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Hace unos días, el 25 y el 26 de marzo, tuvo lugar, en la Universidad Loyola de Chicago, una
reunión para tratar la cuestión de la oposición al Concilio Vaticano II. En ella participó un grupo
de obispos y cardenales junto a algunos teólogos. Estaban los cardenales Cupich, Tobin y
Maradiaga y el arzobispo de San Juan de Puerto Rico, entre otros. La tesis que se pretendía
lanzar era la de que todo el que se oponga al Papa Francisco es también un opositor al Concilio
Vaticano II. Aunque se apuntó con el dedo abiertamente a los que quieren la misa tradicional, en
el aire quedaron acusaciones a muchos otros. Y, sobre todo, quedaron muchas preguntas.
Lo que se afirmaba, en el fondo, no era que el que se oponía al Concilio se oponía a Francisco,
sino que el que se oponía a Francisco se oponía al Concilio. Y aquí surgen la principal cuestión:
¿qué significa oponerse a Francisco? O esta otra, igualmente importante: ¿Quién se está
oponiendo a Francisco, quién es su oposición?
Después del Concilio se difundió la idea de que sus documentos había que interpretarlos según
lo que se llamó “el espíritu del Concilio”, que, en el fondo, promovía la hermenéutica de ruptura
con la Palabra y con la Tradición. Pero el “espíritu del Concilio” nunca se concretó y cada uno
acudía a él para justificar lo que fuera, incluso las mayores aberraciones. Nadie sabía
exactamente en qué consistía porque no estaba escrito, pero sí se sabía que bastaba apelar a
él para poder hacer lo que se quisiera, desde la liturgia hasta la doctrina pasando por la moral.
¿Se pretende ahora resucitar el “espíritu del Concilio” llamándolo con otro nombre, algo así como
el “espíritu del Papa Francisco”? Si así fuera, llegaríamos a la conclusión de que no sólo los
Papas recientes y muchísimos obispos -incluidos destacados miembros de la Curia vaticana-,
por no decir millones de sacerdotes y fieles, formarían parte de la oposición al Pontífice y, como
consecuencia, al Concilio, sino que se concluiría que el Papa Francisco está en contra del
“espíritu del Papa Francisco”, lo cual ya nos habría hecho cruzar el límite de lo que la lógica nos
permite aceptar. Si eso fuera así, el Papa estaría aprobando cosas -como los documentos
citados- con las que en realidad no estaría de acuerdo y cuando se distancia del Sínodo alemán
en realidad lo que su “espíritu” dice es que está de acuerdo con él. Todo esto es tan absurdo que
convendría aclarar si se puede aceptar lo que el Papa dice y aprueba sin estar a la vez en contra
del Papa. O se aclara esto o la esquizofrenia se instalará en la Iglesia.