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Felipe Angeles

FA TO N A
DE ZACATECAS

cuadernos mexicanos 1

$ 6.00
Felipe Angeles
Felipe Angeles (Zacualtipán, Hidalgo. 1869) a diferencia de la
mayoría de los generales revolucionarios era un m ilitar de
carrera. Estudió en el Colegio Militar y se distinguió como
excelente artillero. Durante el periodo presidencial de Madero,
estuvo al mando de la campaña contra los zapatistas; su actitud
fue siempre noble y humanitaria. El mismo reconocería más tarde
que sentía un profundo respeto por los hombres de Zapata.
Cuando Victoriano Huerta asesinó a Madero y usurpó el poder,
Angeles se unió a las filas constitucionalistas. Venustiano
Carranza lo nombró subsecretario de Guerra, pero en la disputa
entre Carranza y Villa tomó partido del lado de éste. Tras la
derrota de la división del Norte vivió en los Estados Unidos en
donde tuvo oportunidad de estudiar las ideas socialistas con las
cuales simpatizaba. Volvió a México a continuar la lucha
revolucionaria. Fue traicionado y cuando se refugiaba en una
cueva con los cuatro hombres que aún lo seguían lo capturaron
los carrancistas. Murió fusilado el 15 de noviembre de 1919.
Felipe Angeles, además de general talentoso, era un escritor
extraordinario.

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La toma de Zacatecas
Día 17 de junio (1914) llegamos a Calera y desembar­
camos inmediatamente.
Barren con el enemigo Calera está como a 25 kilóme­
tros de Zacatecas. Ahí habían
El miércoles 17 de junio de 1914 desembarcado las tropas que me
nos e m barcam os en Torreón, precedieron y permanecían acam­
desde muy temprano, para mar­ padas en las inmediaciones.
char hacia Zacatecas. Mi artillería Por la buena amistad y con­
iba en cinco trenes; cuatro para fianza que me dispensaba el jefe
sendos grupos, y el quinto para de la División, tomé la iniciativa
mi Estado Mayor, el servicio sani­ para hacer el reconocimiento y
tario, la proveeduría y los obreros. distribuir las tropas alrededor de
A las 8 de la mañana tenía que Zacatecas, en posiciones cerca­
partir el primer tren y cada uno nas, de donde partieron para el
de los demás, 15 minutos des­ ataque.
pués del anterior; pero el quinto Fue a mi carro a visitarme el
descarriló al salir; por mal estado señor General Chao, que acaba­
de la vía, y no pudo partir sino ba de llegar, me indicó dónde
hasta las dos de la tarde. estaba acampada su tropa y me
El viaje fue lento. Repetidas prometió una escolta de treinta
veces llovió sobre la tropa sin hombres para un reconocimiento
abrigo. hacia Morelos, que le anuncié.
— Yo mismo acompañaré a usted—
Día 19 de junio me dijo.
En el camino encontramos un
El 19 de junio en la mañana, ranchito abandonado, San Vicen­
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te, a tres kilómetros de Morelos, derecha, cerros muy altos y mis­
que mandé reconocer. Ahí nos teriosos, llenos de excavaciones
alcanzó la escolta, que se dividió de minas o fortificaciones; tal vez
en tres partes para explorar; un sobre ellos estaría el enemigo;
reconocimiento de oficial dirigido más a la derecha y a nuestros
hacia los cerros de enfrente; otro, pies, la alfombra verde de los
hacia una hondonada y luego a campos, sembrados de pueblos
unos cerros de la izquierda, y el y de árboles. Allá abajo, en el
resto hacia Morelos. nacimiento del cerro desde donde
Vecinos de este pueblo y la­ observábamos, un ladrar de pe­
bradores de los campos por don­ rros y el tiroteo de los soldados;
de atravesábamos, nos informa­ los enemigos que huían y los
ron q u e venían huyendo del nuestros que los perseguían con
enemigo que acababa de llegar entusiasmo y precipitación, tra­
a Morelos, pretendiendo quemar tando algunos de cortar a aquéllos
los forrajes y provisiones; nos la retirada.
mostraban las siluetas de los Sería bueno, d ijo el general
jinetes enemigos en las crestas Trinidad Rodríguez, que su tropa
de los cerros próximos y nos se detuviera en Morelos y enviara
aseguraban que los disparos que puestos avanzados a aquellas
se escuchaban por la derecha lomas de enfrente. Yo voy a traer
eran del enemigo que había pa­ la artillería para acantonarla en
sado ya por Morelos. Morelos.
Probablemente el enemigo vio El mayor Bazán fue a ese pue­
que éramos pocos, tal vez hasta blo para buscar alojamientos; los
nos contó, y decidido, avanzó demás nos regresamos a Calera.
sobre nosotros, al galope y tiro­ Di la orden para que la artillería
teándonos. marchara a Morelos. El grupo de
Nos retiramos al paso, obser­ Carrilio partió desde luego.
vándolo, hacia San Vicente; allí
nos parapetamos y sostuvimos un Formidable aguacero
pequeño tiroteo de media hora,
hasta que el enemigo se retiró, Un oficial me pedía instrucciones
en orden. de parte del general Maclovio
Luego se oyó el tiroteo en el Herrera; informándome que aca­
campamento de Calera; el gene­ baba de llegar.
ral Urbina envió en nuestra ayuda Fui a ver al señor general
al intrépido general Trinidad Ro­ Herrera; le dije que no había yo
dríguez con su brigada “Cuauh- re cib id o órdenes para tomar el
témoc ” , que barrió al enemigo de mando de las tropas de Calera,
los cerros de enfrente, a donde que tal vez tuviera ese mando el
subimos en seguida. general Urbina; pero que le acon­
Desde un cerro alto que está sejaba yo se fuera a Cíeneguita,
junto a Morelos, vimos un nuevo lugar aún no ocupado por tropas,
paisaje, hermosísimo. A lo lejos, con agua y forrajes, y desde
la capilla de Vetagrande se en­ donde podía partir para el ataque
caramaba atrevida y se proyec­ cuando se ordenara. Yo no cono­
taba en los cielos; un poco a la cía Cierreguita más que por infor-
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mes de mi guía y por la carta. Nos desayunamos juntos. Prome­
Prometí al general Herrera visitar­ tió acompañarme con su escolta
lo al día siguiente para estudiar y aun guiarme en el reconoci­
el terreno desde el punto de vista miento.
del empleo de la artillería y re­ Marchamos desde luego a Ve-
solver cuánta podría enviarle. tag ra n de , un m ineral famoso;
Los grupos de Saavedra, Jura­ Pueblito ahora muy triste, casi
do y Luévano, partieron también muerto.
para Morelos. En la cima del cerro cercano
Cayó un formidable aguacero y vimos un panorama hermoso. A
luego sopló un viento fuerte. la derecha el valle de Calera y
Bastante avanzada la noche Fresnillo, muy grande y muy allá
llegaron a Morelos, los tres gru­ abajo, con muchos poblados di­
pos y mi Estado Mayor. Supe ahí, sueltos en la radiosa luz de la
que Trinidad Rodríguez había mañana. Al frente, un extremo de
perseguido al enemigo más allá la ciudad de Zacatecas, entre los
de Las Pilas y de Hacienda Nue­ cerros del G rillo y de la Bufa;
va, y que había pedido auxilio al dos formidables posiciones forti­
grupo de Carrillo para atacar al ficadas. Entre los dos cerros allá
enemigo, hecho fuerte en el cerro en el fondo, detrás de la punta
y mina de Loreto. visible de la ciudad, el cerro del
Clérigo. Detrás de La Bufa una
Día 20 de junio montaña coronada por una mese­
ta muy amplia, azuleando en la
Tomé mi baño en una tinita mi­ lejanía, bajo algunas nubecillas
núscula. vaporosas, como copos de algo­
El general Pánfilo Natera fue a dón ingrávido. A nuestra izquier­
saludarme; iba montado en un da, un talweg que arranca casi
caballo muy chico, pero de ley. de nuestros pies y remata cerca

