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R. Horacio Etchegoyen Los fundamentos de la técnica psicoanalitica Indice general Introduccién y reconocimientos Primera parte. Intr las problemas de la técnica 1. La técnica psicoanalitica 2. Indleaciones y contraindicaciones segun el diagndstico y Segunda parte, De la trasferencia y la contrutrasferencia 7. Historia y concepto de Ia trasferencia 8, Dindmica de la trasferencia 9. Trasferencia y repeticién 14. Perversion de trasferencia 15. Trasferencia temprana: 1. Fase preedipica o Edipo temprano 16, Trasferencia temprana: 2. Desarrollo emocional primitive 17, Sobre la espontaneidad del fendmeno trasferencial 18, La alianza terapéutica: de Wiesbaden a Ginebra 19. Ca relacién analit 20. Alianza terapéut 21. Contratrasferencia: ¥ redescubrimiento 2, Contratrasferencia y relacién de objeto 23. Contratrasferencia y proceso psicoanalitico wersia y polémica Tercera parte. De la interpretaciin ¥ 0 24. Materiales e instrumentos de la psicoterapia 25. El concepto de interpretecién 26, La imterpretacién en psicoandlisis 27. Construcciones 28. Construcciones de! desarrollo temprano 29. Metapsicologia de ta interpretacién strumentos 30, La interpretacion y e 31. La teoria de Ia interp 47, Clinica de la terminacién 48, Técnica de la terminacién ds Referencias bibliogrificas Introduccién y reconocimientos No ¢s facil escribir un libro y menos, puedo asegurarlo, un libro de diez, pero nunca Ileg6 a e terpretacin de tos suetos habla largamente de técnica, lo mismo que las obras de Anna Freud y Melanie Klein sobre el psicoandlisis de nifos, pe- Anilisis del cardcter y El yo y los mecanismos de defensa, a pesar influyerondecidiamene en ia praxis del psicoaniisis, Er solitario volumen de Smith Ely Jeliffe, The technique of psycho- analysis, publicado en 1914, y que tradujo de la ue edicién inglesa of Psycho-Analysis, de 1927 y 1928 y en seguida en forma de . Antes, en verdad, en 1922, David Forsyth habia publicado The Jes inquietudes de su época. snninger con su Theory of pscho- analytic technique ido Cesarman tradujo al castellano, donde se estudia con lucidez el proceso analitico on las coordenadss del ‘oanalistas argentinos contribuyeron a lo largo de los aos ‘con articulos importantes de técnica, pero s6lo con un libro, los Estudios sobre técnica psicoanalitica de Heinrich Racker, que se publicd en ce The tcnigeon prac of psycho-analysis (1967), donde con su re- jn aborda un grupo de temas funda- istencia y el proceso analitico en un Mientras Greenson presentaba su texto como vacero autorizado de la ‘ego-psychology, aparecia en Londres The psychoanalytic process (1967), ‘donde Donald Melizer recoge en forma original y rigaros@ el pensaimien- to de Melanie Klein y su escuela. Si bien esta pequea obra macs tno abarca todos los problemas de ta técnica, nos presenta esclareci- tmientos importantes con relecién al desarrollo del proceso analitico entendido en el marco dela teorfa de las posiciones y de la identificacion proyectiva. R fe este original pensador lleva flexi6n sobre el concepto de yo. En las antipo- Ecole freudienimpugna Ia concepecin del yo 10} pero la técnica del psicoandlisis para ne ‘watan la gran eas ‘to con un gran acopio bibliografico, donde todas las escuelas psicoanali- no falta por cierto en este manual la opinién perso- ‘acado discipulo de Anna Freud, tebrico vigoroso y anudando y precisando las ideas, mé fuman o se confunden. E conoc {quella por deseracia me sobra y este todavia no me falta, lo uso parale- cer mas y disminuir mis falencias. Me gusta a veces decir que soy un kleiniano fandtico para que n0 me confundan; pero la verdad es que Klein no necesita ya que nadie Ia defienda, como tampoco lo necesita i einte puedo necesidad de tomar partido. is a ‘Como la mayoria de los autores, pienso que la uniém dela teor'ay la senti atraido por los problemas de técnica. Cuando a alguien le gusta una tarea se interesa por la forma de hacerla. Tuve la fortuna de realizar mi idctico con Racker, que en esos altos estaba gestando la ‘eoria icé después con Meltzer, cuando que estas propicias circuastan- , to mismo que las horas de En 1970 empecé a dictar Teoria de ta téenica, para los candidatos de ‘cuarto ato de la Asociacién Psicoanalitica Argentina, y segui después Ja mismia tarea en la Asociaci6n Psicoanalitica de Buenos Aires. Tuve sefanza y, con el correr del tiempo, con ellos, y de ellos, fui aprendiendo a descubrir los problemas y a enfrentar las difcultades. Bl Instituto de Formacién Psicoanalitica de mi Asociacion comprendi6 este esfuerz0 y asign6 un espacio mayor a la asignature, que ahora ocupa un seminario ‘en los dos uiltimos afios. El estimulo generoso de alumnos y discipulos, amigos y colegas, me fue haciendo pensar bro que resu- miera esa experiencia y pudiera servir al analista para reflexionar sobre Jos problemas apasionantes y complejos que forman la columné ver- tebral de nuestra disciplina. ‘Con el paso de los afios mi ensenanza se fue despojando de todo afan de catequesis, en la medida que fui capaz de dstinguir entre Ia ciencia y Sieste libro llega a tener algin mérito seré en cuanto ayude al analista a ‘encontrar su propio camino, a ser coherente consigo mismo aunque no piense como yo. He cambiado mas de una vez mi forma de pensar y no desearto que mis analizados, de los que siempre aprendo, me lleven toda- via a hacerlo mas de una vez en el futuro, Sélo aspiro a que este librosirva ‘a mis colegas para encontrar en sf mismos el analista que realments son. Decidida ya la tarea, pens¢ cuidadosamente si no seria en realidad ‘mAs conveniente buscar colaboradores y componer con ellos un traiado. Amigos para ello no me faltan y de esa forma podria alcanzarse una es- 4 pecializacion més ‘embargo, con la presencia permanente de Elida, mi Buenos Aires, 2 de febrero 1985. ia uae peofendided 8p pag tape wer en este momento y les debo mucho, Nada puede compas Primera parte. Introduccién a los problemas de la técnica -_ 1. La técnica psicoanalitica 1. Delimitacién del concepto de psicoterapia sarrollan dos grandes escuelas sobr ‘con Ligbeault y Bernheim y en la Salpetriére 7 Por lo que acabo de decir, historia, he ubi- cado el nacimiento de la psicoterapia a partir del hipnotismo del siglo xix. Esta afirmacién puede deste luego discutirse, pero ya veremos que también apoyos importantes. Se afirma con frecuencia y con razbn la psicoterapia es un viejo arte y una ciencia nuevas y es esta, la nueva de la psicoterapia, la que yo ubico en la segunda mitad El arte de la psicotera isimos desde Hipdcrat frente a un hecho desgajado del proceso hist ubiear a Paracelso entre los precursores y no Psicoterapia cientifica. Con el mismo razonamiento de Fromm-Reichmann podriamos asignar a Paternidad. ‘Tiemen que pasar todavia cerca de tres siglos dores los continden