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‘primavera árabe’
elpais.com/internacional/2017/12/16/actualidad/1513454978_043457.html
Siete años después del estallido que despertó la ola revolucionaria en el mundo
musulmán, tan solo Túnez ha consolidado apenas su proceso democrático en el norte de
África y Oriente Próximo. Precisamente en el menor de los países de Magreb prendió la
llama de la insurrección regional conocida como ‘primavera árabe’, tras la acción
desesperada de un joven vendedor de fruta que se quemó a lo bonzo contra la opresión.
La inmolación de Mohamed Buazizi, a quien la policía había confiscado el 17 de
diciembre de 2011 la carretilla y su mercancía en Sidi Buzid, localidad del interior
tunecino, desencadenó una revuelta popular que forzó la huida del país del dictador Zin
el Abidin Ben Ali. Fue la primera de una ola revolucionaria que barrió una docena de
naciones, pero el resto de ellas siguen siendo autocracias más o menos estrictas, como
Egipto; o o se han transformado en Estados fallidos, como Yemen y Libia, o convertido
en sangrientos campos de batalla, como Siria.
Los dos Estados hegemónicos que encarnan las dos grandes corrientes del islam —la
Arabia Saudí suní y el Irán chií— han movido los hilos de algunas de estas revueltas, que
las potencias globales han aprovechado también para marcar su presencia en un arco
musulmán que va desde el Atlántico hasta el golfo Pérsico. La ‘primavera árabe’,
concepto que sirve para fijar la mirada en un periodo de mutaciones, ha desembocado
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en una nueva guerra de religión en el orbe islámico, escenificada como guerra mundial
de baja intensidad en Siria. Aunque la corriente revolucionaria ha fracasado y casi todos
sus brotes se han marchitado, ha introducido algunas transformaciones en la vida
cotidiana de los jóvenes y las mujeres que han venido para quedarse, y sobre todo ha
abierto el ventanal de la comunicación a través de las redes sociales
Túnez es percibido por la comunidad internacional como el único caso de éxito de las
revueltas árabes. Las tensiones entre fuerzas islamistas y anti-islamistas de 2013 no
desembocaron en una confrontación civil gracias al papel de mediador de la sociedad
civil, que en 2015 obtuvo por ello el Nobel de la Paz. De las elecciones del año siguiente
surgió un gran Gobierno de coalición entre antiguos adversarios que ha servido para
apaciguar los ánimos.
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de su valor, disparando la inflación alrededor del 30%, y empobreciendo a la atribulada
clase media. Así pues, pocos celebran ya el aniversario de aquel 25 de enero que lo
empezó a cambiar todo.
Siete años de conversaciones con todo el apoyo de la comunidad no han servido para
sellar la paz entre el Este y el Oeste del país. El petróleo sigue siendo la principal fuente
de riqueza para los seis millones de libios. Pero la economía se ha resentido tras siete
años de enfrentamientos. En medio del vacío de poder surgieron las mafias de
traficantes para lucrarse a costa de los subsaharianos -y también magrebíes- que
intentan cruzar el Mediterráneo. La libertad se ha ido estrechando a medida que las
milicias acaparan más cotas de poder.
Una multitud celebra la caída del presidente egipcio, Hosni Mubarak, en el puente de Kasr al Nil sobre
el río Nilo, uno de los principales accesos a la plaza de la Liberación en el Cairo, Egipto. CLAUDIO
ÁLVAREZ
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la contienda expulsando a los sirios de su propio futuro, hoy en manos de Turquía,
Arabia Saudí, Irán, Estados Unidos y Rusia.
Conforme las tropas de Bachar el Asad han ido recuperando las dos terceras partes del
país y los focos de la guerra se concentran. La vertiginosa depreciación de la libra siria ha
consumido los ahorros de la población. Los asedios, y los acuerdos de desplazamiento y
la volatilidad de los frentes han provocado drásticos cambios demográficos con un
masivo éxodo rural que ahoga y empobrece a las principales urbes.
De las proclamas que exigían las calles sirias en 2011, apenas han obtenido la libertad
que les confieren las redes sociales. Exhaustos, los sirios hoy claman seguridad, escuelas
para sus hijos y hospitales para sus padres. Regresar no es una opción para parte de los
refugiados y desplazados, convencidos de que a su retorno les espera la represión.
