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¿Qué son los valores?

Introdttcción a la axiología

por RISIERI FRONDIZI

FONDO DE CULTURA E CONÓMICA


México- Buenos Aires
BIBLIOGRAFtA
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DuPRÉEL, Eugene, E squisse d'une Philosophie des Valeurs
(París, Alean, 19 39). PROBLE~IAS FUNDAMENTALES DE LA
GLA.NSDORF, Maxime, Théoríe G énérale de la Valeur et ses AXIOLOGíA
aplications en esthétique et en économique ( Institut de Socio·
logie, Universi té Libre de Bruxelles, 1954 ) . ] . LOS PROBLEMAS AXIOLÓGICOS EN LA VIDA DIARIA
HALL, Evcrett \V., What is Value? An Essay in Philosophical
Analysis ( London, Routlcdge & Kcgan Paul, 19 52). Los problemas fundamentales de la axiología no se
KoRN, Alejandro, "Axiología'', en La libertad creadora (Buenos plantean únicamente en los libros, revistas y congresos
Aires, Losada, 1944). filosoficos, sino que están presentes en las manifestacio-
LAIRD, Jolm, The Idea of Value (Cambridge, 1929 ). nes más diversas de la Yida diaria . No hav discusión , o
LEPLEY, Ray, The Language of Valu e (New York, Columbia
University Press, 1956 ). desacuerdo, sobre la conducta de una persona, la elegan-
cia de una mujer, la justicia de una sentencia o el agra-
MESSER, Augusto, La estimativa o la filosofía de los valores
en la actualidad (Madrid, Sindicato Exportador del Libro do d e una comida, que no suponga la rcapcrtura de la
Español, 19 32). problemática sobre los valores. Las más complicadas
RoMERO, Francisco, Teoría del hombre (Buenos Aires, Lo- cuestiones axiológicas se debaten a diario en la calle,
sada, 1952). Ver cap. VII. en el parlamento. en el café y en las casas más humildes,
RoM ERO, Franc1sco, "Trascendencia y valor", en Papeles para si bien con una actitud y en un lenguaj e poco filosóficos.
una filosofía (Buenos Aires, Losada, 194 5) . Por lo general, las discusiones traducen, sin embargo,
Rosso, Corrado, Figure e dottríne nella filoso fía deí valorí las posiciones extremas de la axiología. Cuando dos
(Torino, Ed. Filosofía, 19 50). personas no están de acuerdo si una comida o bebida es
RuYER, Raymond, Philosophie de la valeur (Pa ris, Librairie agradable o no y fracasan en el intento de convencerse
Armand Colin, 19 52).
mutuamente, la discusión termin;¡, por lo general, con
STERN, Alfredo, La filo sofía de los valores. Panorama de las
tendencias actuales en Alemania (México, Universidad Na-
la afirmación de uno o de ambos interlocutores, de que
cional de México, 1944). a él le gusta o no le gusta, y nadie podrá convencerle
de lo contrario. Si se trata de una discusión entre perso-
nas cultas, seguramente alguien recordará el adagio lati-
no, tan traído y llevado: de gustibus non disputandum.
Este adagio puede poner fin a una discusión callejera
o de salón, pero no res uelve el problema de fondo que
está detrás de tal discusión. ¿Es cierto que no puede
discutirse sobre el gusto? ¿Es impropio, entonces, hablar
de personas de mal gusto? ¿Acaso no se ha debatido du-
rante tantos años sobre el valor estético de no pocas
estatuas, cuadros y poemas? ¿Son esas discusiones inúti-
les y no hay modo de determinar el valor de una obra
artística o la conducta de un hombre?
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18 PROBLEMAS DE LA AXIOLOGÍA ¿50S LOS VALORES OBJETIVOS O SUBJETIVOS? 19
Quien sostiene la tesis de gustibus non disputandum ~do las di;·ersas soluciones que se han propuesto
quiere afirmar una nota peculiar del valor, esto es, el pa .~esoh·e~lo. Aunque con distinta significación, la
carácter íntimo e inmediato de la valoración. El agrado cuesbon esta ya presente en Platón, la planteó Shakes-
que nos produce un vaso de buen vino, la lectura de u~ peare en Trolla y Crés1da ( 11, 2), y Spinoza decidióse
poema, un preludio de Chopin, es algo personal, ính- px una de las alternativas en su Ética (III, prop. IX).
