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APUNTES AUTOBIOGRÁFICOS

DE

ILDEFONSO GIL HERNÁNDEZ

APUNTES BIOGRÁFICOS DE
ILDEFONSO GIL HERNÁNDEZ son como su
nombre indica, unos apuntes de la actividad
laboral más destacada en ciudades europeas
como Francia, Londres o Suecia de
ILDEFONSO GIL, así como también en
diversas provincias e islas españolas. Estos
apuntes surgen como un reconocimiento a
un hombre trabajador que no dudaba en
coger las maletas e ir a cualquier lugar
cercano o lejano con tal de poder mantener a
su familia.

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MI LECTURA PREFERIDA

“Mis obras pretender distraer, no filosofar. Que


el argumento transcurra sin interrupción y los
personajes hablen en lenguaje familiar”

Marcial Lafuente Estefanía

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APUNTES BIOGRÁFICOS

ILDEFONSO
GIL HERNÁNDEZ

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APUNTES
BIOGRÁFICOS
DE
ILDEFONSO
GIL HERNÁNDEZ

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MI QUERIDA MADRE

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DE MADRID
A
ALCANTARILLA

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Nací en 1933 en la calle de la Virgen, en el
Puente de Vallecas, uno de los distritos más
poblados de Madrid. Estuvimos viviendo allí
unos pocos años hasta que empezó el
movimiento nacional.

Mi padre trabajaba de chófer de un Conde


y por ese motivo había algunos vecinos
simpatizantes republicanos que nos tenían
inquina y querían matarnos. Al comenzar la
guerra civil, un familiar nuestro que era teniente
rojo, vino al edificio donde vivíamos sacó la
pistola y dijo:

-Si alguien de ahora en adelante se mete con


mi familia, que procure que no me entere yo
porque le pego un tiro.

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Nadie dijo nada. Así que cogimos todos
los enseres necesarios del piso, nos metimos en
un coche y nos fuimos a vivir a Alcantarilla en la
provincia de Murcia. Allí tuvimos la suerte de
que mi padre se colocara de chófer de un camión
en una fábrica que se llamaba La Pólvora.

Cada mes iba a Andalucía, ya que


estábamos en pleno movimiento, para traerse
todo tipo de víveres, patatas, garbanzos, alubias,
lentejas, arroz, aceite, etcétera y antes de llegar a
la fábrica La Pólvora para descargar, pasaba por
nuestra casa y nos dejaba allí todo lo suficiente y
necesario para comer, por lo que a nosotros , a
diferencia de otras muchas familias, no nos faltó
nunca de nada durante todo el tiempo que
estuvimos viviendo en Alcantarilla.

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EN MI ETAPA ESCOLAR

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DE ALCANTARILLA
A
MADRID

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MI PRIMERA COMUNIÓN

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Al terminar la guerra en 1939 nos
tuvimos que volver a Madrid, ya que mi padre se
quedó sin trabajo cuando destituyeron al
Director coronel de la fábrica La Pólvora. En
Madrid mi padre había encontrado un trabajo
como portero en el número diez de la calle
Benito Gutiérrez, una finca en la que vivía gente
de mucho dinero. Nosotros vivíamos muy bien.
Mi padre se encargaba de todas las tareas de
mantenimiento y atención del edificio y los
propietarios estaban muy contentos con él.

Mi hermano mayor Rafael cuando


cumplió quince años hizo exámenes en el Banco
Popular y más adelante se colocó de subalterno.
Yo también con catorce años hice un examen,
que aprobé, para entrar en el Banco
Hispanoamericano y me coloqué de botones. Mi
hermano Paco se colocó en una empresa
ferroviaria que había en el Cerro de los Ángeles.

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DE MADRID
A
ALCANTARILLA

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A los pocos años de estar en Madrid, mi
hermano Rafael se echó novia en Alcantarilla y
nos arrastró a toda la familia de nuevo a
Alcantarilla. Yo tuve que dejar el trabajo de
botones en el Hispanoamericano, que empezaba
a gustarme y mi hermano Paco el suyo.

Pero mi hermano mayor era el que


mandaba y mi madre todo sea dicho, también
tenía ganas de volver a toda costa a su pueblo,
así que dicho y hecho, nos volvimos a
Alcantarilla.