Trinidad Rodríguez, Jefe de la Orestes Pereyra. Jefe de la Bri­


Brigada “Cuauhtémoc" gada "Durango"
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de Guadalupe; pueblo que no se
ve, pero que se adivina detrás de
un cerrito cónico. En la misma
dirección y más lejos, el espejo
de una laguna, en cuyas orillas
se ven alegres caseríos. Y entre
nosotros y Zacatecas, dos líneas
de lomeríos, una hacia El Grillo y
la otra hacia t_a Bufa, partiendo
ambas de las ruinas de un case­
río de adobes, que fue en otro
tiempo la mina de La Plata.
Ahí tendría lugar seguramente
la parte más importante de la
batalla. De ahí no podía despren­
der los ojos. Poco a poco me fui
d irigiendo a ese campo futuro de
b ata lla ; el general Natera me
seguía de cerca, el coronel Gon-
zalitos, discretam ente, como a
cien metros; los o ficia le s del
Estado Mayor y la escolta yacían
Caricatura de Victoriano
ocultos y desmoronados del otro Huerta. Multicolor 1913
lado del cerro alto.
"Sería bueno — d ijo el sim­
pático general Natera— , que se comer a Morelos. Ordené al ma­
trajeran nuestros caballos y que yor Bazán que en la tarde mar­
la escolta avanzara a ese caserío chara con los dos primeros gru­
(la mina de la Plata) y se apo­ pos a Vetagrande y que en la
derará de él, para que viéramos noche emplazara esa artillería en
más de cerca y con más tranqui­ posiciones desenfiladas, que ba­
lidad." tieran El Grillo y La Bufa.
Al pasar la escolta por el ca­ Comimos bien y alegremente
mino del pueblo, tronó repetidas con el general Natera y nos
veces el cañón de La Bufa y dimos cita para las tres de la
después se oyó el tiroteo en el tarde, con objeto de ir a reco­
caserío, que al fin fue tomado por nocer el terreno por Cieneguita,
la escolta, mandada por el mayor donde estaban las tropas de los
C aloca, un joven que el año generales Herrera y Chao.
pasado abandonó el Colegio Mi­
litar de Chapultepec, en busca Sostén para la artillería
mía, y respecto a quien el señor
Carranza ordenó se quedara con Como a las dos fui a visitar al
el general Natera. general Urbina, alojado en la
Después de reconocer bien casa municipal. Estaban con él
ese terreno, anduvimos un poco Natera, Triana, Contreras y otros
por el talweg que termina cerca oficiales. Ya habían convenido en
de Guadalupe y regresamos a que las tropas de los tres últimos
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generales mencionados, más las paso largo y su galope vigoroso,
d e Bañuelos, Domínguez y Calo- pero sin sacudidas, al impulso
c a irían a Guadalupe a tomar de sus delgados y potentes re­
posiciones. Así es que, me dijo mos.
Natera. quedo ya relevado del Encontramos al general Herrera
compromiso de acompañar a us­ en San Antonio, dentro de una
ted en reconocimiento de la tarde. casa oscura, llena de oficiales
Informé a Urbina de que iba a tendidos en el suelo. De entre
mandar dos grupos a Vetagrande e llo s salió el general, con su
para emplazarlos en la noche en buen humor de siempre.
el terreno en que a mi juicio iba “ Buenas tardes, m i general,
a desarrollarse la parte más im­ ahorita vamos a ver el terreno;
portante de la batalla^ y le supli­ espero nada más que ensillen mi
qué me enviara tropas qué sirvie­ caballo, o me iré en éste, ¿de
ran de sostén a esa artillería. Me quien es este caballo?"
envió, en efecto, parte de su Y subimos a una lomita. “ ¡Cui­
brigada, la brigada al mando del dado, señores, pongan pie a
general Ceniceros y un regimien­ tierra, desde allá hacen muy bue­
to de la brigada “Villa” . nos tiro s!”
Un enviado del general Herrera
fue a buscarme a Morelos y a re­ El enemigo en acecho
cordarme que le había prometido
ir a visitarlo para estudiar el te­ Obedecimos; desmontamos para
rreno desde el punto de vista del ir a la cresta; el general Herrera
empleo de la artillería. El mayor permaneció a caballo.
Cervantes, el capitán Espinosa Enfrente de la lomita que ocu­
de los Monteros y yo, marchamos pábamos había otra baja también,
hacia San Antonio, a donde ya y luego otra más alta, bien ocu­
las tropas de Herrera y Chao pada por el enemigo y dominada
habían avanzado. La artillería del muy de cerca por El G rillo y La
G rillo batía el terreno que reco­ Bufa. A la derecha estaba el
rríamos, cercano de la vía férrea, cerro del Clérigo, coronado por
y había acertado un cañonazo a puntitos negros {el enemigo en
una locomotora de nuestros tre­ acecho) y más a la derecha, la
nes, tendidos desde Pimienta a montaña cuya cim a era la alta y
Fresnillo. am plia mesa, vista ya en la ma­
“Cuidado por ahí, ¡más vale ñana detrás de La Bufe. También
por a cá!” , nos decía el oficial en esa mesa había puntitos ne­
enviado d el general Herrera, que gros; ¿eran amigos o enemigos?
nos servía de guía. Por no tomar No lo sabíamos.
precauciones nos hirieron ai ofi­ “¿Ve usted, mi general — me
c ia l fulano y a zutano. Allí arriba, decían— aquella mina? Esa es El
¿ve usted esa tierra removida?, Rayo, y ¿aquellas otras casas?,
es de una mina, ahí hay muchos ¿aquel corralón largo? Allí hay
federales, nos han hecho un fue­ muchos pelones; pero mándenos
go del demonio. usted unos cañones y les pega­
Mi ca ballo Ney ya no man­ mos hasta debajo de la lengua.
queaba, y era una d e licia su ¿Aquí estará bueno para tirar
a
Artillería de la División del Norte

