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Análisis del Canto III - La puerta y los Indiferentes

La puerta del Infierno y los Indiferentes

Este canto se abre con la inscripción de la puerta del Infierno. Con ella nos
introduce el autor en el ambiente de la desesperación y de dolor que caracteriza el
mundo de los condenados. Luego se describe el tormento de los indiferentes y por
último el pasaje por el río Aqueronte.

La atmósfera de este canto estará determinada por las sensaciones psicológicas del
personaje. Dirá Mornigliano: “…la del tercer canto está dada por el primer contacto
con la eterna oscuridad del infierno y la desolación que ésta produce en el alma”.

El canto comienza abruptamente. Antes de llegar a él, la única información que


teníamos estaba dada por el canto II, en una extensa conversación entre Virgilio y
Dante en la cual el primero le explica al segunda la razón por la que está allí y
adónde irán ahora, quién lo envió y con qué fin. Pero no hay mayor explicación. El
canto tres comienza con estas palabras que sólo después de leer los tres tercetos,
nos enteramos que quien está hablando no es ninguno de los personajes, sino la
puerta misma, que se encuentra personificada a través de las palabras “por mí…”.
La puerta parece hablar, advertir a todo aquel que llega a ese lugar, que no existe
esperanza, que están en el lugar tan temido en vida, que este es el reino del dolor
eterno.

Dante no sabrá dónde está, Virgilio debe explicarle, y el lector, al igual que el
personaje parece asombrarse, estremecerse con tales palabras que no tienen
ninguna explicación hasta que Virgilio la dé. Es la búsqueda del impacto. La
inscripción golpea al lector y al personaje a la vez, porque son palabras duras e
implacables, por su sobriedad y solemnidad sobrecogedora. Ese Dios amoroso,
también es justo y quien llega allí lo ha hecho por los actos de su vida y su falta de
arrepentimiento.

“per me si va nella cittá dolente,


Per me si va nell’ eterno dolore,
Per me si va tra la persuta gente”

(“Por mi se va a la ciudad doliente


Por mi se va al eterno dolor
Por mi se va a la perdida gente”)
Este terceto está formado por un triple paralelismo. No olvidemos la importancia
esotérica que tiene el número tres en la obra de Dante. La obra está escrita en
tercetos, y esta inscripción también tiene la forma de tres tercetos. Toda la obra de
Dante está estructurada con la misma precisión que tendría un edificio eclesiástico
de la época. Nada está librado al azar. Incluso el paralelismo, que es la figura
literaria en la que se repiten la misma estructura gramatical, es una figura utilizada
comúnmente en la Biblia.

La puerta es el único acceso al mundo signado por el dolor eterno, es la ciudad del
dolor, es donde habita la raza perdida, es la decir la “desgraciada”, la que ha
quedado fuera de la gracia de Dios, pero no porque Dios lo haya querido así, sino
por sus obras y por su falta de fe. Los perdidos son aquellos que han elegido darle la
espalda a Dios. En estos tres versos se muestra implícitamente la metáfora bíblica
de la vida del justo como el camino recto y la del pecador cuyo camino se pierde.

En Mateo 7:13 , Jesús dice: “Entrad por la puerta estrecha: porque ancha es la
puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran
por ella.” Esta es la referencia que inspira a la visión de esta puerta. Es ancha,
grande porque muchos entran por ella, porque es mucho más fácil perderse que
salvarse, pero además, a través de esa inscripción la puerta parece hablar, por lo
tanto se transforma en una inmensa boca que traga “víctimas”.

Este primer paralelismo, acompañado por la anáfora “per”, es un paralelismo


sintético porque cada uno de los versos va agregando algo nuevo a lo anterior. La
anáfora refuerza la idea de perdición, ya que quien entre por ella no podrá contar
con la esperanza de salir. El castigo es eterno y la esperanza en este mundo infernal
está muerta. La salvación sólo es posible en vida, y estas almas han perdido su
tiempo.