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DE ALCANTARILLA
A
MELILLA

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Estando en Alcantarilla me tocó hacer el
servicio militar. Me destinaron al Grupo de
Regulares de Melilla número siete. Permanecí en
dicho Grupo de Regulares prestando el servicio
militar durante dos años, trascurridos los cuales
regresé a Alcantarilla.

CON UNOS AMIGOS EN LA ETAPA DE MELILLA

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DE ALCANTARILLA
A
PARIS

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Quise ingresar al cuerpo de Policía, pero
me di cuenta de que no me agradaba, así que
rellené y eché unos papeles para el servicio de
emigración que había en aquel entonces en
España. Me concedieron un trabajo en Francia
en la fábrica Renault.

Viví en Paris un cierto tiempo trabajando


en una sección para hacer las piezas de los
coches, de allí me mandaron a la fundición de la
misma empresa pero haciendo el trabajo
nocturno. No pude aguantar ese tipo de trabajo
que era agotador y decidí buscarme otro trabajo
en un taller de mecánica al lado de la Bastilla. Me
cogí una habitación en una pensión cercana,
cuya dueña se llamaba madame Padou.

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Estuve trabajando y ahorré algún dinero,
pero tuve la mala suerte de tener un accidente.
En el taller me cayó una pieza y me rompió el
dedo gordo del pie derecho. Me escayolaron el
pie y durante un tiempo no pude trabajar y
aquel entonces, si no trabajabas, no cobrabas.
Así que se me acabó el dinero, los francos se me
iban agotando y como no tenía otro medio de
obtenerlo, en la pensión trataba de pasar
desapercibido y no encontrarme con madame
Palou porque me daba vergüenza que me
pidiera un dinero que yo no tenía, ya que los
pagos se hacían semanalmente. Un día la dueña
me dijo que quería hablar conmigo y ya no tuve
escapatoria.

-Ildefonso, dígame qué le pasa que parece


como si no quisiera que le viera. ¿Tiene
usted algún problema?, me preguntó.
-Verá usted, no quería que supiera que
estoy sin trabajo y que no tengo dinero
para poderle pagar porque no tengo
ningún sitio adonde ir, le contesté.
-No se preocupe Ildefonso, cuando
encuentre trabajo ya me pagará, ahora lo
importante es que se recupere bien, me
dijo.

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Me sorprendió gratamente su
generosidad ya que no era ese el concepto que la
gente tenía de ella, cosa que le agradecí porque
me llegó al alma su gesto tan inesperadamente
generoso, se me saltaron las lágrimas ya que de
no haber sido así, me hubiera visto con un pie
escayolado y en calle.

Estuve buscando trabajo en los anuncios


del periódico Le Figaro y encontré uno que
pedían un valet de chambre en la embajada
francesa en Suecia. Hice la solicitud y al poco me
contestaron favorablemente y me enviaron un
billete de tren para Estocolmo. Cuando llegué a
la embajada me presenté a monsieur August que
era el metre responsable de la embajada quien
en seguida me asignó trabajo que
fundamentalmente consistía en servir
desayunos, comidas y cenas al personal de la
embajada.

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August siempre era una persona muy
trabajadora, siempre estaba listo desde primera
hora de la mañana, un día llegué yo primero y
me extrañó no verle. Me dirigí a su habitación
para ver qué es lo que pasaba. Subí las escaleras
y al llegar a la ventana de su habitación, me
asomé y vi que estaba muerto, se había pegado
un tiro.

Llamé a la embajadora, vino la policía y


más tarde vi que se llevaban el cadáver. La
embajadora me llamó porque quería hablar
conmigo, pensé que querría preguntarme algún
detalle o algo relacionado con August, pero me
dijo:

-Le he llamado para hacerle una


propuesta, dado lo inesperado de esta
lamentable situación.

-Estoy a su total disposición señora


embajadora, usted dirá.

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-Verá usted Ildefonso, quiero proponerle
para ocupar el puesto vacante que ha
quedado, prosiguió.

-Naturalmente que sí, señora embajadora,


estaré encantado, puede usted contar
conmigo desde este mismo momento, le
contesté.

