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HISTORIA

Perfiles olvidados: Adolfo Saldías

20 Octubre, 2014

Por Ismael Pozzi Albornoz *

Junto con Manuel Bilbao, aunque con mayor enjundia y fundamentación, comparte el mérito de haber sincer
investigaciones y escritos la historia por entonces reciente que, a imperio de los postulados férreamente im
Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, había sido prolijamente falsificada en todo lo referido a Juan Manuel
gobierno; consagrando en cambio una versión oficial que renegaba de nuestro verdadero pasado y del prota 
tuvo el criollo, cuyo arquetipo era ese gaucho federal tan despreciado por los liberales pues – en palabras de

– “…con frases capciosas sus virtudes fueron tergiversadas en vicios; su valor en compadrada; su estoicismo
altivez en cerrilidad”, y también – al decir de Ramón Doll – porque no siendo todavía bastantes ‘civilizados’
r
indignos de la gran riqueza que nos deparó el destino [y] si queríamos ser algún día dignos, debíamos entreg
progreso…”. Claro que sin que el Régimen definiera taxativamente qué debía entenderse por ‘progreso’, a me
juzgara lo resultante de la mentirosa antinomia sarmientina entre ‘civilización’ y ‘barbarie’ que consagrada c
fulminaba réprobos a quienes tuvieran la osadía de cuestionarla. Y eso fue precisamente lo que Adolfo Saldí
desafío con un ostracismo intelectual que en buena medida aun hoy subsiste.

Un liberal convencido
Adolfo Saldías nació en Buenos Aires el 6 de septiembre de 1849, y acorde al perfil cerradamente unitario de
formación le fue impartida por maestros británicos en el English Seminary y luego por Mr. N. Hempel. Pasó m
denominada Escuela Modelo (después de Catedral al Norte) fundada por Sarmiento y, ya adolescente, al Col
tiempos del rector Eusebio Agüero y bajo la dirección de Amadeo Jacques. Siguiendo un previsible ‘cursus ho
matriculó en la Facultad de Derecho cuando la Universidad era regenteada con mano férrea por Juan María G
discípulo del colombiano Florentino González que dictaba la cátedra de Derecho Constitucional, en realidad u
acrítica del texto redactado en 1853, y de Manuel Zavaleta profesor de Economía Política, un curso destinad
aceptación irrestricta al principio del ‘dejar hacer, dejar pasar’como motor de la iniciativa privada aun cuando
perjuicio para el interés nacional, como se verificara con la libre introducción de manufacturas importadas qu
los talleres artesanales protegidos hasta entonces por la política aduanera del rosismo.
Junto con Lucio V. López, Miguel Cané, Eugenio Cambaceres, Joaquín V. González y Carlos Pellegrini, entre ot
esa juventud que a poco nutriría los cuadros de conducción en un proyecto de país que conocemos como de
diseño que los integró aglutinados en una nueva y auspiciosa ‘clase’ caracterizada por su positivismo jurídico
religioso y un exaltado liberalismo en política; concepción tripunte reforzada por el normalismo en educación
masónica en lo social. Fueron ellos los que contribuyeron a forjar esa visión retórica de la Argentina que sien
mieses” estaba llamada a convertirse en “el granero del mundo” y la capital, al precio de avergonzarse de su
católico, renegar de haber sido la “gran aldea” para transformarse en “la París de Sudamérica”. Y a modo de
lema que Julio A. Roca adoptó para definir la primera de sus presidencias: “Orden y Administración”.

Hombre de su tiempo, “Cuando Saldías egresó de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universida
1874, estaba bien cortado a la moda. Bajo el brazo llevaba un diploma de honor con la firma de J. M. Gutiérre
del Progreso. Estaba afiliado a la logia masónica Constancia…” y se lanzó de inmediato al periodismo pasand
“El Fénix” y más tarde, como director, por las de “La Libertad” y “El Argentino”. Incursionó en política militand
Partido Autonomista (ganando a los veintisiete años una diputación en la Legislatura) para fundar después l
de la Juventud; electo senador por la Provincia de Buenos Aires, en 1898 fue designado ministro de Obras P
gobernador Bernardo de Irigoyen e integró como vice la fórmula encabezada en 1902 por Marcelino Ugarte.
alistado cuando joven en el 2° Batallón de Guardias Nacionales y más tarde en el N° 5 que cumplía guarnici
García; instrucción que le sirvió luego para formar parte de los estados mayores revolucionarios durante el a
Tejedor y, en 1890, en el famoso del Parque de Artillería. Fue también diplomático, iniciándose como secreta
legación ante el Reino Unido, e integró en 1888 la Liga Internacional por la Paz; antecedentes que sirvieron p
José Figueroa Alcorta lo designara embajador en Bolivia y en ejercicio de esas funciones murió allí el 17 de o
Fernando de Buena Vista tiene el honor de custodiar en su cementerio municipal los restos de este destacad
distinguido historiador.

