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TEMA 2

ECONOMÍA Y SOCIEDAD DE LA MODERNIDAD

LOS EFECTIVOS HUMANOS

Estimar la población del 1500 y sus características tiene gran dificultad por la
falta de fuentes. Contamos con fuentes susceptibles de una elaboración estadística para
el análisis de la población, pero son insuficientes en número y calidad, esto se debe a
que el siglo XVI aunque tiene fuentes demográficas, forma parte del periodo
protoestadístico. Aparte de las fuentes cualitativas, dos son las que han merecido
atención de historiadores:

- En primer lugar, los recuentos de población, normalmente vecindarios en sus


distintos tipos, que nos informan del volumen y la distribución de los efectivos en un
momento dado. Eso se hace para facilitar la acción del gobierno. Aunque, si es verdad,
son fuentes bajo sospecha porque se intentaba ocultar el numero de vecinos para
disminuir la tributación.
- En segundo lugar contamos con el recurso inestable de los registros
sacramentales reunidos en los quinque libri (inscripciones de bautismos, matrimonios
y defunciones en las iglesias).

La población y su distribución geográfica

Se han realizado muchas propuestas sobre cuál fue la población mundial,


nosotros acudiremos a la realizada por Biraben.
En 1500 la tierra no tenía ni la décima parte de la población actual. El
continente más poblado era Asia, seguido por África y tras éste, Europa. Estos
continentes disfrutan de una evolución positiva de la población. Sin embargo, en
América ocurre lo contrario y sufre un retroceso. Esto se debe a que la población se
reduce por la llegada de los europeos, con patógenos desconocidos por ellos y contra
los que no tenían defensas biológicas.
Dentro de los términos positivos ya mencionados, en Europa también
documentamos diferencias significativas. Francia era el país más poblado de
Europa, en segundo lugar estaría Rusia, aunque las cifras ofrecidas por las fuentes
inducen más al error que las de Francia, ya que las fuentes de donde se sacan los datos
hablan de Rusia con las fronteras actuales, y en esa época solo podemos hablar del
principado de Moscú. Después se puede hablar de la población de Italia y Alemania,
pero son espacios políticamente invertebrados. España e Inglaterra quedan lejos de
Francia.
Son estimaciones de la población a principios y fines de un siglo, el Quinientos,
que como es de suponer no fue homogénea ni a lo largo del periodo ni entre las
distintas regiones. Un rosario de catástrofes de distinta índole incidió en la evolución de
diferentes regiones europeas. Pero, con carácter general, también documentamos la
ralentización del crecimiento a finales del siglo, sobre todo allí donde las bases
económicas del mismo se vieron comprometidas.

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Hay áreas densamente ocupadas en Europa, llegando incluso a los 40
habitantes por km2, como las cuencas de Paris y Londres y otras zonas muy
localizadas, como los Países Bajos, donde a finales del siglo XV Holanda tenía más de
60 habitantes por km2 y Flandes superaba los 70. Pero tampoco era la tónica general,
pues existían otras regiones donde la ocupación del espacio era todavía insuficiente.
En el siglo XVI se ocuparon o reocuparon algunos de dichos vacíos. En
algunos casos se trata de volver a dar vida a pueblos antes abandonados. En otros, son
fundaciones que siguen a los procesos de expansión de la superficie cultivada a los que
después nos referimos.
También, y sobre todo a finales de siglo, encontramos nuevos despoblados por
dos razones:

- Algunos señores procuraban la despoblación de sus señoríos para arrendar como


pastizales.
- Por el empeoramiento del clima.

Las ciudades registran un comportamiento demográfico diferencial respecto a


las áreas rurales: tendrían un saldo negativo, con más defunciones que nacimientos.
Pero son mucho más que tumbas demográficas, tuvieron un significativo papel en la
modernización económica de Europa.
Cabe evaluar que entre un 8,6% y un 10,7% de la población europea viviría en
localidades de 5.000 y más habitantes, con un crecimiento nada desdeñable en el siglo
XVI: en ellas se concentrarían 8,16 millones de personas a principios del siglo y 10,9 a
finales del mismo, con una distribución muy irregular.
En general, podemos ver que la importancia relativa de las ciudades italianas
disminuye mientras aumenta las del NO de Europa, lo que no deja de ser una
manifestación más del desplazamiento de los centros de riqueza, que no es otra cosa
que el basculamiento del eje económico que puede rastrearse en todas las dimensiones
humanas.
Entre las ciudades que más crecieron, muchas comparten alguna de estas
características: ser puertos atlánticos, como Sevilla, u ostentar la capitalidad de un
estado. En algunos casos los crecimientos debemos explicarlos por razones políticas,
por ser urbes donde residían los órganos de gobierno de los nacientes estados
modernos, como por ejemplo Madrid.

Las estructuras demográficas y el modelo moderno

Nupcialidad

La mayoría de datos que disponemos sobre el tema de la nupcialidad son los


matrimonios realizados entre nobles o casos singulares. Estos datos nos inducen a
pensar que las edades a las que las mujeres solían contraer matrimonio eran
inferiores de lo que realmente eran, ya que los matrimonios entre nobles o burgueses
solían hacerse en circunstancias sociales y económicas distintas a las del pueblo llano o
estamentos no privilegiados, unido esto, además, en el resto del mundo se daba un tipo
de matrimonio bastante distinto al europeo, encontrándose matrimonios con mujeres
que apenas pasaban la pubertad, lo que incrementaba el periodo fértil femenino.
En Europa las mujeres generalmente se casaban con una edad cercana a los 25
años, y un 10% de éstas nunca llegaban a hacerlo, sin embargo la falta de datos en
algunas regiones y la proliferación de casos dispares entre si nos pueden llevar a hablar

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de dos modelos de matrimonio, el del norte de Europa y Europa central, surgido en
Inglaterra y el tipo mediterráneo.
En las zonas en las que se daba el modelo mediterráneo se veían casos en los
que las edades eran ligeramente inferiores que en el resto de Europa, entre los 20 y 22
años, mientras que con el otro modelo de matrimonio la edad normal con la que se
contraía eran los 25 años, 26 en el caso de Inglaterra, en el que el control de la
población y su aplicación propiciaría más tarde la aparición más temprana de la
revolución industrial.

