Está en la página 1de 15

Lo real y lo fantástico en la literatura de Juan Bosch

Maricruz Castro Ricalde1

“La mancha indeleble” (1960) forma parte de Cuentos escritos en el exilio (1962) de

Juan Bosch (1909-2001), obra que abarca más de veinte años de escritura de ficción de uno

de los pensadores latinoamericanos más importantes del siglo XX. El volumen recogió

doce textos, diseminados en publicaciones periódicas de su natal República Dominicana; su

lectura favorece la identificación de sus tópicos más celebrados: la problemática social del

mundo rural, las desigualdades económicas y el tinte costumbrista, cuya puesta en escena

enfatiza las carencias materiales, pero, sobre todo, la mezquindad moral de los seres

humanos. La aparición de ese libro en Cuba, en donde había vivido gran parte de un exilio

iniciado en 1938, fue relevante para el reconocimiento de su trayectoria literaria. Justo en

ese año, en 1962, asumió la presidencia de su país, la primera elegida democráticamente,

después de décadas de la cruenta dictadura de Leónidas Trujillo2.

La dispersión temporal y espacial, características de la forma como se dieron a

conocer las ficciones de este prolífico biógrafo, historiador, autor de ensayos políticos,

filosóficos, pedagógicos, sociológicos, económicos y literarios, periodista, autor de crónicas

y testimonios, no favoreció un prestigio generalizado a su labor como creador sino hasta la

década de los sesenta. Es plausible especular el interés de Bosch por reunir sus cuentos, uno

1
Publicado en: Castro, M. (2009). Lo eal lo fa tásti o e la lite atu a de Jua Bos h e Castálida.
Revista del Instituto Mexiquense de Cultura. no. 38, verano, pp. 98-107. ISSN 1405-2083

2
Su gobierno, no obstante, sólo se sostuvo durante siete meses, víctima de un golpe de estado apoyado por
el gobierno de los Estados Unidos.

1
de los géneros primeros en los que manifestó su vocación de escritor, a la cual le sería fiel,

a pesar de su intensísima actividad política. Al haber sido editados tanto tiempo antes y

vivido casi treinta y cuatro años lejos de su suelo natal, la faceta de autor culto, sensible, en

contacto con las dolencias de los campesinos, los inmigrantes, de las injusticias sociales, de

la violencia doméstica, era ignorada por sus coterráneos, a quienes aspiraba a gobernar.

Conservaba un lugar en las letras hispánicas, pero dado su legítimo derecho a querer dirigir

a sus coterráneos, debió haberle importado el reconocimiento no sólo de un puñado de

intelectuales, sino del mayor número posible de ciudadanos letrados.

Si su quehacer político estuvo presente, gracias a su constante movimiento entre las

élites intelectuales de la democracia latinoamericana de mediados del siglo XX, la censura

trujillista en torno de la obra impresa en República Dominicana, antes de la forzada salida

de Bosch, contribuyó sobremanera a un olvido relativo de sus aportaciones en el campo de

la literatura y los ecos despertados ante la crítica internacional, desde su juventud. Por

ejemplo, a principios de los años treinta, los expertos le habían concedido un sitio

preferencial en las letras latinoamericanas, al lado de consagrados de la talla de Rómulo

Gallegos, Ricardo Güiraldes, José Eustasio Rivera, Horacio Quiroga y nuestros Mariano

Azuela, Alfonso Reyes y Martín Luis Guzmán.

Mención aparte merece su extenso ensayo “Apuntes sobre el arte de escribir

cuentos”, tanto por la inteligencia de sus argumentaciones como por formar parte de uno de

los escasos textos generados en lengua española, sobre el tema. Frecuentemente se acude a

teorías provenientes de otras culturas y se aplican a un contexto tan heterogéneo y singular

como el latinoamericano, debido a la mínima existencia de escritos de este orden, en el

campo de la literatura. Antes, el uruguayo Horacio Quiroga había popularizado “El


2
decálogo del perfecto cuentista” y, después, el argentino Julio Cortázar haría lo mismo con

“Del cuento breve y sus alrededores” (1969) y “Algunos aspectos del cuento” (1970).

