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Abstract.
Through the following lines we will address each aspect that defined the religion
of one of the most important civilizations of Antiquity, whose extension covered
the surroundings of the Mediterranean Sea, because from the first findings that
we have about the presence of humans in what is now Greece allows us to find
out how influential the neighboring peoples were so that the conformation of the
gods, rituals and artistic manifestation came to relate to each other and make them
have a great impact on the life of the ancient Greeks. For this, it is necessary to
start chronologically from the first civilizations that over time would unite
territorially and share a certain social, political, military, economic and cultural
structure, until reaching the periods in which it would be more important to define
the activities related to worship and the spiritual manifestation of human beings.
Introducción.
Grecia es conocida por muchos como la cuna de la civilización occidental, pues más de un
ámbito característico de la sociedad comenzó a desarrollarse en la Hélade y cuyas ideas serían
extendidas más allá de las zonas habitadas en el Mar Mediterráneo, hecho que es notable
desde época romana.
Desde sus orígenes, la antigua civilización griega ha pasado por múltiples cambios y tuvo
encuentros con diversas culturas que influyeron e impactaron en ese proceso de
moldeamiento.
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La religión griega es comúnmente asociada a la mitología y al panteón olímpico. No
obstante, la religión como tal incluyó más elementos de carácter espiritual y cultural que
permitieron se desarrollara bien históricamente, pues se abarcaban diferentes ámbitos en la
vida. Para comprender a detalle cómo surgió, hay que ubicarse desde los inicios de la
civilización griega y analizar su evolución en las etapas que conformaron el periodo antiguo
de Grecia pero, sobre todo, indagar en cuán significativa era la adoración a cada deidad que
representaba aspectos tanto naturales como humanos, cuya intervención llegaría a definir el
curso no solo de la humanidad sino también del Universo entero. Por ende, el ensayo que se
presenta a continuación brevemente aborda esas transformaciones que le dieron forma al
ámbito religioso, empezando por las primeras civilizaciones de cretenses y micénicos, pues
los detalles encontrados en sus respectivos sistemas de escritura, serían un indicio de cómo
en la Época Arcaica el culto representaría algo más íntimo y complejo en cuanto el panteón
de dioses se expande, hasta llegar a manifestarse de forma monumental con los santuarios y
los templos.
Civilización Minóica.
Para entender los orígenes de la civilización en la Antigua Grecia tenemos que remontarnos
a periodos anteriores a la Edad de Bronce, que comprenden al paleolítico, el mesolítico y el
neolítico en zonas del Mar Egeo, pues durante estos miles de años que transcurrieron diversas
cualidades propias del Mediterráneo serían adquiridas y adaptadas, sobre todo en lo que se
refiere al culto religioso.
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de tal manera que le permitió a la gente tener una transición casi inmediata a la Edad de los
Metales. De hecho, ya en esta época es posible encontrar un registro de carácter religioso a
partir de la introducción de una diosa madre y otras representaciones divinas en estatuas y
santuarios.
Civilización Micénica.
Ya que se ha mencionado anteriormente sobre conflictos generados entre las tribus de las
islas y demás zonas que se encuentran alrededor del Mar Mediterráneo (dorios, aqueos,
jonios, eolios, troyanos…), es de suma importancia resaltar a la siguiente civilización que si
bien no fue aliada de los minóicos y además acabó con el reinado Cretense, hay que reconocer
lo mucho que aprendió de ellos por diversos aspectos vitales que permitieron su desarrollo
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entre el 1500 y 1150 a. C. Para ello, debe resaltarse su origen indoeuropeo y los cambios que
llevaron consigo desde su entrada al área continental de Grecia, empezando con la
introducción y el uso del caballo al Peloponeso, hasta elementos militares, arquitectónicos y
mercantiles que inicialmente posibilitaron una relación con los minóicos por un breve tiempo,
hasta que finalmente tomaron la ciudad de Cnosos.
La edificación de palacios tampoco fue ajena para esta civilización, pues hasta su ámbito
político sería fuertemente influenciado por los reinados Cretenses, tal como ocurre en al área
artística y la navegación, debido a que esta última fue la vertiente necesaria para darle a Creta
la oportunidad de florecer y abastecerse en medio del mar, aspecto que también benefició al
pueblo micénico que tendría aliados en Egipto y encontraría más enemigos entre los fenicios.
Sin embargo, es gracias a la orfebrería y a la cerámica tanto minóica como micénica que
se ha permitido fechar los acontecimientos importantes pero, ante todo, es a través del sistema
de escritura Lineal B (propio de los micénicos) que podemos entender los asuntos
relacionados a “las creencias, administración, tipos de habitantes, clases de tierras,
organización militar y actividades económicas” (Fernández, 2008, p. 46).