Primero “la ciudad doliente”, el lugar en el que habitan sólo es esperable el dolor.
Esto recuerda aquellos castillos amurallados de la Edad Media, en que sólo cabía el
dolor y la desesperación de la amenaza de una invasión bárbara. Esta característica
del dolor se repetirá en los otros dos versos, de una u otra forma. Una vez que el
alma llega al infierno pierde toda su libertad, sólo le resta obedecer y sufrir. El dolor
y el odio son los únicos sentimientos posibles en este mundo. El primero es porque
el pecado cometido trae como consecuencia el castigo eterno. Ellos saben que están
allí por justicia divina. El odio es hacia Dios, tal como lo tuvieron en vida al
despreciar su palabra.
La segunda característica es el “eterno dolor”. Aquí hay una nueva idea: la
eternidad de ese dolor. No existe el principio ni el fin de ese dolor. Es constante,
permanente y eterno. No se detendrá jamás, sólo habrá una excepción, cuando
Dante quiera conversar con algún alma para enterarse de la historia del personaje
que entrevistará. Ese es el único momento de descanso de estas almas y son un
instante ante la eternidad. Este momento que detiene a la eternidad por un instante
es un acto amoroso de Dios, porque le permite algo que ellos no merecen, en
primera instancia, y en segunda instancia porque le da a Dante la oportunidad de
escribir lo que ve para aleccionar a la humanidad del peligro que corre si no se
arrepiente. Dante es un privilegiado, un elegido para esta actividad, por la sola
gracia de Dios y la insistencia de Beatriz que fue quien pidió a la Virgen para que
intercediera por Dante y le diera esta oportunidad. Dante coloca a Beatriz en el
lugar más alto, en el paraíso, al lado de la Virgen, lo que nos recuerda a la “donna
angellicata” tan mentada en el Dolce Stil Novo.

El último paralelismo; “la perdida gente”, no sólo insiste en la esperanza perdida,


sino en el dolor eterno, existe la posibilidad de salvación para ellos. Es gente
rechazada por la gracia de Dios. Quien allí entre ya está perdido. La palabra gente
refiere en realidad a las almas que no han olvidado lo que eran cuando tenían
cuerpo. Esto es muy importante, porque es lo que explica el sufrimiento físico. Lo
que subsiste es el sentimiento de cuando estaban vivos, y es por esa forma de
pensar que siguen aferrados al dolor. Ellos están perdidos porque sabían que
estaban pecando, con lo cual ya estaban perdidos aún en vida, y nunca se
arrepintieron, ni siquiera un instante antes de morir, lo que los hubiera puesto en el
Purgatorio. Ellos sabiendo la diferencia entre el bien y el mal, escogen el pecado,
eso es libre albedrío. La única excepción en el Infierno es el primer círculo: el limbo.
Allí la gente que se encuentra no tiene un castigo físico, sino una eterna sensación
de que les falta algo: Dios. Esto se debe a que ellos murieron antes de conocer a
Cristo, por lo tanto no pudieron ver la redención, ni conocer a Dios. Así estarán
condenados al infierno, pero sin un castigo físico, sino más bien una eterna
melancolía que no podrán explicarse.

El segundo terceto alude a la Trinidad divina:

“Giustizia, mosse il mio alto Fattore:


Feceme la divina potestate,
La somma sapieza e’ il primo amore”
(“La justicia movió a mi alto Hacedor:
Soy la obra de la divina potestad,
La suma sabiduría y el primer amor”)

Dios es el único hacedor y se manifiesta en sus tres personas: el Padre, el Hijo y el