Mucho menos leída, la propuesta de Bosch es tan profunda como amena. Insiste en el

manejo de la técnica: con más precisión, en la labor de artífice del escritor, quien debe

conocer a fondo los entresijos del género y ejecutarlo de manera constante (1993: 3-17). Es

evidente que para el dominicano estas reflexiones emanaron de su propia práctica de la

ficción breve y, tal vez simultáneamente, ésta fue alimentada por aquélla.

“La bella alma de don Damián” es de 19393 y en 1941 circuló en Cuba otra de sus

narraciones más conocidas, “Dos pesos de agua”. Los tres títulos mencionados (éstos más

“La mancha indeleble”) son considerados dentro de lo mejor de la ficción corta del

dominicano (Collado, 2009), la cual abarca más de ochenta cuentos. El mismo autor

expresó la satisfacción experimentada hacia los dos primeros y mencionó otros tres

nombres vinculados al eje temático con el que más se le identifica, el de su preocupación

por lo social. Es el caso del aplaudido “La Nochebuena de Encarnación Mendoza” (1998:

XI). He creído pertinente realizar este balance, debido a que la vertiente fantástica de sus

historias comenzó a ser estudiada de manera muy tardía, a pesar de impregnar, en forma

muy marcada varios de sus escritos más sobresalientes. En ello me parece detectar cierta

lógica, en cuanto a la alta visibilidad de su trayectoria política y su reconocimiento como

luchador por la democracia, rasgos aparejados de manera natural con la creación de una

literatura de corte criollista. Son los mismos matices y enfoques que favorecieron su

vinculación con los autores identificados con las “novelas de la tierra” (Gallegos, Rivera,

Güiraldes). La mezcla de realidad e irrealidad, singularidad propia de lo fantástico (Hahn,

3
Narración recogida en el libro Cuentos escritos antes del exilio (1964), lo cual indica qué tan tardíamente
pudo ser leída por un público más amplio.

3
1978: 17), supuestamente sería menos contundente para la descripción de las tragedias

cotidianas de sus personajes.

Por otra parte, coincidimos con Seymour Menton (2008), en cuanto a que la

vertiente fantástica no necesariamente es ajena a las temáticas de protesta social. “Dos

pesos de agua” es un claro ejemplo de ello. En este cuento, las almas del purgatorio son

otros personajes más: hablan, “gritan enloquecidas”, rugen, vociferan, reaccionan a la

petición de la vieja Remigia; ésta ha prendido un gran número de veladoras, la exagerada

cantidad de dos pesos, rogando por la lluvia ausente, con la consiguiente sequía, miseria y

abandono del pueblo por parte de sus habitantes. La desgracia, de cualquier manera, se

cierne sobre Paso Hondo, por falta de agua o por su exceso. Las ánimas intervienen muy

avanzado el texto y sólo son vehículos para exponer las condiciones miserables de la gente

del campo (Bosch, 1993: 70-78).

Un papel parecido desempeña el Diablo en “El socio” (1993: 55-70). El pacto

establecido con el malvado cacique del pueblo ha propiciado el sufrimiento de quienes

viven en el lugar. Nada parece surtir efecto, en los intentos de los campesinos por librarse

de su atormentador. Si Don Anselmo ha logrado lo que ha deseado, razona uno de los

afectados, debido a sus tratos con el maligno, ésa puede ser la solución. Satanás, por lo

tanto, no es sustancialmente distinto del resto de los seres humanos, con excepción de su

eternidad y su poder. Bosch reconceptualiza la otredad de lo sobrenatural y aun cuando el

planteamiento es de corte fantástico (no se puede dar una explicación racional de la

existencia del demonio, en los términos de Rosmary Jackson (1986: 22)), echa mano de

estrategias propias del realismo para fundir lo extraordinario con lo cotidiano. No hay

4
miedo ni ansias explicativas en las conductas de Adán Matías, al decidir vender su alma,

con tal de librar a su gente de los malos oficios del viejo cacique.

Esta línea –la impronta criollista desarrollada a través de las estrategias de lo

fantástico– se atenúa en “La bella alma de don Damián” y prácticamente se desvanece en

“La mancha indeleble”. Las mejores expresiones de lo fantástico en la obra de Bosch

cristalizan en ambos cuentos, lo cual no implica apartarse de una visión crítica ni entraña el

debilitamiento de su poder explicativo, en torno de la realidad circundante. La escritura de

“La mancha indeleble”, justo después del triunfo de Fidel Castro en Cuba y a treinta años

de la ascensión de Trujillo al poder, puede leerse como una crítica a los totalitarismos de

cualquier parte del mundo y no sólo los de República Dominicana o el resto de

Latinoamérica.

