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Características Generales del Pasado Colonial

Prof. Fernando de los Ángeles

“La Banda Oriental en el siglo XVIII”

I)                   La Banda – frontera

1.- “La Banda Oriental es tierra de frontera, y frontera donde realmente se enfrentan las dos grandes
potencias colonizadoras de América del Sur, España y Portugal (...) La Banda Oriental es tierra de
porfía. Portugal defiende permanentemente la tesis de los grandes ríos para demarcar los límites de
las Indias. No se trata de poseer unas miles de leguas cuadradas más o menos, ni siquiera de ocupar
una rica zona ganadera, sino de asegurarse las conexiones fluviales al interior de sus comarcas
mediterráneas sin sortear las penurias de los senderos de la selva (...) La fundación de la Colonia del
Sacramento en 1680 pretende afirmar, de hecho, la soberanía portuguesa sobre la costa norte del Río
de la Plata, a la vez que responde a determinados intereses económicos: Colonia está llamada a ser la
cabecera de puente desde la cual Inglaterra introducirá de contrabando sus mercaderías hacia el
interior del cerrado Imperio Español; por Colonia drenará también la plata potosina, que todavía baja
con abundancia del altiplano hacia Buenos Aires, su centro de exportación clandestino. Entre
trámites burocráticos y asedios militares, Colonia será canjeada, conquistada, arrasada casi por las
balas del cañón hispánico. Medio siglo después del primer establecimiento portugués de Colonia, la
fundación de Montevideo será la respuesta de España reafirmando así su posesión sobre las dos
márgenes del Río de la Plata (...) Montevideo tiene, pues un sentido estratégico militar. Se construye
para ser el fuerte desde el cual se detenga el avance portugués, se defienda la entrada al río, y a la
vez, servir de enclave estratégico al sistema de defensas organizado en guardias y fuertes que irán
diseminándose por todo el litoral, desde la laguna Merim hasta el río Uruguay. Es concebido además
como barrera de contención al contrabando que accede por mar o por tierra y como valla y freno   de
la evasión de ganados hacia los dominios del Portugal. No obstante esos propósitos, de hecho y muy
rápidamente, Montevideo se transformará en el gran centro receptor e irradiador del contrabando
extranjero y local.”. (“Colonia y Revolución” de Blanca Paris de Oddone, incluido en “De la
colonia a la consolidación del Uruguay”, E.B.O., 1973, p18-19).

