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1 Pedro 4

1 Pedro 4:1-19 1 Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, ustedes también ármense del mismo
pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó [ha roto] con el pecado [Romanos 6:1-11], 2 para no vivir el
tiempo [Gr. Chronos—periodo de tiempo] que resta en la carne, conforme a las concupiscencias [Gr. Epithumía—malos
deseos] de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. 3 Baste ya el tiempo [Gr. Chronos—periodo de tiempo]
pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias [Gr. Epithumía—malos
deseos], embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías.
4A éstos les parece cosa extraña que ustedes no corran con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y los ultrajan
[blasfeman o hablan mal de ustedes]; 5 pero ellos darán cuenta [Gr. Logos—palabra] al que está preparado para juzgar a
los vivos y a los muertos. 6 Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados
en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios.
7 Masel fin de todas las cosas se acerca [se ha acercado]; sean, pues, sobrios [sensatos], y velen en oración. 8 Y ante todo,
tengan entre ustedes ferviente [intenso y constante] amor [Gr. Ágape]; porque el amor [Gr. Ágape] cubrirá multitud de
pecados. 9 Hospédense los unos a los otros sin murmuraciones.
10 Cada uno según [conforme] el don [Gr. Charisma] que ha recibido, minístrelo [Gr. Diakonountes—adminístrelo] a los
otros, como buenos [Gr. Kalos—excelentes] administradores [Gr. Oikonomos—mayordomos] de la multiforme [Gr.
Poikiles] gracia [Gr. Charis] de Dios. 11 Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre
conforme al poder [Gr. Ischus—fuerza] que Dios da [suministra], para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a
quien pertenecen la gloria y el imperio [Gr. Kratos—dominio, gobierno] por los siglos de los siglos. Amén. 12 Amados, no
se sorprendan del fuego de prueba [Gr. Peirasmos—tribulación, tentación] que les ha sobrevenido, como si alguna cosa
extraña les aconteciese,
13 sinogócense por cuanto son participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su
gloria se gocen con gran alegría. 14 Si son vituperados por el nombre de Cristo, son bienaventurados [Gr. Makarios—
dichosos, felices, bendecidos], porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre ustedes. Ciertamente, de parte de ellos, él
es blasfemado, pero por ustedes es glorificado. 15 Así que, ninguno de ustedes padezca como homicida, o ladrón, o
malhechor, o por entremeterse en lo ajeno;
16 pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello. 17 Porque es tiempo [Gr. Kairós—

ocasión o momento oportuno] de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál
será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? 18 Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá
el impío y el pecador? 19 De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador,
y hagan el bien.
4:1-6 El ejemplo de Cristo para una vida victoriosa ante el sufrimiento
v.1-2 El fundamento de la vida victoriosa—Así como Pedro utilizó el ejemplo de Cristo para poder
poner en vigor la paciencia en el sufrimiento, ahora lo emplea para instar al aniquilamiento del
pecado. El creyente tiene que armarse, como se arma un soldado, con el “mismo pensamiento”
(actitud y propósito) que tuvo Cristo, proponiéndose sufrir antes que pecar. El creyente así tiene
victoria sobre la naturaleza de la carne.
La idea es que, si una persona ha soportado la persecución y tentación y no ha negado el nombre de
Cristo, ha llegado a la otra orilla con un carácter tan probado y una fe tan fortalecida que la tentación
ya no le puede tocar más. Toda tentación resistida nos hace más fácil resistir la siguiente; y cada
tentación conquistada nos hace más capaces de vencer el siguiente ataque.
De la misma manera que la muerte física libera al hombre del pecado, así también, el que se identifica
con el sufrimiento redentor de Cristo, debe actuar en consecuencia, haciendo caso omiso de las
fuertes pasiones pecaminosas de los hombres mientras viva en la tierra, y respondiendo a la voluntad
de Dios para su vida. Cuando ha sucedido esto, la persona le ha dicho adiós a su anterior manera de
vivir.
v.3-6 Proceso contra los que viven pecaminosamente—El apóstol señala ahora el contraste entre
la vida de lujuria de los gentiles y la vida de los que andan conforme a la voluntad de Dios. Esta vida
de pecado ya cobró su precio antes de la conversión y no debe dársele una nueva oportunidad.
