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FA TO N A
DE ZACATECAS
cuadernos mexicanos 1
$ 6.00
Felipe Angeles
Felipe Angeles (Zacualtipán, Hidalgo. 1869) a diferencia de la
mayoría de los generales revolucionarios era un m ilitar de
carrera. Estudió en el Colegio Militar y se distinguió como
excelente artillero. Durante el periodo presidencial de Madero,
estuvo al mando de la campaña contra los zapatistas; su actitud
fue siempre noble y humanitaria. El mismo reconocería más tarde
que sentía un profundo respeto por los hombres de Zapata.
Cuando Victoriano Huerta asesinó a Madero y usurpó el poder,
Angeles se unió a las filas constitucionalistas. Venustiano
Carranza lo nombró subsecretario de Guerra, pero en la disputa
entre Carranza y Villa tomó partido del lado de éste. Tras la
derrota de la división del Norte vivió en los Estados Unidos en
donde tuvo oportunidad de estudiar las ideas socialistas con las
cuales simpatizaba. Volvió a México a continuar la lucha
revolucionaria. Fue traicionado y cuando se refugiaba en una
cueva con los cuatro hombres que aún lo seguían lo capturaron
los carrancistas. Murió fusilado el 15 de noviembre de 1919.
Felipe Angeles, además de general talentoso, era un escritor
extraordinario.
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La toma de Zacatecas
Día 17 de junio (1914) llegamos a Calera y desembar
camos inmediatamente.
Barren con el enemigo Calera está como a 25 kilóme
tros de Zacatecas. Ahí habían
El miércoles 17 de junio de 1914 desembarcado las tropas que me
nos e m barcam os en Torreón, precedieron y permanecían acam
desde muy temprano, para mar padas en las inmediaciones.
char hacia Zacatecas. Mi artillería Por la buena amistad y con
iba en cinco trenes; cuatro para fianza que me dispensaba el jefe
sendos grupos, y el quinto para de la División, tomé la iniciativa
mi Estado Mayor, el servicio sani para hacer el reconocimiento y
tario, la proveeduría y los obreros. distribuir las tropas alrededor de
A las 8 de la mañana tenía que Zacatecas, en posiciones cerca
partir el primer tren y cada uno nas, de donde partieron para el
de los demás, 15 minutos des ataque.
pués del anterior; pero el quinto Fue a mi carro a visitarme el
descarriló al salir; por mal estado señor General Chao, que acaba
de la vía, y no pudo partir sino ba de llegar, me indicó dónde
hasta las dos de la tarde. estaba acampada su tropa y me
El viaje fue lento. Repetidas prometió una escolta de treinta
veces llovió sobre la tropa sin hombres para un reconocimiento
abrigo. hacia Morelos, que le anuncié.
— Yo mismo acompañaré a usted—
Día 19 de junio me dijo.
En el camino encontramos un
El 19 de junio en la mañana, ranchito abandonado, San Vicen
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te, a tres kilómetros de Morelos, derecha, cerros muy altos y mis
que mandé reconocer. Ahí nos teriosos, llenos de excavaciones
alcanzó la escolta, que se dividió de minas o fortificaciones; tal vez
en tres partes para explorar; un sobre ellos estaría el enemigo;
reconocimiento de oficial dirigido más a la derecha y a nuestros
hacia los cerros de enfrente; otro, pies, la alfombra verde de los
hacia una hondonada y luego a campos, sembrados de pueblos
unos cerros de la izquierda, y el y de árboles. Allá abajo, en el
resto hacia Morelos. nacimiento del cerro desde donde
Vecinos de este pueblo y la observábamos, un ladrar de pe
bradores de los campos por don rros y el tiroteo de los soldados;
de atravesábamos, nos informa los enemigos que huían y los
ron q u e venían huyendo del nuestros que los perseguían con
enemigo que acababa de llegar entusiasmo y precipitación, tra
a Morelos, pretendiendo quemar tando algunos de cortar a aquéllos
los forrajes y provisiones; nos la retirada.
mostraban las siluetas de los Sería bueno, d ijo el general
jinetes enemigos en las crestas Trinidad Rodríguez, que su tropa
de los cerros próximos y nos se detuviera en Morelos y enviara
aseguraban que los disparos que puestos avanzados a aquellas
se escuchaban por la derecha lomas de enfrente. Yo voy a traer
eran del enemigo que había pa la artillería para acantonarla en
sado ya por Morelos. Morelos.
