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Estos nacionalismos que caracterizaron esta primera relación entre élites y sectores
populares. Una descripción bastante concisa de estos nacionalismos la da Henríquez
Ureña.
"Existe hoy el deseo de preferir los materiales nativos y los temas nacionales en
las artes y en las ciencias..." , y ponía varios ejemplos: "...el dibujo mexicano que
desde las altas creaciones del genio indígena en su civilización antigua ha
seguido viviendo hasta nuestros días a través de las preciosas artes del
pueblo..." quedó representado en los murales de Diego Rivera y compañía; "...
los cantos populares [que] todo el mundo canta, así como se deleita con la
alfarería y los tejidos populares... "fueron utilizados por Manuel M. Ponce y
Carlos Chávez Ramírez ("...compositor joven que ha sabido plantear el problema
de la música mexicana desde su base..."); y los dramas sintéticos con asunto
rural de Eduardo Villaseñor y de Rafael Saavedra, quienes habían"...realizado la
innovación de escribir para indios y hacerlos actores...", pretendían revivir las
tradiciones literarias de aquel "pueblo mexicano" "...realizado la innovación de
escribir para indios y hacerlos actores...", pretendían revivir las tradiciones
literarias de aquel "pueblo mexicano” (1925).
Básicamente el arte creado por estas élites educadas en los centros de estudios
superiores era orgullosamente “representantes” de la cultura indígena mexicana, y
afirmaba su condición "nacionalista". Esto implicaba un reconocimiento de los aportes
reales de dicho "pueblo mexicano" en materia cultural, y por lo tanto también sentaba
las bases para realizar un intento de repensar la historia y la cultura nacional. “Sin
embargo, Este reconocimiento quedaba ligado de manera prácticamente implícita a los
proyectos de unificación y justificación del grupo en el poder, cuyo fin radicaba en los
afanes modernizadores e industrializadores del país. El reconocimiento de lo popular
traía consigo la necesidad de identificar claramente al pueblo, que serviría de
legitimación discursiva en los programas de gobierno” (Colina, 1995).
Durante los años veinte se convocaron a las diversas regiones para presentarse con
sus atuendos locales en la capital -los jarochos, los huastecos, los yucatecos, los de
tierra caliente, los norteños, etc.— con el fin de comprender y promover la variedad de
lo "típico mexicano". Pero esa multiplicidad fue, hasta cierto punto, negada por el afán
de simplificar y teatralizar esas dimensiones simbólicas de la mexicanidad' (Sánchez
Lira, 1956). Todos estos estereotipos que se vendían a nivel internacional y en los
medios de comunicación se iban acercando a los espacios populares urbanos. El
charro, la india y el jarabe tapatío se convirtieron cuadro clásico de lo "típicamente
mexicano" en las celebraciones oficiales, sobre todo en las llamadas "campañas
nacionalistas" que tuvieron su apogeo entre 1931 y 1933.
México dejaba de ser una posible nación con todas sus complicaciones para
convertirse en cuadro un folclórico simplificado, capaz de satisfacer los afanes
comerciales del naciente turismo tanto intelectual como el común y corriente. Para
muchos autores extranjeros, la “mexicanidad” resultaba un asunto de tan difícil
interpretación, que sólo lograban manifestar su admiración o incomprensión. Por lo
tanto, también contribuyeron a la creación de una representación simplificada o
estereotípica del mexicano.
El cine de oro
La última pieza del rompecabezas que impulsaría el implantar estas imágenes del
“mexicano” fue el cine. En una época donde, debido tanto al auge e impulso del
nacionalismo dentro del país así como el contexto histórico de aquel tiempo a nivel
internacional. Entre 1936 y 1956 la industria cinematográfica en México alcanzó uno de
sus mejores momentos, considerado como la Época de Oro del cine mexicano.
La película que es escogí para analizar fue la de “Los tres García” (1946). Escrita,
producida y dirigida por Ismael Rodríguez Ruelas (siendo el guion coescrito por otras
personas como: Rogelio A. González, Pedro de Urdimalas, Jesús Camacho, Ismael
Rodríguez, etc.). Ismael Rodríguez Ruelas fue un cineasta que se caracterizaba por
contar historias románticas típicas, siempre teniendo en cuenta la herencia del
“mexicano”. Debuto con la película: ¡Que lindo es Michoacán! (1942) y se consagro
como un gran cineasta de la época de Oro en 1947 con la película: Nosotros los pobres
(1947). En cuanto a los tres García, es una película que nos cuenta la historia de la
familia García, en específico de la abuela “Doña Luisa García viuda de García”, los
primos “Luís Antonio García”, “José Luís García”, “Luís Manuel García” y su rivalidad
con los López, suscitándose una trama romántica en segundo plano.
La película transcurre en San Luis de la Paz, presentan a Doña Luisa como una mujer
mayor, sabia y amorosa, aunque violenta y autoritaria. Es la mandamás de la casa, la
que violenta y trae en friega a los empleados de la casa. Luego introducen a José como
un típico ranchero, con la vestimenta típica, es alguien muy pobre, pero muy orgulloso.
Incluso llegando a rechazar la ayuda que le ofrece su abuela (Doña Luisa). En sus
propias palabras “no por orgullo sino por su dignidad de hombre”. Después presentan a
Manuel como un poeta con mucho dinero, vestido de traje, bien hablado, pero como un
mentiroso y un embustero. Por último, presentan a Antonio (Interpretado por Pedro
Infante). Como un mujeriego, un borracho y un peleonero… La película lo trata como
todo un macho, un alfa, un ejemplo a seguir.
