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1a corintios 9:24-27

24 
¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero solo uno
obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan. 25 Todos los
deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un
premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para
siempre. 26 Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da
golpes al aire. 27 Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de
haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado.

Nadie cuestionaría la afirmación de que nuestras almas son más importantes que nuestros
cuerpos. Jesús dijo: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden
matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno»
(Mateo 10.28). Primera de Timoteo 4.7b, 8 dice: «Ejercítate para la piedad; porque el
ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues
tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera». En 2ª Corintios 4.16 Pablo dijo:
«Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va
desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día». Pablo también dijo:
«Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere,
tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos» (2ª
Corintios 5.1). Por lo tanto sabemos que el alma es más importante que el cuerpo. Sin
embargo, ¿quiere decir que el cuerpo no es importante? ¡Ciertamente lo es! En Salmos
139.14, la NASB consigna: «Fui hecho temerosa y maravillosamente». ¡Qué gran verdad
pronunció el salmista! El cuerpo humano tiene 200 huesos y 500 músculos y 1,000
ligamentos para unir los huesos. Tiene 10,000 arterias, 10,000 venas, 10,000 nervios y
100,000 glándulas. Los hombres que han tomado sólo un miembro del cuerpo y lo han
estudiado por toda una vida todavía declaran que apenas han comenzado. Sí, el cuerpo
humano es realmente maravilloso. Sin embargo, los científicos nos dicen que si
tomáramos todos los productos químicos en un cuerpo humano y los vendiéramos, sólo
producirían unos pocos dólares. ¿Por qué es tan importante el cuerpo? No tiene valor
desde un punto de vista material. Nuestros cuerpos no son realmente nuestros cuerpos.
Les pertenecen al Señor. Él los hizo. Salmos 100.3 declara: «Él es quien nos hizo, y no
nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos…». Sin embargo, los cristianos son Suyos
de otra manera. Nos compró nuevamente después de haber pecado: « ¿O ignoráis […] que
no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo» (1ª Corintios 6.19, 20). Un administrador es alguien que está al cuidado
de lo que pertenece a otra persona. Nuestros cuerpos no son nuestros. Dios nos dio
nuestros cuerpos para vivir durante unos años. Luego seremos separados de ellos. Somos
mayordomos de nuestros cuerpos. EL PODER DEL CUERPO El cuerpo es la avenida de la
impresión. Es el canal por el cual las fuerzas externas dejan una impresión en el alma.
¡Cuán importante es, pues, guardarnos de lo que vemos y oímos! Job dijo: «Hice pacto con
mis ojos» (Job 31.1a). También necesitamos hacer un pacto con nuestros ojos, porque lo
que miramos deja una impresión en nuestras almas. Nuestro Señor dijo en Marcos 4.24:
«Mirad lo que oís». Nuestros oídos también son una avenida, una puerta, por la que el
mundo exterior deja una impresión en nuestras almas. ¡Tenga cuidado de lo que ve y oye!
No sólo es el cuerpo la avenida de las impresiones, también es un canal de expresión. Es el
canal por el cual el alma deja un impacto en el mundo que nos rodea. La adoración se
origina en el alma, la mente. Sin embargo, hemos de cantar con el espíritu y el
entendimiento, y usamos nuestras bocas para cantar. Santiago dice que con la misma
lengua, bendecimos a Dios y maldecimos al hombre (Santiago 3.8–10). Al final del
versículo 10 dijo: «… esto no debe ser así». Es con los miembros de nuestros cuerpos que
nuestras almas se expresan. ¿Cómo nos expresamos en el servicio a Dios excepto por
medio de nuestros cuerpos? ¿De qué otra manera podemos servir a nuestros semejantes?
Puede que tengamos las mejores intenciones, sin embargo, si esas buenas intenciones no
se expresan, ¿de qué sirven?

Efesios 4.28, 29 dice:

 28 El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con
las manos para tener qué compartir con los necesitados.
29 
Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras
contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes
escuchan. 

Si usted desea edificar a los que les rodean, tiene que usar su cuerpo para hacerlo. El
cuerpo es sagrado; es el templo de Dios. No le damos suficiente énfasis a esta verdad.
Dios no sólo nos ha permitido vivir en nuestros cuerpos por algunos años, también desea
vivir en ellos con nosotros. Tres veces en las cartas a los hermanos corintios Pablo habló
del cuerpo como el templo del Espíritu Santo.

1ª corintios 3:16
16 
¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en
ustedes?

1ª corintios 6:19-20
19 
¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en
ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios
dueños; 20 fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a
Dios.

2ª corintios 6:16

 16 ¿En qué concuerdan el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos
templo del Dios viviente. Como él ha dicho: «Viviré con ellos y caminaré entre ellos.
Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo».

