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PARA EL DOCENTE
El amor no es sólo un deseo, una pasión, un sentimiento intenso hacia una persona u objeto, sino una conciencia
Es cierto que el amor encierra muchos conceptos, hay distintos tipos de amor y también las formas de expresarlo
son diferentes. El amor es la inspiración total a cada acto consecuente para ser felices, y como un valor, es una
fuerte inclinación emocional hacia una persona, es noble y la fuerza más dinámica que podemos tener para
impulsarnos hacia cualquier clase de bien que conozcamos. Las personas somos sujetos con derecho amar y a
que nos amen tal como somos, nos somos objetos de nadie y como sujetos somos dueños de nuestros propios
actos, propietarios de sí mismos con la plena capacidad de controlarnos.
El amor no es una relación, es un estado del ser, tampoco es una dependencia, el amor no es deseo. Cuando se
confunde al deseo, se vuelve motivo de sufrimiento. También es un valor supremo y en base a la amplitud de
éste, existen diferentes tipos de amor.
La princesa de fuego
-- un cuento de Pedro Pablo Sacristán --
Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban
a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno
y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor
incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una
simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar
muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera,
porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más
tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que
llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón
seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento
vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió
que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su
vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y
las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y
cercanía, y su sola presencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla
cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido,
resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días
La honestidad es uno de los valores y componentes más importantes de una personalidad saludable, si
entendemos por esta la capacidad de obrar el bien en todas las distintas relaciones y actividades que las
personas sostienen. La honestidad no es fácil aislarla conceptualmente, por su vínculo directo con otros valores.
Podemos decir que la honestidad es la facultad de ser auténtico en todo lo que se hace; inicialmente en uno
mismo y luego con el entorno que le rodea, especialmente las personas. Dicha autenticidad está estrechamente
relacionada con la apuesta del individuo por la verdad de las cosas, eventos o personas. No puede pensarse la
honestidad exclusivamente supeditada a los bienes de tipo material, pues dicho valor se proyecta a un estilo de
vida donde sinceridad, integridad, respeto, valoración, se dan la mano para hacer de la persona alguien fiel a sus
convicciones e interacciones con los demás.
En el aprendizaje de los niños es fundamental orientarles y cimentarles en este valor, que les enseñará a ser
auténticos, a respetar el estilo de vida de sus compañeritos, valorar sus propias cosas, pero especialmente a
conocer los límites de sus actuaciones y derechos. Una persona honesta sabe hasta dónde puede llegar con sus
actitudes y comportamientos. En este caso los niños aprenden que los hechos y objetos ocupan un lugar (en el
ámbito personal y social); también que la verdad produce innumerables beneficios cuando se es honesto en todas
las situaciones.
La adquisición de la honestidad es una labor mediante el ejemplo dado en el hogar, cuando los niños perciben la
vivencia honesta de sus padres, en cosas mínimas como sus gastos, sus cuentas, lo que prometen a sus hijos,
los acuerdos entre ellos, su manera de tratarse, además de la confianza que se tienen el uno para con el otro.
La honestidad, entonces, es una manifestación práctica de la verdad, tan falseada en nuestra cultura, donde
intereses comunes llevan a las personas, incluso instituciones a mentir o engañar para lograr sus objetivos,
generalmente de tipo financiero y comercial.
El niño honesto surge de las relaciones claras con él, del reconocimiento y valoración de sus emociones, del
ejemplo cotidiano con lo que hacemos y que le afecta a él de una u otra forma.
Los niños aprenden que hay formas correctas de hacer las cosas y que son premiadas o valoradas por las
personas (sociedad), pero que también existen eventos que son castigados o censurados por causar daño. La
honestidad está ligada al buen comportamiento en todos los ámbitos y los niños lo perciben en sus demás
compañeros y líderes encargados, en la dinámica social cotidiana en la que participan.