II).- La Banda – pradera

2.- “Dos grandes centros de procreación tuvo el ganado vacuno en la B.O., divididas entre sí por el
curso del río Negro. La primera al Norte, en la zona misionera, derivando de la gran reserva de los
Padres de la Compañía de Jesús, organizada en la gran “vacaria dos pinheiros” (...) La segunda al
sur, desde el núcleo originario introducido por Hernandarias, dispersándose lentamente en el rumbo
de las cuchillas, principalmente la del San Salvador y la que divide aguas entre el Yí y el Santa
Lucía, hasta traspasar las sierras del este, y llegar a las llanuras de Rocha hacia el Yaguarón,
constituyendo la famosa vaquería del mar, rica en 5 millones de cabezas. (...) De aquí resulta un
hecho excepcional en la historia: el ganado precede al hombre; se reproduce libremente sin mediar
trabajo de este y acaba de incorporarse a la geografía, como un elemento natural, que se ofrece a
semejanza de un fruto. La formación de estas “minas de carne y cuero” en la pradera oriental
condiciona todo el proceso histórico, pero particularmente en los inicios, porque aportó a la tierra
baldía un incentivo económico determinante de la fijación del blanco en ella. De la tierra ignorada,
“sin ningún provecho”, de los buscadores de oro y plata, hemos llegado a la codiciada “banda –
vaquería” de los faeneros, de los bucaneros y de los banderaintes. Con las fundaciones de ciudades y
pueblos se pasa del sistema caótico de la vaquería al de la estancia. La vaquería  implicaba la
existencia del ganado cimarrón o sin dueño y es independiente de la propiedad de la tierra; la
estancia presupone, en cambio, la propiedad sobre la tierra y las bestias. (...) Los pobladores de
Montevideo recibieron en donación una “suerte de estancia”, media legua de frente por una y media
de fondo, que en las condiciones técnicas del siglo XVIII implicaba una receptividad de 900 reses
por suerte. La tierra se recibe con cargo a trabajo y población; el hacendado vive en el campo  y
realiza faenas que implican al menos el comienzo de un sistema racional de explotación: en una
ganadería de campo abierto, sin cercados, se aplica el sistema de las rinconadas, que aprovecha el
embotellamiento del ganado en las encrucijadas de los ríos y arroyos para amansarlo y evitar su
dispersión (...) Pero todos estos trabajos (la yerra, la matanza selectiva, etc.) y todos estos resultados
tienen por escenario los establecimientos organizados, de área moderada, habidos por merced del
fundador, simple denuncia o mera ocupación (...) Este estanciero colonizador, propulsor de la
riqueza, debió poseer la fortaleza necesaria para afrontar la soledad y la rudeza del medio, expuesto a
las acechanzas del bandolerismo. Para los trabajos de la estancia se valió de gentes que convivieron
con él y al abandonar la vida errante, se convirtieron en peones, los paisanos, que deben distinguirse
de los gauchos o gauderios (...) La estancia es un centro económico – social de vida autárquica,
donde se ofrece la posibilidad de trabajo; es un lugar de refugio en un medio inseguro, donde se
aguardan armas y puede organizarse una hueste para la guerra; es un núcleo generador de relaciones
humanas, de contactos civilizadores (religioso, de salud o diversión) Ella forma, junto con las
capillas y las pulperías diseminadas en la semidesértica área rural, los centros básicos de la
sociabilidad campesina. Pero no todas estuvieron organizadas de esta forma, ni desempeñaron el
mismo papel. Los propietarios de las inmensas extensiones de tierra que formaron los “latifundios
coloniales” obtuvieron sus tierras por concesiones de la Corona o con mayor frecuencia de las
propias autoridades locales. Eran hombres influyentes para los que no rigió la ley del trabajo y la
obligación de la residencia (...) El sistema de denuncia por el costo del procedimiento administrativo,
por la demora en el trámite, por las diligencias que requería, solo estaba al alcance del opulento que
además fuera habitante de la ciudad, donde estas burocráticas gestiones se realizaban. Adquirido el
bien, no lo poblaban; y bastante corrientemente aplicaron la artimaña de efectuar la denuncia y tomar
posesión, sin haber pagado las compensaciones (...) Aquel latifundista, agraciado por merced o
denunciante avispado, no poblaba con rodeos ni levantaba rancho, ni abandonaba la ciudad, donde
era comerciante o barraquero. Era un poseedor que detentaba la tierra no para colonizar, sino para
utilizarla como lugar de faena de ganado cimarrón que allí penetraba en busca de pastos o aguadas y
que quedaba encerrado en las rinconadas. Para disimular o como cebo, dejaba un rodeo con el que
atraía ganado silvestre, pero lo básico de sus actividades era la contratación de una partida de
changadores para que efectuara en su establecimiento una verdadera vaquería, o sea, una matanza de
todo el ganado que encontraran para extraerle los cueros y llevarlos a la ciudad a efectos de
comercializarlos por el puerto. Una tercera forma de explotación del ganado la aplicaron los
changadores, gauchos o gauderios, por su cuenta e iniciativa en los campos realengos apartados. Se
trata  de una pura supervivencia de la vaquería que, por lo tanto, coexiste en las formas más
avanzadas de la estancia.” (“La Banda Oriental. Pradera. Frontera. Puerto”, W. Reyes Abadie  - O.
Bruschera – T. Melogno, E.B.O., 1970, pp.13 a 43)

3.- “Las autoridades españolas procedieron en los primeros repartos de estancia a los pobladores de
Montevideo de acuerdo a un criterio relativamente lógico en lo social y en lo económico. A los
primeros pobladores se les otorgaba una “suerte” de campo, de media legua de frente por legua y
media de fondo (el frente era menor que el fondo porque limitaba con un río y arroyo o por lo que
debía distribuirse entre el mayor número posible la imprescindible aguada). Tal extensión
equiparable en la actualidad a una 1875 has. (...) podía ampliarse reclamando para cada hijo nacido
del matrimonio fundador una suerte más (...). Los primeros reparto produjeron, por lo tanto, un
hacendado medio que pobló la tierra y residió habitualmente en ella, procurando por medio del
rodeo, el amanse de la novillada cimarrona, y vendiendo sus cueros a los comerciantes
montevideanos o alguna partida de contrabandistas que los pasaba al Brasil. (...) Feliz de Azara (...)
señaló en su famosa “Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata”, una de las principales
causales del latifundio: la “ley o cédula que ordena no dar tierra sino al que las compre” (...) Otra
causal del latifundio, que Azara no debió señalar por razones obvias, es la indicada por Real de
Azúa: las concesiones de la corona y en especial de las autoridades españolas locales a sus favoritos
y paniaguados, cuando no a sí mismas. Otras de las causas que contribuyeron a consolidar el
latifundio fue que la gran estancia era a menudo – no siempre – una respuesta muy efectiva a la
situación de endémica inseguridad creada por los indígenas y sus correrías, los gauchos y sus
depredaciones, los portugueses y sus incursiones. La gran estancia  por lo general era un fortín y los
peones armados, su mesnada. (...) El país fue colonizándose de sur a norte (...) Desde la jurisdicción
porteña y desde la montevideana, avanzó el movimiento de extensión progresiva de las estancias. (Se
ha) señalado que “(...) desde mediados del siglo XVIII hasta el final del coloniaje, la lucha entre
latifundistas y ocupantes sin títulos se desarrolló en cuatro o cinco oleadas, en cada una de las cuales
se repitió el ciclo de apropiación de la tierra fronteriza por hombres libres, despojo y apropiación por
los grandes latifundistas y emigración hacia una nueva  frontera, seguida de nuevo despojo...”. Lo
común fue el asentamiento y el límite vago, hasta donde alcanzase el dominio efectivo y real del
propietario, con una tendencia natural pero perturbadora, a considerar intrusos a todos los que se
establecieran en las cercanías, y con una predisposición al “pleito por tierras” (...) A la ausencia de
delimitación original clara como causa de (...) estafas debe sumarse la imprecisión de igual
denominación para arroyos que distaban entre sí ocho o diez leguas...” (“Bases económicas de la
revolución artiguista”, J.P.Barrán – B. Nahum, EBO 1972)