Probablemente el enemigo vio El mayor Bazán fue a ese pue
que éramos pocos, tal vez hasta blo para buscar alojamientos; los
nos contó, y decidido, avanzó demás nos regresamos a Calera.
sobre nosotros, al galope y tiro Di la orden para que la artillería
teándonos. marchara a Morelos. El grupo de
Nos retiramos al paso, obser Carrilio partió desde luego.
vándolo, hacia San Vicente; allí
nos parapetamos y sostuvimos un Formidable aguacero
pequeño tiroteo de media hora,
hasta que el enemigo se retiró, Un oficial me pedía instrucciones
en orden. de parte del general Maclovio
Luego se oyó el tiroteo en el Herrera; informándome que aca
campamento de Calera; el gene baba de llegar.
ral Urbina envió en nuestra ayuda Fui a ver al señor general
al intrépido general Trinidad Ro Herrera; le dije que no había yo
dríguez con su brigada “Cuauh- re cib id o órdenes para tomar el
témoc ” , que barrió al enemigo de mando de las tropas de Calera,
los cerros de enfrente, a donde que tal vez tuviera ese mando el
subimos en seguida. general Urbina; pero que le acon
Desde un cerro alto que está sejaba yo se fuera a Cíeneguita,
junto a Morelos, vimos un nuevo lugar aún no ocupado por tropas,
paisaje, hermosísimo. A lo lejos, con agua y forrajes, y desde
la capilla de Vetagrande se en donde podía partir para el ataque
caramaba atrevida y se proyec cuando se ordenara. Yo no cono
taba en los cielos; un poco a la cía Cierreguita más que por infor-
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mes de mi guía y por la carta. Nos desayunamos juntos. Prome
Prometí al general Herrera visitar tió acompañarme con su escolta
lo al día siguiente para estudiar y aun guiarme en el reconoci
el terreno desde el punto de vista miento.
del empleo de la artillería y re Marchamos desde luego a Ve-
solver cuánta podría enviarle. tag ra n de , un m ineral famoso;
Los grupos de Saavedra, Jura Pueblito ahora muy triste, casi
do y Luévano, partieron también muerto.
para Morelos. En la cima del cerro cercano
Cayó un formidable aguacero y vimos un panorama hermoso. A
luego sopló un viento fuerte. la derecha el valle de Calera y
Bastante avanzada la noche Fresnillo, muy grande y muy allá
llegaron a Morelos, los tres gru abajo, con muchos poblados di
pos y mi Estado Mayor. Supe ahí, sueltos en la radiosa luz de la
que Trinidad Rodríguez había mañana. Al frente, un extremo de
perseguido al enemigo más allá la ciudad de Zacatecas, entre los
de Las Pilas y de Hacienda Nue cerros del G rillo y de la Bufa;
va, y que había pedido auxilio al dos formidables posiciones forti
grupo de Carrillo para atacar al ficadas. Entre los dos cerros allá
enemigo, hecho fuerte en el cerro en el fondo, detrás de la punta
y mina de Loreto. visible de la ciudad, el cerro del
Clérigo. Detrás de La Bufa una
Día 20 de junio montaña coronada por una mese
ta muy amplia, azuleando en la
Tomé mi baño en una tinita mi lejanía, bajo algunas nubecillas
núscula. vaporosas, como copos de algo
El general Pánfilo Natera fue a dón ingrávido. A nuestra izquier
saludarme; iba montado en un da, un talweg que arranca casi
caballo muy chico, pero de ley. de nuestros pies y remata cerca
reiteré las órdenes para los ata bién los cañones y fusiles y sil
ques. No faltaban más que veinte baban m illares de proyectiles;
minutos; todos debían estar en las montañas todas prolongan las
sus puestos y empezar el fuego a detonaciones, como si millares
las diez en punto. 'de piezas de tela se rasgaran en
Por allá, en la dirección de sus flancos.
