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La cultura que resiste

a las presiones del


'procés' y del 1-O
Posicionarse contra el 'procés' tiene un precio, pero siguen
existiendo voces dispuestas a pagarlo. Hablan Víctor
Amela, Óscar Guardingo, Francesc de Carreras...

Cataluña había sido históricamente un crisol de culturas, un enclave geográfico


formidable para el tránsito de ideas que provenían de todos los lugares del mundo, la
puerta a Europa. Por desgracia, hace años que llevamos presenciando un momento de
repliegue ideológico y cultural que habitualmente deriva en una mentalidad provinciana.
El filósofo catalán José Ferrater Mora ya nos advertía de este peligro en Les formes de
la vida catalana (1987) al establecer un paralelismo entre Cataluña y la sardana: “La vida
catalana parece consistir en un equilibrio perpetuo entre dos formas de vida, en una
constante vacilación entre lo cerrado [egoísmo] y lo abierto [solidaridad], entre el
egoísmo y el sacrificio. El vivir catalán es, como la sardana nos simboliza, aquella forma
de ser que se abre y se cierra continuamente, como si no pudiera detenerse un solo instante
en cualquiera de estas dos formas fundamentales de existencia”. Lo preciso de esta
analogía es el valor central del “equilibrio”. ¿Qué sucede cuando uno de los dos polos
crece? El equilibrio se rompe y “el gran peligro” en palabras de filósofo “es que su gran
sardana se mantenga cerrada”.
Empezaré a describir este deterioro con una anécdota universitaria. En el curso 2019-
2020 comenzaba -entusiasmado- las prácticas curriculares del grado de Ciencias Políticas
en un think tank que dependía del Departament d’Acció Exterior de la Generalitat de
Catalunya. Me refiero al Centre d’Estudis de Temes Contemporanis (por sus siglas
CETC) dirigido por un exprofesor mío, bastante joven y vinculado a ERC, que quería
dinamizar -también con mucho entusiasmo- una institución totalmente destartalada y
que había caído en “desuso”. Uno de los elementos más interesantes de dicha institución
era su revista Idees.
El primer día en las oficinas del CETC (detrás de la Catedral de Barcelona), un superior
me encargó que fuera a unas estanterías enormes y ojeara todos los números, del primero
al último, para captar el espíritu de la publicación. A pesar de que la revista había sido
claramente un chiringuito de Convergència y Jordi Pujol, la calidad de los autores
escogidos era notable. Había textos de las grandes firmas de la filosofía y las ciencias
sociales del panorama internacional: Putnam, Habermas, Bauman, Sen, Steiner,
Walz…Tampoco faltaban nombres de relieve nacional: Herrero de Miñón, Roca
Junyent, Vallespín, Subirats…

La pobreza intelectual del 'procés'


Mi sorpresa llegó cuando -más o menos- a partir del número de 2010, comienzan a caer
esos apellidos de prestigio y a aflorar nombres, por decirlo así, más autóctonos: Joans,
Carles, Oriols, Joseps, Jordis colonizan los índices de los sucesivos números. Asombrado,
pregunté al superior cuál era la razón por la cual la revista, que a principios de los 2000
había contado con grandes pensadores, se hubiera convertido en un boletín parroquial de
autores ideologizados e intelectualmente poco relevantes. El caso es que el superior,
titubeante y avergonzado, se limitó a responder: “Bueno, ja saps, el procés...” Ahora, en
su lugar, podemos encontrar múltiples artículos de los próceres de la independencia
catalana y sus correligionarios: Raül Romeva, Jordi Cuixart, Mireia Vehí, Marina
Garcés, Jordi Muñoz, Elisenda Paluzie…

El lema ‘un sol poble’ nunca se ha entendido como


construcción, sino como un proceso de aculturación y
asimilación”, sostiene Óscar Guardingo
La cultura en Cataluña se embota a medida que crece el independentismo. No obstante,
quedan figuras del ámbito de la sociedad civil, periodistas, escritores e intelectuales que
resisten como Astérix en su aldea. Pero, en primer lugar, ¿qué es exactamente el
procesismo? El prestigioso periodista Víctor Amela lo define como “una ilusión, una
utopía, un sueño, una expectativa… Si eres cantante, actor, director de cine, escritor o lo
que sea tienes que posicionarte con respecto a esta utopía. Y, en la medida de lo posible,
alinearte favorablemente para que te den voz, para que te den micrófono, para ser
pregonero de unas fiestas mayores o para que te contrate un ayuntamiento para actuar en
una fiesta…”, denuncia. Pero, claro, no podemos decir que su utopía (por mucho que diste
de nuestras convicciones) sea intrínsecamente mala o que la nuestra per se, sea
simplemente mejor. El problema de las llamadas utopías disponibles es que exigen un
tributo, un pago al tótem.
Y es que el independentismo como religión política de masas y como movimiento
identitario tiene -siguiendo al ensayista Juan Soto Ivars- “su propia corrección política
y por tanto sus propios tabúes y herejías”. No debe sorprendernos lo que sugiere el
filósofo y traductor Miguel Candel: “Cuando una tendencia social se hace hegemónica
(como es el llamado procés secesionista catalán), un nutrido grupo de intelectuales se
verán arrastrados por dicha tendencia”. En este texto, intentamos repensar la situación
atendiendo a cuatro aspectos esenciales: libertad de expresión, pluralismo, cultura y
democracia.