Ahora que ya hemos ahondado en la historia de ambas civilizaciones tan esenciales, cabe
aclarar que antes de entrar en el tema de la religiosidad es indispensable saber cómo nacieron
ambos pueblos porque ayuda a comprender mejor de qué forma se influyeron una a la otra,
y cómo individualmente interactuaron con otros pueblos de sus alrededores, entre ellos los
hititas, cuyas contribuciones fueron el impulso para formalizar el culto a las divinidades de
la Edad de Bronce y épocas posteriores.
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al no contar con documentación completa y decifrable para tener todo el panorama religioso
que sentaría las bases de todo el panteón griego ya utilizado en Época Arcaica. Asimismo,
los pocos datos que se tienen al respecto desde comienzos del siglo XX nos dan una idea de
cómo se efectuaban ritos de culto y ritos funerarios pero, a grandes rasgos, son las
representaciones artísticas y el sistema de escritura las principales fuentes mediante las cuales
es posible saber qué tan religiosos fueron los habitantes de Creta y Grecia Continental. Ya
en párrafos anteriores se ha dado mención del importante papel que tuvo una deidad femenina
que las locaciones del Egeo pudieran tener en común, incluso con algún antecedente asiático
u oriental en el que algunas pequeñas sociedades pudieran haberse conformado con un
gobieno de estructura matriarcal. Tenemos de ejemplo la antigua ciudad de Catal Hüyuk en
Anatolia, Turquía, que al ser considerada una de las primeras en su tipo, ya nos da referencias
de una mujer gobernante en estatuillas que simbolizaban una Diosa de la Fertilidad o Diosa
Madre.
Otra muestra la encontramos en Mesopotamia donde, además de los tres dioses Sumerios
supremos An, Enlil y Enki, se hace mención de una Diosa-madre bajo diversos nombres,
pero que refleja esa necesidad de integrar un elemento femenino de carácter divino
complementario.
De esta forma, podemos considerar que Oriente Próximo acompañó a los fundadores de
Creta y, próximamente, a los de Micenas y sus alrededores. La deidad principal en ambas
civilizaciones parece ser de la misma índole que las ya citadas, pues para los minóicos existía
una diosa serpiente, de la cual no se tiene algún nombre definido, mientras que la cultura
micénica, además de hacer referencia a Potnia que posiblemente también fuera diosa madre,
nos ofrece breves descripciones en las tablillas de su sistema lineal B nombrando algunas
posibles divinidades que ya serían conocidas en el periodo Clásico, entre ellos Deméter,
Perséfone, Zeus y Poseidón. “Por los frescos, los sellos anulares, los sellos de piedra y los
restos hallados, sabemos que participaban en libaciones, procesiones, festejos y el ritual del
salto del toro” (Macquire, 2020).
De acuerdo con la autora, comprobamos cuán relevante era el toro en las culturas que
nacieron en toda la zona de Oriente, Asia Menor y en el extremo sur de la Península de los
Balcanes. Ya en época paleolítica sabemos de la importancia espiritual que tenía este animal
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y, para los minóicos, sería considerado algo tan sagrado que incluso posteriormente se le
relacionaría con la fundación misma de Cnosos, donde se encuentra el palacio del Rey Minos,
y cuya información sobre las festividades nos dan un panorama de cómo seguirían
impactando en la vida religiosa de las siguientes generaciones.
Ya que no hay información suficiente que respalde algún desarrollo importante de la religión
en la época oscura de Grecia, es necesario ir directamente al tiempo en el que los héroes y
los dioses entraron con personalidades mejor moldeadas principalemente dentro de la
literatura.
Una ciudad no puede existir sin sus dioses y los dioses no pueden existir sin la ciudad
ya que sin comunidad sería imposible que recibieran culto. Es, por tanto, una religión
recíproca, “dar para recibir algo a cambio”; la comunidad realizaba culto para recibir
a cambio protección. Hay una interacción permanente entre dioses y humanos. (2013,
p. 2).
Basándonos en lo dicho por la autora, es fácil entender que tratándose de una especie que
pasaría millones de años para desarrollar la razón, estaría expuesta a diversos fenómenos
propios y externos que no podría comprender, pero terminaría por sentirse interesada en saber
quién controlaba o manejaba lo ocurrido en el universo mismo. Y, como ya hemos analizado
con anterioridad, en los orígenes de la civilización griega ya habrían designado ciertas
deidades para actividades espirituales, sociales o políticas. De cualquier manera, los mitos ya
formarían parte de la vida de los helenos. Así pues, la época arcaica se caracterizaría por un
notable crecimiento en la cultura y la religión efectuado gracias a ciertos sincretismos.