4.- “La “denuncia” era utilizada para desalojar anteriores poseedores o exigirles un contrato de


arrendamiento u otra forma de tenencia, o reducirlos a peones. Pero mientras hubo tierra y libre
y “desarreglo de los campos” los meros poseedores se desplazaban hacia tierras no ocupadas,
perpetuando su condición itinerante. Los conflictos entre denunciantes y ocupantes se entrecruzaron
con otros entre distintos denunciantes.. Fueron frecuentes también los conflictos de los Cabildos y
las poblaciones con los grandes latifundistas que obstaculizaron el establecimiento de poblados y de
pequeña y mediana propiedad (...) A comienzos del siglo XVIII comienza la explotación sistemática
del ganado oriental por expediciones de vaquería procedentes de Santa Fe y de Buenos aires por un
lado y de los pueblos de las Misiones por el otro. Este cambio lo produce el aumento de la demanda
interna de ganado y la demanda externa de cueros. Los pueblos jesuitas, con una importante
población, necesitaban repoblar sus estancias destinadas al abasto (...).   En la campaña de Buenos
Aires el ganado cimarrón se había ido internando en la pampa dominada por los indígenas (...).  Por
eso fue necesario recurrir al ganado de la B.O. y las primeras vaquerías  de porteños y santafesinos
fueron arreos de ganado para repoblar sus estancias y para el abasto de Buenos Aires (...).  Vaquería
era el lugar donde se concentraba el ganado cimarrón en grandes cantidades, por sus aguadas y
calidad de sus pastos, y también era el acto de “vaquear”, ya fuera para reunir ganado que se arreaba
para poblar las estancias de Buenos Aires, Santa Fe, Misiones o Brasil,  o las incipientes de
Montevideo, ya fuera la caza para hacer cueros, sebos y grasa. Todo ello sin apropiación de la tierra.
(...) La vaquería fue el modo de producción predominante – casi exclusivo – hasta avanzada la
segunda mitad del S. XVIII. Constituye un modo de producción primitivo, depredatorio, puramente
extractivo, anterior desde el punto de vista del desarrollo de las fuerzas productivas al   pastoreo... Es
la caza indiscriminada del ganado salvaje para aprovechar su cuero y su grasa, desaprovechando el
resto del animal (...) El bajo desarrollo de las fuerzas productivas: escasa población, primitivismo del
transporte, mínimo nivel tecnológico de la explotación ganadera (la mera producción de cuero), es el
elemento que  determina el predominio del latifundio (...) La estancia latifundista, con predominio
del ganado alzado y con una extensión desmesurada para la cantidad efectiva de ganado manso que
poseía, requería escasa mano de obra y arrojaba al hombre de campo a la vida itinerante (...) La
propia existencia del latifundio fue un obstáculo al desarrollo de las fuerzas productivas:  Los
latifundistas se negaban al marcaje del ganado. La indefinición de la propiedad del ganado facilitaba
la vaquería indiscriminada, especialmente en tierras realengas, y el contrabando. La indefinición de
la propiedad de la tierra y el ganado, no solo por la falta de cercos sino también por los títulos
imperfectos, controvertidos o inexistentes y la lucha por la propiedad, quitaba estímulo al
poblamiento  y a la cría del ganado (...) La ganadería de rodeo supone la apropiación privada del
ganado y también, aunque no necesariamente, la apropiación de la tierra (...) La aparición de la
propiedad del ganado y de la tierra suponen una relación social de exclusión: a partir de entonces
hay hombres que poseen tierras y ganados y hay otros que no los poseen (...) existían dentro de la
unidad productiva estancia dos figura más. Una es el “puestero”, que en los límites del
establecimiento realiza una tarea de vigilancia y rodeo. Generalmente posee algo de ganado y sus
propios instrumentos de trabajo... El puestero recibe una parte del procreo y a veces alguna
retribución en especie; o dinero y paga en trabajo por el uso de la tierra (...) El “agregado” es alguien
que vive en tierra de otro, con su autorización; generalmente posee algunos animales y en algún caso
siembra hortalizas, trigo y maíz. Constituye para el estanciero una forma de obtener fuerza de trabajo
(escasa) a cambio del uso de la tierra (abundante). El agregado acceda a la subsistencia (al uso de la
tierra) a cambio de realizar determinadas tareas, de reconocer la propiedad y de dar  apoyo en las
épocas de inseguridad (...) Puede decirse en terminología feudalizante que el estanciero recibe una
renta de trabajo y el agregado el acceso a la tierra. (Millot, Julio; Bertino, Magdalena. “Historia
Económica del Uruguay”.  Tomo 1. Montevideo. Fundación de Cultura Universitaria, 1991.)