otros hombres que, ell jeden ubicarse en los albores de la psicoterapia. Son los grandes psiquiatras que nacen con y de Ja Revolucién Francesa. El mayor de ellos es Pinel y a su lado, aunque én otra categoria, vamos a ubicar a Messmer: son precursores, aunque no todavia psicoterapeutas. -e un enfoque humano, digno rato con el enfermo, Mas ade- lante, su brillante discipulo Esquirol (1772-1840) crea un tratamiento te L er ‘gular y sistemfitico en que confluyen diversos factores ambientales y pst- uicos, que se conoce desde entonces como tratamiento moral, bia recibido de Braid, un par como instrumento d para mostrar «la influencia, ‘mo; y¢s tala importancia de ajos quela ya citada obra de Zilbo- org y Henry no vacila en ubicar en Nancy el comienzo de la psicoterapia. ‘Aceptaremos con un reparo esta afirmacién. El tratamiento hipnéti- co que inaugura Ligbeault es personal y directo, se dirige al enfermo; pero le falta todavia algo para ser psicoterapia: el enfermo recbe la influencia curativa del médico en actitud totalmente pasiva. Desde este unto de vista més exigente, el tratamiento de Liébeault es, pues, pers0- nal, pero no interpersonal. Poco después, en los trabajos de Janet en Paris y de Breuer y Freud cn Viena, donde a relacin interpersonal es patente, resuena ya I pri- ‘era melodia de a psicoterapia. Como veremos en seguida, es ménto de ‘Sigmund Freud (1856-1939) llevar a la psicoterapia al nivel cientifico, con Ia introduccién del psicoandlisis. Desde aquel momento, sera psico- terapia un tratamiento dirigido a la psiquis, en un marco de relacion in- temersonal, y con respaldo en una teora cientifiea de a personalidad. Repitamos los rasgos caractersticos que destacan la psicoterapia por su devenir histérico. Por su método, la psicoterapia se dirige ala psiquis todo proceso de comunicacién que no tenga ese propésito (enseflanza, adoctrinamiento, catequesis) nunca ser psicoterapia, 20 Mientras Uegan al maximo desarrollo los métodos cientificos de la encontré practicando una forma radicalmente distinta de psicoterapia.! 2. El método catértico y los comienzos del psicoanilisis con articulos de diversos autores. En 1905 se pul esta enciclopedia.? Ahora que sabemos tamente el psico- método catartico y a este de todos los otros procedimientos petriéte se recortan tres etapas en primera se utiliza la sugestion, y de rivados, para inducir una conducta sana en el paciem emta téenica y utiliza el hipnotismo, no para que el ‘lets, Buenos Aires: Amorvort eitores, 24 vols, 1978-5, 2, Tease). Strachey, wlntroduocibs, en AB, 1, pag. 69.75 a fe et a la célebre enferma de sin hipnosis, y con quien establece u (0 aprende. ‘La historia clinica de de Breuer y el psicoandlisis propiamente dicho, que consistia en estimular ¥y presionar al enfermo para el recuerdo. las ates pistcas que operan per va tura cubre de colores la tela vacia, y otros métodos que agregan algo para modificar la imagen de la persona- lidad; en cambio el psicoandlisis, como la escultura, saca lo que esta de ‘ms para que surja la estatua que dormia en el mérmol. Esta es It rencia sustancial entre los métodos anteriores y posteriores a Freud. que también actiian per via di sonalidad de lo que ‘e est ta discutir en este momento. Lo que psicoterapias de inspiracién sugestiva, que son represivas y actilan per via di porre. Surge de la discusién precedente que hay una relacién muy grande siempre hay una técnica que configura una teoria, y una teoria que fun- 3. Las teorias del método catartico Lo que introduce Breuer, pues, es una modificacién técnica que lleva a nuevas teorias de la enfermedad y de la curacién. Estas teorias no s6lo sino que, en la medida en que se refutan ional, que apoya en la teoria de la dege- este modo, si para que una psicoterapia sintesis de los fenémenos de conciencia, y adscribe esa disociacién a la doctrina de la degeneracion mental de Morel, es decir a una causa biol6- fica, orgénica, la explicacién de Janet no abre camino a ningun procedi- iento psicol6gico cientifico sino, a lo sumo, a una psicoterapia inspira- por lo demas a la larga actuaré per via di porre), nunca a una sicoterapia coherente con su teoria, y por tanto etiologica. Lateoria de Breuer y sobre todo la de Freud, en cambio, son psicolb- segregado de la conciencia. El 26n neurofisiologica (la fati 1eda en estado refractario) Psicolbgico. De acuerdo con esta teoria, que oscila entre la pl biologia, 1o que se logra con el método catartico es retrotraer al individuo al punto en que se habia producido la disociacién de la conciencia (por el estado hipnoide) para que el acontecimiento ingrese al curso normal y, consiguientemente, pueda ser «desgastado» e integrado ala con- fa det trauma, era ya puramente psi lefinitiva los hechos empiricos apoyaron. Fi fendia el origen trauméi varon a modificar la técni Segin a teoria traumética, lo que hacia la hipnosis era armpliar elcam- po de la conciencia para que el hecho segregado volviera a incorporérsele; ‘Pero esto podria lograrse también por otros métodos, con otra técnica, 4. La nueva técnica de Freud: el psicoandlisis Freud siempre se deciaré mal hipnot tal ver porque ese méto- do no satisfacia su curjosidad cientifica; y fue as{ como se decidié a zban- de la sugestion poshipndtica’ y, sobre lugar de hipnotizar a sus pacientes empe- al recuerdgf. Asi operé Freud con Miss ‘ent con nuevos hechos que habrian de modificar otra asociativa/le confirma a Freud que las cosas se olvidan ae ica/ Ese proceso, ese olvido, se tal y en un todo de acuerdo con las nuevas hipétesi proponian recuperar un recuerdo, ni el método ca asociativa necesitaban de la interpretacién; ahora es distinto, ahora hay ‘+ aFragmento de andlss de un caso de histerian, AE, 7, pgs. 98y sis. q ie nueva teoria empie: sejos al médico» smediata repercusién sobre la técnica de la teoria de la trasferen cia es una reformulacién de la relacién analitica, que queda definida en 05 y rigurosos. El encuadre, ya lo veremos, no es mi a de lo que Freud habia comprendido en elacién del analista y su analizado, Para que reni pueda analizarse, decia Freud en liste debe ocupar el lugar de un espeo que sblo reflel lo qu le S de ser estos consejos, del todo innecesarios en el método catértico 9 en el pprimitivo psicoandlisis de la coercién asociativa. Vemos aqui pues, ‘nuevamente, esta singular interaccion entre teoria y técnica que sefiala- ‘mos como especifica dk Hemos tratado con ci ilustra muy claramente la emt conchamtadtntmerenca, Se :iour jidad y de su espontancidad (aunque esto se discuta), se le impone un La modificacién del encuadre que se hace més riguroso en virtud de la teoria de la trasferencia permite a su vez una precisién mayor para apreciar el fenémeno, en cuanto un encuadre mds estricto y estable evita contaminarlo y lo hace més nitido, més trasparente. fue lento y sigui6 después de Freud. Basta relcer la analizado en 1941, para ver a Melanie Klein depu- fe todos nosotros, cuando llega con un paquete pa- ra sunieto y se da cuenta de que su paciente responde con envidia, celos y sentimientos de persecucién (sesion 76). Comprende que ha cometido un ertor, que eso no se debe hacer (M. Klein, 1961). Sélo un largo proceso de interaccién entre la practica y I levé a que el encuadre se hi- 7 Veise,respecto de est, e trabajo de David Rosenfeld presentado al Congreso de ‘Nueva York, de 1979, y publcado ene ntenetional Journal of Peycho-Anabyas de 1980, ciera cada vez més estricto y, consiguientemente, mAs idéneo y confiable. ‘Nos hemos detenido en la intera to nos permite comprender la impor ambos campos y afirmar que una buena formacién psicoanalitica debe respetar esta valiosa cualidad de nuestra disciplina, en la que se integran armoniosamente la especulacion y la praxis. 