La falsificación del pasado 


Sin embargo ese protagonismo pudo ser mayor y, ciertamente, mayor también el aporte de Saldías al campo 
educación, pero eso precisamente le fue negado luego de dar a conocer una prolija investigación histórica do
parámetros preconizados por su maestro Mitre (estudio erudito de los archivos exponiendo la verdad conten 
contradijo el discurso oficial en un tema tan sensible como era para los antiguos unitarios la vida y obra de Ju

En efecto, caída junto a la soberanía nacional la dignidad argentina en los campos de Morón – por peor nom
febrero de 1852, los vencedores alcanzaron por la fuerza el poder que durante décadas no habían conseguid
apoyo popular y así, al amparo de las bayonetas extranjeras, se inició la llamada etapa de “organización naci
pivotes un constitucionalismo copiado del modelo yanqui y un régimen presidencialista inaugurado por quie
lanza de la Federación” se convirtió, comprado por el oro brasilero, en traidor a su causa: Justo José de Urqui

Ese andamiaje jurídico-político necesitaba de un fundamento ideológico que lo justificara ante la posteridad
porqué del proceso así concluido, pero, sobre todo, salvando la responsabilidad de sus principales actores tr
conductores del país y a sabiendas que la Historia es la conciencia de los pueblos y archivo del mañana a ella
tal propósito. Resultando esa empresa una tarea ímproba la asumió gustoso Bartolomé Mitre y fruto de su p
historias, una de Belgrano “y de la Independencia Argentina” y otra de San Martín “y la Emancipación Americ
compuesta por Vicente F. López que trataba de la República Argentina desde sus orígenes y hasta las prime
siglo XIX. Aunque ambos se orientaron hacia el mismo relato discreparon en el método, suscitando una polé
puntillosamente por sus devotos, en la que el primero acusaba al otro de fantasear su narrativa porque no la
documentos y retrucando el segundo que el general-escritor aun teniéndolos no los sabía interpretar.
No obstante, con sus libros sentaron las bases de ‘qué’ debía rescatarse de nuestro pasado y ‘quiénes’ mere
procerato o la sanción del olvido; y para fundamentarlo no temieron adulterar los hechos acontecidos o pref
personales; macaneo pseudo histórico que justificó transformar a Mariano Moreno “en el numen de la Revo
Bernardino Rivadavia en “el más grande hombre civil de la tierra de los argentinos” y poco después a Domin
en “padre del aula”. Siendo en esencia su visión maniquea exigía de una contraparte y entonces, respetando
Cornelio Saavedra fue presentado como el retardatario de la gesta de 1810, los caudillos como unos bárbaro
tradiciones ridículas y, paradigma de todos los oprobios, la figura de Rosas como la del “tirano sangriento” q
antojo había perseguido de forma inmisericorde a sus opositores quienes, no obstante, al conseguir derroca
definitivamente la paz y el bienestar en el marco de las instituciones. Esa era la ‘historia oficial’ que debía en
metódica y en todos los niveles, consagrando un nuevo paradigma de pensamiento afín ideológicamente a u
Mayo-Caseros” y enunciado por Juan Bautista Alberdi en sus tan mentadas “Bases” con un verismo rayano
“Hemos de componer la población para el sistema de gobierno, no el sistema de gobierno para la población…
cambiar nuestras gentes incapaces para la libertad”. Y entonces ese valor, la libertad, fue divinizado hasta el
sacrificándose ante él otros no menos respetables como la Verdad y la Justicia.