Espíritu Santo, aludidas en el terceto como “la divina potestad, la suma sabiduría y
el primer amor”. Estas categoría también se pueden encontrar en la Biblia, Dios
como el Hacedor, todopoderoso, que creó al mundo y al hombre y también fue
capaz de crear el Infierno. Este no fue creado para el hombre, pero por la perdición
del hombre, allí se encuentran las almas pecadoras. El infierno fue creado para el
Diablo y aquellos ángeles que se rebelaron con él, pero la intención de Dios era que
todo hombre se salvara, aunque el hombre no lo quiso así, y como Dios es Justo
también, debe cumplir con este castigo. El infierno es obra de la divina justicia, y de
la sabiduría, a la que los proverbios asocian con Cristo, aquel que clama por la
sensatez del hombre, y por el Espíritu Santo también definido como amor. En la
concepción de Dante, el amor mueve su mundo. Movió a Beatriz a salvar a Dante, y
mueve todas las cosas, Dios es amor, lo definirá una de las epístolas de Juan, así
aunque resulte difícil de entender, el Infierno es obra del amor, como lo es
permitirle a Dante descubrirlo y dejarlo plasmado en su obra para lección moral de
la humanidad.

“El autor juzga con severidad y condena fácilmente al hacer concordar siempre la
voluntad con la justicia divina de la que actúa como portavoz. El personaje en
cambio sufre y se rebela, compadece, llora, no comprende. A medida que vaya
recorriendo el mundo infernal, su espíritu irá acompasándose a la voluntad divina,
a medida que se va desarrollando en él la catarsis. Toda La Divina Comedia es el
proceso de purificación de las pasiones vivido por Dante.” Dirá Carriquiry.

El Infierno es obra del amor, porque Dios le dio al hombre la posibilidad de elegir a
través del libre albedrío. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, tiene, al
igual que Él, la posibilidad de elegir. Pero esa elección también tiene sus
consecuencias. Es precisamente el libre albedrío (la opción de elegir entre nuestra
propia voluntad o la voluntad de Dios) la ley que rige el universo. Quien pervierte
esa ley queda esclavo del mismo vicio, tanto en la vida como después de muerta. La
ley es eterna, y quien ingresa en el mundo del mal o del vicio debe perder toda
esperanza, a no ser que haga un verdadero arrepentimiento, única posibilidad de
salvación. Esta es la razón por la que se escribe este texto, para que la humanidad se
arrepienta. Quien no lo haga pasará a ser parte de “la perdida gente”, cada acto del
hombre tendrá sus consecuencias, si sigue su propia voluntad, asumirá solo esas
consecuencias, sino quien responderá será el mismo Dios. Estos son los principios
de amor del mundo cristiano.

El tercer terceto subraya la eternidad del castigo.

Dinanzi a me non fuor cose create


Se non etterno, el io etterna duro.
.Lasciate ogni speranza, voi ch’ entrare”

(Antes de mi no fue nada creado


Sino lo eterno y yo eterna permanezco
Dejad toda esperanza los que aquí entreís)

.Este mundo ha sido creado antes del hombre para castigar a los ángeles rebeldes, y
no tendrá fin. La dureza del verso resume el sentimiento que domina a todos los
condenados, la desesperación de saberse culpables, sin poder arrepentirse, y tal vez,
sin querer hacerlo aún sufriendo los castigos, y por supuesto, sin aspirar al perdón.
La atmósfera asfixiante proviene de la continua rebeldía, de la permanencia del
odio y la blasfemia contra Dios. En varios pasajes bíblicos se define a este lugar
como aquel en que se escucha el crujir de dientes, lo que puede llevarnos a pensar
en esa falta de arrepentimiento, en esa blasfemia constante, en esa elección que en
vida hicieron de darle la espalda al amor de Dios.

Dante muestra el temor por estas palabras “oscuras”, por su sentido tan severo e
implacable, que parece contradecirse con el amor de Dios. Es Virgilio quien asume
la actitud paternal de dureza y calidez a la vez. Le dice que debe perder el miedo, y
abandone su rebeldía, confiando plenamente en él. Esto va acompañado de un
gesto: toma su mano, como forma de consuelo.

Estas almas que verán no son dignas de compasión, son aquellas que han perdido el
bien del intelecto, máxima aspiración renacentista (recordemos que el
Renacimiento es un período que valora la razón y el equilibrio). La máxima
aspiración de la inteligencia humana es la visión de Dios, y estas almas han perdido
esa oportunidad, estarán condenadas a la oscuridad absoluta, al dolor, y la
condenación. La oscuridad, obviamente es símbolo de la falta de Dios.