sobre aquellas posiciones?" los caballos. En el cerro de La


“ No, aquí está muy lejos — con­ Sierpe se oía un tiroteo persis­
testé— . Voy a mandar seis caño­ tente. De Zacatecas salía una
nes que tengo disponibles, pero humareda que se elevaba muy
no los em placen aquí; por lo alto y me pareció un indicio de
menos en esa lomita de enfrente, que la guarnición federal iba a
y mejor sería por allá, del lado abandonar Zacatecas. Me infor­
derecho. Hay que acercar los maron que desde la posición del
cañones para ver claramente que general Herrera se podía ir más
se está batiendo al enemigo; y rápidam ente a Guadalupe que
no hay que tirar más que cuando desde Vetagrande, sobre todo
la infantería se lanza al asalto. Ya para la artillería, y pensé que
sabe, la artillería intimida; cuan­ sería conveniente enviar todo el
do el cañón truena, el enemigo tercer grupo a San Antonio, en
se esconde y nuestra artillería lugar de las seis piezas que
avanza, y cuando el enemigo se primero había resuelto mandar.
atreve a asomar la cabeza, ya Si los federales se retiraban se
tiene a la infantería nuestra en­ irían por Guadalupe, y era nece­
cima, y abandona apresurado la sario que el general Herrera tu­
posición.” viera una artillería numerosa para
El enemigo no nos hizo un solo que estuviera en aptitud de per­
disparo. seguirlos con más eficacia.
Nos despedimos deseando es­ Al pasar por Las Pilas ordené
tar juntos durante el combate. Un al mayor Carrillo que inmediata­
o ficia l nos acompañó para que a mente marchara a San Antonio a
su regreso sirviera de guía a la ponerse a las órdenes del gene­
artillería que yo enviaría. ral Herrera para apoyar sus ata­
¡Cómo cambia el aspecto del ques.
terreno a la vuelta!, y es más Cenamos contentos y dorm i­
largo el camino, sobre todo para mos felices.
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Día 21 de junio berían estar ligadas para prestarse
mutuo apoyo.
Tomé mi baño un poco preocu­ Habían en las estrechas calles
pado por no saber si las tropas de Vetagrande acumulación de
que servían de sostén a los dos carros y servicio de aprovisiona­
grupos de artillería, establecidos miento de la artillería. Mandé
la noche anterior entre Vetagran- buscar locales para alojar a mi
de y Zacatecas, estarían bien Estado M ayor y establecer el
colocadas y serían eficaces. hospital; fuimos en seguida a ver
Ordené al coronel Gonzalitos desde el cerro alto las posicio­
que su batallón marchara de Las nes tomadas por la artillería.
Pilas a Vetagrande para ayudar a
proteger la artillería, y en segui­ Algunas bajas
da marché con mi Estado Mayor,
un poco de prisa. La batería del capitán Quiroz
Llegamos a Vetagrande cuando había sido designada para ocu­
un enviado del general Natera par la cima de ese cerro alto; sus
me entregó un pliego de éste, en carros obstruían el camino; la
el que me preguntaba qué sabía entrada en batería marchaba muy
yo del ataque de ese día y qué lentamente por la gran pendiente
misión tendrían sus tropas. del terreno que exigía doblar los
Le contesté también por escrito tiros de muías. Pusimos pie a
que no creía que ese día comen­ tierra. Allá arriba vimos dos ca­
zara el ataque, porque aún no ñones y a sus sirvientes muy
había llegado el general Villa y afanados, obrando sobre las rue­
él debía ser quien dirigiera la das y la cantera para llevar los
batalla; segundo, porque aún no
habían llegado las tropas y era
una falta militar no emplear todas
las disponibles; y tercero, porque
aún no habían llegado las muni­
ciones, y no debía principiar la
batalla sin las municiones de
reserva.
En cuanto a la m isión que
incumbía a sus tropas, cuando
atacaran Guadalupe, creía yo
que debía ser doble: primero,
im pedir la llegada de refuerzos
de Aguascal¡entes, destruyendo
la vía férrea y destacando tropas
para detener esos refuerzos; se­
gunda, impedir la salida de la
guarnición de Zacatecas por el
rumbo de Guadalupe hacia Aguas-
calientes, por medio de tropas
situadas en G uadalupe y sus Pieza de artillería capturada
inmediaciones. Ambas tropas de­ por los revolucionarios
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cañones a sus posiciones defini­ voltear rápidamente y se dirigió
tivas. Los generales Trinidad y hasta donde estaban los caballos
José Rodríguez vinieron a salu­ sueltos; ya fue imposible detener­
d a rm e e n tu s ia s m a d o s , com o lo y todo mundo sentía angustia
siem pre apenas comenzaba el por los caballos que en su carre­
combate. Sobre la falda opuesta ra podría matar; pero éstos se
al enemigo del cerro alto, donde hacían a un lado oportunamente
estábamos, había muchos caba­ y el avantrén seguía volteando y
llos ensillados y sueltos pertene­ saltando a veces hasta que llegó
cientes al sostén de la artillería al fondo del abismo. Allá a lo
que estaba emplazándose. El lejos se veía el valle inmenso
enem igo cañoneaba con ardor sembrado de pueblitos y de ár­
nuestra batería; los soldados del boles envueltos en la deslum­
sostén yacían pecho a tierra, brante claridad del día.
detrás de pequeños parapetos de Del otro lado del cerro alto, en
piedra y los artilleros trabajaban la d ire cció n de G uadalupe y
recelosos, porque la artillería sobre el lomerío de la mina de
enemiga ya les había hecho al­ La Plata, se veían las cinco ba­
gunas bajas. En un momento de terías, con sus artilleros inmóvi­
d escu id o de los artilleros, un les detrás de las corazas, o bien
avantrén resaltó, prim ero lenta­ h a cie n d o sus trincheras para
mente, luego más aprisa; algunos abrigarse mejor del fuego persis­
artilleros quisieron detenerlo sin tente del enemigo. Las baterías
é xito . El avantrén em pezó a habían recibido orden de tomar
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posiciones, y no de tirar, a pesar la batería de Quiroz y otra nuestra
del fuego del adversario. Enfrente que hizo explosión en las manos
de las baterías se distinguían ios del artillero que le ponía el per­
sostenes, con sus soldados ves­ cutor.
tidos de kaki, tendidos pecho a Los cañones Schneider-Cannet
tierra o bien entre las ruinas del ai hacer algunos tiros de arreglo,
caserío. no pudieron volver a entrar en
Muy lejos y a la derecha, en la batería y el m ayor Cervantes
mina de Loreto, el enemigo se partió para San Antonio, ya de
batía con las brigadas “Villa" y noche en busca del teniente Per-
“Cuauhtémoc” , tendidas a lo lar­ domo, para que pusiera en co­
go de una cresta situada allá rriente los frenos de esos caño­
abajo, sobre el costado. Más nes. Tras la fatigosa caminata,
lejos aún, ascendía la cresta de Cervantes regresó con Perdomo
La Sierpe parecida al espinazo a Vetagrande, a las tres de la
de un animal gigantesco poblada mañana.
de p un titos negros, enfilados
desde el cerro alto de donde Día 22 de junio
observábamos, pero asomando
sólo la cabeza del lado de Ha­ Desperté muy temprano, preocu­
cienda Nueva y de Las Pilas, en pado por las lluvias que habían
donde teníamos tropas. caído sobre mis soldados, por el
Los cañones de El Grillo y de servicio de alim entación de la
La Bufa tronaban siempre y nues­ artillería que no era tan satisfac­
tros artilleros, inmóviles, recibían torio como hubiera yo deseado y
las granadas enemigas. porque los frenos de los cañones
Allá, en el extremo diametral­ S chneider-C annet no funciona­
mente opuesto a nuestra posición, ban bien, tal vez porque los
Chao y Herrera se batían. obreros los habían cargado mal
En la tarde establecim os el o porque las cargas de proyec­
hospital en los bajos de nuestro ción de los proyectiles eran de­
alojamiento, visitamos las bate­ fectuosas.
rías avanzadas y elegimos los Recomendé a Bazán fuera a
puestos de socorro para los heri­ dar sus órdenes para el buen
dos. funcionam iento del servicio de
Llovió despiadadamente sobre avituallamiento, a Perdomo y a
nuestros artilleros sin abrigo. Espinosa de los Monteros, que
Al re tira rn o s a Vetagrande, fueran a tratar de componer los
oímos los lamentos desgarrado­ frenos, y al mayor Angeles que
res de ios heridos graves y vimos estableciera los puestos de soco­
los muertos que yacían en el rro de los heridos.
patio, tendidos sobre las cami­ Supe que había llegado a Mo-
lla s, cu b ie rta la cara con un relos la brigada “Zaragoza” , bajo
pañuelo. el mando del general Raúl Made­
Alguien nos contó los grandes ro, y partí para ese pueblo con
destrozos que habían hecho dos objeto de llevamos a Vetagrande
granadas, una del enemigo que la brigada; pero, platicando con
había pegado en una coraza de e l general Urbina, en Morelos,
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Pancho Villa y Paúl Madero
me enteré de que ya estaba naba a visitar la artillería, cuando
destinada la brigada “Zaragoza" el teniente Turcios me hizo saber
a otra posición y hube de confor­ que el general Villa acababa de
marme con interesar a Raúl a llegar y venía tras de nosotros.
que visitara las posiciones cerca­
nas a Vetagrande. Villa se presenta
Yendo de cam ino para este
mineral, nos alcanzó un oficio y Lo vimos, como siempre, cariño­
nos d ijo que el general Urbina so y entusiasta, montado en un
había modificado la orden para caballo brioso del general Urbina.
la b rig a d a “ Z aragoza” , en el Me ofrecí a mostrarle las po­
sentido de que fuera al terreno siciones del campo de batalla.
ocupado por la artillería. Esto me Fuimos a ver las baterías y cuan­
com probó una vez más el buen do avanzábamos más allá, nos
tacto del general Urbina para encontram os a Gonzalitos que
mandar, y el deseo de complacer nos guió por los caminos mejor
a todo el mundo sin perjuicio del cubiertos. En las ruinas de La
servicio. Plata examiné los grandes corra­
Visité con Raúl la batería de lones, para avanzar a ellos en la
Quiroz, desde donde le mostré noche con las baterías. Ordené a
todas las posiciones. Espinosa de los Monteros fuera a
Después de comer, Raúl se fue traer al mayor Jurado para seña­
a ver a su tropa y yo me encami­ larle las posiciones que deberían
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tomar esa misma noche sus tres
baterías y a Saavedra la posición
de una de las suyas, cerca del
caserío de la mina y enfrente de
La Bufa. Gonzalitos me informó
de otra posición muy buena para
tirar sobre La Bufa y la colina
próxima de ésta, y lo comisioné
para que la señalara a Saavedra
y le ordenara tomarla en la noche.
De regreso, llevé al señor ge­
neral Villa a la posición de Qui-
roz. Desde allí le mostré el campo
de batalla. Me dijo:
“ Usted y Urbina entrarán por
ahí, al frente de las baterías; yo
vendré al costado derecho, tam­
bién atacando el cerro de Loreto.
Urbina recomendó que la batería
de Quiroz tirara sobre un cerro
que flanqueaba a las tropas del Soldados Federales, casi niños,
general Villa, que atacarían Lore­ reclutados en las levas
to. "
Ya para retirarme, me ordenó
el general Villa que relevara con bre el terreno que deseaba va­
la brigada “Zaragoza" la parte de namente explorar.
la de “ Morelos” que servía de A pesar de que en el día había
sostén a la artillería. yo visto varias veces el campo
Hicimos avanzar a la brigada que recorríamos, esa noche an­
"Zaragoza” por un camino desen­ daba con extrema dificultad, me­
filado. Sólo al pasar por un puerto tiéndome frecuentemente en los
quedaba descubierta; pero ahí numerosos charcos que habían
ordenamos que pasara la tropa formado los aguaceros. Por fortu­
por pequeños grupos y al galope. na nos encontramos a un mucha­
Detrás de la posición que aún cho de nuestras avanzadas que
tenía la artillería, la tropa de la nos guió.
brigada puso pie a tierra y se Regresamos con dificultad. A
formó sin caballos. ratos parecía que la escasa luz
Madero, el mayor Angeles, Es­ del faro nos seguía. Por fin en­
pinosa de los Monteros y yo, contramos a la tropa de la bri­
avanzamos para móstrar al pri­ gada ‘‘Zaragoza” , pie a tierra, y
mero las posiciones que con su ella nos indicó el lugar donde
tropa debía relevar. estaban nuestros caballos. Mon­
La noche estaba húmeda, nu­ tam os y partim os hacia Veta-
blada y sumamente oscura. La grande, bajo la menuda lluvia,
única claridad era la luz del faro por el camino más corto, que no
de La Bufa que giraba continua­ estábamos acostumbrados a se­
mente, deteniéndose a veces so- guir, por la necesidad de ir de-
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senfí lados. zamos a las ruinas de la mina de
El que iba a la cabeza era el La Plata.
único, tal vez, que hacía esfuer­ Nuestra artillería había desapa­
zos por adivinar el camino; no­ recido de sus posiciones prim iti­
sotros seguíam os confiados y vas para tomar otras invisibles y
taciturnos la marcha del primero. muy próximas al enemigo; tres
Era una procesión deliciosa, una baterías (el grupo Jurado) fueron
procesión de fantasmas, aleján­ colocadas dentro de las minas
dose del enemigo que dormía de La Plata; una de Saavedra,
sueños de pesadilla, allá alrede­ próxima a esas ruinas, sobre el
dor de aquel faro, que no era llano, pero detrás de la cresta de
sino síntoma de miedo; que no una pequeñísim a em inencia y
servía para otra cosa sino para frente a La Bufa; otra en la extre­
hacer creer que servía de algo. ma izquierda, también frente a La
Cenamos alegres en compañía Bufa y bien cubierta, detrás de
de don Angel Caso y de dos una cresta; la tercera batería del
médicos del servicio sanitario de grupo de Saavedra continuaba
la brigada "Zaragoza". El primero en el cerro alto de Vetagrande. El
me consultó desde dónde podría enemigo debe haberse sorpren­
presenciar la batalla del día si­ dido de la desaparición de nues­
guiente. Dórmimos bien. tras baterías; su cañón callaba,
pero las balitas de los fusiles
Día 23 de junio silbaban como m osr fos velo­
ces de vuelo rectilír
Despertamos tarde; me afeité y Adentro de los con alones en­
cambié de ropa; nos desayuna­ contramos a Raúl Madero. “Todo
mos, montamos a caballo; yo en está listo, mi general, pero no
mi Curely, brillante y musculoso. son más que las nueve.” A las
Un ayudante del coronel Gonza- diez debía comenzar la batalla.
litos pedía instrucciones por es­ El ingeniero Enrique Valle, que
crito, se las di y repetí verbal­ llegaba corriendo, me dijo: “ven­
mente al mismo coronel, a quien go a ponerme a sus órdenes para
encontramos más adelante. lo que le pueda servir, ¿me en­
Fuimos a ver al general Ceni­ tiende usted?”
ceros para señalarle su misión en Un oficial del general Aguirre
el combate. El y Gonzalitos toma­ Benavides me dijo que la briga­
rían el cerro de La Tierra Negra, da Robles que traía éste, espera­
vecino de La Bufa, bajo el ampa­ ba órdenes de alguno. “ Que se
ro del fuego de las baterías de sirva traerla aquí” , contestó, “ la
Saavedra; Raúl Madero tomaría emplearemos como reserva"; pero
el cerro de La Tierra Colorada (el después, creyéndola más útil en
de Loreto), bajo el amparo de las el ataque sobre el cerro de La
baterías de Jurado, al mismo Tierra Negra, lo invité a que la
tiempo que atacaran por la dere­ lanzara en cooperación con el
cha las tropas que vendrían con general Ceniceros y el coronel
el general Villa. Gonzalitos.
Dejamos los caballos al abrigo “ Que vengan los jefes de gru­
de las balas, y pie a tierra avan­ po” , mandé, y al presentarse les
18
Villa con miembros de su estado mayor