La “Historia de Rozas”
Queda claro que para el liberalismo triunfante, nada, absolutamente nada de lo pontificado por sus historiad
en duda y que en su versión oficial de nuestro pasado el período 1830-1852 solo merecía ser denostado po
tiranía” y, en el mejor de los casos, recordado apelando no a testimonios auténticos sino a sectarias descripc
fueron por caso la soporífera novela “Amalia” de José Mármol o las fantasiosas “Tablas de Sangre” del crapu
Indarte. Pero pese a ese esfuerzo, elevado a la categoría de verdadera política de estado, resultaba evidente
trama que dejaba sin explicación, por ejemplo, nada menos que al Pacto Federal, el más importante de los p
constitución que lo invocaba como fuente; a los tratados de Southern y Le Prédour que con la convención Ar
resultaban fundantes de una política exterior todavía en vigencia; y, mayúscula omisión infame, la defensa ir

soberanía cuya gesta emblemática fue el combate de la Vuelta de Obligado, aquel del que Martiniano Chilave
estruendo resonó en mi corazón” motivándolo a dejar las filas unitarias por tomar conciencia de la ignominio

facción descastada había incurrido aliándose con los agresores de la Patria. En fin, ese vacío historiográfico r

que alguien, antes o después, terminaría por llenarlo y fue entonces que Saldías publicó la Historia de Rozas

Su nombre ya era conocido al cobrar notoriedad un Ensayo sobre la historia de la constitución argentina, imp
Casavalle en 1878, donde su probidad intelectual lo llevó a sostener ciertas afirmaciones inquietantes para a
Rozas fue la encarnación viva y palpitante de los sentimientos, de las ideas, de las inspiraciones de nuestras
él a la cabeza, se impusieron por primera vez…”, e incluso a formularse un planteo todavía más urticante: “Si
el gobierno las aspiraciones de la mayoría de la Provincia, si ésta se empeñó en mantenerlo en él, legalizand
medio de demostraciones de adhesión, que jamás prodigó a ningún otro gobernante ¿la Historia debe desca
de Rozas todas las acusaciones, todo el oprobio, toda la odiosidad que pueda inspirar la tiranía?”.

Es que por entonces ya había calibrado la necesidad de realizar un aporte mayor para el conocimiento del pe
reconstruyéndolo en base a testimonios veraces, porque al decir de Julio Irazusta “…antes de tener en sus m
secretos de Rozas de que él mismo habla en el Ensayo…ya disponía de todos los materiales importantes qu
Se decidió y apeló para escribirlo al “método científico” utilizado por Mitre, y el resultado fueron tres tomos a
sucesivamente en 1881, 1884 y 1887, el primero en París y los dos restantes en Buenos Aires. Disciplinado
su trabajo desechando aquellas fuentes poco confiables, como panfletos y meras tradiciones orales, para ce
de los impresos de época, accediendo a las prolijas colecciones de la “Gaceta Mercantil” editada por Nicolás
Americano” que en tres idiomas (español, inglés y francés) había dirigido el polígrafo Pedro de Angelis; pero
aporte insustituible consultó la documentación oficial atesorada por el archivo particular del mismo Rosas c
facilitó en Londres la hija del desterrado.
Repitió la indagación con la prensa unitaria y también consultó a los principales exponentes de esa facción q
vivos, sorprendiéndose al descubrirlos desde una perspectiva distinta; como le aconteció después de leer la
Nueva York Sarmiento le enviara en 1865 a Avellaneda, solicitándole copia de los tratados federales “…que lo
suprimido después con aquella habilidad con que sabemos rehacer la historia”, o conocer la lapidaria frase co
sanjuanino había despachado oportunamente a un novel Ramos Mejía: “Jovencito: no tome como oro de bue
escrito contra Rosas”. De a poco en su lúcida inteligencia fue configurándose una visión desconocida del Res
investigaba, más comprendía lo que realmente había acontecido durante los años de su gobierno y también
histórico armado después de Caseros cuyas consecuencias estaban a la vista: “…lucro ilegítimo, la mitad de l
de la otra mitad, la avaricia sórdida, la explotación vergonzosa, la mentira erigida en sistema, la virtud puesta
el pueblo – que es la nación – jamás toma la personería que le corresponde en esa cuestión de gobierno que
intereses más íntimos y vitales”, exactamente todo lo contrario al orden de cosas que había imperado en tie
“tirano”.