Natalidad

A principios del siglo nacían entre 35 y 45 niños por cada mil habitantes,
elevándose esta franja a entre 350 y 500 hijos al año por cada mil mujeres casadas entre
20 y 24 años a finales del siglo XVI, aunque estas cifras no son generales para todas las
regiones y podían variar enormemente de una región a otra.
Éstas serían sociedades en las que no había un control directo de la natalidad
por parte de los habitantes, ya que no existían métodos anticonceptivos de uso
generalizado, y los que había se restringían únicamente a la prostitución y a relaciones
no permitidas o irregulares.
Sin embargo se podía mantener un control indirecto de la natalidad con factores
culturales o biológicos como la abstinencia sexual en determinados periodos
estipulados por la iglesia, o el estrés provocado pos motivos de crisis (subalimentación,
enfermedades, etc.…), momentos en el que una boca más que alimentar podía suponer
la perdición de una familia entera.

Mortalidad

Es un error pensar de manera general en el número de defunciones para un


periodo determinado en Europa, ya que al igual que los nacimientos podían tener
grandes diferencias de una región a otra, incluidas las muy próximas geográficamente.
Debemos hablar en este caso no solo de las causas de mortalidad masivas que
afectan a un gran número de población en una gran extensión, sino también la
mortalidad ordinaria, la que afecta a la población durante todo el tiempo. En la
segunda mitad del siglo XVI la esperanza de vida al nacer era de 40 años, pudiéndose
alcanzar incluso los 60, muriendo la cuarta parte de los nacidos antes de los 10
años. Se registraba una mortalidad de 9,6 mujeres por cada mil al dar a luz.
La mayor causa de defunción solían ser las infecciones víricas, que sin llegar a
afectar a toda la población, si tenían muchas posibilidades de acabar con una persona,
sobretodo entre la población joven y de mayor edad.
La población poseía un saldo demográfico positivo, es decir, nacía más gente
de la que moría, sin embargo en determinados periodos la población se veía afectada
por determinados factores que la hacían disminuir gravemente en un momento
determinado, éstos eran el hambre y la peste.
El hambre no solía ser una causa de mortalidad muy frecuente, y ha llegado a
nosotros de manera exagerada en las fuentes. Las muertes por inanición se daban
únicamente en momentos excepcionales o en áreas marginales. La falta de comida
normalmente se asociaba a la falta de trigo, el cereal más consumido de la época, sin
embargo, sólo podía producir hambrunas en regiones en las que únicamente se
dedicaban a su cultivo y además estaban mal comunicadas. Además normalmente venía
acompañada de epidemias, que encarecían el precio de éste, debido a los cordones

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sanitarios que impedían la entrada o salida de las ciudades, agravando enormemente la
situación.
Debemos entender por peste cualquier enfermedad de tipo infeccioso de alcance
masivo, aunque no sean las que clásicamente se han identificado con “la peste”
medieval, como por ejemplo el tifus. La peste era la mayor causa de defunciones de la
época, siendo prácticamente incurable y también la más temida, llegándose incluso a
temer el pronunciar su nombre. Este miedo hace que nos cueste conocer el número de
personas que podían llegarse a contagiar por la enfermedad, ya que solían producirse
huidas masivas desde los núcleos de población infectados.
Se pueden destacar momentos en el que las enfermedades fueron especialmente
dañinas: 1522, 1564, 1580, 1586 y 1599, llegándose a controlar a finales del siglo XVII,
dándose la última en Marsella en 1719. Las poblaciones sufrían un gran número de
defunciones, pero era en las pequeñas donde casi se llegaba a perder la totalidad la
población.
Habría que destacar también las muertes producidas por los conflictos bélicos o
las tropas. En los conflictos bélicos se podrían registrar grandes cifras de bajas, como en
el caso de la batalla de Lepanto en la que perecieron 170.000 de los participantes; sin
embargo los ejércitos o las tropas en si podían causar daño incluso sin la guerra, ya que
sus campamentos solían ser lugares en los que surgían graves enfermedades, siendo un
peligroso foco infeccioso si se encontraba cerca de la ciudad.

Movimientos migratorios

Durante la Edad Moderna se pueden apreciar grandes movimientos migratorios


de las zonas rurales a las ciudades, que poseían un saldo demográfico negativo, son
las llamadas “tumbas demográficas”. Sin embargo no se realizaron con la misma
intensidad en todas las regiones, siendo los nuevos puertos comerciales atlánticos los
más beneficiados, como por ejemplo Sevilla que pasó de ser la vigésima a ser la quinta
ciudad europea en población.
El cambio de capital de un estado podía implicar también un movimiento
migratorio importante, ya que además de campesinos se trasladaban nobles que querían
estar más cerca del rey.
Habría que tener en cuenta también los desplazamientos ocasionales de
profesionales itinerantes como pueden ser los pastores trashumantes, los canteros o los
campesinos y trabajadores pertenecientes al “sector primario”; estos desplazamientos
aunque se realizaban durante un periodo determinado, podían convertirse en definitivos
en un momento dado si el trabajador y su familia encontraba trabajo en su lugar de
destino.
Otro factor importante es el traslado de la población del interior a la costa, su
importancia radica en que el mayor número de defunciones se da en las ciudades
costeras, de ahí que para cubrir puestos de trabajo se necesite mano de obra llegada del
interior.
Además destacar las migraciones que se realizaron hacia el continente
americano, principalmente por portugueses y españoles, teniendo en cuenta además el
importante tráfico esclavista de la zona subsahariana. Esta anterior migración tendría un
efecto reductor de la población europea, pero además habría que añadir las migraciones
producidas por la expulsión de los judíos de los distintos países europeos, que
terminaron desplazándose al este.

