguayos. Esto es lo que siempre comento.
Cómo eran tan malos, los paraguayos, pero muy malos. Pero los bolivia-
nos eran sus compueblanos antes, o no eran sus compueblanos; llevaban mucho
tiempo de compueblanos. Desde aquel entonces eran sus compueblanos, que or-
ganizaba el finado JEFE. Desde aquella vez organizaba el finado JEFE también
al que recién nombraste. Organizaba también a los bolivianos, y los tenía bien
organizados. Enseñaba también al que mencionaste, el jefe de los Elé.
- ¿Provino?
No, vino directamente donde está SELIN, a lo mejor lo conoces; de allí sa-
lió. De allí salió el “come-madera”; le empujaban del otro lado los nivaclé, gri-
tando; siempre cuento. Vino del otro lado, directamente del otro lado.
Desde entonces los hicieron trabajar a los nivaclé por comida, todos por
comida.
- Todos dijeron que no les gustó comer la comida de los samto, solamen-
te lo que hay en el monte, comían.
Durante mucho tiempo no nos gustó, pero por eso lo usaban para hacer
collares. Hace poco que observaba fideos: los que usábamos para collares, te-
nían agujeros. Cuando se mojaban, se estropearon. No se comía.
Tenían sus colores, los fideos, e hicieron como collares; pero cuando se
bañaban, desaparecieron.
224 “Nos han salvado”
Me sonreía cuando los comía hace poco. Dije para mí: cuando era niña,
que lo comía, comía al final mis collares.
Nada, nada; solamente chiripa tuvimos, chiripa nomás. Sólo el cuero del
venado, cuero del avestruz; pero éste no todavía. No, nada. Pero cuando llegó
el finado JEFE, allí me pusieron chiripa de género, grande era y azul. Hasta acá,
hasta acá llegaba el género azul. JEFE lo recortaba. A todos les daba para usar
su chiripa, aquel finado JEFE. Esto llegaba de aquellos lejanos pueblos, reco-
rría todo, no mezquinaba; tampoco no se vendía. Lo daba nomás. Grande era el
género; nos alcanzaba a todos. Hasta la edad de estos lo regalaba.
Dijo TOFAAI:
De todas las comunidades, hasta las que están lejos, venían los nivaclé a
donde estaba JEFE; mucha gente.
Poco dicen que sabía del idioma de los samto; ya practicaba. El solo sa-
bía mucho, por eso le querían mucho al jefe. También era jefe de tus abuelos. Só-
lo de esta manera les quería agarrar, también a tu tío, y me preguntaba cuando
estábamos aquí. Pobre de él. Dijo que no los conocía bien a aquellos finados.
Eso sí, que es todo; pero falta mucho más.
FLECKENSTEIN, José
Aquí tengo 21 años (muestra una foto); junto con los nivaclé. Allí estamos
construyendo la casa de las hermanas; en Esteros. Bueno. Lo que tiene que ver
con los nivaclé; como ya dije - me sentí como misionero y pensé: voy a estudiar
el idioma y después realizar una labor misionera. Justo con esos, con los que es-
tuve trabajando, los que me acompañaron en los viajes, nos retiramos, hicimos
nuestra trabajo, lo mejor que pude. Y cuando llegué - éramos los primeros que
llegamos por el Paraguay al Chaco; no tuvimos ninguna casa, nada, nos hospe-
damos en los Salesianos, Mons. Lasagna. Y la acogida, en el puerta - llegamos
con el barco en Asunción - estuvo el Mons. VERVOORT. Habían venido de la mi-
sión, con camión militar. Estuvieron en el puerto y sin saludo: ¿qué oficio? -
Aprendí mecánico de coche. - No necesito; tengo 2. Pero pedí por uno que sepa
hacer ladrillos.
226 “Nos han salvado”
- Pero tiene que saber cómo funciona. - Para manejar, no tengo proble-
ma; lo practiqué bastante sin permiso.
Estuvo con los militares, ganó mucho plata; estuvo en transmisiones. Di-
jo: eso yo no puedo. Dijo: ahora vamos a hacer un viaje, yo con usted, otra vez
al ferrocarril. Tuvimos que buscar combustible. Y cuando volvimos, dijo: bueno,
Miguel Fritz 227
ahora ustedes van a hacer un viaje, con el P. FRANZ - siempre mandó también
un padre - y tú vas a manejar en los lugares feos, ISENBERG las mejores par-
tes, para que te acostumbres a los caminos. ISENBERG había dicho: en esos ca-
minos yo no puedo manejar; para eso no tengo registro.
Esa era la imagen en aquel momento. Pero, así, la relación con la gente:
excelente. También un poco más tarde, 35 todavía; llegamos en noviembre 34; las
hermanas llegaron 36. 35 volvió POSENAJ. A él le habían prometido para las
bodas de oro de sus padres que pudiera ir a casa. Había venido 25, había esta-
do ya 10 años. Pero mientras él viajaba, ya murió una parte; cuando él estuvo en
el barco. Él trajo un segundo coche de la MIVA. También una Ford 4. Entonces
ISENBERG siempre acompañaba con el segundo coche. Estuvimos entre 2; si
Miguel Fritz 229
uno se quedó, el otro lo sacó. Más tarde recibí uno, en el mismo año todavía, una
Chevrolet de los militares. Ese manejé yo después. Y el viejo arreglamos para el
Mons. VERVOORT; quería a todo precio aprender a manejar. Y manejó también
después. Cada uno teníamos nuestro ayudante, nivaclé. Cuando se quedaba el
coche, para ayudar, traer madera, alzar el coche. También cuando había cami-
nos feos, con huellas no seguras; entonces iban adelante para probar las hue-
llas. A ver si no había pozos. - Entonces una relación excelente con los nivaclé.
Bueno, todo bastante bien. Había cosas humanas. Uno no quiere contar
todo. En el almuerzo, había poca comida. También hubo una indígena de coci-
nera. Todos tuvieron hambre. Con gusto me acompañaron; yo me tiré algo; siem-
pre tuve mi olla; así preparamos comida en forma en el camino. Lo que en casa
no tuvieron.
Miserable.
230 “Nos han salvado”
El espíritu de fe, como se dice, es un don libre de Dios. Pero eso quiere
ser transmitido por manos humanas.
Y puse todo en esta cuenta. Cuando a veces en los viajes hubo todo mos-
quitos, lluvia, calor. El agua en el camino a veces tan caliente, que casi no se pu-
do entrar con los pies. Cuando era demasiado, me embarré; entonces, los mos-
quitos no pudieron pasar. Agua había bastante para lavarse después otra vez. Pe-
ro todos estos sacrificios eran fuertes.
Después de 5 años, estuve tan mal - llegué con 75 kg, con 21 años. Y ahí
sólo tuve 56, después de 20 años.
Eso fue la primera vez que me fui de vacaciones allá. 49 vino el primer vi-
sitador de Roma, BECKER. Lo llevé yo a las misiones. Preguntó a VERVOORT:
¿cuando tuvo las últimas vacaciones? - Dijo VERVOORT: eso no sé; tienes que
preguntarle a él mismo. - Yo había solicitado, cuando estuve 5 años, quería des-
cansar. - No. ustedes no tienen que solicitar vacaciones; no tienen derecho. -
Bueno; seguí trabajando. Dijo BECKER: cuando él termine de llevarme, irá por
medio año acá a la Colonia. - Eso fue en 49. Cuando abrí ese camino, que baja
allá; por el puente. Acá estuvo GIETZEN. Apenas hubo algo para comer. Pero
tuvo su desayuno secreto. Lo pasó bien. Allá estuvo ZITTERELL que había sali-
do de la congregación. Estuvo de administrador en el terreno, que justo se había
comprado; BREUER. Donde ahora están las hermanas y también el colegio. Pre-
gunté a ZITTERELL: ¿cómo va eso?¿dónde se puede conseguir algo comestible
acá? - Bueno, ven, lo arreglamos aquí. - Me mudé hacia él; hicimos compras: ja-
món, embutido etc. y nos lo preparamos allá. Pero ZITTERELL se fue después.
Había salido de la congregación; se había comprado un lote en la zona de Ho-
henau, Bella Vista, por allí. Pero lo dejó finalmente y volvió allá. Bueno. Mien-
tras estaba acá, lo administré.
Después volví al Chaco. Seguí hasta 54, cuando me fui la primera vez
allá, de vacaciones.
La gente des Esteros, en el fondo, eran buenos. No tan rudos como los de
Escalante, Pero a pesar de eso, los de Escalante me gustaron más, porque tuvie-
ron alguna independencia, se arreglaron, tuvieron grandes chacras. También hi-
cieron asaltos para robar a los blancos. Una vez, mataron 36 argentinos a la vez.
En una fiesta, que estaban borrachos. Tomaron venganza por un montón de co-
sas. Dejaron sus animales en las chacras de los nivaclé, quienes los tocaron con
sus machetes. Después vinieron los pobladores, agarraron a los indígenas con la-
zos y los mataron arrastrándolos. Era todo un desastre. Pero después, sobre to-
do JUNKER y WILKSKAMP - SCHÄFER menos, fue más teórico; hizo la gra-
mática y el diccionario, lo mejor que pudo - comenzaron con la moral. Nos hi-
zo algunas cuantas jugadas, ese WILKSKAMP. Los muchachos que funcionaron
bien, en un comienzo, cuando pasaron otra vez la raya, los echó no más. Y noso-
tros tuvimos que ver como arreglarnos. Otros entonces. Había ese SEMYANAJ -
no sé si vive todavía - y otros. Después se trajo también guaraníes de Mariscal y
se les hizo aprender. Con KREMER en la carpintería. Y nosotros tuvimos 3 en el
taller mecánico. Pasaron el aprendizaje de algunos años, y después volvieron. De
nuevo a Mariscal.
Acá (muestra la foto), ése debe ser STAHL. Enseguida hizo giras misio-
neras; llevó otro caballo.
El porqué etc. Hicieron algunas faltas, también LIPPOLD, con los milita-
res todavía, con los bolivianos. Pasaron por la noche, les quitaron las frazadas,
cuando estaban acostados con las chicas. Así también pillaron al comandante.
Entonces ése avisó después: escuche, padre, mañana venga a mi despacho; ahí
vamos a verlo que pasa. - Que así no más les quitaron las frazadas, pasándose
allí...Pero eso dejaron después, gracias a Dios. Así no hay misión. Primero, hay
232 “Nos han salvado”
Con los niños...Había en parte protestas, que sería contra los derechos
humanos y que no iba así. Y que toda la educación cristiana hay que realizarla
juntamente con los padres. No aparte. Fueron sacados los niños de sus padres y
encerrados. Bueno, encerrar, no se puede decir directamente; tuvieron su lugar
de jugar etc. Pero fue asunto de los padres. Una vez estuve en Esteros, con Ma-
tías SCHUMACHER. Al lado de la iglesia estaba el dormitorio de los mucha-
chos; las chicas estuvieron en el otro lado, donde las hermanas. Y allí tuvieron
su lugar de juego, por la tardecita. Con luz. Dije a MATÍAS: vamos un poco a ju-
gar con los chicos. Vamos a mirar un poco cómo están sentados allí. - Tuvieron
sus cubiertas y otras cosas. Dijo él: vas a ver; enseguida va a venir LIPPOLD y
nos va a sacar de acá. - Ahí estuvo SCHÄFER, lo había visto, mirando por la es-
quina y dijo: eh, ¿qué buscan aquí? Eso no les toca; fuera. - No hubo caso.
Después quería tocar el armonio. Había recibido una libro para apren-
der. Y durante la siesta practiqué.
Ya llegué hasta los bajos. Un día llega LIPPOLD: No, eso no es para ti.
Dame el libro. - Y lo dio a un indígena.
Con el tiempo, con la gracia de Dios etc., con mucho espíritu de sacrifi-
cio y dedicación, salió algo. ... Nosotros estamos acá como misioneros de paga-
nos, para darles ejemplo de santificación. ... Nosotros, en la misionización, no
le vemos como tan importante, como se lo presenta: la antropología, el estudio
de las maneras de los nativos etc, como reaccionan etc. También hoy es de mo-
da, que hay que poner una lógica detrás de cualquier cosa. Se estudia en facul-
tades etc. y todo eso, se lo trabaja teóricamente desde arriba. Después, la tris-
teexperiencia con antropólogos que pasaron por las misiones. No de nuestra par-
te; gente particular etc. Que escribieron después las peores tonterías sobre la mi-
sión. Lo que habían visto e investigado. Eso, les dio rabia y dijeron: nunca más
antropólogos.
Miguel Fritz 233
Las fiestas con un trasfondo moral negativo, esas no aceptaron (los mi-
sioneros). Por ejemplo la celebración tcalhutsjai - eso se celebró, y después esa
chica era para todos los varones que tuvieron permiso. Otras cosas, cuando ha-
cen sus bailes etc, las mujeres se cuelgan de afuera. Y el varón después tiene de-
recho de visitarla por la noche y dormir con ella. Esas razones dieron nuestros
padres; yo nunca lo investigué. Porque nosotros no tuvimos ningún permiso. Por
eso, no se dio permiso, para el tcalhutsjai y para los bailes comunes, donde bai-
laron los muchachos.
- Es también era la razón de las tensiones con los militares, ¿verdad? Que
no aceptaron que estos llevaron a las mujeres.
- ¿Cómo era eso con los chamanes? Por ejemplo, no les gustó a los pa-
dres, cuando la CAMAMSHI se fue junto al chamán en Escalante, cuando WAL-
TER estuvo enfermo.
- ¿Rafael?
Sí, Fitsôc’ôyich; eso era una palabra antigua, que usaron los padres pa-
ra su, para nuestro Dios. El máximo espíritu. También tuvieron tradiciones ora-
les de algún diluvio o algo así. También entra eso. Puede ser, que con el tiempo
se perdió mucho de su espíritu religioso que tuvieron. Que quedó solamente el
mal espíritu.
Pero después fueron muy atentos; una vez que sabían. La misión, también
les ayudó mucho, apoyado por los militares. Les querían exterminar en aquel,
con aviones etc. Entonces intervinieron. No sé si fue STAHL o quién fue. Para
Miguel Fritz 235
no hacerlo. Y eso, lo reconocieron los indígenas; que éramos de su lado. Que con
nosotros tuvieron protección de los poderes extranjeros que estuvieron entrando.
Ahora, en Escalante, dejaron entrar demasiado a los argentinos; estos les ense-
ñaron sus vicios. Les dejaron sus mujeres. Hicieron fiestas con todo. Introduje-
ron esas costumbres nada buenas. Después está este camionero, ¿cómo se llama?
- Bordón.
Bordón, sí. También causa mucha confusión. Hubiera sido correcto como
las antiguas reducciones: cerrar completamente. Espacio grande, donde los mi-
sioneros pudieron trabajar con la gente sin influencia de afuera.