5. Teoria, técnica y ética isciplina, el método de investigacién coincide con ‘miento curativo, porque a medida que uno se conoce a si mismo puede dad se modifican y la personalidad se enriquece, se amplia y se reorgani- za, Esta curiosa circunstancia unifica en una sola actitud la cura y la in- vestigacién, como lo expuso hicidamente Hanna Segal (1962) en el «Sim- posio de factores curativos» del Congreso de Edimburgo. También Ble- ger abordé este punto al hablar de la entrevis Asi como hay una correlacion estricta de que la ética es una parte de la técnica 0, de otra forma, que lo que da coherencia y sentido a las normas técnicas del psicoanlisis es su raiz éti- ca. La ética se integra en la teoria cientifica del psicoandlisis no como una simple aspiracién moral sino como una necesidad de su praxis. Las fallas de ética del psicoa revierten ineludiblemente en fa= ios basicos, especial configuran el encuadre, se sustentan en la concepcién idm de igualdad, respeto y bisqueda de la verdad, la teoria y la praais, lamentable siempre, en psicoans ht etpcicler face ta nas tcnga olla dbicacosy dobleces 0 disociaciones, pero si que pueda aceptarlas en su fuero interno ‘por consideracién al método, a la verdad y al enfermo. Es que el analista tiene como instrumento de trabajo su propio inconciente, su propia per- sonalidad; y de abi que la relaci6n de la técnica con la ética se haga tan apremiante ¢ indisoluble. . -§6«=C Uno de los principios que nos propuso Freud, y que es ala vez téeni £0, teérico y ética, es que no debemos ceder al furor curandis: y hoy sa~ ‘Demos sin lugar a dudes que el furor curandis es un problema de ccontratrasferencia. Este principio, sin embargo, no viene « modifi que acabo de decir, porque no hay que perder de vista que Freud ni viene del furor curandis, diferente del deseo de curar en cuanto sig! ‘cumplir con nuestra tarea. El tema del furor curandis nos vuelve al dela étiea, porque I i6n de Freud no es més que una aplicacién de un principio a, 1o que el analizado dice son s6lo asociaciones, cumplen tal; y 1o que asocia s6to puede ser considerado como pertinente a su caso, ‘Lo que acabamos de decir abarca cl problema del secreto profesional rial, en realidad este nunca le informa nada; nada que haya dicho 2! pa- ciente puede el analis hha dado su material decir que ha sido dicho, porque el analizade sélo material es, por definicién, Io que nos informa atencién flotante se proyeccién del anali considerado un problema proyectiva, si seguimos a Grinberg (1963, etc.) ' sobre la propuesta de Bion (1967) de que e anata teebaje xin memoria y sin deseo, algo tendremos que decir més adelante, lo mirmo que de edoseo del noaliti> de ‘Lacan (1988), 28 Lo que acabo de exponer no ¢s s61o un principio téenico y ético sino también una saludable medida de higiene mental, de proteccién para el cuchar siempre con una benevolente duda to es rigurosamente logic: levy sedan o se reciben sin perder de vista el movimento general del ‘ces0. Pero queda en pie la norma basica de que ninguna intervencién del analista es vilida si viola la regla de abstinencia. ° Por ejemplo, que el anaizado nos informe que el ascensor no funciona. s _ 2. Indicaciones y contraindicaciones _ segiin el diagnéstico y otras particularidades Las indicaciones terapéuticas del psicoandlisis son un tema que vale la pena discutir, no solamente por su importancia practica, sino porque a poco que se lo estudia revela un trasfondo tedrico de verdadera com- plejidad.. 1. Las opiniones de Freud Indicaciones y contraindicaciones fueron fijadas licidamente por Freud en la ya mencionada conferencia en el Colegio Médico de Viena, el 12de diciembre de 1904. Empicza alli Freud por presentar la psicoterapia ‘como un procedimiento médico-cientifico y luego delimita sus dos moda- Uidades fundamentales, expresiva y represiva, tomando el bello modelo de Leonardo de las artes plisticas. Enel curso de su conferencia Freud hace hincapié en las contraindica ‘ciones del psicoanalisis, para reivindicar finalmente su campo espedifico, En esta conferencia, y también en el trabajo que escribié poco antes, por encargo de Lowenfeld, Freud afirmé, y es un pensamiento muy ori Al considerar el individuo, Freud dice con franqueza (y también con clerta ingenuidad) que debe rechazarse a los enfermos que no posean cierto grado de cultura y un carécter en alguna medida confiablen (AE, lea ya habia sido expuesta, como acabamos de ver, en ro de Lowenfeld, donde dice que el paciente debe po- ico normal, un grado suficiente de inteligencia y un cierto nivel ético, porque si noel médico pierde pronto eb interés y ve- +4 que no se justifiea su esfuerzo. Este punto de vista, sin embargo, seria revisable desde la teoria del contratrasferenci,poraue sel ans se lo podria refutar hasta con argumentos ‘yeoes afirmé que nadie sabe las potenci individuo enfermo. Desde otra vertiente, sin embargo, el valor (social) del individuo ‘0 con la comunidad y que, por ‘mental dela poblacién. La ropio analista, en cambio, es siempre riesgosa, ya que la un factor de contratrasferencia, que en casos extre- de la enfermedad, Freud consi y que las personas préximas a | plasticidad; por otra parte, ‘magnitud que cl andlisis se prolongaria indefinidamente. Freud ya habia hecho estas mismas observaciones en «La sexu las neurosis» (1898a), donde afirma que el andlisis no es a s ancianos (AE, 3, pag. 274). factores se contemplan hoy con animo mas optimista. No hay duda que los afios nos hacen menos plésticos; pero también puede un joven ser rigidd, ya que esto depende en gran medid: te al andlisis, pero seftalan enfaticamente que la indicacién siempre de- pende del caso parti de material, ya que el propio . ¥ mientras espé fsa demostracién podemos seguir pensando que el mejor analisia es el {que mejor salva les asechanzas continuas eimprevsibles del proceso ana- baluartes. ricos diferentes, Gitelson es