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La higuera y los higos (en el Antiguo

Testamento)
En el Cantar de los cantares, los brotes de la higuera indican la llegada del verano y el
tiempo del amor (Ct 2,13):
¡Levántate, amada mía!
               Echa la higuera sus yemas
               y las viñas en ciernes exhalan su fragancia.
               ¡Levántate, amada mía,
               hermosa mía, y ven!
 
En los tiempos bíblicos era muy común que la familia tuviera una higuera en
el patio o en la huerta, por su buena sombra y por la facilidad para cultivarla.
Por ser un cultivo tan común y tan beneficioso, al igual que la vid, para los
profetas representa el ideal de la justicia social y de la paz: que cada familia
pueda reunirse y descansar bajo la parra y bajo la higuera.
Mientras vivió Salomón, Judá e Israel vivieron tranquilos, cada cual bajo su parra y
bajo su higuera. (1 Re 5,5)
No levantará la espada nación contra nación. No se entrenarán más para la guerra. Se
sentará cada cual bajo su parra  y bajo su higuera, sin que nadie lo moleste. (Miq 4,4)
Yo quitaré la culpa de este pueblo en un solo día. Y aquel día – oráculo de Yavé – se
invitarán unos a otros bajo la parra y bajo la higuera. (Zac 3,10)
El profeta Jeremías diferencia entre higos buenos y malos: Jer 24,1-10.
 
 

LOS HIGOS
Jeremías Capítulo 24  – Visión de las dos canastas de higos  por Barbara Bozak,
Comentario Bíblico Internacional, Ed. Verbo Divino
 
1 Yavé me hizo ver dos canastas de higos, puestas delante del Templo de Yavé. Esto
sucedió después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a
Jeconías, hijo de Joaquím, rey de Judá, así como también a los príncipes de Judá, a los
artesanos y a los cerrajeros, y se los llevó a Babilonia. 2 Una canasta tenía higos muy
buenos, como brevas; la otra tenía higos muy malos, tan malos que no se los podía
comer. 3 Yavé me dijo: “¿Qué ves, Jeremías?”. “Higos, respondí; los higos buenos son
muy buenos; los higos malos son muy malos, tan malos que no se los puede comer”.
4 Entonces la palabra de Yavé me llegó en estos términos: 5 Así habla Yavé, Dios de
Israel: Como a estos higos buenos, así miraré yo para su bien a los deportados de
Judá que envié de este lugar al país de los caldeos. 6 Yo pondré mis ojos sobre ellos
para su bien, y los haré volver a este país; los edificaré y no los demoleré, los plantaré
y no los arrancaré. 7 Les daré un corazón para que me conozcan a mí, pues yo soy
Yavé; ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón.
8 Pero como a esos higos malos, que de tan malos no se los puede comer –sí, así
habla Yavé– de esa misma manera, trataré a Sedecías, rey de Judá, a sus príncipes y
al resto de Jerusalén, tanto a los que han quedado en este país como a los que habitan
en el país de Egipto. 9 Yo haré de ellos un objeto de terror para todos los reinos de la
tierra, un objeto de escarnio, de sátira y de risa, y una maldición en todos los lugares
adonde los expulsaré. 10 Enviaré contra ellos la espada, el hambre y la peste, hasta
que desaparezcan por completo del suelo que les di a ellos y a sus padres.
 