Sí. Llegó muchas veces a la misión, con todo su estado mayor; con mayo-
res y qué sé yo, coroneles. Él, casi no hablaba. Mostró perfectamente la autori-
dad. Sólo sé que BREUER les visitó sin ser reconocido, en la zona de Nanawa,
por allá.
Bueno, ellos querían enseguida santos; eso no hay. No querían dejar nin-
gún espacio a la gracia de Dios.
enseña diferente. Cristo murió por nosotros. Él mismo dijo: no vine para los jus-
tos, sino para los pecadores. También, quien piensa, estar justo - ya está equivo-
cado. Somos por nuestra naturaleza así, que no domina lo bueno; es tan debili-
tado por la caída de Adán y Eva que no podemos sin pecar. Siempre hay debili-
dades, si nos conocemos un poco, de tal modo que hay que decir; sólo por la mi-
sericordia de Dios puedo ser salvado. De otra manera no. Él tiene que hacer, lo
que nosotros no logramos. Por nuestra construcción, siendo herederos de Adán
y Eva. No hay nada que hacer. Para eso hizo bastante, muriendo por nosotros en
la cruz etc, para equilibrarlo.
- Otra vez los bautismos. José OTTO bautizó en secreto a muchos niños
enfermos en secreto. ¿Lo habías visto?
Sí. Eso pasó con LIPPOLD. Había un catequista, parece que tuvo apen-
dicitis. Estuvo por morir. Ya estaban todos alrededor de él, gritando, soplando
etc. Dijo: trae un poco agua. - Ellos tuvieron una maña de echar un poco de
agua por la cabeza para refrescarle. Así lo hizo también, diciendo las palabras
del bautismo, para que fuera bautizado. Porque se hubiera dicho que le iba a
bautizar, lo hubieran liquidado. Enseguida hubieran dicho: ése lo mató. - Ahora,
yo pensé: lo quiere bautizar; voy buscar el vaso de la misa con agua. - No, no,
no.
- ¿Qué hicieron los primeros Elé? ¿Qué dijeron los demás nivaclé, cuan-
do vieron lo que hicieron los Elé?
Sí, lo que hicieron en aquel tiempo ...pero los nivaclé todavía no se acer-
caron a la misa. Sí, todavía no se acercaron. Eran muchos, los nivaclé, pero les
dejaban en paz, no los hablaban; les dejaban en paz. El finado SEBASTIÁN di-
jo: déjenlos en paz, a los nivaclé. Tal vez, algún día vendrán, cuando haya la ca-
sa nueva.Y así, cuando había la casa nueva, ya eran muchos nivaclé.
- ¿Había 2 jefes?
Y también el P. JEFE era jefe. Los que ahora fallecieron, el Elé YUMQUE
y el P. JUAN también.
En Esteros había otros Elé. Allí estaba también el P. LIPOR; era jefe, sí.
Hace mucho tiempo que llegó; todavía no había este monte. Llegaron cuando to-
davía estaban los bolivianos. Los bolivianos se pelearon con los nivaclé, con los
finados nivaclé exterminados. Decían entonces, sí decían: venimos por ustedes;
venimos, porque nuestro jefe nos manda junto a ustedes, que él estaba en el pue-
blo de los Elé, sí. Había nivaclé que sabían también eso.
Él, eh, los ancianos que murieron, ellos eran los que más sabían, AS’EI-
YETAJ, el padre de Pedro CAPA.
- ¿Quiénes?
- ¿Y los hermanos?
No se sabe, por qué murio. El otro era chofer, petiso era, ELE LHAÔS.
- ISENBERG.
- FLECKEN.
Sí, sí. Ellos son los que aprendieron a hablar; sí. No había otros herma-
nos.
- ¿Qué dijeron los Elé, cuando vieron a la iniciación de las chicas y al tô-
’ti?
Los ancianos eran Colorados, como las vinchas. Sí, sí, son rojos. Había
caballos rojos, su collar de campanillas; eran muchas, pusieron como collar; ha-
bía campanillas. En frente le adornaron al caballo; era muy lindo; y otro ador-
no le pusieron por la cola. Había caballos que eran muy buenos.
No, no dijeron nada, nada decían. Ya, dijeron, cuando le contaron al fina-
do Monseñor. Monseñor dijo: mañana; es que todavía no sabía el Monseñor. Y
no sabían los nivaclé, que él era un gran jefe. - Por ahí está el que organizará
la fiesta. Preparan chicha, chicha. - Sí, está bien. Hay reunión de muchos niva-
clé. - Éste va a realizar el baile. - Un nivaclé dijo si no se dijo nada al jefe de la
misión. - Sí, ya se dijo al jefe. - Muchos nivaclé había, también nivacchei.
Miguel Fritz 241
Aparte lo hacían. Sí, de dos chicas, lo que se llama la iniciación. - Sí, así
dijeron. Toda la noche bailaron; al amanecer ya dejaron - eran las 2 de la ma-
drugada. Ahí terminó; así fue. Sí, ya se separaron los nivaclé, no quedó nadie,
volvieron a sus casas, los que vinieron más de este lado.
De poco a poco los miraron, para que los conocieran, los miraron des-
pués. Se les acercaban después. Cuando celebraban misa, se acercaban, pero al-
gún día: dejen en paz...No digan nada. - Sí, así dijo el que mandó.
Sí. Eran muchos los nivaclé que sabían curar; pero ahora no existe, ya no
existen. Murieron todos.
- ¿Sanaron a alguien?
- ¿Qué dijeron?
Dijo: sí, está bien, pero háganlo bien. Y ayudaba, ayudaba con su ora-
ción, sí, le ayudaba. Dijo: si nuestro Padre quiere, les va a mirar para curar, djio
así; ayudaba. - Y le curó, se curó el nivaclé, se curó. Entonces, le dio alguna co-
sa al que sanaba, or ejemplo un caballo; al que curaba, se le pagaba. Ahora sa-
bía, lo que les hacía. En aquel tiempo había muchos nivaclé, muchos en aquel.
Como la edad del hijo de MARTÍN, ésa era mi edad. Eran muchísimos, los niva-
clé, como las hormigas, así eran; muchos murieron. Les mataron los bolivianos,
cuando guerreraon; se pelearon. Por ahí estaban, en Esteros, sí. Pero los mez-
quinaron. Y luego, cuando llegaron los paraguayos, había guerra, ¡lástima!
Aquella vez querían matar a los Elé; TOFAAI no quería. Por allí estaba parado,
ahí estaban ellos, por ahí vinieron. Al otro lado estaba TOFAAI parado, hizo es-
ta senal con la mano; así hizo TOFAAI. Y entonces, los paraguayos bajaron sus
fusiles. TOFAAI mezquinaba acá, sí mezqinaba. - No tiren a ellos, dijo el nivaclé,
que sabía hablar en castellano; le traducía. Dijo: sí, no hagan así a ellos, son
Elé, son Elé. Vinieron junto a nosotros para ensenarnos después. Algún día nos
enseñarán, dijo el nivaclé SANMARTÍN.
Así se llamaba el nivaclé, sí, sí. Ése cuidaba, cuando querían atacar la mi-
sión. Había el General SÁNCHEZ, MORÍNIGO, también el Teniente ESCOBAR;
también estuvo FLEITAS, su personal. Eran muchos; 20 soldados. Querían ata-
car la misión, querían tirar. Y dijeron los nivaclé: si tiran, ¡lástima!, vamos a pe-
lear ahora mismo. Ya que estamos acostumbrados a pelear con los bolivianos. -
Así dijeron los nivaclé. No tenían vestidos; desnudos estaban, desnudos. Con to-
da clase de armas. Dijo así: déjenlos. Si tiran a nuestros amigos, a nuestros pa-
rientes; no los van a matar. Mezquinamos, pelearemos nosotros contra ellos. - Así
dijeron. Así eran ellos. Fuertes, no tenían ningún dolor, no sentían dolor. Ellos
eran fuertes, - Y se pusieron buenos otra vez, y volvieron a la misión.
Miguel Fritz 243
TOFAAI, quien era el cacique, dijo: ahora son nuestros amigos, los Elé,
ya que llegaron junto a nosotros, vamos a ubicarnos bien en su lugar.
Sí, había un anciano, también así como por ejemplo los samto: hay jefes
y hay otros; y no quería aceptar la decisión del otro, no quería. Entonces dijo
aquél: ¿Cómo va a quedar aquí el Elé? Son mentirosos, buscaban a alguien pa-
ra matar. - Dijo el otro: No. No nos van a matar, porque ellos vinieron de más
allá, vinieron del pueblo de los Elé, de ahí vinieron. No nos van a matar; no van
a matar a nadie. - Ellos dijeron así, dijo el otro jefe. - PeroTOFAAI no quería. -
Dijo: Pueden mirar hacia aquel lado, para vivir allá; por allá quedó la misión
antes. Por allí donde estaban aquellos. - Estaban allí, los nivaclé; había muchos
nivaclé. En aquel tiempo de los primeros, sí, muchos nivaclé.
Luego, cuando creció el río, cuando el río estaba grande, cubrió todo acá.
¡Qué lástima! Tuvieron que volver acá otra vez. por acá era monte, todo monte;
no había campo abierto. Aquí mezquinaban los nivaclé, en ese campo.
Por allá, en aquel lado, quedó su aldea. Aquel lado quedó en el fortín, que
estaba dentro de Argentina; allí estaba la aldea verdadera de TOFAAI; era un
campo grande. Él lo mezquinaba.
Sí, sí, había gente que él enseñaba para ser cristianos. En 2 años no más
se bautizaron, en 2 años. Ya entendieron lo que hacían.
Los vi, los vi. Pero murieron todos. Sí, había muchos cristianos, eran mu-
chos.
244 “Nos han salvado”
Nada, nada. Solamente dijeron que está bien que ellos son los primeros,
que otros hagan el comienzo. - Y algún día seremos todos bautizados; así dije-
ron. - Está bien que ellos se adelantan; puede ser que el otro año también.
Sí, ahora es diferente; lo que hacen ahora los nuevos. En aquel tiempo era
muy difícil. Era difícil para aquellos cristianos; tardaron mucho para bautizar,
los primeros Elé. Pero ahora está bien. Pero esos que recién quieren casarse, se
les hizo. Tardaron mucho, aquellos primeros Elé; sí, muchos los nivaclé que di-
jeron algo, eran muchos. Había un nivaclé que hablaba sobre la Buena palabra,
que daba nuestras palabras; dijo: sí, llega, algún día estaremos unidos con ellos
a estos amigos; algún día será. No calculemos, un día estaremos unidos con
ellos. - Y por tanto, llegó el otro año - ¡lástima!: ya había más aquellos que asis-
tían a la misa; como si no se les hubiera hablado a ellos. Esto es, y algún día se
llamarán; estos son. - Cada vez asistirán a la misa; y es cierto, y entonces habrá
muchos cristianos; Monseñor dijo así. - Él sabía hablar nuestro idioma, Monse-
ñor aprendió.
Sí, habrá después muchos cristianos, algún día. Algún día se alegrarán,
se alegrarán los Elé. Asistieron muchos, la casa bien apretada, aquella. Muchos,
Miguel Fritz 245
los que estaban afuera, muchos estaban afuera. Sí, solamente nivaclé; pero aho-
ra hay samto, ahora hay samto. Cuando hay misa, muchos nivaclé asisten. Ar-
gentinos, paraguayos vienen a asistir a la misa, sí. En aquel tiempo pasado ha-
bía solamente nivaclé. Ahí se contaba la Buena Palabra.
mano I’MAN (Widmann). Y el hermano ELE YUC (Pedro Schumacher). Sí, esos
eran todos.
La casa de ellos estaba al otro lado, hacia el oeste. Era una casa de pa-
ja. No sé en qué año se mudaron cerca del río, donde están los algarrobos ne-
gros. Allí estuvieron. Y se fueron de visita al Fischat el JEFE y el NAMQU’E
LHTSEVTEI. NAMQU’E LHTSEVTEI dijo: voy a visitar los de Fischat. Ahí va-
mos a tener otra misión. Sí, los dos fueron juntos. Y después vino el ELE UJ; así
lo llamaron los nivaclé: ELE UJ. Vinieron entre dos, con el hermano del ELE
YUC. Y también el viejo SUTURU. Sí. Del otro sabemos el verdadero nombre, pe-
ro los nivaclé lo llamaron UJQU’E LHAVO’; también era hermano. Sí. Los pri-
meros nivaclé dijeron: Sí, está bien que han llegado junto a nosotros. Los boli-
vianos, muchas veces nos enfrentan. Lástima que no sabemos por qué llegaron
ustedes.
De balde soy viejo. No fue necesario que llegaron ya a tiempo para ense-
ñar a leer y escribir, pero nada.
Cuando el río desbordó y dejó todas las casas de los bolivianos bajo agua
en su comunidad; bueno cuando mataron a SÁNCHEZ, allí vinieron los nivaclé
a Esteros. En Esteros estamos en frente. Vamos a llegar junto a los Elé; ¿por qué
no llegamos? Vamos a estar con ellos. No sé, no nos dijeron nada. Y se mató tam-
Miguel Fritz 247
Cuando hacía mucho el río ya era grande y subió más; y todo Esteros que-
dó bajo agua. También llegó a la misión de Esteros. Cuando llegó al otro lado el
río, ahí murió ELE UJ. Después llegó el P. LIPPOLD y aquel otro hermano; sí.
- ¿Qué dijeron los nivaclé, cuando recién vieron a los primeros misione-
ros? ¿Qué es lo creyeron?
Llegó la época que vino el mayordomo. No quedó nadie, nadie nos ense-
ño. Después se enseñó a los chicos.
Pero, al final acaso estudiaron nuestro idioma, los Elé. ¿Qué? Sí, ahí co-
menzaron a estudiar nuestro idioma; cuando llegó el P. JOSÉ. Nadie de los Elé
no decía nada para pedir: enséñennos vuestro idioma. Nada pues, cuando llegó
el P. JOSÉ; estudiando estaba la lengua nivaclé, estudiando y estudiando al fi-
nal. Sí, y ya sabe un poco. El P. JUAN sabía, pero no mucho; él no vivía con no-
sotros. El P. JOSÉ sabe muy bien; y el P. BASTIAN.
Sí, sí, probaron también. Dijeron: está bien. NAMQU’E LHTSEVTEI dijo
que esa chicha era buena, remedio para ustedes. También la chicha de miel. Pe-
ro no vayan a tomar mucho; poquitito no más. Así dijo NAMQU’ELHTSEVTEI.
Cuando se fue a Alemania, trajo mostacillas y tabaco.
250 “Nos han salvado”
De vez en cuando, los nivaclé mataban a los bolivianos. Los Elé dijeron:
no hay que enfrentarse; quédense tranquilos. Los nivaclé dijeron: qué lástima;
los Elé no quieren hacer caso; quieren más a los blancos. Los nivaclé dijeron:
qué lástima. Los Elé son nuestros amigos en el futuro - pero qué lástima. Enton-
ces no va a haber enseñanza en el futuro. El otro día vino el otro. Bueno, fue he-
cho obispo, el WALTER. Entonces se enseñaban a algunos; sí.
