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Este fragmento de diálogo es entre Carrión, quien representa a los criollos ayacuchanos y
Chacaltana, representante de los criollos de Lima. En este diálogo se le increpa a
Chacaltana su ausencia, su desinterés por Ayacucho; mientras los ayacuchanos morían a
manos de senderistas, entre 1980 y 2000, el fiscal como otros limeños solo serían testigos
desinteresados de lo que ocurría dentro del país
"Nadie quería
hablar de eso. Ni los militares, ni los policías, ni los civiles. Habían sepultado el recuerdo de
la guerra junto con sus caídos. El fiscal pensó que la memoria de los años ochenta era
como
la tierra silenciosa de los cementerios. Lo único que todos comparten, lo único de lo que
nadie habla."
“–Claro. Si uno mata con bombas caseras se llama terrorismo y si mata con
ametralladoras y hambre se llama defensa” En esta cita, el personaje terrorista
Hernán Durango usa la ironía para referirse a los militares como “agentes de
violencia” que contraatacan a los senderistas. En este comentario se confirma que
ambas fuerzas militares (Sendero Luminoso y las Fuerzas Armadas del Perú) son
“agentes de violencia,”
"Félix, hace ocho años, yo salía a la calle y me mataban. Y ya no. Los terrucos
mataron a mi madre, mataron a mi hermano y se llevaron a mi hermana para que
luego la mataran los cachacos." Page 60
"Pero luego, lo que había pensado que eran rocas y tierra fue cobrando una forma
más precisa ante sus ojos. Eran miembros, brazos, piernas, algunos
semipulverizados... formando un montón de desperdicios humanos." Page 86
Clavaron siete puñales en su corazón con precisión perfecta. Todo tipo de cosas:
machetes, navajas de explorador, hasta un cuchillo de carne.(...).Lo destrozaron sin
cortar las principales vías de circulación. (muerte de Justino Mayta)
el medio cuerpo que sobresalía del horno, era el del padre Quiroz. (...) Algo emergía
de la boca del sacerdote. Al llegar a su lado, el fiscal descubrió que era la
empuñadura de un cuchillo(...) Antes o después de la ejecución, el asesino había
vertido ácido sobre la cara y los brazos del sacerdote.