III).- La Banda – puerto

5.-“Durante el último cuarto del siglo XVIII, Montevideo acrecentó su giro económico como centro
acopiador de cueros y puerto introductor de esclavos. Mientras el Reglamento de Comercio Libre de
1778, al habilitar el puerto, promovió un considerable impulso material a la modesta ciudad, que
cobra desde entonces su definitiva fisonomía urbana (...) Comercio lícito e ilícito van transformando
rápidamente a la plaza fuerte y apostadero naval en un diligente centro comercializador. Y si aquella
gran barraca de corambre que fue Montevideo a fines del siglo XVIII se convirtió en la “llave”
comercial del Río de la Plata, posición que motivara más de un enfrentamiento entre comerciantes
montevideanos y porteños” (Blanca Paris de Oddone, op.cit., p 25 –26)

6.- “En el permiso de libre comercio de 1778 concedido a Buenos Aires, se facultó a ésta para
extender el beneficio al puerto de Montevideo, cosa que se decidió favorablemente instalando su
Aduana el 22/VIII/78 (...) El mismo año de 1779 se creo la Comandancia de Resguardo de todas las
rentas en Montevideo y Costas del Río de la Plata, con sede en Montevideo, encargada de controlar
buques y cargas, y reprimir el contrabando. La decisión de radicarla en esta ciudad era lógica, ya que
se preveía su contacto directo con España y la posterior introducción de mercaderías en Buenos
Aires e interior. (...). El libre comercio del 78 estimuló enormemente la explotación ganadera de la
Banda. Se valorizaron los ganados ante la perspectiva de su segura venta y exportación, y se empezó
al aprovechamiento del animal en forma más racional y completa, utilizándose ya no solo los cueros,
sino también el sebo, la grasa, la carne, las astas, etc. (...) En 1787 se concedió a  la Compañía de
Filipinas permiso para la introducción de esclavos por Montevideo (...) los barcos podían (...)llevar
de retorno cueros y frutos del país. Esto provocó el contacto directo con Inglaterra y Portugal, lo que
estimuló la introducción de numerosos efectos de contrabando que venían con los esclavos. Además,
y es importante, la relación directa puso en comunicación a Montevideo y su Banda con los
mercados compradores más amplio del mundo, lo que impulsó un aumento notable en la cría del
ganado y del comercio. Este beneficio y confirmó con el permiso de 1791, que convirtió a
Montevideo en el único puerto del Plata habilitado para la introducción de esclavos, y suscitó la
consiguiente oposición de Buenos Aires (...) A esto se unía la exportación creciente de tasajo,
iniciada en 1785 por el capitán Juan Ros, quien condujo un primer cargamento hasta La
Habana donde lo colocó completamente (...) En 1795 se autorizó el comercio del Plata con las
colonias portuguesas del Brasil  (...); todo este comercio, por resolución del Virrey, debía
concentrarse en Montevideo” (J.P.Barrán, op.cit.., p. 37 a 39)

“Una ley (...) que ordena no dar tierra sino al que la compre, ley la más perjudicial y destructora de
cuántas se podían imaginar, no sólo por lo que es en sí, sino igualmente por sus formalidades. Exige
que el que quiera un campo lo pida en Buenos Aires. Allí le cuesta $53 con la vista fiscal y
escribanía el primer decreto, que se reduce a nombrar un juez que vaya a reconocer el terreno y un
agrimensor para medirlo, cada uno por la dieta de un peso por legua y cuatro por día. Además
prácticos para tasarlo, la conducción y alimento, todo a expensas del pretendiente, quien gasta
mucho porque las distancias son muy largas. Vueltos a la capital, se pone el campo en pública
subasta con 30 pregones bien inútiles porque nadie ha visto ni sabe lo que se vende. En esto, en
cinco vistas fiscales y formalidades se pasan a lo menos dos años y a veces seis y ocho; resultando
que cuando se ha ofrecido más al erario ha sido veinte pesos y a veces ni dos por  legua cuadrada;
aunque en realidad cuestan al interesado muchos centenares las formalidades y derechos sin contar
las perjudicialísimas demoras. Solo las actuaciones del escribano se acercan a $400; de modo que
ninguno sin grande caudal pueda entablar semejante pretensión, siendo esto tan positivo que no hay
ejemplar de no haber pretendido  merced quien tenga mucho menos de diez mil cabezas de ganado o
mucho dinero. Y como los costos, sean casi lo mismo por poco que por mucho, resulta que los ricos
piden muchísimo  para recompensarlos y que no lo pueblen, sino que lo dejen baldío para irlo
arrendando o vendiendo con sacrificio de los pobres...”  (Fragmento de la “Memoria del estado
rural del Río de la Plata”, 1801, Félix de Azara).

