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De acuerdo con esta Convención, la sociedad debe garantizar el acceso de todas las

personas con discapacidad al ejercicio efectivo de sus derechos. De modo que, los
Gobiernos deben eliminar todas las barreras que obstaculizan el desarrollo de una vida
normal cuando se tiene una discapacidad.

Siendo así, la interdicción judicial se imponía como una de las mayores barreras, al limitar
o retirar la capacidad jurídica de las personas con discapacidad mental. Por consiguiente, la
nueva ley crea instituciones que pretenden ayudar y garantizar el ejercicio de la capacidad
legal de las personas mayores de edad con discapacidad.

Sin embargo, un análisis prematuro de esta nueva ley nos indica que su reglamentación y
puesta en marcha representan grandes retos.

Pero antes de señalar cuales son estos retos, es necesario exponer brevemente en qué
consisten la interdicción judicial y el nuevo sistema.

La interdicción judicial.

La interdicción judicial se entendía como la limitación o pérdida de la capacidad jurídica de


una persona con discapacidad mental. Esto implicaba para el interdicto, no poder tomar
decisiones sobre asuntos relativos a su vida personal y patrimonial.

El estado de interdicción era decretado por un juez de familia, en un proceso que podía ser
promovido por uno o varios terceros, que ni siquiera debían demostrar algún interés
legítimo frente a la declaratoria.

Con la demanda, debía aportarse un certificado médico psiquiátrico que corroborara la


incapacidad mental absoluta de la persona con discapacidad, además de los tratamientos a
los que debía someterse para superar ese estado.

No obstante, dichas valoraciones podían ser cuestionadas por los jueces, situación que
implicaba la realización de una nueva valoración o peritaje por parte de Medicina Legal.
Esto último podía tomar meses, incluso años, ocasionando la prolongación del proceso por
tiempos indeseados y hasta perjudiciales.
De cualquier forma, la declaratoria de interdicción no necesariamente garantizaba el
cumplimiento de su fin último, siendo este la protección de los derechos de la persona con
discapacidad. Y es que, la designación de un curador implicaba adjudicar grandes
responsabilidades, cuya asunción y cumplimiento partía en su mayoría de la sola confianza.

Por consiguiente, las decisiones tomadas sobre la vida y bienes del interdicto, aun en contra
de su voluntad, podían causar afectaciones a sus derechos, o incluso ir en contra de la
protección de los mismos

La interdicción judicial se entendía como la limitación o pérdida de la capacidad


jurídica de una persona con discapacidad mental. Esto implicaba para el interdicto,
no poder tomar decisiones sobre asuntos relativos a su vida personal y
patrimonial.
Nueva normativa

La nueva ley rescata la importancia que tiene la voluntad de la persona con discapacidad en
la toma de sus propias decisiones. Entonces, se elimina la concepción de incapacidad en
personas mayores de edad, y se promueve la protección de su voluntad por medio de la
concesión de ayudas que les permitan expresarla y aplicara de forma real y acertada.

En ese sentido, surgen tres mecanismos que pretenden garantizar el ejercicio de la


capacidad legal por parte de personas con discapacidad, a saber:

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