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Juan 4:9

Entonces la mujer samaritana le dijo: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy
samaritana?" Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

Los judíos y los samaritanos eran acérrimos enemigos, hasta el punto de que –en cuanto le fuera posible
– evitaban todo trata los unos con los otros. La única relación con los samaritanos, admitida por los
judíos, era negociar con ellos en caso de necesidad. De este punto de vista no había problema con la
visita de los discípulos a la ciudad para comprar alimentos (Jn. 4:8). (Comentario del Evangelio de Juan
escrito por Mario Veloso)

Una religión rival en Samaria.-

Los judíos que regresaron a Jerusalén encontraron resistencia cuando trataron de establecer normas de
culto diferentes de los conceptos populares de los pueblos semipaganos que se habían establecido en el
país durante el cautiverio (ver t. II, pp. 943-944; t. III, p. 71). Sanbalat y Tobías pensaban que los
repatriados tenían conceptos estrechos y eran intolerantes, e hicieron todo lo posible para anular sus
planes. Un hijo de Joiada el sacerdote fue desterrado por Nehemías debido a su casamiento con la hija
de Sanbalat. Este quizá es el Manasés que menciona Josefo (ver com. Neh. 13: 28-29), a quien Sanbalat
de Samaria dio la bienvenida y constituyó como sacerdote de un templo samaritano rival sobre el monte
Gerizim. El resultado fue un culto samaritano rival que se menciona en el Nuevo Testamento (Juan 4:
20), y que todavía sobrevive en Nablús.

El desarrollo de la tradición judía.-

Esta oposición de los samaritanos fue un gran incentivo para el estudio y el ensalzamiento de la Torah
(Torá, Tora, Pentateuco) por parte de los judíos, quienes comenzaron a practicar rigurosamente todos
sus ritos y enseñanzas, y establecieron sinagogas por todo el país. La lectura de las Escrituras,
presentada en los servicios del sábado, se traducía al arameo o se explicaba en ese idioma, el cual se
había convertido en la lengua del pueblo durante el exilio (ver t. I, pp. 33-34). Mediante esas
explicaciones, los rabinos guiaban a los laicos en lo que consideraban que eran las interpretaciones
correctas de la Torah. No es extraño que en esas condiciones surgiera gradualmente un conjunto de
interpretaciones tradicionales de las Escrituras, aunque los dirigentes disintieran entre sí en cuanto a
puntos de doctrina y procedimiento. El nacionalismo judío había despertado, y los impulsó a estudiar
sus libros sagrados; pero poco a poco se confundieron en cuanto al correcto significado de las Escrituras.
En vez de poner a un lado sus opiniones preconcebidas y de permitir que el Espíritu de Dios los guiara a
toda verdad, cavaron para sí cisternas rotas para beber el error. Así se pusieron los fundamentos de las
interpretaciones erróneas, lo que resultaría en un complejo conjunto de tradiciones (ver t. V, pp. 97-
102). Estos falsos conceptos finalmente dominaron la religión judía y prepararon el camino para que
rechazaran completamente a Cristo.

Josefo menciona un hecho relacionado con las conquistas de Alejandro, que, aunque muchos eruditos
no lo consideran histórico, lo presentamos debido a su posible relación con la profecía de Daniel acerca
de Grecia, y porque no es totalmente imposible si se acepta que el libro de Daniel fue escrito en el siglo
VI a. C.

Dice el relato (Josefo, Antigüedades xi. 8. 4, 5) que Alejandro fue de Tiro a Jerusalén, en camino a Egipto,
y se le mostró la profecía de Daniel (probablemente cap. 8: 2l); que se impresionó tanto con ella, que
concedió grandes favores a los judíos, y no sólo para ellos sino para todos los de raza judía en los países
que él pudiera conquistar en el futuro (ver t. III, pp. 374-375). Es cierto que Josefo, relacionando a
Sanbalat y a Darío III como contemporáneos, confunde este relato con el del casamiento de la hija de
Sanbalat con un hijo de Joiada (Neh. 13: 28); sin embargo no es imposible que un tal Jadúa fuera sumo
sacerdote en tiempo de Alejandro, y que pudiera haber ocurrido un hecho tal. Dios podría haber
dirigido a Alejandro tan fácilmente como dirigió a Ciro en los días de Daniel.

