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Imagine que está pasando un día con el primer hombre, y la primera mujer de la tierra en perfecta

relación con Dios. ‘’la pareja perfecta’’.

Al amanecer Adán y Eva se despiertan refrescados y alegres, sin tener rastros de ningún malhumor
matutino. Se besan y se abrazan y luego se marchan a trabajar en el jardín. Aunque diligentemente
se aplican a todas las tareas que Dios les dio, nunca se cansan. Parecen encontrar un gozo inmenso
en arreglar y moldear su propiedad y darles de comer y guiar a las criaturas que les rodean.
Cuando sienten hambre se detienen y comen de la abundante comida que crece a su alrededor.
Sacian su sed en arroyos cristalinos. Cuando se acerca el fin del día dejan su trabajo, se zambullen
en un lago transparente y nadan por media hora, luego se secan al aire correteándose el uno al
otro a través de los frescos bosques que no tienen ni trazas de malas hierbas, ni abrojos o plantas
venenosas. Al llegar a su morada campestre cubierta de flores, se sientan a tomar agua fresca de
coco en una concha mientras espera, con ansias el momento más importante del dio. Todavía no
viene? Pregunta Eva, mirando por el camino a través del bosque. No lo escucho todavía, contesta
Adán. Posiblemente es muy temprano.

Toman otros sorbos de agua de coco y hablan de sus planes para plantar unos árboles cerca de la
cascada que queda al oriente. Después de unos minutos, Eva vuelve a mirar hacia el bosque, sus
ojo les brillan de anticipación. Todavía no lo veo ;( dice...

Escucha! Dice Adán, Creo que oigo algo.

Los dos se quedan quietos y escuchan, y en unos cuantos minutos el sonido suave y familiar de
pisadas sobre el pasto es inconfundible. Ay, ya viene!

Eva no puede aguantar su emoción, sale corriendo por el camión mientras Adán la sigue de cerca,
como siempre la mujer apresurada (chiste del autor). Corren hacia Dios como niños hacia un padre
que regresa a casa después de un día de trabajo. Hasta que se pone el sol, la feliz pareja camina
por el jardín y conversa con su Creador mientras sus almas arden con un gozo inexplicable.

Aunque los detalles de esta escena son de ficción, es un verdadero cuadro de como Adán y Eva
deben haber amado y respondido a Dios. Ellos ansiaban su presencia con toda la anticipación de
ver a un ser querido. Dios los amaba y se deleitaba en ellos. El hombre y la mujer amaban a Dios y
el uno al otro. Los dos se habían unido al círculo de la relación de Dios y juntos experimentaban su
bondad indescriptible. Sentían el gozo de darse libremente el uno al otro con Dios. El afecto y
gratitud que ellos se ofrecían el uno al otro mostraba una relación de amor y devoción.

Este perfecto círculo de relación amorosa era la intensión fundamental de Dios para toda la
humanidad desde la creación. Su plan era que Adán y Eva y todos sus descendientes fueran muy
felices en su relación de amor con El y el uno con el otro para siempre. En el Edén todo funciono a
la perfección

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