  

I
En el país expresado
cualquiera soldado infante
deja de serlo al instante
y se pasa a ser montado;
para el más leve recado
que a un sirviente se le ofrece,
a donde bien le parece
pilla un caballo corriendo,
y aunque el dueño le está viendo,
ninguna pena merece
II
Las bolas, cuchillo y lazo,
en dicho país infiero,
que mucho más que el dinero
para comer son del caso;
pues cualquiera que de paso
se le antoja alguna res,
la bolea por los pies,
el lazo la arroja al cuello
entra el cuchillo al degüello
y se la come después
III
Las cabezas se desprecian
las asaduras se tiran
el menudo ni aún le miran
y las manos las desechan
únicamente aprovechan
de la res más extremada
el costillar y rabada
con la lengua y los riñones
dejando a los cimarrones
lo demás de la carnada
IV
Caballos, vacas y perros,
burros y demás ganados
que en España están criados,
con collares y cencerros
allí por montes y cerros
valles, campiñas y ríos,
silvestremente bravíos,
se divisan a montones;
y se llaman cimarrones
por sus libres albedríos

según un ignorado sargento de la expedición que destruyó la Colonia de Sacramento en 1777

Más sobre la campaña…


8.- “En Indias, en razón de la Conquista, el propietario de la tierra era el Rey. El origen de la
propiedad privada estaba en la merced real y la compra en remate al mejor postor. Pero quien
pensara que la tierra en la Banda Oriental fue apoderada de esa forma se alejaría mucho de la forma
que adoptó ese proceso en la realidad. En primer lugar el trámite era complicado y de un costo
mayor que el precio de la propia tierra, lo que fue un obstáculo para el acceso legal a ella de la gente
de pocos recursos y escasa instrucción, alejada de las ciudades. Beneficiaba a los que poseían
recursos y vinculaciones con funcionarios y propiciaba la denuncia de tierras muy extensas. Pero aún
en estos casos el trámite era detenido en alguna de sus etapas. Con el trámite inconcluso se poseía la
tierra y se la comercializaba. Un análisis de la estructura de la propiedad durante todo el periodo
colonial muestra el predominio de los meros denunciantes y de la ocupación pura y simple. El
proceso fue violento y llenos de litigios no sólo porque implicó el desplazamiento y el lento
exterminio de los indígenas sino porque hubo oposición entre si de distintos conquistadores-
colonizadores que alegaban derechos sobre una misma tierra o que litigaban sobre límites. Por otra
parte, según el derecho indiano la consolidación de la propiedad exigía explotar la tierra y residir en
ella por un plazo que variaba. Estas condiciones en la Banda Oriental no se cumplieron. (…) La
propiedad debía ser sin agravio para los indígenas (lo que tampoco se cumplió), sin perjuicios de
terceros y no concedía facultades jurisdiccionales sobre los habitantes de las tierras adjudicadas. En
la primera mitad del siglo XVIII fue muy lenta la apropiación de la tierra y muy escasa la
comercialización de  terrenos, chacras y estancias. (…) A comienzos de la segunda mitad del siglo
XVIII el apoderamiento de la tierra comienza activarse como consecuencia de: a) la posibilidad real
de acceder a la tierra por las sucesivas derrotas de los indígenas (…) b) La creación de un
instrumento legal, la Real Instrucción del 15 de octubre de 1754 que derogó la real cédula del 24 de
noviembre de 1735 (que exigía la confirmación real para los títulos de propiedad) y reactualizó el
procedimiento de la composición c) El crecimiento del comercio de cueros fundamentalmente a
partir del Reglamento de 1778 (Millot, Julio; Bertino, Magdalena. “Historia Económica del
Uruguay”.  Tomo 1. Montevideo. Fundación de Cultura Universitaria, 1991.)