En Yemen, uno de los países más pobres del mundo, la Revolución, como la llamaban
sus promotores, sirvió de paraguas para que las distintas fuerzas centrípetas del país
trataran de avanzar sus intereses. Aquella alianza imposible de universitarios idealistas,
secesionistas del Sur, rebeldes Huthi del Norte, desprestigiados partidos políticos, e
islamistas tratando de pescar en río revuelto, nunca tuvo otro objetivo común que
plantar cara a las tres décadas de poder de Ali Abdalá Saleh.
Pero su salida del poder en 2012 (más por la presión internacional que de la calle) le dejó
la inmunidad y la capacidad de maniobra que permitió el golpe Huthi, desatando la
intervención militar saudí. Hoy, la pobreza se ha convertido en miseria, siete de sus 26
millones de habitantes pasan hambre, un millón ha sido afectado por el cólera y se ha
abierto una brecha sectaria que no existía (entre los zaydíes, un 40% de la población que
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sigue una rama del islam próxima al chiísmo y cuya defensa se arrogan los Huthi), y el
resto (suníes). La situación se ha deteriorado tanto que hasta se ha lamentado la muerte
de Saleh a manos Huthi a principios de este mes.
Finalmente, la gente se miró en el espejo de Siria y Libia y decidió resignarse. “Incluso los
que desean un cambio político tienen miedo del caso. Quieren un cambio, pero en
calma”, concluye Guemache.
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MARRUECOS / Un nuevo brote en el Rif
La presión de la ola de revueltas propulsó en Marruecos la aprobación mediante
referéndum en julio de 2011 de una nueva Constitución que sustituía a la de 1996. La
nueva Carta Magna transfería al jefe del Gobierno algunos poderes del monarca, pero
Mohamed VI seguía manteniendo incluso la capacidad de destituir al jefe de Gobierno.
Con el paso de los años, se fueron apagando las protestas y reafirmando el poder del
monarca. El Movimiento 20 de Febrero, que promovió las protestas, quedó casi
extinguido.
Para muchos activistas, el país ha sufrido una regresión en sus libertades en los últimos
siete años. Sin embargo, otros creen que aquella llama de la primavera no ardió en vano
y su efecto se hará notar tarde o temprano.
Jordania se libró de los sobresaltos de la ‘primavera árabe’. Tras las primeras protestas,
el rey Abdalá II se comprometió a impulsar un proceso de reformas denominado Agenda
Nacional. El monarca intenta mantener dentro del tablero político a los Hermanos
Musulmanes, el principal grupo de oposición. Al contrario de lo ocurrido en Egipto tras el
golpe que derrocó en 2013 al presidente Mohamed Morsi, Amán no ha declarado
proscritos a los islamistas y tolera su actividad. La rama jordana de la Hermandad no
propugna la abolición de la monarquía, pero reclama que se recorten las amplias
atribuciones ejecutivas del rey.
Después de haber boicoteado los dos anteriores comicios, los islamistas presentaron
candidaturas en las legislativas de 2016, donde su coalición sumó 15 de los 130 escaños
en liza. El programa de los Hermanos Musulmanes insiste en la aplicación de las
reformas democráticas prometidas por el soberano hachemí tras el estallido de la
‘primavera árabe’, que aún siguen pendientes.
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LÍBANO / La primavera pasó de largo
El país levantino ha resultado ser una excepción en la cronología de la llamada
primavera árabe. En 2005, el magnicidio del ex primer ministro libanés, Rafik Hariri, ya
desencadenó la llamada Revolución de los Cedros, con masivas protestas que provocaron
la retirada de las tropas sirias tras 29 años de presencia en el país. El espectro político
libanés se dividió en dos bloques: el liderazgo chií de Hezbolá y el suní de Saad Hariri,
hijo del dirigente asesinado. Desligados de la tutela directa siria, la ‘primavera árabe’ que
sacudió la región en 2011 pasó de largo en Líbano.
La guerra siria dio al traste con las expectativas económicas, truncadas por la estampida
del turismo, la reducción de remesas y la acogida de 1.5 millones de refugiados sirios —
que representan un 25% de la población total— solapando las ya deficientes
infraestructuras del país. Los diferentes líderes han logrado fraguar un tácito consenso
para preservar a Líbano de la guerra civil y del yihadismo importado de Siria, sin por ello
disipar las tensiones que ahondan la grieta entre chiíes y suníes.
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