reiteré las órdenes para los ata­ bién los cañones y fusiles y sil­
ques. No faltaban más que veinte baban m illares de proyectiles;
minutos; todos debían estar en las montañas todas prolongan las
sus puestos y empezar el fuego a detonaciones, como si millares
las diez en punto. 'de piezas de tela se rasgaran en
Por allá, en la dirección de sus flancos.
Hacienda Nueva, se oyó el pri­ De Zacatecas, de El Grillo, de
mer tiroteo. Ahí venía el general La Bufa, del cerro del Clérigo y
V illa. Los veinticuatro cañones de todas las posiciones federales,
próximos, emplazados entre Ve- tronaban también las armas, in­
tagrande y Zacatecas, tronaron. tensificando aquel épico concier­
Sus proyectiles rasgaron el aire to. Las granadas enem igas co­
con silbidos de muerte y explo­ menzaban a explotar en nuestra
taron unos en el cerro de La dirección; pero muy altas y nuy
Tierra Negra y otros en Loreto. largas. Alguien me dijo que .ios
Las entrañas de las montañas creían demasiado lejos, det ás
próximas parecieron desgarrarse de los paredones; otro asegure
mil veces por efecto del eco. Y que tiraban sobre la caballería
las tropas de infantería avanzaron nuestra, que entraban en acción
sobre el manto de esmeralda que por la derecha. Otras granadas
cubría las lomas. caían detrás de nosotros, tal vez
Por el lado de San Antonio, tirando sobre la más próxima
allá, por la alta meseta y por la batería de Saavedra.
Villa de Guadalupe, tronaban tam­ Uno llegó corriendo y nos infor-
19
mó que la batería de la derecha efecto de las baterías que tiraban
de Jurado había sido batida por sobre el cerro de La Tierra Negra
la a rtille ría enemiga; otro d ijo y donde sólo percibía el de las
que nos habían matado dos mu- baterías que batían el cerro de
las de un granadazo; un tercero, La Tierra Colorada y el cerro de
que habían desmontado la prime­ Loreto.
ra pieza de la más próxima bate­
ría de Saavedra. Puntitos negros
“ Venga usted a ver, mi general,
por aquí, por esta puerta, vea Quizá allá en la tierra colorada
usted cómo los rastrillazos caen removida, nuestras granadas so­
detrás de la batería." Las grana­ plarían también su huracán trági­
das enemigas zumbaban y esta­ co; pero vista s p o r nosotros
llaban en ei aire lanzando su haz causaban una impresión de rego­
de balas y rebotaban con golpe c ijo , aunque (después de los
seco y estallaban después lan­ prim eros minutos) parecía que
zando de frente sus ba ís y de caían sobre parapetos y trinche­
la d o las p iedras y tierra del ras abandonadas, porque los
suelo; era aquel un huracán trági­ puntitos negros que primero se
co y aterrador. agitaban sobre la roja tierra, ya
Volví a mi observatorio primi­ habían desaparecido.
tivo, desde donde no podía ver el “ M i'3 usted a los nuestros,
¡qué cerca están ya del enemigo!
Vea usted la banderita nuestra,
es la más adelantada.”
“ ¡Vea usted, vea usted; véalos
pasar, vea usted cómo se van
ya!”
N uestros so ld a d o s lanzaron
gritos de alegría; las piezas alar­
garon su tiro y nuestros infantes
se lanzaron al ataque, precipita­
damente. La banderita tricolor
fla m e ó airosa en la posición
conquistada. Eran las diez y vein­
ticinco de la mañana. Poco tiem­
po después la falda de acceso al
cerro de Loreto se pobló de
infantería nuestra que subía len­
ta y penosamente; los caballos
fueron llegando, lentamente tam­
bién. Después todos se veían
bien formados y abrigados.
Era llegado el tiempo de cam­
biar de posición. Ruego al mayor
Cervantes vaya a ordenar que
traigan nuestros caballos para
Felipe Angeles en 1914 hacer el reconocimiento de Lore-
20
Caricatura del Gral. Felipe Angeles. Revista Multicolor, 1912