9.- “Por otra parte los documentos muestran que el costo de los trámites y los impuestos eran
superiores al precio de la tierra, de modo que el mismo régimen, por lo menos en el Río de la Plata,
tendía a fomentar la denuncia de grandes extensiones y la no continuación del trámite, desvirtuando
una de la finalidades de la Real Instrucción. No sólo se denunciaban grandes extensiones, sino que la
imprecisión de los límites de la tierra denunciada servía de pretexto para apropiar porciones
mayores, lo que va a originar el problema de la propiedad de las “sobras”. La denuncia era utilizada
para desalojar anteriores poseedores o exigirles un contrato de arrendamiento u otra forma de
tenencia o reducirlos a peones. Pero mientras hubo tierra libre y “desarreglo de los campos” los
meros poseedores se desplazaban hacia tierras no ocupadas, perpetuando su condición de itinerante.
Los conflictos entre denunciante y ocupantes se entrecruzaron con otros entre distintos denunciantes.
Fueron frecuentes también los conflictos de los cabildos y las poblaciones con los grandes
latifundistas (meros denunciantes) que obstaculizaron el establecimiento de poblados  y de pequeña
y mediana propiedad. (…) Tiende a configurarse así una estructura de apropiación de la tierra que
Lucía Sala, Julio Rodríguez y Nelson de la Torre han analizado, con existencia de bolsones de
pequeños propietarios surgidos de los repartos o meros ocupantes, junto a inmensos latifundios que
pugnaban por ahogarlos” (Idem)

10.- La Banda Oriental se “fue colonizándose de sur a norte (...) Desde la jurisdicción porteña y
desde la montevideana, avanzó el movimiento de extensión progresiva de las estancias. (Se ha)
señalado que “(...) desde mediados del siglo XVIII hasta el final del coloniaje, la lucha entre
latifundistas y ocupantes sin títulos se desarrolló en cuatro o cinco oleadas, en cada una de las cuales
se repitió el ciclo de apropiación de la tierra fronteriza por hombres libres, despojo y apropiación por
los grandes latifundistas y emigración hacia una nueva  frontera, seguida de nuevo despojo...”. Lo
común fue el asentamiento y el límite vago, hasta donde alcanzase el dominio efectivo y real del
propietario, con una tendencia natural pero perturbadora, a considerar intrusos a todos los que se
establecieran en las cercanías, y con una predisposición al “pleito por tierras” (...) A la ausencia de
delimitación original clara como causa de (...) estafas debe sumarse la imprecisión de igual
denominación para arroyos que distaban entre sí ocho o diez leguas...” (J.P.Barrán – B.
Nahum, “Bases económicas de la revolución artiguista”, EBO 1972)
11.- “A comienzos del siglo XVIII comienza la explotación sistemática del ganado oriental por
expediciones de vaquería procedentes de Santa Fe y de Buenos Aires por un lado y de los pueblos de
las Misiones por el otro. Este cambio lo produce el aumento de la demanda interna de ganado y la
demanda externa de cueros. Los pueblos jesuitas, con una importante población, necesitaban
repoblar sus estancias destinadas al abasto (...).   En la campaña de Buenos Aires el ganado cimarrón
se había ido internando en la pampa dominada por los indígenas (...). Por eso fue necesario recurrir
al ganado de la Banda Oriental y las primeras vaquerías  de porteños y santafesinos fueron arreos de
ganado para repoblar sus estancias y para el abasto de Buenos Aires (...).  Vaquería era el lugar
donde se concentraba el ganado cimarrón en grandes cantidades, por sus aguadas y calidad de sus
pastos, y también era el acto de “vaquear”, ya fuera para reunir ganado que se arreaba para poblar
las estancias (…) ya fuera la caza para hacer cueros, sebos y grasa. Todo ello sin apropiación de la
tierra. (...) La vaquería fue el modo de producción predominante – casi exclusivo – hasta avanzada la
segunda mitad del S. XVIII. Constituye un modo de producción primitivo, depredatorio, puramente
extractivo, anterior desde el punto de vista del desarrollo de las fuerzas productivas al   pastoreo (...)
Es la caza indiscriminada del ganado salvaje para aprovechar su cuero y su grasa, desaprovechando
el resto del animal (...) El bajo desarrollo de las fuerzas productivas: escasa población, primitivismo
del transporte, mínimo nivel tecnológico de la explotación ganadera (la mera producción de cuero),
es el elemento que  determina el predominio del latifundio (...) La estancia latifundista, con
predominio del ganado alzado y con una extensión desmesurada para la cantidad efectiva de ganado
manso que poseía, requería escasa mano de obra y arrojaba al hombre de campo a la vida itinerante
(...) La propia existencia del latifundio fue un obstáculo al desarrollo de las fuerzas productivas:  Los
latifundistas se negaban al marcaje del ganado. La indefinición de la propiedad del ganado facilitaba
la vaquería indiscriminada, especialmente en tierras realengas, y el contrabando. La indefinición de
la propiedad de la tierra y el ganado, no solo por la falta de cercos sino también por los títulos
imperfectos, controvertidos o inexistentes y la lucha por la propiedad, quitaba estímulo al
poblamiento  y a la cría del ganado (...) La ganadería de rodeo supone la apropiación privada del
ganado y también, aunque no necesariamente, la apropiación de la tierra (...) La aparición de la
propiedad del ganado y de la tierra suponen una relación social de exclusión: a partir de entonces
hay hombres que poseen tierras y ganados y hay otros que no los poseen (...) existían dentro de la
unidad productiva estancia dos figura más. Una es el “puestero”, que en los límites del
establecimiento realiza una tarea de vigilancia y rodeo. Generalmente posee algo de ganado y sus
propios instrumentos de trabajo... El puestero recibe una parte del procreo y a veces alguna
retribución en especie; o dinero y paga en trabajo por el uso de la tierra (...) El “agregado” es alguien
que vive en tierra de otro, con su autorización; generalmente posee algunos animales y en algún caso
siembra hortalizas, trigo y maíz. Constituye para el estanciero una forma de obtener fuerza de trabajo
(escasa) a cambio del uso de la tierra (abundante). El agregado acceda a la subsistencia (al uso de la
tierra) a cambio de realizar determinadas tareas, de reconocer la propiedad y de dar  apoyo en las
épocas de inseguridad (...) Puede decirse en terminología feudalizante que el estanciero recibe una
renta de trabajo y el agregado el acceso a la tierra. (Millot, Julio; Bertino, Magdalena op cit)

