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DESARROLLO

A modo de introducción, antes de hacer énfasis en el análisis


propiamente dicho de la obra de Francesco Petrarca, diremos que el
estudio fue realizado en la primera parte del cancionero donde la temática
es la preparación del poeta para el encuentro con Laura.
Para el análisis de los poemas hicimos un recorte que va del soneto
XXIV al soneto XL. En este recorte de la obra encontramos 15 sonetos, 3
canciones, 2 sextinas y 1 madrigal que tienen como tópicos: el amor, la
muerte, el paso del tiempo y el hombre en contacto con la naturaleza.

CANTO XX
En el canto XX tenemos un soneto compuesta por 14 versos de arte
mayor, endecasílabos en su forma clásica. Los versos se organizan en
cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos.
Puede decirse que el primer cuarteto presenta el tema del soneto,
así, Petrarca comienza este soneto poniendo en vista la vergüenza del
amor humano que siente por Laura, y contando que desde que la vio a
ella no pudo amar a nadie más. Como sabemos la mirada de Laura es uno
de los elementos con el que Petrarca construye su mundo simbólico. La
mirada crea el mundo, lo ilumina y lo hace latente. El amante permanece
en la encrucijada de la huida y el encuentro, sabiendo que a fin de
cuantas está perdido, pues no se puede vivir ni con la mirada ni sin ella.
Sintiendo muchas veces la vergüenza
de silenciar vuestra belleza en rima,
recurro a cundo os vi por vez primera,
que logró que no amara más a otra.

En el segundo cuarteto, amplifica y/o desarrolla el tema presentado


en el primer cuarteto. Así, el poeta expresa que luego de esa mirada no
existió en él, amor y sentimiento más grande que ese, sentimiento
imposible de contener.
mas es peso que no es para mis brazos,
ni es obra que mi lima pulir pueda;
así el ingenio que su fuerza estima
se hiela por completo en el empeño.

En el primer terceto se reflexiona sobre la idea central, por eso el


poeta cuenta muchas veces quiso declarar su amor a la amada, pero sus
palabras solo lograban quedársele en el pecho, el simplemente no podía
expresar su amor, no sabía cómo hacerlo.
mil veces para hablar abrí los labios,
después quedo la voz dentro del pecho,
¿pero que son tan alto subiría?

El terceto final, el más emotivo, remata con una reflexión grave o


con un sentimiento profundo, en ambos casos, desatados por los versos
anteriores. Aquí el poeta finaliza reafirmando la idea del terceto anterior;
imposibilidad de expresar su amor.
mil veces comencé a componer versos,
mas la pluma y la mano y la cabeza
vencidas fueron al primer asalto.

CANTO XXV
El canto XXV se caracteriza por ser un soneto.
Gracias a un fortuito pie de página, sabemos que el soneto XXV y
XXVI están dirigidos a un amigo de Petrarca que, tras un largo abandono
volvió a la vida amorosa.
En este soneto podemos ver que aparece “Amor” personificado y
que por “efectos rigurosos” el alma del amigo del Poeta “de sus nudos
esta desatada”.
En el segundo cuarteto aparece “Dios”, un Dios cristiano, que vive
en el cielo y además guía las almas hacia el bien, esto se puede ver en el
primer verso, donde el Poeta dice: “al buen camino Dios la (al alma) ha
vuelto”. Ha vuelto esa alma el Amor verdadero, ha vuelto a atar los nudos
de la relación Alma-Amor.
En los dos tercetos aparece la imagen de “Homo Viator”, ya que se
describe un duro camino, con fosos y lomas, espinoso, áspero y de dura
subida que el hombre debe recorrer para llegar al “Bien verdadero”, al
verdadero “Amor”. También aparece en el último terceto la idea de
ascenso para llegar al “bien”.
Como características propias del humanismo en este soneto
podemos destacar:
- Amor, personificado.
- Dios, benigno y celestial.
- Homo viator, el hombre peregrino, que recorre un camino duro
para llegar al bien.

