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Las principales políticas educativas del período estuvieron orientadas al control cultural
y subjetivo así como a las políticas de censura ideológica y política y, también,
represivas que finalizaron con el secuestro, desaparición forzada y asesinato de miles
de personas.
Según la doctrina de la Seguridad Nacional, los ámbitos predilectos para la infiltración
subversiva fueron la cultura y la educación, ya que allí se posibilitaba el sostenimiento
del sistema de eslabonamientos ideológicos generacionales, obteniendo personas para
engrosar sus organizaciones. Por lo que era allí donde debían intervenir. Con respecto a
la cultura, el gobierno dictatorial, mediante la construcción del enemigo interno y sus
patrones culturales, llevó adelante un control cultural firme en el que se dictaminó lo que
se entendía por cultura (claramente en singular) para poder referenciar, de este modo, la
cultura ilegítima, falsa, inapropiada y que, por lo tanto, debía ser censurada y reprimida.
Así se trataba de determinar una "manera de ser argentino", se moldeaba una
subjetividad "propia, nuestra" que es la que se debía proteger en detrimento de "lo otro".
Este legado, esta manera correcta de ser estaba relacionada con la moral cristiana y
católica, con la prioridad de la familia, y con determinado perfil de "cuerpos" y
determinados comportamientos sexuales.
Lo que hacía esta pedagogía oficial, o también conocida como "educación
personalizada", era reorientar subjetivamente a la población. O mejor dicho, reorientar
las personas, a los hombres, porque no se hacía referencia a las subjetividades. Se
pretendía aplicar una serie de elementos filosóficos que comulgaban con determinados
valores jerárquicos (morales y religiosos) en la persona humana. Es decir, que se
buscaba normativizar, prescribir e internalizar en los hombres la idea de orden,
prudencia, moral y libertad responsable.
Concretamente, las políticas educativas de la época apuntaron al control ideológico de
los contenidos impartidos en las currículas. Se orientaba más al control antes que a la
creación y reemplazo por uno nuevo: censura, prohibición, extinción de determinados
saberes y conocimientos, entre otros.
Además, se imponía qué tipo de bibliografía leer para cada nivel (textos y manuales),
mientras lo desechado pasaba a formar parte de las listas negras de obras y autores.
En el nivel medio se eliminó la asignatura "Estudio de la Realidad Social Argentina"
(ERSA) y se la reemplazó por la "Formación Moral y Cívica". Esta materia no tenía
contenidos ni nociones de participación social ni compromiso político, ya que se
apuntaba a la formación de un ciudadano decente y obediente. De este modo, el
currículum fue reconfigurado sin saberes socialmente significativos,
descontextualizados y desligados del afuera.
En este marco, los docentes fueron entendidos como meros ejecutores de estas
medidas, no como actores centrales del acto educativo. Eran convocados para velar y
custodiar la soberanía ideológica en las aulas.
Mientras, las Universidades fueron el ámbito más golpeado y fracturado. Fueron
intervenidas, quedando bajo las órdenes del mismo Videla, suprimiendo la autonomía, el
cogobierno y todos los principios reformistas. Se pretendió desmasificarla, imponiendo
una fuerte reestructuración con exámenes de ingreso, cupos por comisión y carrera, y el
arancelamiento del ingreso. Gran parte de la planta docente fue cesanteada, obligada a
exiliarse en otros países. Se reformaron casi todos los planes de estudios, velando por
esta custodia de contenidos acordes. Se disminuyó gran parte del presupuesto
destinado a su sostenimiento.
Todo esto redundó en un profundo deterioro, en la eliminación y clausura de algunas
universidades y facultades, lo que llevó a un aumento de la matrícula de las
universidades privadas en detrimento de las universidades públicas.