Una vez consolado Dante personaje, el Dante narrador afirma que Virgilio lo
introdujo en “las secretas cosas”. La voluntad de Dios es inescrutable, escuchamos
decir muchas veces. Incluso en la Biblia, en el Deuteronomio 29:29 leemos: “Las
cosas secretas pertenecen á Jehová nuestro Dios: mas las reveladas son para
nosotros y para nuestros hijos por siempre, para que cumplamos todas las palabras
de esta ley”. La Divina Comedia es una revelación paulatina de las secretas cosas,
sin embargo hay aspectos de ésta que quedarán en la oscuridad. ¿Por qué un
pagano de la dimensión moral de Virgilio permanece en el Infierno, mientras un
pagano como Rifeo está en el Paraíso? Dante autor, quien determinó ese juicio,
parece jugar a Dios manteniendo en secreto tales decisiones.

Al entrar al vestíbulo, lo primero que Dante reconoce es que éste es un “cielo sin
estrellas”. Esta expresión es simbólica en toda la obra. La luz de las estrellas
representan la presencia de Dios. El paraíso será la luz de las almas formando una
rosa mística cuyo centro es Dios mismo. Las almas en el paraíso son luz, y es lo que
vemos desde la tierra. Las estrellas son esas almas. Por lo tanto decir que el cielo no
tiene estrellas es decir que allí no llega la bondad de Dios. Estas almas no pueden
verlo, ni siquiera nombrarlo. La oscuridad absoluta es característica del infierno.
Vale decir que cada vez que Dante sale de un reino, hay una referencia a las
estrellas, porque ellas son el propósito de la obra: la redención de la humanidad a
través del arrepentimiento. Es entonces necesario recordar la presencia divina en
todo.

El infierno es un mundo sin tiempo. Al no haber estrellas, tampoco hay ni día ni


noche. El tiempo está paralizado, es eterno. Pero en el Infierno, los condenados
están paralizados en un gesto, que es en el instante mismo en que sellaron su
destino. No habrá allí trascendencia, como sí lo hay en el Purgatorio, quedan fijados
en su pecado y sufriendo eternamente su condena.

Una vez constatada que el sentido de la vista está disminuido en este reino a falta de
luz, es el sentido auditivo el que adquiere mayor preponderancia. El oído crea en el
hombre, cuando este es caótico y apabullante, una sensación de impotencia y
fragilidad. La indefensión es lo que asalta a Dante quien escucha los ruidos que
provienen de todas partes y que no puede identificar, por lo tanto lo atraviesan, y lo
confunden. La vista tranquiliza, por más difícil que sea lo que veamos, el ruido
desespera, no por casualidad Dante autor utiliza el sonido para mostrar el clima del
Infierno (“resonaban suspiros, quejas y profundos gemidos”). Esto confusión se
manifiesta con el llanto del personaje. Dante irá evolucionando como personaje a
medida que recorra los reinos. En este canto llora, se desmaya. En el segundo
círculo, también se desmayará, pero ya en el noveno círculo su discurso será más
duro y despreciativo hacia los condenados. A medida que vaya acercándose a la
posibilidad de redención su alma va expiando sus culpas.
“Diverse lingue, orribili favelle,
Parole di dolore, accenti d’ira” (v.22-23)

Una enumeración de sonidos caracteriza esta entrada al vestíbulo. Esta


enumeración caótica está acompañada también por una aliteración (reiteración de
sonidos) de los sonidos “i” y “o”. La unión del sonido agudo y grave de estas letras
dan una sensación de confusión que Dante personaje sufre, y que el lector
experimenta a través de la lectura. Landoni, en su comentario de la Commedia (Ed.
Biblioteca Universal Rizzioli) afirma que Dante deja en claro que el lector no puede
limitarse a una historia, sino que será obligado a hacer una experiencia personal.
Un ejemplo de esto es la forma en que éste es colocado frente a la inscripción de la
puerta sin ninguna explicación anterior. Toda la obra está centralizada en la
experiencia personal tanto del personaje como del lector. Cada vez que Dante
pregunte a Virgilio algo que no comprende, éste lo remitirá primero a la
experiencia, a la constatación de esta experiencia: “Y él a mí: “contestado habrás de
verte/ cuando del Aqueronte en la ribera/ hayas, al par que yo, de detenerte” (v.76-
78). Así no resulta extraña la utilización de la aliteración para ponernos a nosotros
lectores dentro de este lugar, como lectores peregrinos que acompañan el viaje del
personaje guiados ambos por Virgilio.