mo, privado y, con frecuencia, inefable. No queremos
renunciar a esa intimidad pues de lo contrario se nos 2. ¿So;-.; LOS VALORES OBJETIVOS O SUBJETIVOS?
escapa de las manos una nota esencial del goce esté-
tico. ¿Cómo podrán convencernos con silogismos y ci- Si bien no es fácil reducir a términos sencillos la
tas eruditas cuando nuestro goce es tan inmediato y di- constelación de problemas que preocupan hoy a los axió-
recto que no admite posibilidades de equívoco? Jogos, el núcleo de la cuestión puede encerrarse en la
Si uno se refugüt, sin embargo, en el puerto acogedor pregunta: ¿Tienen valor las cosas porque las deseamos
de la subjetividad, y trata de manten;r la cabez~ ~erena o las deseamos porque tienen \·alar? ¿Es el deseo el
a pesar de que tiene agitado el corazon, descubnra muy agrado o el interés lo que confiere valor a una cos~ o
pronto que esta doctrina no puede satisfacernos por com- P?r el contrario, sentimos tales preferencias debido a qu~
pleto. ¿Qué sería del mundo ético y estético si, a fue~ de d1chos obJetos poseen un valor que es previo y ajeno a
afirmar la subjetividad del gusto, cada uno se atuv1era nue~tras reaccion es psicológicas u orgánicas? O si se
a la propia manera de ver las cosas? ¿Cómo podría prefieren t.érmmos más. técnicos y tradicionales: ¿son los
evitarse el caos si no hay pautas de valoración ni nor- valores obJeb\·os o sub¡cti\·os?
mas de conducta? Si cada uno tiene debajo del brazo T al planteamiento exige una previa aclaración ter-
el propio metro de la valoración, ¿con qué patr.ón de- minológica que nos impida caer en una disputatio de no-
cidiremos los conflictos axiológicos? La educactón es- minem. El valor .será "objetivo" si existe independien-
tética y moral serían imposibles, la vida decente no temente de un sujeto o de una conciencia valorativa; a
tendría sentido, el arrepentimiento del pecado parece- su vez, será "subjetivo" si debe su existencia, su sentido
ría absurdo. ¿"Decente" para quién? ¿"Pecado" para o su 1·alidez a reacciones, ya sean fisiológicas o psicoló-
quién?, habría que preguntar constantemente. ~or otra gicas, del sujeto que valora.
Parte si se midiera el valor estético por la intenstdad de Un ejemplo pued e aclarar aún más, si fuera nece-
'
la emoción individual o colectiva, mayor valor ten dna' sario, el sentido de este primer problema. Como he-
el melodrama radial o cinematográfico -que ha hecho mos indicado, los objetos físicos tienen ciertas cualida-
derramar tantas lágrimas- que HaJ?llet o El Rey Lear des. llamadas "primarias" que pertenecen a los objetos
que conmueven a un número reductdo de personas .. St mismos; otras, en cambio, como las cualidades sensi-
convertimos al hombre en la medida del gusto estético bles o "secundarias" dependen, al menos en parte, de
y de la ley moral, parecería que no pudiera haber, en un sujeto que las percibe. ¿A cuál de las dos se apro-
sentido estricto, ni " buen gusto" ni ley efectiva. . xim:¡ .más }a belleza, para tomar un valor concreto? ¿Se
Este conflicto es uno de los que tiene más agitada aprox1mara a cual.Jdad es como la extensión, que per-
a la axiología contemp~ránea.. ~n verd~d, ~ació con la manecen en el objeto aun en ausencia del sujeto? ¿O
axiología misma y podna escnbme la h1stona d~ la teo- sera más bien como el olor, que para existir en tanto
ría de los valores tomando este problema como eje e lul- olor necesita de la presencia de un sujeto que lo per-
¿SON LOS VALORES OBJETIVOS O SUBJETIVOS? 21
20 PROBLEMAS DE LA AXIOLOGÍA mor. Y el valor es anterior a la valoración. Si no hu-
ciba, puesto que un olor qu e nadie puede percibir carece mera Yalores ¿qué habríamos de valorar? Confundir la
de sentido? rnoración con el valor es como confundir la percepción
A ratos nos inclinamos por el subjetivismo y creemos con el objeto percibido. La percepción no crea al objeto
descubrir en la posición contraria un mero engaño se- sino que lo capta; Jo mismo sucede con la valoración.
