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Fallo Completo STJ


Organismo SECRETARÍA PENAL STJ Nº2
Sentencia 108 - 13/09/2019 - DEFINITIVA
Expediente 2RO-15546-P2016 - G.D., A.C. S / ABUSO SEXUAL SIMPLE AGRAVADO S/ CASACION
Sumarios No posee sumarios.
Texto ///MA, 13 de septiembre de 2019.
Sentencia Reunidos en Acuerdo los señores
Jueces del Superior Tribunal de Justicia de la provincia de Río
Negro, doctores Liliana L. Piccinini, Ricardo A. Apcarian, Enrique J. Mansilla, Adriana C.
Zaratiegui y Carlos M. Mussi -este último por subrogancia-, según surge del acta de audiencia
obrante a fs. 871/872, con la presencia del señor Secretario doctor Wenceslao Arizcuren, para el
tratamiento de los autos caratulados "G.D., A.C. s/Abuso sexual simple agravado s/Casación"
(Expte.Nº 30065/17 STJ), elevados por la Cámara Segunda en lo Criminal de la IIª
Circunscripción Judicial con asiento de funciones en General Roca, deliberaron sobre la temática
del fallo a dictar, de lo que da fe el Actuario. Se transcriben a continuación los votos emitidos, en
conformidad con el orden del sorteo previamente practicado, respecto de las siguientes:
CUESTIONES

1ª ¿Es fundado el recurso?


2ª ¿Qué pronunciamiento corresponde?


VOTACIÓN

A la primera cuestión la señora Jueza doctora Liliana L. Piccinini dijo:


1. Antecedentes de la causa:

Mediante Sentencia Nº 10, del 3 de octubre de 2018, la Cámara Segunda en lo Criminal de