Tan solo el los primeros minutos de película se presentan varios aspectos sobre el
como comportarse como un “verdero/a mexicano/a”. En el caso de las mujeres, debe
de ser la ama de la casa, alguien maternal y cariñosa, pero al mismo tiempo debe
imponer respeto a los que están “por debajo” de ella en la jerarquía familiar. Mientras
que los hombres deben de ser proveedores, alcohólicos y actuar como verdaderos
machos. Creo que aquí, según mi criterio es importante resaltar que Antonio, el que
representa mayormente esta figura es interpretado por pedro Infante. Un ídolo y, valla
la redundancia, alguien de admiración y ejemplo a seguir, al igual que su personaje
Antonio. Poe el otro lado, los hombres como Manuel, bien portados, que no visten
como charros y son respetuosos, son tratados como cobardes y poco hombres.
Incluso en una escena posterior los tres García arman una pelea en un bar tan solo
porque unos hombres dijeron la frase “Aquí huele a puras gardenias blancas”, mientras
miraban a José, las autoridades le hacen saber esto a Doña Luisa, ella se llena de
júbilo y dice “no podían salir de otra forma, salieron a sus padres”, aunque después los
regaña en privado. En la escena del regaño se pueden apreciar dos cosas, que es
considerado una falta de respeto que, en este caso, los tres García llamen a la abuela
por su nombre y que los tres García únicamente respetan a su abuela y al sacerdote.
Hablando en el ámbito religioso, aquí el sacerdote se muestra como una figura sabia,
amable, como la voz de la razón y francamente, como el único que tiene “sentido
común” al momento de resolver dilemas y conflictos. También a pesar de que los
García son “temidos” por todo el pueblo por su fama de violentos y que tienen una
rivalidad de muerte con los López, ellos se llaman así mismos “buenos cristianos” y
“que viven según las normas de Dios”.
En una escena posterior, los tres García interactúan con una supuesta “pareja gringa”,
la “pareja gringa” es ayudada por José y como muestra de gratitud le ofrecen una
propina, aunque esto es tomado como una ofensa por José, dice “que solo por ser
güeros creen que lo pueden humillar” y que “el será pobre, pero tiene la frente en alto”.
Mientras tanto Antonio aprovecha para decirle a la “gringa” unos cuantos “piropos” los
cuales termina con la frase “me gustas para madre de mis hijos”. La escena termina
enfocando Antonio mientras grita, “¡Que viva el Panamericanismo y el acercamiento de
las americanas!”.
Más adelante en la película se revela que la “pareja de gringos” en realidad eran el tío y
la prima de los tres García, ellos junto con su tío, su abuela y su prima “Lupita” van a
misa debido a que es el cumpleaños de Doña García. Terminando la misa quedan de
reunirse para comer todos juntos. En la escena de la comida ocurren varias cosas
interesantes.
Primero Manuel llega temprano y vestido de charro en vez de traje, a esto Doña García
comenta “hasta que te vistes como hombre”. Después cuando llega Antonio se disculpa
con su prima Lupita por haber dicho “esos comentarios tan desagradables”
anteriormente, aunque le sigue gustando para madre de sus hijos. En un momento la
abuela comenta que los tres García no quisieron ir a conocer a su prima antes por
nacer en U.S.A. Luego José comenta que “llamarse Lupita mientras tiene el pelo rubio
es antipatriótico y absurdo” También, mientras el mariachi toca para acompañar la
comida, Lupita comenta que “la vida es más bella con música”, que la “música
mexicana es la más bella y la que más alma tiene” y que “Debe de ser bonito que le
canten a una mientras le hacen el amor”.
Si bien me salte muchas escenas donde se destaca el folclore mexicano como: una
ensena de charrería o de serenata con cielito lindo o incluso el final de la película, para
fines de este ensayo con esto es suficiente. Si bien en esta película se exageraron
varias escenas y acciones con fin de crear comedia, se puede observar claramente la
imagen típica del mexicano y del país en general, o al menos la versión comprimida y
estereotipada que se quería vender en aquella época a nivel nacional e internacional.
La creación del “pueblo mexicano” era irremediablemente necesaria.
Pero, en primera instancia debemos recordar que la imagen del pueblo mexicano era al
final de cuentas necesaria, aun con todos los aspectos negativos que acarreaba y el
interés político que había de por medio, ya que no nos podíamos identificar con los
españoles ya que rompimos todo lazo con ellos después de la independencia y
“juramos” nunca ser como ellos. Al mismo tiempo que no podíamos tomar las culturas
originarias y reclamarlas como nuestra identidad, ya que su esencia e historia había
sido borrada de la memoria colectiva.
Incluso aun hoy en día sabiendo un poco más como eran estos pueblos originarios y
contando con varias piezas históricas de estos pueblos, los sentimos lejanos, los
percibimos como extraños… Aunque al mismo tiempo nos sentimos identificados y
cómodos con ellos. El mexicano actual junta a los aztecas, toltecas, mayas, al “pueblo
mexicano” y el fenómeno de la globalización para intentar formar una identidad, es un
todo y un nada a la vez. Supongo que es el don y la maldición de ser un país con una
mescolanza de culturas tan diversas y tener el plus de tener una historia tan
“interesante”, por así decirlo.
Referencias
Portal Airosa, A. (1989). "El mito como síntesis de la identidad cultural". Alteridades.
Anuario de Antropología. UAM, p. 123.
Del Palacio, J. (1976). "Historia, folklore y poesía folklórica mexicana". Cambio. vol. 5,
p. 62.
Sierra, J. (1977). "México: su evolución social 1900-1902". Obras Completas, vol. XII:
UNAM. pp. 201 y 362