también un Partiendo de su decidide partidario de la importancia de la pareja analitica, come puede verse en su recordado trabajo de 1952. Este ensayo es, ante todo, un 32 «estudio dela contratrasferencia, con muchas reflexiones sobre la concor- ddancia entre analista y paciente, sobre todo al comienzo del anslisis, Si- guiendo, como Rappaport (1956), la inspiracién de Blitzsten, Gitelson se para el proceso analitico, la apari- rime sueo del analiza, y una de las pues, el concepto de pareja anali- tica se sustenta en una, See aee eee vVienen todavia mds a la idea de holding de senta claramente como una condicién otras razones para descreer de la pareja. Bn realidad, 5 muy compleja y, a la cortao ala larga, el analizado a el talon de Aquiles del analisa, Este finalmente, va obsesivos, porque justamente is pacientes seran histéricos se- que reprimieron la neurosis obsesiva DBiesente en cada uno de Inerce eos rang, creo Me dijo entonces que él trataba de no tomar pacientes con tendencias suicidas, porque su hermano mayor se habia suicidado cuando él era adolescente. Cuando empect mi practica temia al amor de trasferencia, y todas las pacientes se enamoraban de mi. La experiencia tiende a mostrar que los pacientes que fracasan con un analista vuelven a plantear os mismos problemas con otro; y depende de la habilidad del nuevo analista que el problema se resuelva 0 no. Algunas aszera qoucel pies oo eStats ean 7. Pareja analitica y predilecciones orfa de la pareja analitica. Hace tiempo vino a verme una colega joven que me dijo que querfa hacer conmigo su andlisis diddctico. Entre las razones que expuso fue la de que soy vasco, como ella. Me pare:ié una. raz6n atendible y simpética, y en realidad lamenté no tener hora para complacerla. No creo, sin embargo, que por esa razén hubiéramos for- del la teorfa que estamos discutiendo se basa en buscar un analista que sc adecue a la personalidad del paciente. s4 Hemos discutido esto tedricamente; pero todavia hay que agi Me inclino a pensar que muchas de estas seleccior es endebles y poco cientificas, y a veces hasta demas ia fantasia inconciente que ‘que el andlisis es una ex- de convencional. Un colega tiene el paciente para eso ¢s algo que depen- iu para otro, iy por Jo tanto me hizo equivocar dos veces y no unat ‘Cuando uno toma wn paciente debe pensar que toma muchos pacien- . ¥ que este «muchos pacientes» qu ciente en realidad nos exi- /A que seamos todos los analistas po: iver, la mayor ob- én que yo hago a la idea de la par ” En resumen, no s6lo hemos estudiado la idea de ta parej analista que, a modo de las en cuenta. Esto no es ya, sin embargo, alzo que tenga qi 0 analitico, sino con la situacién conven- 56 4, La entrevista psicoanalitica: estructura y objetivos Hemos seguido hasta este momento, creo, un curso natural en el de- sarrollo de nuestros temas: empezamos por definir el psicoanslisis, nos ‘toca estudiar el instra- iparemos de la entrevista psicoanatltica, hhace antes de emprender un tratamiento la persona que consulta debe 9. 1p que depende de lo que ya estu- publicado en 1964 por el Departamento de Psicologia dela fla Universidad de Buenos Aires, de donde Blge fue eri pscolagie, publicado mpfr exposiin, nos eferins al entrevista ms simple, la que tiene sn bareraasy am oneitade a deste! Que a mere puede at Ch fx dos pote. . ——- estrecha, Por esto muchos autores, siguiendo a Harry Stack Sullivan, ico. Por esto, Bleger seit satuando que el objetivo es hacer un valuar Ia psiquis (0 personalidad) del tica la que ti un tratamiento psicoanalit palconnalicacuanco sla leva a abo con loe meiodos del psicoanlssy (si queremos ponernos mas formales) cuando la realiza un psicoanalista. Dresentes y, aunque no se los ex Srayitan, cuando no deciden, el curso de Sullivan promunsi en 1944 y 1945, con algunos agregados de sus cates de 1946, 1987, 58 calmente distintos de los de la psicoterapia, un punto en que muchos Tegitimo Jo que contribuya a con- sumar esos fines. Una norma ta, que en buena medida condiciona ado la libre expresion de sus proce- mn un encuadre formal de preguntas y un objeti- rmacién. 1.a entrevista, en cambio, pretende ‘no cémo dice que funciona. L viata psicol6gica, pero no sélo para sefialar algunas de las reglas pricticas , al que posibilitan su empleo eficaz y correcto, sino también para desarrollar en cierta medida cl estudio psicolégico de la entrevista 3. El campo de la entrevista La entrevista configura un campo, lo que para Bleger significa que «entre los participantes se do lo que en ella acontecen ger— consiste en procurar que las variables que dependen det jtivos o metas) de donde se desarrlla la interaccién que conduce Para Bleger, «campo» tiene un sentido presiso, cipante yo entiendo aquel que mantiene una actitud que lo resonoze en el ‘campo como un interlocutor que no propone temas ni hace sugerencias y frente al cual el entrevistado debe reaccionar sin que see dé otro estimulo que el de la presencia, ni otra intencién que la de llevar adelante la tarea, En resumen, el entrevistador participa y condiciona el fenémeno que observa y, como dice Bleger con su precisién caracteristica, «la méxima objetividad que podemos lograr solo se alcanza cuando sujeto observador como una de las variables del campo ( Esta actitud ¢s la més conveniente para alcanzar los fi Ja que mejor nos per que lo que nuestra pos preguntando demasiad nifiesta simpatia, dando opiniones o hablando de nosotros mismos, va- “ts adeanteveremor como estas ideas pueden aplicarse l tratamiento psoralen 0 ‘mos a desvirtuar el sentido de la entrevista, convirtiéndola en un didlogo formal, cuando no en una chabacana conversacién. Puede resultar, en- tonces, que al tratar de consolidar con estos métodos la relacién. pa- ‘guemos un precio muy alto, mis-alto de! que pensébamos. A los analistas que el sujeto pudiera hablar, Sullivan insistié muchfsimo en Ja entrevista, tanto a partir del entrevistado cuanto del entrevistador. La angustia del entrevistado nos informa desde luego de primera mano 3 PeTO @ veces 5 necesario, como diria Meltzer ansiedad cuando ha alcanzado un punto critico. Du- procesos de angustia que sedan en vvos de la consulta, para romper el hielo. 