mejante al que padece el alucinado que se asusta de los Lo subjetiYo es el proceso de captación del valor.
fantasmas creados por su propia imaginación. Otras :\nte razonami en tos de esta n aturaleza, el subjeti-
veces, en cambio, nos parece evidente que los valor~s úsmo se atrinchera en la experiencia. Si los valores
son realidades objetivas, an t e las cuales debemos rendir- fu eran objetivos -dice- los hombres se habrían pues-
nos, pues tienen una fu erza impositiva que salta por to d e acuerdo acerca de tales valores. Pero la historia
encima de nuestras preferencias y doblega nuestra volun- nos demuestra un desacuerdo permanente; ello se debe
tad. ¿Acaso no nos esforza mos, a yeces, por crear una a que cada uno tiene sus gustos y no puede renunciar a
obra de arte -un poema, un cuadro, una novela- y ellos. ¿Acaso la historia nos revela un acuerdo sobre los
nos rendimos pronto ante la evidencia del fracaso al ad- principios fundam entales de la ciencia? , contesta el ob-
vertir que la belleza está ausente d e nuestra creación? jetiústa. El error en que caen ciertas personas no in-
Si dependiera de nosotros, proyectaríamos la belleza so- valida la objetividad de la verdad. Ilay todavía gente
bre lo que hemos hecho y encontraríamos luego lo que que cree en la generación espontánea. La verdad no
hemos puesto. Lo mism o sucede cuando valor~~mos d escansa en la opinión de las personas sino en la obje-
positivam ente objetos que nos disgustan, o ad~~crtJmos tiúdad de Jos hech os; de ahí que no pueda reforzarse
el poco valor que tiene aquello que nos cmocwna por ni aminorarse por el democrático procedimiento de los
razones puramente personales. Yotos. Lo mismo sucede con Jos valores. La opinión de
Pero, volviendo a la posición primera , ¿qué valor po- la gente de mal gusto en nada perjudica la b elleza
drían tener los objetos si nosotros pasáramos indiferen- d e una obra de arte. Tarea ociosa es intentar conse-
tes fren te a ellos, si no produjeran en nosotros ningún guir unanimidad en la opinión. Pero hay más -prosi-
goce o satisfacción, si no los deseáramos ni pudiéramos gue el objetivista-, la discrepancia se refiere a los
desearlos? bienes, no a los valores. Nadie deja de valorar la be-
Un punto parece claro: no podemos hablar devalo- lleza; lo que puede suceder es que la gente no crea
res fuera de una valoración real o posible. En efecto, reconocer la presencia de la belleza en un bien deter-
·qué sentido tendría la existencia d e valores qu e esca- minado, sea una estatua, un cuadro o una sinfonía. Lo
~aran a toda posibilidad de ser. apreciados por el hom- mismo sucede con los demás valores. ¿Quién deja de
bre? ¿Cómo sabríamos que existen tales valores SI es- \'alorar la utilidad, preferir lo agradable o estimar la ho-
tuvieran condenados a mantenerse fuera de la esfera nestidad?
de las valoraciones humanas? En este punto el sub- :t\o es verdad, replicará el subj ctivista: la discrepan-
jetivismo parece pisa~ , tierra firJ?e: .el valor no puede cia alcanza a los , ·alares mismos. Cuando un italiano
ser ajeno a la valoracwn. El obJehvismo, por su. par.te, • y un norteamericano no se ponen de acuerdo sobre la
hace aquí una distinción fundam ental que no~ 1.n~p1de ek~Jncia de un par de zapatos, tal disputa sobre un
proseguir por el camino, ya abier.to. d e la s.ubJetlVlda.d. bien concreto se debe a una manera distinta de concebir
Es cierto que la valoracwn es s.u~Jehv.a, sostiene ~1, obJe- la elegancia misma. Es lo que sucede también en nu-
tivista, pero es indispensable d1sbngmr la valoraciOn del
22 PROBLEM AS DE LA AXIOLOciA ¿SO:S LOS VALORES OBJETIVOS O SUBJETIVOS? 23
merosas discusiones sobre el valor de un poema, la justi- psioológico del acierto de la valoración. Es tan percep-
cia de una sentencia, la h onestidad de una conducta: el 'ciión. del punto de vista subj etivo, la que se equivoca
desacuerdo sobre tales bienes delata, con frecuencia, 'como la correcta; no por eso las equiparamos al juzgar
una discrepancia profunda sobre lo que debe entender- sn ,·alidez.
