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IDL Isaac Daniel lasso

Cuento: Pepe el Grillo


Había una vez un niño llamado Pepito que vivía en una gran ciudad. Pepito tenía
de todo: juguetes, puzles, muñecos, libros, películas, videojuegos y cualquier cosa
que se pudiera comprar y pudiera colocarse en una estantería. Pero a Pepito le
faltaba algo. Lo que Pepito quería era tener una mascota para jugar.

Era lo que más lo ilusionaba en el mundo. Pero lo papás de Pepito no querían


tener una mascota en casa. Decían que la casa era pequeña, que los animales
manchaban mucho y cosas de ese tipo.
Cuando Pepito cumplió 6 años, sus padres le enviaron a pasar el verano a casa
de sus abuelos, que vivían en un pueblecito de esos en los que se puede jugar en
la calle. Pepito pensó que sus abuelos le comprarían una mascota. Pero los
abuelos de Pepito, que vivían en una casa con jardín, tampoco querían tener una
mascota. Decían que estropearía las flores y que en invierno tendrían que
quedarse con la mascota.

La primera noche en casa de sus abuelos, Pepito oyó un curioso canto desde su
ventana. Por la mañana bajó al jardín a ver quién cantaba, pero sólo oía a los
pájaros y ese no era la clase de canto que él había escuchado la noche anterior.

La siguiente noche Pepito volvió a oír el curioso sonido. Pero a la mañana


siguiente no encontró más que pájaros en el jardín.

La tercera noche, Pepito decidió preguntar a sus abuelos qué era lo que cantaba
desde el atardecer y que no oía cantar por las mañanas.

- Son los grillos -dijo su abuela-.


- ¿Puedo tener uno como mascota? -preguntó el niño-. Sería estupendo.
- Cuidar un grillo es complicado -dijo su abuelo- y en pocos días te quedarás sin
él.
- Es que me hace tanta ilusión tener una mascota… -dijo el niño.
- Puedes tener a los grillos del jardín como mascotas sin tenerlos encerrados en
una caja -dijo su abuela.
IDL Isaac Daniel lasso

Esa noche el abuelo de Pepito se las


ingenió para que un grillo se posara en la ventana de Pepito, que lo observó y
escuchó hasta que se quedó dormido. Por la mañana Pepito preparó comida para
los grillos en algunas tapas de los botes de conservas de su abuela, y los buscó
por todo el jardín. Iba dejando los platitos de comida y se escondía para esperar a
que salieran.

FIN

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