Sí, al primer nivaclé, yo lo he visto; no había otro. Todos los otros ya mu-
rieron. Sólo yo de los que lo han visto.
VÔITSÔÔI. Ahí está su hijo, ALIPA, sí ALIPA. Y también éste entre los ca-
cique de los Lhafcatas de Fischat, que se llama TSILHE’TSILHEAI. Y también
los de Ôyacl, un poco más allá. Si aquí es Fischat, queda ese Ôyacl un poco más
allá; ése era su campo. El cacique de Ôyacl se llamaba TSIMAJAAI. Y el otro
cacique se llamaba ÔS’ÔNÔT’AI.
- ¿Papá de quién?
- Teresa CUTENÔ.
Así fue; no querían aflojar. Eso no estaba bien, cuando querían quitar nuestra
tierra. También sé adonde se fueron todos los ancianos. Los caciques de Tinjô-
que’. Ahí estuvo el cacique que se llamaba CLESATAJ T’ACJUUS (rodilla de ma-
chete). También el cacique de Utsichat, que se llamaba JANOAI, sí JANOAI.
También él de Vôvojiy; se llamaba CHÔJQUIYINAJ. Vôvojiy está al otro lado. Y
los de Tinjôque’, no me acuerdo de sus nombres. De allí comienza a hacer su pue-
blo. Conozco todos los ancianos. Grande era la tierra de TOFAAI.
Su aldea era Joccat, y el Utsichat, eso era su campo. TOFAAI era el más
grande; todas las comunidades quedaron a su cargo, también Toyish. TOFAAI
era el cacique más grande. Primero, su nombre era JU’MACLIT, y después se
llamaba TOFAAI. Yo he visto a toda la gente; sí. Conozco todos los diferentes lu-
gares. Hasta los eclenjui. Está también su viejo cacique, SIITT’A. Ahí pasé cuan-
do ya era más grande, así. Pasé 3 veces por allá. Todo esto siempre cuento, por-
que todos los que he visto, eran buenos. Todos se amaban entre sí. Nada de pe-
lea, ni guerra. Nadie mataba a su pariente; pero ahora, los nuevos matan a su
pariente, a su amigo; eso no es bueno. Todos se amaban, hablaban de Fitsôc’ô-
yich; los antiguos nivaclé hablaban de Fitsôc’ôyich; dicen que lo vieron.
Había los que sabían curar, en nombre de Fitsôc’ôyich. Dicen que decían:
ayúdame, Fitsôc’ôyich, cuando cure.
Cuando yo era niño, he visto hablar así, cuando todavía no había blan-
cos. Dicen que vieron a Fitsôc’ôyich, que era viejo y les habló. Comentaron eso,
los más ancianos que escucharon eso. Dicen que Fitsôc’ôyich es bueno, de cabe-
llo largo y ayudó a los antiguos. Sí, les salvó, dicen. Así contaron los ancianos;
todavía no había ni samto, ni misioneros. Sí. Una vez, me preguntó el P. JOSÉ.
Dice: ¿hay algunos que les predicaron a ellos?
Miguel Fritz 253
Nadie les enseñó. Nadie les predicó, ningún maestro. Ellos, los primeros,
hablaron y predicaron cuando vieron a Fitsôc’ôyich. Otra vez me preguntó al P.
JOSÉ, si no había ningún blanco que lo vio. No había blancos en esa época, so-
lamente los nivaclé.
- ¿Qué dijeron los primeros Elé, cuando vieron a los chamanes soplando;
les parecía bien?
Les parecía bien, les parecía bien a los Elé, cuando vieron que curaban.
Dijeron: qué bien que curan a los enfermos.
Está bien que soplas; pero no deben tener odio. Una vez, los Elé vieron
cuando un nivaclé mató a otro, porque ellos pensaron que había embrujado a una
persona. Este tiene que ser, y se enojó y mató al chamán. Y cuando se mató al
chamán, dijeron los Elé: no está bien, que hay esta cosa; y dijeron: que termine
ahora la curación de chamanes. Porque he visto a muchos que fueron asesina-
dos, y por eso: que termine; que termine. No está bien la acción de los chama-
nes; así dijeron los Elé. Y lo prohibieron. Sí. También prohibieron de tomar chi-
cha.
Sí. Mira, esta gente no vieron, y siempre dicen que hablan los primeros ni-
vaclé. Sí. Están muy equivocados, los primeros nivaclé; no eran buenos, ni inte-
ligentes. Sí. Muchas cosas buenas hicieron y sembrando muchas cosas; sembran-
do zapallo y todo eso. Buscaron miel, y la comieron juntos de una sola palanga-
na. También el caldo de pescado tomaban juntos. No se apartaron, y eso era bue-
no entre los primeros nivaclé. Se amaban mutuamente. Pero ahora - nada. Aho-
ra veo que nadie tiene compasión. Cuando ya era grande, buscaba pescados.
También usaba flechas para la cacería, y la canoa de palo borracho. Apenas lle-
gaba, ya se partieron los viejos y los ciegos los pescados, también el paralítico.
Así era la vida de los antepasados. Entre los que mezquinan, no pasa nada de
eso.
254 “Nos han salvado”
También quiere comentar algo sobre los enfermos. Nadie quiere saber al-
go de los enfermos, cuando uno está enfermo. Ni para rezar a Dios por él. Mi
único trabajo ahora es eso; la oración por los enfermos. Mira, me fui junto a ésa,
vi a la joven. A la joven que has visto. Yo me fui; todos los días me voy junto a
los enfermos. Todos los días; eso es mi trabajo. Uno vez me trajeron un niño, pa-
ra que rece por él. También eso hago. No como esos nivaclé que quieren ayudar
con los malos espíritus. No; sólo a Dios pido. Hoy en día, nadie tiene compasión.
Mira, allá hubo un hombre muy pobre. Solamente yo y mis sobrinos fui-
mos a visitarlo. PAULINO, JOAQUÍN, todos fuimos. Le rezamos: te vas a curar,
te vas a sanar. Sólo en Dios hay que pensar; te vas a curar. Tienes que decir Dios,
ayúdame. Voy a trabajar para ti si me sanas. Así tienes que decir. - Así le dije,
cuando me fui a su casa.
Yo solo, no hay otro. Mira, el primer Elé me dijo: TÔYA’, tú solo. No hay
otro entre los nivaclé de acá. - Yo ayudé mucho a los misioneros. Pero está bien,
porque soy cristiano; está bien. Aunque a veces miento, pero sigue mi esfuerzo;
aunque como paralítico, siempre confío en Dios.
Este es mi relato. Sí, pero ahora me alegro que has venido junto a mí.
Eso es lo que digo, eso digo. Está bien; sí. Eso es todo mi relato.
El dijo: está bien, está bien que los Elé llegan acá. Porque nos hicieron
sufrir los bolivianos, igual que los argentinos. Nos hicieron sufrir. También toma-
ron un preso, se llamó TARIJA. Aquel los hacía sufrir, a los ancianos el prisione-
ro. Entones le dijeron, que por favor no les hagan sufrir más a sus padres. “Voy
a buscar a los blancos, para enfrentarme con ellos”. Entonces le dejaron los vie-
jos, le dejaron a TARIJA; porque él se salvó a sí mismo, de que quería asesinar
a los bolivianos, él que era prisionero.
Conocí a aquel Tejarina; ahí viví en invierno, pero salí de ahí. Era un lu-
gar donde se solía matar a la gente; me acuerdo cuando era todavía niño. Cuan-
do era niño, había un campamento; sí, así eran los Elé. Estuvo él que llamaban
NAMQU’E LHTSEVTEI (Walter Vervoort), el difunto Pablo (sic) NAMQU’E
LHTSEVTEI, el finado JEFE (Augusto Schäfer), YUNCA (Lino Junker) y enton-
ces el P. JEFE. Estaba también el P. SEBASTIÁN (Bastian); a BASTIAN le cono-
cía ésta, y también al ELE YUC (Hno. Pedro Schumacher), también al P. MOCK
y al P. OTTO. Bueno, del P. OTTO dicen que murió en ese lugar, cuando era jo-
ven. Bueno, esos eran todos; 9 eran todos. ...había también I’MAN (Hno Wid-
mann), había POSENAJ (Hno. José Kremer), y SHUMAJAN, el viejo SHUMA-
JAN (Hno Matías Schumacher). Esos son los que conocí. Bueno, al otro no le re-
cuerdo, era chofer.
Bueno, dicen que hay Dios. Los ancianos todavía no sabían lo que decían
ellos. Hay alguien igual a un libro.
256 “Nos han salvado”
Dijeron aquel Santo, Santo; busca a los que no tuvieran odio. Dijeron que
la Biblia no puede tener odio; dijeron que no se acordaron, porque no había en
el idioma nivaclé. No hay, no existe en nivaclé, sólo en alemán.
Pero, los ancianos no entendían. Creo que ahora los nuevos ya saben có-
mo es en alemán.
Había en aquel un calvo que habló, me acuerdo. Dijo que nosotros éra-
mos pobres cuando vivíamos allí.
- Y ese tu tío, dicen que mataba a los blancos. ¿Y a los Elé, no los mató?
Porque dijo que eran sus amigos. Por eso nos los mató; los quería.
Sí, lo contaron, poco a poco, porque los antiguos todavía no tenían enten-
dimiento. Dijeron: somos parientes ahora con los Elé, porque nos da de comer.
Les daban sorgo y café de sorgo. Por lo que les regalaban, se pusieron conten-
tos. Dijeron: nos quieren de veras, ya no nos tienen asco; nos quieren, ya no nos
tienen asco.
Sí, sí, dicen que ya lo sabían que había Fitsôc’ôyich, ya el viejo lo decía.
Es igual; poco sabía, pero sí, dicen que antes los viejos sabían más o me-
nos de Fitsôc’ôyich. Decían que hay Dios, decían nomás que existe. En aquel no
sabían, no entendían; pero ahora sí, entienden. Había ese VÁZQUEZ y los otros,
ahora nos ponemos contentos.
- Pero, ¿había antes Elé que les despreciaban a ustedes y a sus caciques?
Sí, había cosas que les disgustaban, por ejemplo la chicha. Pero a la gen-
te, no les tenían desprecio. Sólo a la chicha no querían, porque no querían que
los nivaclé estuvieran borrachos, hasta ahora. Ahora es igual otra vez, que no se
les permite a los jóvenes. Eso ya viene de antes, cuando no les gustó al finado
Elé, a PABLO y a NAMQU’E LHTSEVTEI. Había una calabaza grande que rom-
pieron. Dijeron: ustedes van a pelearse a muerte, cuando están borrachos. En-
tonces rompieron la calabaza. Ajj. Entonces dijo un nivaclé: no les paguen a
nuestros amigos. Los otros no son nivaclé sabios, pero otros sí lo son. Dijo en-
tonces que no hay que pagarlos a nuestros amigos. Nos pusieron bien en orden,
pero ahora es así, igual que éste y también aquella. Sí, me parece que todavía
están cuidando. Pero la bebida les hizo odiar enseguida a los bolivianos. Que-
rían matar también a los paraguayos que eran compañeros de mi tío, el cacique
258 “Nos han salvado”
TOFAAI; porque ellos mataban a los ancianos cuando los vieron pescando o les
encuentran en el río; les tiraban y murieron. Entonces ya no salían a pescar, por-
que tuvieron miedo. Pero, ahora, nada no pasa, sí: nada.
- Entonces, ¿qué dijeron los nivaclé, cuando la primera vez vieron a los
Elé, porque era la primera vez que los vieron, qué dijeron?
Ellos, los viejos dijeron: quiénes serán los que están allí, quiénes serán?
No lo sabían los nuestros, nadie lo sabía. Pues dijeron: quiénes serán los que es-
tán allí? No son malos, a lo mejor nos quieren; no tienen arma.
Estaban mirando, totalmente sin armas. Eso dijeron, cuando los vieron la
primera vez. No tenían arma, dijo mi tío.
Ah, estos serán esos Elé a lo mejor, dijeron. - Sí, somos Elé. Es nuestro
nombre. - Sí, dijo quien los vio; estos podrían ser esos Elé. Dicen que dijeron: no
somos Samtó, somos Elé; no somos argentinos, no; no somos argentinos.
Así era al comienzo, cuando la primera vez se encontraron, así fue. Nadie
tenía arma, ni cuchillo. Entonces no dijeron nada. Estos tienen que ser Elé. Y di-
jeron que sí.
Elé se les dice a los que no son argentinos, ni bolivianos. A los bolivianos
los llaman los viejos TUCUS (hormigas).
Miguel Fritz 259
Y les dijo: “no los deben matar; son mis amigos. Mezquino a mi herma-
no”.
Muchos, o nueve, pero ya hacía mucho tiempo; muchos. Ella también los
vio.
Sí, observaban todo. Al comienzo les gustó. Había algunas que eran muy
lindas; había vinchas de pluma; sí.
260 “Nos han salvado”
Había algunos que usaban vinchas o pañuelos para los bombos. Decían:
fiesta, fiesta grande, celebran fiesta.
Observaban los Elé y sacaron fotos. No sabíamos bien antes, eso de las
fotos. Los primeros Elé: P. JEFE, ELE UJ, creo que eran 10; P. MOCK, BAS-
TIAN, sí 10, creo que eran diez. Así eran.
Sí, para ellos, estaba bien, porque todavía no sabían bien. Luego sabían
que era mal, porque algunos tenían novios, otros se dejaron; hay veces que el
hombre le deja a su mujer, y por eso no les gustaba a los Elé.
Y no les gustó; y dijeron: no, no está bien lo que ustedes hacen. Nosotros
creíamos que ustedes hacen su fiesta.
- ¿Había borrachos?
Los Elé decían que eso no estaba bien. Y les decían: no hay que andar y
correr por allí, cuando están borrachos; pueden irse a casa y tomar allí, pero no
recorrer. Si ustedes recorren, van a encontrar a sus contrarios.
Así decía el Elé, decía: vayan a casa cuando están borrachos, y no a re-
correr. Pero no le hacían caso. Entonces ya no le gustó nada la calabaza gran-
de. Y dijo el Elé, sí el P. JOSÉ; él no despreciaba a los nivaclé que tomen.
Sí, vivo en esta casa; tengo esposa, tengo esposa. Esta es mi hija. Y el pa-
dre de ese nivaclé también es aquél; ¿cómo se llama?, el hijo de NIVETE. El hi-
jo de NIVETE es su marido; estos son sus hijos. Entonces yo vivo con ellos; ¿no
está bien que vivo con mi hija? Está bien, ¿no sabes? Sí, está bien, está bien; es
lindo.
- Dicen, que había muchos que sabían curar, que sabían soplar.
Sí, curaba, sí los primeros . Uno, sí que acertaba. Uno decía que se iba a
poner malo, si no ayudaba, entonces se iba a poner mal. De ahí vino la opinión
que se quería matar. Porque no curaba, éste dijo eso.