Estas almas producían “un tumulto que va rodando siempre por aquel espacio
eternalmente oscuro, como la arena impelida por un torbellino”. Las almas del
infierno no tienen cuerpo, pero el recuerdo del dolor existe, así como el recuerdo
permanente de su pecado cuando estaban vivos. No existe el arrepentimiento, sino
más bien la blasfemia permanente a Dios, tal como la Biblia lo afirma “el llorar y el
crujir de dientes”. Estas almas sienten dolor, incluso son despedazadas, como pasa
con el tercer círculo, el de la gula, por Cerbero. Pero el mayor castigo no es el dolor
físico, sino el recuerdo de lo perdido, como sucede con Paolo y Francesca (Canto V)
cuando ambos amantes, tienen “un cuerpo” que fue tomado por el amor en vida, y
que hoy están condenados a no poder tocarse jamás, aunque permanecen juntos,
como parte del castigo.

Hay una comparación que apela tanto a lo auditivo, lo táctil y lo visual cuando se
habla del tumulto de las almas como “la arena impelida por un torbellino”. Estas
almas son muchas, tantas que asombran a Dante que no puede creer que el Infierno
sobrecoja a tantos. Por eso se las asocia a un tumulto. No están organizadas, son
muchas y no se reconocen individualmente. Esta es la primera visión que Dante
tiene al entrar al reino. Y la mantendrá en toda la obra. Cada vez que llegue a un
lugar, verá una especie de tumulto castigo, y luego se concentrará en una historia
que inmortalizará con su relato. Las palabras “eterno” y “oscuro” definen su
condición infernal, como hemos explicado anteriormente. Tanta es la cantidad de
estas almas que se las compara con la arena, algo que resulta incontable y no
identificable en su individualidad. Estas almas, de forma desordenadas están en un
constante movimiento inexplicable. El vestíbulo es un lugar de pasaje. Por allí
entran las almas que van a ser transportadas a los círculos del infierno, por eso la
visión que Dante tiene del vestíbulo es, de alguna forma, la visión de la cantidad de
almas que pueden pasar por el Infierno en un momento dado. Lo que hace que la
visión sea más terrible por su inmediatez. Si en un solo momento están esa cantidad
de almas: ¿Cuántas habrán pasado ya y cuántas pasarán aún?

Frecuentemente los cantos del Infierno tienen una estructura similar: primero se
describe el paisaje, luego el castigo, y por último algún condenado llama la atención
del protagonista que antes de dialogar con él, recurrirá a Virgilio para que le
explique quiénes son los que allí penan y cuál es su pecado. Una vez que obtiene la
respuesta, Dante mantendrá una conversación que le permitirá conocer la historia
personal del alma condenada. Esto inmortalizará al alma, ya que su historia
quedará grabada en la obra. Esto es una forma de continuar viviendo en la tierra,
una forma de no morir realmente. La fama mundana es la tercera forma de vida
según la concepción medieval, ya que la primera es la terrenal, y la segunda la del
alma. Incluso dentro de la concepción antigua, ser tema para el canto, es una forma
de trascender al tiempo. Así mismo lo dice Helena en el Canto VI de La Ilíada que
sus desgracias sólo tienen el fin de la inmortalidad a través del canto: “a quienes
Zeus nos dio mala suerte a fin de que a los venideros les sirvamos de asunto para
sus cantos.”

La estructura sufre en el canto tercero una modificación: Dante no dialogará con


nadie. Esto se explica como forma de mostrar su desprecio a estas almas.
Seleccionar a un personaje y contar su historia es un privilegio que Dante concede,
ya que las reivindica ante el mundo a pesar de la condena que pesa sobre ellas. Sin
embargo los indiferentes no merecen ser recordados, es una forma más de
castigarlos, ya que su castigo será múltiple.