Aquí hace un listado de seis pecados característicos de la persona no regenerada. Los creyentes,
debido a su vida cambiada, evitan por completo ese estilo de vida, mostrando mediante la pureza de
su vida que es posible vivir diferente, aunque por hacer esto sean censurados y difamados.

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“Los cristianos se veían forzados a apartarse de todos los placeres sociales del mundo, y los gentiles se
resentían amargamente de su puritanismo, considerándolos como los enemigos de todo gozo, y por ello
de todo el género humano” (Bigg).
Sin embargo, los incrédulos tendrán que enfrentar el juicio de Dios, tanto en esta vida (“los vivos”),
como al final, en el Gran Trono Blanco del juicio que vendrá (“los muertos”—Apocalipsis 20:11-15).
4:7-11 Juicio y servicio en medio del sufrimiento
v.7 Viviendo a la luz del juicio que vendrá—La afirmación de Pedro “Mas el fin [la consumación]
de todas las cosas se acerca” continúa el tema del juicio. En razón de su inminencia se les ordena a
los creyentes que sean “sensatos y sobrios para entregarse en oración”. Cuando una persona se da
cuenta de la proximidad de Jesucristo, está obligada a adoptar cierta clase de vida. En vista de esa
proximidad Pedro hace cuatro demandas:
(i) Debemos estar firmes en nuestra mente: “Mantengan su sensatez”. El verbo que utiliza Pedro
se refiere a la sabiduría que caracteriza a una persona que es preeminentemente sana y que conserva
la sensatez. La gran característica de la sensatez es que ve las cosas en su apropiada perspectiva; ve
qué cosas son importantes y cuáles no; no se deja arrebatar por un entusiasmo repentino y
transitorio; no es propensa ni a un fanatismo desequilibrado ni a una indiferencia irrealista. Es sólo
cuando vemos los asuntos terrenales a la luz de la eternidad cuando los vemos en su justa proporción;
es cuando Le damos a Dios el lugar que Le corresponde cuando todo se coloca en su lugar adecuado.
(ii) Debemos ser sobrios de mente: “Mantengan su sobriedad”. El verbo que usa Pedro
originalmente quería decir ser sobrio en contraposición a estar borracho, y luego llegó a querer decir
actuar sobria y sensatamente. Quiere decir que su planteamiento de la vida no debe ser frívolo e
irresponsable. El tomar las cosas seriamente es darse cuenta de su verdadera importancia y el prestar
atención a sus consecuencias en el tiempo y en la eternidad. Es enfrentarse con la vida, no como un
juego, sino como un asunto serio del cual tendremos que dar cuenta.
(iii) Debemos velar en oración: “Preserven su vida de oración”. Cuando una persona tiene la mente
desequilibrada y su planteamiento de la vida es frívolo e irresponsable, no puede orar como debe.
Aprendemos a orar sólo cuando tomamos la vida tan sabiamente y tan en serio que empezamos a
decir en todas las situaciones “Hágase Tu voluntad”.
(iv) Debemos amarnos con un amor constante e intenso: “Conserven su amor”. La palabra que
Pedro usa para describir este amor tiene dos significados: Quiere decir extenso en el sentido de
consistente; el nuestro debe ser el amor que nunca falla. También quiere decir que se estira como un
corredor hacia la meta; “describe un caballo a pleno galope y denota el músculo tenso por el esfuerzo
intenso y sostenido, como el de un atleta” (C.E.B. Cranfield).
v.8-11 Servir con espíritu de amor—Pero sobre todo el mandamiento de tener “entre ustedes
ferviente amor, porque el amor cubrirá multitud de pecados”. La falta de amor se hace evidente en
todo el mundo y destapa estos pecados en detrimento [perjuicio] de la obra de Dios. Pedro está
hablando de un amante espíritu de perdón en contraste con un espíritu de crítica carente de amor;
no está hablando de la expiación de los pecados.
El cristiano, a la luz de la eternidad, debe conservar la sensatez, la sobriedad, las oraciones y el amor.
La mente de Pedro sigue dominada en esta sección por la convicción de que el fin de todas las cosas
está cerca. Es sumamente interesante y significativo notar que no usa esa convicción para exhortar a
la gente a que se retire del mundo y entre en una especie de campaña privada para salvar su propia
alma; la usa para exhortar a entrar en el mundo y servir a nuestros semejantes. Tal como Pedro lo ve
una persona será feliz si al final se encuentra, no viviendo como un ermitaño, sino sumergida en el
mundo sirviendo a sus semejantes.
