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ensayo
Pobreza extrema de adolescentes embarazadas
la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, la negativa incidencia del embarazo adolescente todavía se
presenta en los sectores más vulnerables, pues la fecundidad es mayor en la zona rural, en las regiones
menos desarrolladas, en los quintiles más bajos de riqueza y en los de menor nivel de educación. Un
agravante es que, en todos estos ámbitos, la mujer sufre aún más las desgracias culturales del país y
la desigualdad de género es mayor.
Una de las principales barreras en la lucha contra la pobreza y la reducción de la desigualdad radica en
la estrecha relación entre las tasas de fecundidad y las decisiones en educación. Las familias pobres
usualmente tienen muchos hijos e invierten poco en educación, ya que el costo de oportunidad de
enviarlos al colegio es demasiado alto, conllevando a una educación promedio de la familia y a unas
perspectivas de ingresos menores. Caso contrario ocurre con las familias ricas, pues tienden a tener
menos hijos y a proveerles educación de calidad, lo que aumenta la educación promedio de la familia y
mejora los ingresos futuros.
Lo anterior permite apreciar que las altas tasas de fecundidad en las familias pobres perpetúan y
exacerban la pobreza de los padres en los hijos y las desigualdades a nivel nacional. De hecho, hay evidencia
acerca de que la tasa de fertilidad entre ricos y pobres podría explicar buena parte de las desigualdades
de ingreso y la persistencia de la pobreza de los países [1], pues la fertilidad y las decisiones en educación
son interdependientes.
Es precisamente por esto que los recientes resultados que indican que el embarazo adolecente disminuyó
de manera significativa en el país son una noticia sumamente importante no solo para las mujeres y los
potenciales beneficios futuros para ellas, sino para toda Colombia. En efecto, según la Encuesta Nacional de
Demografía y Salud (ENDES), el porcentaje de adolescentes, de 15 a 19 años, madres o embarazadas aumenta
de 12.8% en 1990 a 20.5% en 2005, para luego disminuir a 19.5% en 2010 y a 17.4% en 2015.
Esta reducción, si bien sutil, tiene enormes consecuencias positivas, pues menos adolescentes embarazadas
se traduce en mayores oportunidades de estudio, capacitación o mayor ahorro. Es decir, mayor acumulación
de capital humano y físico, elementos básicos para un crecimiento sostenido del país en el largo plazo [2].
Es preciso mencionar, además, que la reducción en el embarazo adolescente permite evitar la reproducción
de la pobreza y la desigualdad en todo el país.
A pesar de estos buenos resultados, la ENDES señala la negativa incidencia del embarazo adolescente en
los sectores más vulnerables, pues la fecundidad es mayor en la zona rural, en las regiones menos
desarrolladas, en los quintiles más bajos de riqueza y en los de menor nivel de educación. Un agravante
es que, en todos estos ámbitos, la mujer sufre aún más las desgracias culturales del país y la desigualdad
de género es mayor.