se por belleza, justicia u honestidad. Tales ejemplos son, para los subj etivistas, una mues-
Hay casos concretos -proseguirá el subjetivista- tra de la superficialidad con que se toma la tesis que
que demuestran claramen te la subj etividad de los valo- ellos sostienen. Parece evidente, a primera vista, que el
res. Los sellos de correo constituven uno de esos casos. dentista nos provoca una molestia o un dolor cuando
¿Dónde es tá el valor de los sellos' de correo? ¿Hay algo nos perfora un diente con su torno y que, por consi-
en la calidad del papel o en la belleza del dibujo o en guiente, el valor que reconocemos a su trabajo nada
la impresión, que expliqu e el Yalor que tienen? Sin los tien e que ver con el placer que nos causa, sino que está
filatélicos no tendrían ningú n ' alor. N uestro deseo de regido por un elemento superior. En verdad, está re-
colecciona rlos es lo que les ha conferido valor. Si se gid o por un valor superior; pero éste también se sustenta
pierde ese interés, el valor que se les ha conferido des- en el placer: preferim os el dolor pasa jero durante unos
aparece ipso facto. Au nque el problema es más com- min utos, al dolor de muela s que :m ticipamos en caso
plejo, algo semejante sucede con los valores estéticos. de no tratarnos la caries. O si es por razones estéticas por
Ellos tmnbién clcvcmlcn de un a serie de condiciones sub- lo que nos sometemos al sufrimiento en el sillón del den-
jetivas, cu ltur al es~ cte. ¿Qué valor estético tendría la pin- tista - como sucede especialmente con las mujeres- es
tura si los hombres no t uvieran oj os? ¿Y qué sentido porque se prefiere el placer más d uradero que propor-
tendría h ablar del valor estético ele la música si Dios nos ciona una dentadura agradable al malestar que supone
hubiera condenado a una sordera etern a? En última exhibir una dentad ura en malas condiciones. El ej em-
instancia valoramos lo que deseamos y lo que nos agrada. plo de la amputación de la pierna pone aún más de
No es así, replicará d ohjetivista : valoramos también manifiesto la confusión que señalamos. Aceptamos el
lo que nos desagrada. ¿A quién le agrada arriesga r la dolor de la amputación de la pierna porque preferimos
vida para salvar a un h ombre que se está ahogando, es- el placer de conservar la vida. En ambos casos sacri-
pecialm ente si ese hombre es nuestro enemigo? Sin em- ficamos el placer pasajero en beneficio de otro más
bargo, lo hacemos cua ndo cmercmos cumplir con nuestro duradero.
deber. Ponemos nuestro deber por encima del agrado No puede elaborarse una teoría sobre dos ejemplos.
o desagrado. El deber es ob jetivo y descansa en un ¿Qué agrado nos produce salvar la vida a nuestro ene-
valor moral que tiene igual carácter y que está por en- migo? Quizás quiera argüirse que es el agrado de haber
cima ele los vaivenes de nuestros gustos o disgustos, cump1ido con nuestro deber. Nuestro deber no puede
nuestros intereses o nuestras conveniencias. O si se id entificarse con lo placentero; de lo contrario todo el
prefieren ejemplos más comunes: ¿a quién le agrada la mund o cumpliría con su deber. El mérito de la ho-
" tortura" a qu e nos someten los dentistas? Sin embargo, nestidad radica en su capacidad de sobreponerse a los
valoramos su trabajo. ¿Es agradable que nos amputen reclamos de nuestros placeres, apetitos y com·eniencias.
nna pierna? No obstante el desagrado, quedamos agra- El placer se mueve en un plano ba jo ele nuestra per-
decidos al hombre que nos ha salvado la vida de ese sonalid:1d v no podemos sacrificar lo más alto - -como
modo . Hay que distinguir la valoración como h echo son los valores morales- a lo más bajo. Pero aun en el
24 PROBLEMAS DE LA AXIOLOGÍA
plano del placer y del agrado hay que distinguir entre
StrGESTIONES PARA UNA PROBLEMÁTICA NUEVA 25
lo_q~e nos agrada y lo que reconocemos como agradable. un, mundo meta-empírico; lo que queremos decir es que
D1shngmmos con frecuencia lo agradable de lo que sena deseado por una persona en circunstancias nor-
nos agrada por razones personales o circunstanciales. males. El ejemplo ele los sellos de correo prueba, clara-
Aún me agrada escuchar un viejo vals que me emocio- mente, que es el deseo real y efectivo el que confiere
naba en la adolescencia y, sin embargo, no admito que valor a las cosas; cuando éste falta, el valor se desvanece.