(i) Pedro exhorta a los hermanos a practicar el deber de la hospitalidad. Sin hospitalidad la
Iglesia Primitiva no podría haber existido. Los misioneros itinerantes que extendieron la buena
noticia del Evangelio tenían que encontrar algún sitio donde parar, y no podía ser más que en los
hogares de los cristianos. Las posadas que había eran imposiblemente caras, asquerosamente sucias
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y notoriamente inmorales. Así que encontramos a Pedro alojándose con un cierto Simón curtidor
(Hechos 10:6), y Pablo y su compañía con un cierto Mnasón, de Chipre, uno de los primeros discípulos
(Hechos 21:16). Muchos hermanos anónimos de la Iglesia Primitiva hicieron posible la obra
misionera abriendo las puertas de su hogar.
No eran los misioneros los únicos que necesitaban casas disponibles; las iglesias locales también.
Durante doscientos años no hubo tal cosa como edificios de iglesia. La congregación se veía obligada
a reunirse en la casa de los que tuvieran habitaciones grandes y estuvieran dispuestos a prestarlas
para los servicios. Así leemos de la iglesia que estaba en la casa de Aquila y Priscila (Romanos 16:5;
1 Corintios 16:19), y de la iglesia que estaba en la casa de Filemón (Filemón 2). Si no hubiera sido por
la hospitalidad de aquellos que estaban dispuestos ofrecer sus hogares la Iglesia original no se habría
podido reunir para tener sus servicios.
(ii) Los dones que tenga una persona debe ponerlos sin reparos al servicio de la comunidad.
Esta es también una idea favorita del Nuevo Testamento que Pablo expande en Romanos 12:3-8 y 1
Corintios 2:12. La iglesia necesita todos los dones que pueda tener una persona. Puede ser una
habilidad que se puede usar en el servicio práctico de la iglesia. No hay dones que no se puedan poner
al servicio de Cristo.
El cristiano tiene que considerarse un administrador de Dios. En el mundo antiguo, el administrador
era muy importante. Puede que fuera un esclavo, pero tenía en sus manos la hacienda de su amo.
Había dos clases principales de administradores: El dispensator, el mayordomo que era responsable
de todos los asuntos domésticos de la familia y repartía las provisiones de la casa; y el vilicus, que
estaba a cargo de todos los negocios de su amo y actuaba en su representación con sus arrendatarios.
El mayordomo sabía muy bien que ninguna de esas cosas sobre las que ejercía control le pertenecía;
todas pertenecían a su amo. Y de todo lo que hacía tenía que dar cuenta a su amo, cuyos intereses
debía servir.
Pedro está pensando en las dos grandes actividades de la iglesia cristiana: la predicación y el servicio
cristiano. Los creyentes deben ser fieles al hablar la Palabra de Dios y al cumplir la voluntad de Dios.
(i) Pedro está diciendo: “Si uno tiene el ministerio de la predicación, que no lo ejerza ofreciendo sus
opiniones particulares o propagando sus propios prejuicios, sino como el que transmite un mensaje
de Dios”. Se dijo de un gran predicador, “Primero escuchaba a Dios, y entonces hablaba a la gente”.
Aquí está el secreto del poder de la predicación.
(ii) Pedro sigue diciendo que si un cristiano se ocupa del servicio práctico debe cumplirlo con la
fuerza que Dios suple. Es como si dijera, “Cuando te has comprometido a realizar un servicio
cristiano, no debes hacerlo como si estuvieras prestando un favor personal o distribuyendo bienes
de tu propio almacén, sino siendo consciente de que lo que das lo has recibido tú antes de Dios”. Tal
actitud protege al que da, del orgullo, y al que recibe, de la humillación.
La finalidad de todo es que Dios sea glorificado. La predicación no se hace para que el predicador
despliegue sus cualidades sino para poner a la gente cara a cara con Dios. El servicio no se otorga
para conferir prestigio al dador sino para volver los pensamientos de las personas a Dios. Una nueva
gracia y gloria entrarían en la iglesia si todos los miembros dejaran de hacer las cosas por sí mismos
y las hicieran para Dios.