to y d ecidir el camino y nuevo mayores importantes, porque nos


emplazamiento del grupo de ba­ siguió con sus fuegos en todo el
terías de Jurado. El capitán Du- trayecto. El jefe nos imponía el
rón batía a la sazón la posición a ire y nosotros obedecíam os.
intermedia entre Loreto y Ei Gri­ ¿Quiénes caerían en el camino?
llo; aprobando, lo autoricé a que ¡Ojalá no fuera el jefe! Las balas
continuara. pasaban zumbando y se incrus-
traban en la tierra con un golpe
Nos sigue el fuego recio y seco. El caballo del ma­
yor Bazán fue herido en un casco
G alopando con mi Estado Ma­ y su asistente en un hombro. Eso
yor hacia Loreto, encontramos al fue todo.
general V illa y su séquito; aquél En Loreto la lluvia de las balas
venía en su poderoso alazán era copiosa. ¿De dónde venían?
requiriendo la artillería para esta­ Quién sabe. Tal vez de todas
blecerla en Loreto. Ya viene, mi partes; pero no se pensaba en
general, le contesté y prosegui­ tirar sobre ese enemigo misterio­
rnos al paso hacia Loreto. so; toda la atención se concen­
¿Se percataría el enemigo de traba en apoyar el ataque de la
que en el grupo de jinetes en infantería del general Servín, que
que íbamos marchaba el general ascendía por los flancos de la
Villa? Tal vez; pero por lo menos elevada sierra y estaba a punto
debe haber adivinado en el en­ de ser rechazado. Todas nuestras
cuentro la fusión de los estados tropas de Loreto tiraban sobre la
21
cim a de La Sierpe, sin que la rras de entusiasmo. La infantería
ayuda a Servín pareciera eficaz. toda de Servín subió por los
El general Villa hizo establecer empinados flancos de La Sierpe
en el ángulo de una casa, una a la anhelada cima.
ametralladora que abrió su fuego
sobre La Sierpe, sfn que tampoco Cambio de cañones
ella facilitara el avance de Servín.
Y la artillería no podía llegar. Y como ésta domina al Grillo, su
¡A veces los minutos parecen toma fue el segundo paso para la
horas! Por fin, llegó un cañón y conquista de la más fuerte posi­
luego otros, al mando de Durón. ción del enemigo. Los cañones
El primer cañonazo sonó alegre­ que batieron La Sierpe no podían
mente en los oídos nuestros y es ser utilizados en la misma posi­
probable que muy desagradable­ ción para tirar sobre El Grillo;
mente en los de los defensores había que pasarlos al frente de
de La Sierpe. Los primeros tiros las casas en un patio limitado
que hicieron blanco, regocijaron hacia el enemigo, por un muro
a toda nuestra tropa de Loreto, y de arco de círculo que tenía
al cabo de quince minutos el aberturas utilizables como caño­
enemigo comenzó a evacuar la neras. Pero de ese lado de las
posición; nuestra banderita trico­ casas soplaba un huracán de
lor flameó en la cima y nuestros muerte; las balitas de fusil zum­
soldados lanzaron frenéticos hu- baban rápidas y las grandes