General Roca resolvió -en lo pertinente- condenar a A.C.G.D. a la pena de tres (3) años de prisión
en suspenso, con el cumplimiento de reglas de conducta, por considerarla autora del delito de
abuso sexual simple, agravado por su condición de guardadora, en un número indeterminado de
veces (arts. 45, 55 y 119 primer párrafo y último párrafo letra "b" CP).
En oposición a ello, la Defensa de la señora G.D. deduce recurso de
casación, que es declarado
admisible por el a quo y por este Cuerpo, por lo que se dispone que el expediente quede por diez
días en la Oficina para su examen por parte del Ministerio Público de la Defensa. A fs. 842/846
vta. consta el escrito de sostenimiento del señor Defensor General.
Realizada la audiencia prevista en los arts. 435 y 438 del código
ritual con la presencia la
presencia del Defensor General, el Fiscal General y la Defensora de Menores (esta en
representación de los intereses de la menor víctima), los autos están en condiciones de tratamiento
definitivo.
2. Agravios
del recurso de casación:
La recurrente sostiene que la sentencia
tiene una fundamentación aparente, en tanto ha
reproducido de manera parcial y selectiva las pruebas que le servirían para justificar la decisión.
Entiende que se omitió el análisis de todas aquellas medidas que serían útiles para cuestionar la
sentencia de condena y añade que la crítica que desarrolló en su alegato fue contestada de modo
parcial y defectuoso en el punto 25 del fallo.
Luego se ocupa de cada uno de los puntos en
los que el magistrado ponente subdividió su voto. En
cuanto al primero, aclara lo ocurrido con el pediatra a quien la señora S.R., madre de la niña,
consultó inicialmente por un enrojecimiento en la zona vulvar y el clítoris de la menor, y señala
que (en contra de lo dicho por aquella) el médico afirmó en juicio que no recordaba nada del caso,
a la vez que no se acreditó que las enviara a un psicólogo.
Sobre el segundo ítem, critica la entidad cargosa dada
al testimonio especial de la psicóloga
terapeuta Claudia Musso, quien dijo haber detectado un cuadro de abuso sexual, sin hacerse cargo
de que dicha profesional arribó a tal diagnóstico el día 8 de octubre cuando la primera entrevista a
la madre de la niña había sido el primer día de ese mes. Afirma que esto no se corresponde con las
dificultades que implica el tratamiento y abordaje del abuso sexual infantil, a lo que suma que
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tampoco se le dio suficiente trascendencia a lo declarado en juicio por la madre, cuando sostuvo
que nunca había escuchado tales sucesos de boca de su hija, lo que también se contrapone con sus
dichos en sede instructoria.
Respecto del los puntos 6, 8 y 9 (tratamiento del testimonio de la señora C.D.S., empleada
doméstica de la casa y niñera de la víctima), señala la existencia de una serie de contradicciones
referidas a su horario de trabajo en relación con la asistencia de la niña al jardín y acerca de la
mención sobre lo que le había manifestado la víctima (según la testigo, le habría hablado a la
señora R. sobre determinado comportamiento, besos y tocamientos, mientras que esta dijo que
había tomado conocimiento por intermedio de la psicóloga tratante).
Luego alude a la tardanza en la recepción de la declaración de la niña mediante cámara Gesell,
dado que los hechos denunciados en el año 2009 habrían ocurrido entre los meses de julio y
septiembre de ese año, mientras que la entrevista fue realizada el 19 de noviembre de 2013.
Destaca que el sentenciante ha omitido considerar que el Juez de Instrucción ordenó dicha prueba
recién entonces en razón de la negativa de la psicóloga tratante para su realización, pues se
encontraba en "plena etapa de develamiento"; sin embargo, antes había dicho que a la semana de
la entrevista con la madre ya tenía un diagnóstico sobre la existencia del abuso sexual. También
menciona un informe del equipo Ofavi que obra a fs. 273, donde se expresa la oposición a la
entrevista y se ponen en cuestión las reales posibilidades de la niña de expresar los hechos
vivenciados. La señora Defensora recurrente concluye que esta tardanza conspira con la recepción
de un testimonio de calidad, creíble y confiable.
Al abordar la declaración de la niña, la doctora Delgado explica que esta no recuerda nada del
hecho, más allá de lo que le contaron, lo que se condice con el informe de su entrevistadora
Zubeldía (de fs. 377), en el sentido que "al profundizar en detalles comienzan a aparecer ciertas
lagunas, dudas o contradicciones: frecuencia del hecho, descripción del lugar, otros recuerdos de
esa época, zonas de su cuerpo involucradas en el hecho investigado. B. tras cuatro años de
sucedido el hecho y de terapia psicológica, ha incorporado como recuerdo el relato que presenta en
la entrevista...". No obstante, prosigue, el sentenciante no efectuó una ponderación integral de esa
prueba (punto 11 del fallo), dado que ni siquiera se hizo cargo de datos referidos a la
infraestructura del lugar que no coinciden con lo expresado en las descripciones del hecho.
Asimismo, entiende que se ponderó de modo acrítico las declaraciones de las psicólogas terapeuta
Claudia Musso y Bárbara Fernández, y sostiene que esta última no tenía ninguna formación
específica en abuso sexual infantil e incluso desconocía toda la técnica vinculada con la psicología
del testimonio.
En lo relativo al punto 13 (análisis de los testimonios de G.I.G. y L.C.V., maestras del jardín donde
se habrían producido los abusos reprochados), la señora Defensora entiende que el juzgador no ha
valorado sus dichos acerca de la imposibilidad de que tales hechos ocurrieran, en tanto
manifestaron que la imputada no se encontraba a cargo de la sala de niños ni los acompañaba
jamás al baño, pues estos iban por su cuenta, además de no se quedaban solos. Entiende que estos
datos no pueden ser desacreditados con la simple afirmación de que las testigos tenían intereses
personales con la imputada. Repasa los dichos de ambas y les suma el testimonio concordante de
C.B.
En cuanto a los puntos 15 y 16, destaca la incorrecta valoración del testimonio del señor P. (padre
de una niña a la que B. también mencionó como víctima del hecho), quien dijo que su hija nada le
había dicho sobre tales cosas y que continuó yendo al jardín hasta egresar.
Ya en cuanto a los puntos 17 a 23, la doctora Delgado afirma que la única hipótesis analizada
sobre el origen de la denuncia es la ausencia de malicia en la madre, lo que resulta insuficiente
para abarcar la totalidad de los supuestos en los cuales lo que se dice es distinto de lo acontecido.
Puntualiza la propia constancia dejada por la señora R. en el jardín (fs. 83 último párrafo), donde
afirmó que su hija había sido maltratada por una empleada doméstica "que le pegaba o la
zamarreaba entonces a veces al querer agarrarla tiene reacción de miedo (y se) defiende pegando".
Concluye este punto sosteniendo la inexistencia de alguna prueba que permita alcanzar con alto
grado de verosimilitud o certeza razonable el estándar probatorio que sustente un pronunciamiento
condenatorio.
La recurrente agrega que el a quo no ha dado explicaciones sobre las contradicciones observadas y
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entiende que la hipótesis de cargo ha sido controvertida. Advierte que las falencias en la
valoración probatoria tienen como consecuencia la errónea aplicación de la ley sustantiva en
cuanto a la agravante prevista en el inc. b) del art. 119 del Código Penal, ya que bajo ningún
concepto quedó acreditado que su pupila tuviera funciones de guardadora o educadora, y cita
doctrina y jurisprudencia en sustento de su postura.
A continuación afirma que se seleccionó tal calificación para evitar la prescripción de la acción
penal, puesto que el primer llamado a declaración indagatoria fue realizado en el año 2014, por
hechos sucedidos en los meses de junio y octubre de 2009. Desarrolla conceptos generales sobre la
arbitrariedad de sentencia y, finalmente, pide que se revoque la decisión impugnada y se resuelva
el caso con arreglo a derecho, absolviendo a su pupila.
3. Escrito de sostenimiento del señor Defensor General:
El titular del Ministerio Público de la Defensa comparte los agravios del recurso de casación,
coincide en que la sentencia carece de fundamentos y cita doctrina legal y jurisprudencia respecto
de la aplicación del principio in dubio pro reo.
4. Alegatos en la audiencia de casación:
En la audiencia de casación formulan sus alegatos el señor Defensor General en representación de
la imputada, el señor Fiscal General en respuesta a la impugnación y la señora Defensora de
Menores en resguardo de los intereses de la niña víctima, de todo lo cual queda debida constancia
en el acta respectiva, a la que remito en honor a la brevedad. Asimismo, el responsable de la
acusación solicita la agregación de breves notas que resumen la postura sustentada oralmente.
5. Hechos reprochados:
El a quo tuvo por acreditado que en el baño del Jardín Maternal Pulgarcito, sito en calle Martín
Fierro Nº 512 de Villa Regina (RN), en fechas y horarios no precisados con exactitud pero
ubicados durante el período lectivo 2009 y hasta el 24 de septiembre de ese año, la empleada del
establecimiento A.C.G.D., en repetidas oportunidades y ostentando la guarda de hecho, abusó
sexualmente de la alumna B.A.D., de tres años de edad, mediante reiterados tocamientos en las
zonas pudendas. El accionar descripto consistió en llevar a la niña al baño y también de seguirla
cuando aquella ingresaba a ese lugar, en un número de veces no determinado con exactitud, para
tocarla libidinosamente en la zona de sus pechos, vagina y cola.
6. Análisis y solución del caso:
Con el fin de dar respuesta al primer interrogante propuesto en la deliberación, adelanto que los
agravios de la recurrente poseen serias chances de prosperar.
En su argumentación central, la Defensa plantea la arbitrariedad de sentencia para determinar tanto
la materialidad reprochada como -consecuentemente- la autoría de su pupila. En este orden de
ideas, señala un sesgo indebido en la apreciación probatoria del juzgador, quien no se ha hecho
cargo de la capacidad de representación de la totalidad de los elementos de descargo que aportó a
favor de A.C.G.D. y de la crítica que formuló respecto de las pruebas de cargo que dieron sustento
a la acusación.
La crítica así enunciada, con la indicación de los párrafos del fallo que entiende son
evidenciadores de tal sesgo indebido en la apreciación de la prueba, en confronte con las
constancias obrantes en la causa, susceptibles de ser revisadas en esta instancia extraordinaria,
permite el agotamiento de la capacidad de revisión, o capacidad de rendimiento, en el esfuerzo por
revisar todo lo que se pueda revisar, esto es, la revisión de lo revisable (cf. cons. 23 del precedente