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CANTO XXVI
En el canto XXVI, volvemos a encontrar otro soneto.
Como dijimos anteriormente este soneto junto con el XXV, fueron
dedicados por el Poeta a un amigo que volvió al amor.
En los dos primeros cuartetos, a través de metáforas el Poeta nos
demuestra el optimismo y la alegría que siente aquel quien en amores
perdido estuvo y con Amor se vuelve a encontrar.
En el primer terceto el Poeta nos dice que a quienes alaban a
“Amor”, tejedor de dichos amorosos, hay que honrarlos, ya que sin estos
se está perdido.
Como características propias del humanismo en este soneto
podemos destacar:
- El optimismo del hombre frente a la vida.
- Amor personificado.
- Relación del hombre con Amor.

CANTO XXX
En el canto XXX podemos identificar una sextina integrada por 39
versos de arte mayor, endecasílabos, estructurados en seis estrofas de
seis versos y una contera final, de tres versos.
En el mismo, en su comienzo encontramos a Petrarca hablando de
Laura donde la compara con la nieve, por ser muy blanca, indiferente y
fría con él. Tiene una apariencia lozana, le gusta su aspecto y su voz y la
lleva siempre en la mente, a cualquier lugar que valla.
A la sombra yo vi de un laurel verde
a una joven más blanca que la nieve
por el sol no manchada en muchos años;
y su hablar, y su rostro, y sus cabellos
de modo se grabaron en mis ojos
que presentes los tengo en llano o cumbre.

En la segunda estrofa, podemos dilucidar el ineludible paso del


tiempo de la vida del poeta, que queda aguardando la espera del amor de
Laura, la cual no corresponde a sus sentimientos.
irán mis pensamientos a su cumbre
cuando no tenga hoja el laurel;

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y quieto el corazón, secos los ojos,
helarse vean el fuego, arder la nieve:
el número es menor de mis cabellos
que cuantos aguardara el día años.

En la tercera estrofa, sigue haciendo uso reiterativo del paso del


tiempo, pero dejando por sentado que seguirá amando a Laura hasta el
día en el que cierre definitivamente sus ojos, no importando el sufrimiento
físico que la indiferencia de su amada pudiera provocar.
mas porque vuela el tiempo con los años,
y llegaré a la muerte como cumbre,
teniendo negros, blancos, los cabellos,
la sombre seguiré del laurel verde
por el sol más ardiente o por la nieve,
hasta cerrar del todo un día los ojos.

En la cuarta estrofa, el poeta halaga los ojos de Laura, el amor se


produjo por la vista, la cual es la única y más bella. Le causa dolor y llanto
su mirada de desprecio, y habla de ese a amor ciego que lo conduce todo
el tiempo a los pies de la amada, a la cual caracteriza por ser tan dura
como el cristal, ya que no accede a sus ruegos.
no se vieron jamás tan bellos ojos,
ni en nuestra edad ni en los primeros años,
que me derritan como el sol la nieve;
naciendo un rio de llanto de esa cumbre
que amor conduce al pie de un laurel verde:
cristal sus ramas, y oro los cabellos.

En la quinta estrofa, Petrarca manifiesta que quisiera antes de


cambiar y ponerse senil, que tan sólo una mirada piadosa le dirigiera
Laura, la cual llegó ha convertirse en un ídolo. Y ya han pasado siete años
que no ha dejado de amarla, de suspirar por ella; tanto de noche como de
día, en el calor y en la nieve, siempre sufre.
temo cambiar el rostro y los cabellos
antes que compasión muestren los ojos
de mi ídolo esculpido en laurel verde;
que si al contar no yerro, ha siete años
que suspirando voy de cumbre en cumbre
de noche y día, entre calor y nieve.

En la sexta estrofa, Petrarca dice que se mostrará frío por fuera


aunque el ardor del fuego le queme su interior, lo cual le ha de causar un
eterno sollozo, para ver si así lleva piedad. Ha adorado tanto a Laura que

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la ha convertido en un ídolo, por lo tanto ha pecado, pues se ha olvidado
de Dios.
fuego por dentro, y por fuera nieve,
solo con mi pensar, y otros cabellos,
siempre llorando iré por toda cumbre,
para ver si piedad llevo a los ojos
de quien ha de nacer de aquí a mil años,
si tanto vivir puede el laurel verde.

En la séptima y última estrofa, Petrarca manifiesta nuevamente el


paso del tiempo y que a todos les llegará la vejez, incluso a Laura.
al verde, al oro, al sol sobre la nieve
vence el cabello próximo a los ojos
que apresuran mis años a su cumbre.