4. Encuadre de la entrevista ‘cuando algunas variables se fijan (arbitrariamente) como constantes. A partir de este momento y de esa decision se configura el campo y se hace posible la tarea, Hemos dicho en el parégrafo anterior que en la entrevista estan por Igual comprometidos entrevistado y entrevistador y ahora tenemos que estudiar las normas que regulan el funcionamiento de ambos. Debemos sefialar en qué forma debe conducirse el entrevistador, que ya sabemos que participa en Ia entrevista, para estudiar objetivamente a su entrevis~ tado. La idea de objetividad inspira a la psicologia no menos que a las : _ ciencias flsicas o naturales, pero desde sus propias pautas. EI «instru mento» del psicoanalista es su mente, de modo que en la entrevista no- estigar en qué forma se conduce el entrevistado frente perder de vista que nosotros mismos somos e seme- jante con el cual esta persona se tiene que relacionar, Elencuadre dela entrevista supone fijar como constantes las variables de tiempo y lugar, estipulando ciertas normas que delimitan los papeles de entrevistado y entrevistador con arreglo a la tarea que se va a realizar, El analizado debe saber que la entrevista tiene la finalidad de responder a una consulta suya sobre su salud mental y sus problemas, para ver si necesita un tratamiento especial y cul deberta ser ese posible tratamiento. Esto de- fine una diferencia en la actitud de ambos participantes, ya que ‘que mostrar ablertamente 1 quele pasa, lo que picasa ysiente, otro tendré que facilitarle esa tarea y evaluario, La situacion es, pues, asimétrica, y esto surge necesariamente de Ia funcién de cada uno, hasta el punto que no es previso sefalarlo sisteméti- caments- Una acd teeriaa precordial contend comtneste pe libre, como la sesi6n psicoanalitica. jo soy personalmente para nada partidario de una apertura ambigua ‘con los usos culturales, en la que el entrevistador se queda en si- para demostrar a sus alumnos del hospicio la de los esquizofrénicos, le dijo a un catat6- 10, y el muchacho se desmay6. 5. Técnica de la entrevista Sin recurrir a la asociac que el de la entrevista y solo se iciativa y lo ayude discreta- ligeramente con La cabe- terial del cliente. Hay una experiencia por demés interesante de Mandler y Kaplan (1956), citados por Stevenson, que muestra hasta qué punto el en - proferia un grufiido de aprobs por ejemplo, una palabra en pl ‘umentara significativamente el m to habré de influir, entonces, nuest eleccién de los tépicos por el entr La experiencia de Mandler y mas raat del entrevistado: ‘Las dificultades, me parece, comenzaron alli.» (Silencio breve.) "Todas estas tteneasforman el cuerpo tebrico dela psicoterapia no dretiva de Roget, 6. De la interpretacién en la entrevista repetidamente que es necesario y conveniente ciserimi- evista y la sesiOn de psicoterapia. Digamos ahoraque una eellas es que en la entrevista no operames con la interpretacion, Liberman es muy estricto en este punto y tiene sus razo- nes; también las tienen Jos que no lo son tanto y, en algunas circunstan- interpretan, srman es Severo en este punto porque entiende que el setting dela entrevista no autoriza el empleo de ese instrumento y también porque quiere destacar la entrevista como lo que ¢I llama una experiencia conirastanie, que justamente le haga comprender al sujeto, cuando se lanalice la diferencia entre aquello y esto. Si el contraste no se Log: smo, el paciente haya incorporade ya previa, que funcionard como * ppara las primeras interpretaciones Ag. 463). ‘entrevistado plantea se logra esclarecer e se materializa en la entrevista. ‘especial de ellos) se resume en estas palabras: «La técnica de estos grupos ‘std centrada en la tarea, donde teoria y practica se resuelven enune pra- “ xis permanente y conereta en el “aqui y ahora’* de cada campo sefiala- usal, en el estilo de «No le paree le recordar podria ion con...?. Es una ue @-veces puede info el famoso y controvertido problem: lebe resolverse teniendo en cuen material a nuestro alcance. No ; | 5. La entrevista psicoanalitica: desarrollo Dijimos en el capitulo anterior que en la ent se configura un campo, porque los dos, entr yy entrevista influyen de mane campo donde ese grupo se inserta s6lo os procesos de comunicacién que toda rela- cin humana e comunicacion se entiende aqui no sblo la in- teraccién verbal en que se cambian y emplean palabras, sino también la ‘comunicacién no-verbal que se hace a partir de gestos y sei también la comunicacién para-verbal que se canaliza a tra mentos fonolégicas del lenguaje, como el tono y el timbre de la voz, su intensidad, eteétera. De esto vamos a ocuparnos dentro de un momento, con los estilos de comunicacién. 1. La ansiedad de la entrevista ituacién nueva y desconocida donde se lo va a evaluar y de la ddepender en buena parte su futuro tiene necesariamente que ansiedac fevistado. Por parejos motivos, aunque por tuna cuantla no despreciable de angustia. Si bien es posible que haya hhecho muchas ‘su carrera profesional, sabe que cada vez 1a situacién es distinta y por tanto nueva, y que de ella depende en cierto ‘no s6lo porque e] futuro de un profesional se pone en. ims en este caso, en que puede ser que se con el tratamiento de una persona, sino s0 por su entrevistado, por su tarea y ‘A todos estos motivos comprensibles y racionales de ansied gan todavia otros, que resultan ser més importantes y derivan del Fignificado que cada uno de los actores asigne de manera inconciente ala cita ‘Como ya hemos dicho, quien primero desarroll6 Ja teorla de la entre- 66 vista fue Sullivan, y lo hizo sobre la base de las operaciones que se reali- zan para dominar la ansiedad. Depende en gran medida de la habilidad del entrevistador que la an- siedad en la entrevista se mantenga en un limite aceptable. Sies muy baja © estd ausente, el entrevistado va a carecer del incentivo mAs auténtico el vehiculo mas eficaz para expresar sus problemas; sies muy alta, el pro- ceso de comunicacion sufrira y la entrevista tenderd a desorganizarse. Una especial dificultad de ja ansiedad en la entrevista es que el entre- vistador no debe recurrir a procedimientos que la eviten, como el apoyo 4. suestign y tampoco puede eslverla con el instrument especiico fe la interp a ignas. De aqui la importancia de explicar al comienzo los objetivos y la duracién dela entrevista, antes al entrevistado a que hable de lo que le parezca. El entrevstador a este punto explicto, claro y preciso, sin abundar en detalles y consignas ue puedan perturbar la ibre expresién desu cliente, Las mds de las ve- ces la abundancia de consignas es una defensa obsesiva del entrevstador, como su excesiva ambigtedad una forma esquizoide de intranquilizar al otro. Una participacién digna y moderada que responda al montante de angustia del entrevstado sed la mejor manera de motivarlo ala par que ‘de modular su ansiedad, Al mismo tiempo, vistador tendra que confrontar a La ansiedad es, puss, tuncion social que es la entrevista se establezca un proceso libre y recipro- ‘¢0 de comunicacién.! d ci Ja entrevista sobre- ‘Vienen también, por cierto, momentos de angustia, crisis de angustia que ueden informarnos especificamente acerca de Areas perturbadas en la faiructura mental del entrevistado. A esta angustia critica Rolla la deno- filna «confusional», término que no me parece conveniente por las reso- Inanclas tebricas que puede tener. 