Hacienda Nueva, se oyó el pri De Zacatecas, de El Grillo, de
mer tiroteo. Ahí venía el general La Bufa, del cerro del Clérigo y
V illa. Los veinticuatro cañones de todas las posiciones federales,
próximos, emplazados entre Ve- tronaban también las armas, in
tagrande y Zacatecas, tronaron. tensificando aquel épico concier
Sus proyectiles rasgaron el aire to. Las granadas enem igas co
con silbidos de muerte y explo menzaban a explotar en nuestra
taron unos en el cerro de La dirección; pero muy altas y nuy
Tierra Negra y otros en Loreto. largas. Alguien me dijo que .ios
Las entrañas de las montañas creían demasiado lejos, det ás
próximas parecieron desgarrarse de los paredones; otro asegure
mil veces por efecto del eco. Y que tiraban sobre la caballería
las tropas de infantería avanzaron nuestra, que entraban en acción
sobre el manto de esmeralda que por la derecha. Otras granadas
cubría las lomas. caían detrás de nosotros, tal vez
Por el lado de San Antonio, tirando sobre la más próxima
allá, por la alta meseta y por la batería de Saavedra.
Villa de Guadalupe, tronaban tam Uno llegó corriendo y nos infor-
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mó que la batería de la derecha efecto de las baterías que tiraban
de Jurado había sido batida por sobre el cerro de La Tierra Negra
la a rtille ría enemiga; otro d ijo y donde sólo percibía el de las
que nos habían matado dos mu- baterías que batían el cerro de
las de un granadazo; un tercero, La Tierra Colorada y el cerro de
que habían desmontado la prime Loreto.
ra pieza de la más próxima bate
ría de Saavedra. Puntitos negros
“ Venga usted a ver, mi general,
por aquí, por esta puerta, vea Quizá allá en la tierra colorada
usted cómo los rastrillazos caen removida, nuestras granadas so
detrás de la batería." Las grana plarían también su huracán trági
das enemigas zumbaban y esta co; pero vista s p o r nosotros
llaban en ei aire lanzando su haz causaban una impresión de rego
de balas y rebotaban con golpe c ijo , aunque (después de los
seco y estallaban después lan prim eros minutos) parecía que
zando de frente sus ba ís y de caían sobre parapetos y trinche
la d o las p iedras y tierra del ras abandonadas, porque los
suelo; era aquel un huracán trági puntitos negros que primero se
co y aterrador. agitaban sobre la roja tierra, ya
Volví a mi observatorio primi habían desaparecido.
tivo, desde donde no podía ver el “ M i'3 usted a los nuestros,
¡qué cerca están ya del enemigo!
Vea usted la banderita nuestra,
es la más adelantada.”
“ ¡Vea usted, vea usted; véalos
pasar, vea usted cómo se van
ya!”
N uestros so ld a d o s lanzaron
gritos de alegría; las piezas alar
garon su tiro y nuestros infantes
se lanzaron al ataque, precipita
damente. La banderita tricolor
fla m e ó airosa en la posición
conquistada. Eran las diez y vein
ticinco de la mañana. Poco tiem
po después la falda de acceso al
cerro de Loreto se pobló de
infantería nuestra que subía len
ta y penosamente; los caballos
fueron llegando, lentamente tam
bién. Después todos se veían
bien formados y abrigados.
Era llegado el tiempo de cam
biar de posición. Ruego al mayor
Cervantes vaya a ordenar que
traigan nuestros caballos para
Felipe Angeles en 1914 hacer el reconocimiento de Lore-
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Caricatura del Gral. Felipe Angeles. Revista Multicolor, 1912
Imágenes de la batalla
Y en el desarrollo de la acción:
Villa y Fierro en Zacatecas qué corrección y qué armonía en
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la colocación de la infantería y la
artillería. La artillería obrando en
masa y con el casi exclusivo
objeto de batir y neutralizar las
tropas de la posición que desea
ba conquistar la infantería. ¡Qué
satisfacción la de haber conse
g u id o esta liga de las armas,
apenas iniciada en San Pedro de
las Colonias, con Madero y Agui
rre Benavides, después del des
conocimiento de Torreón, ganada
a fuerza de tenacidad y bravura!
¡Y haberla realizado con tanta
perfección, al grado de que todo
el mundo sienta la necesidad de
esa cooperación armónica!
