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LB - M17 - U2 - 2 Aprende A Tragar
LB - M17 - U2 - 2 Aprende A Tragar
Lammoglia, E. 1995 El Triángulo del dolor. México. Grijalbo. p.p. 123 – 1337
Coro de viejos
Coro de mujeres
¡Por las diosas! Si me irritas, suelto las riendas de mi cólera y te doy una
tunda que te obligo a pedir socorro a tus vecinos. Amigas mías,
quitémonos también los vestidos; que perciban esos carcamanes el olor
a mujer enfurecida.
Si alguno se acerca a mí, le aseguro que no habrá de comer más ajos ni
habas negras.
¡Di una sola palabra!
Estoy furiosa y te trataré como el escarabajo al nido del águila... Aunque
des siete decretos, no podrás con nosotras, ¡miserable, detestado por
tus vecinos y por todo el mundo!
Lisístrata, de Aristófanes
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~1~
El niño necesita dar expresión a sus sentimientos de enfado, pero dentro
de límites razonables. Es necesario enseñarle que estos sentimientos de
coraje son normales, pero ello no significa que pueda emprenderla a
patadas contra un perro, golpear a alguien o ponerse a romper cosas.
Entonces la niña, para lograr el perdón de sus sentimientos de enojo, elabora una serie
de comportamientos que le permita demostrar a todos, empezando por ella misma,
que en realidad es buena y digna de afecto y, sobre todo, que no es colérica.
El problema con ese tipo de actitudes defensivas ante el enojo es que se establece un
círculo vicioso. Cuanto más dócil es una niña, más ignorados son sus sentimientos y
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sus necesidades, con lo cual su enojo aumenta y ella se ve obligada a ser cada vez
más sumisa para poder defenderse de él. Este círculo vicioso es el camino que
recorren todos los niños maltratados.
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Tales atracciones, al igual que los intercambios furtivos de sentimientos ocultos,
no tienen lugar en el ámbito de lo consciente; sin embargo, el intercambio que impulsa
al misógino y a su pareja a conducirse en la forma como lo hacen cuando están juntos,
es una poderosa fuerza subyacente en su relación.
Intercambio de dependencia
Segunda:
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Intercambio de cólera
Como muchas mujeres, esta paciente tenía pocas salidas socialmente aceptables para
su enojo. Debía reprimir no sólo su resentimiento del pasado, sino también el que
sentía contra su pareja. La presión de toda aquella rabia inesperada la tenía
aterrorizada y creía que, si en alguna ocasión se permitía el más mínimo enfado,
perdería todo dominio de sí misma. Sentía que su enojo era como un pozo sin fondo y
que, si alguna vez le daba cauce, la cólera jamás terminaría de aflorar.
Enojo y sufrimiento
Lammoglia, E. 1995 El Triángulo del dolor. México. Grijalbo. p.p. 123 – 1337
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He oído a mujeres enumerar largas listas de problemas físicos y emocionales; sin
embargo, es raro que establezcan una relación entre lo mal que se sienten y su vida
de pareja.
La siguiente conversación sobre este tema ha sido tomada de uno de los programas de
radio que conduce Susan Forward:
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Esta mujer había conseguido separar su sufrimiento de la relación disfuncional con su
marido. Mientras permaneciera atenta a su depresión y a todo lo que ella "hacía mal",
evitaba tener que enfrentarse a la destructividad de su relación con él. Dicha mujer no
es un caso atípico: muchas mujeres convierten sus sentimientos coléricos en dolencias
emocionales y físicas.
Estrés y adicciones
Sea cual fuere la forma que tome la adicción, representa un intento desesperado de
supervivencia psicológica, sin embargo, una mujer que vive una relación destructiva
disminuye las probabilidades de mejorar su situación cuando agrega una adicción física
al estrés y a los conflictos que ya enfrenta, de suyo abrumadores.
Lammoglia, E. 1995 El Triángulo del dolor. México. Grijalbo. p.p. 123 – 1337
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Cuando empiezo a escuchar a un paciente que tiene una adicción física, le advierto que
aceptaré proporcionarle el tratamiento sólo si inicia algún tipo de programa
terapéutico o se incorpora a algún grupo de autoayuda con el fin de atender su
dependencia.
Una mujer puede creer que, como sufre, tiene derecho a que la cuiden y se
compadezcan de ella; lo más importante: puede considerarlo una justificación para no
emprender una acción encaminada a mejorar su vida; sin embargo, el sufrimiento no
cambia nada.
El sufrimiento de la mujer no pasa de ser una prueba más de sus "deficiencias". Si ella
tiene un colapso físico o emocional, incluso tal vez sirva para alimentar el desprecio de
él por su debilidad. A sus ojos, se pone patética y "exagera las cosas", además de ser
una inútil.
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Desquitarse sin enojarse
Hostilidad directa
El siguiente caso es el de una mujer que estaba furiosa por la forma como la trataba
su pareja, pero tenía muy pocas maneras de expresarlo:
Como cabía esperar, los comentarios hostiles de la mujer sólo servían para dar a su
misógino nuevas justificaciones para ser cruel.
La mujer, por su parte, ya sea por miedo a la venganza, por la antigua programación
familiar o por temor a separarse o perder el amor de su compañero, no disfruta de tan
esencial libertad emocional: reprime su cólera y, en última instancia, la vuelve
sobre sí misma.
Una relación en la cual uno de los miembros de la pareja puede expresar sentimientos
hostiles, pero el otro no, se basa en un grave desequilibrio de fuerzas; la mujer que se
considera impotente en una relación así no ve las cosas como son.
En contraste, una vez que aprende a evaluar con precisión dónde reside su verdadera
fuerza, la mujer está mucho mejor situada que su compañero para cambiar de
comportamiento y, por ende, de vida.
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