Además, otro hecho indujo a Alejandro a otorgar favores a los judíos. Los caudillos samaritanos habían
quemado vivo al gobernador Andrómaco, a quien Alejandro había nombrado en Samaria para que
administrara toda Celesiria y Palestina. Cuando Alejandro regresó de Egipto vengó esa atrocidad,
concedió favores a los judíos y les dio cierto territorio fronterizo reclamado por los samaritanos.

Cometario bíblico Adventista tomo 5 págs. 20,21,22

Samaria.-

Samaria estaba al norte de Judea, en el territorio donde se establecieron las tribus de Efraín, Manasés
occidental y parte de Benjamín. Limitaba al norte con la planicie de Esdraelón y el monte Gilboa. En su
centro estaban los montes Gerizim y Ebal, a cuyo pie estaba la antigua ciudad de Siquem (cerca de la
actual Nablús), próxima al pozo de Jacob. La ciudad de Samaria, por mucho tiempo la capital del reino
del norte de Israel, estaba a unos pocos kilómetros más hacia el norte. Samaria era un país de colinas y
fértiles valles. La enemistad entre judíos y samaritanos se originó cuando se separaron los reinos del
norte y del sur (t.II, p. 78), separación que duró desde la secesión en los días de Jeroboan I, en el año
931 a. C., hasta el cautiverio de las tribus del norte en 723/ 722 a. C. Los asirios deportaron a muchos de
los israelitas y los reemplazaron con habitantes que eran una mezcla de pueblos paganos de otras
provincias que habían conquistado (2 Rey. 17: 24). Esos pueblos trajeron consigo sus dioses paganos;
pero cuando sobrevino un desastre a esos nuevos colonos, los asirios -movidos por su superstición-
enviaron a Samaria a un sacerdote israelita para que les hiciera conocer al Dios del país. La mezcla de
los israelitas que permanecieron en el país con los inmigrantes paganos produjo una religión mixta, que
era en parte un culto a Jehová y en parte un ritual pagano.

Cuando los judíos regresaron de Babilonia a Judea, esta mezcolanza religiosa se convirtió en una razón
muy poderosa para su odio contra los samaritanos. Casi 48 inmediatamente hubo fricciones entre los
dos pueblos (t. III, pp. 71-74, 323-324; ver com. Esd. 4; Neh. 4; 6). Los samaritanos pusieron estorbos
para la reedificación de las ciudades judías, y cuando hicieron propuestas de alianza, los judíos las
rechazaron terminantemente. Los samaritanos establecieron su propio templo en el monte Gerizim
como rival al de Jerusalén. Esta enemistad nunca mejoró. Durante las luchas de los macabeos, los
samaritanos cooperaron con Antíoco Epífanes (p. 32; ver com. Dan. 11: 14). Entre los dos pueblos no
había trato social de ninguna clase (Neh. 2 a 6; Juan 4: 9).
Cometario bíblico Adventista tomo 5 págs. 47,48

2. El Pentateuco samaritano.-

Esta es una fuente de la cual dispone el erudito textual para comparar con el texto tradicional de los
manuscritos hebreos. El Pentateuco samaritano es una versión del AT, escrita en hebreo entre los siglos
V al II a. C., pero con letras diferentes a las que usaban los judíos. Este texto samaritano fue reproducido
copia tras copia a través de los siglos, totalmente aparte del texto hebreo tradicional de los judíos. Es
interesante comparar los dos textos para ver las diferencias que se produjeron a través de los siglos. Sin
embargo, no es de gran utilidad para demostrar las desviaciones del texto masorético del original,
porque no es clara la historia de la transmisión del texto samaritano y porque ninguno de los
manuscritos samaritanos estudiados es anterior al siglo X d. C. Hay como 6.000 diferencias entre el texto
masorético y el Pentateuco samaritano. La mayor parte son insignificantes: detalles de ortografía o
gramática. Algunas variantes importantes tienden a confirmar la posición samaritano de que Dios
mandó adorar en el monte Gerizim y no en Jerusalén. En unas 1.600 diferencias, el Pentateuco
samaritano se parece más a la Septuaginta que al texto masorético.