Porque en otros tiempos, eran inútiles los nivaclé. Digo, sí hay, los que cu-
ran a los nivaclé. Entonces decían los nivaclé; es igual que los remedios. Yo no
sé cómo son los doctores, no los conozco. Es igual, ¿verdad?
Algunos curan, algunos curan con remedios. Asimismo hay algunos que
no curan. Y así creían que todos son iguales. Así fue. Ahora, para mí, todo es
igual, sí. Es más, como anteayer, la hermana, hemos hecho oración a Dios. He-
mos rezado por ella, hasta que se acostumbraron estos; esta mi señora sabe bien.
Ella sabe esas cosas, sabe cómo es acá el pueblo.
Dijo, dijo que está bien. - No tomes remedio, te va a matar; eso dijo el cu-
randero. Sí, te mata. Si toma remedio éste, mientras le trata el chamán, entonces
no le cura al que toma remedios; dice que va a morir. Hay también nivaclé que
curan cuando se toma remedio. Pero le hace mal y dice: estoy enfermo por cul-
pa de ése. Pero no lo quiere contar al chamán que usa remedios; no le quiere
contar. Así fue con los primeros chamanes. Por eso, escuché también que al en-
fermo no se le debe hacer escuchar ni hablar cuando se le sopla. Que sea sólo
con remedios, y que sea sólo soplando, entonces sin remedios. Eso fue lo que di-
262 “Nos han salvado”
jo. El nunca dejaba, sí, él no dejaba. Los que se van al chamán, que no usen re-
medios; que sólo se dejen soplar para ser curados. Y si toman también remedio,
les va a matar; no acertaron. No sé si está acertado; no se sabe. Sí, así es, sí, por-
que lo dijo el hombre.
Bueno, no hay enfermería, y cuando uno le pega, había sido que hay pro-
blema. De mi edad, entiendo que es así. Entonces dije, que eso ya es demasiado.
Muchos vienen acá; se salvan con la palabra de Dios. Sí. Dios existe; sí. Como
el hermano trabaja, también aquella, trabaja también. Así era antes, así es aho-
ra. Le queda bien al chamán; entonces no va a creer la palabra de Dios. Sola-
mente el chamán, cree también, dice. Cree también, dice el chamán. Se le dice
brujo y se dice que es por la cuestión de las provistas. A lo mejor eres mezqui-
no, y por eso vas a morir, ¿verdad?, dice el brujo. Sí, eso dijo el chamán; esos te
destractan. Ese que está allá, te embrujó, quien engaña a la gente, se les mata,
serán engañados. - De ahí comenzó eso. Digo que es cierto, cierto. Ese viejo, lo
que dijo entonces, fue mentira. Porque de ahí vienen nuestros problemas, y se
mueren. Sí, va a morir. Como los que recién se llevó al calabozo. Crean proble-
mas y se les toma preso; había esos militares. Pero que trabaja para sí mismo pa-
ra salir del calabozo, si eso pasó así. A mí me parece así. Así fue para mí.
Sí, los vi. Había uno que era bien pobre como los antiguos nivaclé. Y el
primer Elé, poca comida tenía, los Elé.
Lo que traían los mennonitas, era batata. Y verdolaga comían también los
Elé. Lo vi cuando era niño. Es rica , la verdolaga de las hojas de la planta de ba-
tata. Comí también las hojas de la planta de batata; es rico cocinado. Digo, de
repente no comemos más de la plantación de batata; es rico. Así pasó.
Como ésta, mira, se fracturó. Esa que está allá, dice que no tiene sabidu-
ría. Se le dice que es loca, tonta. No sé lo que está acá, alguien que es loco. Acá
ya entiendo; ésta se fracturó la vez pasada; la vez pasada la vi.
Por eso, yo lo sé; también Dios lo sabe. Pero es igual que no es así; no es
igual. Pero a los Elé, no los vamos a dañar, yo tampoco los dañaré. Igual, total,
no soy tan sabio. Sí, así es. Pero la otra pobreza, la otra. Como el hermano; tie-
ne ropas. Los antiguos nivaclé no tenían ropas, sólo pilas; nada de ropas. Nada,
de eso nada. Solamente ponchos sabían hacer, de lana de ovejas; hacían su pon-
cho. Así eran los antiguos nivaclé. La cultura de los nivaclé es así, hasta ahora.
Hablamos de eso, porque es bueno; porque llegué a ser viejo. En mi vida ante-
rior, había el caraguatá. Su bulbo se comía. Los Elé decían también: vayan a
buscar pescado para que coman. Entonces dijo mi tío, los blancos y los argenti-
nos mezquinan el bañado; solamente de noche pescan. Porque los argentinos y
bolivianos eran agresivos. Malos hacia los viejos nivaclé; pero los Elé los mez-
qinaban. Así es lo que era antes el TÔSJESHIYI. TÔSJESHIYI era alto; y era el
que espiaba. Se iba al otro lado, el TÔSJESHIYI, un tiempo; también vio a ella.
No sé cómo se llama el padre del nivaclé WALTER. En el año 79 había sido que
murió el TÔSJESHIYI. Sí, eran, había sido, 11, los Elé. Pero los otros, como
I’MAN eran cosecheros; también sabían. Y el otro padre también, no sé cómo se
llama. Así es, hermano, la pobreza, de los primeros.
- ¿Los nivaclé también ayudaban a los Elé para aprender vuestro idio-
ma?
Sí, había nivaclé que les ayudaron. El viejo AS’EYETAJ; se llamaba AS’E-
YETAJ. Les enseñaba; él sabía, sabía.
Porque era anciano. Le regalaron tela. Sí, también el ELE YUC. El apren-
dió, porque era el primero en ser enseñado.
El ELE YUC era quien sabía más. I’MAN no sabía tanto. No sabía tanto,
I’MAN. BREUER se llamaba el ELE YUC, BREUER se llamaba. El otro Elé, no
sé cómo se llama; era rubio.
- Pablo Stahl.
Sí, eso, a lo mejor así se llama. A ELE YUC, le llamaban así, los nivaclé,
porque su piel era roja; sí, así era el hermano. También había el ELE LHAÔS.
Ah, era hermano. Ah, Pedro SCHUMACHER. Ese era, ése sí, sabía muy bien
nuestro idioma, lo leía. A veces decía que tenía hambre, pedía a los nivaclé. De-
cía: ¿qué es eso? le dijeron: son anguilas, son como víboras; viven en la tierra.
Entonces dijo: yo sé comer eso; y se le dio. ¿Vas a llevar algunos? Sí, voy a lle-
var. Sabía bien mi idioma, ese hombre, aprendió. ¿Había muchos nivaclé con él?
Sí, él es, ELE YUC. ELE YUC les pedía a los nivaclé. Buscaron pescados,
suruví, mangurujú, cuando lo encontraron.
Cuando lo comieron, también dieron a los Elé. Y ellos cambiaban por ha-
rina, yerba, provistas. Sí. Todo, sí.
Comían, comían también los nivaclé la comida. ¿Si come también la co-
mida como sachasandía? La sachasandía no. El ELE YUC lo probó. Sólo él pro-
bó. También el poroto del monte comió el ELE YUC. Es lindo eso, es tan ...el po-
roto del monte.
Eh, era el que cocinaba, era cocinero, el ELE YUC. Porque sabían prepa-
rar, los Elé, cocinaba el Elé. Sí, también el ELE LHAÔS, también su hermano.
Era diferente, el ELE LHAÔS, sí, era pequeño; no era alto. A lo mejor, lo has vis-
Miguel Fritz 265
to. Petiso era. Bueno, el chofer, no sé, cómo se llama. FLECKENSTEIN. Andaba
por acá. Llegó por acá, FLECKEN.
- Él vive todavía.
¿Vive? Sí, él era joven. Ahora puede ser viejo. Como yo ya soy viejo. Yo
era niño cuando lo vi. Sí.
Eso era: pequeño; yo era así; yo, apenas le vi al que llamaron NAMQU’E
LHTSEVTEI, el finado PABLO.
Sí, le teníamos miedo, porque sacaba los dientes. Yo creía que era malo;
así nos pasó. Así se llamaba
- ¿Entraste en la escuela?
Sí, estudiaba, pero no mucho, poco tiempo. Había pizarrones chicos de es-
te tamaño, pizarroncitos. Sí. De eso no hay nada, ni de pizarroncitos, pero sí la
tiza. Estudiábamos nosotros.
- ¿Tú también?
- ¿Tú eras joven, cuando llegaron los primeros Elé a tu pueblo? ¿Viste a
los primeros Elé, cuando llegaron?
Sí, vi a los primeros Elé antes. Hace mucho, cuando era nena; allí vi a
los Elé. Ellos repartieron caramelos.
Antes, los Elé nos regalaban caramelos. Se alegraron los nivaclé, ya di-
funtos. Se pelearon todos por los caramelos, para juntarlos. Era, cuando era ne-
na, que vi a los Elé.
Muchos nivaclé, cuando los vieron, tuvieron sus dudas. Dudaron que les
iban a decir algo bueno.
- Cuenta también cómo eran los primeros Elé, y qué dijeron los nivaclé,
cuando los vieron.
268 “Nos han salvado”
- Sí.
Dicen que los nivaclé subieron por el árbol para observar las estrellas. Al
final llega el que ve la estrella que pasa.
Y ese que la ve dice a los nivaclé: ésta es la estrella que pasa. Sí, niños,
ahora sale la estrella. - Muy contentos estaban los primeros nivaclé. Así hacían:
jau, jau, jau, así dicen que eran los antepasados. No he visto a los nivaclé an-
tes; pero mis abuelos los habían visto. Mi abuelo los había visto; y es el que me
contaba lo que hacían los nivaclé; y decía él: Mira, nieto mío, los primeros, los
que se llamaban primeros nivaclé, son los antiguos nivaclé. Algunas veces se es-
carificaron; así eran los antiguos nivaclé. Con los que tienen este medida se es-
carificaban. Así eran los primeros nivaclé, sí. Sí, así eran los primeros hombres,
nuestros padres.
- ¿Cuando llegaron los Elé, qué decían: no les gustaban las fiestas?
- ¿ No lo rechazaban?
Miguel Fritz 269
- Pero dicen que había muchos borrachos en las fiestas; ¿es cierto eso?
Sí, los Elé vieron a los borrachos, que tomaron chicha de algarrobo; has-
ta en el suelo estaban tirados, los borrachos. Y mientras tanto, las mujeres mo-
lían el algarrobo así: molían en un mortero de este tamaño; cuando terminaban,
chupaban. Y los ancianos tomaban de la chicha de algarrobo; y muchos se em-
borrachaban. Sí, también se peleaban. Mucho se peleaban los nivaclé; los niva-
clé se peleaban. Y sí. Se golpeaban a puños; o se le pegó a un nivaclé en el ojo
que quedó desmayado, medio muerto. Sí, inconsciente, el nivaclé, golpeado.
No tomaban, no.
Sí, puede ser que los hayan probado. Así como los trataron los primeros
Ele. Sí, lo que pasa, que no hemos podido tener mucho contacto con los Elé. Lo
cierto es, que no hemos visto muchas veces a los Elé; vivíamos en otro lugar, en
Chitetaj. Ahí tuvimos nuestro pueblo; los de Fischat vivían en este lado. Han co-
nocido más a los Elé; sí, así eran los Elé.
270 “Nos han salvado”
- Y los Elé, ¿qué les habían comentado acerca de lo que iban a hacer?
Nada no contaron los Elé, solamente predicaron. Sólo han hablado, los
Elé, pronunciaban términos de los maka. Sólo a ellos, los que llegaron a nuestra
aldea; no habíamos conocido a ninguno, ni sabíamos quiénes eran los Elé. Sí, en
aquel tiempo, nuestra comunidad era Chitetaj, sí. Llegó a nosotros un Elé mon-
tado sobre un caballo, pero ninguno se atrevió a recibirlo. Sí.
Sí, hablaban.
De este lado vengo, no he pasado en este lugar, he pasado hacia aquel la-
do, hacia este lado. En Ôftsejeshiy pase mi vida. Sí. Ahí hemos visto a los Elé, pe-
ro no les dábamos importancia. Ah, se llamaba aquel Ele finado TUJ NAP’UC.
Sí, lo habíamos visto, pero no sabíamos nada de él. Hay una cañada, por esa pa-
só él. De este lado vino, llegó donde el anciano vivía. Llegó a la aldea de aque-
llos nivaclé, él; sí. Así es; quiere decir, que no conozco muy bien; sí. Así son aque-
llos habitantes de Toyish.
Miguel Fritz 271
- Pero, ¿qué pensaban ustedes cuando por primera vez escucharon cantar
a los Elé?
No cantaban los Elé; no nos cantaban, esos Elé; no cantaban. Sí, sólo ha-
blaban esos Elé. Sólo él llegó a nuestra aldea, ahí a Chitetaj. Ahí llegó él, hacia
nosotros, sólo él. Sí, cerca de Clayôich’e Lhavôôj, ahí, donde vivían los ancia-
nos, vivíamos. Sí.
Sí, había.
- ¿Cómo se llamaba?
Sí, había buenos; y quizás había otro Elé que hemos visto. Este cortaba a
aquél; así era, sí. VATSEEJ era el nombre que los nivaclé le dieron. Y hemos vis-
to que cortaban aquellos. Quizás ha muerto, quién sabe. No sé cómo estará. Sí,
cortó aquel, cortó aquel, ese Elé. Y a partir de este momento se cayó a este lado
nuestra cabeza. Sí, era él, VATSEEJ. Y así hizo, y volvió la cabeza a su lugar. Sí,
así era ese Elé que se llamaba VATSEEJ; sí.
Nadie se enojaba con ellos, nadie tenía rencor a los Elé. Eran buenos, los
Elé; sí.
- ¿Y a todos los nivaclé, les parecía bien que llegaron los Elé?
Sí, todos se pusieron contentos al verlos a los Elé. Sí, contentos, conten-
tos ellos. Al verlos, sí. Había lengua y qué sé yo. Están en este lado, en el lugar
que se llama Yiclôjcat; ahí enseñaban los Elé. Ahí les enseñaban a los nivaclé.
Sí claro.
- ¿Cómo eran?
Sí, había.
- ¿Cómo lo hacían?
Nadie vio a los nivaclé bautizados por los Elé. Los de Fischat, sí, sabían
cómo es eso. Nosotros no hemos visto cuando los Elé bautizaron, porque no vivi-
mos juntos en un solo lugar.
Pero éste es otro tipo. Uno se acuesta en el agua. Eso son los evangélicos.
Sí, es propio de nuestra religión.
Nosotros tenemos el bautismo de Jesús. Éste se levantó del agua; así son
los nivaclé de acá. Por ejemplo aquellos son los que se lavan la cabeza por el
Elé, sí.
