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ASÍ n ació la
DIVISIÓN DEL NODIE
cuadernos mexicanos
$ 6.00
Así nació la División del Norte
La destacada participación de Pancho Villa en los combates
contra la dictadura de Porfirio Díaz hubiese bastado para que la
historia consignara su lealtad a los pobres del campo y el genio
militar con que supo servirlos. Pero la restauración de la dicta
dura en la persona de Victoriano Huerta obligó al Centauro del
Norte a rendir nuevos testimonios de su firmeza en el campo de
batalla. Villa realizó una de las hazañas militares más grandes
de la Revolución: formar, empézando con un reducido grupo de
guerrilleros perseguidos, un ejército de miles de campesinos.
La narración que da título a este volumen relata las dificultades
militares y las privaciones que afrontó en su nacimiento la
División del Norte. Resalta en ella la figura de Francisco Villa
impartiendo justicia, uniendo a los trabajadores del campo y
estimulando el valor de quienes lo siguieron como jefe.
Crónica redactada desde las filas del Ejército Libertador del
Sur, Así nació la División del Norte es un homenaje a ésta del
pueblo suriano, que nos muestra con sencillez lo que opinan los
campesinos de México, nos recuerda contra qué se levantaron y
nos enseña —en parte— cómo lograron conmover a la nación, a
pesar de su final derrota.
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Así nació la División del Norte
Los primero» nueve hombres nada e hicieron, por ello, la exhibi
ción de los elementos que lleva
Nueve individuos formaron el ban consigo: medio kilo de café,
grupo inicial de la que más tarde uno de azúcar, una pequeña bolsa
fue poderosa División del Norte: con sal, sendos rifles 30-30 y una
Francisco Villa, Juan Dosal, Pedro dotación de quinientos tiros por
Z ap iáin, Darío Silva, Pascual plaza; pero no fue posible reunir
Átvarez Tostado, Manuel Ochoa, un peso entre todos, y para de-
Tomás Morales, Miguel Saavedra sésperación de lós fumadores, no
y Carlos Jáuregui. Éste había llevaban cigarros ni cerillos.
proporcionado a Villa los medios Era tan insignificante el grupo
para evadirse de la prisión militar que ni siquiera llamó la atención
de Santiago y permanecía a su de una patrulla de rurales que
lado con absoluta lealtad. pasó cerca, precisamente en los
Nadie poseía recursos pecunia momentos en que se estaba
rios, y para iniciar sus caminatas, haciendo la exhibición de los
que todos presentían largas y difí elemento^.
ciles, solamente Silva, Zapiáin y Emprendieron la marcha. A las
Jáuregui estaban montados en doce de la noche llegaron al
caballos de los que se habían rancho de Flores, cerca de La
apoderado en El Paso, Texas. Mesa, y allí se detuvieron para
Iban a emprender la primera jor no causar sorpresa a los habitan
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tes. Poco después siguieron su quitando la bala a uno de los
camino, sigilosos, hacia las estri cartuchos, d io el contenido a
baciones de la Sierra de Samala- Jáuregui, diciéndole que aquello
yuca, y al amanecer llegaron al no sería lo que esperaba ni lo
rancho del Ojo de Agua, que Villa que acostumbran los atletas en
creía guarnecido por ser el único casos semejantes, pero que le
lugar que en los contornos posee haría bien. Así fue. La vida azaro
ese líquido. En la creencia de sa del guerrillero le había enseña
que había un destacamento, Villa do lo que Jáuregui, y quizás todos
ordenó a sus acompañantes que sus compañeros, desconocía.
se abrieran en línea de tiradores
y que avanzaran hasta las casu- Un ardid de ViNa
chas del rancho; pero vieron con
sorpresa que nadie los detuvo. La vida citadina que había llevado
Allí tomaron alimento, que nadie Jáuregui le hacía insoportable la
pagó; pero ofrecieron pagar a marcha bajo el sol ardiente, sin
vuelta de fortuna. Continuaron agua, sin alimentos y con la
hacia los médanos sin encontrar necesidad de caminar al paso del
durante todo el día a un ser vi caballo de su jefe. Queriendo éste
viente. que sacara fuerzas de flaqueza,
Al obscurecer, Carlos Jáuregui se valió de una estratagema, que
tuvo que decir a Villa que no consistió en interrogar a Morales
soportaba la sed; el guerrillero, si se había fijado en las huellas
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que había en el camino.
— Son berrendos —contestó el
aludido.