Estuve algunos meses trabajando de


metre y cuando ya dominaba bastante bien el
francés y no tenía problemas de ninguna clase
para entender y que entendieran, quise
aprender inglés y con toda lógica pensé que la
mejor manera de hacerlo era marchándome a
Inglaterra y eso hice.

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DE PARIS
A
LONDRES

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En el periódico vi que demandaban una plaza
de camarero para un restaurante muy céntrico en
Londres. Solicité la plaza y enseguida me mandaron
el billete y los papeles. Estuve trabajando en Londres
cerca de dos años y ya me defendía bastante bien en
inglés.

MI MADRE Y YO

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DE LONDRES
A
BRUSELAS

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Cuando se me acabó el contrato decidí
irme a Bélgica a ver si encontraba otro trabajo,
pero me resultó muy difícil porque allí era
complicado obtener papeles. Entablé contacto
en Bruselas con una embajada africana la cual
me ofreció trabajar seis meses en Roma y otros
seis en el país de origen.

Yo me vine para Alcantarilla. Allí conocí a


Amparo, la que sería mi novia, me la presentó
una amiga, a la que estaré eternamente
agradecido.

En aquel momento ella tenía algunos


pretendientes, pero yo era muy romántico y
además con buena labia, así que fui yo quien
finalmente la conquisté.

EN UN BAUTIZO FAMILIAR

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Le propuse si quería que nos fuéramos
los dos al trabajo que me habían ofrecido porque
era una manera de ganar bastante dinero con el
que podríamos habernos comprado un piso y
casarnos.

Pero a ella le dio miedo porque era una


responsabilidad muy grande hacer de cocinera,
además de tener que dejar el lugar en donde
había vivido tantos años y en el que se sentía
segura y aunque le dije que yo estaría con ella
para ayudarla en todo lo que necesitara, ella de
ninguna de las maneras quiso aceptar la
propuesta, por lo que tuve que decirles a los de
la embajada que finalmente había decidido y
tenía bastante claro que quería instalarme en
España.

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EN PLENA ACCIÓN

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VUELTA
A
ESPAÑA

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Ya en España encontré un trabajo de
metre en uno de los más prestigiosos hoteles de
España, el hotel Biarritz de San Sebastián.
Estuve trabajando allí. todo un parto, unos
nueve meses y al cabo de ese tiempo, decidí
volverme a Alcantarilla, porque la vida en esa
ciudad se me hacía bastante larga, pesada y a
veces insoportable. Pero sobre todo por una
razón mucho más importante. que todo eso.
como era la de casarme e incorporarme después
a un trabajo que me habían ofrecido en San
Pedro del Pinatar.

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MATRIMONIO
Y
TRABAJO
EN
SAN
PEDRO
DEL
PINATAR

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EL DÍA DE MI BODA Y MI MUJER Y SU PADRE JESÚS

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Al poco tiempo de estar en Alcantarilla me
case allí con mi novia Amparo en enero de 1963
y a continuación cogimos todos los muebles y
los enseres necesarios para irnos a vivir a un
pueblo situado también en la provincia de
Murcia, San Pedro del Pinatar, en el que tenía
trabajo como metre en el Restaurante
Montepiedra.

Al cabo de un par de años nació mi hijo


mayor JuanJe, celebramos por todo lo alto el
nacimiento de nuestro primer hijo, al que acudió
mi hermano Rafael, en paz descanse, y doña
Marta, una vecina bien situada económicamente.

Allí la vida era bastante tranquila y los


vecinos agradables. Guardo un grato recuerdo
de aquella etapa, aunque duró poco.

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DE
SAN
PEDRO
DEL
PINATAR
A
MOTA
DEL
CUERVO

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Poco después de nacer mi hijo mayor, el
Restaurante tuvo que cerrar y nosotros tuvimos
que cambiar de provincia e irnos de San Pedro
del Pinatar a Mota del Cuervo, en donde yo tenía
trabajo en el Mesón Hostal de Don Quijote.

Así que otra vez a coger los bártulos y


encaminarnos a Cuenca. Nos instalamos en una
planta baja de las instalaciones que el Hostal
tenía para alojar al personal. En esa localidad es
donde celebraríamos el nacimiento de mi hija
Lola. Estuve trabajando un par de años, pero mis
aspiraciones en ese momento era
independizarme, así que busqué un sitio para
poder conseguirlo.