Villa pasa revista a la artillería de la División del Norte


22
e s ta lla b a n estrue n do sa m e nte . ¡Queridos soldados del pueblo,
Pocos cuerpos quedaban ergui­ obligados por deber a ser heroi­
dos; pocas frentes se conserva­ cos, cuando sus almas tiemblan
ban altas. y sus piernas flaquean!
Di orden al capitán Durón de Una batería quedó emplazada
que mandara traer los armones y en aquel sitio; una batería que
entrar en batería frente a las tiró sobre El Grillo, mientras reci­
casas, pasando por la derecha, bía no sólo el fuego de la artillería
por donde estuvo establecida la de esa posición, sino también y
am etralladora, y me d irig í en sobre todo, el de La Bufa.
seguida a hacer entrar las demás Si nos rechazaban de Loreto, si
piezas que apercibí por la iz­ de ahí rechazaban a la artillería,
q uierd a . Había por ese lado, ya no podría nuestra infantería
detrás de las casas, un amonto­ pro seg u ir sobre El G rillo; era
namiento desordenado de solda­ necesario batirse denodadamen­
dos, de caballos, de carruajes, te, a pesar del violento fuego que
de artillería con los tiros pegados, el enemigo tenía, casi todo con­
pero sin sirvientes ni oficiales. centrado sobre Loreto.
Costó mucho trabajo conseguir La artillería, un momento antes
que reaparecieran los trenistas y a te rro riza d a estaba de nuevo
los oficiales y que éstos conduje­ enardecida y brava; trabajaba
ran los cañones al patio de que ahora heroicamente en medio de
se hacía mención, pasando por la lluvia de plomo y acero. El
un camino estrecho, muy visible general Villa, de pie sobre un
del enemigo y perfectamente ba­ montón de piedras, seguía aten­
tido por su artillería. Menester fue tamente el trabajo de los artille­
hacer uso del revólver y revestir­ ros, el progreso muy lento y
se de la más feroz energía. penoso de nuestra infantería y la
febril actividad del enemigo que
Soldados heroicos ya había sentido el rudo empuje
de la División del Norte y presen­
Bajo el mismo impulso que movió tía la derrota, aunque tal vez no
la artillería, avanzó también la la gran hecatombe, la gran catás­
parte de nuestra infantería que se trofe final.
había rezagado; avanzó con el De repente una gran detona­
dorso encorvado y quiso ponerse ción; a tres metros de nosotros
al abrigo del muro circular, de una nube de humo y polvo y ala­
donde la empujamos hacia el ridos de pavor. Creíamos que un
enemigo, mostrándole el ejemplo torpe d o enem igo había hecho
del resto de la infantería nuestra blanco sobre la pieza más próxi­
que se batía mil metros adelante. ma a nosotros y que tal vez había
Era in te re s a n tís im o el seudo matado a todos sus sirvientes.
avance de esa nuestra infantería
rezagada; parecía que soplaba Estalla una granada
delante de ellos un viento formi­
dable que muy a su pesar obli­ Cuando el humo y el polvo se
cuaba su marcha y la hacía retro­ disiparon, varios muertos; uno,
ce d e r cuando quería avanzar. con las dos manos arrancadas
23
de cuajo, mostrando al extremo todas sus posiciones; ¿quiere
los huesos de los antebrazos, la usted que Cervantes vaya a dar
cabeza despedazada y el vientre la orden para que la infantería
destrozado y con las ropas en­ avance?” Y partió Cervantes en­
negrecidas; yacía inmóvil, como tusiasm ado d e ver que se le
si hiciera horas que estuviera utilizaba en esa comisión. Allá le
muerto. Otro de los que más vimos muy lejos, con su sombre­
impresionaban, era un herido que ro arriscado de un lado, al galo­
tenía cara de espanto y en la pe acompañado de su caballo
boca un buche de sangre de la alazán.
que se escapaba un hilo por los El general Raúl Madero d ijo
entreabiertos labios, tembloroso que sus tropas estaban agotadas
de dolor. No había sido un torpe­ y pedía tropas frescas para lan­
do enemigo, sino una granada zarlas al asalto de El Grillo. Mi
nuestra que al prepararse había asistente Baca nos trajo la comi­
estallado. Era necesario no dejar da que compartimos con el gene­
reflexionar a nuestros artilleros; ral Villa y con los oficiales que
que no se dieron cuenta del por allí estaban. Comimos ale­
p eligro que había en manejar gremente dentro de un caserón
granadas; era necesario aturdir- de techo acribillado por las gra­
los, cualquiera que fuera el me­ nadas nuestras; nunca con más
dio. gusto he visto un destrozo seme­
“ No ha pasado nada — les gri­ jante.
té— , hay que continuar sin des­ Para hacer la digestión, Cer­
canso; alguno se tiene que morir, vantes y yo salimos a dar un
y para que no nos muramos no­ paseo: nos encontramos un caba­
sotros es necesario matar ai ene­ llo herido que rematamos por
migo. ¡Fuego sin interrupción!" compasión. Muy débiles nos pa­
recían las detonaciones de las
La infantería, cansada pistolas a nuestros oídos ensor­
decidos. A medida que avanzá­
El fuego continuo más nutrido bamos se nos hacía más percep­
que antes, El general Villa se tib le el ruido de la lucha y otra
retiró algunos pasos y se acostó vez volvimos a enardecemos.
en un montón de arena. “ No sabe Por seguir el ataque en direc­
usted — me dijo— cuánto dolor ción de El Grillo, casi desde el
me causa una muerte semejante p r in c ip io me vi p re c is a d o a
de mis muchachos. Que los mate abandonar mis baterías que ata­
el enemigo, pasa; pero que los caban en dirección de La Bufa.
maten nuestras mismas armas, ¿y Gonzalitos, qué haría? ¿Habría
no lo puedo soportar sin dolor.” com ido? ¿Habría sido herido?
“¿Qué haremos — continuó— pa­ “ Vamos de aquel lado” , decidí,
ra que nuestra infantería siga y dejé un recado para el general
avanzando? Me parece que está V illa , p a rticip á n d o le m i a le ja ­
ya un poco quebrantada” . miento.
“ Está ya muy cansada — con­ Envíe al capitán Quiroz la or­
testé— de un solo empuje no se den de que abandonara el cerro
puede desalojar al enemigo de alto de Vetagrande y se traslada­
24
ra a El G rillo, donde recibiría tropas, seguramente nuestras, que
nuevas órdenes. Creía seguro se habían apoderado de una
que mientras tardaba Quiroz en casa blanca y de un gran corralón
trasladarse. El G rillo caería en de junto. Probablemente eran las
nuestro poder. Saboream os el tropas de Herrera, de Chao y
galope de nuestros caballos, cuan­ Ortega. Cerca de nosotros, en
do apercibim os a Gonzalitos, co­ nuestra posición, había algunos
jeando. Se había dislocado un infantes rezagados, de ésos que
pie. siempre tienen pretexto para que­
"Sí, señor, ya comí", me dijo darse atrás.
sonriendo. La batería de Saavedra se em­
Todo iba bien de aquel lado: la plazó en la nueva posición y
co lin a de La Tierra Negra fue abrió su fuego sobre La Bufa. Ya
tomada desde luego y ahora sus la lucha tenía un aspecto com­
soldados se batían con los de La pleto de victoria próxima: La Bufa
Bufa. Mandé avanzar una de las y El G rillo hacían débil resisten­
batenas de Saavedra a la colina cia. En mi concepto todo era
que está a la espalda de La cuestión de tiempo, para dejar
Tierra Negra, desde donde se germinar en el enemigo la idea
veían admirablemente Zacatecas, de derrota. Del centro de la ciu­
La Bufa y el camino de Zacate­ dad se elevó de pronto un humo
cas a Guadalupe. Por allá lejos, am arillo como si estuviera muy
del otro lado de Zacatecas, entre mezclado con polvo. Tal vez un
La Bufa y El G rillo, se veían incendio; quizá una explosión.