¿Y los imaginarios caribeños?

Ni “La bella alma de don Damián” (Bosch, 1993: 136-144) ni “La mancha

indeleble” (Bosch, 2001) aluden los imaginarios forjados por la teoría poscolonial,

alrededor del Caribe. En general, su cuentística se aparta de los temas centrales sobre la

región, explorados a partir del pasado colonial. Las diásporas, las migraciones, los exilios,

situaciones bien conocidas por Juan Bosch no se manifiestan en sus tramas como tampoco

la problemática vinculada con la constitución de la nación y las identidades colectivas.

Tampoco hay una indagación vanguardista como la impulsada por la imprescindible revista

Orígenes ni una revisión histórica al estilo de El reino de este mundo (1949) de Alejo

Carpentier. No posa la mirada en la esclavitud, las plantaciones, la negritud, el mestizaje o


5
cuestiones formales tan sobresalientes para otros autores de su época como la oralidad, la

música de la palabra, el baile y otras expresiones populares.

La visión del creador de la novela La mañosa (1935) se acerca al estilo imperante en

los años veinte, aquel que lo aproxima a los grandes novelistas del continente. La omisión

de todas esas peculiaridades apuntadas por los estudios caribeños contemporáneos tal vez

ha sido otro factor para situar a Bosch en uno de los altares de la literatura dominicana,

asignándole la categoría de “fundador”. Ello ha favorecido una visión más o menos

reiterada sobre ciertos enfoques de su producción artística y no se ha dimensionado la gran

aportación de esa distancia con los imaginarios sobre el Caribe, fundados en la abundancia,

el exotismo, el gozo del cuerpo, el placer de los sentidos. En síntesis, la región como un

paraíso edénico por su anarquía y su primitivismo.

En su lugar, los cuentos del autor de una segunda (y última) novela El oro y la paz

(1976) despliegan sus historias en contextos similares a los de los demás países

latinoamericanos. Las islas no son la excepción: la fijeza y la inmovilidad de sus personajes

remiten a naciones poco dúctiles al cambio, comunidades marcadas por conflictos

ancestrales, personajes singularizados por la carencia. Tales ambientes aluden a las

atmósferas previas a las dictaduras, al fertilizar las inconformidades sociales, debidas a

gobiernos locales poco eficaces y la injerencia económica y política de las administraciones

y los inversionistas estadounidenses.

El tema del viaje, tan pronunciado en las investigaciones sobre el Caribe, enfatiza la

diversidad de las culturas, la fragmentación de sus grupos, los intercambios múltiples, las

fronteras porosas, la formación de conjuntos humanos abiertos e incluyentes (Jelly-

6
Schapiro, 2005: 23-55). En contraste, para Bosch los desplazamientos son internos y

fallidos, como acontece en tres de sus cuentos más difundidos, “Los amos”, “La mujer” y

“La Nochebuena de Encarnación Mendoza”. En el primero, Cristino se convierte en “una

mancha sobre el verde de la sabana”, al ir en busca de la vaca del patrón. Arde en fiebre y

su muy probable muerte ocurrirá antes de lo previsto, al no poder negarse a cumplir la

orden del amo (1993: 154-156).

“La mujer” comienza así: “La carretera está muerta. Nada ni nadie la resucitará.

Larga, infinitamente larga, ni en la piel gris se le ve vida. El sol la mató”. Con fina

inteligencia, Bosch emplea la figura retórica de la prosopopeya, esa capacidad de conferir

rasgos de seres animados a los objetos, para que, mediante los giros temáticos, el narrador

niegue cualquier tipo de influjo vital. La carretera se cancela como opción de tránsito,

desplazamiento y movimiento. En su lugar, se le convierte en espacio vacío, cuyos alcances

son casi infinitos; cubren todo el territorio, sin prometer nada que no sea tortuoso, que no

provoque ansiedad y sufrimiento. La mujer, molida a golpes por su marido, yace “como

muerta sobre el lomo de la gran momia”. La carretera, por tanto, sólo funciona como el

recordatorio perenne de la imposibilidad de salir o entrar, refugiarse o huir. En su lugar, es

el sitio de la permanencia y sus alcances últimos, la muerte (Bosch, 2000: 11-15).