MI HIJO MAYOR JUANJE

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DE
MOTA
DEL
CUERVO
A
EL PROVENCIO

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Encontré el Restaurante La Rueda que estaba
en alquiler. Se encontraba en el kilómetro 171 al
lado de El Provencio, en la misma provincia de
Cuenca, era un restaurante que tenía un parking
muy amplio y que además tenía piscina. Llamé a
algunos familiares para que vinieran a trabajar
conmigo, a mi hermano Paco, que en paz
descanse, a Rogelio y su mujer. Conseguí que
parasen allí los camioneros porque ofrecía
menús a cinco pesetas con cincuenta céntimos,
estos menús me dejaban escaso margen de
ganancia, pero sin embargo los beneficios los
obtenía con los aperitivos, los cafés y las copas.

Mientras estuvimos en ese Restaurante,


nació Amparito en la clínica de Villarrobledo, un
pueblo cercano situado en la provincia de
Albacete. Mi mujer tenía una persona que le
ayudaba en las tareas domésticas y con el
cuidado de los pequeños.

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A mi mujer le desaparecieron las joyas que
tenía, poco después supimos que la autora del
apropiamiento indebido, había sido esa misma
persona que se encargaba de ayudarla y que por
lo visto y de paso, que tenía libertad de
movimientos por la casa, se cobró un extra con
las joyas no sé si por necesidad o simplemente
por el hecho de robar.

Por otra parte, allí estaba sucediendo algo


que no era muy normal, las recaudaciones
diarias de la caja iban misteriosamente
decreciendo, reuní a la familia y les dije:

-Quería hablar con vosotros porque damos


muchos servicios a diario, no sé qué es lo
que está pasando, bueno sí que lo sé, pero
el caso es que las ganancias sólo cubren
los gastos y para estar trabajando por
amor al arte, sintiéndolo mucho no me
queda otro remedio que cerrar el
restaurante.

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MI SUEGRO Y MI MADRE

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DE
CUENCA
A
ALCANTARILLA

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Así que decidí dejar el Restaurante y buscar
trabajo en Alcantarilla. Allí alquilé otro
restaurante, el Escamen, que estaba situado en
la carretera en dirección a Librilla, un pequeño
pueblo también de la provincia de Murcia,
cercano a la base de paracaidistas.

Lo acondicioné bastante bien. Tenía un


comedor muy grande con una barra bastante
amplia. Tenía también habitaciones y algo tan
necesario en ese negocio, como un espacio
exterior para tender la ropa. En el comedor a las
mesas les puse unos vistosos manteles rojos y lo
decoré con sencillez.

MI MUJER Y MIS CUATRO HIJOS

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Empezó a funcionar estupendamente.
Conseguí que pararan los autobuses con turistas
de todas partes procedentes del aeropuerto de
Alicante que se dirigían a Mojácar, un pueblo
encantador de la provincia de Almería.

Tomaban un refrigerio y hacían un gasto que


venía muy bien para la economía del
restaurante. Además yo iba a hacer la compra
para el comedor a Alcantarilla, que estaba a dos
kilómetros, donde me hacían precios muy
baratos y así podía ofrecer menús más
económicos y obtener así un margen de
ganancia. Sin embargo no veía que hubiera
muchos beneficios en el día a día y eso que tanto
mi mujer como yo trabajábamos de sol a sol, ella
cocinando, lavando la ropa, planchando y
haciendo las camas de algunas habitaciones que
tenía el hotel, y yo intentando que el negocio
fuera para adelante.

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Conseguí que parara de paso una agencia de
pescado que venía de Algeciras, los Carrorra.
Esta empresa tenía barcos que pescaban y
metían en camiones el pescado que durante la
noche llevaban a los distintos puntos de la
península. Paraban en Alcantarilla a dejar
algunas cajas y después continuaban el viaje a
Valencia.

Los conductores de los camiones que sobre


las tres de la madrugada venían cansados,
hacían una parada en el restaurante. Yo les abría
para que pudieran subir a las habitaciones del
hotel a descansar unas horas.

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A pesar de todos los esfuerzos que
hacíamos para sacar adelante el negocio, veía
que la cosa no funcionaba como tenía que
funcionar. No había beneficios de ningún tipo
por lo que de nuevo tuve que reunir al personal
y decírselo.