Existen muchas razones para fomentar este valor entre los niños. La sinceridad es necesaria para gozar de una
óptima salud mental. Cuando un niño miente, se siente mal consigo mismo. La sinceridad es imprescindible para
establecer relaciones interpersonales en cualquier sistema (colegio, familia, etc.). Si el niño se sincera con el
adulto, este también se sincera con él. A partir de ello se establecerá un fuerte lazo de unión entre ambos.
Finalmente, la sinceridad promueve la convivencia en un entorno justo. Cuando las personas se caracterizan por
ser sinceras, contribuyen al manejo y resolución pacífico de situaciones problemáticas.
La intensidad con que se puede vivir la sinceridad dependerá de la capacidad de la persona para reconocer lo
que es la situación real. Se impone entonces enseñar a los niños a distinguir entre la realidad y
la fantasía, entre hechos y versiones, entre lo importante y lo secundario. Ser sincero es ser honrado y justo en
todas sus relaciones, empezando por la relación con uno mismo.
Un juego de dados
Había en la ciudad de Benarés un hombre, llamado Apu, aficionado a los juegos de mesa. Solía practicarlos en
compañía de su amigo Amir. Sin embargo, entre ambos había una gran diferencia. Apu era honesto y sabía
—¡El dado se perdió! No lo veo por ningún lado —decía hablando de una forma peculiar.
Como si estuviera muy preocupado, fingía buscarlo abajo de la mesa, en sus prendas de ropa, entre los pliegues
de la alfombra y terminaba por decir:
—Ni modo. El juego se acabó porque el dado no aparece.
Apu no tardó en darse cuenta de esta trampa y decidió darle una lección a su amigo. Al día siguiente, antes de la
acostumbrada cita para jugar tomó el dado que iban a emplear y lo metió en una mezcla líquida de especias muy
picantes. Lo sacó, lo dejó secar y como el dado era amarillo no se notaba nada extraño en él.
Amir llegó y comenzó el acostumbrado juego. Todo fue bien durante las tres primeras rondas, pues iba ganando.
Sin embargo en el cuarto juego estaba a punto de perder. Le pareció sencillo usar el truco de siempre y se metió
el dado a la boca. Pero en cuanto eso ocurrió sintió como si tuviera verdadera lumbre bajo la lengua.
—¡Socorro! ¡Socorro! —gritaba mientras corría de un lado al otro de la habitación.
Apu le preguntó, con malicia, qué le pasaba. Amir ya no podía hablar y sólo alcanzó a sacarse el dado de la boca.
Apu le acercó una bebida que ya tenía preparada, a base de mantequilla, aceite de palma, miel y jugo de caña,
especial para quitar el gusto picante. Amir la apuró de un sorbo sintiendo un gran alivio. Pronto estuvo en
condiciones de hablar:
—¿Por qué me hiciste eso? —preguntó a Apu.
—Porque me di cuenta que me hacías trampa en el juego y no lo podía aceptar.
—¿Pero por qué te pareció tan importante, si jugamos sólo para entretenernos? —cuestionó Apu.
—Porque quise enseñarte que entre los amigos existe un compromiso de lealtad y que en cualquier situación, por
simple que sea, hay que conducirse con rectitud. Vivir haciendo trampas sólo te traerá problemas, como este
picante dado que te sorprendió.
—Cuento budista incluido en la antología Jataka.
Cuando una nación entra en conflicto con otra y tenemos que vivir sus guerras ó las consecuencias o cuando en
la familia los problemas o pleitos comienzan a surgir y comenzamos a apreciar el valor que tiene la paz
verdadera.
La paz puede verse a nivel internacional o a nivel personal, pero en cualquier perspectiva debemos entender que
no surge como producto de un "no meterse con nadie", con un dejar hacer a los demás para que me dejen "vivir
en paz".
La calma y tranquilidad tampoco se da, necesariamente, como producto de convivir con personas afines.
Las dificultades entre los seres humanos suele ser algo muy común. Vivimos en una época en la que se habla
mucho de armonía y paz interior. Sin embargo pocos mencionan que una de las mejores formas de alcanzar
estos ideales es mediante el espíritu de servicio hacia los demás.