4:12-19 El retorno del Señor y las pruebas
v.12-14 La fuente del coraje para las pruebas—Una adecuada actitud hacia las pruebas, y una
clara comprensión de ellas y los beneficios resultantes de la obediencia a Dios en tiempos difíciles,
son los ingredientes que engendran valor.
Es de esperar que haya pruebas y no debe vérselas como algo inusitado en la vida del creyente; ellas
vienen para probar la autenticidad de nuestra fe. Un permanente regocijo se impone frente a las
pruebas, puesto que las mismas nos hacen partícipes de la comunión con Cristo en Sus sufrimientos,
y cuando Él se revele en Su venida tendremos motivo para un mayor regocijo.

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Sería natural que la persecución fuera una experiencia mucho más demoledora para los gentiles que
para los judíos. Un gentil promedio tendría muy poca experiencia de ella; pero los judíos habían sido
siempre el pueblo más perseguido de la tierra. Pedro también está escribiendo a cristianos que eran
gentiles, y tenía que tratar de ayudarlos mostrándoles la persecución en sus auténticos colores.
Nunca es fácil ser cristiano. La vida cristiana conlleva su propio aislamiento, su propia
impopularidad, sus propios problemas, sus propios sacrificios y sus propias persecuciones. Conviene,
por tanto, tener en mente ciertos principios:
(i) Pedro está convencido de que la persecución es inevitable. Es algo natural en los seres
humanos el mirar con suspicacia y rechazar todo y a todos los que son diferentes; el cristiano es
necesariamente diferente de la persona del mundo. El impacto particular de la diferencia cristiana
hace más agudo este asunto. El cristiano trae al mundo los parámetros de Jesucristo. Eso es lo mismo
que decir que es inevitablemente una especie de conciencia para la sociedad en la que se mueve; y
muchos eliminarían de buena gana los “molestos” impulsos de la conciencia. La misma bondad del
cristianismo puede ser una ofensa para el mundo, en el que la bondad es un obstáculo.
(ii) Pedro está convencido de que la persecución es una prueba, y esto en un doble sentido. La
devoción de una persona a un principio se puede medir por su voluntad de sufrir por él; por
consiguiente, cualquier clase de persecución es una prueba de la fe de la persona. Pero es igualmente
cierto que es solamente el cristiano auténtico el que es perseguido. No se persigue al cristiano que tiene
amistad con el mundo. En un doble sentido la persecución es la prueba de la autenticidad de la fe.
(iii) La persecución es estar en solidaridad con los sufrimientos de Jesucristo. Cuando una
persona tiene que sufrir por su cristianismo, está andando por el camino que recorrió su Maestro y
compartiendo la Cruz que llevó su Maestro. Este es un pensamiento favorito del Nuevo Testamento.
Si sufrimos con Él, seremos glorificados con Él (Romanos 8:17). Pablo deseaba estar en solidaridad
con los sufrimientos de Cristo (Filipenses 3:10). Si sufrimos con Él, reinaremos con Él (2 Timoteo
2:12). Si tenemos esto presente, cualquier cosa que tengamos que sufrir por causa de Cristo se
convertirá en un privilegio y no en un castigo.
(iv) La persecución es el camino a la gloria. La Cruz es el camino a la corona. Jesucristo no quedará
en deuda con nadie, y Su gozo y corona esperan a la persona que, contra viento y marea, Le
permanece fiel.
v.15-19 El coraje frente a las pruebas y al deber cristiano—La responsabilidad del cristiano es
evitar el sufrimiento que deriva del pecado. Además, no debe avergonzarse por sufrir como
“cristiano”, sobrenombre despectivo ideado por los gentiles de Antioquía. Si padece por la justicia
hace honor al nombre de “cristiano” (es decir, uno que cree y sigue a Jesucristo el Mesías) y por lo
tanto glorifica a Dios.
Lo que Pedro está diciendo en estos versículos es que el sufrimiento glorifica al Salvador si sufrimos
como cristianos, es decir, por nuestra fe; pero si sufrimos como malhechores el Señor no es glorificado.
Es como cristiano como uno debe sufrir, y no como malhechor.
Los que padecen persecución deben encomendar sus almas al fiel creador, Quien los hizo y que
ciertamente puede cuidarlos en sus sufrimientos.

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