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Colección días felices con Franklin

FRANKLIN EN LA OSCURIDAD
Paulette Bourgeois. Brenda Clark

Franklin podía deslizarse hacia el agua desde la orilla de un río por sí solo.
Podía contar hacia adelante y hacia atrás, hasta podía subir cremalleras y
abotonar botones.

Pero a Franklin le daban miedo los lugares oscuros y pequeños, y eso era un
problema porque….

Franklin era una tortuga. Le daba miedo meterse dentro de su pequeño y


oscuro caparazón. Así que Franklin arrastraba su caparazón a todas partes.

Cada noche la mamá de Franklin alumbraba al interior del caparazón con una
linterna.
-¿Ves?- le decía-. No hay nada de qué asustarse.

Pero Franklin estaba seguro de que dentro de su pequeño y oscuro caparazón


vivían monstruos y seres espantosos.

Así que Franklin fue en busca de ayuda. Caminó hasta que se encontró con un
pato.

-Disculpa, Pato. Me dan miedo los lugares pequeños y oscuros y no puedo


meterme dentro de mi caparazón. ¿Me puedes ayudar?

-Tal vez- graznó el pato-. Verás: a mí me dan miedo las aguas profundas. A
veces, cuando nadie está mirando, me pongo flotadores. ¿Te ayudarían mis
flotadores?

-No, gracias – dijo Franklin-. No le tengo miedo al agua.

Así que Franklin caminó y caminó hasta que se encontró con un león.

-Disculpa, León. Me dan miedo los lugares pequeños y oscuros y no puedo


meterme de mi caparazón. ¿Me puedes ayudar?

-Tal vez – rugió el león-. Verás: a mí me dan miedo los ruidos estrepitosos. A
veces, cuando nadie está mirando, me pongo orejeras: ¿Te ayudarían mis
orejeras?

-No, gracias - dijo Franklin-. No le tengo miedo a los ruidos estrepitosos.

Así que Franklin caminó y camino y camino hasta que se encontró con u
pájaro.

-Disculpa, Pájaro. Me dan miedo los lugares pequeños y oscuros y no puedo


meterme de mi caparazón. ¿Me puedes ayudar?

-Tal vez-silbó el pájaro-. Verás: a mí me da miedo que de volar tan alto me dé


mareo y me caiga al suelo.

A veces, cuando nadie me está mirando, uso un paracaídas: ¿Te ayudaría mi


paracaídas?
-No, gracias - dijo Franklin-. No le tengo miedo a volar tan alto que me de
mareo.

Así que Franklin caminó y camino y camino hasta que se encontró con un oso
polar.

-Disculpa, Oso Polar. Me dan miedo los lugares pequeños y oscuros y no


puedo meterme de mi caparazón. ¿Me puedes ayudar?

-Tal vez-gruño el oso-. Verás: a mí me da miedo


congelarme en las noches heladas y frías. A
veces, cuando nadie está mirando, duermo con
ropa para la nieve: ¿Te ayudarían mi ropa para la
nieve?

-No, gracias - dijo Franklin-. No le tengo miedo a congelarme en las noches


heladas y frías.

Franklin estaba cansado y hambriento. Caminó y caminó y caminó hasta que


se encontró con su mamá.

-¡Franklin! Tuve mucho miedo de que te hubieras perdido.

-¿Tuviste miedo? No sabía que a las mamás les daba miedo –dijo Franklin.

-Bueno, ¿encontraste ayuda?

-No. Conocí un pato que le daban miedo las aguas profundas.

-Mmmmm... –dijo ella.


-Luego conocí un león al que le daban miedo los ruidos estrepitosos.

-Aaah, mmmm…-dijo ella.

-Y luego conocí un pájaro que le daba miedo caerse y a un oso polar al que le
daba miedo congelarse.

-Ya ve –dijo ella-. Todos le tenían miedo a algo.

-Mmmm –dijo Franklin.

Ya estaba anocheciendo. Franklin estaba muy cansado y hambriento.


Caminaron y caminaron hasta llegar a casa.

La mamá de Franklin le dio una cena fría y un cariñoso abrazo. Luego lo


mandó a la cama.

-Buenas noches, mi pequeño –dijo ella.


Franklin sabía lo que tenía que hacer. Se metió en su pequeño y oscuro
caparazón. Estaba seguro de haber visto monstruos y seres espantosos. Pero
fue valiente y dijo “buenas noches”

Y luego, cuando nadie estaba mirando, la tortuga Franklin encendió su


lamparita de noche.

Fin

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