CANTO XXXII
Nuevamente identificamos un soneto.

En la primera estrofa, podemos comenzar a visar el tema del paso


del tiempo, donde el poeta dice “veo al tiempo andar veloz y leve”.

Luego, al decir “y a mi esperanza en él falsa y vacía” podemos notar


que está haciendo clara referencia a la tristeza que tiene Petrarca, el
desamor y el lamento, la tristeza que lo caracteriza.

En la segunda estrofa, habla de los efectos que el amor causa sobre


las personas, el dolor, la ausencia, el desamor. Habla de un amor
insatisfecho, que es por lo que él está pasando.

poco andaremos -digo al alma mía


de amor hablando, mientras grave lleve
el peso terrenal que, como nieve
se funde; que a la paz así nos guía:

En la tercera estrofa refiere a lo mismo que la estrofa anteriormente


analizada, agregándole algunos aspectos que se ven en el siguiente
ejemplo:

porque con él caerá aquella esperanza


que me hizo devanear tan largamente,
y la risa y el llanto, y miedo e ira.

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Aquí, notamos que hay personificación del amor, por ende al hablar
del amor utiliza otros términos. Sentimientos, actitudes humanas,
resistencia moral.

En la cuarta estrofa, notamos una vergüenza del amor humano,


desamor, por ejemplo cuando dice:

lo que es dudoso es otro quien lo alcanza


y que, a menudo, en vano se suspira.

CANTO XXXIII
Aquí, en el soneto XXXIII, en la primer estrofa, vemos que
nuevamente está presente el tema del amor, un amor personificado,
cuando dice “bella y luminosa” hace referencia a la mujer y a la belleza.
También la razón, el sentimiento, el amor perfecto después de la muerte,
tristeza, soledad. Habla también de Juno, Septentrión, que son
conocimientos de astrología, que era una característica de los hombres del
humanismo.

En la segunda estrofa, cuando dice: “al llanto los llamaba” ahí


vemos actitudes humanistas, como por ejemplo razono, lloro, tristeza,
soledad.

En la tercera estrofa, cuando menciona “Cuando a mi corazón, casi


muriendo” hace referencia a la tristeza, y a la muerte, y cuando
menciona, “mi esperanza” hace referencia a esta joven, Laura. Cuando
habla del “dolor cerrado” hace mención a los ojos.

En la cuarta estrofa trata el amor personificado nuevamente, cuando


dice: “ver estos ojos aun no te es vedado”.

CANTO XXIV
En este soneto el Poeta utiliza el Mito de Dafne y Apolo, para hacer
referencia al “amor eterno”. Además resalta la virtud de la “Esperanza”
para salir de momentos difíciles y hace una invitación a despejar las
brumas, todo aquello que no nos permite ver el verdadero Amor.

El poeta se identifica con Apolo y además a través de algunos


verbos utiliza de modo inteligente los tiempos para formar una secuencia
donde:

Le pregunta a Apolo si perdura en el deseo y si no ha puesto a su


amada en el olvido.

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Después lo invita a defender la “sagrada fronda” donde Apolo y él
fueron cogidos (se identifica con Apolo)

Luego hace referencia a hechos de un tiempo “aciago” donde gracias


a la “esperanza” Apolo pudo aguantar la amargura y salir delante de esa
situación.

Por último el Poeta le pide a Apolo que despeje de las brumas ese
aire, que quite lo que no permite la transparencia, para que así vean (el
Poeta y Apolo) a su dama sobre la hierba hacerse sombra con sus propios
brazos.

Como características del humanismo en este soneto podemos


destacar:

- La referencia grecolatina (Mito de Dafne y Apolo).


- Lucha por el verdadero Amor.

CANTO XXXV
En dicho soneto en la primer estrofa, rige el tema del movimiento
hacia adelante en el viaje de la vida, menciona la naturaleza cuando dice
“los campos más desiertos”.

“…que ante una huella humana me acobardo” habla de la vergüenza del


amor humano.

En la segunda estrofa, se refleja la tristeza, y la soledad. También se


ven comportamientos y actitudes humanas del poeta al decir por ejemplo:

“porque en el comportarme tristemente


desde fuera se ve que por dentro ardo:”

En la tercera estrofa, cuando dice:

”tanto, que creo ya que monte y río,


ribera y selva saben el talante”

Menciona la naturaleza, por ende son elementos simbólicos. También


tiene siempre presente el tema de la vergüenza, la soledad que siente el
poeta, cuando menciona por ejemplo “de mi vida, pues no hay otro
testigo”.