"Casal" de la CSJN -Fallos 328:3399-).
Previo a ingresar en tal tarea estimo oportuno recordar que este Superior Tribunal de Justicia ha
sostenido reiteradamente que la sentencia de condena necesita que la tesis de la acusación quede
demostrada más allá de toda duda razonable, entendiendo por tal la que es superada luego de un
análisis lógico de todo el plexo probatorio y de las argumentaciones de las partes. En idéntico
orden de ideas ha establecido que, ante el supuesto de dos hipótesis contrarias sobre lo sucedido,
deben desplegarse al máximo las posibilidades probatorias de cada una para posteriormente
ponderarlas y compararlas en relación con el estándar mencionado.
De lo susceptible de ser revisado surge que a la tesis de la acusación se ha contrapuesto la de la
defensa, formulada primero materialmente por la propia imputada, quien desde su declaración
indagatoria explicó que no compartía horas de jardín con la niña y que este era un jardín maternal,
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donde incluso las madres amamantaban a sus hijos; agregó que tampoco se encontraba a cargo de
la sala de la víctima, a la que así podía recibir, al igual que a los otros concurrentes. Sostuvo
además que nunca la llevó al baño, ni tampoco a otros chicos, y que si alguno necesitaba
acompañamiento lo hacía la docente a cargo de la sala, que estaba en forma permanente, en este
caso la señora G.I.G. En lo que interesa, la imputada aclaró que nunca quedó a cargo de ninguna
sala y que el baño referido se encontraba dentro del aula.
Ahora bien, encarando aquí el análisis que habitualmente se realiza en expedientes relativos a este
tipo de delitos, cometidos en espacios cerrados y por lo general sin testigos, cabe recordar que
también es doctrina legal que en estos casos cobra una especial relevancia la concordancia entre
los dichos de la presunta víctima y la prueba indiciaria que da cuenta del contexto en el que se
desarrolla su relato. Así, para proporcionar razón suficiente, es necesario que, por su número,
fuerza y vinculación lógica, los indicios converjan ineludiblemente hacia el hecho desconocido
que se pretende acreditar, dado que en su individualidad aquellos pueden ser contingentes o
equívocos.
Entonces, un indicio elemental en la cadena (digamos que el principal para el comienzo) es el de
oportunidad o presencia física, que ha sido puesto en entredicho tanto en la defensa material de la
imputada como en la formal, expuesta por la señora Defensora. Por su parte, la tesis acusatoria
sostiene que la traída a juicio desplegaba su reprochable accionar en el interior del baño de la sala
cuando acompañaba a la pequeña junto a otra compañerita.
Respecto de las posibilidades de que ello así aconteciera, esto es, que la señorita C. acompañara a
los niños al baño, la testigo G.I.G. afirmó ser la docente encargada de la sala a la que concurría la
niña y señaló que estas iban solas al baño, toda vez que la puerta de ingreso se abría sola;
asimismo, explicó que estaba en el aula de modo constante y que cuando la imputada iba al jardín
como ayudante, se quedaba en la zona de la cocina y dejaba el té en la sala. Agregó asimismo que
la imputada nunca acompañó a nadie al baño y que cuando ella no estaba era reemplazada por otra
docente (C.B.).
Por su parte, L.C.V., docente a cargo de la sala de cero a dos años, refirió que la imputada atendía
el teléfono, ayudaba a pegar notas y escribir en los cuadernos y les daba los materiales para los
trabajos en sala. También expresó que la docente G. estaba todos los días y, si se ausentaba,
"quedaba M.con los nenes" (entiendo que en referencia a "M." D., madre de la imputada y una de
las dueñas del establecimiento). También dijo que suponía que los nenes de esa sala iban solos al
baño.
C.A.B., estudiante para maestra jardinera, quien cumplía tareas más habituales en el turno tarde,
narró que de "mañana trabajaba solamente cuando la seño de la sala de los nenes más grandes por
ahí tenía cosas que hacer, hacer algún trámite o algo de eso. La seño de los sala de los nenes más
grandes era G.G. ... Una vez por semana por lo general iba... Los nenes de esa edad iban todos
solos al baño, excepto que tuvieran algún problema o que las llamaran por algún motivo... Los
nenes de esa sala iban al baño de esa salita. La sala tenía su baño... (era un) baño normal. Tenía un
solo sanitario... C. en el jardín en es época, colaboraba con ellos por ejemplo cuando hacían alguna
actividad poniendo témperas en los platos, preparando los materiales, pegando notas en los
cuadernos, si necesitaban que vaya a comprar algo ella lo hacía... no tenía responsabilidad frente a
la sala, no se encargaba de los niños... por ahí y cuando tenían acto las ayudaba a ensayar... en
algunas ocasiones recibía a los chicos... atendía el teléfono...". Añadió que en el jardín había dos
baños y que si "uno de los nenes la llamaba al baño, como el baño estaba pegado a la salita ellos
estaban ahí nomás, los miraban a los nenes, prácticamente no los acompañaban, siempre iban
solos ellos...".
A estas declaraciones verbalizadas en el debate se suman las incorporadas por su lectura,
probanzas que -en virtud de su incorporación al juicio en el marco de la Ley P 2107- deben ser
evaluadas y sin embargo no lo han sido en el fallo puesto en crisis. Me refiero a los dichos de
A.C.P., docente que concurría a dar idioma Inglés en la sala de la imputada, quien afirmó: "...
mientras yo di clases, C. nunca entró, venía una observadora y una mamá..." (ver fs. 186,
incorporada por lectura).
Esto se ve corroborado por los croquis de fs. 179, 184 y 187, que tampoco merecieron valoración
alguna por parte del a quo y que permiten apreciar gráficamente la ubicación del baño en relación
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con la sala de niños de tres y cuatro años, por los que sería imposible que su ingreso no fuera
advertido por la docente responsable del aula.
El contacto físico, con las limitaciones referidas, fue traído también por M.A.B., cuya declaración
de fs. 225 se incorporó por lectura, quien sostuvo que "... lo único que veía que esta chica (C.G.)
recibía a los chicos, los entregaba a los padres a la salida y completaba los cuadernitos...".
No soslayaré lo expuesto por el juzgador respecto del peso de las pruebas referidas, pero tampoco
dejaré de señalar que la vinculación laboral de dichas testigos entre sí y con la imputada no es
argumento suficiente para desmerecer los datos aportados, pues se trata de una relación explicitada
atento a las generales de la ley y que por sí misma no tiene entidad suficiente como para suponer
un favorecimiento indebido. Advierto incluso que la mayor responsable del cuidado de los niños,
en la medida en que los hechos habrían ocurrido en su horario de trabajo, refirió circunstancias que
colocan a la señora A.C.G.D. como ajena a los hechos y, además, junto con las otras docentes, dio
razones de infraestructura y organización en el jardín objetivamente sujetas a corroboración que
dificultan la posibilidad de que la imputada hubiera acompañado al baño a la niña, lugar y ocasión
en donde se ubican los hechos del reproche.
A ello se agrega que no son únicamente los dichos de las docentes del Jardín las que descartan la
oportunidad, sino también los dichos de la testigo B. (madre ajena al establecimiento) y el padre
de M., quien aseguró que su hija iba sola al baño, tal como también dieron las anteriores testigos
cuando expresaron que en esa sala los niños iban solos.
De tal modo, el indicio de oportunidad al que antes aludí, que en ocasiones resulta ser fuerte y
contundente como punto inicial, se presenta aquí endeble a la hora de valorar si es cierto y
comprobable. El desarrollo ausente que pudo referirse a la condición especial en que la acusada se
encontraba, ya por sus cualidades personales, ya por sus relaciones con las cosas o personas, y
merced a la cual resulta para ella más o menos fácil la perpetración del delito, no ha ocupado la
atención del juzgador, a lo que corresponde agregar que -aun habiéndolo hecho- también
corresponde tener en cuenta que "[u]no de los indicios más importantes en materia probatoria,
además del móvil, es el de 'oportunidad', la que proviene de los conocimiento y de las
posibilidades de las personas de realizar un hecho, y si bien este indicador no tiene eficacia
decisoria cuando no existen otros, debe tenérselo en cuenta para su vinculación con otros que sean
afines" (Pietro Ellero, De la certidumbre en los juicios criminales).
El análisis crítico concreto de la prueba reseñada en el párrafo precedente comienza en el subpunto
13 de la sentencia, donde se la menciona, cuyo valor no puede ser enervado por la mera referencia,
sin mayor constatación, al "relativo interés" de las docentes para evitar un juicio o por una posible
amistad con la imputada, dado que las testigos fueron consistentes en el dato de que la señora G.D.
no tenía control sobre los niños sino ellas, y que tampoco los acompañaba al baño, porque el único
contacto físico que sí podía tener se daba ocasionalmente, al recibirlos o al entregárselos a sus
padres, cuando concurrían a retirarlos al establecimiento.
Entonces, estas circunstancias actúan como indicio de descargo y se oponen a la tesis acusatoria,
de modo que es necesario profundizar el análisis para determinar si, merced a otras probanzas,
podría obtenerse una certeza contraria, esto es, demostrar no solamente que la pequeña había sido
víctima de abuso, sino que -efectivamente- la imputada había acompañado a la niña al baño y allí
había realizado los tocamientos.
Comienzo por señalar que se trata de hechos no precisados temporalmente con exactitud, pero
ubicados durante el período lectivo 2009 y hasta el 24 de septiembre de ese año, cuando la niña
tenía menos de cuatro de edad. La denuncia se formuló el 6 de noviembre de 2009 y la cámara
Gesell se realizó el 19 de noviembre de 2013, cuatro años después, dado que previamente la niña
estaba en tratamiento psicológico y se desaconsejaba la entrevista para evitar su revictimización.
La menor continuó con la terapia, con múltiples sesiones aunque con distintas profesionales, hasta
que la última de ellas propició la declaración.
En el marco de esta reseña no puedo dejar de mencionar las observaciones que la propia Oficina
de Atención a la Víctima le hizo a la señora Jueza de Instrucción el 28 de diciembre de 2011
(ofrecida por el MPF, fs. 273/274), donde se expidió acerca de la inconveniencia de llevar adelante
la cámara Gesell en las condiciones dadas, debido al paso del tiempo. En efecto, en ese informe el
equipo interviniente se preguntaba qué posibilidades tendría la menor de expresar en ese momento
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los hechos vivenciados, considerando dos variables importantes en la expresión de un testimonio:


la primera de orden lógico, relativa a sus posibilidades de retrotraerse dos años y organizar la
descripción de lo sucedido en aquel contexto espaciotemporal; la segunda, relacionada con el
componente emocional y de contención.
Tal dificultad se vio evidentemente agravada por el hecho de que la cámara Gesell se realizó casi
dos años después, de modo que el aspecto temporal, ligado particularmente a la edad de la niña y
sus posibilidades de recuerdo, tiene una importancia cuya entidad no ha sido analizada cabalmente
por el juzgador, por cuanto debió haber profundizado en los efectos del tiempo en la memoria de
quien sufrió los abusos a tan corta edad, así como en la influencia de diversos factores posteriores
que podrían tergiversar lo ocurrido, aunque la víctima de siete años pueda relatar lo que ya
constituye para ella un recuerdo y, por consiguiente, una vivencia.
Aquí la literatura específica sobre el tema alerta sobre los supuestos de selectividad en la
rememoración, la existencia de falsos recuerdos implantados, su relación con la capacidad
cognitiva y psicoevolutiva, la falta de comprensión de la implicancia sexual de ciertas conductas,
etc.; a ello se agregan las modificaciones que puede sufrir la memoria no solo a partir de la
sugestión o a la necesidad de llenar las lagunas de lo que no se recuerda, sino también en lo que
atañe a los hechos que impactaron negativamente.
En cuanto a estas temáticas, en numerosas periciales se ha señalado que la recuperación múltiple
de lo vivido, debida a sucesivos y numerosos interrogatorios sobre un evento, suele introducir
información engañosa en la memoria de quien relata, a lo que debe sumarse la dificultad en niños
de esa edad -menos de cuatro años- de encontrar recuerdos infantiles tempranos.
Así, las herramientas para evaluar el testimonio de los niños (una de las cuales es la evaluación de
la validez de la declaración -Statement Validity Assessment o SVA-) aconsejan tener en cuenta los
procesos distorsivos que sufre la memoria que, si bien puede mantenerse en aspectos centrales,
podría sufrir incluso su contaminación, además de los datos periféricos, por la afectación de la
memoria episódica.
Respecto del SVA, me permito la licencia de parafrasear la opinión especializada que sostiene que
no está destinado a ser aplicado en todos los casos, ni a todas las personas, ni en cualquier
circunstancia. Conocer su correcta aplicación no solamente requiere tener una amplia formación
académica sino también, quizá lo más importante, contemplar sus indicaciones y limitaciones.
Se advierte, en este sentido, que a menudo las declaraciones se conciben de manera dicotómica,
como si su origen fuese verdad o mentira. En consecuencia, el análisis de una declaración se
percibe como una forma de detectar la mentira y el SVA se reduce a la aplicación del análisis de
contenido basado en criterios (CBCA, por su sigla en inglés) como un medio de detección del
engaño, lo que con frecuencia conduce a una incorrecta aplicación de los métodos que contiene el
procedimiento.
Las declaraciones pueden ser incorrectas por diversas razones y el engaño intencional es solo una
de ellas. Si el engaño deliberado fuese la única alternativa de estos errores, entonces el CBCA
sería la herramienta adecuada para su detección. Sin embargo, antes de debe distinguir cuál es la
fuente de esa declaración incorrecta, para evaluar si procede o no la aplicación del CBCA.
Por tal razón, es recomendable que la persona que realiza la evaluación no tenga especial empeño
en "descubrir" abusos sexuales, sino que debe ser lo más neutral posible y abierta a que los hechos
invocados puedan haber sucedido o no. De lo contrario, fácilmente podrá caer en el error del sesgo
confirmatorio, esto es que, tratando de confirmar una hipótesis, tienda a valorar más positivamente
aquellos elementos que la confirmarían, pasando por alto las declaraciones o circunstancias que la
negarían. Para ello, el evaluador debe plantearse cinco hipótesis; la principal sería que la
declaración es válida, mientras que las hipótesis alternativas son: a) la declaración es válida pero el
niño ha reemplazado la identidad del agresor; b) la declaración es válida pero el niño ha sido
influenciado o agregó información adicional que no es verdadera; c) el niño ha sido presionado
para dar una versión falsa de los hechos; d) por intereses personales o para ayudar a terceras
personas, el menor ha presentado una declaración falsa, y e) a consecuencia de problemas
psicológicos, el menor ha fantaseado o inventado su declaración. A ello se agrega que también
debe contemplarse la posibilidad de que el menor esté relatando un hecho falso por un error de
interpretación o por contaminación no intencional de sus recuerdos, dando lugar a un falso
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recuerdo (ver G. Köhnken, A. Manzanero y M.T. Scott, "Análisis de la validez de las