-Aquí o vamos todos a una y estamos


comiendo de la olla grande o cada uno
parte el bacalao y cada uno tira por su lao.
Voy a dar un plazo de quince días y si
continúan las cosas igual no me quedará
otra que cerrar el negocio.

Como las cosas al cabo de ese tiempo


continuaron igual, cerré el negocio y me fui con
la familia a Alicante.

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DE
ALCANTARILLA
A
ALICANTE

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Cuando llegué a Alicante, me entrevisté
con doña Pilar, la dueña del Hotel Palas. Estuve
hablando con ella y me comunicó que el trabajo
era mío, facilitándome un piso en alquiler, que
es en el que vivimos actualmente.

Estuve trabajando de metre en el Hotel


Palas de Alicante once años, desde el año 1969
hasta 1980.

En el Palas se trabajaba mucho, siempre


había celebraciones de todo tipo, banquetes,
bodas, comuniones, etcétera. Al hotel venían
muchas personas adineradas del norte a pasar
periodos de estancia durante el invierno
aprovechando las suaves temperaturas de
Alicante en esa estación.

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FIN
DEL
TRABAJO
EN
EL
HOTEL
PALAS

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Después de once años trabajando de
metre en el Palas, doña Pilar me llamó y me dijo:

-Ildefonso, estamos muy contentos con su


trabajo, pero nos vemos obligados a reestructurar
el Hotel y la plantilla. Te vamos a dar una
indemnización de setecientas cincuenta mil
pesetas y tendrás el paro correspondiente para
que mientras puedas ir buscando un trabajo y
tendrás nuestra recomendación para lo que
quieras.

Con el dinero que me dieron de la


indemnización, que en los años ochenta era
bastante, pude comprar el piso en el que
vivíamos alquilados en la plaza Virgen del
Remedio, justo detrás del Ayuntamiento de
Alicante.

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DE
ALICANTE
A
LORCA

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Al poco de dejar el Palas, encontré
trabajo en Lorca, un pueblo grande de Murcia
que en los años ochenta tenía más de sesenta
mil habitantes. Inauguré un Restaurante que se
llamaba Los Naranjos. Era propiedad de unos
ganaderos de la zona de Lorca que se dedicaban
al trasporte de ganado y que montaron el
Restaurante como negocio.

Me dieron un piso y me llevé a la familia a


Lorca. Mi madre vivía también con nosotros, mis
hijos pequeños iban al colegio y mi hijo mayor
Juanje encontró trabajo en una fábrica de
uniformes del ejército por mediación del
Director General, al que yo conocía y al que le
pedí si podía colocarlo en la fábrica. Juanje
trabajaba de lunes a viernes y los fines de
semana se iba a Alicante porque tenía allí los
amigos y ya era mayor de edad.

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Estuve dos años trabajando en Los
Naranjos pero el negocio no iba muy bien.
Entonces por desgracia mi madre falleció y la
llevamos Alcantarilla, donde fue enterrada, ya
que ella había nacido allí.y ese era su deseo.

A partir de aquel momento, tome la


decisión de llevarme la familia y volver a
Alicante.

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DE
LORCA
A
JUMILLA

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BRINDANDO CON UNOS CLIENTES

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Yo hablé con el dueño del Restaurante El
Cruce, que estaba en una urbanización a caballo
entre Abarán y Jumilla, para ver si necesitaban
mis servicios. El dueño me dijo que podía
empezar a trabajar cuando quisiera y eso hice.
Trabajaba de lunes a viernes y como mi familia
ya estaba instalada en Alicante, todos los viernes
cogía mi coche para irme a Alicante y volver el
lunes por la mañana al restaurante.

Un viernes que había terminado mi


trabajo cogí mi coche para irme a Alicante,
siempre iba por la parte de Monóvar, cuando me
vi atrapado en medio de una riada, nada menos
que la riada que hubo en mil novecientos
ochenta y dos, sólo se veían ambulancias, coches
de policía y bomberos. No sé cómo pude llegar a
casa, todavía no me explico cómo pude ser tan
atrevido. Pero ese tremendo incidente me sirvió
para plantearme que no quería seguir en ese
restaurante yendo y viniendo todas las semanas,
con el riesgo que eso suponía para mí.

