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¿Por qué en la tutela administrativa, quien la ejerce no puede modificar o sustituir el acto

impugnado?

Entiendo que antes de responder a esta pregunta, es fundamental comprender que se entiende
por “tutela administrativa”, para lo cual debemos partir del concepto de tutela judicial.-

Respecto de esto último, cabe destacar que se encuentra consagrada en la Constitución


Nacional desde antes de la reforma de 1994.

Así, la CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIÓN ha dicho que: “La garantía


consagrada en el art. 18 de la Constitución Nacional requiere, por sobre todas las
cosas, que no se prive a nadie arbitrariamente de la adecuada y oportuna tutela de los
derechos que pudieran eventualmente asistirle sino a través de un proceso conducido
en legal forma y que concluya con el dictado de una sentencia fundada” (Fallo
“DOMINI” (CSJN, 15/09/87, “Domini, Dardo Delfor c/ Municipalidad de Bahía
Blanca” (“Fallos” 310:1819)..-

Partiendo de esta premisa, en el precedente “ASTORGA BRACHT”, nuestro máximo


tribunal federal hace referencia al mencionado precedente “DOMINI”, pero en el
siguiente sentido: “… Esta garantía constitucional requiere, por sobre todas las cosas,
que no se prive a nadie arbitrariamente de la adecuada y oportuna tutela de los
derechos que pudieren eventualmente asistirle sino por medio de un proceso -o
procedimiento- conducido en legal forma y que concluya con el dictado de una
sentencia -o decisión- fundada (Fallos: 310:1819)” CSJN, 14/10/04, “Astorga Bracht,
Sergio y otro c/ COMFER - dto. 310/98 s/ amparo ley 16.986”.

Para reconocer tal garantía, la Corte se respalda en los artículos XVIII y XXIV de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, 8° y 10 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos, 8° y 25 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, 2° inc. 3° apartados a y b, y 14 inc. 1° del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Considerando 6°).

Así, en este precedente la Corte incorpora una nueva garantía en su repertorio, el de la


“tutela administrativa efectiva”, el cual, luego de la reforma constitucional de 1994,
surge tanto del mencionado artículo 18 de la Constitución Nacional como de diversas
convenciones internacionales de derechos humanos, incorporadas con jerarquía
constitucional por el artículo 75, inciso 22 de la Ley Fundamental.

Esta extensión de garantías desde el plano judicial al administrativo tuvo su apoyatura


en el Caso “BAENA”[4], resuelto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
donde entendió que: “Si bien el artículo 8 de la Convención Americana se titula
‘Garantías Judiciales’, su aplicación no se limita a los recursos judiciales en sentido
estricto, ‘sino al conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias
procesales’ a efectos de que las personas estén en condiciones de defender
adecuadamente sus derechos ante cualquier tipo de acto del Estado que pueda
afectarlos. Es decir, cualquier actuación u omisión de los órganos estatales dentro de
un proceso, sea administrativo sancionatorio o jurisdiccional, debe respetar el debido
proceso legal”
Dicho esto y aclarado que entonces la “tutela administrativa” la posee quien se siente
afectado por una acto o resolución administrativa, será quien tiene la facultad de poder
ejercer los recursos que le provee la ley para impugnar el mismo, en atención al
perjuicio que le causa, ya sea planteándolo ante quien lo dictó, superior o autoridad
judicial quien será en definitiva el que lo modifique o lo sustituya.- Pero nunca tendrá
legitimidad para esto último quien tiene la “tutela administrativa”.-

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