Sí, les hablaban del mismo, pero no sé bien lo de los Elé. No he llegado a
Miguel Fritz 273
Fischat. Nunca he llegado. Pero los nivaclé de allí, los pobladores del río, son
los que han de saber. Sí. No hemos conocido bien. Vivíamos en aquel lugar, ahí
en aquel lugar. No los hemos visto. Los de Fischat, en cambio, saben muy bien,
porque los han visto. Bien lo han visto, que sólo han bautizado la cabeza de la
gente. Qué sé yo. Yo no he visto, cuando bautizaron a un nivaclé; no lo he visto.
Sí, parece que le han echado agua sobre la cabeza; pero no lo hemos visto. Así
es. No soy de Fischat. pero aquellos que viven allá, saben. Ellos lo saben mejor.
Sí, vienen de Fischat, ahí vivían. Pero nosotros no venimos de Fischat. No hemos
visto cómo lo han hecho los Elé, pero los que son de allá, lo han visto. No hemos
visto a los Elé, cuando bautizaban. El bautismo de Jesús es muy conocido a la
gente de acá. No hay otro Señor, sino es el mismo y único Señor. El proclamado
por los nivaclé, y los Elé han proclamado al mismo Señor. Así, como esta gente,
no hablarán de otro, sino que solo él es el mismo Señor. Hablarán de él, el úni-
co. No hay otro proclamado por los Elé, sólo a Jesús rezan.
Sí, les ayudaban, porque fumaban, sus bautizados. Y los Elé fumaban tam-
bién. No dejaron de fumar, los que fueron bautizados por los Elé. Todavía siguen
fumando. En cambio, en nuestra religión, nadie fuma; nadie fuma, dejaron de fu-
mar, aquellos que antes fumaban.
274 “Nos han salvado”
Sí, nosotros nos escapamos hacia la casa de los Elé, nos refugiamos jun-
to a ellos, asustados; sí. Todos, muchos estaban con los Elé, muchos nivaclé. Y
los bolivianos se escaparon asustados. No nos rechazaron los Elé. Ah.
No nos rechazaron. “Está bien que ustedes llegan”; sí nos escapamos ha-
cia ellos , los Elé. Sí, estos nos salvaron, los Elé. Los bolivianos querían matar-
nos. Los Elé nos liberaron de los bolivianos. Sí, hemos llegado a su casa, mu-
chos nivaclé.
Teníamos hambre; nadie no nos daba de comer. Que nos dieran los niva-
clé algo de comer; pero - nada. Nadie daba algo para comer; teníamos hambre.
Esto paso en aquel, cuando fuimos asustados. Con miedo de los paragua-
yos que llegaron a ese General Díaz.
- ¿Y los Elé no les dieron nada; acaso les dieron algo los Elé?
Nada nos dieron; nada para comer dieron. Porque había mucho gente,
mucha gente. Vivíamos en el monte.
Vivíamos alrededor de la casa de los Elé, vivíamos cerca de ellos. Así éra-
mos: viviendo alrededor de la casa de los Elé. No se sabía quién era que más se
asustaba por los paraguayos. Así éramos; tuvimos miedo de los paraguayos. Si-
nembargo, no eran malos, los paraguayos. Sí, todavía vivía TOFAAI.
No tenían miedo. No tenían miedo, los Elé; ni el mínimo miedo. Los Elé
no les tuvieron miedo a los paraguayos.
Así éramos; sí. Pero cuando regresamos, hacia afuera, los bolivianos ya
se habían ido lejos, por los paraguayos.
276 “Nos han salvado”
Ellos les echaron a los bolivianos. Tuvieron miedo, los bolivianos, se es-
caparon.
Sí, sí; pero Alberto era pequeño todavía. El primer Elé le dijo a la madre
que las niñas hicieran jugar a Alberto. Y le hicieron jugar. Decía su madre: “Jue-
gan enseguida con él”. Y nosotras le cuidábamos.
- ¿Pero, los nivaclé, qué decían sobre los Elé, y qué pensaron sobre los
misioneros cuando ésos recién habían llegado a tu pueblo?
Sí, ¿qué dijeron? Ellos dijeron: parece que nos quieren, a nosotras, las ni-
ñas. Entonces fuimos junto a ellos y jugábamos en su patio. Nos hacían jugar, los
antiguos Elé. Nosotras íbamos junto a ellos, pero no queríamos quedar con ellos.
No me fui a la escuela, pero nos íbamos a jugar junto a ellos.
Miguel Fritz 277
Dijeron aquellos que también eran Elé: vengan niñas, jueguen enseguida,
jueguen. No nos decía nada; ni dijo que fuéramos a jugar a otro lado. Jugamos
en el patio de ellos. Jugábamos alrededor de ellos, porque ellos nos querían. Sí,
nos querían. Hubiera aprendido a escribir cuando era niña. Parece que no me
gustó; no me gustó. No me hallaba con ellos.
- ¿Aprendiste a escribir?
No me fui a la escuela. Ellos sí, ésta sí, entró en la escuela cuando era a
niña. Le quería la hermana: demasiado le quería.
- Los Elé, ¿qué dijeron cuando la primera vez vieron la fiesta de la inicia-
ción y otras con borrachera.
Sí, la borrachera. ¿Qué dijeron los Elé? Dijeron, dijeron los antiguos sa-
cerdotes que querían mucho a los nivaclé, cuando vieron que estaban en la bo-
rrachera, vieron. Lo vieron, pero dijeron nada; sacaron fotos en aquel.
Mis abuelos, cuando tenían algo que tomar, sí. Después llegó el padre. Le
llevó un nivaclé, sí lo llevó a un lugar donde se solía tomar aloja. Los nivaclé es-
taban borrachos, gritaban por el Elé cuando lo llevaron al lugar de la borrache-
ra. Ellos querían eso; querían sacar fotos, y las sacaron. Sí.
Sí, los nivaclé escucharon lo que les contaron los Elé. Cuando hicieron
otra cosa, no les amaban tanto. En los primeros tiempos, sí lo amaban, pero
cuando se hizo mal, no les gustó. Sí.
Sí.
- ¿Cómo era?
- Y los Elé, dicen que trajeron remedios. Pero ya había chamanes. ¿Qué
dijeron al respeto los Elé?
Sí, así era el primer paso que hacían los antiguos nivaclé. Llegó TOFAAI,
al último llegó TOFAAI.
No, no tenían miedo, cuando tiraron sobre ellos. Se tiraban, cuando esta-
ba cerca del pueblo, lo tiraban; tiraban sobre él. Estuvo en su pueblo Fischat.
Sí, Fischat era el pueblo de TOFAAI. Ahí estaba, estaba en Fischat; pero
llegó en donde estaban los nivaclé.
- Pero TOFAAI, dicen que estaba muy acostumbrado a matar a los blan-
cos.
- ¿Por que?
No, no los mató, a los misioneros no los mató. Por eso, no vivía ni un
blanco en Fischat; no vivía, no les permitía.
Porque pelearon con los de la otra banda; los nivaclé pelearon. No per-
mitió que ningún blanco viviera en Fischat. No les permitían. Sí.
También a los misioneros que estaban en ese lugar, los mezquinaba; los
mezquinaba. Había nivaclé que vivían alrededor. Mezquinaba que estuviese un
samto. Encuentra un boliviano en su aldea, lo mata.
- ¿Todos?
Sí, todos los querían. Porque tenían su aldea alrededor de pueblo. Alrede-
dor del pueblo, todos los querían, todos los querían.
- ¿Quién más?
- ¿Cómo se llamaba?
No sé, cómo se llamaba, pero conocido era su nombre ELE UJ. No sé có-
mo se llamaba. Sí, ELE UJ era su nombre. No sé, cómo se llama; no sé cómo se
llamaba NAMQU’E LHTSEVTEI, pero con este nombre era conocido.
Todos eran buenos, buenos eran. Enseguida los querían los nivaclé, ense-
guida los querían.
Sí, rápidamente sabían hablar, porque escribían el idioma; parece que es-
cribieron en el primer tiempo.
Trabajaban en ese lugar; había sorgo; eso era su trabajo. Sí, sólo comían
sorgo y poroto. Trabajaban en aquel las mujeres. Sorgo, poroto, les gustó, lo que-
rían de veras. También había uno que llamaban POSENAJ (barbudo).
Sí.
Invitaban con lo que comían ellos. No era la harina, que les gustó.
Miguel Fritz 283
- Pero los nivaclé, ¿por qué dejaron sus fiestas, por qué las dejaron?
- ¿Se hace?
Sí, sí.
- ¿Qué dijeron?
Ojalá maten un avestruz para usar como tobillera las plumas. Sí. Las an-
tiguas, las abuelas antes cosieron las plumas de avestruz.
Sí, lo dejaron, porque vinieron a este lugar. Los de este lugar lo dejaron,
pero los de Filadelfia no todavía. Sí.
284 “Nos han salvado”
Estaba bien, para ellos estaba bien. Está bien, dicen. Lo que hacían las
mujeres, para ellos estaba muy bien.
Sí, se les juntaba; se juntaron los nivaclé con los Elé. Les hacían hablar,
hablaban.
- ¿Sabes tu edad?
Como la niña, como mi nieta. Así era, cuando los Elé llegaron a Esteros.
Todavía había temor, miedo a los bolivianos; todavía estaban en guerra con los
nivaclé. Ay. Llegaron a Esteros; así se juntaron los nivaclé.
Sí, eran los bolivianos, sólo ellos eran malos. Guerreaban contra los ni-
vaclé. También los de la otra banda. Ay.
A esta hora se escuchaban las armas. Aquí estuvo el sol, cuando terminó,
porque se mataron. Los nivaclé mataron; sí, pero volvieron. Ya se escuchó cerca
el silbato. El silbato de los nivaclé se escuchó, porque TOFAAI los animó. Ins-
truccionaba, animaba a los que llegaron. Los blancos se olvidaron de su ropa.
Grandes eran los vestidos de los soldados. Los de Argentina, también dejaron sus
gorras. Entre dos los rodearon y los mataron. De los nivaclé, nadie estuvo heri-
do. Pelearon por su pueblo Fischat. No había ningún blanco, no les permitía.
Voy a contar también de otro lugar, cuando también se les mató a los ni-
vaclé. Se les mató a los nivaclé; voy a contar. Lo voy a contar, y ahí terminaré.
Y tenía la edad de mi nieta. Había temor. Se los mató a los nivaclé. Deja-
ron las mujeres, sus ovejas, cantidad de ovejas dejó mi abuela. Mis abuelos, ah,
contaron mis abuelos, también mis abuelos. Aquí estuvo el sol, cuando corrieron
al pueblo. Escucharon que los bolivianos estaban atacando al pueblo. Ay. Vinie-
ron corriendo; mi abuela desató sus ovejas, las desató. Desató y lloró mi abue-
la y dijo: mis pobres animales; pobre de mis animales, pobre. Y se escaparon al
monte; oh, muchas ovejas. A las mujeres, se les mataba; mi papá, por poco no
más se salvó de los palos. Les espiaba, espiaba. Pero los bolivianos los encon-
traron. Y ahí mismo les fusilaron a los ancianos. A mí papá, le quitaron su arma
y le hicieron acostar. Sí, se les convidó con cigarrillos, pedacitos de pan se re-
partió. Había un nivaclé que se iba delante de ellos, pero no les contó nada. Si
hubiera hablado, le habrían matado y a todos los nivaclé de aquel lado. “Esca-
pen enseguida, vamos a escaparnos”.
286 “Nos han salvado”
Cuando era joven. Solía llegar a Fischat o Esteros. Iba cuando había fies-
ta. ¿Sabes? En esta oportunidad se mataba cualquier cantidad de animales; así
como solían hacer nuestros antepasados. La fiesta vataasnat.
Había otro día de fiesta, que llamaban Vatôôt. Eso se celebraba también
en Fischat, porque había muchos nivaclé allí. Se reunía muchísima gente para
Miguel Fritz 287
- ¿Y cuando celebraban las fiestas, fueron también los Elé para partici-
par?
Sí. A los primeros Ele les gustó cuando lo vieron la primera vez. Y ellos
participaban en medio del séquito de TOFAAI.
Sí. Cuando hacían estas fiestas, jugaban de balde al payaso, como se di-
ce. Así como en el circo, los que llaman allí payaso. Así hacían las fiestas en
aquel tiempo. ¡Bah! Así lo llamaban en aquel entonces. Pero después de 5 años
por allí, entonces dejaron eso; entonces los Elé se dieron la vuelta y cambiaron
de actitud, y comenzaron a oponerse. Se oponían a lo que solían hacer los anti-
288 “Nos han salvado”
guos. Se oponían a que tomaran chicha. Se oponían a las luchas. A todo eso se
oponían en aquel entonces. Al comienzo lo habían admitido y presenciaron las
fiestas. Pero en los años posteriores se opusieron decididamente. Y allí en ade-
lante prohibían que asistieran los posteriores Elé. Y luego no lo hicieron más. Así
terminaron las fiestas. Los antiguos caciques desaparecieron también: murió
TOFAAI y ANTONIO y VÔCÔQUITAJ - todos aquellos jefes grandes que solían
hacer sus fiestas con sus séquitos. Cuando murieron todos ellos, terminó con
ellos también aquella fiesta. Y sólo quedan ahora con los misioneros, con la mi-
sión. Había quienes gustaba quedar con ellos, que ya no organizaban más sus
grandes bailes. Los nivaclé llamaban baile a sus fiestas tradicionales. Antes ha-
cían sus bailes continuamente.
Así como yo lo pude ver cuando tenía mis 12 años por allí.
Eso era cuando yo era joven. Ahora ya soy nivaclé; tengo como treinta
años. Soy como mayor. En esta edad era el orgullo de los hombres de medir sus
fuerzas en la lucha. Así como se dice hoy día “orgullo”; el hombre estaba malo,
cuando hacía alarde de su fuerza; decía: “Yo soy hombre; yo siempre voy a lu-
char con los otros Fischat lhavos.” Pero yo lucho siempre contra mis contrarios;
sólo lucho con ellos de veras; no estamos enojados unos con otros; da gusta me-
dir las fuerzas en la lucha, porque hay este decir en nivaclé que se dice: ¿Quién
es el más fuerte?
¡Bah! Que sean Fischat lhavos, que sean Toyish lhavos, que sean Esteros
lhavos - al fin se sabe en todas las partes, cuál es el nivaclé que tiene fuerza; y
se la ve. Eso es el hombre de fuerza, cuando se lo llama con su nombre.
Nosotros, cuando recién aparecieron los Elé, eran para nosotros un padre
al que se tiene confianza. Pero no había señas de cariño. Sí, así era. Cuando sur-
gieron problemas, enseguida íbamos con él al Elé. Pero no era que hubiéramos
tenido gran cariño con ellos. Estaba claro, por que razón fuimos junto a ellos:
solamente cuando había problemas. Así como hoy día, como se dice: mensajes
desagradables. Y los Elé siempre nos protegían, y nosotros contábamos con su
apoyo; pero no había muestras de que les amaran en aquel entonces.
Miguel Fritz 289
Y los protegían continuamente. Eso se veía más claro más tarde cuando
sufrían grandes para nosotros.