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LOS RECURSOS ECONÓMICOS

El sector agrario. La ganadería

El sector agrario fue el más importante de la Edad Moderna, ya que el desarrollo


de las sociedades del siglo XVI dependía de ese sector. Se produjo un incremento de
la producción motivado por la demanda de una población en crecimiento, con
sectores sociales con un mayor nivel de renta, de las manufacturas en auge y de los
propios estados.
El principal objetivo de la producción agraria era paliar las necesidades de la
población, cosa que no siempre se lograba. Con esta intención, los cereales llegaron a
convertirse en determinados lugares en monocultivo, siendo los más cultivados el trigo,
la cebada, el centeno y el maíz posteriormente. Otras regiones desempeñaron una
producción mas diversificada.
La extensión del área cultivada explica el incremento de la producción. Este
hecho se lleva a cabo mediante la recolonización interior, donde empiezan a ocuparse
zonas en las que el asentamiento humano era difícil. Esta tarea estaba estimulada por el
incremento de la demanda y de los precios agrícolas. En esta recolonización se
invirtieron considerables capitales de origen público y privado. Otros ejemplos de
incremento de la superficie cultivada son los pólders en los Países Bajos, ya que se
pudieron cultivar 70.000 has. ganadas al mar en el siglo XVI. En esta época empieza a
generalizarse el uso de bombas hidráulicas para drenar.
La respuesta a la creciente demanda no se hizo exclusivamente por un
incremento de la superficie cultivada sino también por un aumento de la productividad
del campo. El aumento de la productividad es debido a las tareas de desecación y
regadío, a los cambios en las rotaciones y en el utillaje y a la introducción de nuevos
cultivos de procedencia exótica.
En los Países Bajos, región con una alta densidad de población y un importante
grado de urbanización, se producen novedades como el paso a rotaciones más largas,
eliminando el barbecho y evitando el agotamiento del suelo con la plantación sucesiva
de especies con distintas exigencias de nutrientes, siendo importantes las plantas
forrajeras. Esta “nueva agricultura” permitía el desarrollo de una ganadería
intensiva que aportaba una mayor cantidad de abono. Fue tomado como referencia
posteriormente por Inglaterra. En el N de Italia también se dieron iniciativas semejantes,
ya que es otra región densamente poblada.
Durante el siglo XVI se incrementa el consumo del vino y su elaboración en
los países mediterráneos. Lo mismo ocurre con la cerveza en la zona centroeuropea.
Las legumbres se utilizaban tanto para hacer sopas como para hacer pan.
El desarrollo de la ganadería estaba limitado por la agricultura. El ganado
bovino y el vacuno se destinaba principalmente al comercio. Mediante el método de la
transhumancia se aprovecharon las grandes extensiones de pastos sin cultivar. El ganado
caprino era abundante pero estaba limitado a un consumo más inmediato.
Aunque las relaciones entre los extremos del Viejo Mundo era difícil, existía una
cierta comunicación, ya que hacía siglos que se habían introducido en Europa el cultivo
de cítricos y de arroz desde Asia. En el siglo XVI se introducen el café y el plátano. Hay
que destacar también la expansión del cultivo de la caña de azúcar en las islas del
Atlántico y en América.
Con el descubrimiento de América se introducen en Europa una gran cantidad de
especies vegetales hasta entonces desconocidos, como el tabaco o el chocolate. Pero lo

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que empieza a cultivarse en Europa con más éxito es el maíz, que se expande desde la
Península Ibérica a toda Europa.
Dentro de la diversidad de situaciones que se pueden documentar respecto a la
propiedad de la tierra y regímenes de tenencia, hay algunos elementos que son bastante
comunes. El primero es la importancia de la propiedad de la Iglesia, la cual, junto
con las posesiones de las órdenes militares era la mayor propietaria de tierras. La Iglesia
poseía en Florencia entre el 25 y el 35% de la tierra; en Suecia en 1500 la Iglesia era
propietaria de la quinta parte de las tierras y las rentas de los monasterios ingleses
doblaban las de la Corona. La evolución de las propiedades de la Iglesia dependió de las
zonas. En los países católicos se produjo un incremento, mientras que en los países que
adoptaron una posición protestante fueron expropiados los bienes de la Iglesia.
Otro grupo que poseía grandes propiedades de tierras fue la nobleza. Comarcas
enteras podían formar un señorío, que no significaba que el señor tuviera la plena
propiedad sobre todas las tierras, ya que en ocasiones debía respetar derechos de
propiedad anteriores a la constitución del señorío. En el este de Europa aumentó la
extensión de las tierras gestionadas directamente por el señor a costa de las de los
pequeños propietarios, en unas tierras explotadas en buena medida aprovechando las
corveas (trabajo forzoso). En Europa occidental en los señoríos se distribuía la tierra
entre las tenencias campesinas y la reserva señorial solía tener una importancia
decreciente.