declaraciones: mitos y limitaciones", en Anuario de Psicología Jurídica, Vol. 25, Nº 1, Enero 2015,
págs. 13-19, disponible en https://doi.org/10.1016/j.apj.2015.01.004).
Teniendo en consideración esas dificultades en la declaración de la niña, cabe acudir a su relato en
sí para intentar determinar su grado de coherencia y la serie de datos que, aun con las limitaciones
del caso, permitan reconstruir lo realmente ocurrido. En este sentido, en una declaración acorde
con su edad (recordemos que se trata de una niña de siete que relata lo que le había ocurrido cuatro
años antes), la menor siempre aludió al mismo hecho describiéndolo como una visualización de
sus pechos o de la parte media de su cuerpo, entre las piernas (en referencia a la vagina), y
agregaba que luego la imputada la llevaba al baño con una compañerita y que ahí le tocaba el
pecho y la vagina, también que le hacía cosquillas y después la limpiaba, la miraba, le levantaba la
remera y la tocaba, pero afirmando "la cola no...", me empezaba a tocar "acá" (señalándose el
pecho).
Entonces, de este análisis específico del relato surge que, aunque allí se señala un tocamiento
compatible con el descripto en la acusación (destaco que el a quo desestimó una porción
importante de las maniobras abusivas por las que el Ministerio Público Fiscal propiciaba una
condena más grave en los términos del art. 125 CP), luego también se niega y la narración se
limita a un tocamiento en el pecho y a una observación de lo que ocurría en el baño, incluyendo a
otra compañerita.
Ligados con este último extremo -la presencia de otra niña en el baño mientras ocurrían los
tocamientos y a quien se hacía participar-, hallamos los dichos en debate de S.A.P., padre de quien
había sido indicada como otra víctima del accionar de la imputada, testigo que afirmó que su hija
jamás le había hecho referencia a tales cosas y que, cuando se le preguntó indirectamente por el
modo en que iba al baño en el establecimiento, dijo que lo hacía sola, por lo que dejó de lado toda
sospecha al respecto y mantuvo a su hija en el jardín hasta que egresó. De tal manera, si para la
certeza del caso se tomara como elemento relevante la impronta que el hecho traumático podría
haber tenido en una niña de tan corta edad, entiendo que -cuanto menos- deberían tener la misma
entidad los eventos que involucrarían a otra; no obstante, esos dichos no contaron con ninguna
corroboración en el expediente.
Abordando las pruebas señaladas por el sentenciante -reitero: las declaraciones y observaciones de
las profesionales que intervinieron en la terapia de la pequeña, aunadas a la declaración de la
madre, los informes forenses, la declaración del pediatra y los dichos de una empleada doméstica-,
se obtiene que Claudia Silvia Musso, primera psicoterapeuta de la niña, declaró en el debate y,
acorde con la lectura del texto referido a la entrevista del 30 de octubre de 2009, afirmó que la
víctima había hecho un primer relato significativo en el que narró que "C. les pega a las nenas, les
aprieta el cuello... le agarra el brazo fuerte y le pega... en el baño. Le pregunta si sola, dice que no,
con M. ... les baja los pantalones y les toca la cola... también dice que se toquen..."; agregó que las
referencias a la imputada se sucedían posteriormente y advirtió determinados signos en la niña
(conductas hipersexualizadas, enuresis, maltrato a su hermana, etc.), lo que la llevó a aconsejar a
la madre la realización de la denuncia penal. En momento alguno de su declaración dijo, ni se le
preguntó, si era conocedora de algún otro incidente que hubiera sufrido la niña en el que la
agarraran del brazo, le pegaran y ocurrieran en un baño.
Además, anoto que el propio informe de cámara Gesell de fs. 377, aunque detecta la exposición de
una misma idea directriz, con un relato inicial coherente y claro, añade que al profundizar en
detalles comienzan a aparecer ciertas lagunas, dudas o contradicciones (frecuencia del hecho,
descripción del lugar, otros recuerdos de esa época, zonas de su cuerpo involucradas en el hecho
investigado). En su informe de la entrevista de cámara Gesell, María Florencia Zubeldía explicó
que los recuerdos de la niña se van resignificando; que, cuanto más tiempo pasa, hay mayores
resignificaciones y que la estructura cognoscitiva de un niño de cuatro años no tiene desarrolladas
todavía las categorías de tiempo, espacio, modo y circunstancias, como un adulto. También refirió
que en una pequeñita el transcurso de cuatro años es altamente significativo para un recuerdo, y
diferenció su situación de la de un adulto, quien mantiene su estructura de pensamiento sin
modificaciones. Tampoco expresó ni le fue preguntado si, al evaluar la entrevista, conocía o había
sido informada de otros sucesos ocurridos en un baño (espacio), en momentos cercanos (tiempo),
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con ribetes violentos (tomarla del brazo y pegarle).