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DE
ALICANTE
A
MENORCA

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Compré el periódico para ver si había
algún trabajo que pudiera interesarme y vi que
necesitaban una plaza de metre para un hotel en
Menorca. Era un complejo turístico muy
importante que tenía dos hoteles, el Topacio y el
Aguamarina, en un enclave paradisiaco en la isla.
Venían turistas de Inglaterra, Alemania, Estados
Unidos, etcétera en régimen de media pensión
porque lo que hacían era llevar una bolsa y
aprovechando el desayuno se metían dentro
todo lo que querían para la comida. Se iban todo
el día por la isla y al anochecer venían a cenar.

Cogí el tren que me llevó a Barcelona y


desde allí embarqué rumbo a Mahón. Una vez
allí, vinieron a recogerme y me llevaron al hotel
Aguamarina donde estuve toda la temporada
desde semana santa hasta setiembre. Cuando
acabó la temporada me volví a Alicante.

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Mi hija Loli que por entonces tenía
dieciséis años, dejó los estudios, a pesar de ser
buena estudiante, y tomó la decisión de ponerse
a trabajar, así que al iniciarse en Menorca la
temporada hotelera, cogió el barco y se vino
conmigo para trabajar en el complejo turístico
de camarera en el hotel Topacio.

Al terminar la temporada nos volvimos


para Alicante. Estuvimos trabajando en Menorca
durante tres temporadas.

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DE
MENORCA
A
ALICANTE

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Ya en la península, me salió un trabajo de
Conserje segundo en el desaparecido Hotel Sidi
San Juan en el Cabo de las Huertas, propiedad de
unos suizos, quienes tenían además otro hotel
en Valencia, el Sidi Saler.

El trabajo era por temporada de verano


durante seis meses y los otros seis al paro.
Trabajé durante tres temporadas, pero los
propietarios del hotel pusieron en mi lugar a
una chica alemana, porque venían algunos
turistas de Alemania y necesitaban en la
conserjería una persona que hablara el idioma.
Tuve que ir al paro forzosamente y me dieron la
jubilación. A mi edad era muy difícil encontrar
trabajo y la pensión que me quedaba, al no tener
los sesenta y cinco años, no era mucha. Así que
no me quedó más remedio que, durante algún
tiempo, hacer algunos extras en restaurantes en
bodas, banquetes de todo tipo, para poder sacar
algún dinero, que en aquel entonces era
necesario dada la situación en la que estaba. Y
así fue, cómo terminé mi etapa laboral con
sesenta años cumplidos.

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ETAPA
DE
JÚBILO
DE
ILDEFONSO

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MI MUJER Y YO

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FELIZ

MERECIDA

ETAPA

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Ildefonso tuvo una feliz etapa de júbilo de
casi tres décadas en las que disfrutó de todo
aquello que hizo, ayudando en las tareas del
hogar, yendo al Hogar del jubilado a leer la
prensa, jugar partidas de cartas y charlar con los
amigos jubilados.
Fue una etapa diferente, más relajada, de
dar paseos acompañado de su mujer por la
Explanada, el puerto, la playa del Postiguet, de
lectura de novelas de su autor favorito Marcial
Lafuente Estefanía, de las que tenía cientos
guardadas por los cajones.
Le encantaban las reuniones familiares,
juntarse con la familia, verlos a todos reunidos y
compartir charla y comida. Era una persona muy
familiar.
También le gustaban mucho las películas
de cine clásico y sobre todo las películas bélicas
de acción que veía en la tele.

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DOMINGO EN LA PASTELERÍA

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Estaba realmente contento de jubilarse a
los sesenta años y poder empezar una dorada
etapa de júbilo, tras una etapa laboral intensa,
dilatada y costosa, llena de vicisitudes, de tener
que salir a ganarse la vida donde hiciera falta,
daba igual la ciudad o el país.
Ildefonso tuvo una mente prodigiosa
hasta el último instante de su vida, facilitando
las cosas en su etapa final más dura de su
enfermedad cardiopulmonar. Fue colaborativo
hasta el último segundo.
Fue un muy buen padre, marido y abuelo.
Su recuerdo permanecerá por siempre en
nuestros corazones.

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FOTOS
CON
LA
FAMILIA

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