Una carta vil


Para entender lo que siguió a la aparición de su libro sobre Rosas no debe olvidarse que Adolfo Saldías era u
y convicción, admirador ferviente de la generación del 37 liderada por Esteban Echeverría, aquella de la “Aso
“nueva Troya”; un entusiasta del mito del “progreso” ilimitado, racional y cientificista; un masón militante, re
arengas de potenciar a las turbas que quemaron, por odio a los jesuitas, el colegio del Salvador; un porteñist
provinciano, al punto de defender a los tiros la autonomía de la Capital; en suma, como dijimos, un hombre d

Pero también que en Adolfo Saldías vivía un intelectual honesto, capaz de equiparar el oficio de historiador a
imponiéndose relatar el pasado con equidad y lejos de cualquier visión parcial o sectaria. El mismo que escri
demostrar mi odio a las tiranías” afirmaba “No se sirve a la libertad manteniendo los odios del pasado… los v
rencores” para descalificar la versión circulante acerca de la etapa federal; sosteniendo sin ambages en el pr
obra que aquella era una época “…que no ha sido estudiada todavía y de la cual no hemos tenido más idea q
propaganda” y concluyendo, por lógica consecuencia, de que caído Rosas con él se había hundido un proyect
nacional sustituido por otro, verdadera “ecuación del mercantilismo cuya incógnita era la nacionalidad que n
regenteado por una oligarquía bien abroquelada en el poder pero en donde se computaba una ausencia  noto

Convencido de haber hecho una buena labor, le pidió a Mitre su opinión crítica. Y Mitre se la dio. Su respuesta
entero porque, efectivamente, nadie traiciona su naturaleza. Utilizó al efecto la vía epistolar remitiendo su p
privado, propio de cualquier carta, que sin embargo vulneró al hacerla pública y a toda página en “La Nación”
obrar así, tan falto de ética?, la respuesta surge clara de la lectura de esa extensa misiva fechada el 15 de oc
diario citado reprodujo cuatro días después: el rechazo a que se reivindicara lo que oficialmente debía ser co
el agrio rencor de quién ve cómo un discípulo puede equiparar en excelencia al maestro.

Comenzaba Mitre por admitir lo innegable del esfuerzo realizado por Saldías reconociéndole “…la inmensa la
libro, verdaderamente extraordinaria, la metódica ordenación de las materias, la extensa exposición de los h
demás prolija, … revelando en el estilo y los corolarios un notable progreso intelectual que hace a usted hono
escritor y pensador, haciéndolo a la literatura argentina como producción intelectual de largo aliento que la e
suministrando un nuevo contingente a la Historia”; pero a continuación y sin atenuantes comenzaba la desc
“Cree usted ser imparcial, no lo es, ni equitativo siquiera”, porque al haber escrito como lo hizo propendía “a
hombre que fue un tirano” y “la condenación sin remisión de los adversarios de la tiranía en sus medios y en
hasta el instinto patriótico y desconociendo su obra aun después del éxito”, y remataba diciéndole “su corazó
del lado de los verdugos triunfantes y no de las víctimas rendidas”. Así lanzado, lo amonestaba porque reivin
Federación propiciaba un regreso a esa época “en oposición al espíritu universal que está en la atmósfera de
habitamos” y cuyos basamentos eran “la libertad, las instituciones, la moral pública, que dan su razón de se
los hombres que pasan a la historia marcando los más altos niveles en el gobierno de los pueblos libres”- en
impuesto después de Caseros – y al hacerlo así asumía una actitud cuyo correlato era “Protestar contra sus
contra la corriente del tiempo que nos envuelve y lleva a la Nación Argentina hacia los grandes destinos que
el horizonte cercano”.

Concluía, lapidario, lamentando que su discípulo no hubiera entendido que ellos, los vencedores de Rosas, er
mismo, estaban legitimados para actuar como quisieran; aconsejándole paternalmente que se rectificase, a
punto de vista falso y atrasado” porque “su punto de partida que es la emancipación del odio a la caída de Ro
pasado por una reacción impulsiva”. En suma, Saldías debía sustituir su conducta de historiador argentino am
la propia de un auténtico liberal y un liberal verdadero no calificaba a los unitarios de “traidores, y por varias

Indudablemente, la respuesta de Mitre debió haberlo afectado porque solo por un notable candor personal p
aquel ceñiría su juicio de valor a parámetros alejados de toda parcialidad e inspirados exclusivamente en jus
aporte científico y literario del trabajo; de haber obrado así el libro hubiera merecido una crítica ajustada y po
reconocimiento de su valía, pero para eso era necesario que el opinante reuniera, entre otros atributos, un e
los que don Bartolo carecía. Incluso, la furibunda respuesta de Mitre tuvo como correlato el silencio de Saldía
al tiempo de acreditar el señorío de uno exponía sin tapujos la mezquindad del otro.