La paz es el fruto de saber escuchar, de entender las necesidades ajenas antes de las propias.
Mucho de la paz que podamos vivir con los demás radica en nuestra forma de expresarnos.
En algunos momentos tenemos el impulso de hacer notar los errores de nuestros interlocutores sin saber todo lo
que tienen que decir, provocando discusiones y resentimientos innecesarios.
Expresar nuestro punto de vista en el momento oportuno, facilita la comunicación y aumenta las posibilidades de
superar las dificultades, pues ambas partes se sienten escuchadas.
Del mismo modo ocurre cuando se hace necesaria la corrección de una actitud: el disgusto nos mueve a
reprender en el momento sin medir las palabras que utilizamos en ese preciso momento oportuno.
La pérdida de la paz interior consecuente, se debe a la intolerancia e incomprensión que mostramos, generando
una imagen negativa y tal vez altanera de nuestra persona.
Manual elaborado por Conchy María López - 2014
Por eso es muy importante pensar con serenidad y con calma antes de tomar cartas en el asunto.
Una de las grandes fuentes de la paz, o de la guerra, está prácticamente en la familia.
En otras palabras: es necesario aprender a conversar y obtener propósitos de mejora concretos que beneficien a
todos en la familia.
En cuanto a la paz, no olvidemos que todas las actitudes de los adultos se reflejan en los niños, por eso es
importante saber:
- No discutir o quejarse de los demás delante de ellos.
- Saber sonreír aún en las dificultades.
- Evitar que todos sufran las consecuencias de nuestro mal humor.
- Enseñar a disculpar.
- Crear las condiciones apropiadas para hacer agradables todos los momentos de convivencia .
«LA INGRATITUD»
La ingratitud es índice de soberbia y egoísmo, cuando no de mala fe.
El ingrato se caracteriza porque ignora ó pretende ignorar el bien que le hacen los demás.
Está tan acostumbrado a obtener siempre lo mejor para sí, que no le es nada fácil reconocer los méritos ajenos.
Los favores que recibe, lejos de inspirarle agradecimiento, le inspiran rencor.
La ingratitud puede provenir también de una especie de descuido,, de mediocridad espiritual.
En este caso, específico, aunque no hay mala fe, no deja de ser triste, porque produce desconsuelo en aquellos
que se esmeran por hacernos el bien sin obtener nunca la más mínima voz de aliento, ni el más ínfimo signo de
reconocimiento por parte nuestra.
Pero hay gratitudes particulares, más profundas, que tocan nuestros tuétanos y llegan hasta el centro del
corazón. Una de esas gratitudes es la de los hijos hacia los padres. Si vivimos, es porque ellos se amaron y nos
amaron. El que nos acogiesen fue un gesto más de ese amor que juraron el día de su matrimonio, y que continuó
ese día en que mamá dijo a papá: “Creo que estoy esperando...” Un misterio se desarrolló en sus entrañas, ese
misterio salió a luz, y siguió creciendo y madurando gracias, sobre todo, al amor que nos tuvieron.
La gratitud con los padres es un deber de cariño elemental. La gratitud con Dios es un homenaje que arranca de
lo más profundo del corazón. La gratitud a los demás (tantos hombres y mujeres que se cruzan con benevolencia
Manual elaborado por Conchy María López - 2014
a lo largo de los vericuetos de la vida) es señal de ojos abiertos y corazones humildes.
Nuestro mundo necesita una buena dosis de gratitud y un poco menos de reivindicaciones. Sí: hay que pedir lo
que nos falta y nos corresponde, pero sin olvidar que también hay que agradecer lo que a veces “nos ha sobrado”
y lo que más valía: el amor que muchos nos han regalado. También cuando quizá perdimos la ruta: hasta el
criminal más perverso puede recordar el amor que le dio su madre encanecida y temblorosa. También cuando
nos abandonó la suerte y caímos “en desgracia”, y nos abandonó un ser querido, el esposo o la esposa, un hijo o
una hija. También cuando nos cerraron las puertas y todo parecía oscuro. Sólo quien haya experimentado en
esos momentos de prueba la fuerza del amor de Dios y de los que son realmente amigos puede comprender lo
que significa poder decir, hoy y siempre, simplemente esta breve y joven palabra: ¡gracias!