Las manufacturas

Las manufacturas en el siglo XVI registraron notables avances cualitativos y


cuantitativos. En el siglo XVI los gremios marcaban toda la producción y obligaban a
que las empresas fueran de medio tamaño. Pero se introdujeron nuevas industrias
desarrolladas con el impulso que daban las casas reales, como las minas, los astilleros,
la imprenta, los arsenales y las fábricas de fundición de cañones.
En primer lugar hay que citar el aumento de las labores extractivas como la
obtención de metales desde el cobre hasta el plomo ya que la demanda obligó a cavar
galerías más profundas y a un desarrollo de las técnicas. Los altos hornos se impusieron
a las fraguas en la extracción de hierro.
La extracción de metales preciosos tiene una gran importancia en esta época, ya
que motiva las expediciones portuguesas a través de las rutas de Magreb. El mayor
aporte de estos minerales llegó de América. En un primer momento, el metal que
llegaba de América fue sobre todo oro, pero después de las grandes conquistas y la
apertura de grandes minas, el metal más abundante fue la plata.
En el sector textil la producción de paños castellanos pasó a la historia a fines
del siglo XVI. Esta producción de calidad que estaba destinada a grupos reducidos con
un alto nivel de renta fue sustituida por una manufactura textil destinada a cubrir las
necesidades de un amplio sector de la sociedad.
Una manufactura notable de la época es la imprenta, inventada por Johannes
Gutemberg. La publicación de libros se desarrolló con inusitada rapidez y los
impresores se expandieron por toda Europa desde la segunda mitad del siglo XV,
asentándose sobre todo en ciudades universitarias donde la demanda de libros era
mayor.
Otra industria importante es la construcción naval, la cual movilizó un volumen
importante de mano de obra y de capital. En el Mediterráneo se utilizaba la galera, pero
la necesidad de contar con naves capaces de adentrarse en una navegación oceánica y de
soportar meses de singladura motivó la aparición de la carabela a mediados del siglo

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XV. Más tarde se desarrollaría el galeón, el cual era todo un avance en maniobrabilidad,
capacidad de carga y potencia de fuego. Son las naves que aseguraron a los europeos la
hegemonía en los mares del mundo.

Los mercados

El aumento de los intercambios era necesario para sostener el crecimiento


demográfico, el aumento de la demanda en general, de la producción agraria y de las
manufacturas.
A pesar del elevado nivel de autoconsumo existente sobre todo en el campo, y
la vigente importancia de los sistemas de trueque, cada vez una mayor parte de la
producción salía al mercado mediante distintas vías: los mercados locales, los
mercados semanales y las ferias, que tuvieron una gran repercusión y algunas podemos
considerarlas especializadas. Se produce el desarrollo de las lonjas y la aparición de las
bolsas, donde se negociaban de forma continua productos y capitales, siendo la más
conocida la bolsa de Amberes.
Tras los grandes descubrimientos geográficos producidos en este periodo, las
rutas comerciales sufrieron importantes modificaciones, sobre todo las de larga
distancia, y con ello también los centros del comercio europeo. Se produjo así una
basculación del eje comercial y económico, perdiendo protagonismo las rutas
mediterráneas en favor de las rutas oceánicas, a través de las cuales llegaban especias y
sedas de Extremo Oriente, y sobre todo, los tesoros del Nuevo Mundo.
El comercio a larga distancia adquiere un gran protagonismo cuando se va
configurando una "Economía Mundo", que conlleve la participación de muchos países
en una red internacional de comercio a larga distancia. Pero ese espectacular desarrollo
del comercio internacional convivió con mercados interiores con una articulación
totalmente insuficiente, debido a varias razones: consideraciones políticas y el elevado
coste del transporte, ya que la vía marítima resultaba bastante rentable, no así la
terrestre, que resultaba muy costosa.
Respecto a la basculación del eje económico hacia el Atlántico, antes de que
esto sucediese destacaba en el comercio el Norte de Italia, el Sur de Alemania y los
Países Bajos. Pero tras este cambio en los circuitos comerciales, empezó a destacar
Lisboa, que con su monopolio ejercido desde la "Casa da Inda e da Guiné", se convirtió
en el centro de distribución de especias y otros productos exóticos. Comenzó a
sobresalir también Sevilla, cuya "Casa de Contratación" ejercía el monopolio en el
comercio con América. Ambos monopolios se vieron perjudicados por la actividad de
contrabandistas, corsarios y piratas, casi todos de origen francés, holandés o inglés, que
ofrecían productos de igual calidad a mejor precio.
Además, las economías portuguesa y castellana se mostraron incapaces de
responder al reto colonial. Por eso, al principio fueron los mercaderes italianos y los
alemanes quienes aprovecharon las oportunidades de negocio que se ofrecían. Pronto
los comerciantes unieron sus fuerzas creando compañías para monopolizar un mercado
o afrontar empresas de mayor riesgo. Cabe destacar el protagonismo de Amberes, que
se convirtió en el primer centro económico de los Países Bajos, aprovechando su
posición estratégica. Amberes llegó a ser el principal núcleo comercial y financiero de
Europa, pero tras una serie de problemas, Ámsterdam ocupó su lugar.
Las principales características del comercio y de sus circuitos en ésta época son:
- La América colonial demandaba esclavos africanos y productos manufacturados
europeos y algunos del Extremo Oriente, a cambio ofrecía ciertos productos exóticos,
productos de sus plantaciones, cueros, oro y, sobre todo, plata.

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- Europa Occidental disponía tan sólo de la plata americana y de la extraída en las
minas centroeuropeas para ofrecer a otros mercados, por ejemplo al Báltico, de donde
llegaban durante el siglo XVI brea, hierro, madera, lino, trigo y arenques. A cambio, la
Europa Occidental le ofrecía vino, sal, algunas manufacturas y mucha plata.
- Eran muchos los productos que Europa demandaba de Extremo Oriente, pero
sólo la plata de Europa Occidental era lo que interesaba a Extremo Oriente.
Durante el siglo XVI se produjo un aumento considerable de los precios, esto
preocupó mucho a sus contemporáneos, hasta el punto de que la Escuela de Salamanca
formuló una teoría cuantitativa de la moneda: la moneda era una mercancía más y la
escasez o abundancia de la misma definía su valor relativo respecto a las otras
mercancías. Por eso debido al creciente aporte de tesoros americanos la abundancia de
moneda hacía que ésta valiese menos.
El auge del comercio y las finanzas provocó la necesidad de mover con más
agilidad el dinero y al menor coste posible, por lo que se utilizaron diversas fórmulas,
como el contrato de comandita y la letra de cambio. También se perfeccionaron los
sistemas contables, con el libro mayor, el diario, la contabilidad por partida doble y la
utilización de nuevos sistemas de contabilidad (cambio de numeración romana por
árabe).
En estos momentos la usura era una actividad castigada por la Iglesia Católica,
por lo que los usureros estaban prohibidos y se les identificaba con la minoría judaica y
sus descendientes. La creciente circulación del dinero necesitaba de especialistas, entre
los que se encuentran los cambistas y los banqueros, que cambiaban moneda, giraban
cantidades entre distintos centros financieros, recibían dinero en depósito y que podían
quebrar.
Existían varios tipos de establecimientos financieros, alcanzando cierta
importancia algunos bancos municipales, que eran cajas de depósito volcadas en la
atención de las necesidades financieras del municipio donde estaban ubicadas.