Además del silencio, estas almas están condenadas a ser odiosas tanto para el Cielo
como para el Infierno, por eso quedan en el vestíbulo. No merecen mezclarse con
las almas buenas: “el Cielo los lanzó de su seno por no ser menos hermoso; pero el
profundo Infierno no quiere recibirlos por la gloria que podrían reportar los demás
culpable”. Esto que en apariencia parece ser que el Infierno no los quiere para que
no le den gloria a las otras almas, es en realidad un nuevo desprecio. Pero esto
también es parte del castigo.

¿Por qué tanto? ¿Qué significa en realidad ser indiferente? En el italiano, la palabra
que se usa es “cobarde”, lo que explica todo una visión y un comportamiento con
respecto a la vida misma. Son almas insignificantes moralmente porque “vieron sin
infamia y sin gloria” (v.36). No fueron “ni rebeldes ni fieles a Dios”(v.39).
“Expúlsalos el cielo y tampoco lo profundo del infierno los recibe” (v.41).
“Misericordia y justicia los desdeña” (v.50). “Desagradables a Dios y a sus
enemigos” (v.63). Esta insistencia se debe a que el autor, que tiene un carácter
apasionado, que supo de las amarguras y los peligros de una vida políticamente
comprometida, considera uno de los mayores pecados la Indiferencia y la Cobardía.
Dante los castiga duramente, pero los ubica en el vestíbulo como demostrando que
existe un criterio de justicia superior a él, no afectado por su subjetividad. Estas
almas no se comprometieron, no tomaron partido, vivieron para sí misma, para su
comodidad. No tuvieron la valentía de hacer el mal, ni tampoco el bien, por eso no
existen ni para Dios ni para el Diablo, ni tampoco para el mundo. Son almas que no
supieron jugarse por nada, más que por ellos mismos. Toda la humanidad actual
podría encontrarse en este vestíbulo, dado que la Indiferencia y el egoísmo es parte
de nuestra época de manera alarmante.

Elena Landoni afirma, en su comentario de este canto, que la palabra cobardía se


opone la ética del amor cortés, amor que nace en los círculos de los caballeros,
donde la valentía se lleva al extremo bajo la forma de las relaciones de vasallaje. El
caballero, por su señor y por su dama debía entregar su propia vida. Dante, influido
por el pensamiento cortesano, no es ajeno a esta idea, y la suscribe también dentro
del ideal cristiano. No olvidemos que este viaje por los reinos de ultratumba, no
sólo son para salvar a la humanidad y revelar parte de las “secretas cosas”, sino
también es motivado por el amor de Beatriz, que tampoco ha sido indiferente a la
condición de Dante. Es por ello que la idea de Cobardía e Indiferencia adquieren
para Dante una doble repulsión, por su vida personal, por su visión del mundo, por
el amor que lo acongojó, y por el que él se jugó tanto, escribiendo esta obra.

La indiferencia con que Dante y Virgilio los mira es un castigo tan desesperante
para los condenados que prefieren el castigo del infierno mismo a esta vida en la
que permanecerán anónimos (“ciegos”). (“Estos no esperan morir; y su ceguera es
tanta, que se muestran envidiosos de cualquier suerte. El mundo no conserva
ningún recuerdo suyo”).
El castigo físico de estas almas consiste, en primer lugar, en correr tras una bandera
sin insignia, sin poder detenerse jamás, y sin poder alcanzarla nunca. Las banderas,
que normalmente representan un ideal, acá no representa nada, y esto es lo que
importa del castigo. En su vida no fueron capaces de perseguir ningún ideal, como
castigo ahora deberán seguir algo que no simboliza ningún ideal, lo que hace que su
carrera eterna sea inútil. Vivir es tomar partido. Estas almas vivieron físicamente,
pero nada más.