3. La Septuaginta.-

La versión más antigua y más importante del AT es la traducción griega conocida como versión de los
Setenta o Septuaginta.

Cometario bíblico Adventista tomo 5 págs. 138

Lucas 9:52.

Envió mensajeros.

Específicamente Jacobo y Juan (vers. 54; DTG 451). En esta ocasión parece que los mensajeros fueron
delante de Jesús para hacer los arreglos para el alojamiento. Sin embargo, ésta también puede ser una
referencia a la publicidad que Jesús correctamente buscaba en un esfuerzo por atraer la atención de
todo Israel, como anticipo de su inminente crucifixión (DTG 449). Este fue el propósito específico de
Jesús cuando más tarde envió a los setenta (ver com. cap. 10: 1).

Una aldea de los samaritanos.

La ruta más corta entre Galilea y Judea atraviesa las colinas de Samaria. Dos años antes Jesús había
tomado esta misma ruta hacia el norte, desde Judea a Galilea (ver com. Juan 4: 3-4). Los judíos
procuraban muchas veces tomar la ruta más larga que iba por el valle del Jordán, especialmente durante
las fiestas que atraían grandes multitudes a Jerusalén, para evitar el contacto con los samaritanos. Sin
embargo, Jesús dedicó parte del resto de su ministerio a la región de Samaria (ver com. Juan 11: 54), y a
las ciudades y aldeas de Samaria fue donde primero envió a los setenta (DTG 452). Como debían ir de
dos en dos, "a toda ciudad y lugar adonde él había de ir" (Luc. 10: 1), el mismo Señor tuvo que haber
visitado muchas partes del territorio samaritano.
53.

No le recibieron.

Le negaron el alojamiento por una noche (DTG 451). Entre los judíos y los samaritanos existía un odio
intenso (Juan 4: 9). Con referencia al origen de los samaritanos, ver com. 2 Rey. 17: 23-41; y en cuanto a
las vicisitudes posteriores entre judíos 757 y samaritanos y el origen de la enemistad existente entre
ellos, ver Neh. 4: 1-8; 6: 1-14.

Como de ir a Jerusalén.

Literalmente "su rostro estaba yendo a Jerusalén". El hecho de pasar por Samaria rumbo a Judea, como
lo hacían muchas veces los judíos de Galilea, con el propósito de adorar a Dios en Jerusalén, insinuaba la
inferioridad de la religión samaritano, y por lo tanto los samaritanos lo consideraban como un insulto.

Cometario bíblico Adventista tomo 5 págs. 757,758

Mujer, créeme.

Este es el único caso del NT en que se usa la expresión enfática "créeme". Comparar con la solemne
afirmación "de cierto, de cierto" (ver com. cap. 1: 51). Jesús solemnemente exhortó a la mujer a que se
olvidara de las formas del culto y de la controversia tradicional entre judíos y samaritanos en cuanto a
dónde debían practicarse esas formas cultuales.

42.

Hemos oído.

Testificaban de lo que habían oído. Ninguna evidencia es más convincente que la de la experiencia
personal.

Verdaderamente éste es.

La presteza de estos samaritanos para aceptar la evidencia de que Jesús era el "Profeta" de quien habló
Moisés (ver com. vers. 26), contrasta muchísimo con la incertidumbre con que los judíos lo recibieron
(ver com. cap. 1: 10-11). Su vida y mensaje constituían una evidencia convincente para los samaritanos
de que se había cumplido la predicción de Moisés en la persona de Jesús de Nazaret (ver com. Mat. 1:
23; cf. DTG 374).

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