Por su parte, la pericial psicológica forense (ver fs. 610 y vta. y 630/633 vta.) considera creíble el
relato porque observa una estructura lógica y coherente, en la que surgen detalles de espacio,
tiempo, interacciones y emociones, lo que no resulta del todo coincidente con las aclaraciones de
la licenciada Zubeldía.
Ahora bien, aun con la comprensión de que se trata de la narración de una niña de siete años que
recuerda lo ocurrido cuando contaba solo con tres, cuya memoria puede verse afectada por el
transcurso del tiempo en aspectos periféricos o de contexto de modo más acusado que la de un
adulto (lo que significa que puede tener un mayor grado de imprecisión), en este caso la propia
síntesis de los aspectos del testimonio que el juzgador considera medulares (cf. subpunto 10 de la
sentencia) pone en evidencia la existencia de imprecisiones o incluso contradicciones respecto de
la secuencia fáctica precisa que se procura acreditar.
Así, la menor afirmó que en el baño la imputada le tocaba la cola y el pecho, pero también dijo:
"ella me limpiaba y después me miraba, me levantaba la remera para ver si estaba bien, si me
pasaba algo y me empezaba a tocar. La cola no, pero me empezaba a tocar acá (se toca el
pecho)...". Estas contradicciones y ambivalencias en el relato, donde tiene una impronta
fundamental el paso del tiempo respecto de la corta edad de la declarante, impiden contrarrestar
con eficacia los dichos de la imputada, que -como fue dicho- encuentran corroboración en las
manifestaciones de cuatro docentes, todas ellas contrarias a la posibilidad de que los hechos
acontecieran en el baño contiguo a la sala sin ser advertidos, como también coincidentes en la
ausencia física de la imputada en dicha sala.
Tampoco basta para debilitar tal dato de descargo la sola mención de que la imputada en ocasiones
recibía a los niños o los entregaba a sus padres, puesto que la acusación requería que, además, los
acompañara al baño, circunstancia muy distinta y que las docentes niegan.
En la metodología argumentativa ensayada por el juzgador para elaborar su sentencia, esta
cuestión fue abordada en el subpunto 18, que consta de cuatro renglones y bajo ningún concepto
puede ser entendido como un análisis crítico al respecto ni se compara con las reflexiones que ha
merecido aquí este ítem, de mayúscula importancia. En efecto, el sentenciante afirmó que la niña
había hecho una férrea imputación a la acusada, pero omitió dar cuenta de las proposiciones que le
sirvieron de premisa para dar sustento a tal conclusión, sino que solo se ocupó del procedimiento
seguido en la entrevista (con preguntas no direccionadas ni indicativas), punto que no resulta
motivo de agravio, a lo que agregó la apoyatura que los dichos la niña tendrían a partir de las
observaciones de las psicólogas tratantes y su madre, de los informes forenses y de los dichos del
médico pediatra y de una empleada doméstica.
Entonces, si bien una porción de los hechos se corresponde con lo que la menor expresó en cámara
Gesell y formó parte de la acusación, otros aspectos no fueron esclarecidos.
Es que es imposible soslayar que la primera referencia de la niña alude a una situación vinculada
con la utilización de cierta violencia física (que les pegaba, apretaba el cuello y agarraba fuerte del
brazo), lo que, por su similitud, se liga directamente con una referencia que hizo la madre en
debate, que afirmó que antes de emplear a la niñera que declaró haber sido la primera en escuchar
de la niña el relato de la situación de abuso (en referencia a C.S.), tuvo otra llamada P.H.I., a la que
"despidieron porque pudo ver que la encerraba en el baño y la zamarreaba del brazo a la nena.
Esto fue antes de que la nena fuer al jardín, unas dos semanas antes. Pudo ver esa situación. La vio
encerrada en el baño... esa situación se puso en conocimiento del jardín...".
C.S., empleada doméstica que trabajó unos cuatro meses para la señora R., sostuvo que la niña se
comportaba de modo raro y decía que "C. era mala, que le apretó el brazo", que la agarraba fuerte
del brazo; "[l]e contó que C. le tocaba la cola... se tocó sobre el pantalón con la manito y se frotó.
En un momento le mostró con una muñeca, le tocaba la cola, los pechos y le daba besos [...] Le
contó que la llevaba al baño, a veces junto con M. y le hacía lo mismo que a ella...".
Así se alude nuevamente a una situación de violencia física, muy semejante a la que la madre
relató como ocurrida en el baño de su casa y cuya agresora había sido una empleada doméstica, el
tocamiento siempre referido, también en un baño -pero del jardín de infantes-, y la aparición de
otra niña en el contexto del abuso, sobre lo que no pudo traerse ninguna indicación cargosa, sino
todo lo contrario.
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Y estas circunstancias, que fueron ventiladas en el juicio, no han merecido reparo alguno en la
sentencia y se desconoce si las terapeutas las evaluaron (muy especialmente la primera) y si los
operadores forenses hicieron lo propio, como una de las hipótesis alternativas a las que antes me
referí al parafrasear las indicaciones metodológicas recomendables.
A mayor imprecisión, consta en la sentencia que la madre de la niña relató (sin aclarar cuál era la
fuente de la información, pues inicialmente había dicho que su hija no le contaba nada en un
principio, sino luego, en el tratamiento psicológico): "Esto ocurría en el baño, a la hora del te o de
la leche. A veces la llevaba sola a B. o hacía que las nenas se toquen entre ellas. Además las
tocaba en la cola, por debajo de la bombachita. Supuestamente todo ocurría no cuando iban a
hacer pis, sino que las llevaba para meterles la mano, las manoseaba... A veces llevaba a una sola
de las nenas a quien tocaba. De ahí fue que salio lo de los besos en la boca, porque hacía que las
nenas se besen en la boca y se toquen; si se negaban, las agarraba fuerte del brazo y las
zamarreaba...".
Lo último también fue referido por Bárbara Cecilia Fernández (segunda psicoterapeuta de la niña),
que, aunque diagnosticó un abuso sexual, señaló que la víctima mencionaba a la imputada y una
situación en un baño, afirmando que esta hacía que se tocara o que tocara a otra niña y que se
dieran besos.
Entonces, ya sea por los dichos de las terapeutas a partir de las palabras de la niña a lo largo de las
múltiples sesiones en ambos tratamientos, o bien por expresiones directas de la menor hacia la
madre, la conducta atribuida a la imputada, de ser cierta, involucraría (junto a la que se entiende
acreditada) una serie de situaciones más gravosas en el mismo contexto de acción, las que fueron
descartadas o desestimadas por el propio a quo (compárese el contenido fáctico de la acusación
con el que finalmente se tuvo por acreditado, y el consiguiente cambio de calificación jurídica) en
tanto, de haber sucedido, lo lógico sería que hubiesen ocasionado algún efecto traumático o, al
menos, un cambio mínimo de comportamiento en las compañeritas de la sala, víctimas de tan
graves situaciones abusivas, que alguien debería haber advertido. Sin embargo, lo cierto es que
estas nada refirieron al respecto, tal como dijo el padre de una de ellas, que también dio cuenta de
la investigación en marcha en el grupo de padres, quienes tampoco habían notado nada.
Cualesquiera hayan sido los defectos de la investigación para dilucidar el caso (la tardanza en la
realización de la cámara Gesell; la posibilidad de que el desarrollo de la terapia psicológica
durante todo ese tiempo, con sus preguntas y repreguntas, modificara el recuerdo de la niña sobre