Villa, dirigiéndose a Jáuregui,
le dijo que no tenía idea de lo
peligroso de esos animales, y
pues se hallaban en una región
en que los había, era necesario
tomar todas las precauciones. Di
rigiéndose al grupo le ordenó
preparar las armas y disponerse
a una embestida de los berrendos.
Jáuregui olvidó instantáneamente
el estado lamentable en que se
hallaba y fijó su atención en el
peligro que se cernía, según su
jefe. Poco habían caminado cuando
oyeron a retaguardia los disparos
y el grito de Morales:
— ¡Los berrendos!
Oír ei grito, espolear su cabal
gadura y adelantar al grupo fue
todo uno por parte de Jáuregui; Soldados federales
pero dándose cuenta de las risas rumbo al norte
de sus compañeros, comprendió
el objeto que se había propuesto que se le pidiese su consenti
Villa, templó su ánimo, dominó al miento cuando alguna soltera de
cansancio y ya no tuvo miedo a la hacienda iba a contraer matri
los berrendos. monio y que, al dar su anuencia,
era siempre con la condición de
que pasara la primera noche de
Primer acto de justicia desposada con él. Esta afrenta
revolucionaría había acumulado odios y deseos
de venganza.
Esa noche llegaron a la hacienda Algunos de los peones, a su
de El Carmen, propiedad de don vez, informaron que en un lugar
Luis Terrazas. Villa mandó traer a no muy distante había una cruz
su presencia al administrador, así de manzanillo que se utilizaba
como a los peones y empleados para amarrar a los hombres que
de la finca, a quienes interrogó si cometían una falta en el trabajo o
tenían alguna queja que exponer algún acto que disgustaba al
en contra de sus patrones y capa administrador. Se les azotaba, ya
taces, exhortándolos a que ha amarrados, hasta dejarlos sin
blasen sin temores. sentido, pues tal era la “justicia”
Varios señores que estaban que allí se impartía.
presentes informaron que el admi Otros informaron que permane
nistrador era un hombre cruel, que cían en la hacienda contra su
había impuesto la costumbre de voluntad, pues no podían liquidar
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las deudas que hablan pasado de la Revolución, su sentencia
íntegramente de padres a hijos, y fría, seca, inapelable, intransferible,
los retenían esclavizados, bajo el y fueron ejecutados el administra
látigo de los capataces y la tiranía dor y un empleado de apellido
del administrador. Salvatierra, su más fiel y ciego
El duro semblante de Francisco instrumento.
V illa se obscureció al oír aquellas Arengó a los peones, los exhortó
quejas, ya sabidas, sin duda, que a que nombraran libremente a sus
salían de tas almas doloridas y autoridades, que no habían tenido;
sedientas de ju s tic ia . Pasó su destruyó los libros en que apare
mirada por el grupo que formaban cían las viejas cuentas de los
el administrador, los empleados, trabajadores y entregó a las auto
los peones y los contados hombres ridades nombradas las llaves de
que entonces lo seguían. Interrogó la hacienda, de la tienda de raya,
al administrador, quien no pudo de las bodegas y las trojes,
negar los cargos en presencia de diciéndoles que de éstas tomaran
sus víctimas, y éstas ratificaron lo necesario para su subsistencia,
las tremendas acusaciones con pues lo que a llí había era el pro
un murmullo de tempestad. ducto de los peones mal pagados
El guerrillero irguió su figura, y y a ellos correspondía la prioridad
ante aquel conjunto de hombres en el uso de lo producido.
que se hallaban pendientes de Aun cuando los actos de Villa
sus labios pronunció, en nombre fueran de la más pura justicia so
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— Igualmente, honorario Villa.* encontramos para ajustar cuentas.
¿Qué actitud asume usted y dón —Honorario Villa, usted está en
de está? un error creyendo que el gobierno
—Pues por la prensa y otros lo considera enemigo. El señor
conductos he sabido que se esta Presidente de la República, don
ba tratando de extraditarme y Victoriano Huerta, no ha pensado
quise evitarles esa molestia; por extraditar a usted, sino que su
eso he venido. poniendo que vendría por estos
—Nada hay de extradición, ho lugares, me ha transmitido sus
norario Villa; no considera el go órdenes y me ha autorizado para
bierno a usted como su enemigo. ofrecerle el grado de general
—Tenemos cuentas pendientes, efectivo en el Ejército y cien mil
general Rábago. Lo invito a que pesos si depone usted su actitud
salga usted de Chihuahua con y se une al gobierno, en el caso
tres mil hombres de las tres ar de que como rebelde se encuen
mas y que me diga dónde nos tre usted en el estado.