12.- “(…)las continuas referencias de los documentos de la época a la “soledad de los campos (y los)
escasos y malos caminos, las cargas reducidas que se podían transportar en las carretas, la
inseguridad de su arribo motivada por causas naturales como las lluvias, los ríos, los pantanos y las
dificultades que muchas veces creaban los indios, además de las enormes distancias a recorrer,
encarecían muchísimo los fletes, dificultando todavía más las posibilidades de comunicación
comercial entre las provincias” Barrán, J. P; Nahum, B.“Bases económicas de la
Revolución Artiguista”, Montevideo, Banda Oriental. 3ª edición, 1984)

13.- “Este vacío que gravitaba decididamente en el estancamiento de las fuerzas de producción, se


puede cuantificar así: “Un hermoso domingo de 1831 iba yo a caballo por una de las extensas
llanuras de la Banda Oriental (...) hacía dos días que cabalgaba sin encontrar el menor rastro de
vida humana” Oxenhunfnud (-) podemos admitir que un jinete, a marcha normal, podría recorrer
alrededor de setenta kilómetros en una jornada. En tal caso el viajero de la información habría hecho
ciento cuarenta kilómetros. Si (…) la vista puede cubrir un radio de 1.500 metros, habría barrido
cuatrocientos veinte  kilómetros cuadrados sin encontrar rastros de vida humana. Es posible que la
expresión del cronista haya traicionado su testimonio y que lo que realmente no vio fue seres
humanos; aún así, el vacío es realmente aterrador.” (Vázquez  Franco, Guillermo, op cit)

14.-“Esta relación entre ganadería y sociedad a través del caballo generaba una forma de vida que
proporcionaba una gran autonomía individual que la literatura ha idealizado identificándola con la
libertad. Sin embargo aquél jinete transitando a campo traviesa, que no soportaba la coacción del
poder ni estaba controlado por el grupo, si lo estaba, en cambio, por la naturaleza envolvente que,
por contrapartida, lo condicionaba y podía pedirle cuentas hasta de su descanso. Porque aquel
hombre que parecía tan libre porque no padecía un trabajo impuesto por la necesidad ni por la
prepotencia ni por la ideología, y porque comía cuando tenía hambre y dormía cuando tenía sueño, al
contrario, no tenía fines ni opciones ni más seguridades que las que le ofrecían sus sentidos, su
destreza y su resistencia. En todo caso, si podía ser libre para moverse no lo era, en cambio, para
discurrir. La soledad determinó un acendrado individualismo, eliminando a un tiempo la necesidad
de asociación elaborada más allá de un insatisfecho instinto gregario (…) de ahí que si pudo llegar a
una concepción del mundo y de la  vida (…) seguramente sin muchas complejidades metafísicas,
condicionada por el habitat y por el modo de producción, nunca alcanzó una conciencia de clase ni
de sentimiento de patria porque, hasta tocar los tiempos de Martín Fierro, ya en la descomposición,
no soportó el control de ningún grupo dominante; el ganado y el espacio  -no la tierra y el dinero-
eran los factores de su emancipación. No es que el gaucho fuera libre – que no lo era – si era
independiente porque estaba aislado” (Idem.)

15.- “La estancia es un centro económico –social de vida autárquica, donde se ofrece una posibilidad
de trabajo; es un lugar de refugio en un medio inseguro, donde se guarda armas y puede organizar
una hueste para la guerra, es un núcleo generador de relaciones humanas, de contactos civilizadores.
A veces tiene oratorios para los oficios religiosos, o botiquines y “sangrador” para la emergencia
médica, o telares (…) y también canchas de bolos, carreras y enramadas para payadas y bailes. Ella
forma, junto con las capillas y las pulperías desperdigadas por la semidesértica área rural, los centros
básicos de la sociabilidad campesina” Reyes Abadie et al “La Banda Oriental: Pradera, Frontera y
Puerto”. Ediciones de la Banda Oriental, 1965)

y el puerto…

16.- “Casi todo lo referente al puerto de Montevideo ha sido históricamente ideologizado y teñido