Llegaron los así llamados tucus, y la vida llegó a ser difícil. El problema
de nuestros antepasados eran los tucus. Porque resulta que no hubo nada de
amor entre los nivaclé y los tucus. Y quedaron sólo problemas. No los dejaban en
paz. Llegó el día en que vinieron los bolivianos y mataron a muchos nivaclé. Más
o menos 200 fueron matados en Clôyôich’e Lhavôôj. Entonces salió difícil la si-
tuación para nuestros padres; y así fueron a Fischat. Se trasladaron a Fischat.
Sí, fueron a Fischat, los que habían sobrevivido la matanza.
Diez habrán sido los que sobrevivieron, pues eran pocos los sobrevivien-
tes: mi padre finado, y también el padre de la MA’SA que vive en Colonia 1. Ellos
eran los que sobrevivieron.
Sí, había chamanes. Todo eso había en aquel entonces ya. Pero no se ob-
servaba que tuvieran gran confianza en los chamanes. Porque no entendían có-
mo era la manera de ser y actuar de los chamanes.
Sí, es cierto: al comienzo todos querían a los Elé, porque recién los cono-
cían. Pero sólo los que vivían en la misión de Fischat los conocían mejor, porque
allí tenían su pueblo. Esos nivaclé estaban con gusto allí, porque Fischat era su
pueblo. Lo mismo ocurrió con la aldea que se llama Esteros. Estaban contentos
que había la misión. Igualmente era su verdadera aldea. Pero mis padres no sen-
tían así, porque eran advenedizos en un pueblo ajeno. Venían de lejos. Quizás a
distancia de 300 km.
Ellos nos conocían bien. Sí. Quedé como verdadera Fischat lhavoque;
porque por los problemas que tuvieron mis padres, nosotros compartíamos sus
problemas. Nosotros vivíamos aquí al lado de la escuela. No hubo escuela en la
aldea donde vivía mi padre en Clôyôich’e Lhavôôj, como dije recién, a unos 300
km de Fischat, donde había escuela.
No. No fui a la escuela, porque estaba lejos de ella. Pero los que vivían
en Fischat, solían ir a la escuela. Pues allí tenían su suegro. No era difícil para
ellos. Sus padres vivían cerca y podían mandar a sus hijos a la escuela.
Al otro lado del río, siempre estaban alerta unos contra otros. Siempre ha-
bía guerra entre ellos. Y eso eran un problema para nosotros también. Pues no
había misión. Continuamente los unos montaban guardia contra los otros. Y así
también nuestros padres para no caer muertos. Con todo hubo días que fueron
muertos algunos.
La primera cosa era que nuestros padres se pusieron de acuerdo con los
toba y dejaron de combatirse unos contra otros. Dicen que llegaron a un acuer-
do en este punto y dejaron de agredirse unos a otros. Eso lograron también los
Elé que terminara la guerra de los antiguos, la matanza entre los indígenas que
vivían a lo largo del Pilcomayo.
- ¿Cómo era cuando recién escucharon cantar a los Elé; qué decían de
eso los nivaclé?
292 “Nos han salvado”
Pues, en aquel entonces era realmente lindo como cantaban; daba gusto
escucharlo. Pues, ellos mismos enseñaban cantar así, cuando estaban contentos.
Entonces los nivaclé se dieron cuenta que los Elé estaban felices.
Había los que les decían “Elé” , porque comúnmente se les decía samto;
así los llamaban también nuestros padres: “Ustedes son samto, ¿verdad?”. Es-
taban contentos ahora. Decían: “Llegan para quedar con nosotros; son buena
gente.”
Sus cantos eran diferentes; eran muy diferentes, los cantos de nuestros pa-
dres. No cantaban así. Como hoy día, todos los días cantan con la palabra de
Dios. Estos son días posteriores. Pero nuestros antepasados tenían otros cantos
que cantaban; no se sabe, que en otra parte se cantaba así como cantaban ellos.
Ellos sabían cantar sus canciones, pero enseñaban también; había quienes que-
rían aprender lo que enseñaban. Y aprendieron también las nuevas canciones. Es
como hoy día, hay quienes aprenden las canciones. Así eran nuestros antiguos
padres. Nuestros padres enseñaban sus canciones y así se seguía conociendo los
cantos.
Así era. Lo sabían así no más. Nuestros padres lo sabían desde siempre
(pero era como si no se daban cuenta).
Sí. Cuando llegaron los Elé, comenzaron a enseñar a los nivaclé, y a con-
secuencia sabían lo que significa este nombre que se dice,. Fitsôc’ôyich; de ahí
entonces se conocía el significado de este nombre. Nuestros padres solamente de-
cían como lo llamaban; decían: “Dicen que existía en tiempos antiguos Fitsôc’ô-
yich”.
- ¿ La enseñanza de los Elé era igual a la instrucción que les daban su pa-
dres?
Sí. En la misma manera transmitían los Elé, y así se entendía lo que sig-
nificaba aquel que llamaban Fitsôc’ôyich.
za. Cuando éramos niños. Nos intentaban a enseñar. Cuando no se daban cuen-
ta nuestros padres.
Porque nos iban a castigar. Había a quienes los Elé invitaban cuando en-
señaban. Porque nosotros dormíamos junto con los Elé. Dormíamos en su casa;
nos vestían en aquel entonces. Solíamos comer sorgo. Ese sorgo y hojas de bata-
ta nos cocinaban aquellos Elé. Mezclaban en la comida hojas de batata. Y eso
comíamos.
Yo prendía el fuego para mi hermano mayor; les prendía leña de palo bo-
bo. Vino con sorpresa y ya descamaba los pescados y los destripaba. Lo tenía al
lado del fuego, recogía la grasa para tenerla cuando vendría el frío, cuando he-
laría. Y repetían la pesca, mis parientes. Guardaban la grasa encantados, lleni-
Miguel Fritz 295
De eso hablé esta mañana que ponían fin; era una fiesta grande. Una di-
versión enorme; una fiesta grande.
296 “Nos han salvado”
Sí, también los Elé miraron. Se divertían mirándolo. ¿No es cierto que les
causaba realmente satisfacción?
Así lo pasaba yo, y eso cuento ahora, porque ya soy mayor; soy vieja aho-
ra. Y les cuento, pues, ahora me animo de hacerlo. Yo celebré la fiesta tcalhuts-
jai. Tenía mi vincha de garza roja que ponía. Siempre la tenía puesta, cuando sa-
lía de paseo. Llevaba la vincha de garza rosada como signo de mi tcalhutsjai, y
plumas de avestruz como tobilleras. Sí; así era lo celebramos. Y ahora lo recor-
dé para contártelo. Ya. Así eran las mujeres antiguas. Ahora hacen la fiesta sin
comer nada. Comen niniva, comen doca. Lo que comían nuestros antepasados.
Ya. Así se lo cuento ahora. Conté también de mi amigo. Veo también a es-
te amigo que está contento que suelto todo eso. Así me alegro también por mis
hijas y nietas que vienen con mis yernos. Y comimos juntos.
- ¿Qué decían los antiguos nivaclé cuando recién escucharon que los Elé
cantaban?
Sí.
No sé, cuántos quedaban con ellos. Todos aquellos murieron ahora. Sus
catecúmenos quedaban con ellos.
Bien. ¿Cuáles habrán sido sus nombres? AANÔT se llama uno de ellos;
allí vive. Cierto. AANÔT quedaba con ellos en ese lugar; está ahora en Fischat.
Así se llama que quedó con ellos. ¡Sí!. ¿Cómo era el nombre de aquel otro que
quedaba con ellos? Pero se separó de ellos. Aquí quedaron los catecúmenos
cuando estaban en la casa de los Elé. Hace muchísimo tiempo que estábamos con
298 “Nos han salvado”
ellos. Hace mucho tiempo. No lo sé. Está aquel sobrino mío que está en Filadel-
fia, que se llama TSEVTENAJ; sólo ése recuerdo. Él también se separó de los
Elé, con los cuales vivía; sí, él está en Filadelfia. Sólo él vive en Filadelfia. Creo
que vive, pero no estoy seguro.
- ¿Y los niños de aquel entonces quedaban con gusto con aquellos Elé?
¡Qué esperanza! Sí, de cierta manera les gustaba a los niños quedarse
con los Elé. Los tenían en su casa, los traían de vuelta los padres, pero los niños
quedaban fielmente con los Elé. Sí, quedaban con ellos. Tenían su casa aparte.
Por supuesto que les gustaba a los que vivían en la aldea de los Elé -
aquellos antiguos que ya no viven. Por supuesto que estaban conformes; los ali-
mentaban con sorgo; sólo sorgo comían. El Elé solo les alimentaba a los niños.
También les daban pan, y les gustó muchísimo comer a los niños. Cierto, tenían
también abejas.
Los niños que estaban con los Elé, les alimentaban también con la miel.
Se los dieron a los niños en ollas de hierro. En recipientes de hierro daban de co-
mer a los niños. Así era, como te lo cuento ahora. Porque eran más o menos ve-
cinos, aquellas mujeres de Fischat. Yo también vivía un tiempo en Fischat.
- Había nivaclé, dicen, que tenían miedo a los Elé, pues decían que tenían
dentro el tsich’e’ en la casa de los Elé.
Sí. Así era. Teníamos miedo en el interior de su casa. Era como los anti-
guos chamanes que se sentían amenazados por los tsich’e’. Por suerte no tenía-
mos ninguna molestia cuando dormíamos en la casa. ¡Nada!
Siempre era así, cuando trataban a los enfermos. Pero dudaban de los
chamanes, cuando oían su voz. Los Elé desconfiaban de ellos cuando cantaban.
Pero no les decían nada. Como recién conté, cuando estaban de fiesta de caci-
que. Cuando tenían la fiesta tô’tí decían: “No hablen de estas cosas. Niños, no
hablen de esto.
Ya. Ahí no resistía nadie. Muchos vinieron para bailar el baile del jefe. Y
además, que fue el nivaclé, jefe de la fiesta, por chicha. Dijo: “Observen cuando
llegan las balas los tiros” , y largó un tiro: bummm. “Fíjense”.
Y silbaban las balas. ... No quedaba nada; de veras era una diversión úni-
ca. Pumpumpum, sonaban los rifles. En una palabra: era una fiesta de primera.
Parte de la fiesta eran los regalos; le pagaba a la mujer (tanujjom). Así festeja-
300 “Nos han salvado”
ban los antiguos en tiempos pasados en nuestra aldea de entonces. Esas cosas no
se imaginan. Los que intentan de recordar en este lugar. El que tenía la fiesta no
ganaba nada. Se volvió en un poncho colorido y se hizo ver, poniéndose encima
de balde.
SÔCÔCLHAI.
Entre dos estábamos con ellos. Este tamaño tenía, cuando murió el fina-
do, este tamaño, teníamos los 2.
A los 2 nos enseñó, pero un joven no aceptó. Nos contestó aquella CA-
MAMSHI, la madre de ALBERTO; dijo aquel Elé: “Mañana voy junto a ustedes
con CAMAMSHI y LHAVCÔCLE’ “ Así dijo el Elé. Y de noche llegó junto a no-
sotros. Aquella es de la cual recién hablaste. Sí. Ella estaba con ALBERTO y PA-
BLO. Sí, vino junto a nosotros aquélla; tenía puesto zapatos. De esto hablamos
ayer entre dos. Ellos con tu tío trabajaban.
Sí. El primer jefe que estaba aquí en el pueblo. De Ftsuuc se había refu-
giado aquel nivaclé que habían hecho fugarse los samto. Él estaba en el pueblo.
Todavía no había llegado el que llegaría más tarde, sino aquel primerísimo.
- ¿Tucus?
Nosotras éramos niñas cuando vino junto a nosotros. El jefe nivaclé se es-
taba por enojarse cuando estaban tomando chicha. En el momento que llegaban
los que se refugiaban. Y dijo aquél: “¡Deja! Cuídense de los samto.”
Cierto. Aquel jefe nivaclé convocó una reunión. Levantó la mano un niva-
clé que estaba vestido de negro, que tenía puesto su cinturón con muchas mone-
das. Él se llamaba RAMÓN. Él hablaba; Escuchaban su mensaje que había quie-
nes venían junto a nosotros: PÔSENAJ, y su hermano menor, y también el jefe, y
también aquel obispo, vestido de rojo con sombrero rojo también. Todos juntos
vinieron junto a nosotros. Cuando había terminado de decir su mensaje, dicen
que dijo: “Venimos junto a ustedes. Muchas veces les matan losblancos.” Y ha-
blaron entre sí los nivaclé: cierto, siempre es así. Y le contestaron: “Está bien
que vengan junto a nosotros. Llegan junto a nosotros en un momento que nos lar-
gan balas a muchos nivaclé en la orilla del río.
Los que mencionaste, ellos tenían aquel elemento que ustedes llaman
tractor, que arrastraba el carro. Con él buscaban agua. Sí. Aquel PÔSENAJ tra-
bajaba. Él cortaba las maderas. Cuando los Elé se habían arreglado que noso-
tras, las niñas, nos juntamos con ellos y hablamos. Nos daban pedazos de pan
que les sobraban.
Cierto. De eso me hizo hablar ya ayer. Pues, se instalaron los Elé. Cuan-
do estaban bien arreglados, invitaron a los nivaclé que vinieran, a recibir taba-
co y harina. Cuando llegaron, mataron para ellos 2 ovejas que habían compra-
do para ellos.
Había nivaclé que tenían miedo; seguían a aquel anciano. Y ése dijo:
“Vale la pena el riesgo; ése con su corona puesta viene junto a nosotros carga-
do de carne de oveja.”
Entre 2 iban aquellos cuando iban a buscar agua. Sí, arrastraron el carro
con aquella (el tractor), que recién había aparecido en el pueblo. Llegaron al río,
y en la orilla del río estaban los ancianos. Cuando terminaron de cargar, les ti-
raron caramelos. ... Dispersaron los caramelos y repetían rápidamente tirando
más. Feliz quien podía agarrar algo. El jefe repartía regalos. Nos daba un peso.
Sí. Ésa es su casa. Ésa es la casa grande, y esa es la cocina de los Elé. Y
en esta casa suelen estar.
Miguel Fritz 303
Sí. Esta casa con puerta de tacuara. Hasta aquí llegaba la casa. Era una
casa alta.