La fuga en “La Nochebuena de Encarnación Mendoza” se detiene, súbitamente, en

una cacería humana dentro del cañaveral. El destino de Encarnación, un hombre sereno y

bueno, que “no bebía y que no tenía más afán que su familia”, es transfigurarse en una

informidad de “agua, sangre y lodo”, despojado de toda humanidad termina siendo una

“masa inerte”. Su agitado transitar, provocado por su deseo de pasar la Navidad con su

7
esposa y sus niños, no llega demasiado lejos; se interrumpe brusca y definitivamente

(Bosch, 157-165).

En síntesis, los cuentos de Bosch plantean el Caribe y, en concreto, la República

Dominicana desde una racionalidad diferente a la del deseo y el misterio de lo desconocido.

Despoja a la región de esa aura seductora, tan atractiva para los lectores de fin de siglo y

para los receptores de una posmodernidad que promete aventura y excesos, trasladados en

las fantasías de los turistas de cruceros, hoteles de cinco estrellas, playas casi vírgenes y

avistamientos lejanos de islas privadas. República Dominicana deja de ser Punta Cana o La

Romana, cuando se leen tales historias de atmósferas abrumadoras, casi claustrofóbicas por

sus lógicas cerradas, inexpugnables, desesperanzadas. Los estratos sociales son tan poco

permeables que las ideas de un diálogo nacional, una cohesión identitaria, una organización

política incluyente son meras ficciones, en estos mundos de papel. Bosch le brinda a la

literatura latinoamericana el acercamiento a personajes sin voz, “pequeños”, ajenos a la

modernidad y el progreso prometidos a las sociedades del siglo XX y contribuye, así, a

pensar el Caribe como un espacio de múltiples realidades. Una de ellas, lastimosamente,

similar en su carencia y ausencia de oportunidades, a la vivida en el resto de los países del

continente.

La voz de la irracionalidad: “La mancha indeleble”

El género fantástico, en sus numerosas variantes, fue subestimado por un largo

periodo que alcanzó más allá de la segunda mitad de la centuria pasada. Como las novelas

románticas y las policiacas, los textos de corte fantástico fueron exiliados “a los confines de
8
la cultura literaria” (Jackson, 1986: 180). Sus ejes temáticos, tal vez, resultaban demasiado

inquietantes para un tipo de escritura “seria”, sobre la cual podían cimentarse las

perspectivas ideológicas de cada época y región. La vacilación suscitada por los textos

fantásticos, en cambio, favorecían el vuelo del pensamiento, potencializaba la imaginación

y, en ese sentido, podía provocar una suerte de subversión no prevista (y mucho menos

deseada), en periodos totalitarios o en el seno de sociedades rígidas en su estructura.

Debido a la serie de elementos “desrealizadores” – término adoptado por Harry

Belevan para aludir aquéllos que deconstruyen la realidad factual y brindan la ilusión de

poder escaparnos de ésta (1976: 97-100) – desplegados en “La mancha indeleble” es de

sentido común la decisión de Bosch de echar mano de un narrador en primera persona. Ésta

se manifiesta desde las primeras líneas del cuento:

Todos los que habían cruzado la puerta antes que yo habían entregado sus cabezas,

y yo las veía colocadas en una larga hilera de vitrinas que estaban adosadas a la

pared de enfrente. Seguramente en esas vitrinas no entraba aire contaminado, pues

las cabezas se conservaban en forma admirable, casi como si estuvieran vivas,

aunque les faltaba el flujo de sangre bajo la piel (Bosch, 2000)4.

Se trata de aportar tanto la verosimilitud necesaria ante un hecho inusual, mediante un “yo”

protagonista como de reforzarla gracias al detalle descriptivo. Este arranque, según la

clasificación propuesta por Tzvetan Todorov, enclavaría al cuento en el terreno de lo

maravilloso. El lector intuiría la existencia de reglas ignoradas, por cumplirse en el marco

de un universo ajeno. Sin embargo, en éste no prevalece extrañeza alguna ante acciones

Todas las citas de La a ha i dele le está e t aídas de la p i e a edi ió de Cuentos más que
4

completos, por lo que, a partir de este momento, nos abstendremos de anotar esta referencia bibliográfica.

