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“Año del Fortalecimiento de la Soberanía Nacional”. 

Nuestra señora de Fátima

Ese domingo 13 de mayo de 1917, Francisco


y Jacinta fueron a buscar a su prima Lucía
para llevar a pastar a las ovejas. Los tres
niños estaban acostumbrados a
pastorear a pesar de su corta edad. Lucía,
que era la mayor, solo tenía diez años, y ese
día se había quedado dormida.

- ¡Despierta, Lucía! ¿Se te han pegado las


sábanas? ¡Ya es tarde! - gritaron los
hermanos aporreando la puerta.

Los niños salieron al amanecer hacia la Cueva da Iría, un lugar cercano a Fátima,
de Portugal, que era el pueblo donde vivían.

- ¡¡Llévame un poco a la espalda! - le decía Jacinta a su hermano.

- ¡Baja ya! Pesas más que un burro en brazos - se quejaba Francisco a los
pocos minutos de llevar a su hermana pequeña a cuestas.

Almorzaron un poco de queso con membrillo y un mendrugo. Lucía y


Francisco se tumbaron en la hierba mientras Jacinta hacía un ramo de
flores silvestres para regalar a su madre. De repente, Lucía se quedó
mirando a una encina y gritó:

- ¿Quién es esa mujer?

Se quedaron sin habla. Ante sus ojos apareció una mujer vestida de blanco
con un manto con bordes dorados, un rosario en la mano y más luminosa que
el sol.

- Hola, Lucía. No te asustes. Soy la Virgen - le dijo. Lucía asentía a las


palabras de la mujer.

- Te he elegido a ti porque eres la mayor. Quiero que lleves mi mensaje a


todas las personas.

- ¿Qué te ha dicho? - preguntaron Francisco y Jacinta a su prima cuando la


mujer desapareció, pues ellos solo podían verla.

- ¡Me ha pedido que recemos el rosario todos los días y que regresemos aquí


durante los próximos seis meses todos los días 13 a la misma hora.
 “Año del Fortalecimiento de la Soberanía Nacional”. 

Volvieron corriendo a casa y contaron lo que les había sucedido, pero casi
ningún vecino de Fátima creyó su historia.

- ¡Estos niños tienen muchos pájaros en la cabeza! - dijeron


unos.

- ¡Dicen que han visto a la Virgen! ¡Qué imaginación tienen


estos críos! - dijeron otros.

- ¡Hija, deja de decir tonterías! - dijeron los padres de Lucía.

Sin embargo, los padres de Francisco y Jacinta


comenzaron a rezar el rosario ese mismo día.

Los pequeños volvieron y anunciaron más apariciones el día 13 de


los meses de junio y julio. Contaban que la Virgen insistía en el poder de la oración
diaria, la conversión, el arrepentimiento y la penitencia para salvar al mundo. Cada
vez que volvían a ver a la Virgen miles de personas los seguían y se concentraban en
el lugar. Los niños empezaron a presagiar guerras y calamidades en el mundo.

Tras la aparición del mes de junio los niños declararon que la Virgen había dicho a
Francisco y a Jacinta que iban a morir muy pronto. En cambio, Lucía viviría
muchos años para dar testimonio de las apariciones. Los padres de los dos
hermanos empezaron a llorar desconsoladamente.

- No lloréis por nosotros. No tenemos miedo. La Virgen nos ha dicho que nos


acogerá en su manto - dijeron los niños.

- Hoy la Virgen nos ha confiado un secreto - dijeron en la Cueva de Iría.

- ¿Qué os ha dicho? - preguntaron todos los presentes expectantes.

- Como es un secreto no os lo puedo contar - contestó Lucía.

Se extendió el rumor y en la última aparición los niños fueron seguidos por miles de
peregrinos. Ese día el sol comenzó a dar vueltas en el cielo, todos lo vieron.

Francisco murió en 1919 y Jacinta en 1920. Cuando Lucía cumplió 14 años ingresó


en un convento. Allí tuvo más apariciones de la Virgen y el Niño Jesús. Continuó
transmitiendo los mensajes al mundo. Murió con 97 años.

Por expreso deseo de la Virgen allí se construyó una capilla para que todo el que
quisiera pudiera ir a rezar. Hoy es el Santuario de la Virgen de Fátima.
 “Año del Fortalecimiento de la Soberanía Nacional”. 

Primer secreto:

Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar debajo de la tierra.

Hundidos en este fuego [estaban] los demonios y almas, como si fuesen brasas
transparentes y negras o bronceadas con forma humana, que flotaban en el incendio
llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo,
cayendo para todos los lados, semejantes al caer de las chispas en los grandes incendios,
sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaba y
hacía temblar de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y
asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros.
Esta visión duró un momento, y gracias a nuestra buena Madre del Cielo, que antes (en la
primera aparición) nos había prevenido con la promesa de llevarnos para el cielo.

Si así no fuese, creo que habríamos muerto de susto y pavor.

Segundo secreto:

En seguida levantamos los ojos hacia nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza:

«Visteis el infierno, para donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas,
Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que
digo, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar, pero si no dejan de
ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando vean una noche
alumbrada por una luz desconocida, sepan que es la gran señal que les da Dios de que él
va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre y las
persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la
consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y a la comunión reparadora en los
primeros sábados. Si atendieran a mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz. Si no,
esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia,
los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones
serán aniquiladas, por fin mi Corazón Inmaculado triunfará.

El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún
tiempo de paz».

Tercer secreto:

Escribo, en acto de obediencia a ti mi Dios, que me mandas por medio de su


excelencia reverendísima el señor obispo de Leiria y de vuestra y mi Santísima
Madre.

Después de las dos partes que ya expuse, vimos al lado izquierdo de Nuestra
Señora, un poco más alto, un ángel con una espada de fuego en la mano izquierda. Al
centellear despedía llamas que parecía iban a incendiar el mundo. Pero, se apagaban
con el contacto del brillo que de la mano derecha expedía Nuestra Señora a su
encuentro. El ángel, apuntando con la mano derecha hacia la tierra, con voz fuerte
 “Año del Fortalecimiento de la Soberanía Nacional”. 

decía: «Penitencia, penitencia, penitencia».


Y vimos en una luz inmensa, que es Dios, algo semejante a como se ven las personas
en el espejo, cuando delante pasó un obispo vestido de blanco. Tuvimos el
presentimiento de que era el Santo Padre. Vimos varios otros obispos, sacerdotes,
religiosos y religiosas subir una escabrosa montaña, encima de la cual estaba una
gran cruz, de tronco tosco, como si fuera de alcornoque como la corteza. El Santo
Padre, antes de llegar allí, atravesó una gran ciudad, media en ruinas y medio
trémulo, con andar vacilante, apesadumbrado de dolor y pena. Iba orando por las
almas de los cadáveres que encontraba por el camino.
Llegando a la cima del monte, postrado, de rodillas a los pies de la cruz, fue muerto
por un grupo de soldados que le disparaban varios tiros y flechas, y así mismo
fueron muriendo unos tras otros los obispos, los sacerdotes, religiosos, religiosas y
varias personas seglares. Caballeros y señoras de varias clases y posiciones. Bajo
los dos brazos de la cruz estaban dos ángeles.

Cada uno con una jarra de cristal en las manos, recogiendo en ellos la sangre de los
mártires y con ellos irrigando a las almas que se aproximaban a Dios.

Ver el video: https://youtu.be/ytgME9jH1U4


 “Año del Fortalecimiento de la Soberanía Nacional”. 

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