Comunidades 935
Lhavôj’acfi Esteros
Tinoi
Pág
FISCHAT
306 “Nos han salvado”
Personajes
Nivaclé936
- Grandes caciques
Alipa
Alos Tôiyish
Flaco
Ju’yai Fischat
Lenguan’ai Fischat
Ôcts’otaj
Os’ônatai
Pajojam
Quecleichaai Tifufcat
Sánchez Ftsuuc
Scutaa Jpôôc
Shtôclaai
Top’aclit
308 “Nos han salvado”
Ts’am’ai Fischat
Tsiletseleai Lhafatas
Voitsooi
-Grandes chamanes
Anqueque Armando
Asht’iyt’inaj
Chivôcônaj’ai Jats’oosshi
Chiyômôt’ai
Clapsaai
Cônivai Nucatshiy
Côquishai’in Fischat
Cumaj’ai
Cunaai
Fusinaj Utsichat
Fusinaj’ai
Ja’vôôvji Utsichat
Josinôô cantor
Ju’yai Fischat
Juutshinaj Vatacachi
Laam Samaclai
Lhayai’ai Utsichat
Maaj
Nasit’a Vatacachi
Natsai
Nicoco Utsichat
Ôjqueclenaj
Ôjqueclenaj
Ôquiqui
Ovoi’ai Faatatsuc
Ovoitaa
Pecloai
Sas Leguan
Satunaj Peechalhôj’ai
Simiyshiai Nucatshiy
Tacluuc
Timp’ooc Looc
Tsimui Lhavôj’acfi
312 “Nos han salvado”
Uj’ai Nôjtachat
Ujach’e Jôquishinaj’ai
Vaninôt Utsichat
Vatôc’ôcleai
Yiyashanaj Vatacachi
- Chamanes mujeres
Caa
Simaa’aiya Fischat
Miguel Fritz 313
Sinjeech Fischat
Snipi Tôiyish
Ta’nuuj Fischat
Misioneros937
*volvió a Alemania
**dejó la Congregación
316 “Nos han salvado”
Pág
P. FRANZ
con niños
Glosario938
fischat palmar
nivacche mujer
nivacle hombre
pôsenaj barbudo
taôclaj niño
uj grande, gordo
yuc rojo
Miguel Fritz 319
Fotos (pp.146)
320 “Nos han salvado”
(pp. 147)
Miguel Fritz 321
(pp. 148)
322 “Nos han salvado”
(pp. 150)
NOTAS
4Aunque en Guachalla, aparte de los guaraníes - para los cuales se fueron los misioneros - en-
contraron también nivaclé (y manjui). Y desde Mariscal Estigarribia, se fundó 1942 la misión
Santa Teresita, en un primer momento para guaraníes pero pronto los nivaclé exigían también su
derecho, estando la misión en su territorio ancestral (además viven guaraní ñandeva en esta mi-
sión). Más tarde, desde Mariscal comenzaron contactos con otras comunidades nivaclé.
8MAGRASSI distingue este concepto de un “cambio cultural” que alteraría estructuras básicas;
v. 102.
9BROSEGHINI: 10
11MAGRASSI: 102.
324 “Nos han salvado”
12BASTIDE: 40.
13Según P. SUESS, la palabra introdujo el cardenal Sin en la IV Asamblea General del Sínodo
de Obispos, 1977. Sinembargo, otra fuente aduce que tiene su origen ya en una expresión de Jio-
seph MASSON (1962), y que fue usada en la Primera Asamblea de las Conferencias Episcopa-
les Asiáticas (1974). El Papa Juan Pablo II, la usa en su Exhortación Apostólica “Catechesi Tra-
dendae” del año 1979 (No 53); v. SUESS 1989: 175; RZEPKOWSKI: 208.
14Transmisión de la cultura, por parte de los adultos, a la generación que habrá q sucederlos.
BASTIDE: 41.
16MAGRASSI: 71s
17BROSEGHINI: 19.
21Para promover la obra civilizadora de las numerosas tribus salvajes que allí moran. Decreto
del Presidente Juan Bautista SAAVEDRA del 10 de junio 1924; v. OBLATOS: 9.
26V. CHASE 1990, Situación: 141. Otras variantes del mismo nombre: chunpiyes (SUÁREZ
1793; en: nota adjunta a SEELWISCHE, Los nivacle), chumipí (AZARA 1809, en CARDOZO:
72), chunipi (CARDUS 1886, en: SUSNIK 1981: 186), churupi (en CHASE 1990, Resumen: 7).
28En SUSNIK 1981: 187. También se puede leer: asuslai (en CHASE 1990, Situación: 138), ath-
luthlai (HUNT: 257) y ashulushay (PALAVECINO 1928, en: CARDOZO: 72).
29V. SUSNIK 1981: 181. Variantes: sociagay (BELAIEFF 1930, en: CARDOZO: 71).
30V. HUNT: 257. Por GRUBB: shin (1904, en: CHASE 1990, Situación: 138). Significa en entl-
het: “sucios”.
33Constan varios relatos transmitidos en la tradición oral hasta la actualidad. V. NIVACLÉ FIS-
CHAT; otros están recopilados en: SEELWISCHE 1986: 45s, 48s, 51s, 53s, 56s.
35V. HERRMANN: 121 (mapa). Sinembargo, quedaban poblaciones nivaclé en el lado de la ac-
tual Argentina; o se reasentaron, también por sus migraciones anuales en busca de trabajo en los
ingenios. Actualmente viven algunos 1.200 “chulupí” en la provincia de Salta; v. ENDEPA.
36V. CHASE 1990, Resumen: 7s. Hay que tomar en cuenta que el Río Pilcomayo cambió en los
años ‘’70 su cauce, pasando ahora por General Díaz y dejando la frontera seca, donde se encuen-
tra uno de los puntos más sureños del territorio mencionado; Fischat.
37V. loc.cit.
326 “Nos han salvado”
38No se trata en este momento de una descripción exhaustiva de su cultura. Más abajo se trata-
rán diferentes momentos, sobre todo de sus celebraciones, como también de las apreciaciones de
los misioneros.
49V. FRIC: 219; SUSNIK 1981: 47, 144; SEELWISCHE 1972: 468.
50Por ejemplo con los guaraní ñandeva (“tapieté”) o con los manjui (“choroti”); v. SUSNIK 1981: 193;
SUSNIK 1988, Introducción: 16.
51Con ellos tuvieron sobre todo relaciones comerciales; v. SUSNIK 1981: 193.
52V. SUSNIK 1981: 147; SUSNIK 1983, Los: 142; SEELWISCHE 1972: 468.
Miguel Fritz 327
55TOMMASINI: 49.
56ESPÍNOLA y PEÑA en 1794 (v. WILBERT: 2); CAMPOS 1883 (v. SUSNIK 1981: 186).
581913, orilla del Río Bermejo, cuando los nivaclé abandonaron su útlima aldea ahí; v. HUNT:
258.
60HOUNDER: 390.
61V. loc.cit.
65Este año da SUSNIK 1981: 58; sinembargo, ya en el mapa de HUNT (1915) figura la estación
suhin; lo mismo en el mapa de GRUBB (1911), como también en el mapa del relato anual
1911/12 (SAMS 1911/12); v. REGEHR 1979: 136.
67V. VERVOORT en MB 3/1928: 95, quien en una carta del 1937-6-26 comenta, cuando escu-
chó de planes de fundar todavía una misión: lo único que faltaba.
328 “Nos han salvado”
69Los anglicanos como los mennonitas eran misioneros del Paraguay (v. 2.3); V. PILCOMAYO-
MISSION: 3.
70En sus sesiones de 1924-9-29, 1925-7-20; v. ACTAS: 147 (y otra copia sin página).
74BECKER: 236.
76SEELWISCHE, Los nivaclé: 2. Estas ventas fueron autorizadas por la ley del 1885-5-28; v.
CHIAVENATO: 76.
79OLBERTS: 41.
80Entrevista JORGE..
83Especialmente de las famosas tropa de JARA (de tipo guerrillero); v. carta de STAHL 1932-
10-20;
Entrevista SEELWISCHE.
87En la actualidad son 16 pueblos diferentes, muchos separados por las fronteras nacionales; v.
AGENDA 1994.
88OBLATOS: 26.
92V. DIARIO HEF 1938: 1; PILCOMAYO-MISSION: 129s; MB 1937: 189; MB 1938: 211.
93Enero 1928 tuvieron que mudarse. OBLATOS: 20. 1930-2-16; v. MB 1930: 244, 274.
96V. 6.1.
104PILCOMAYO-MISSION: 21.
105Ibid: 15ss.
107...Padre Enrique BREUER, por delitos de traición y espionaje en el Gran Chaco. Tomados
por esta Comandancia los antecedentes y cargos que existieran, no aparecen en forma alguna,
quedando por consiguiente sobreseído el juicio y restituida la honrabilidad...; COMANDO
1928-2-13.
111V. DEUTSCHE GESANDTSCHAFT: habla del vocero Pater Walter Walwy (?); 1934-12-7.
114Hubo por ejemplo un nivaclé que guió a los paraguayos; v. Entrevista CALOT.
115V. 1.3.
119V. 3.4.
122Aparte de lo que se puede leer en sus informes y decretos, v. VERVOORT, MB 1936: 279.
127V. VERVOORT, MB 34: 83; v. también: 6.2. Las primeras hermanas llegaron en 1937-7-10;
v. PILCOMAYO-MISSION: 61.
128Aquellas costumbres que no contradicen a moral y religión, hay que mantener. ACTA 1939-
11/12: 5. V. también Entrevista FLECKENSTEIN.
129PILCOMAYO-MISSION: 34.
131Carta ROSE 1926-12-16; era lo que más le afligió al Cardenal ESTÈVE en Roma. V. tam-
bién: carta de LAMBERTZ: PILCOMAYO-MISSION: 21.
132El hermano FLECKENSTEIN cuenta como los padres se fueron por la noche para controlar
debajo de las frazadas; v. Entrevista.
134V. ibid: 152; SEELWISCHE 1991: 259; MB 1-4/1926: 170; WALLENBORN, MB 4/1925:
96.
138V. 2.2.
139V. 7.
140V. 6.4.
Miguel Fritz 333
146PIETSCH: 47.
148BROSEGHINI: 19.
152PIETSCH: 83.
153V. PIETSCH: 47; v. también: CLOSSET, MB 10,11/1920: 201, 203; GOTTHARDT: 163.
156AZZI: 138s.
157V. loc.cit.
334 “Nos han salvado”
166BACKHAUS: 18. A nuestros buenos pieles rojos que lastimosamente todavía son paganos,
decía STAHL, MB 1930: 365.
170Entrevista FLECKENSTEIN.
171VERVOORT, MB 1936: 77; Así también LIPPOLD, MB 1936: 213: Los misioneros son men-
sajeros de la luz que alumbra la oscuridad del paganismo y de la incredulidad.
172La palabra Kolonialmission se debe a Karl Heinrich Christian PLATH (1898); v. RZEP-
KOWSKI: 247.
Miguel Fritz 335
174Carta 1937-7-10.
179Loc.cit.
183BROSEGHINI: 14.
186V. 4.2.1.
187V. 3.
336 “Nos han salvado”
191Su nombre verdadero fue SAMCO, desfigurado por los blancos a SAPO; v. FRITZ, Los: 60.
195ANÓNIMO: 1.
197PILCOMAYO-MISSION: 34.
198Carta STAHL 1929-1-2. La información había adquirido BREUER en una visita incógnita en
la misión anglicana en Nanawa: V. OTTO: 7, quien juzga la misión negativa.
199V. 3. y 4.2.3.
203Esta prueba hizo una vez uno de los misioneros anglicanos; v. HUNT: 46. Al P. Juan HEN-
NES, el Mons. VERVOORT se lo prohibió; v. Entrevista SEELWISCHE.
Miguel Fritz 337
208V. 5.2.7.
210V. UN SECOLO.
219RZEPKOWSKI: 144s.
220V. Anexo.
338 “Nos han salvado”
221Entrevista CASTILLO.
222Loc.cit.
223Entrevista RIVEROS.
224Entrevista CUTENÔ.
226Entrevista CUCH’AJ’IN.
230Entrevista CU’CHAJ’IN.
231Entrevista CUTENÔ.
232Entrevista CUCH’AJ’IN.
237A veces decía que tenía hambre, pedía a los nivaclé. Entrevista JORGE; cf. Entrevista FLEC-
KENSTEIN.
238Una vez más, son las mujeres que hablan de tela y género: v. Entrevistas CUCH’AJ’IN, ASH-
CAMÔI.
239Entrevista ALTO.
240Entrevista ASHCAMÔI.
241Entrevista JORGE.
243Entrevista RIVEROS.
244Entrevista CASTILLO.
246Entrevista CASTILLO.
247Entrevista CUCH’AJ’IN.
251BREMEN: 12.
252Ibid: 16.
340 “Nos han salvado”
254Entrevista FRANCIA.
257Entrevista CUTENÔ.
259Entrevista GÓMEZ.
261Entrevista FRANCIA.
262V. SEELWISCHE 1972: 467S; SEELWISCHE 1974: 157, 159s; FRITZ, Los: 45s.
264Entrevista MORENO.
265Las expectativas de los nivaclé de tener a los misioneros como aliadas, se verificaron plena-
mente. V. SEELWISCHE 1991: 256.
266Entrevista CLISCHE.
270V. 5.2.
271Entrevista FRANCIA.
276Entrevista GÓMEZ.
278V. 5.1.6.
280Entrevista CU’CHAJ’IN.
286Entrevista ALTO.
287Entrevista CUTENÔ.
288Entrevista JORGE.
289Entrevista CASTILLO.
290Entrevista GÓMEZ.
291Entrevista BENÍTEZ.
292Entrevista JORGE.
294Entrevista CUTENÔ.
295Entrevista GÓMEZ.
297Entrevista CASTILLO.
298Loc. cit.
299Entrevista MORENO.
300Entrevista ASHCAMÔI.
301Entrevista CASTILLO.
302Entrevista MORENO.
Miguel Fritz 343
303Loc.cit.
304Loc.cit..
305Entrevista GÓMEZ.
306Entrevista FRANCIA.
307Entrevista MALDONADO.
308Entrevista JORGE.
309Entrevista FRANCIA.
310V. 6.2 y 8.
312NIVACLÉ Fischat.
314Entrevista JORGE.
315V. 8.1.
316Entrevista MAI’A.
318El P. STAHL fue en el comienzo, después de la salida del P. ROSE, el único que hablaba bien
el castellano.
344 “Nos han salvado”
320V. 5.2.
321Entrevista BENÍTEZ.
322Entrevista JORGE.
323Entrevista FRANCIA.
324Entrevista JORGE.
326Entrevista CASTILLO.
327RESUMEN.
329V. 5.3.
331Entrevista CUTENÔ.
332Entrevista CASTILLO.
333Entrevista ASHCAMÔI.
334Entrevista MALDONADO.
335Entrevista JORGE.
Miguel Fritz 345
336Entrevista CLISCHE.
337Entrevista MALDONADO.
339Entrevista CUTENÔ.
340Loc.cit.
341Entrevista FRANCIA.
342Entrevista MORENO.
344V. 8.
345Entrevista FRANCIA.
348OTTO: 9.
349Entrevista ALTO.
350NIVACLÉ Fischat.
352V. 5.2.
346 “Nos han salvado”
357Entrevista GÓMEZ.
358Entrevista JORGE.
359Entrevista MAI’A.
360Entrevista CUCH’AJ’IN.
361Entrevista JORGE.
362Entrevista ALTO.
365Entrevista GÓMEZ.
366Entrevista MAI’A.
367Entrevista CUCH’AJ’IN.
368Entrevista MORENO.