9
como ofrecer la testa, de manera voluntaria. Si “lo maravilloso corresponde a un fenómeno

desconocido, aún no visto, por venir: [pertenece] por consiguiente, a un futuro” (1981: 37).

Deseo destacar, particularmente, esta inteligente elección del dominicano, en cuanto

al tratamiento del género: tomar como punto de partida un enfoque maravilloso para

desplazarlo a otro territorio, poco a poco, conforme va transcurriendo la narración y

cambiarlo, casi de golpe, justo antes de finalizarla. Por un lado, respalda la alegoría

transmitida por la trama: atemorizado, el narrador, después de instantes dubitativos ante las

órdenes de despojarse de la cabeza, provenientes de una voz no humana, huye corriendo

“como loco”. Se esconde una semana, invadido por las imágenes de miles de “ojos sin vida

y centenares de cabezas sin cuerpo”. Al salir, el octavo día, entra a un “cafetucho”, en

donde es señalado como “el que huyó”. El temblor, al sentirse reconocido, lo conduce a

derramar el líquido sobre la camisa. “La mancha no se va. Está ahí, indeleble. Al contrario,

me parece que a cada esfuerzo por borrarla se destaca más”.

Dicha alegoría se convierte en una de tinte político, al aludir su desconocimiento

sobre si los hombres que lo identifican son “miembros o eran enemigos del Partido”,

información prodigada sólo hasta el penúltimo párrafo. La naturalidad de donar una parte

del cuerpo, según se infiere por el número de miembros expuestos y la fila de personas

dispuestas a cumplir con el mandato acercaría esta narración al despliegue de un mundo en

el que no es necesaria racionalización alguna sobre los acontecimientos expuestos, tal y

como lo dictan los rasgos del género maravilloso. Bosch agudiza, así, las experiencias de

aquellas sociedades en las que existe lo más descabellado, lo menos plausible. La mesa se

dispone para un lector interpretante, ávido de cerrar el relato con explicaciones cercanas a

10
la lógica de lo conocido.5 El autor colabora, gustoso, en la construcción de este tipo de

receptores, al simplificar las claves de su hermenéutica: así, regalar la cabeza, darla

voluntariamente, apunta a la renuncia al pensamiento, la crítica y la razón. Habla de una

comunidad lejana al concepto de ciudadanía, al privar a sus sujetos del derecho de

participar y responsabilizarse de sí mismos y de los demás. La ausencia de detalles sobre

las causas de privarse de la cabeza construye un espacio particular, de manera indirecta: en

él, las órdenes se obedecen, nadie las refuta, todos están dispuestos a cercenarse. Por eso,

ante la pregunta del protagonista, sobre cómo podrá subsistir sin sus “ideas”, “recuerdos” y

el “resumen de su propia vida”, la voz, burlona responde: “Aquí nadie tiene que pensar.

Pensaremos por usted. En cuanto a sus recuerdos, no va a necesitarlos más: va a empezar

una nueva vida”. Es normal, entonces, que quien reacciona y no acata las disposiciones, se

convierte en el señalado, en el “manchado”.

El autor de “Dos pesos de agua” limpia el relato de cualquier indicio temporal y

espacial. Las exégesis en torno de las consecuencias de las dictaduras conducen al gobierno

de Leónidas Trujillo, cercana a los intereses de Bosch; a las purgas estalinistas y los

totalitarismos militares, acordes con el tiempo de la escritura del cuento. No obstante, el

funcionamiento de lo maravilloso sigue su marcha, justo por la carencia de aclaraciones

indiciales. El poder predictivo de la historia, su potencialidad profética (lo maravilloso del

texto presente puede atracar en la realidad del mañana) es aprovechada con habilidad por el

Ada Lifshe o se va ó o a i p e ise s olis […] fo e a eader to work actively to arrive at


5

o lusio s a out the di tato ship [u si olis o i p e iso fue za al le to a t a aja a tiva e te pa a
forjar conclusiones en torno de la dictadura] (2008: 436). Con agudeza, en este artículo se plantea que
frente al control sofocante sobre las personas y la libertad de expresión del mandato trujillista, ciertos textos
dominicanos como el de Bosch le confieren alas a los receptores, tanto en un nivel intelectual como en el
campo emocional. Así como el narrador protagonista se siente atemorizado y desconcertado, los
destinatarios textuales son invadidos sobre la incertidumbre de la situación insólita a la cual se enfrentan.