Este periodo llega a destacarse por las grandes epopeyas como La Ilíada o La Odisea,
atribuidas a Homero, y mejor aún, nos muestra un registro de todo origen divino en la
Teogonía de Hesiodo. Lo más destacable, es que dichas obras ya denotan una amplitud en
los dioses, sus familias, su descendencia y su relación con los humanos, tal como la Guerra
de Troya, y ciertamente es posible que los antiguos griegos ya adoptaran una religión
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politeísta. Podemos evocar nuevamente a dioses como Poseidón o Zeus, quienes
intervendrían en asuntos de los héroes o de la civilización y su destino, tal como ocurre con
Odiseo. Es por ello, que La Ilíada podría ser la primera referencia o fuente que para la época
daría lugar a nuevos rituales y festividades consagradas a más dioses.
Es muy posible que su raíz y los datos más antiguos se remontan a la época micénica,
pero resulta muy difícil al historiador separar el dato correspondiente al mundo
micénico de la elaboración más tardía. Con frecuencia no concuerda la descripción
de los relatos homéricos con nuestros conocimientos de la Edad del Bronce griego, o
las referencias homéricas alusivas a los señores micénicos con la estructura social que
reflejan las tablillas (La autenticidad histórica en las fuentes homéricas, párrafo 6).
Son muchos autores los que coinciden en que no es conveniente relacionar los hechos
homéricos con los sucesos de Micenas y su progreso hasta los enfretamientos con los dorios
en Época Oscura, pues seguimos teniendo la dificultad de considerar a un solo autor para esta
obra que debería tomarse mayormente de carácter literario. Sin embargo, muchos mitos
surgirían a partir de estas menciones que ya incluyen divinidades previas, por lo tanto, es
indispensable tomarlo en cuenta al igual que el catálogo de dioses, diosas y héroes que
transmite Hesiodo, quien también reflejaría alguna influencia de Homero. Tenemos de
ejemplo la lista de las Nereidas mencionadas por este último, que “se eleva a cincuenta en
Hesíodo” (García, 1975, p. 42).
No obstante, debe reconocerse que, si bien la literatura de la época no está bien sustentada
con la historia, es indispensable ser tomada en cuenta para darle forma a la religión que
ejercerían los helenos hasta el fin de su civilización.
Previo al nacimiento de los dioses, tiene que haber un origen de todas las cosas y desde la
Época Arcaica empezarían a surgir estas dudas, pues además de la humanidad y las
divinidades principales tendría que designarse un creador de todo lo conocido que hiciera
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posible y funcional la existencia e incluso la trascendencia. Así es como podemos decir que
la cosmogonía es fundamental en la religiosidad.
Graves comenta:
Los doce dioses y diosas más importantes de la antigua Grecia, llamados dioses del
Olimpo, pertenecían a la misma grande y pendenciera familia. Menospreciaban a los
anticuados dioses menores sobre los que gobernaban, pero aún menospreciaban más
a los mortales. (1999, p. 3).
Ciertamente, este conjunto de dioses y diosas que incluye hijos de Zeus, tenía su sede
principal en el Monte Olimpo, de ahí que se les designe como Olímpicos. No obstante, son
muchos los autores los que varían la cantidad de miembros que lo conforman, de manera que
hallamos algunos integrantes que bien pueden ser considerados Olímpicos o no.
Comúnmente se nos menciona a Zeus, Poseidón, Hades, Hera, Atenea, Apolo, Hermes, Ares,
Afrodita, Artemisa, Deméter, Dioniso y Hefesto. En ocasiones vemos unos más y otros
menos, pues hasta los héores semidioses son considerados dentro de la religión, siendo que
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son los más grandes referentes que se tenían sobre valores humanos que se inspiraban a través
de sus hazañas, cuyo objetivo era reflejar enseñanzas mayormente positivas. Por ello,
llegarían a ser integrados como deidades para rendirles culto con la finalidad de recibir cierta
protección de su parte gracias a las batallas y guerras que los hizo conocidos por sus buenas
convicciones que motivarían al pueblo griego generación tras generación. Entre ellos, es fácil
recordar a Heracles, Perseo o Teseo pues, aunque sus logros se encontraban entre la realidad
y el mito, eran todo lo contrario a los dioses y serían dignos de admirar.