369Entrevista JORGE.
Miguel Fritz 347
370Entrevista ASHCAMÔI.
371Lo que podía ocurrir es imaginable si sólo vemos la siguiente anécdota: El Gral. KUNDT (co-
mandante de las tropas bolivianos en Muñoz) vino a visitar la misión. Hablando en alemán con
los hermanos, estos, en broma, contestaron en nivaclé a la pregunta de cuántos indígenas vivían
en la misión: “acloj” (muchos). El militar se enojó, porque entendía Arschloch (palabrota alema-
na que significa: agujero del culo); v. Entrevista SEELWISCHE.
379Entrevista MAI’A.
381Entrevista MORENO.
383Entrevista GÓMEZ.
384Loc.cit.
348 “Nos han salvado”
385Entrevista ALTO.
386V. 6.4.
387V. 5.1.5.
389Entrevista JORGE.
390Entrevista MORENO.
391RESUMEN.
392El P. OTTO, enseguida escribió una carta de casi 20 páginas (a máquina), todo un tratado de
misionología; v. Bibliografía y Cartas.
393V. 2.2.
400ANÓNIMO: 1.
Miguel Fritz 349
402PILCOMAYO-MISSION: 159.
404OTTO: 9.
406Loc.cit.
409V. DECRETOs.
416UN SECOLO.
417DICCIONARIO: 117.
350 “Nos han salvado”
425V. BREUER, MB 3/1928: 79. Este concepto también se repetía más tarde, aunque periódica-
mente superpuesto por otros proyectos; v. La Changa, en FRITZ, Los: 71-126.
427NIVACLÉ Fischat.
433Ibid: 246.
Miguel Fritz 351
434OTTO: 9.
435PILCOMAYO-MISSION: 145.
437PILCOMAYO-MISSION: 145.
438Diario OTTO 1935-9-18. V. también OTTO: 14, donde menciona además los adornos.
445UN SECOLO.
447Entrevista FLECKENSTEIN.
450PILCOMAYO-MISSION: 145.
352 “Nos han salvado”
456Entrevista FLECKENSTEIN.
473Entrevista FLECKENSTEIN.
478V. loc.cit.
480Así literalmente - ¡en castellano! - en: Diario STAHL 1929-2-4; v. también MB 3/1928: 942.
485V. 5.2.7.
488PILCOMAYO-MISSION: 133.
489UN SECOLO.
490V. 6.3.
492V. RELATOS MSL 1935-7. Cf. también Entrevista MAI’A: la importancia de las estrellas pa-
ra poder preparar la fiesta.
493V. 4.1.
502Ibid: 1937-4-20.
508Los Oblatos temían la competencia; v. 2.1.3. Los anglicanos se sorprendieron por la buena
acogida que habían recibido sus misioneros en las misiones de los “Romanos”; v. WEBB: 68.
510WEBB: 68.
511NIVACLÉ Fischat.
520Entrevista FLECKENSTEIN.
521Aunque la palabra alemana, Zauberer, suena algo más moderada que su traducción corres-
pondiente, brujo. Mago sería otra opción de traducirla.
527UN SECOLO.
531REGLAMIENTO 11.
533OTTO: 15.
534Entrevista JORGE.
536Entrevista JORGE.
538Entrevista MALDONADO.
540Entrevista CLISCHE.
541Entrevista GÓMEZ.
542Entrevista MALDONADO.
543Entrevista FRANCIA.
544Entrevista MORENO.
545Entrevista CUTENÔ.
546Entrevista MAI’A.
549Entrevista JORGE.
358 “Nos han salvado”
551Entrevista BENÍTEZ.
552Entrevista CUTENÔ.
553Entrevista MAI’A.
554Entrevista CASTILLO.
555Entrevista FRANCIA.
560PILCOMAYO-MISSION: 34.
563OTTO: 13.
565OTTO: 9.
569PILCOMAYO-MISSION: 21.
575Entrevista FLECKENSTEIN.
577V. 9.
584V. BREUER, MB 3/1928: 79; v. también más tarde LIPPOLD, MB 36: 214.
585REGLAMIENTO, Art. 1
586V. 5.2.2.
588V. MB 1938: 212; v. también RELATOS Esteros 1937-5, Carta VERVOORT 1936-2-3.
590En cuanto al orden: Acá en la aldea tiene que reinar orden; ACTA Reunión 1939-9-28: 1. Lo
que se refiere al horario: Un hermano tenía que tocar el pito a la hora de comenzar el trabajo; v.
Carta OTTO 1935-10-13.
598REGLAMIENTO 7.
601Por eso (aunque fuera para comprar los víveres a entregar) había que despedir a los obreros
en algún momento: v. MB 1934: 384; v. abajo.
602V. 5.1.1.
604Se trata del Ilex Paraguayensis, que, con infusión de agua caliente, se convierte en mate, con
agua fría, en tereré, ambos bebidas nacionales paraguayas.
605V. Entrevista SEELWISCHE, quien pudo recoger esta información del actualmente desapare-
cido diario del Hermano ISENBERG.
614V. MB 1934: 160; RELATOS MSL 1935-2, 1936-7; Entrevistas CUTENÔ, CRESPO (sin fe-
cha), CUCH’AJ’IN, ASHCAMÔI.
362 “Nos han salvado”
617Cocina: v. VERVOORT, MB 1934: 271s. Empujar la canoa: v. ibid: 273. Mudanza de Este-
ros: v. VERVOORT, MB 1932: 297. Colocación del teléfono: v. RELATOS Esteros 1936-12.
Ayudante de chofer: v. Entrevista FLECKENSTEIN.
619Entrevista FLECKENSTEIN.
625Aunque la carpintería trabajaba en primer lugar para cubrir sus propias necesidades en la mi-
sión.
632V. MB 1932: 125; VERVOORT 1932: 299; ACTA Visita Esteros 1939-11/12: 2; Cartas VER-
VOORT 1935-7-19, 1937-6-1.
634Se trata aquí solamente del espacio temporal hasta el año 1939. Desde el punto de vista ac-
tual, el cambio económico merecería todo un estudio aparte.
641Porque veía demasiado claro el peligro de la prostitución: mientras que estaba una vez en una
reunión con el comandante de Muñoz, sus subalternos en la misión estaban buscando ya chicas;
v. Diario STAHL, sobre todo: 1932-1-9/13/14/16.
648Entrevista FLECKENSTEIN.
654Por ejemplo, cuando se huyeron muchísimos indígenas a la misión por el miedo de vengan-
za de parte de los blancos con los cuales habían tenido un tiroteo: v. RELATOS Esteros 1939-3.
655Todavía en la actualidad se puede escuchar que ancianos digan a sus nietos: “Vete a la comi-
da”; v. FRITZ, Los: 190.
656UN SECOLO.
660PILCOMAYO-MISSION: 160.
Miguel Fritz 365
677Hasta los años 60, cuando terminó la época de los internados; v. GÓMEZ 1994: 20.
366 “Nos han salvado”
678Ibid: 13s.
680CAYOTA: 150.
681JORNADA: 21.
682Y tema único de las 13 entrevistas en el estudio de GÓMEZ 1994 sobre este tópico.
685El problema enorme de las enfermedades venéreas se trató con tal discreción (en los diarios)
que tampoco no parece oportuno de colocarlo en el centro de nuestra atención. V. también FRITZ,
Los: 158.
697V. 5.1.2.
698Entrevista MAI’A.
700RESUMEN.
705Aunque VERVOORT gozaba de cierta fama como “médico”; él mismo solía encargarse de
los misioneros enfermos.
706V. VERVOORT, MB 1933: 308. STAHL también había salvado la vida al cacique de mala fa-
ma “corta-cuello”, quien se lo gratificó, heredándole 2 ovejas gordas antes de morir acuchillado
(v. Entrevista SEELWISCHE).
707En 1933 ya tenían una farmacia en cada misión; v. VERVOORT, MB 1934: 82s.
709La necesidad de hermanas es como un refrán de todas las cartas en aquellos tiempos; v. p.e.
VERVOORT, MB 1932: 297s; Carta VERVOORT 1934-2-18.
710V. por ejemplo RELATOS MSL 1934-12, 1937-9, 1937-11; Esteros 1939-10; también VER-
VOORT, MB 1938: 212, PILCOMAYO-MISSION: 126.
712Entrevista GÓMEZ.
716UN SECOLO.
722V. RELATOS Esteros 1935-12; MB 1938: 188; VERVOORT, MB 1935: 241-247; Diario OT-
TO 1935-12-?; Entrevistas GÓMEZ, CASTILLO, MORENO.
723V. VERVOORT, MB 1935: 241-247; Diario OTTO 1935-12-17; Entrevistas FRANCIA, CU-
’CHAJ’IN.
Miguel Fritz 369
725Si la muerte fue causada por un chamán; una venganza ritual. Los misioneros no se habían
enterado de sta ceremonia; detalladamente descrita en: TOMASINI s.a.
742PILCOMAYO-MISSION: 145.
744Entrevista FLECKENSTEIN.
746PILCOMAYO-MISSION: 159s.
747Entrevista CUTENƒ.
748Entrevista MALDONADO.
749Entrevista JORGE.
750Entrevista GÓMEZ.
753Entrevista CLISCHE.
754Entrevista CUTENÔ.
755Entrevista CLISCHE.
756Entrevista GÓMEZ.
Miguel Fritz 371
757Entrevista ASHCAMÔI.
758Entrevista MORENO.
759Entrevista JORGE.
760Entrevista ASHCAMÔI.
762Loc.cit.
763Loc.cit.
764Entrevista JORGE.
766Loc.cit.
767Entrevista MORENO.
768Entrevista ASHCAMÔI.
770Entrevista MORENO.
771Entrevista CLISCHE.
772Entrevista MADLONADO.
773Entrevista GÓMEZ.
372 “Nos han salvado”
774Entrevista JORGE.
775Entrevista MORENO.
776Son ellos: MORENO, ALTO, MAI’A y JORGE. Siendo católicos viven en un ambiente men-
nonita: MALDONADO, GÓMEZ.
777Entrevista MALDONADO.
778Entrevista GÓMEZ.
779Entrevista CLISCHE.
780Entrevista CUTENÔ.
784Entrevista GÓMEZ.
793OTTO: 15.
802STAHL anotó enseguida la palabra “fitzochoitsch” (Fitsôc’ôyich), cuando se dio cuenta que
ése era el término para Dios; v.Carta STAHL 1933-2-10.
813PILCOMAYO-MISSION: 31.
815PILCOMAYO-MISSION: 31.
816Carta VERVOORT 1936-6-13. V. también ACTA Visita Esteros 1939-11/12: 6, Carta VER-
VOORT 1939-7-26.
818V. Carta VERVOORT 1939-7-26, donde crítica que no hayan hecho la bendición en nivaclé.
820SEELWISCHE 1990: 8.
821Recién en los años 70, poco a poco comenzó a imponerse su autodenominación nivacle.
Miguel Fritz 375
823Sólo GÓMEZ, que era demasiado pequeño todavía cuando llegaron los misioneros, insiste
que en el comienzo totalmente no saben nada del idioma nivaclé (Entrevista GÓMEZ). Y MAI’A
incluso dice que no estudiaron nada y no sabían nada (v. Entrevista MAI’A); pero ella no es
oriunda de las comunidades misioneras y las conoció recién más tarde de visitas.
827JORGE menciona a AS’EYETAJ como uno de los maestros nivaclé quienes enseñaron a los
misioneros; v. Entrevista JORGE.
833V. 2.2.
839V. Carta STAHL 1932-11-12. En una carta anterior mencionó el ataque aéreo que terminó con
toda una aldea (1932-11-5).
846V. loc.cit. V. también TELEGRAMA a la 4. División 1932-5-3, con el cual quisieron impedir
que los nivaclé, enfermos de viruela fueran llevados al ingenio azucarero.
852Había temporadas en que vivían cerca de 3.000 nivaclé en la misión (v. RELATOS Esteros
1933-12), mientras que a la sazón había apenas 10, 5 años más tarde 20 Oblatos en las 2 estacio-
nes; v. VERVOORT, MB 1934: 83 y MB 1938: 117.
854V. 1.2.
858V. 6.4.
863OTTO: 15s.
864PILCOMAYO-MISSION: 59.
867Loc.cit.
378 “Nos han salvado”
868V. 8.3.
870RELATOS MSL 1937-11. V. también OBLATOS Circular 1936-1-20. Cf. CHASE 1981: 209.
873De los Elé, por un lado (quienes aparentemente en algún momento todavía rechazaron el acer-
camiento; V. 5.1.6.); por otro lado, por ejemplo del bautismo: vieron la señal de la cruz como se-
ñal de muerte: v. OBLATOS Circular 1936-1-20; v. también 6.3.2.
874Sobre todo el canto de los Elé les “encantaba” (v. Entrevista MORENO; v. también 5.1.5.)
875Entrevista JORGE.
876Entrevista MALDONADO.
877RESUMEN
878Entrevista MORENO.
879Entrevista CLISCHE.
885Ibid: 210-212.
886Ibid: 210.
887Ibid: 212.
888Literalmente: época del algarrobo; año; comienzo del verano (v. SEELWISCHE 1990: 255),
es decir: tiempo de abundancia.
890Ibid: 210.
892V. 8.2.1.
899V. 6.2.3.
380 “Nos han salvado”
900Esta y las siguientes citas son del Anexo a SEELWISCHE 1991, que no fue publicado.
907V. PILCOMAYO-MISSION: 125; OBLATOS Circular 1936-8-15. Cf. también 3.6., 4.2.4.,
5.2.6., 6.1.
909Como vimos arriba, estaba programado para 3 años, sinembargo, recién después de 5 años
fueron bautizados los primeros.
910Los artículos más importantes se reproduce acá; la parte literal, como acostumbrado, en letra
cursiva. La otra parte son resúmenes míos.
911REGLAMIENTO.
914Me contó un nivaclé de algunos 60 años quien se acordaba que, cuando er niño, se iban cada
vez más al monte para poder celebrarla.
Miguel Fritz 381
917V. O.
9181926-1939; del primer año no existen todavía declaraciones sobre los nivaclé.
920Cf. 5.1.
924Ambos murieron prematuramente por enfermedades, STAHL en junio 1933, OTTO en di-
ciembre 1937.
925KIDD: 29.
927KIDD: 29.
928Ibid: 30s.
931V. 1.2.
940Apellido (en su defecto: nombre nivaclé), nombre (castellano, nivaclé) - fecha - lugar de en-
trevista - fecha de nacimiento (aproxim.).
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1928-1-30 Asunción, Archivo VAP
TELEGRAMA
1932-5-3 Esteros, Archivo VAP
Cartas939
OTTO, Joseph Madre y hermanos 1935-11-29 Misión San Leonardo Archivo OMI -
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OTTO, Joseph Madre y hermanos 1936-2-28 Misión San Leonardo Archivo OMI -
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OTTO, Joseph Madre y hermanos 1937-3- Misión San Leonardo Archivo OMI -
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- Entrevistados940