1s sobre extas bases que Sullivan va a eri su concepcin de la psiquiatte moderna, = 2. Problemas de trasferencia y contratrasferencia El tema de la ansiedad nos lleva de la mano al de los fenémenos de trasferencia/contratrasferencia que ticnen lugar en la entrevista. El entrevistado reproduce en Ia entrevista conflictos y pautas de su pasado que asumen una vigencia actual, una realidad psicologics inme~ diata y conereta donde el entrevistador q\ que estrictamente no le corresponde. A través de estas miento profundo y s cen la entrevista, entrevista tiene importancia en si misma y también porque ejerce una pro- fonda influencia en el tratamiento pscoanalitico que Ja puede continues. ie ft sible, y en muchas ocasi vyectivas de su client puede e»pl intensa comunicacion encuadre dond interpretacién fi ger, 1971, pag. ‘cen Lépez y Rat ‘una psicoterapia br con un io que puede movilizar una tipica huida hacia la salud, Bn o Ja sobrecarga cont Puede obtener el no puede ser sino intensa; pero de ella informacién que le permita operar jas magicas de curacién y de to- do tipo quedan contrastadas con la realidad de una tarea larga e incierta, 3. Eyolucién de la entrevista Un punto original e importante del trabajo de Liberman (1972) es que ler iene una evolucién y que de el ay derecho a pensar que el entre jtuaciones eriticas 0 traumaticas —las ef Y por varios motivos. Por de pronto, Porque puede apreciarse a veces es Ue un determinado conflicto o et que el entrevistado cambia por | ‘trevistador mismo puede cambiar y aun Juede haberle significado el primer encuent inlente darle al entrevistado un tiempo para de del impacto que timo, creo conve- ntrevistas permite ver cOmo ese paciente y ese analista registran la separa- tl6n y el encuentron (pAg. 487). Coincido con Berenstein en la importancia, de ta evaluacin la manera en que ei entrevistado responde a la sepa- racién. Cuando hablamos de al riesgo de empezar un analisis ara detectar la evolucién que se da en Ia serie de entrev .nan echa mano a las funciones yoicas por él descritas y tambi tivo, dramitico con suspenso y dramatico con impa lo durante el curso de las entrevis ‘0 ineonciente, la ansiedad y las defensas, \- , sea diversificdndose y ampliandose cuando la lc, sea estereotipindose y restringiéndose si la fado y entrevistador centre analizado y analista) e Sinteraccién que configura un cam- ‘po. Es evidente, pues, que los problemas psicopatolégicos no pueden si- ‘una teoria vincular, de una teoris de las snto psicoanalitico se llama teoria de la trasferen¢ a. El proceso no se da exclusi- vamente en cl paciente sino en la relacién. timos las indicaciones del psicoandlisis hablamos con 1 ahora tenemos que volver lo mismo que centrevistador y ent asumiremos la tarea que se nos propone, esto es, elegiremos am ciente; en el segundo sabremos descalificarnos a tiempo, pare ‘entrevistado «tina nueva oportunidad remitiéndolo a otra persona con ot 2 nude tener ne sonjnsn de fsores que condiciones para que se desarrolle un pro erman, 1972, pag. 466). aad quien consideremos que hay derecho a supor favorable. Elis en ‘como una pauta fina y prec rman iden sin dda lidad del sujeto y/o la capacidad del ar ade ve temeente los mecanismos de defensa de su pacien- : se que es un analista competente; pero habria fa que probar que esa competencia depende de un sistema de com. de gr Sia, como era Liberman, En est caso es obvio, sn embargo, gue a con el criterio de una pareja analitica sino simplemente con el ‘que yo propongo, es decir que, si se mantienen las otras variables, el me- Jor analista forma siempre la mejor pareja. Creo personalmente que un iene todo el derecho de no hacerse cargo de un determinado ca- rente porque no le gusta 0 lo considera muy dificil; pero debe- ria hacerlo sin ampararse en la confortadora idea de pareja. , sin emplear el sofisticado armamesto de » que les despierta 1a desagradable, Ie oftece a mi. ek idad de encontrar un analista que simpatice més con él de sntrada; pero no resuelve el problema de los sentimientos que despierta en. los otros. El tema surgiré fatalmente en el andlisis y s6lo alli podré resol- vérselo. Nadie piensa, por cierto, que una dama que ha caido vietima del ‘amor de trasferencia debe cambiar de analista y tratarse con tuna mujer. ‘Yo creo, finalmente, que el problema de la pareja analitica parte siempre del error de pensar que la relaci6n entre analizado y analista es simétrica. Se olvida que, por muchos problemas que el analista tenga y por mucho que lo afecte su insalubre profesién, esta también protegido or su encuadre, Si subrayamos la psicopatologia del analista vamos @ {reer en la importancia de la pareja; y si acentuamos las habilidades del opinaremos que cuanto mejor analista es uno, mejor analiza. A. ico, esta diferencia metodolbgica puede explicar, ta! vez, el contex- roblema, aunque no lo resuelva. La diferencia entre la ist y su psicopatologia no radica simplemente er el én- intea esta opcién dilematica, dado que de nada valdré iad para analizar que esté vinculada radi fel analista, El destino de la relacién an: raciente y por las cualidades la psicopatol por la psicopatoloaia d No hay que confundir, por ultimo, algunos aspectos convencionales del comienzo del andlisis con sus problemas sustanciales. Mas alli de lo coyuntural, una vez que se establezca el proceso todo eso desaparccera y slo gravitaran la psicopatologia del paciente y la pericia del analista. "Al abandonar Ia idea de la pareja, renuncio a la posibilidad de hacer predicciones acerea de como va a influir en el proceso el especifico vincu- Jo entre un determinado analista y un determinado analizado; pere lo ha- ‘g0 porque considero que la variable en estudio es ilusoria, o tan compleja que no puede considerarsela validamente, 5. Un caso clinico espinoso ‘Hay casos que plantean por cierto una situacién muy particular. Muy perturbado por el suicidio desu esposa, un hombre se deeidié a consultar una analista que tenia el nombre de la muerta. A la analista consultads 2 sele planted un problema bastante peliagudo. Pens® si no seria mejor pa- ra el paciente derivarlo a un colega que no reprodujera «realmente» tan desdichadas circunstancias. Por otra parte, no se le escapaba que Ia elec- sin tocar para nada el delicado asunto, del 80, pensd que ambas posibilidades postergaban para un futuro incierto Feeineerere ea sabiendo para sus adentros que estaba ir, contra la (fuerte) negacién del io de ,pens6, reforzaria la omnipotencia a de aquel hombre, habria sido como darse por muerta. igamos también, para terminar de comentar este interesante caso y aclarar mi forma de pensar, que yo habria hecho To que hizo esta analista enfrentando una tarea emiplear la interpretacion para convencerlo. La «interpretaci6n» en ese ca- no seria para mi més que un acting out contratrasferencial, ya que el pa- -nunea podria reeibirla en esas