Colofón
Quizás Adolfo Saldías no calibró el costo que pagaría por decir la verdad como historiador, pero seguramente
dimensión del desafío asumido cuando se decidió a escribir su libro sobre Rosas; porque registraba muy bien
inicua ley del 29 de julio de 1857 que lo declaraba “reo de lesa patria por la tiranía sangrienta que ejerció sob
haber hecho traición a la independencia de su patria”, y también cómo en esa farsa de juicio titulado “proces
Restaurador de las Leyes el fiscal Emilio Agrelo, otrora federal ‘apostólico’, había esgrimido como su principa
podemos dejar el juicio de Rosas a la historia ¿Qué dirán las generaciones venideras cuando sepan que elalm
sirvió? ¿Que el general San Martín le hizo donación de su espada? ¿Que grandes y poderosas naciones se inc

voluntad? No, señores diputados. Debemos condenar a Rosas, y condenarlo con términos tales que nadie qu
su defensa”. 

En lo concreto, después de la diatriba de Mitre una verdadera conspiración del silencio se ciñó sobre el libro,
menor comentario en ningún otro medio de la época ni ser citado como texto de consulta en investigación a
aunque parecía que nadie lo leía, pronto se agotó y el oportuno consejo de Bernardo de Irigoyen lo alentó a r
bajo el título de Historia de la Confederación Argentina que es como hoy lo conocemos. También, en rigor de
nosotros fueron extranjeros los primeros que valoraron el fenomenal aporte hecho por Saldías y así lo expus
trabajos el mejicano Carlos Pereyra (Rosas y Thiers), el brasileño Joao Pandiá Calógeras (Formaçao Histórica
uruguayo Luis Alberto de Herrera (Orígenes de la Guerra Grande).

Pero como la semilla estaba sembrada en suelo argentino, y esta tierra es más que generosa, dio finalmente
segunda década del siglo pasado nuestra Historia comenzó a ser ‘revisada’ por una verdadera legión de entu
investigadores, que tomando como ejemplo el aporte de Saldías la rescribieron sin omisiones ni mentiras, de
testimonio un legado formidable que enlaza nombres como los de Carlos Ibarguren, Ricardo Caballero, Dard
Mendilaharzu, Ricardo Font Ezcurra, Alfredo Bello, Rodolfo y Julio Irazusta, Martín V. Lascano, Evaristo Rodrí
Ezcurra Medrano y Roberto de Laferrere, por citar solo algunos.

Finalmente, el ejemplo de Adolfo Saldías y su obra cobra incluso en el presente una inusual relevancia, porqu
aprecia cómo hoy la visión sesgada de algunos intenta nuevamente prefabricar lo sucedido en el pasado rec
fuimos testigos y protagonistas, inventando una nueva ‘historia oficial’ huérfana de fundamentos y condena
evidencia de lo realmente acontecido. Circunstancia que nos hace pensar cuán poco se lo ha leído. Pero tam
de adulteración histórica expone otro signo de estos tiempos, muy parecido al de aquellos en que silenciand
poder ocultar una realidad que empezaba a exhibir las resquebrajaduras del ‘modelo’ impuesto por los triunf
que, con certero ojo crítico, el semanario “El Mosquito” sintetizó con una clásica cuarteta de tapa: “Si se alza
cuántos escarmentaría! / el país que hoy se derrumba / con un Rosas vencería”.

* Docente e historiador, procurador y abogado, autor de varios libros de Historia. Artículo publicado en la rev
N° 92, de noviembre de 2009.

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1 comment

Nicolas 27 agosto, 2019, 21:03


Sepa usted que el texto me sirve de introduccion a leer los tomos de Saldias. Muchas gracias.

Nicolas Canali

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