En la cuarta estrofa se ve el paso del tiempo, el amor y el desamor y


por último el amor personificado cuando por ejemplo menciona:

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no hallo en que amor no sea mi acompañante:
yo con él razonando, y él conmigo”

CANTO XXXVI
En el canto XXXVI, encontramos nuevamente un soneto.
En el primer cuarteto el poeta presenta el tema del soneto diciendo
que si él supiera que sin vida se va a librar de ese pensamiento amoroso
que lo aterra, ya hubiera acabado con ella con sus propias manos, pero en
el fondo él sabe que ese amor lo seguirá incluso más allá de la muerte.
Si me creyera por la muerte libre
del pensar amoroso que me aterra,
con mis manos ya hubiera sepultado
estos miembros odiosos y esa carga;

En el segundo cuarteto, desarrolla el tema presentado en el anterior


y continúa con su pesar amoroso, a tal punto de admitir y creer que da
igual estar vivo o muerto, llorar o no, ir de un lado a otro, de todas formas
él vive como puede con ese amor no correspondido.
mas como temo que sería un paso
de llanto en llanto, y de una guerra en otra,
aun del lado de acá, pues se me cierra,
a medias permanezco y paso a medias.

En el primer terceto se reflexiona sobre la idea central, por esto el


poeta reconoce que ya debería haber dejado a un lado ese amor que tanto
lo atormentaba, que tanto sufrir le provocaba. Él reconoce su exceso de
amor.
hora sería ya de haber lanzado
la cuerda sin piedad la última flecha
con la sangre de los otros recubierta;

En el terceto final, Petrarca remata con una reflexión grave y con un


sentimiento profundo donde evoca a Amor “personificado” y a la muerte
para pedirle que no se olviden de él.
y se lo pido a amor, y a la que sorda
de su color manchado me dejara,
y de llamarme junto a sí se olvida.

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ANEXO

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CANTO XX
Sintiendo muchas veces la vergüenza
de silenciar vuestra belleza en rima,
recurro a cundo os vi por vez primera,
que logró que no amara más a otra.

Mas es peso que no es para mis brazos,


ni es obra que mi lima pulir pueda;
así el ingenio que su fuerza estima
se hiela por completo en el empeño.

Mil veces para hablar abrí los labios,


después quedo la voz dentro del pecho,
¿pero que son tan alto subiría?

Mil veces comencé a componer versos,


mas la pluma y la mano y la cabeza
vencidas fueron al primer asalto.

CANTO XXV
Amor lloraba, y yo con él a veces,
del cual mis pasos nunca se alejaron,
viendo por los efectos rigurosos
vuestra alma de sus nudos desatada.

Y ya que al buen camino Dios la ha vuelto,


alzando al cielo con fervor las manos,
le doy las gracias, pues los justos ruegos
benignamente, por su gracia, escucha.

Y si volviendo a la amorosa vida,


para que al buen deseo seis la espalda,
hallasteis foso o loma en el camino,

fue por mostrar cuan espinoso es éste,


y cuan áspera y dura es la subida
que hacia el bien verdadero lleva al hombre.

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CANTO XXVI
Más alegre que yo no llegaba a tierra
una nave vencida por las olas,
cuando la gente que piedad suscita
en la orilla se postra agradecida;

ni más alegre sale de la cárcel


el que tuvo la soga en torno al cuello,
que yo, al ver desceñida aquella espada
que le dio a mi señor tan larga guerra.

Y quien alabais a Amor en versos,


al tejedor de dichos amorosos
honradle, pues perdido antes estaba;

que hay mas gloria en el reino de los cielos


por uno convertido, y más se estima,
que por noventa y nueve de los justos.

CANTO XXX
A la sombra yo vi de un laurel verde
a una joven más blanca que la nieve
por el sol no manchada en muchos años;
y su hablar, y su rostro, y sus cabellos
de modo se grabaron en mis ojos
que presentes los tengo en llano o cumbre.

Irán mis pensamientos a su cumbre


cuando no tenga hoja el laurel;
y quieto el corazón, secos los ojos,
helarse vean el fuego, arder la nieve:
el número es menor de mis cabellos
que cuantos aguardara el día años.

