C2. La vivencia estética 309)
4. Vincent VAN Gocut: Un olvido de mi mismo
Cuando el crepdisculo cafa, imaginate el silencio, la par. de esa hora, Imaginate
una pequofia avenida de grandes dlamos con su follaje otofial. Imaginate un ancho
camino hecho de barro, de barro negro, teniendo a la derecha un brezal hasta el in-
finito, a la izquierda, otro brezal hasta el infinito, ias oscuras siluetas triangulares de
algunas chozas de hierba, la claridad rojiza del fogdn en sus ventanas, charcos de agua
de un amarillo sucio, en que el ciclo se refleja y donde se pudren raices. Imaginate
ese amasijo de barro en la tarde crepuscular, el cielo blancuzco por encima y tolas
esas cosas negras sobre ese fondo blanco. Y, sobre ese montén de barro, un personaje
centeramente peludo, el pastor, masa oval en dos mitades, la una de lana, la otra de
barro, chocando y penetréndose mutuamente. Y el rebasio, que le ves venir, que te
rodea; luego das media vuelta y te pones a seguirlo. El rebafio indécil avanza sobre
el camino de barro; avanza penosamente. Pero a lo lejos aparece la granja, techos
musgosos, montones de paja y de turba entre élamos, El redil ya no es més que una
sombria silueta triangular. Su puerta es grande, esté abierta; se dirfa a entrada de una
guarida, Por las fisuras entre las planchas, cl cielo trasparece al fondo. La caravana
de lana y de barro se hunde en el negro antro, el pastor y una mujeruca levando una
linterna cierran las puertas. Este regreso del rebafio en el creptisculo era como el final
de Ia sinfonia que ayer escuché. La jornada pas6 como un suefio; de la mafiana a la
tarde estuve tan absorto en aquella misica melancélica, que me olvidé de comer y de
beber. Una raja de pan de campo y una taza de café, eso es todo lo que habfa tomado
‘en la pequefia hospederfa en que dibujé el tomo. EI dia habia pasado; de la aurora al
crepiisculo, o més bien de una noche a otra, yo me habfa olvidado de mf mismo en
esa sinfonfa. Regresé a casa, y, cerca del fuego, caf en la cuenta de que tenfa hambre,
y me parecié que era un hambre enorme... (Carta a su hermano Theo, desde Drenthe,
septiembre-noviembre 1883).
5. Paul Vattny: Una separacién del resto de los hombres
Pasaba yo hace algiin tiempo por el puente de Londres, y me detuve a contemplar
un especticulo que me encanta: el de un agua rica y pastosa, omada de capas nacara-
das, turbada por torbellinos de fango y cargada confusamente con cantidad de navios;
agua cuyos vapores blancuzcos, brazos méviles y extraiios movimientos levantando
al aire fardos y cajas animan las formas y dan vida a la visi6n.
‘Quedé seducido por Ia mirada. Fijé los codes, forzado como por un habito vi-
cioso. El placer de ver me tenia amarrado con toda la violencia de una sed, atado a
aquella luz. deliciosamente compuesta, cuya riqueza no podfa agotar. Pero yo sentia a
‘mis espaldas trotar y correr una turba invisible de ciegos constantemente empujados
hacia el objetivo inmediato de sus vidas.
‘Me parecfa que aquella turba no la componfan seres singulares, cada uno con st
propia historia, con su dios tinico, sus tesoros y sus taras, con su mondlogo y su destino,
sino que de todos ellos, ala sombra de mi propio cuerpo, al abrigo de mis ojos, yo hacfa
inconscientemente un rio de granos idénticos todos, idénticamente aspirados por no sé
qué vacto, y cuya corriente sorda y precipitada ofa yo cruzar mondtonamente el puente
Jamas he sentido tanto la soledad mezclada de orgullo y de angustia, una percepcin
cextraiia y oscura del peligro de estar soflando entre la multitud y el agua.310 ‘Teoria y textos
Me encontraba a mf mismo culpable del crimen de poesia en el puente de Londres,
Este malestar indirecto se expresaba vagamente, Yo reconocia en ¢l el amargo sabor
de una culpabilidad mal definida, como si hubiera cometido alguna grave infraccion
de una ley oculta, sin recuerdo alguno ni de mi falta ni de la regla misma, {No habia
yo quedado amputado del mundo de los vivos, cuando era yo quien asi les quitaba ia
vida?
(Estas ditimas palabras, sobre una melodia imaginaria de 6pera, se pusicron a
cantar dentro de mi...)
Hay un culpable en todo ser que se separa. Un hombre que suefia, suefia siempre
contra el mundo habitable. El le rehiisa su parte, él aleja al projimo hasta el infinito.
Ese puerto humeante, esa agua sucia y espléadida, esos celajes pilidos y dorados,
manchados, ricos y tristes, ejercian sobre mi vida un poder tal, una tal virtud de fas-
cinacién, que, perdido en medio de los tesoros de la mirada, yo me convertfa, rozado
por todos aquellos hombres embargados por una finalidad, en un ser escncialmente
diferente.
{Cémo puede ocurrir que un transetinte de repente quede sobrecogido por un
ataque de ausencia y que se produzca en él una mutacién tan profunda, que caiga
bruscamente de un mundo hecho casi enteramente de signos en otro mundo hecho casi
entcramente de significaciones? Todas las cosas, de pronto, pierden pata él sus efectos
ordinarios, y lo que hace que se reconozca en ellas tiende a desvanecerse. Ya no hay
abrevialuras ni casi nombres sobre los objetos, pero, en el estado mis ordinario, el
mundo que nos rodea podria ser ttilmente sustituido por un mundo de simbolos y de
rotulos. ; Veis ese mundo de flechas y de letras?... In eo vivimus ef movemur.
‘Ahora bien, ocurre a veces que, en un embeleso indefinible, el poder de nuestros
sentidos supera a todo lo que sabemos. El saber se disipa como un suefio, y henos
abf transportados a un pais completamente incégnito en que, hablindose una lengua
ignorada, el lenguaje para nosotros slo fuera sonoridades, ritmos, timbres, acentos,
sorpresas del ofdo; asf cuando los objetos pierden de repente todo valor humino y so-
cial y cl alma pertenece dinicamente al mundo de los ojos. Entonces, para la duracién
de un tiempo que tiene limites y carece de medidas (porque lo que fue, lo que ser’,
lo que debe ser, no son mas que signos vanos), yo soy lo que soy, yo soy lo que veo,
presente y ausente sobre el puente de Londres (Tel Quel. Choses tues).
6. Leopoldo Srokowskt: Lejos de este mundo
‘Todos hemos sentido el haber sido Hlevados, mediante el magico poder de lz mii-
sica, lejos de este mundo, hacia estados de emocidn de irresistible misterio,
completamente desconectados de nuestra vida real, a v otras con una
visi6n extatica de la belleza, en una tierra de ensuefio-qué jamés olvidaremos, en luga-
‘es de nuestra mas profunda consciente copaprefisisn, visiGn e inspiraci6n.
Es en estos profundos planos ser consciente, en nuestros més fuertes y
hondos sentimientos, donde haitaimos la quintaesencia de la mdsica. Un miisico verda-
dero que se concentre aste abstrae por entero. Las facultades existentes dentro de su
subconsciente eptraf en accién: para ellas no tenemos nombre alguno. Se convierte en,
centro de fuetZas infinitamente mayores que ninguna de las dotes que ka naturaleza le
hubiera Storgado... Al escuchar la musica, los mésicos ¥ los aficionados se unifican en
cspiritu, Es como si los cielos se abrieran y Hlamase una voz.divina. Algo en nuestras