Sobre la libertad de expresión


La periodista Beatriz Silva (con su incansable cruzada contra la Corporació Catalana de
Mitjans Audiovisuals) viene denunciando cómo en los últimos años se han orillado las
opiniones de quienes no comulgan con el proyecto independentista. Juan Soto Ivars,
autor de La casa del ahorcado (2021) añade que “Cataluña es un laboratorio estupendo
para pensar en tribalismos, pero es algo que está pasando en EEUU, y en tantos otros
países. Se trata de procesos de división identitaria”. De esta ruptura da cuenta también
Víctor Amela: “Si algo ha cambiado en el panorama no soy yo. Es el panorama. La gente
a la que le parecía bien, o comprensible y aceptable mi punto de vista en 1997 y en el
2007, por alguna razón, en 2017 cambió, en el 2017 les pareció fatal -ríe- pero ¡no soy yo
quien ha cambiado de opinión!”.

“La entrevista es un género que está en decadencia en


Cataluña porque no se hacen entrevistas, sino felaciones”,
opina el periodista Víctor Amela
El punto de tensión está en que “el nacionalismo se ha convertido abiertamente en
secesionismo y esta es la nueva realidad que divide a los catalanes” dice el jurista y
ensayista Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional, que a mediados
de los 90 comenzó su andadura contra las tendencias totalitarias del
independentismo. Junto a un reducido grupo de intelectuales, fundó Foro Babel, que, en
sus palabras, “nacía en Cataluña para dar una voz de alerta en una sociedad en la cual el
nacionalismo catalán dominaba el discurso político y cultural de forma total”. A fuego
lento se iban menoscabando las bases del pluralismo…

Sobre el pluralismo
Constantemente vemos cómo artistas, periodistas e intelectuales se marchan por la
sensación de asfixia que les genera el corsé secesionista. Una de las últimas
personalidades que se vio obligado a salir fue el reconocido pintor Sean Scully, quien a
finales de agosto hizo pública su decisión. Por otro lado, y, como consecuencia de haber
estrechado y apretado las tuercas a aquellos herejes del procés, se sujeta a obediencia a
quienes salen del redil con reprimendas y amenazas.
"Las tertulias en TV3 son bochornosas, una competición por ver quién tiene las
credenciales de independentista del año", explica Víctor Amela. "La entrevista es un
género que está en decadencia porque no se hacen entrevistas, se hacen felaciones, es
todo como un carril en el que ya sabes como oyente o como telespectador lo que va a
preguntar uno y lo que va a responder el otro, ¡apasionante!", dice con sarcasmo.
A veces, para maquillar esta situación contratan a un pésimo orador, un tonto útil, que
hace las veces de representante del constitucionalismo. No hay discusión más que por
el nivel de fanatismo que estila uno u otro. Si se es capaz de “sujetar a la obediencia”
es porque en la relación de fuerzas hay quien tiene la sartén por el mango: “Claro que
puede haber un peaje personal” reconoce Amela “y en Cataluña, efectivamente, las
personas con las que yo disiento más son personas que tienen poder, tienen el poder ni
más ni menos que de 30 mil millones de euros al año, que es el presupuesto de la
Generalitat”, señala.

Sobre la cultura
La utopía debe ser unicelular. En esto el aparato mediático y educativo juegan un papel
central. En Cataluña, explica Francesc de Carreras “la embestida a la cultura empezó
como mínimo en 1980, con el primer gobierno Pujol y con el consejero de Cultura Max
Cahner, un nacionalista dogmático. Sólo se protegía desde la Generalitat la cultura en
catalán y en los sectores no literarios a las personas o entidades nacionalistas. Ello ha
empobrecido enormemente el mundo cultural de Cataluña, mucho más rico en los años
sesenta y setenta”, recuerda.