11
nacido en La Vega, pues si bien su narración se cimenta en acciones ocurridas en el tiempo

histórico de la escritura, mediante las estrategias del género maravilloso subraya cómo

pueden eternizarse, transformarse en lo cotidiano o peor aún, alojarse en el “así es”, en el

“siempre ha sido”; es decir, privarlas de su noción temporal, con puntos de arranque y de

cierre. Se lee en “La mancha indeleble”: “Resulta aterrador oír la orden de quitarse la

cabeza dicha con tono normal, más bien tranquilo. Estaba seguro de que el dueño de esa

voz había repetido la orden tantas veces que ya no le daba importancia a lo que decía”.

Frente a la indiferencia de quienes esperan su turno, el protagonista es sacudido por

todo tipo de emociones, integrantes del mismo campo semántico: el terror. Desde el primer

párrafo habla de “un miedo súbito e intenso”, de sentirse “paralizado por el terror”, de la

“macabra experiencia”, de la situación “aterradora”, de una pesadilla que no era tal y, por el

contrario, estaba siendo vivida “en pleno estado de lucidez”, del “frío mortal”

experimentado, de la sensación de desamparo y extravío y muchos otros efectos, causados

por el decreto. Al ser un cuento tan corto (escasas tres páginas), la debilidad de la voz

narradora y la certeza de su fragilidad se impone en el conjunto de lo narrado tanto como se

transmite con gran eficacia. No se trata, por lo tanto, de un personaje heroico, ni del

enaltecimiento de las conciencias opositoras. Se ofrece, en cambio, a una voz que es parte

del conjunto: es la de un ciudadano medio, sin una politización expresa; es presa del temor,

frente a una circunstancia inhabitual. No hay en él un prurito antagonista, ni un afán de

proselitismo, ni una crítica abierta hacia lo que ocurre. Su desconcierto, su ignorancia, su

esfuerzo denodado por esconderse, por hacer desaparecer la mancha lo multidimensionan,

pues no aspira a ser distinto, a separarse de la comunidad, pero el sentido común le advierte

que tampoco puede vivir sin sus recuerdos, sin pensar por sí mismo. Bosch evade el

12
maniqueísmo del héroe victimado o el villano victimario, lo cual redunda en un texto más

sugerente y abierto.6

El cierre del cuento lo ubica en la categoría de lo fantástico. Su polisemia se dispara

en múltiples direcciones. El espacio del cual escapa el protagonista, caracterizado como un

palacio presidencial, una mansión paradigma de poder7, es formulado como el “adentro”, el

interior: ¿la patria, acaso?, ¿el estado anímico e intelectual reinante? Salir de esa manera

(impetuosamente, corriendo como un loco) lo erige en el anormal: el demente, el

delincuente, el enfermo, el que debe ser perseguido. El miedo aludido y las reacciones

viscerales del personaje van recreando una atmósfera de extrañamiento ante la normalidad

de lo maravilloso, aunque no son suficientes para situarnos en la basculación inducida por

el género fantástico.

Harry Belevan se pregunta por la ontología de lo fantástico. Sus síntomas son la

“sensación de tiempo suspendido y espacio concreto propio”, la mezcla de una escritura

realista y una descripción desrealista, la creación de un conflicto dialéctico del cual surge

un orden nuevo (1976: 113-116). La imposibilidad de desvanecer la mancha del café, lavar

la prenda y, en lugar de borrarla, resaltarla; preocuparse por la camisa, al no poder

deshacerse de ella (no tiene otra “ni manera de adquirir una nueva”) trastornan un hecho

6
Una línea posible de seguir, aunque reductora a mi juicio, es la propuesta por Beatriz Carolina Peña
i te p eta el afue a del e ilio, g a ias al ual Bos h is o ( , añado, todos los intelectuales dominicanos
que optaron por él) pudo conservar –literalmente– la cabeza y también seguir pensando, desarrollando sus
ideas (2004: 126-130).

El piso de á ol eg o la o, la alfo a oja ue i a de la es ali ata a la gran mesa del recibidor, y


7

la alfombra similar que cruzaba a todo lo largo por el centro; las grandes columnas de mayólica, las cornisas
de u os do ados, las dos e o es lá pa as olga tes de istal de Bohe ia . Un espacio tan europeo
como el absurdo de los palacios barrocos levantados en Haití y descritos por Alejo Carpentier, en El Reino de
este Mundo (1949).