Actividad – Escribir una lista de cosas por las que estamos agradecidos y pegarla en un lugar visible de la
habitación, para leerla cada día.
El primer paso para poseer la responsabilidad es percatarnos de que todo lo que hagamos, todo compromiso,
tiene una consecuencia, depende de nosotros mismos, porque nosotros somos quienes decidimos.
El segundo paso es lograr de manera estable, que nuestros actos correspondan a nuestras promesas; si
prometemos “hacer lo correcto” y no lo hacemos, entonces no tenemos responsabilidad.
El tercer paso es educar la responsabilidad e ir corrigiendo lo que no hacemos bien y volver a empezar.
Sin embargo, estar conscientes de qué es la responsabilidad no es algo sencillo, debemos de revisar cada uno
de nuestros actos para ver si cumplimos con nuestros deberes o tareas día a día. La responsabilidad es la
obligación de cumplir con lo que se ha comprometido.
La responsabilidad tiene un efecto directo con otro valor fundamental: la confianza, porque confiamos en aquellas
personas que son responsables. Ponemos nuestra confianza y lealtad en aquellos que de manera comprometida
cumplen con lo que han prometido.
La responsabilidad es un signo de madurez, pues el cumplir una obligación de cualquier tipo no es generalmente
agradable, pues implica esfuerzo.
Responsabilidad significa responder por las propias acciones, hacerse cargo de todo lo que se elige hacer, y de
las obligaciones que corresponden a los roles que se desempeñan en una sociedad. Es difícil encontrar la medida
justa del ejercicio de la responsabilidad. Algunos no conocen siquiera el significado de esta palabra y se
conducen por la vida dejando un tendal de victimas por no hacerse cargo de sus acciones ni cumplir con
sus obligaciones; en cambio otros exageran sus atribuciones y las asumen con demasiado rigor. A veces el
exceso de responsabilidad representa para algunas personas un verdadero desafío, identificándose con
un proyecto que no es el suyo y que no siempre redunda el desafío de los demás. La responsabilidad en los actos
es además una cualidad que muestra la fortaleza del carácter y que modela la responsabilidad y permite a
una persona ser dueña de sí misma, firme, segura, estable y confiable
Decálogo de la responsabilidad
1. La persona responsable responde por sus actos. Por eso piensa antes de actuar y mide sus
consecuencias.
2. Es responsable quien asume en forma cabal todos sus deberes y ejercita todos sus derechos.
3. “Lo que hay qué hacer se hace” –afirma Josemaría Escrivá, en Camino,-
“sin vacilar, sin miramientos”, Responsabilidad es cumplir con el deber.
4. Excusarse, justificarse, buscar pretextos o eludir compromisos, son faltas de responsabilidad.
5. Ser responsable implica tener iniciativa. No es simplemente hacer lo que debo, sino emplear toda la
inteligencia para hacerlo de la mejor manera.
6. Valorar las cosas importantes, ser conscientes de las repercusiones de los actos y huir de la frivolidad,
son manifestaciones de responsabilidad.
7. Las consecuencias de los actos hay que asumirlas siempre, aunque la acción sea involuntaria.
8. Cuando voluntaria o involuntariamente hemos causado un mal a alguien, se debe resarcir el daño,
sobre todo si el daño es contra la fama o el honor de alguien.
9. Otros valores relacionados con la responsabilidad: la prudencia al decidir y la justicia para dar a cada
uno lo que le corresponde.
LA PERSEVERANCIA
ACTIVIDAD: hacer una lista de deberes de la escuela y deberes del hogar y cumplirlas diariamente.