Caricatura alusiva a las levas practicadas por Huerta. La Guacamaya. 1974


25
Sacamos los relojes: eran las
cinco horas cincuenta minutos de
la tarde. Por todos lados nuestras
tropas circundaban al enemigo,
lo estrechaban más y más. ¿Qué
va a ser de él? ¿Por dónde inten­
tarán salir?
El ingeniero Valle, el mayor
Cervantes, mi hermano y yo veía­
mos muchas tropas en el camino
de Zacatecas a Guadalupe y nos
alegraba verlos tan distintamente.
A m edida que el tiempo transcu­
rría se veían más soldados, más
atrapados y como si trataran de
formarse. Luego apercibimos una
línea delgada de infantería que Maclovio Herrera. Jefe de la
precedía a los jinetes, estando Brigada ‘‘Benito Juárez"
estos últimos formados en co­
lumna densa. ¿Qué intentaban?
¿Acaso una salida? ¡Pero en ese porque miraba las cosas desde
orden! Los vimos avanzar hacia el punto de vista artístico, del
Guadalupe; después, retroceder éxito de la labor hecha, de la
desorganizados, sin d istin g u ir obra maestra terminada. Y mandé
bien a la tropa nuestra que los d ecir al general Villa: “ ¡Ya gana­
rechazaba. En seguida se mo­ mos, mi general!” Y efectivamente,
vieron hacia Jerez y retrocedie­ ya la batalla podía darse por
ron. Intentaron después salir por terminada, aunque faltaran mu­
Vetagrande, del lado donde está­ chos tiros por dispararse.
bamos, y mandamos a cazarlos a Por el sur, del lado de los
los infantes rezagados que esta­ generales Herrera, Chao y Ortega,
ban con nosotros. "N o tengan allá en la casa blanca con un
miedo — les dije— no han de corralón inmenso, se veían los
com batir ya, van de huida, no resplandores de los fogones del
se trata más que de exterminar­ cañón, como cardillos de espeji-
los” . Volvieron a retroceder. tos diminutos. Del G rillo empeza­
ban a descender poco a poco los
¡Ya ganamos! puntitos negros, rumbo a la ciu­
dad. Abajo de nosotros, a orilla
Finalmente, nos pareció que ha­ del camino a Vetagrande, vimos
cían un últim o esfuerzo, para una presa de agua azul, muy
lograr salir por donde primero lo limpia, al borde de unas casitas
intentaron, por Guadalupe. Y pre­ tranquilas. Fuimos a visitarlas a
senciamos la más completa des­ pie, de paseo; la batalla ya no
organización. No los veíamos nos inquietaba.
caer, pero lo adivinábamos. Lo A m edida que nos alejábamos
confieso sin rubor, los veía ani­ de las baterías de la izquierda,
quilar en el colmo del regocijo, percibíamos mejor los cañonazos
26
entusiasta mutilado, venía al ga­
lope de su brioso caballo.
“ Buenas tardes, mi general,
parece que ya vamos acabando.”
“ Sí, eche pie a tierra, daremos
una vuelta por la presa.”
Nos sentamos a platicar en el
muro de la presa, de nuestros
ideales, de la felicidad de todo
el mundo, y me dejó encantado
el alma grande y buena de mi
amigo. Un soldado nuestro venía
de Zacatecas, muerto de sed;
bebió aventándose el agua a la
boca con la mano. La brisa de la
tarde nos llevaba la peste de un
Eugenio Aguirre Benavides. caballo muerto, tirado a pocos
Jefe de la Brigada ",Zaragoza" pasos. Regresé a unirme a mis
ayudantes y vi la cima del Grillo
llena ya de infantes nuestros, que
de las de la derecha, que tiraban descendían de derecha a izquier­
sobre El Grillo, de cuya cima se da sobre Zacatecas, y también vi
iban retirando los federales, al que empezaban a entrar tropas
parecer tranquilos y lentamente. nuestras a La Bufa, por la iz­
En las casitas abandonadas de quierda. Ahora, pensé, ya no falta
junto a la presa reinaba una gran más que la parte final, muy desa­
quietud, turbada sólo por una gradable, de la entrada a la
pareja de asnos que se hacían ciudad conquistada, de la muerte
caricias. De vez en cuando, zum­ de los rezagados enemigos, que
baba una que otra bala, extravia­ se van de este mundo llenos de
da tal vez. espanto.
El mayor Cervantes, al lado del Cervantes y Valle se interesa­
ingeniero Valle y del mayor An­ ban por ver esta faz de la lucha;
geles, yacía vientre en tierra y los comisioné para que entraran
apoyado, por detrás, en las puntas desde luego a Zacatecas y bus­
de los pies y por delante en los caran alojamiento para la tropa y
codos, con el sombrero a med¡a el Estado Mayor, mientras noso­
cabeza para observar en el cam­ tros iríam os a Vetagrande, al
po de sus gemelos los detalles arreglo del traslado del hospital y
del combate en La Bufa, entre las las cocinas. El capitán Espinosa
casas de la pintoresca Zacatecas, de los Monteros fue el comisio­
o allá lejos, en la casa blanca nado para llevar la orden a las
con su corralón adjunto, en don­ baterías, de marchar a Zacatecas
de a la simple vista se percibían y acuartelarse donde el mayor
algunas siluetas de jinetes y el Cervantes indicara. Orden que
cardillo perenne del grupo del fue recibida con hurras de ale­
mayor Carrillo. gría.
Margarito Orozco, el valiente y Eran las seis cuarenta y cinco
27
de la tarde; la temperatura era gran gusto la noticia del triunfo.
deliciosa; el sol de la gloria de Mi excitación al principio de toda
ese día, 23 de junio, moría apaci­ la lucha se había disipado a la
blemente. hora del crepúsculo, y ahora, en
Regresé con mi hermano y mi las tinieblas, yacía yo tranquila­
asistente. Por aquel terreno, que mente ten d id o en mi catre de
fue mucho tiempo del enemigo y campaña y volvía a ver las fases
que pocas horas antes era furio­ de la clásica batalla adivinada,
sam ente disp uta do , podíam os con tropas revolucionarias, que
marchar tranquilos, por su gran se organizaban e instruían a me­
ruta visible de Zacatecas, por el dida que crecían.
puerto lleno de rastrillazos de las Volvía a ver el ataque principal
granadas enemigas. hecho sobre la línea La Bufa-EI
"Muchachos, pueden irse ya a Grillo, d e frente por las tropas de
Zacatecas: la ciudad es nuestra", C eniceros, A guirre Benavides,
decía yo a los soldados que Gonzalitos y Raúl Madero, apoya­
encontraba en el camino. das por la artillería, y de flanco
El doctor Wichman vaciló pri­ por las tropas de Trinidad y José
mero y nos siguió gran trecho; Rodríguez, de Rosalío Hernán­
pero al fin se decidió por entrar dez, Almanza y toda la infantería,
esa misma noche a Zacatecas. en suma de diez mil hombres.
En Vetagrande recibieron con Rechazada la defensa de este
frente principal, la guarnición no
podría continuar la resistencia,
por estar la ciudad ubicada en
cañadas dominadas por El G rillo
y La Bufa, y pretendería salir por
el sur o por el este. La salida por
el sur era improbable, porque la
línea de comunicaciones estaba
al este por G uadalupe hacia
Aguascalientes. Bastarían, pues,
tres m il hombres nuestros que
atacando por el sur taparan la
salida de ese rumbo. En cambio,
en Guadalupe era necesaria fuer­
te reserva, siete mil hombres, con
el centro en Guadalupe y las alas
obstruyendo la salida para Jerez
y Vetagrande. A llí se daría el
golpe al enemigo, desmoralizado
por el ataque principal y dis­
puesto a abandonar la ciudad.

