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Este muy humano príncipe [Constancio], aunque éramos parientes cercanos, nos trató del
siguiente modo. Sin juicio alguno mató a seis primos comunes, a mi padre, que era su tío, a otro
tío nuestro por parte de padre, y a mi hermano mayor.
Juliano el Apóstata
Juliano tenía sobradas razones para no sentir simpatías hacia Constancio, o hacia la fe
cristiana que éste profesaba. En efecto, a la muerte de Constantino había ocurrido una matanza
de todos los parientes del gran emperador, excepto sus tres hijos. Las circunstancias en que esto
ocurrió no están del todo claras, y por tanto quizá sea injusto culpar a Constancio por el hecho. A
la muerte de Constantino la sucesión resultó dudosa por un breve período, y fue entonces que los
soldados de Constantinopla mataron a casi toda la parentela del difunto emperador. Pero esto no
lo hicieron para que otra dinastía ocupara el trono, sino todo lo contrario, para asegurarse de que
nadie reclamara el poder, que les correspondía exclusivamente a los tres hijos de Constantino. De
ellos, sólo Constancio estaba a la sazón en Constantinopla, y por tanto la opinión común fue
siempre que Constancio había ordenado la muerte de sus parientes.
En todo caso, haya o no mandado Constancio a matar a la familia de Juliano, el hecho es
que éste último estaba convencido de que su primo era el culpable. El padre de Juliano,
Constancio, era medio hermano de Constantino, y por tanto Juliano y el emperador Constancio
eran primos hermanos (véase el cuadro genealógico en la página siguiente). Lo que Juliano
sospechaba —y lo que se decía en voz baja por todo el Imperio— era que, temiendo que alguno
de estos parientes cercanos del gran emperador pretendiera el trono, Constancio había ordenado
que todos fueran muertos.
Muerte de Juliano
Basilio de Cesarea, el obispo cristiano que había sido condiscípulo de Juliano en Atenas,
había tenido una visión en la que San Mercurio, uno de los viejos mártires de Cesarea, descendía
del cielo y atarvesaba el corazón de Juliano con una lanza. La visión de Basilio no se cumplió,
pero poco después, cuando Julliano dirigía sus tropas en una campaña contra los persas, fue
alcanzado por una lanza enemiga, y murió. Se cuenta que sus últimas palabras fueron “¡Venciste,
Galileo!”, pero esto no es sino una leyenda poco digna de crédito.
En todo caso, aunque Juliano no haya pronunciado esas palabras, el hecho es que, aún en
vida de Juliano, el Galileo había vencido. Las reformas religiosa vencida. Las reformas religiosas
del emperador apóstata nunca lograron arraigo entre el pueblo, que se burlaba de ellas, pues el
paganismo había perdido su fuerza vital y no podía ser resucitado mediante decretos imperiales.
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