LA PRESENTACIÓN DEL CUERPO En Romanos 12.1, 2 se sugieren tres palabras acerca de la


actitud que debemos tener para con nuestros cuerpos:

Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que
cada uno de ustedes, en adoración espiritual,  ofrezca su cuerpo como sacrificio
[a]

vivo, santo y agradable a Dios. 2 No se amolden al mundo actual, sino sean


transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es
la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.

Presentación. Hemos de presentar nuestros cuerpos a Dios. «… ni tampoco presentéis


vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros
mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como
instrumentos de justicia» (Romanos 6.13). ¿Cuántos de nosotros realmente hemos
meditado en la idea de que debemos presentar nuestros cuerpos a Dios? Algunos
cristianos sostienen que nuestros cuerpos ni siquiera son importantes. Si hemos de
presentarlos a Dios, ¡son sumamente importantes! Consagración. Hemos de presentar
nuestros cuerpos como sacrificios vivos, santos y agradables a Dios. ¡Nuestros cuerpos
deben ser consagrados como sacrificios vivos a Dios! El sacrificio vivo mencionado aquí
contrasta con los animales muertos que se ofrecían en el Antiguo Testamento. Bajo la ley
del Antiguo Testamento, el pueblo traía sus animales, los sacrificaba y ofrecía los cuerpos
muertos a Dios. No es así en el cristianismo. En la era cristiana, hemos de presentar
nuestros cuerpos a Dios como sacrificios vivos. Transformación. Pablo dijo: «No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento». No se conformen al mundo. ¡Transfórmense! Romanos 12.1, 2 expresa el
punto de vista que un cristiano tiene que tener para con su cuerpo. Este punto de vista se
resume en tres palabras: presentación, consagración y transformación. La respuesta
requerirá autocontrol. No es de extrañar que Pablo dijera: «… golpeo mi cuerpo y lo pongo
en servidumbre» (1ª Corintios 9.27a).
EL USO PRÁCTICO DEL CUERPO Antes de tomar decisiones sobre el uso de nuestros
cuerpos, necesitamos hacernos algunas preguntas. « ¿Cómo afectará esto a mi cuerpo?».
«¿Cómo afectará esto a mi alma?». « ¿Me edificará o me arrastrará hacia abajo?». «¿Me
llevará más cerca de Dios o me alejará más de Dios?». En Romanos 6.12, Pablo dijo: «No
reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal…». Segunda de Corintios 5.10 dice:
10 
Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para
que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho
mientras vivió en el cuerpo.

Cuando estemos delante de Dios, seremos juzgados por las cosas que hicimos en nuestros
cuerpos. CONCLUSIÓN Toda la vida es una mayordomía. Hemos reducido el concepto de
mayordomía aplicándolo sólo a la ofrenda de nuestro dinero. Tenemos que ser
mayordomos de nuestro dinero, sin embargo, el tema de la mayordomía es mucho más
amplio. Pablo dice: «… ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o
por muerte» (Filipenses 1.20b). Sea en vida o en muerte, recuerde que usted es un
mayordomo de su cuerpo. Por medio de nuestros cuerpos, podemos alabar a Dios o
provocarlo. Por medio de nuestros cuerpos, podemos acercarnos a Dios o alejarnos de Él.
La Biblia dice en Eclesiastés 12.7 que «… el polvo vuelve a la tierra, como era». Nuestros
cuerpos están hechos de polvo, y un día estos cuerpos volverán al polvo. Sin embargo, eso
no es todo. Tendremos nuevos cuerpos en la eternidad. No serán como estos cuerpos
terrenales. Pablo dijo:

1ª corintios 15:42-44

42 
Así sucederá también con la resurrección de los muertos. Lo que se
siembra en corrupción resucita en incorrupción; 43 lo que se siembra en
oprobio resucita en gloria; lo que se siembra en debilidad resucita en
poder; 44 se siembra un cuerpo natural,  resucita un cuerpo espiritual.
[d]

Si hay un cuerpo natural, también hay un cuerpo espiritual. 

Algún día viviremos para siempre con Dios en el cielo en cuerpos «espirituales». No se nos
dice cómo será ese cuerpo, sin embargo, podemos estar seguros de que será maravilloso.
Sin embargo, los cuerpos en los que estamos ahora son importantes. Son los únicos
instrumentos por medio de los cuales podemos alabar a Dios. El cuerpo no es tan
importante como el alma, sin embargo, sigue siendo muy importante. Somos
mayordomos de nuestros cuerpos. Que Dios nos ayude a darnos cuenta de esta gran
verdad.

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