Y volvía a ver la batalla con-
densada en un ataque de frente
de las dos armas en concierto
armónico, la salida del sur tapa
da y la reserva al este, para dar
el golpe de maza al enemigo en
derrota. Veía yo acumularse los
episodios que más gratamente
me impresionaron: la precisión
de las fases; el ímpetu del ata
que; el huracán de acero y plomo;
las detonaciones de las armas
m ultiplicadas al infinito por el
eco que simulaba un cataclismo;
el esfuerzo heroico de las almas
débiles para marchar encorvados
contra la tempestad de la muerte;
las muertes súbitas y trágicas
tras las explosiones de las grana
das; los heridos heroicos que co
m o R o d o lfo F ie rro a n d a b a n
chorreando sangre, olvidados de
su persona, para seguir colabo
rando eficazmente en el comba
te; o los heridos que de golpe
quedaban inhabilitados para con
tinuar la lucha y que se alejaban
tristemente del combate, como el
intrépido Trinidad Rodríguez, a
quien la muerte sorprendió, la
vida le decía enamorada: “ no te Zacatecas después de la batalla
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vayas, no es tiempo todavía". Y Guadalupe o más allá, cerca de
tantas y tantas cosas hermosas. la laguna de Pedernales, cuyo
Y, finalmente, la serena caída de espejo vimos desde que por pri
la tarde, con la plena seguridad mera vez subimos al cerro alto
de la victoria que viene sonriente de Vetagrande.
y cariñosa a acariciar la frente de “ Oh, el camino de Zacatecas a
Francisco V illa, el glorioso y Guadalupe.”
bravo soldado del pueblo.
Bajo el encanto de la obra Montones de cadáveres
clásica de ese día feliz, me hun
día plácidamente en un sueño Una ternura infinita me oprimía el
reparador y sin aprensiones. corazón; lo que la víspeja me
causó tanto regocijo, como indi
Día 24 de junio cio inequívoco de triunfo, ahora
me conmovía hondamente. Los
A la mañana siguiente entramos siete kilómetros de carretera en
a Zacatecas, visitando el campo tre Zacatecas y Guadalupe y las
de batalla por el lado de La Bufa: regiones próximas, de uno y otro
en verdaderos nidos de águilas lado de la carretera, estaban
se había hecho fuerte el enemigo. llenos de cadáveres, al grado de
Pocos muertos había por ahí; im posibilitar al principio el tránsi
pero casi todos estaban atroz to de carruajes. Los cadáveres
mente heridos y sus actitudes allí tendidos eran, por lo menos,
revelaban una agonía dolorosa. los ocho décimos de los federa
Buscábamos como botín, los úti les muertos el día anterior en
les de zapa y el material y muni todo el campo de batalla. Los
ciones de artillería. Con vigilan caballos muertos ya no tenían
tes asegurábamos la posición de monturas ni bridas, y los solda
las cosas que íbamos hallando, dos, ni armas ni tocado, ni calza
mientras mandábamos tropas a do, y muchos ni aun ropa exterior.
recogerlas. Por la calidad de las prendas
Dentro de la ciudad había mu interiores del vestido muchos de
chos más muertos: con las heridas los muertos revelaban haber sido
invariablemente en la cabeza. La oficiales. Gracias a la fría tempe
acumulación de nuestros solda ratura de Zacatecas, los cadáve
dos por todas partes hacía intran res aún no apestaban, y se po
sitables las calles de la ciudad. dían observar sin repugnancia.
Los escombros de la Jefatura de Todos los caballos estaban ya
Armas obstruían las calles cir inflados por los gases, con los
cunvecinas. Según decían en la remos rígidos y separados. En
ciudad, familias enteras perecie los soldados, aunque ya habían
ron en el derrumbe de ese edifi sido movidos al despojarlos de
cio, hecho por los federales no sus zapatos y ropa exterior, había
sé con qué propósito. Tanta era infinidad de actitudes y de expre
la tropa, que Cervantes no pudo siones: quienes habían muerto
encontrar alojamiento para la arti p lá cida m e n te y sólo parecían
llería y decidí ir a buscarlo en la dormir; quienes guardaban acti
dirección de Aguascalientes, en tud desesperada y la mueca del
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Se despeja el campo de cadáveres
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