LOS ÓRDENES Y LOS ESTAMENTOS


Durante los tres siglos de la edad moderna, la sociedad europea estaba
constituida por la simbiosis de una mayoritaria base agraria y una dinámica red
urbana. La mayoría de la población se dedicaba a la agricultura. De su trabajo salían
las rentas de las que vivían los estamentos privilegiados que lo eran fundamentalmente
por su condición de terratenientes.
Las ciudades, aunque cualitativamente distintas, eran en buena parte parásitas o
dominadoras del mundo rural, con el que estaban muy vinculadas, esta sociedad,
anterior al liberalismo que llamamos de manera convencional Antiguo Régimen, era por
definición una sociedad jerárquica, basada en la desigualdad y el privilegio. La
sociedad se dividía entre unas minorías legalmente privilegiadas y una inmensa mayoría
de plebeyos. Dentro de cada uno de estos bloques existían condiciones diversas,
jerárquicamente organizadas, no era una sociedad centrada en el individuo, sino en
algún tipo de grupo social: la familia, el linaje, la corporación laboral o profesional, las
colectividades de privilegiados. A veces se resumen las más importantes de estas
agrupaciones con el nombre de estamentos y se habla de sociedad estamental.

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La nobleza

La nobleza continuaba siendo el principal estamento privilegiado y el punto de


referencia para los otros grupos de la sociedad. En teoría se definía por su función
militar aunque seria más correcto definirla como una clase terrateniente hereditaria
de origen militar.
Los teóricos de la nobleza también intentaban justificar la condición privilegiada
de los nobles haciéndolos descendientes de los antiguos conquistadores germánicos.
Este posible origen étnico tenía como consecuencia que la condición nobiliaria fuese
una sola y la misma para todos los integrantes del estamento. Pero la realidad era que
existían en el interior de la nobleza diferencias de nivel económico y de rango social, se
suele hablar de alta y baja nobleza.
En el siglo XVI, prácticamente todos los nobles titulados, eran señores
jurisdiccionales, a diferencia de siglos posteriores, pero había muchos que no poseían
titulo, sino que pertenecían a la baja nobleza. La condición nobiliaria no era inmutable,
sino que la mayor parte de los títulos obedecían a una evolución histórica La mayor
parte de los títulos nobiliarios existentes en Europa no era de orden medieval, sino que
fueron concedidos por los reyes en momentos diversos.
El fenómeno del ennoblecimiento era posible porque existía una zona mixta de
personas que, sin ser jurídicamente nobles vivían como los nobles, tanto en cuanto al
origen de sus ingresos, en forma de rentas, como en la forma ostentosa de gastarlos.
La condición nobiliaria se trasmitía por herencia a todos los hijos, pero el
titulo no. En los países de derecho romano o influidos por él, por ejemplo, sólo el hijo
mayor de un conde heredaba el condado, los demás hijos serían simplemente caballeros.

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En los países germánicos y eslavos estaba vigente el sistema de reparto de los bienes
entre los hijos varones por igual.
La base de la riqueza nobiliaria era la propiedad privilegiada de la tierra por
medio del régimen señorial. En sus señoríos, el noble no era únicamente propietario.
Desde el punto de vista económico y como consecuencia de la crisis de los últimos
siglos medievales, los señores solían ceder la explotación de la mayor parte de sus
tierras a los campesinos, sea a cambio de rentas fijas, sea a cambio de una parte de la
cosecha, quedaba una reserva señorial que solía explotarse por medio de mano de obra
campesina, muchas veces forzada.
Los señores disponían de muchos medios de coerción económica sobre los
campesinos, tenían monopolios de medios técnicos como molinos y herrerías, cobraban
impuestos sobre vías de comunicación, gozaban de derechos preferentes de venta de su
propia producción en mejores condiciones y tiempo que los campesinos, disfrutaban de
derechos exclusivos de caza y de pesca, cobraban derechos sobre las ventas o
transmisiones hereditarias de las propiedades de aquellos, en suma disfrutaban de una
situación privilegiada que les permitía vivir del trabajo de sus súbditos y al mismo
tiempo dictar las normas que regulaban este trabajo.
Un gran señor debía mantener un elevado número de criados y llevar una vida
suntuosa, sin reparar en gastos; a esto se llamaba ser liberal. Debía dotar
económicamente a las hijas y desarrollar una política matrimonial adecuada, buscando
nueras bien dotadas pasa sus hijos, en realidad un señorío funcionaba gracias al
arrendamiento de derechos asegurado por comerciantes o campesinos ricos.
A fines del siglo XVI muchas casas nobiliarias tenían serios problemas
económicos y se hallaban endeudadas. Aquí intervenía nuevamente la condición
privilegiada de la nobleza y su dependencia del poder real, uno de los privilegios de los
nobles consistía en que no podían ser encarcelados por deudas. Los monarcas concedían
todo tipo de ventajas económicas para que los aristócratas no se vieran obligados a
pagar a sus acreedores. La ruina de muchas familias se veía compensada por el ascenso
de otras.