sea más agradable que la Sinfonía Inconclusa de Schu- Los argume~tos subjetivistas no logran convencer
bert, por ejemplo. Lo mismo sucede con el deseo, don- a qmenes se adhieren a la tesis objetivista. Éstos sosten-
de hay que separar también lo deseado y lo deseable. drán que no puede hacerse descansar toda una teoría
El hecho de que la gente desee una cosa no la convierte axiológica sobre el ejemplo de los sellos de correo; el
en deseable. A su vez, puedo no tener el menor deseo examen de cualquier ejemplo, en todos los otros ni-
de tomar champagne en este momento, por ejemplo, veles, axiológicos, prueba lo contrario. De ahí que re-
pero no puedo dejar de reconocer que es una bebida petuan que las cosas no tienen valor porque las de-
agradable, deseable. seamos, smo que las deseamos justamente porque tienen
El subjctivista no cree que deba postularse un mun- v,alor. Parece, en efe~to, que no las deseamos porque
SI, capnchosa e m¡ushhcaclamente, sino porque hay en
do de lo agradable o lo deseable "en sí"; ambos tienen
que ver con agrados y deseos concretos, efectivos. Cuan- ellas algo que nos incita a desearlas.
do admito que es "agradable" algo que, en determina-
das circunstancias, me desagrada, no se debe a que 3. SUGESTIONES PARA UNA PROBLEMÁTICA NUEVA

r~conozca una cualidad intrínseca ajena a las experien-


Cias concretas de agrado. Por ejemplo, si reconozco que Si ,bien a cada arg_umento, de una y otra parte, la
el champagne es agradable aunque me resulte desagrada- cueshon revela, un matiz nuevo y el espíritu se enriquece
ble beberlo cuando trabajo es porque considero que, en en la d1sputa, esta no tiene trazas de acabar. Tampoco se
cualquier otra circunstancia, me agrada. Estoy opo- pon_ e. !m a_ los pr_oblemas al decidirse por una u otra
nien~o dos reacciones personales; una pasajera y circuns- po~ICIOn. S1 admitimos que el valor tiene naturaleza sub-
¡eh~a . quedará todavía por decidir qué aspecto ele la
tancial -que es la presente- y otra más permanente y
común en mí. Y no mi reacción personal frente a la su- sub¡etlVldad es el que da vigencia al valor. ¿Tendrán las
puesta objetividad del ,·alor llamado "agradable". Todo cosas un valor porque nos agradan? ¿O será, más bien,
lo que tiene de agradable un bien se deriva del agrado porque las deseamos, o porque tenemos interés en ellas?
que, ele hecho, provoca. ¿Podría ser algo agradable si ¿Y por qué tenemos interés en ciertas cosas y en otras
no agradara a nadie, ni hubiera la posibilidad de que no? , ¿Por qué ~?S agr_ada, o preferimos esto o aquello?
agradara? Lo agradable es un concepto que se sostiene ¿Sera una reaccwn psicologJCa caprichosa o habrá algo
en las vivencias concretas de agrado y no vive en un en el ob¡eto que nos compele a reaccionar de un modo
mundo metafísico. Si cortamos las conexiones entre el determinado?
agrado y lo agradable, éste se esfuma por completo. Igua- Y cae;nos, así, en el objetivismo. Aquí tampoco las
les consideraciones habría que hacer sobre lo deseado cosas estan muy claras. ¿Es el valor completamente
y lo deseable. Cuando definimos lo deseable como a¡eno a la constitución biológica y psicológica del hom-
io que debe descars~ no trasladamos aquel concepto a bre? ¿O toda la objetividad consiste en que el hombre,
al enfrentar un valor, no puede dejar de reconocerlo?