Imágenes de la batalla

Y en el desarrollo de la acción:
Villa y Fierro en Zacatecas qué corrección y qué armonía en
28
la colocación de la infantería y la
artillería. La artillería obrando en
masa y con el casi exclusivo
objeto de batir y neutralizar las
tropas de la posición que desea­
ba conquistar la infantería. ¡Qué
satisfacción la de haber conse­
g u id o esta liga de las armas,
apenas iniciada en San Pedro de
las Colonias, con Madero y Agui­
rre Benavides, después del des­
conocimiento de Torreón, ganada
a fuerza de tenacidad y bravura!
¡Y haberla realizado con tanta
perfección, al grado de que todo
el mundo sienta la necesidad de
esa cooperación armónica!
Y volvía a ver la batalla con-
densada en un ataque de frente
de las dos armas en concierto
armónico, la salida del sur tapa­
da y la reserva al este, para dar
el golpe de maza al enemigo en
derrota. Veía yo acumularse los
episodios que más gratamente
me impresionaron: la precisión
de las fases; el ímpetu del ata­
que; el huracán de acero y plomo;
las detonaciones de las armas
m ultiplicadas al infinito por el
eco que simulaba un cataclismo;
el esfuerzo heroico de las almas
débiles para marchar encorvados
contra la tempestad de la muerte;
las muertes súbitas y trágicas
tras las explosiones de las grana­
das; los heridos heroicos que co­
m o R o d o lfo F ie rro a n d a b a n
chorreando sangre, olvidados de
su persona, para seguir colabo­
rando eficazmente en el comba­
te; o los heridos que de golpe
quedaban inhabilitados para con­
tinuar la lucha y que se alejaban
tristemente del combate, como el
intrépido Trinidad Rodríguez, a
quien la muerte sorprendió, la
vida le decía enamorada: “ no te Zacatecas después de la batalla
29
vayas, no es tiempo todavía". Y Guadalupe o más allá, cerca de
tantas y tantas cosas hermosas. la laguna de Pedernales, cuyo
Y, finalmente, la serena caída de espejo vimos desde que por pri­
la tarde, con la plena seguridad mera vez subimos al cerro alto
de la victoria que viene sonriente de Vetagrande.
y cariñosa a acariciar la frente de “ Oh, el camino de Zacatecas a
Francisco V illa, el glorioso y Guadalupe.”
bravo soldado del pueblo.
Bajo el encanto de la obra Montones de cadáveres
clásica de ese día feliz, me hun­
día plácidamente en un sueño Una ternura infinita me oprimía el
reparador y sin aprensiones. corazón; lo que la víspeja me
causó tanto regocijo, como indi­
Día 24 de junio cio inequívoco de triunfo, ahora
me conmovía hondamente. Los
A la mañana siguiente entramos siete kilómetros de carretera en­
a Zacatecas, visitando el campo tre Zacatecas y Guadalupe y las
de batalla por el lado de La Bufa: regiones próximas, de uno y otro
en verdaderos nidos de águilas lado de la carretera, estaban
se había hecho fuerte el enemigo. llenos de cadáveres, al grado de
Pocos muertos había por ahí; im posibilitar al principio el tránsi­
pero casi todos estaban atroz­ to de carruajes. Los cadáveres
mente heridos y sus actitudes allí tendidos eran, por lo menos,
revelaban una agonía dolorosa. los ocho décimos de los federa­
Buscábamos como botín, los úti­ les muertos el día anterior en
les de zapa y el material y muni­ todo el campo de batalla. Los
ciones de artillería. Con vigilan­ caballos muertos ya no tenían
tes asegurábamos la posición de monturas ni bridas, y los solda­
las cosas que íbamos hallando, dos, ni armas ni tocado, ni calza­
mientras mandábamos tropas a do, y muchos ni aun ropa exterior.
recogerlas. Por la calidad de las prendas
Dentro de la ciudad había mu­ interiores del vestido muchos de
chos más muertos: con las heridas los muertos revelaban haber sido
invariablemente en la cabeza. La oficiales. Gracias a la fría tempe­
acumulación de nuestros solda­ ratura de Zacatecas, los cadáve­
dos por todas partes hacía intran­ res aún no apestaban, y se po­
sitables las calles de la ciudad. dían observar sin repugnancia.
Los escombros de la Jefatura de Todos los caballos estaban ya
Armas obstruían las calles cir­ inflados por los gases, con los
cunvecinas. Según decían en la remos rígidos y separados. En
ciudad, familias enteras perecie­ los soldados, aunque ya habían
ron en el derrumbe de ese edifi­ sido movidos al despojarlos de
cio, hecho por los federales no sus zapatos y ropa exterior, había
sé con qué propósito. Tanta era infinidad de actitudes y de expre­
la tropa, que Cervantes no pudo siones: quienes habían muerto
encontrar alojamiento para la arti­ p lá cida m e n te y sólo parecían
llería y decidí ir a buscarlo en la dormir; quienes guardaban acti­
dirección de Aguascalientes, en tud desesperada y la mueca del
30
Se despeja el campo de cadáveres

dolor y del espanto. oficiales, llena de encantos, pro­


¡Y pensar que la mayor parte ducía infinidad de penas y des­
de esos muertos fueron recogi­ gracias; pero cada quien debe
dos de leva por ser enemigos de verla según su oficio. Lo que
Huerta y por ende amigos nues­ para unos es una calam idad,
tros! ¡Y pensar que algunos de para los otros es un arte grandio­
ellos eran mis amigos, que la so. En la mina de La Fe me alojé
inercia del rebaño mantuvo al con el Estado Mayor; la tropa
lado de la injusticia! quedó en Guadalupe. Muy agra­
En Guadalupe, como en Zaca­ decidos quedamos de la hospita­
tecas, los vecinos estaban ame­ lidad confortable que nos dieron
drentados: ¿sus propiedades se­ los señores Noble.
rá n r e s p e t a d a s ? Est á bi en
— decían— que aprovechen los Día 25 de junio
soldados lo que tengo, para eso
es; pero que respeten mi vida, la Sobre mi Turena, que saltaba
de mi esposa y las de mis hijos. deliciosamente los muros y las
Una señora, en un parto prematu­ anchas zanjas, fui a rogar al
ro, había muerto de espanto. Y general Villa que me diera cuatro
todos pedían salvoconductos, y brigadas de caballos para ir a
todos se disputaban el honor de tomar Aguascal¡entes.
invitar a comer a los jefes princi­ “ Le voy a dar siete, mi gene­
pales, para que les dieran garan­ ral.” Y dio las órdenes a los jefes
tías. La guerra, para nosotros los de ellas; y yo di las mías de
31
marcha para el día siguiente. de evitar, que no teníamos más
Gozosísimo me frotaba las ma­ deseo que marchar rápidamente
nos; el domingo entraríamos, se­ hacia México, y que invitábamos
guramente, a Aguascal ¡entes. Pe­ al Cuerpo del Noroeste, a marchar
ro la suerte dispuso las cosas de desde luego sobre San Luis Potosí.
otro modo. Esa invitación fue contestada por
Nuestro jefe se había desvela­ e l lic e n c ia d o A le ssio Robles
do pensando en la situación de desatentamente. Y nuestro regreso
la División del Norte. Confiados al norte se hizo indispensable.
en que como nosotros, todos los Después del pacto de Torreón
demás guerreros constitucfonalis- y cuando nos apercibimos de la
tas no tendrían más afán que trascendencia de la batalla de
marchar hacia el sur, sobre Méxi­ Zacatecas, pensamos: nuestros
co, nos íbamos yendo muy ade­ amigos pueden entrar fácilmente
lante. Pero no teníamos municio­ a la capital de la República; si
nes para dos grandes batallas: acaso es necesaria nuestra ayuda
por Ciudad Juárez no podríamos en el combate, marcharemos hacia
introducir municiones; ni nuestros el sur; pero mientras tanto vale
amigos las dejaban pasar por más regresar al norte y alejar la
Tam pico, ni sacar carbón por posibilidad de una nueva crisis,*
Monclova. tan fácil de provocar.
El licenciado Miguel Alessio
Dia 8 de ju lio
Robles, enviado del Cuerpo del
Ejército del Noroeste, para iniciar ¡Triste y a la vez delicioso rodar
pláticas con nosotros, se había de nuestros trenes por los ahora
informado de que nuestra actitud verdes cam pos del Estado de
era enteramente de armonía; que Chihuahua! ¡Rápido desfile de
si nosotros desobedecim os la postes y arbustos ante el cuadro
orden para que el general Villa de una ventanilla, tras de la cual
dejara el mando de la División garabateo estos apuntes sobre
del Norte, se debió a que esa mis rodillas!
orden traería como consecuencia
males incalculables para la patria, * Se refiere a los desacuerdos
que estábamos en la obligación con Venustiano Carranza.

32

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