lo realmente ocurrido, etc.), no puedo obviar que, previo a todo esto (conforme relató C.S.) la niña
ya había mencionado cierto tipo de abuso, que luego reiteró a su terapeuta y en la entrevista en
cámara Gesell, pero también dijo otras cosas; y es que se trata de una niña de tres años que
comenzaba a aludir al padecimiento de una agresión distinta, también física pero vinculada con
golpes o apretones, que fue lo que la madre constató en su casa con otra empleada doméstica,
también en un baño, lo que se asemeja a lo que también le endilgó a la imputada. Esto -como ya
mencioné- no fue considerado por los profesionales, por desconocimiento de tales circunstancias o
ausencia de praxis adecuada y tampoco mereció indagación alguna del juzgador, ni llamó la
atención -aun cuando se lo refiere en la sentencia- que la segunda terapeuta (Fernández) haya
expresado que B. le afirmó que C. la amenazaba con que si contaba "le iba a hacer lo mismo a su
hermana", un agregado por demás significativo en el relato, ya que en la revisión de este proceso
no surge que la hermana de C. concurriera al Jardín. Entonces, cabría preguntarse en qué contexto
habría recibido la niña tal amenaza o qué probabilidades existían de que su hermanita fuera
también agredida por la imputada, si no iba a ese establecimiento.
Por consiguiente, no se trataba aquí de indagar y establecer si a la perito forense Guillén le
resultaban "creíbles" o "no creíbles" los sucesos narrados por la niña en cámara Gesell, sino de
indagar si el relato, tal como fue dado, era correcto, puesto que no es igual el relato falso que el
relato incorrecto. El origen de las declaraciones incorrectas puede ser distinto y el grado de
conciencia del testigo sobre su declaración también. Así, en términos generales, puede tratarse de
errores no intencionales (falta de competencia para testificar, errores inadvertidos o falsos
recuerdos), de modo que los sujetos que aportan un testimonio basado en falsos recuerdos están
convencidos de que aquello ocurrió y su recuerdo equivale en calidad al de un testimonio
verdadero.
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Esta compleja problemática probatoria fue tratada por el Juez en el subpunto 19 de sus
consideraciones, donde aludió a la corroboración de los dichos de la niña por las profesionales
terapeutas, los dichos de la madre y de la empleada doméstica y lo consignado por el médico
pediatra. Además, el magistrado señala no haber advertido en las psicólogas un intento de
perjudicar a la acusada o de favorecer a la madre o a la niña.
Ahora bien, observo que la ponderación de los dichos del pediatra como prueba cargosa no aporta
mayormente al análisis, toda vez que en momento alguno diagnosticó que el enrojecimiento fuera
compatible con un abuso.
Por otra parte, de las mismas fuentes de las que se obtuvo la prueba de cargo, es decir, de las
declaraciones de la madre y las terapeutas (más allá de que no queda claro en la sentencia si
aquella daba cuenta de los hechos porque los había escuchado de su hija o de las profesionales que
la trataban), surgen conductas abusivas más gravosas que el juzgador descartó o desestimó a partir
de la prueba del debate, como detallé más arriba. Sin embargo, no se ha plasmado el razonamiento
que ha llevado a optar por dar credibilidad a ciertos aspectos de lo narrado y dejar de lado otros, ni
se ha abordado la totalidad de la problemática que puede llevar a un diagnóstico equivocado sobre
la observación de determinados datos, lo que socava la base de lo decidido.
Los subpuntos 14, 15, 16 de la sentencia no tienen ninguna relevancia de cargo; al contrario, los
dos últimos tienen más bien un sentido desincriminante, en tanto remiten al testimonio del padre
de la otra niña mencionada como probable víctima de lo ocurrido, lo que fue negado y ya
mencioné, y a los dichos del médico pediatra que atendió a la niña en la primera consulta de la
denunciante, quien señaló que la lesión constatada no podía ser diagnosticada como propia de un
abuso sexual.
El subpunto 17 comienza por la conclusión respecto de la materialidad y la autoría, por lo que
cabe revisar el análisis de las proposiciones desarrolladas para verificar tal aserto. En tal tarea,
advierto que el sentenciante da inicio a su argumentación negando una actitud maliciosa de la
denunciante, lo que -como es obvio- constituye un examen sumamente incompleto de todas las
motivaciones (incluyo las que carecen de todo dolo) que llevarían a una madre a poner en
conocimiento de la autoridad determinados datos que observa en su hija de tres años o ha
escuchado de ella. Para decirlo con otras palabras, tal conducta puede ser bien intencionada y
esperable de una madre, pero también errada o no compatible con lo ocurrido.
En el subpunto 20 se lee: "va de suyo que los dichos exculpatorios de G.D. carecen de asidero
probatorio y marco jurídico (como para exculparla), toda vez que la prueba de cargo acredita, sin
lugar a duda, que ella abusó sexualmente de la menor B....". Observo allí un razonamiento circular
que no agrega ninguna información, sino que solo plasma dos conclusiones lógicas y compatibles
entre sí (la hipótesis de descargo no tiene pruebas en su favor, y ocurre lo contrario con la de
cargo), pero nuevamente omite dar cuenta del modo en que se arriba a tal conclusión, que es
justamente lo relevante para cumplir la exigencia de que la sentencia sea fundada, dado que cada
conclusión debe estar justificada.
Finalmente, los subpuntos 21 a 25 no se vinculan con la prueba de la materialidad y la autoría
responsable, y el subpunto 26 desarrolla la conclusión de lo que se considera acreditado, de modo
que la falencia señalada precedentemente no ha sido salvada.
Un análisis integral de la sentencia y de los elementos probatorios e indiciarios en el modo en que
fueron valorados por el sentenciante, en conjunto con las demás constancias que surgen del
expediente, permiten adelantar que el fallo puesto en crisis no resiste el control de calidad que este
Cuerpo ha procedido ha realizar, sobre la base de la revisión de lo revisable.
A partir del desarrollo precedente, se advierte con claridad que la sentencia ha afirmado la
existencia de los abusos endilgados a la acusada, pero sin fundamentar adecuadamente sus
conclusiones, violando las reglas de la sana crítica y del deber de motivación y justificación de las
decisiones judiciales, de jerarquía constitucional y convencional. MI VOTO.
A la misma cuestión los señores Jueces doctores Ricardo A. Apcarian, Enrique J. Mansilla,
Adriana C. Zaratiegui y Carlos M. Mussi dijeron:
Adherimos al criterio sustentado por la vocal preopinante y VOTAMOS EN IGUAL SENTIDO.
A la segunda cuestión la señora Jueza doctora Liliana L. Piccinini dijo:
En conformidad con lo expuesto en la primera cuestión, no se trata aquí de una crítica a la
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aplicación de determinado método de razonamiento por parte del juzgador -si inductivo, desde los
hechos particulares a la conclusión general, o deductivo, a la inversa-, ni tampoco al tratamiento
de diversas cuestiones separándolas por subpuntos de breve desarrollo o a que en su discurso el
juzgador optara por adelantar una conclusión sobre determinado ítem. Esto es irrelevante en tanto
cualquiera de las dos formas de razonamiento mencionadas es apta para responder, mínimamente,
a las exigencias de motivación del art. 200 de la Constitución Provincial, a la vez que ni la
extensión de sus consideraciones ni su orden sean requisitos que por sí mismos hagan al acierto o
error de lo decidido, aun cuando lo óptimo y esperable de una decisión jurisdiccional es que