26 PROBLEMAS DE LA AXIOLOGfA SUGESTIONES PARA UNA PROllLEMÁTICA NUEVA 27
¿No será la objetividad de un orden completamente es el objeto sino el suj~to la fuente del agrado y desagra-
distinto? ¿Una objetividad social, por ejemplo, en la que do. Sr cada uno reacciOna de un modo distinto frente al
la objetividad del valor descansa en el carácter inter- mismo estímulo, la diferencia radicará en el sujeto. No
subjetiva de la reacción? Y volvemos al subjetivismo. es refutación aceptable la afirmación de que hay gente
Esta vuelta en círculo, de una posición a la contra- de mal gusto mcapaz de captar lo agradable del vino
ria y de ésta a la primera, nos hace pensar que quizás la o que ha perve~tido su gusto y encuentra agradable l~
dificultad se derive de que el problema ha sido mal que no lo es. Sr comparamos el vino francés con el ita-
planteado. ¿Tendrá que ser el valor necesariamente ob- liano, ambos de jerarquía reconocida, advertimos que las
jetivo o subjetivo? ¿No estaremos ofuscados por el afán p~ef_erencias .s~ deberán a idiosincrasias personales o al
de reducir el todo a uno de sus elementos constitutivos? habr~o adqumdo_ por haber vivido en uno u otro país.
Es posible, por ejemplo, que los estados psicológicos de Ac:¡ur es donde tiene sentido el adagio de gustíbus non
agrado, deseo o interés sean una condición necesaria pero d~sputandum, _q~e es un recon~ci~iento del predomi-
no suficiente, y que tales estados no excluyan elementos nro de lo sub¡etivo sobre lo ob¡etivo en el nivel axio-
objetivos sino que los supongan. Esto es, que el valor lógico más bajo.
sea el resultado de una tensión entre el sujeto y el ob- Este predominio se perderá si saltamos a lo más alto
jeto, y ofrezca, por tal razón, una cara subjetiva y otra en la escala axi?lógica: a los valores éticos, por ejem-
objetiva, engañando a quienes se atienen a una sola faz. plo; ?Depend~ra de nuestros estados fisiológicos o psi-
Examinaremos esta posibilidad en el capítulo V. In- cologrcos que ¡uzguemos honesta o deshonesta una acti-
tentemos ahora otros nuevos caminos. ¿Tendrán todos tud, o justa o injusta una sentencia? No, desde luego.
los valores el mismo carácter? El problema central se ~enemas que sobreponernos a esas condiciones subje-
refiere a la naturaleza del valor. ¿No será previo al tivas def?rmado;as de nuestra val~ración ética. ¿Qué
intento de su determinación, preguntarse si todos los clase de ¡uez sena aquel que condrcronara sus sentencias
valores tienen una naturaleza semejante, en lo que se al ful!cionamiento de su estómago o de su hígado, o a
refiere a la objetividad o subjetividad? ¿No variará el l,o~ drs~ustos que haya tenido con su mujer? El valor
ingrediente de subjetividad u objetividau según el tipo ehco hene una fuerza impositiva que nos obliga a re-
de jerarquía del valor? Exploremos un momento esta conocerlo aun contra nuestros deseos, tendencias e inte-
posibilidad examinando valores que pertenezcan a di- reses personales. Al menos parece evidente que el in-
versas jerarquías. grediente de objetividad es, en este caso, mucho mayor
Comencemos por los más bajos: los que se refieren que en la estimación de lo agradable.
al agrado o desagrado. Bebo un vaso de vino y lo en- En medio de estos dos extremos están los demás va-
cuentro agradable. ¿Dónde está lo agradable, en mí o lores: útiles, vitales, estéticos. En estos últimos es don-
en el vino? ¿Estamos frente a un valor subjetivo u ob- de el equilibrio entre lo subjetivo y lo objetivo parece
jetivo? Parecería que lo agradable fuera una cualidad mayor, aunque variando también según la naturaleza del
que posee el vino, pues la Coca-cola, por ejemplo, no valor estético. Hay, por ejemplo, un predominio del ele-
logra producirme un agrado semejante. Si reflexiono un mel!to subjetivo al valorar la elegancia de un traje -im-
momento, advierto, sin embargo, que otra persona po- P?Srble de _separar de la n;oda y de otros ingredientes
dría hacer justamente la afirmación contraria: que le Circunstancrales- que esta ausente cuando estimamos
agrada la Coca-cola y le desagrada el vino. Si es así, no la belleza de un cuadro.

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