Esta visión le clarifica a Jeremías el significado del exilio impuesto por Nabucodonosor
y también el de la verdad del oráculo recogido en 21,1-10. Con las palabras iniciales
(en el texto hebreo) “El Señor me mostró…” , el auditorio es invitado a contemplar con
el profeta los dos cestos de higos. Esta visión alegórica, que menciona dos veces la
calidad de los higos, deja que el auditorio tome posición. Así justifica la desconcertante
actuación de YHWH, quien, al prometer vida a quienes abandonen el país, y muerte a
quienes se queden allí bajo la dominación babilonia, trastoca completamente sus
expectativas y su cosmovisión.
Con su repetición de la pregunta “¿Qué ves?” (24,3) que recuerda las primeras
visiones de la trayectoria profética de Jeremías (1,11-16), el texto trae a la memoria lo
que había sido proclamado desde el principio, y así elimina del anuncio del exilio
cualquier sorpresa. Lo que resulta sorprendente es la promesa de Dios de restableces
la alianza y dar al pueblo un corazón nuevo (24,7), ideas que se han de desarrollar
más tarde en los oráculos de salvación de 30,1 – 31,40. Igual que los higos buenos
presagian un futuro agradable y deseable (24,4-7), los higos podridos
auguran ruina y rechazo (24,8-10). La acumulación de imágenes asegura al
profeta que la vida se convertirá en muerte para quienes se sometan a
Babilonia y para quienes permanezcan en la tierra prometida. Mientras que
los finalmente expulsados experimentarán una muerte espiritual y emocional,
serán despreciados y considerados una maldición (24,9), quienes
permanezcan serán destruidos físicamente por la naturaleza, cuando no por el
enemigo (24,10).
Aunque se ofrece esperanza, sus términos ponen en tela de juicio las ideas
tradicionales. En los profetas, sacerdotes y jefes no se puede confiar. Quienes predican
la paz provocarán destrucción debido a su falsedad, mientras que el que predica
destrucción puede (a la postre) resultar ser la fuente de esperanza.
 
 
 
 

La higuera en las palabras de Jesús


* Mc 11,12-25: La higuera seca, símbolo de la falta de fe. Símbolo también de
la ciudad que no ha reconocido el paso de Dios.
 
+ 12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. 13 Al divisar de
lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero
no había más que hojas; porque no era la época de los higos. 14 Dirigiéndose a la
higuera, le dijo: «Que nadie más coma de tus frutos». Y sus discípulos lo oyeron.
15 Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que
vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los
vendedores de palomas, 16 y prohibió que transportaran cargas por el Templo. 17 Y
les enseñaba: «¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para
todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones». 18
Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de
matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el pueblo estaba maravillado de su
enseñanza. 19 Al caer la tarde, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad.
20 A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera se había secado de
raíz. 21 Pedro, acordándose, dijo a Jesús: «Maestro, la higuera que has maldecido se
ha secado». 22 Jesús le respondió: «Tengan fe en Dios. 23 Porque yo les aseguro que
si alguien dice a esta montaña: “Retírate de ahí y arrójate al mar”, sin vacilar en su
interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. 24 Por eso les digo:
Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. 25 Y cuando
ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y
el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas».
 
 
+ “Al día siguiente Jesús vuelve a salir de Betania y protagoniza ante los Doce una
escena extraña. Jesús ve una higuera con muchas hojas, lo que hace pensar que tiene
frutos, pero cuando se acerca ve que no los tiene. Entonces Jesús se enoja y “maldice”
la higuera para que nunca más dé fruto. A primera vista podría parecer que esta
escena (lo mismo que la siguiente, la purificación del templo) es la reacción de una
persona ofuscada. Sin embargo, el texto aclara que no se trata de un exaltado, sino de
un signo profético, al estilo de los realizados por los grandes profetas de Israel. La
higuera, como la vid, era un árbol que representaba al pueblo de Dios. En Miq 7,1 el
Señor se queja de la infidelidad del pueblo que no ha dado frutos en la rebusca.
También Jeremías (8,13) dice que no hay brevas en la higuera ni uvas en la vida (cf.
Os 9,10; Jer 24; 29,17).
Al llegar el momento culminante de la salvación, Israel se encuentra vacío de frutos.
Lo mismo se dirá en la parábola de los viñadores. Luego el tema de la higuera se
orienta en otra dirección: la fe y la oración.” (Sergio Briglia, en Comentario Bíblico
Internacional)
 
* Mc 13,28-31 y paralelos: La higuera y los signos de los tiempos (Esta
imagen es pronunciada en medio del discurso escatológico)
28 Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen
flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. 29 Así
también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la
puerta. 30 Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. 31 El
cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32 En cuanto a ese día y a la
hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.
* Lc 13:6-9: el jardinero que cuida la higuera, símbolo de la paciencia de
Dios (Pronunciada en el contexto de la penitencia. Semana 3ra. de Cuaresma
ciclo C)
 
6 Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña.
Fue a buscar frutos y no los encontró. 7 Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que
vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué
malgastar la tierra?”. 8 Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo
removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. 9 Puede ser que así dé frutos en
adelante. Si no, la cortarás”».
Jn 1:48-50: Jesús conoce a Natanael que estaba debajo de la higuera
 

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