por la ancestral rivalidad con Buenos Aires (…) La cuestión ha generado defensores y detractores no
sólo a nivel de sus contemporáneos, sino también de la perspectiva historiográfica. En su
consideración se han mezclado problemas impositivos, apasionamientos y maniqueísmo de diversa
índole. Conocido (quizá impropiamente) como lucha de puertos, el tema ha dominado y
condicionado los planteamientos de las relaciones entre ambas ciudades. Distintas razones desataron
una puja por la condición portuaria en el centro económico político de la región y una población
muy cercana, que no ocultó sus aspiraciones de competir con aquel.” (Bentancur, Arturo.  “El
puerto colonial de Montevideo”.  Tomo 1 Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias, 1998)

17.-“En  1798, el Cabildo montevideano salía al paso de las primeras tentativas por construir otra
terminal en la Ensenada de Barragán con una manifestación de temor por la suerte de todo el
adelanto local “de 25 años a esta parte”. Entre tanto el consulado de Buenos Aires reconocía un
bienio más tarde el “estado floreciente” de Montevideo y su zona de influencia, que entendía logrado
a expensas de aquellos comerciantes. Convencido el tribunal mercantil de la exacta correspondencia
entre puerto y progreso, esperaba generar con la proyectada fundación un nuevo polo de desarrollo
en su propia ribera” (Bentancur, Arturo, op cit)

18- “Según los inteligentes, no tiene el Río de la Plata ningún puerto bueno, pero el menos malo, y
el  más susceptible de mejoras por su situación, proporciones de materiales para obra, y porque ya
tiene algo hecho, es el de Montevideo” (…) prácticamente nadie sostenía con sinceridad en esa
época que la terminal portuaria de la costa norte era buena. La hipótesis del mal menor (…) fue
enarbolada a lo largo de todo el alegato de 1801. (…) El puerto de Montevideo presentaba tres
grandes escollos, que no superaría hasta la construcción de las obras del (siglo XX) : el fondo
fangoso, la falta de abrigos frente a los vientos del Sur, y los accidentes del acceso, sobre todo en el
Banco Inglés”. (encabeza fragmento del Telégrafo Mercantil, en 1801 citado por  Bentancur, Arturo,
idem quien finaliza el parágrafo)

19- “La comunidad de intereses: Durante la últimas cuatro décadas de pertenencia al imperio


español, Montevideo funcionó como puerto de Buenos Aires, primero con carácter exclusivo y luego
mayoritario. La comunidad fue completa y en varios momentos se escucharon referencias como las
de constituir “un mismo cuerpo” los comerciantes de una y otra margen. A su vez la propia
Contaduría General de Indias consideraba en 1803 a ambas terminales “una misma” y “una sola”. La
integración predominó  en la relación de los dos centros vecinos, unidos materialmente por un
nutrido tráfico de lanchas. Hubo entre ellas lógica unidad financiera, pero sobre todo identificación
comercial manifestada de diversas formas”. Se puede decir que ha comienzos del siglo se llegó “a
una racional complementación de ambas orillas (y que esta) no afectaría la prosperidad
montevideana, tocada sí seriamente por factores de índole política, como la secesión iniciada en
mayo de 1810 (…) De ese modo puede afirmarse que en la última década de dominio colonial, el
proceso portuario rioplatense alcanzó una racionalidad operativa que diferentes circunstancias
habían demorado excesivamente. El único beneficiado por esa forma inercial fue el centro
económico surgido en torno a Montevideo, sobre la bases de una verdadera especialización avalada
por su condición de puerto menos malo.” (Idem)

20.- “Buenos Aires libró su lucha de puertos, es verdad, pero la libró contra Lima y ahí si fue ardua y
dura la pulseada porque la por entonces poderosa capital del Virreinato con más de 100.000
habitantes en el siglo XVIII, defendía el monopolio de su puerto (El Callao) desde donde abastecer
todo el mercado de América del Sur. (…) Podríamos decir que la geografía condena a Buenos Aires
a ser la Cenicienta comercial del Río de la Plata y, sin embargo, a pesar de todas las inlevantables
demostraciones de aquella ciudad fue desde el siglo XVIII y hasta nuestros días, el eje económico de
la región. Pero pongámonos de acuerdo. Un puerto no es tanto un hecho geográfico como sí un
hecho económico (…) Fue pues por esa ubicación priviliegiada, en la concurrencia de las
coordenadas económicas de su tiempo (…) que Buenos Aires fue la sede física de todo los
mecanismos de decisión (a escala colonial) del virreinato; (…) Esa función nunca pudo tenerla
Montevideo como efectivamente no la tuvo, porque estaba mal ubicado (una “ubicación” siempre es
referencial).” (Vázquez  Franco, Guillermo en “Historia política y social de Iberoamérica” Tomo 1.
Fundación de Cultura Universitaria. Montevideo. 1992. 

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