Está en la página 1de 2

UN FILÓSOFO DE MUERTE

Edgar Andrés Camacho Sandoval

***
Recuerdo el hecho —en lo que me he permitido sondear— con melancolía. Rebajaba
mi carencia mirada abajo; de mis pasos el reiterar adquirió ceguera a mi destino,
aquello que desbordaba mis sentidos le otorgue la duda y clamé la falsedad. Esa noche
buscaba tregua a mi existencia bajo el nocturno y oblicuo cielo. Era entonces solitario,
y transitaba sin intención de alguna premonición al tiempo; trae a mi mente recuerdos
de horas que el cansancio y la decepción me limita a indagar. Solo caminaba, junto a
mi sentir de no poseer la nada, poseer lo que se carece.

Aun en ese estado inhumano, o muy humano, arrastraba los pies; a nadie intentaba
convencer de seguir mi rastro. Cuando de la nada cortó mi regulación lo que pudo ser
un pedazo de concreto o mi fútil final. Al tropezar y nada más. Hube de retomar mi
camino sin rumbo, pero ¿cómo? Fue la pregunta que caló entre mis huesos e hirvió mi
sangre, un algo en el que caminar parecía no tener ningún sentido ni orden lógico.
Camina —dije— y no vuelvas en el pasado, traza un camino con la incertidumbre.
Entendí, entonces, que en el principio , en la nada, el verbo de Dios fue precedido de
un pensamiento; el universo no tiene forma por su verbo imperativo, sino más por un
razonamiento de un saber hacer. Debía, entonces, convencerme de necesitar algún
sentido. Y ahora es de lo que mi alma carece.

Recuerdo, creo, en algún arcaico texto de física la teoría que mueve todo punto
trazado en una recta, el cual es consecuencia de una fuerza mayor a éste. Esa fuerza
permanece en todos los seres, muchos lo denominan deseo caótico, yo prefiero
llamarlo la duda consecuente al dolor. El niño que por primera vez se levanta camina
hacia sus padres por el deseo de alejarse del dolor. Duele permanecer de pie, duele
caer, duele ser observado, duele pensar en ello. Frente a mí, un patrón de peripatéticos,
sin Aristoteles, formaban en cada extremo de mi periferia un lago de razón:
caminaban y parecían poseer un conocimiento que se hacía general en conjunto,
¿quien dice cómo debo caminar? Lo había realizado como un instinto, y ahora que soy
consciente de hacerlo recurro a su verdad. ¿Y si eso es todo de lo que el mundo
carece?

Pensar su verdad me lleva a la pericia, ¿cuántos realmente viven y no son conscientes


de ello?, ¿cuántos transitan y conocen la distancia, el orden, el peso, la fuerza de un
paso? Por mi deplorable suerte, me he nutrido de conocimiento, un sin sabor de
imposibilidades. Soy aquel semidiós de talón mortal que peregrina lo que une a los
átomos, al espacio mismo, perseguidor del tiempo y el fortificado sentido de existir.
Sigo tras ese rumbo, que nunca alcanzo y siempre espera. Ningún antepasado ha
mencionado el cómo caminar, solo caminan y justifican su porqué. La razón de porque
yo he llegado a este sitio… Hube amado, y fuí abandonado, eso diré al respecto, nada
más. ¿Debía mover el izquierdo o el derecho? El pie debería ir sujeto tras el pie que se
antepone al pie, para solo así dar soporte y al pie que precede un momentum del
pasado y próximo pie. Pensar también es olvidar, y ahora de paz mi memoria carece.

Me mantenía ensimismado, pero fue entonces cuando sentí ojos que cruzaban mi
carne y sentidos. Un gentío rodeaba mi alrededor, con preocupación a mi reposo.
“Está enfermo, pronto ahí morirá”. Fueron de mayor reflexión sus comentarios que mi
propia razón. Lo cierto es que la luna en su ignorancia detuvo su rumbo para
observarme, estrellas y fuegos la siguieron, creyeron en su juicio. La gente que nada
conocía y presenciaba mi no acción se limitaba a imitar mi estado. Todos en un plano
de sosiego. Esperando una palabra, un goce, un saber, mi muerte. Creerán que
encontraré la solución, y mi razón nunca puede ser tomada como objetiva. Yo me
limitaré a citarlos, hasta el final de los tiempos. Ahora de pie, sin poder dar solución a
mi pericia, pericia de la vida. Ningún pensamiento se acerca a la verdad, todo es
profano a lo objetivo y solo se espera, se convence. Es preferible que el paso cese, que
la mirada nunca detenga en el mundo, pero eso solo sería un ideal. Todo ser piensa, yo
soy ser, yo pienso: todos caminan. Ahora me encuentro observando al observador en
el lugar del pensamiento, y eso nunca cambiará. En el lugar donde todo acaece.

También podría gustarte