13
trivial, acrecentado por las miradas de quienes hablan del personaje, de su huida, de su

desistir “Después de que ya estaba inscrito”. Su duda sobre si son o no miembros del

Partido le confiere a la mancha otro nivel de exégesis. Interesa, principalmente, el giro

fantástico otorgado por la utopía de su anulación. Lo cotidiano se imbrica con un orden

distinto, el cual es visto con extrañeza y angustia por el personaje, lo cual no ocurría con el

ritual de la entrega de la cabeza. Éste le genera temor, sin embargo no cuestiona su lugar en

la fila, no se refiere a un antes, ni otorga algún viso de explicación. En cambio, la mácula se

torna en un significante, cuyo significado es escamoteado por el dominicano. La

previsibilidad interpretativa de la ceremonia de sacrificar las ideas y los recuerdos se mueve

a un territorio de ambigüedad mucho más amplia.

He intentado demostrar cómo el poder revolucionario de la literatura de Bosch se

potencializa en los cuentos en el que algún ingrediente fantástico se manifiesta. Tal vez no

fue fruto de la casualidad que el último publicado haya sido, precisamente, “La mancha

indeleble”, el más fantástico de todos y, además, contraviniendo las formas narrativas

acostumbradas, haya optado por un narrador protagonista, en primera persona. Alejándose

de tierra firme, de discursos centrados en la miseria material, en la depauperización

económica de las sociedades, y centrándose en otros que crean sus propios referentes,

formulan universos más intangibles, pero no por ello menos expresivos, el que alguna vez

fuera presidente de su país despliega estados alterados como paradigmas de situaciones

políticas igualmente anormales. Al absoluto de las tiranías latinoamericanas, Juan Bosch

opone la libertad configuradora del escritor, el poder de la indeterminación de lo ficticio así

como la voluntad reconfiguradora del lector.

14
Obras citadas

Belevan, Harry. 1976. Teoría de lo fantástico. Apuntes para una dinámica de la literatura
de expresión fantástica. Barcelona: Anagrama.

Bosch, Juan (selección). 1993. Cuentos selectos. Caracas: Biblioteca Ayacucho.

Bosch, Juan. 1998. "Antesala” en Antología personal. San Juan: Editorial de la Universidad
de Puerto Rico.

Bosch, Juan. 2000. “La mujer” en Cuentos dominicanos. Madrid: Editorial Popular,
Unesco, pp. 11-15.

Bosch, Juan. 2001. Cuentos más que completos. México: Alfaguara.

Collado, Miguel. 2009. “Los mejores cuentos de Juan Bosch” en Diario libre.com. Sección
Lecturas, marzo 14. http://www.diariolibre.com/noticias_det.php?id=192099 Fecha de
consulta: marzo 24 de 2009.

Hahn, Óscar. 1978. El cuento fantástico hispanoamericano en el siglo XIX. México:


Premiá.

Jackson, Rosmary. 1986. Fantasy. Literatura y subversión. 2ª edición. Buenos Aires:


Catálogos Editora.

Jelly-Schapiro, Joshua. 2005. “Ethnicity and Nation in a heterogenous Caribbean Diaspora”


en Anton Allahar (ed.). Ethnicity, Class and Nationalism. Maryland: Lexington Books, pp.
23-55.

Lifshey, Adam. 2008. “Indeterminacy and the Subversive in Representations of the


Trujillato” en Hispanic Review. Vol. 76, Num. 4. Otoño, pp. 435-457.

Menton, Seymour. 2008. “Cuentos fantásticos de Juan Bosch. Selección y prólogo de José
Carvajal” en IslaBooks Publishing. http://www.islabooks.com/noticias_menton_2008.htm
Fecha de consulta: marzo 24, 2009.

Peña, Beatriz Carolina. 2004. ‘‘La persecución como contradiscurso al orden y a la paz
trujillistas en los Cuentos escritos en el exilio, de Juan Bosch’’ en Atenea. Vol 24, No. 1.
Junio, pp. 119–132.

Todorov, Tzvetan. 1981. Introducción a la literatura fantástica. 2ª ed. México: Premiá.

15

También podría gustarte