En agosto de 2020, Elisenda Paluzie declaró con total


impunidad que ‘no tenemos que permitir rectorados
unionistas en Barcelona’
Como apunta el exsenador Óscar Guardingo, “el nacionalismo catalán nunca ha hecho
propio el lema de ‘un sol poble’ como una construcción populista o republicana, sino
como un proceso de aculturación y asimilación”. Huelga decir que la solidaridad con el
resto de España se había erigidio en un pilar, en condición sine qua non de la construcción
de la democracia postfranquista: “convertir esa pluralidad en una sola comunidad política
fue un consenso de las fuerzas antifranquistas donde la izquierda era hegemónica. La idea
de ‘un sol poble’ fue mal entendida por el nacionalismo que, además, nunca la practicó.
‘Un sol poble’ nunca fue una verdad antropológica, sino el proyecto político de
convivencia de la pluralidad en una sola comunidad política” asevera Guardingo.

Sobre la democracia
¿Qué queda de la democracia en Cataluña y cuál es su relación con el orillamiento, la
reducción y la fagocitación? En agosto de 2020, Elisenda Paluzie tuvo el descaro de
declarar con total impunidad que “no tenemos que permitir rectorados unionistas en la
Universidad de Barcelona y ni en la la Universidad Autonóma de Barcelona”. En una
sociedad sana, estas declaraciones habrían sido motivo de cese en sus funciones como
presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC).
El filósofo Miguel Candel se lamenta: “En la ‘universidad catalana’, el adjetivo se está
comiendo a marchas forzadas al sustantivo. Los rectores y sus equipos se han convertido,
creo, sin excepción en palanganeros del ‘procés’. Por suerte para mí, ya no vivo de la
institución, por lo que me siento libre para denunciar esa deriva, y compadezco a los
antiguos compañeros que deben seguir navegando en tales aguas”. Todos los
entrevistados, de un modo u otro, ponen el acento en la construcción sistemática de una
ciudadanía que viaja en primera clase y otra que se siente turista en su propio territorio.
Juan Soto Ivars habla del “tabú más potente” del independentismo: “los tabúes dentro de
la trinchera del ‘procés’ tienen que ver con la mitad no independentista de los catalanes.
No se puede pensar en ellos, se omiten o ridiculizan, se mantienen en la sombra. Así,
cuando hablan de ‘el pueblo de Cataluña’ o ‘los catalanes’ se refieren solo a una parte”.
Portadores de una verdad histórica -del “mandat del poble de Catalunya”- como Estados
Unidos en su conquista hacia el Oeste, han callado, invisibilizado y laminado a más de
la mitad de la ciudadanía catalana, cargándose el factor “pueblo” de la fórmula
democrática. A esto de toda la vida de Dios se le llama despotismo.

Varias personas declinaron participar en este reportaje:


temen padecer presiones, escarnio y señalamiento, dentro
y fuera de las redes sociales
Víctor Amela considera que “los que tenemos el sueño de una sociedad abierta en
España en la que todos tengamos lugar y cabida y en la que compartamos nuestros
destinos, también deberíamos tener espacios y micrófonos en la misma medida que los
que se alinean con el sueño -yo diría quimera- independentista”. Guardingo, en la misma
línea, cree que “el nacionalismo catalán ni siquiera es capaz de entender que la ruptura de
consensos que supuso el intento de convertir en extranjeros en Cataluña a los españoles
haya fracturado a los catalanes”. En opinión de Francesc de Carreras, desde la preparación
de la nueva ley de política lingüística de 1997 “empezó a vislumbrarse que el
nacionalismo no era una ideología transversal a todos los ciudadanos de Cataluña, sino
sólo a la ideología de algunos”.
Varias personas han decidido mantenerse al margen del reportaje por cautela: un par de
artistas, uno de ellos por haber tenido problemas familiares a raíz de sus posiciones
ideológicas con respecto al procés, el otro por no querer “meterse en camisa de once
varas”; después un catedrático de Derecho Constitucional que en estos momentos
“prefería no hacerlo”; por último una influencer que decidió no verse salpicada a nivel
laboral y un editor que pretendía “mantener perfil bajo y andar con pies de plomo”. Todos
ellos padecen o temen padecer en sus carnes la presión y las nuevas formas de
escarnio público y señalamiento, dentro y fuera de las redes sociales.
Sin embargo, aún hay lugar para la esperanza. Karl Popper nos invita al optimismo en
su obra La responsabilidad de vivir (1994) pues, refiriéndose al periodo ominoso por el
que tuvo que pasar la joven democracia ateniense, en las guerras de independencia contra
la dominación del imperio persa, concluía: “en la primera de estas guerras Atenas quedó
destruida, pero ganó”. Tras unos meses de crisis, un grupo de atenienses demócratas
vencieron a los tiranos en la batalla del Pireo, instituyendo la paz y la prosperidad. ¿Es
hora de pasar a la acción?

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