—Pues diga usted a Huerta que
el grado no lo necesito, y por lo
del dinero, es mejor que se tome
"Se reco rd ará que don Francisco I. Madero de aguardiente los cien mil pesos.
nombró a Francisco V illa general honorario,
para no lastimar a los federales, quienes con
En cuanto a usted...
sideraban al guerrillero como un bandido, y no Y la conferencia, más bien reto,
deseaban que figurase en las filas del Ejército. quedó cortada.
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Salida de San Andrés
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—llamémosla asir—del señor cura. de costumbre, todos juntos toma
La pena impuesta por Francisco ban su ración de carne asada y
Villa estaba cumplida, por lo que una taza de atole, la conversación
con lentitud descendió de aquel se hizo viva, pensando en los futu
confesionario improvisado segui ros triunfos que aguardaban a
do del penitente y cuando muchos aquellos hombres decididos. La
de los reunidos no salían aún de alegría se desbordó y los. comen
su asombro. sales alzaron sus tazas de atole
El sacerdote quedó en absoluta como finas copas de espumoso
libertad; pero el fanatismo pudo vino.
más que la falta, más que la ex Abrieron sus corazones, volca
hibición de una llaga, pues mu ron su sentir y se definieron todos.
chas mujeres que acababan de Lucharían hasta morir o vencer.
oír la pública confesión se acer Villa también se definió. Evocando
caron al cura para besar sus la memoria de don Francisco I.
manos y su sotana. Rodeado de Madero, a quien tanto había que
numeroso séquito se dirigió a la rido, dijo que su deber le trazaba
parroquia, mientras la multitud se un derrotero único en aquella
dispersaba; pero esa noche en lucha sin cuartel.
fermó el señor cura de fiebre, lo Sin poner en duda las cálidas
que lo condujo al sepulcro cuatro palabras de sus subalternos, pero
días más tarde. sin confiar demasiado en las ex
Uno de los días en que, como plosiones de su entusiasmo, Fran-
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Ataque maderista a Ciudad Juárez
Un presente macabro
En aquellos momentos llegaron
ciento cincuenta hombres que
acababan de tener un encuentro
con fuerzas orozquistas mandadas
por el jefe Yáñez. Dispuso Villa
la salida inmediata para batir esa
fuerza, y serían las once de la
noche cuando abandonaron Tres
Hermanos encaminándose a San
Lorenzo, población en la que se
habían reconcentrado los orozquis
tas y hacia donde fueron enviados
dos exploradores, que a poco
regresaron para informar que todos
estaban confiados y dormidos. Pascual Orozco
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El grupo de ferroviarios que se tras de cubrir la distancia men
había unido poco antes y que cionada, llega a Baeza, cerca de
estaba al mando de Manuel Banda, Santa Isabel, poco antes que el
Santiago Ramírez y Manuel Madi- tren de pasajeros. Villa ordena a
naveytia, fue el primero en tomar Zapiáin que detenga el tren colo
contacto con el enemigo, el cual cándose en medio de la vía con
fue deshecho poco después. Ma- una bandera tricolor; el maquinista
dinaveytia sugirió que los muertos obedece la señal y sube a los
del enemigo se acomodaran en carros un piquete, que minucio
un carro y que, agregado al tren samente los registra.
de pasajeros, se enviaran a Chi Entre los pasajeros viajaba un
huahua como un presente de los señor llamado Isaac Herrera, quien
revolucionarios al general Rábago. había sido presidente municipal
Así se hizo, y, en apariencia, aquel de Bachimba. Personalmente, Juan
presente macabro causó indigna Dosal lo bajó del carro en que
ción en los federales; pero fue viajaba, amenazándolo con fusi
motivo para que el general Rába larlo. V illa había seguido con
go ratificara el ofrecimiento hecho toda atención la escena, y acer
por telegráfono, del grado efectivo cándose al grupo que formaban
en el Ejército y los cien mil pesos Silva, Zapiáin y Jáuregui, les dijo
que se entregarían a Villa en el que se trataba de un enemigo
momento en que depusiera su personal de Dosal, su segundo
actitud rebelde. El guerrillero, no en el mando de la fuerza.
con las palabras candentes que Dosal entregó al señor Herrera
había usado en San Andrés de la
Sierra, pero sí con toda energía,
rechazó la proposición.
Captura de un tren
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