La iglesia

La riqueza de la Iglesia estaba constituida por cuatro grandes capítulos:


− Los diezmos, considerados un derecho divino que consistía en la décima parte de toda la
producción agropecuaria.
− La propiedad rural, que llegó a suponer una sexta parte de las tierras cultivables, casi
siempre las de mejor calidad.
− La propiedad urbana fruto de compras, legados o donaciones.
− La inversión en préstamos como eran los juros (deuda pública) o los censos (préstamos
hipotecarios).
En cambio, su participación en actividades industriales y comerciales era
muy pequeña. A los bienes institucionales de la Iglesia había que añadir los poseídos
por los eclesiásticos a título personal, que trataban así de eludir los impuestos.
La Iglesia, en cuanto a institución, estaba autorizada para adquirir bienes, pero
no para enajenarlos, lo que conducía a una acumulación creciente de riqueza, y no sólo
gracias a nuevas compras o inversiones, sino también a la práctica de legar bienes a la
Iglesia para la celebración de misas, aunque no era extraño que un noble dejara lo
necesario para la fundación de un convento o capellanía. El reparto de estas rentas era,
sin embargo, muy desigual. Había sedes episcopales que disfrutaban de elevadas rentas,
las de otros obispados eran modestísimas.

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Las mismas desigualdades se daban entre el clero catedralicio y el parroquial.
Una parte importante de estas rentas se dedicaba al socorro de los sectores más pobres
de la sociedad y a mantener un complejo sistema de instituciones asistenciales que
cumplirían durante siglos una inapreciable labor.
Sea cual fuere el nivel económico que cada individuo tuviese, el estamento
eclesiástico constituía algo muy apetecible para una parte importante de la sociedad, y
no demasiado difícil de alcanzar, ya que permanecía abierto a todos los medios sociales.
El número de clérigos aumentó de forma espectacular convirtiéndose en motivo de
preocupación y de denuncia para las autoridades, en vista de los inconvenientes que
acarreaba: merma en las actividades productivas, aumento del celibato, falsas
vocaciones…
Los motivos que inducían a ingresar en el estado eclesiástico eran el fervor
religioso, pero también otras razones menos espirituales: a los segundones de las
familias nobles, privados por los mayorazgos de una buena parte de la herencia
familiar, la Iglesia les ofrecía una salida honorable, a las mujeres solteras o viudas, el
claustro les proporcionaba el único lugar digno al que podían aspirar; y para otros
constituía el único medio de asegurarse el sustento.
Este respaldo social y económico que la Iglesia ofrecía favoreció muchas veces
el bajo nivel moral y espiritual de los eclesiásticos y con frecuencia una relajación en
sus costumbres. Las fronteras entre el mundo laico y el eclesiástico eran enormemente
difusas y, en la práctica, nada impedía al clero llevar una vida “asegurada”.
Los obispos y arzobispos eran elegidos por el uso del llamado patronato regio,
personalmente por el monarca de turno. El estilo de vida de estos altos dignatarios era
plenamente aristocrático. En el extremo opuesto se encontraban los curas párrocos y los
capellanes que conformaban el bajo clero en el que apreciamos tres rasgos comunes:
extracción social humilde, ingresos modestos y baja cota de instrucción, que favorecía
comportamientos poco ejemplares.
La vida en el claustro experimentó un crecimiento durante la primera mitad del
siglo XVII. Muchas órdenes percibieron un vigor renovado gracias al movimiento
reformador de los llamados descalzos. Pero la orden más numerosa y popular siguió
siendo la de los franciscanos. Quienes más crecieron fueron los jesuitas, avalados por el
apoyo de las clases media y alta. Su capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos, su
actividad en la enseñanza, su excelente reputación en el púlpito y su escaso rigorismo en
el confesionario fueron algunas de las claves de su éxito.
Las rivalidades entre las diferentes órdenes eran repetidas y constantes,
llegándose a veces a suscitar tales escándalos que forzaban la intervención del monarca
o del papa. Como en el resto del cuerpo social, se extendieron entre las comunidades
religiosas las exigencias de limpieza de sangre y de oficios en la selección de sus
miembros. A partir de 1640, el descenso en el proceso fundacional es patente, ante todo
porque la prolongada crisis económica que vivía Castilla ponía de relieve las
dificultades de mantener con limosnas, dádivas y ofrendas tantos conventos, cuando ya
el campesinado entregaba una parte muy importante del producto de su trabajo al clero
secular en forma de diezmo.
Los niveles más agudos de miseria material solían darse con mayor frecuencia
en los conventos femeninos, a las monjas, retiradas en clausura, les resultaba más difícil
adquirir una base económica sólida, lo que explicaría también su inferioridad numérica
frente a los religiosos. De ahí que se exigiera a las aspirantes una dote para entrar en
los conventos, aunque fuese más reducida que la del casamiento. Esto facilitaba el que
las familias que no disponían de capital suficiente para casar a todas las hijas, enviasen a
una o varias de ellas a profesar en un monasterio.