circunstancias como una informacion Hay todavia otra alternativa a considerar. As! como la analista de mi ejemplo (que era una técnica de mucha experiencia) decidié tomar al pa- de mayor experiencia. De esta mancra prucba de honestidad y le informaria, lle su grado de enfermedad, todo to cual no se logr tiendo que la dificultad reside en Ia hi $0, le informo al paciente de mis limitaciones y de | Sn las dos quedan eludidas. psalm La entrevista de derivacion La entrevista de derivacién abarca una temética muy restringida I perce enRTAserabncge noes. Pica 2 rel ‘blemas complejos que pueden crear dificultades en el manejo practico, ‘aunque sirven también a una mejor comprensiOn dela teoria de la entre vista en general. La entrevista de derivacién es por de pronto més compleja que la ra que debemos obtener de ella una informacion suficients para Sentar una indicacion y, al mismo tiempo, evitar que el entrevistado 10 que puede poner en peligro nuestro "un colega. Hay todavia una tercera dificultad po de entrevista, y es la prudencia con que se deben recibir los Confesiones) y recabar datos de alguien que, por d Liberman insiste en debe dat un solo nombre, para que no se refuerce en el entrevis' {dea de que es él quien entrevista. Recuerdo vivamente y no sin ciert amargura a algunas personas que entrevisté cuando me instalé en 3uenc dos no tenian més que mi nombre; tista de algunos analistas posibies. Los que venian con su lista a vecesme tr taban come quien estérealzando una selecsin de personal (iy para peo" 1 ‘viene; pero ereo, con Liberman, que estén equivocados. ‘Recuerdo en cambio a un hombre de mediana edad derivado por un ccolega que s6lo le habia dado mi nombre. La primera entrevista fue dura ¥ dificil y quedamos en vernos nuevamente una semana después. Dijo en- Tonces con mucha sinceridad que yo le habia parecido —y le segul ido y altanero, de moda que pens6 ne R. (el colega que me lo mand6) para ps 'y simpatico. Luego pens las cosas nueva- mente y decidi6 que él necesitaba un médico capaz de tratarlo (como et doctor R. Je habia dicho que yo lo era sin lugar a dudas), y no sn ami igo bonachén y atrayente, jEra tn paciente capaz de dejar conforme has- taa la doctora Zetzelt Coincido, pues, compl Jas advertencias de Liberman en ste que derivo un solo nomb' ‘que me comunique ebmo_ alizar y quedo a sus 6rdenes para cualquier di- ‘esto dejo abierta la posibilidad de que 1 analista al que lo mandé, ar -canismos manfacos, ni fomentar una reversion de la p No coincido en cambio para nada con la idea de que el analiza: ‘analista tanto como este a aquel. Creo que Liberman super- pone aqui dos problemas, seguramente por su declarada adhesion = ria de la pareja analitica: que el analizado no deberia nunca entrevistam de su futuro analista no quiere decir que no 10 4 Yo creo que el futuro analizado elige de hecho y de derecho a su ana- gui, por supuesto, a las consideraciones que realmente pueden decidir tmbaGo solar un paces en teranos de predesaones 9 cooveneh- cias concientes, como vimos en el capitulo 3. 7. La devolucion Todos los analista co! vistas algo tenemos que d cidn. Hay analistas (y yo iden en que al término del ciclo de las entre- evistado para fundar nuestra indica- ‘que prefieren ser parcos en sus ra70- 1¢ muy detallado se presta més a ser Ie. devolueon ne debeis més all de objetivo bésco de esto es, aconsejar al entrevistado el tratamiento mas idicacion con sus fundamentos, siempre muy si iad, y sin consderar I curiosdad normal o patol ia indicacion en principi el paciente necesita saber. eet ss=enir | 6. El contrato psicoanalitico ‘Asicomo el tema de las indicaciones y las contraindicaciones se conti- ria naturalmente con el de Ja entrevista, hay también continuidad laentrevista y el contrato. 1, Consideraciones generales que siempre empleamos, no sea la me- 10 muy prescriptivo. Seria quiza me- ical; pero, de todos mod ‘que utilizamos corrientemente.! Sin ;ando llega el momento de formu- jor, porque sugiere algo ju blar del convenio 0 el acuerd de los objetivos, de las expectativas y también de las dificultades a que os compromete el tratamiento analitico, para evitar que después, duran- seu preteria a palabra pacto, queen nuestro mei iene una clara commotion psi- teelcurso dela terapia, puedan surgir ambigledades, errores 0 malos en- fendidos. Digamos mejor, para no pecar de optimistas, que el convenio ve para que cuando la ambiguedad se haga presente —porque los ma- se Ja pueda se podria decir que, en cierto modo, el proceso analitico consiste en cumplir el contrato, despejando los malentendidos que impi- den su vigencia. ‘Con esto queda dicho que lo que més vale es el espiritu de lo pactado, mientras que la letra puede variar de acuerdo con la situacién, con cada enfermo y en cada mom« ‘como ciertas variables quedan fijadas Estos dos trabajos definen las est poner en marcha el tratamiento y, ‘uansaccion de dos pares comtratanies» Una vez explicitadas las cldusulas de un contrato, sea cual fuere, queda definido un tipo de interaccién, una tareas y por esto importa siempre exponerlas claramente. Sélo si se estipularon correctamente las rnormas con que se va a desenvolver una determinada labor podrén supe- rarse las dificultades que surjan después. ‘Vale la pena sefialar, también, que el contrato psicoanalitico no solo implica derechos y obligaciones sino también riesgos, los riesgos inheren- tes a toda empresa humana. Si bien el contrato se inspira en la intencién de ofrecer al futuro analizado la mayor seguridad, no hay que perder de vista que el riesgo nunca se puede eliminar por completo, y pretenderlo implicarfa un error que podriamos calificar de sobreproteccién, control ‘omnipotente, mania 0 idealizacién, segiim el easo. Oi comentar alguna vez Que una de las mejores analistas del mundo, ya de avasizada edad, e! tomar aun candidato le advirti6 el riesgo que corria por esa circunstancia. 