resulte lo suficientemente justificada como para que, ante el eventual y saludable control
republicano, pueda verificarse que dicho razonamiento no ha caído en el vicio de la mera
afirmación dogmática, sino que se sustenta en los elementos convictivos concienzudamente
analizados.
En ese sentido, resulta pertinente hacer referencia -una vez más- a lo establecido por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, en tanto sostuvo que "es menester reflexionar sobre la regla de
la sana crítica. La doctrina en general rechaza en la actualidad la pretensión de que pueda ser
válida ante el derecho internacional de los Derechos Humanos una sentencia que se funde en la
llamada libre o íntima convicción, en la medida en que por tal se entienda un juicio subjetivo de
valor que no se fundamente racionalmente y respecto del cual no se pueda seguir (y
consiguientemente critica) el curso del razonamiento que lleva a la conclusión de que un hecho se
ha producido o no o se ha desarrollado de una u otra manera. Por consiguiente, se exige como
requisito de la racionalidad de la sentencia, para que ésta se halle fundada, que sea reconocible el
razonamiento del juez. Por ello se le impone que proceda conforme a la sana crítica, que no es más
que la aplicación de un método racional en la reconstrucción de un hecho pasado" (CSJN in re
"Casal", Fallos 328:3399, cons. 29).
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha reiterado que "la motivación es la
exteriorización de la justificación razonada que permite llegar a una conclusión. El deber de
motivar las resoluciones es una garantía vinculada con la correcta administración de justicia, que
protege el derecho de los ciudadanos a ser juzgados por las razones que el Derecho suministra, y
otorga credibilidad de las decisiones jurídicas en el marco de una sociedad democrática. El
Tribunal ha resaltado que las decisiones que adopten los órganos internos, que puedan afectar
derechos humanos, deben estar debidamente fundamentadas, pues de lo contrario serían decisiones
arbitrarias. En este sentido, la argumentación de un fallo debe mostrar que han sido debidamente
tomados en cuenta los alegatos de las partes y que el conjunto de pruebas ha sido analizado.
Asimismo, la motivación demuestra a las partes que éstas han sido oídas y, en aquellos casos en
que las decisiones son recurribles, les proporciona la posibilidad de criticar la resolución y lograr
un nuevo examen de la cuestión ante las instancias superiores. Por todo ello, el deber de
motivación es una de las 'debidas garantías' incluidas en el artículo 8.1 de la Convención para
salvaguardar el derecho a un debido proceso" (Corte IDH, "Caso Tristán Donoso vs. Panamá",
sentencia del 27/01/09, párrafos 152 y 153).
Sentado ello, lo que aquí se afirma es que solo puede predicarse como verdadero aquello que es
verificable, y solo son verificables en el plano judicial las proposiciones fácticas (verdad fáctica) y
jurídicas (verdad jurídica) que motivan un pronunciamiento judicial (Ferrajoli, Derecho y Razón,
págs. 46 y ss). En consecuencia, lo que debe desarrollarse es una teoría de la verificabilidad, para
la búsqueda de una verdad que es siempre aproximativa y que se expresa en la motivación de la
sentencia, como un requisito de seguridad, pues permite su control.
Sabido es que solo es verdad (relativa) en un proceso aquello que se puede probar y que, del
contacto directo con la prueba, el juez debe extraer los factores epistemológicamente aceptables y
sobre esa base construir inferencias racionales, fundadas sobre reglas o estándares de valoración
que deben ser claramente identificables (M. Taruffo, La prueba de los hechos, págs. 26 y ss).
Aquí se sitúa la crítica a la labor de motivación del juzgador, en tanto -como se dijo- la legalidad
de lo decidido necesitaba de una correcta exposición de las mayores posibilidades representativas
de cada una de las hipótesis y un examen completo tanto de la prueba de cargo como de la de
descargo.
Como quedó demostrado precedentemente, el análisis desarrollado resulta insuficiente, en la
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medida en que los diversos subpuntos en que se dividen las apreciaciones del juzgador no han
abarcado la total complejidad de los aspectos probatorios que representaban un obstáculo para la
acusación, tal como fue presentada.
A ello agrego que la versión de descargo de la imputada, que negó haber tenido la oportunidad de
llevar a la niña al baño del jardín, encontraba corroboración en cuatro declaraciones de docentes,
que han dado razón de sus dichos (tanto respecto de la no presencia de la imputada en la sala como
de la imposibilidad de que tales hechos ocurrieran sin ser advertidos, por la ubicación del baño
dentro de la sala), y dos testimonios de personas ajenas al establecimiento, progenitores de niños
que allí concurrían, los que no fueron desestimados por el juzgador. Asimismo, y aun con las
limitaciones que puede suponer extraer conclusiones del informe vinculado con el examen mental
obligatorio de la señora G.D. (ver fs. 518/521), en atención a su cometido específico, en este
vuelve a rechazar "cualquier tipo de conducta impropia hacia la niña", y se verifica un correlato
emocional con tales dichos.
En estas condiciones, los elementos de cargo son insuficientes, de modo que no se ha superado en
autos el estándar probatorio ligado a la duda razonable. Es que las imprecisiones aludidas impiden
tener por establecido con seguridad que A.C.G.D. cometió esos determinados hechos en perjuicio
de la menor.
Soy consciente de la vaguedad del concepto de duda y de las dificultades para determinar sus
alcances, así como del hecho de que la adopción de un umbral muy exigente puede finalizar con la
absolución de un culpable, a la vez que un criterio poco exigente con el error también puede
desembocar en la condena de un inocente.
En esta difícil tarea, por las particularidades del caso, ratifico la aplicación de la regla del in dubio
pro reo, en el entendimiento de que tal incertidumbre no se sustenta en mi pura subjetividad, sino
en el análisis racional y objetivo de las constancias del caso, que impiden superarla.
Por los motivos que anteceden, y revisada de modo integral la totalidad de la prueba, propongo al
Acuerdo hacer lugar al recurso de casación interpuesto por la Defensa y, por aplicación de la regla
del in dubio pro reo, absolver a A.C.G.D., de circunstancias personales obrantes en autos, de los
hechos reprochados, sin costas (arts. 200 C.Prov., y 440 y 499 CPP Ley P 2107). ASÍ VOTO.
A la misma cuestión los señores Jueces doctores Ricardo A. Apcarian, Enrique J. Mansilla,
Adriana C. Zaratiegui y Carlos M. Mussi dijeron:
Adherimos a la solución propuesta por la vocal preopinante y VOTAMOS EN IGUAL SENTIDO.
Por ello,
EL SUPERIOR TRIBUNAL DE JUSTICIA DE LA PROVINCIA
RESUELVE:
Primero: Hacer lugar al recurso de casación interpuesto a fs. 811/827 de las presentes actuaciones
por la señora Defensora Penal doctora Celia Delgado en representación de A.C.G.D., y revocar la
Sentencia Nº 10/18 de la Cámara Segunda en lo Criminal de General Roca (art. 200 C.Prov.).
Segundo: Absolver por el beneficio de la duda a A.C.G.D., de circunstancias personales obrantes
en autos, de los hechos por los que fue traída a juicio, sin costas (arts. 440 y 499 CPP Ley P 2107).
Tercero: Registrar, notificar y oportunamente devolver los autos.

Firmantes:
PICCININI - APCARIAN - MANSILLA - ZARATIEGUI - MUSSI (subrogante)

PROTOCOLIZACIÓN:

Sentencia: 108
Secretaría Nº: 2

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9/5/22, 11:11

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