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Los conventos femeninos cumplían funciones variadas: centros de vida
religiosa, obligado destino para muchas mujeres que no habían podido contraer
matrimonio, refugio de viudas y ancianas, internado para niñas y doncellas, y retiro
temporal para alguna dama que se hospedaba en ellos, rodeada de sus objetos
personales, amigas y sirvientes. Los grandes conventos destinados a acoger a las hijas
de la más alta nobleza fueron exponentes de un estilo de vida relajada y mundana. No
era raro que los locutorios fueran frecuentados por visitantes de ambos sexos, que se
organizasen tertulias, reuniones y representaciones teatrales o que en ellos fueran
acogidos los llamados devotos o galanes de monjas, encarnación del ideal del amor
cortés vivido por un caballero y una religiosa.
Todas estas costumbres trataron de frenarse desde el Concilio de Trento,
partiendo de las concepciones más rigurosas de la vida monástica. La mayoría de los
esfuerzos se concentraron en reforzar la clausura. El comportamiento de aquellos
hombres y mujeres pertenecientes al clero fue, en términos generales, equiparable al del
resto de la sociedad de su época.
Los ataques contra los eclesiásticos fueron corrientes en la literatura de la época,
pero las bases sobre las cuales descansaban los cimientos de la Iglesia eran mucho más
sólidas que toda la tradición anticlerical junta; eran demasiados los intereses creados y
los pactos sellados en torno a aquel “tinglado”; por ello, el poder social de la Iglesia era
tan inmenso.

La población urbana

En las ciudades encontramos tres grandes grupos sociales. Existía una minoría
de burgueses, una mayoría de artesanos y también un amplio número de criados y de
trabajadores no cualificados, por no hablar de los sectores marginados.
Dentro de la minoría de burgueses encontramos a las familias que gobernaban
las ciudades, también se suele asimilar a la burguesía del antiguo régimen con los
comerciantes, pero también eran importantes por su proyección social y cultural, los
graduados universitarios que vivían del ejercicio de su profesión: medicina y leyes. Los
comerciantes se enorgullecían de su experiencia práctica. Los financieros eran grandes
comerciantes al por mayor, que entre otros muchos productos valiosos, negociaban con
dinero por medio de la especulación y el giro de las letras de cambio. Por lo general los
grandes financieros del siglo XVI eran comerciantes banqueros.
Los Médicis dejaron de ser una entidad significativa desde el punto de vista de
la actividad económica en 1492 dos años antes de perder el poder político. Entre las
múltiples actividades de los Médicis y también de los Fugger se había encontrado la
industria, en primer lugar la industria textil. Pero la burguesía del siglo XVI era
básicamente comercial o incluso financiera y sus inversiones industriales eran
limitadas.
La mayor parte de la producción industrial estaba en manos de artesanos
especializados, los gremios o corporaciones de artesanos recibían distintos nombres.
Los gremios reglamentaban la formación profesional, por medio del sistema de
aprendizaje y organizaban las condiciones de trabajo, fabricación y venta de los
productos. En las ciudades medias, donde el número de artesanos era más reducido, las
distintas especialidades se encontraban reunidas en cofradías de diversos oficios.
A partir del siglo XV, el acceso a la condición de maestro agremiado se
realizaba a través de un examen de maestría, había discriminaciones de distinto tipo que
restringían el ingreso en los gremios. En general, no se admitía a los hijos ilegítimos.

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Había discriminaciones de índole religiosa o étnica. Los artesanos participaban en los
gobiernos municipales por detrás de ciudadanos y comerciantes.
La evolución no era siempre lineal. Los gremios habían ganado posiciones en
los gobiernos municipales en muchas ciudades alemanas durante los siglos XIV y XV,
pero, en cambio, durante el XVI se produjo una disminución del papel de los artesanos
y una aristocratización de los consejos. Los artesanos, e incluso los comerciantes,
fueron marginados de los consejos de muchas ciudades italianas, que constituyeron un
gobierno estrecho en vez del gobierno largo o ancho, anterior.
Muchos jóvenes mancebos, oficiales o jornaleros de los gremios, nunca
conseguían aprobar el examen de maestría y quedaban siempre en una condición
intermedia. Son especialmente conocidas las organizaciones semiclandestinas de
oficiales.
Los miembros de los gremios eran trabajadores especializados, pero en las
ciudades existía una amplia masa de trabajadores no cualificados que trabajaban
normalmente por un sueldo diario en trabajos eventuales, se les denominaba, un poco
despectivamente, como ganapanes u otros similares, como peones, e incluso bergante y
estaban menos considerados que los mancebos agremiados.

Los campesinos

En el siglo XVI la mayor parte de la población pertenecía al campesinado (el


80%). Esta es una clase social estratificada y la mejor manera de diferenciar los
diferentes estratos del grupo es atender al régimen de tenencia de la tierra y las
condiciones de su explotación.
Por un lado, tenemos los propietarios, el grupo más escaso. Señoriales o no,
estaban obligados a pagar, primero una renta sobre la tierra, y después una décima
parte de sus cosechas a la iglesia, para la manutención de sus miembros (este
impuesto se pagaba incluso en los países protestantes, por intereses de la nobleza).
Estas tasas tan altas impedían que el trabajador desarrollase su labor en buenas
condiciones, ya que para pagarlas debía hipotecarse con comerciantes u otros
campesinos.
Otro grupo serían los beneficiarios de contratos, entre los que existían varios
tipos. Los de larga duración entregaban al trabajador el uso de la tierra bien de por vida
o bien por un largo periodo, éste a cambio de la entrega de estas tierras no cultivadas,
pagaba un canon, un censo, y reconocía al señor que le otorgaba las tierras. Con este
sistema se amplió el territorio cultivado. Variante de lo anterior es el arrendamiento,
donde el campesino corría con los gastos de la actividad y recibía las tierras por menor
tiempo. En Francia e Italia tenemos la aparcería, donde el propietario se hace cargo de
una parte de los gastos a cambio de percibir una parte de las cosechas.
De manera ajena al régimen de tenencia de la tierra existe un fenómeno de uso
de tierras de manera comunal. Ya fueran terrenos parroquiales, monte o parcelas
individuales privadas, una vez realizada la cosecha, algunos utilizaban espigas o ramas
para el alimento del ganado. Sin embargo, este proceso que sincronizaba los trabajos de
la comunidad, se va perdiendo en favor del derecho de burgueses o nobles de poseer la
tierra.
Si para clasificarlos queremos atender a la riqueza, podemos observar que
existía un 5 % muy rico, estas minorías solían ser grandes arrendatarios o propietarios,
que trabajaban con asalariados y poseían reses, normalmente trabajan directamente con
la nobleza. A este grupo se le llama “gros laboureurs” (labradores ricos). Sosteniendo
a este pequeño grupo, tenemos un 25% (en épocas de bonanza) de “clase media” que

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articulaba la sociedad campesina. Finalmente entre el 60 y el 70% de los campesinos
eran pequeños propietarios o arrendatarios que dependían del señor o no tenían
suficientes tierras. Se veían obligados a trabajar tierras vecinas para sobrevivir y
cualquier dificultad, tal como una hambruna, una peste o una mala cosecha podían
dejarles en la calle (como comenzó a ocurrir con la crisis de finales del XVI), también
eran factores decisivos, la perdida del cabeza de familia (motor de la economía).