2. Los consejos de Freud En los dos trabajos mencionados Freud dice concretamente que va a dar algunos consejos al médico, al analista. Estos consejos, que de- mostraron ser dtiles para él, pueden sin embargo variar y no ser iguales para todos, aclara prudentemente. Si bien es cierto que Freud no se pro- pone darnos normas fijas sino mas bien sugerencias, la verdad es que los consejos que da son universalmente aceptados y, en alguna medida, implicita o explicitamente, son lo que nosotros le proponemos a los pa- ign, yo lino a creer que la técnica es universal y que el bia. No se me oculta que hay aqui una cierta ambigiedad, porque los tores podrian preguntar qué entiendo yo por estilo, y qué por téeni Pueden objetar, también, que depende de mis predilecciones personales, de mi arbitrio, que clasifique algo dentro de la técnica o del estilo. Todo, esto es completamente cierto: cuanto més digo yo que determinadas nor- ‘mas forman parte de mi estilo, mas citcunscribo el campo de la técnica ‘como patrimonio universal dos modos, yo creo que hay diferencia ent propias del estilo de cada analista, y otras que son universales, que corresponden a un campo en que todos en alguna forma tenemos que ¢5- tar de acuerdo, Creo realmente que es una diferencia valida, si bien no ig- nnoro que siempre quedarén algunas normas cuya ubicacién en uno u otro, campo seré imprecise, Considero que estas imprecisiones deben aceptar- ‘se como parte de las dificullades intrinsecas a nuestra tarea. ‘Algunos consejos de Freud, que él piensa que son eminentemente per- sonales, como el de pedir a sus pacientes que se acuesten para no tener 'as que dejan de serlo porque disciplina empiezan por re- ‘mover el divan de su consultorio, como Adler, que busca que su paciente no se sienta inferior. Esto puede ser fundamental para un psicblogo ‘Consiguientemente, nadie podria dar una norma técnica Cuando uno se muda de consul de tado mi propic‘estilo, eso pasa a ser parte: jual, pero nunca para un psicoanalista que reconoce en el sen: to de inferioridad algo mas que una simple posici6n social entre "ar esto no creo convincentes las reflexiones de Fai io. Fairbairn previene ‘muy estricta al método porque a veces se confunden y llevan a disc En otras palabras, podemos elegir nuest ro ¢s probable que cambien algunas estas formas. De todos modos, y es importante seftal una vez que yo he adop- t mi encuadre y de mi técnica Cuando discutimos la técnica de la entrevista, sealamos que Rolla (1972) se inclina a estipulaciones muy estrictas en cuanto a cdmo saludar, ‘cdmo sentarse y cémo hacer sentar al paciente, etcétera. Yo creo que esas 9 1950), ple. 378, Jas fundamentales damental, el uso del divan y el intercambio de tiempo y dinero, esto es, frecuencia y duracién de las sesiones, ritmo semanal y vacaciones. 3, Formulacién del contrato LLuego vienen los acuerdos sobre horaries y hot riados y vacaciones y la forma de pago. Nada mé ‘Cuando subrayamos que lo esencial iritu del cont letra teniamos presente que ni aun las fuerza que introducirse de entrada y. segiin las circunstancias. un determin: (pas, 0), Nadie cuda Je qu cs mejor cominiar sin diaciOn fa reel fundamental, pero puede haber excepciones. A un paciente muy ase diado con pensamicntos obsesivos habré que tener cuidado al plartedrse- la, para no crearle de entrada un problema de conciencia demasiado srande. En cambio, un paciente hipomaniaco —y ni que hablar si es lo muy especial para decir todc lo que con un psicépata que tiene la libertad jede ser simplemente la luz verde para su de decir todo Lo ave qui acting out verbal. Con ‘esto he querido seftalar que aun en la convencién que llamamos fundamental ~la reela de la asociaciOn libre — pueden plantearse cir- cunstancias especiales que nos seguir un camino distinto del ‘ue con esto quiera decir en absoluto que podemos apartar- rma. ‘Las cldusulas fundamentales del contrato responden @ una pregunta ineludible, que esté en la mente del entrevistado cuando se leda la indica- : «El tratamiento consiste en que ponga en la actitud més cémoda y sere- le decir todo lo que vaya apareciendo en su mente, con , tratando de ser to mas esponténeo, ia de lado y plantearla a partir 1 sin embargo, trac a yoves 8 diset legado el caso. Si un paciente empieza a pensar en hacerle un regalo al analista, 0 fo suena, este podré, en tal caso, exponer su punto de vista. contrato autoritario oel demagégico. El contrato democrdtieo es cl que tiene en cuenta las necesidades del tratamiento y ls armoniza con el interés y la comodidad de ambas partes. He observado repetidamente sar de buena fe que el contrato ob mismos, pero estén por entero equivoc todos los pacientes, lo que no es ms que parte d io determinadas consignas sino a intentarlo. No es mas, porque debe custo- responsable de su oficio. parte, a cada obligacién del analizado corresponde simétrica- ina del analista. A veces los pacientes se quejan de que el analista jo de vacaciones, por ¢} ja su periodo de descanso y, si esa constante quedara a discreci6n del paciente se desordena- bor det analista. Elcontrato es racional en cuanto las consignasseajustan alo que ses he presewar e desarrollo dela trea. Cuando el conta Sacer apaciguar al paieneen detimento deta tare, debe Fque si yo Te digo a elguien tamente me Va a pregantar ‘a qué hora, cuanto tiempo vamos a traba- de rigor que el futuro analizado pregun- io que se respondera que el andliss de antemano lo que va a durar. ida en que uno ve que su andli- sis progresa se preocupa menos por su exer fare 2 te por la duracion del tratamiento, fs largo, leva fs y nose puede cal iva del analista consiste, justamente, en que la norma se ex- ‘se impone, Cuando surja un impedimento para cumplirla, a2 lo que e importa al analista es ver de qué se trata: tar el incumplimiento no con una actitud nort ‘specifica cualidad de comprensi. Es distinto que yo le diga al paciente que se acueste en el divan, a que le diga que tiene que acostarse, o que no le diga nada. S6lo en el primer caso queda abierto el camino para anafizar. En el tercer caso, yo no podria hacer nunca una i tacion del voyeurismo, por ejemplo. El paciente dirfa, con toda que NO €s por voyeurismo que no se acuesta sino porque yo no ledije que tenia que hacerlo. Silo dejélibrado 5 criterio es quedarse sentado, no hay nada mas que decir. dicho que se acuestey hable,y el paciente me dice que costado pora © porque no le parece natural hablar acomtado a alg ‘ ‘una vez que el analista ha formulado la norma puede anali- ‘no la cumple el paciente. Desarrollé este tema con cierta exten- ‘en un trabajo presentado al Congreso Panamericano de Nueva tacién. Por esto, yo prefiero no ser ambiguo. Si después de esa aclaracién el paciente vuelve a plantear el problema, ya no cabe otra para el analista que interpretar. Justa- mente haber sido claro al'comienzo permite después ser mais Lo mismo vale para la asociacién libre. La regla fundamental debe darle al paciente, y con claridad, la idea de que él tiene, en primer lugar, Ia libertad de asociar, que puede asociar, que puede decir todo lo que piensa; pero, al mismo tiempo, debe saber que e! analista espera que no se guarde nada, que hable sin reservas mentales. No le digo que tiene la Obligacién de decir todo lo que piensa, porque sé que eso es imposible: nadie dice todo lo que piensa ni siquiera en la iltima sesion del mas cumplido andlisis, porque siempre hay resistenci resiones. Trato, entonces, de hacerle ver al paciente no s6lo que tiene libertad para decir todo lo que piensa sino también que debe decirlo aungue le cueste, en “ Pestenese por entero al estilo del analsta que dee fumar asus pacientes oles equ ‘que se abstengan e hacer, 83

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