García menciona que “son protectores en la guerra, siguiendo con ello la tradición
homérica, en donde la palabra héroe era sinónimo de guerrero. Llegaron a ser tan numerosos
que a veces sólo eran designados por el lugar donde su culto era localizado” (1975, p. 92).
Para este punto, se hace evidente que los ritos han estado desde los comienzos hasta el fin de
la civilización griega, y se han modificado en cada ámbito al que se le dedico culto religioso,
porque hablando nuevamente de la cultura micénica “el entierro era un ritual importante,
como lo ponen de manifiesto las tumbas monumentales de tholos, otras sepulturas
prominentes y la cantidad de objetos preciosos enterrados con los muertos: máscaras de oro,
diademas, joyas, espadas y dagas ceremoniales” (Cartwright, 2020).
Por tal razón, existía un rito dedicado a un dios determinado y para momentos especiales;
de hecho, esto se puede presenciar incluso en la tragedia que estaría relacionada con el culto
a Dioniso, de tal forma que el arte estaría mucho más relacionado con la espiritualidad y esa
necesidad de conectar con las divinidades. Ese era el fin de realizar rituales. Cada uno de
ellos, dependiendo de la deidad a la que se dedicaba dicho ritual, se efectuaba en un lugar
determinado, tal como en los templos y santuarios dedicados a loa dioses más importantes, y
en ocasiones todo se complementaba con danzas e himnos que elevaran al individuo hasta
encontrarse con el dios para sentirse acogido por él o ella, esperando siempre una aprobación
de su parte. Esto es, tener una comunicación más profunda con quien desearan tener su
protección u obtener que se cumpliera determinada petición, e incluso ayuda. Así pues, Reyes
nos indica que el ritual se divide en dos categorías, siendo las plegarias, el sacrificio y la
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purificación ejemplos del tipo ordinario, mientras que las fundaciones de ciudades y
festivales religiosos eran ritos extraordinarios (2018, Ritos ordinarios y generales, párrafo 2).
Una vez llegada la época de unificación de las polis griegas en el periodo Clásico,
encontramos algunos elementos religiosos que estarían mejor definidos. Pero lo más
importante es que todo lo creado hasta este momento, se mantendría sin muchos cambios
significativos, pues hasta el último momento de la Época Helenística con Alejandro Magno,
la creencia politeísta continuaría en pie.
Los santuarios y los templos serían una carcaterística muy destacable, sobre todo
considerando que El Partenón situado en la Acrópolis de Atenas, dedicado a la diosa del
mismo nombre, nos muestra perfectamente el perfeccionamiento de los sitios de culto,
considerando que se trataba de la patrona de un lugar tan importante en esos siglos debido a
que, como mencionan Bruit y Schmitt-Pantel “los santuarios están a menudo conectados con
el núcleo urbano de la ciudad por medio de las vías sagradas que recorren las grandes
procesiones durante las fiestas y que son un medio suplementario de marcar la influencia
religiosa y cívica de la comunidad sobre un territorio” (2002, p. 47).
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Conclusión.
Hablar de la religión griega resulta un tema bastante extenso tomando en cuenta que son
muchos elementos los que la definieron como una de tipo politeísta. Por ello, abordar su
historia de cómo cambió con el tiempo a través de cada período que conformó la civilización
de la antigua Grecia nos da una idea de cuán importante era la religiosidad y la espiritualidad
en cada una de las personas que habitaban los alrededores del mar Mediterráneo.
Pensar en las culturas micénica y minoica ahora nos hace considerar que la relación
existente entre cada uno de los pueblos que llegaron a Europa influyendo inicialmente con
una diosa madre que muchos compartían, aunque con diferente nombre, pero cuya presencia
era necesaria para que con el tiempo cada una de las situaciones que se daban en la naturaleza
tuvieron una explicación y una relación divina, pues incluso el mismo comportamiento
humano debía tener esa conexión con algo sobrehumano. Por lo tanto, vemos que fue mucho
más importante de lo que parece y es un aspecto que en ocasiones omitimos.
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REFERENCIAS:
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https://www.worldhistory.org/trans/es/1-80/la-civilizacion-minoica/
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Graves, R., & Serrat, C. (1999). Dioses y héroes de la antigua Grecia. España: Editorial
Millenium.
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Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1610/minoicos-y-
micenicos-comparacion-entre-dos-cultura/
Reyes, A. (2015). Obras completas, XVI: Religión griega, Mitología griega. México:
de Claseshistoria, (7), 3.
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Vernant, J. P. (2000). El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos,
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