Los sectores marginados

Este último párrafo nos deja lugar para hablar de otro grupo: todas aquellas
familias que, por los motivos que antes citamos, se quedaban sin su medio de
subsistencia, pasaban a engrosar las filas del más del 10% de la población que era
pobre. A partir de la segunda mitad del siglo, esta situación comenzó a empeorar ya que
los precios aumentaron de manera exponencial, pese a las protestas del pueblo que
reclamaba no por su bajo salario, sino por lo alto de los precios.
Viudas, enfermos y ancianos estaban casi inevitablemente reducidos a la
pobreza. El cristianismo, a partir del primer tercio del XVI y haciéndose valer de la
premisa de que la limosna era algo positivo (según las enseñanzas de Cristo y teniendo
en cuenta que había ordenes que incluso se definían como mendicantes) comenzó a
crear instituciones religiosas que atendían a los más necesitados.
Paralelamente a la caridad tradicional ofrecida por la iglesia se creó en los
Países Bajos un nuevo tipo de organización para este grupo, basado en un ordenamiento
de los pobres de manera que se les pudiera asociar de manera inexorable a un trabajo.
Este sistema se extendió rápidamente por España Italia y Francia, donde se crearon
oficinas para pobres, albergues etc. En Inglaterra las parroquias fueron obligadas a
encargarse del sustento de sus pobres, estando al margen de la ley y considerados
vagabundos todos aquellos que no estuvieran adscritos a ninguna parroquia, Leyes de
pobres. La mayoría de estos vagabundos eran pobladores rurales que carecían de las
estructuras caritativas de la ciudad.
Lo que debe quedar claro es, que en la Edad Moderna, el trabajo era algo que
debía realizarse independientemente de la voluntariedad, así que el parado debía
trabajar de cualquier modo y el que no pudiera debía estar controlado por las
instituciones (por ejemplo Las Casas de Misericordia españolas) ya que los
vagabundos libres y no controlados podían provocar graves percances, entregándose
por ejemplo al bandidaje o al delito, siendo éstos muy difíciles de detener por las
estructuras estatales. La legislación que se les aplicaba a estos individuos al margen, era
dura, normalmente recurría al castigo físico o incluso a la obligación de ser remero
(según las condiciones de la flota). También se castigaba a las personas que daban
cobijo o integraban a los delincuentes.
Diferente es el bandolerismo, que implica en si mismo cierta voluntad de
realizar ese acto violento. Normalmente y sobre todo en el Mediterráneo se llevaba a
cabo para guerras entre familias, incluidas las de la nobleza. Esto se puede intuir ya que
sin la ayuda de las familias privilegiadas y con la dura legislación existente los
bandidos no hubieran sobrevivido. Por tanto se actuó poco contra ellos ya que esto
hubiese significado luchar contra los propios intereses de la nobleza, algo totalmente
contraproducente en la época. Ciertos historiadores (como Fernand Braudel) ven en el
bandolerismo una forma latente de alzamiento campesino.

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Las revueltas populares

Hablamos de unos acontecimientos que ya se venían fraguando desde la Baja


Edad Media y que surgen en respuesta de las crisis económicas, que repercutían en la
población. Los grupos que se levantaban contra el orden existente reafirmaban su causa
dotándola de un credo ideológico normalmente de carácter religioso (basado en la
llegada del apocalipsis y la segunda venida de Cristo, son movimientos llamados
milenaristas).
Estos grupos podían llegar a intentar acabar con la propiedad privada e
intentaban crear una sociedad igualitaria en un intento de recrear los tiempos de Adán y
Eva. Ejemplos de estos son los husitas checos o los anabaptistas y su Nueva Sión.
Los rebeldes se llamaban a si mismo hermanos entre sí mientras que de cara al
exterior, eran comuneros en Castilla y Galicia o germaníes en Valencia y Mallorca. En
Alemania también acontecieron revueltas (1525) que deben ser entendidas como un
intento de reafirmar los derechos del sujeto más que como un movimiento unificado del
campesinado y su condición ya que entonces deberíamos olvidar las acciones de la
población de las ciudades que también participaron en las revueltas.
Los campesinos perdieron todo conflicto violento que emprendieron contra la
nobleza pero las derrotas de los grupos más radicales iban seguidas de reformas que
beneficiaban a la población, tanto que en Alemania las grandes revueltas populares no
volvieron a darse más que en forma de conflictos locales mucho menos peligrosos. Es
posible también que dichas revueltas aplacaran la reimplantación de la servidumbre en
Europa Occidental.
Tras la reforma de Lutero los conflictos del campesinado se mezclaron aún
más con la causa religiosa fuere el motivo que fuere, ejemplo de esto es la situación de
Inglaterra, donde la lucha por las costumbres se entreteje con las reivindicaciones del
campo y la religión. En Francia los plebeyos comenzaban a negarse a pagar el diezmo
haciendo que la corona aumentara la presión fiscal sobre los campesinos y sumando
alicientes para lo que sería el siglo siguiente una situación global europea harto
conflictiva.

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