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De acuerdo con (Rivas, 2015) en las últimas 3 décadas Colombia paso de tener 50% a un 30 %de

la población en situación de pobreza y sus inversiones en políticas públicas han ido en aumento.
Pero, lastimosamente la desigualdad, la pobreza y la violencia siguen afectando a la sociedad
colombiana.

Un claro ejemplo de esa situación es la falta de presencia del estado en las zonas rurales y sectores
apartados de las grandes urbes, aunque resulte inverosímil en el siglo XXI, la mayor parte de estas
zonas del país no cuentan con conexión a internet, energía, agua potable, y las vías terciarias son
“caminos de herradura”, ni hablar de las escuelas o centros de salud, los cuales carecen de los
ítems anteriormente nombrados.

Toda esta problemática surge de darle prioridad a la guerra, combatir las guerrillas, narcotráfico,
grupos armados y delincuenciales, con el fin de garantizar la tan anhelada paz.

Por consecuente la educación que es la base de toda sociedad, carece de inversión y por ende de
mejores resultados.

Países como Singapur, Finlandia y demás potencias, deben su desarrollo, crecimiento económico y
social a las grandes inversiones y políticas públicas que han logrado desarrollar e implementar a
favor de la educación, ciencia y tecnología.

En los años 90, la comisión de sabios en cabeza de Rodolfo llinás, Gabriel García Márquez y
Manuel Elkin Patarroyo diseñaron una carta de navegación que podría ayudar al desarrollo de
nuestro país. Estos pensadores creían que las condiciones estaban dadas como nunca para el
cambio social, y que la educación sería su órgano maestro.

Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo

modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a

sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable.

Han trascurrido más de 30 años desde esta comisión y los cambios y progreso no han sido
suficientes o tal vez no han estado acorde a la necesidad del territorio o simplemente ese
“cáncer” llamado corrupción lo ha impedido.

Los casos de aumento de la inversión educativa de Argentina, Brasil y Uruguay fueron los más
destacados, aunque no los únicos en lograr avances. Chile pasó de destinar el 3,7% del PBI a
educación en 2000 al 4,5% en 2011. Su inversión pública en educación, en relación con el gasto
público, fue muy alta pero también lo fue su inversión privada, dado que las familias invierten
muchos recursos propios en el financiamiento de la educación. La suma de ambos factores hace
que la inversión total por alumno en Chile sea la más alta de la región; además, la alta
dependencia del gasto privado es un factor que genera grandes inequidades debido a la
desigualdad social preexistente en las familias. Colombia tuvo un incremento similar al de Chile,
pasando de invertir el 3,5% del PBI en educación en 2000 al 4,4% en 2012. México también tuvo

Fuente: CIPPEC, sobre la base de UIS-UNESCO

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