Mas porque vuela el tiempo con los años,


y llegaré a la muerte como cumbre,
teniendo negros, blancos, los cabellos,
la sombre seguiré del laurel verde
por el sol más ardiente o por la nieve,
hasta cerrar del todo un día los ojos.
No se vieron jamás tan bellos ojos,

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ni en nuestra edad ni en los primeros años,
que me derritan como el sol la nieve;
naciendo un rio de llanto de esa cumbre
que amor conduce al pie de un laurel verde:
cristal sus ramas, y oro los cabellos.

Temo cambiar el rostro y los cabellos


antes que compasión muestren los ojos
de mi ídolo esculpido en laurel verde;
que si al contar no yerro, ha siete años
que suspirando voy de cumbre en cumbre
de noche y día, entre calor y nieve.

Fuego por dentro, y por fuera nieve,


solo con mi pensar, y otros cabellos,
siempre llorando iré por toda cumbre,
para ver si piedad llevo a los ojos
de quien ha de nacer de aquí a mil años,
si tanto vivir puede el laurel verde.

Al verde, al oro, al sol sobre la nieve


vence el cabello próximo a los ojos
que apresuran mis años a su cumbre.

CANTO XXXII
Cuanto más me avecino al postrer día,
que a la humana miseria hace más breve,
más veo al tiempo andar veloz y leve,
y a mi esperanza en él falsa y vacía.

Poco andaremos -digo al alma mía


de amor hablando, mientras grave lleve
el peso terrenal que, como nieve
se funde; que a la paz así nos guía:

porque con él caerá aquella esperanza


que me hizo devanear tan largamente,
y la risa y el llanto, y miedo e ira;

veremos claro que frecuentemente


lo que es dudoso es otro quien lo alcanza

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y que, a menudo, en vano se suspira.

CANTO XXXIII
Ya la amorosa estrella llameaba
por Oriente, y la otra, que celosa
a Juno pone, bella y luminosa,
por Septentrión sus rayos carreteaba;

descalza aún, la viejecita hilaba,


tras atizar las brasas, hacendosa;
y a los amantes era la hora odiosa,
pues a menudo al llanto los llamaba,

cuando a mi corazón, casi muriendo,


mi esperanza llegó, no por la vía
que había el sueño y el dolor cerrado;

¡qué cambiada, ay de mí, yo la veía!


Y parecía decir: ¿Qué estás temiendo?
Ver estos ojos aún no te es vedado.»

CANTO XXXIV
Apolo, si aún vive aquel deseo
que te inflamo en las hondas de Tesalia,
y si a la amada y rubia cabellera
no has puesto con los años en olvido;

del hielo perezoso y tiempo aciago


que tanto dura cuando el rostro escondes,
defiende la sagrada fronda ahora
donde tú y después yo fuimos cogidos;

y por virtud de la esperanza aquella


que pudo sostenerte en la amargura,
despeja de las brumas este aire;

así veremos para asombro a un tiempo


a nuestra dama estar sobre la hierba
y hacerse con sus propios brazos sombra.

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CANTO XXXV
Voy midiendo -abstraído, el paso tardo-,
los campos más desiertos, lentamente;
por si he de huir, mi vista es diligente:
que ante una huella humana me acobardo.

‘No sé hallar más defensa ni resguardo


del claro darse cuenta de la gente,
porque en el comportarme tristemente
desde fuera se ve que por dentro ardo:

tanto, que creo ya que monte y río,


ribera y selva saben el talante
de mi vida, pues no hay otro testigo.

Mas camino tan áspero y bravío


no hallo en que Amor no sea mi acompañante:
yo con él razonando, y él conmigo.

CANTO XXXVI
Si me creyera por la muerte libre
del pensar amoroso que me aterra,
con mis manos ya hubiera sepultado
estos miembros odiosos y esa carga;

mas como temo que sería un paso


de llanto en llanto, y de una guerra en otra,
aun del lado de acá, pues se me cierra,
a medias permanezco y paso a medias.

Hora sería ya de haber lanzado


la cuerda sin piedad la última flecha
con la sangre de los otros recubierta;

y se lo pido a amor, y a la que sorda


de su color manchado me dejara,
y de llamarme junto a sí se olvida.

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