En segundo lugar; están desnudas y por lo tanto expuestas a todo sufrimiento. En la


vida eligieron no comprometerse para no sufrir ninguna consecuencia. Prefirieron
la comodidad del no jugarse, ya que tomar decisiones implicaría sufrir. Ahora
tendrán que pagar sufriendo sin ningún motivo.

La tercera parte del castigo son los tábanos y las avispas que los persiguen
picándolos. Esto podría verse como símbolo de aquellos incentivos que se
presentaron en la vida y que ellos prefirieron ignorar.

La última parte del castigo tiene que ver con sus lágrimas y la sangre que se
desprende de sus heridas. Las dos se mezclan y parecen caer al suelo, pero ni
siquiera son merecedoras de regar la tierra. Las lágrimas y la sangre – símbolos del
dolor- forman parte del castigo que Dios le dio al hombre a la salida del Edén. El
hombre peca, y Dios condena “maldita será la tierra por amor de ti; con dolor
comerás de ella todos los días de tu vida; Espinos y cardos te producirá, y comerás
hierba del campo; En el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas á la
tierra; (Génesis, 3:17-19). De la tierra recibirá el fruto con dolor y trabajo. En este
caso, su sangre y sus lágrimas no reciben nada de la tierra, y ni siquiera volverán a
la tierra, porque han sido indiferentes a todo, han desperdiciado la vida que Dios les
ha ofrecido, y por lo tanto, a Dios mismo. Recordemos que entre estas almas
cobardes también están aquellos ángeles que cuando se produjo la rebelión contra
Dios no tomaron partido, ni por él ni por el diablo.

En la multitud reconoce algunos rostros pero no los identifica para el lector,


manteniendo el silencio que debe pesar sobre ellos. Sólo hace una mención “vi la
sombra de aquel que por cobardía hizo la gran renuncia”. Este verso resulta oscuro
al pesar sobre él el silencio de la identificación de esta alma. Algunos críticos
aventuran que puede tratarse de Poncio Pilatos, quien se negó a defender a Jesús y
decidió “lavarse las manos” cuando el pueblo pedía la cruxificción. Otros creen que
podría ser Esaú, que renunció a su progenitura a favor de Jacob, cuando este lo
engañó por un plato de comida, y sabiendo que había sido engañado, renuncia sin
problema a tal honor en el pueblo hebreo. Por último se piensa en un personaje
contemporáneo a Dante, Celestino V que abandonó el papado poco después de
haber sido asignado en el año 1294, y fue sucedido por Bonifacio VIII quien
determinó el exilio de Dante.

Se llama “contrapasso” a la simetría entre el castigo y el pecado; y en este caso se


aplica de forma casi perfecta. A la indiferencia de los condenados, corresponde la
indiferencia del cielo, el infierno y la poesía; a la pasividad corresponde el
movimiento constante; a su egoísmo corresponde el dar sangre y lágrimas para
nada.

“Las correspondencias simétricas no son más que un reflejo del hábito contraído en
el estudio de la ecolástica. El contrapasso es uno de los motivos por los cuales La
Divina Comedia se destaca entre todas las visiones medievales, uno de los temas de
más rica poesía de todo el poema. Uno de los motivos religiosos más constantes,
vinculados a esta simetría, es que en el cuerpo del pecador se lee como en un libro
abierto su pecado y la sabiduría de la justicia divina” (Momigliano Ob. Cit. Pag 24).

Trabajo realizado por la profesora Paola De Nigris

Bibliografía:
- Biblia. Revisión Reina Valera. 1909
- Carriquiry, Margarita; Torres, Alicia: “Dante”. Editorial Técnica.
- Dante, Alighieri: Commedia. (Edición comentada). Ed. Biblioteca universal
Rizzoli.
- Dante, Alighieri: Divina Comedia. Edición y notas de Ángel Crespo.
- Momigliano, Atilio: “La divina comedia Comentata da A. Momigliano”. Firenze,
C.Sansoni.
- http://servisur.com/cultural/dante/comediainf/notdci0304.htm
- http://enciclopedia.us.es/index.php/La_Divina_Comedia

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