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Clase 5

El objeto a (Segunda parte)

H
oy vamos a retomar el tema del objeto a desde otra
perspectiva, que está ligada al amor. Es decir, cómo in­
terviene lo que llamamos en psicoanálisis el objeto a,
en el amor.
Recuerdan que partimos de la idea de objeto a como resto y
de la relación del resto con la causa; vimos también la diferencia
entre el resto como causa y el resto como desperdicio.
Ubicamos la noción del resto como causa del lado del objeto
a, tal como Lacan lo ubica en el seminario X .12 Después eso va
a tener muchas derivaciones a lo largo de su enseñanza, espe­
cialmente en los diez seminarios subsiguientes; al menos hasta
el seminario XX.
Por otro lado, vimos la relación entre el objeto a y la angus­
tia, y cómo la angustia tiene que ver con lo que en el campo de lo
simbólico no puede ser nombrado, no puede ser significantizado,
aquello que Lacan ubica del lado de lo real.
Pensando lo real por fuera de lo simbólico, siempre lo real
está ligado a la certeza. Ustedes vieron la fórmula lacaniana de lo
que retorna en lo real tiene un efecto de certeza. En el caso de la
angustia es lo que no engaña, y después Lacan habla de la certi­
dumbre, que no es exactamente lo mismo. No me voy a detener
en esto pero ya saben que todo lo que engaña está del lado de lo
simbólico e imaginario, que engañe no quiere decir que no sea
central para la vida de la gente o que eso no tenga todo su valor;
es más, saben que Freud habla de la realidad psíquica y lo que
cuenta es la realidad psíquica.
En Freud la disyuntiva está entre la realidad objetiva y la
realidad psíquica; lo que cuenta es la realidad psíquica pero no

12 Lacan, J. (1962-63). Seminario 10. La Angustia. Buenos Aires, Paidós.


72 Fabián A. Naparstek: Nociones introductorias aI P sicoanalisis{20 16)

por eso Freud le dice a la gente que la castración no existe, eso


poco efecto tiene. Si alguien tiene presente la castración en su
realidad psíquica, eso va a tener consecuencias en su vida y res-
pecto del síntoma, por ejemplo.
Vamos a avanzar siguiendo esta idea de que puede haber algo
que se relacione al sujeto y que no tenga que ver con el Otro del
lenguaje. Para Lacan el partenaire del sujeto es el Otro del len­
guaje, es decir que la fórmula que ustedes tienen «un significante
representa al sujeto para otro significante”,13 implica la relación
del sujeto con el Otro, porque la mínima cadena significante Sj y
S2, es lo que nosotros llamamos el Otro.
En estos conceptos hay que partir del más llano sentido co­
mún, el Otro es lo heterogéneo. Recuerden el esquema Lambda;
está el semejante (a) y el gran Otro (A), el semejante es lo uno
mismo, la creencia de que en la identificación imaginaria uno se
ubica como semejante de esa imagen en el espejo, com pañero,
hermano, etcétera; y el Otro es lo heterogéneo.
A veces ese Otro es tan Otro para uno, que uno se queda sin
palabras. Mientras más ideal es ese Otro, más heterogéneo es a
uno mismo. Aparecen así esos personajes que son para uno
semidioses o dioses completos; como una estrella de rock. Y al
tenerlo frente a uno por única vez en la vida, uno no supo qué
decirle, uno se quedó sin palabras. Para hablarle hay que hu­
manizarlo un poco, hacerlo un poco semejante.
Freud muestra muy bien cuando trabaja lo cómico, el chiste,
el humor, que la caricatura da cierta humanidad. En la caricatura
la cuestión es remarcar un rasgo del personaje que está muy
elevado en su idealización; ese rasgo remarcado del personaje lo
baja a cierta humanidad
Una de las cosas que presenta Freud es que en el amor hay
una idealización del objeto amado. Es decir, que en el amor uno
po na hacer intervenir los tres registros, imaginario, simbólico y

13 U ran ’ J- ,1972'73)- B u e n o s Aires, Paidós, p. m


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real. Ustedes ya saben que en el amor interviene algo del Edipo.


El Edipo da una orden, “/o que no se p u e d e pero además establece
un orden, porque saber lo que no se puede nos permite ubicar lo
que sí se puede. El Edipo dice: “Con tu madre no se puede” y ese
varoncito buscará en la vida a otra mujer que no es la madre, pero
que tiene sus rasgos. El Edipo es un orientador, entre otras cosas.
Dentro de lo simbólico, el Edipo orienta. Lean las estructu­
ras de parentesco y van a ver cómo Levy Strauss identifica que
cada miembro de una tribu tiene x cantidad de posibilidades a
partir de las relaciones de parentesco. El Edipo ubica la cantidad
de posibilidades.
En un punto, algo que no termina de ordenar el Edipo es por
qué alguien elige a una dentro del total de posibilidades.
También estuvieron trabajando la identificación imaginaría y
vieron cómo en el amor interviene lo imaginario, lo especular,
que para amar a los otros es necesario amarse a sí mismo. No
queda tan claro cómo interviene lo real en el amor.
Fundamentalmente me interesa mostrarles cómo interviene
el objeto a en el amor, voy a poner el énfasis en el objeto a y no en
el amor, más allá de que luego retomaremos la cuestión del amor.
Para eso voy a tomar un caso clínico que no vemos en la
materia de Psicopatología, El hombre de los lobos14 y no voy a
poner en cuestión el diagnóstico. Lo voy a tomar como un neu­
rótico, más allá de si lo fue o no, pero me interesa abordar un
rasgo del caso que tiene que ver con la forma en que Freud traba­
ja los enamoramientos del Hombre de los Lobos.
El planteo que Freud hace es que el Hombre de los Lobos
presenció una escena infantil, la escena en la que ve a los padres
manteniendo una relación sexual; eso no implica que lo recuerda
sino que Freud lo deduce y tiene poco sentido saber si aconteció
realmente o no, porque lo que importa es la realidad psíquica.

14 Freud, S. (1917-19). De “La historia de una neurosis infantil (caso del


Hombre de los Lobos)', en Obras Completas, t. XVII. Buenos Aires,
Amorro rtu.
„ F^hí-ín A Nanarstek: Nociones M c c a n á l^ P U )

Esa escena grabada en el inconsciente determina un punto


esencial en el desencadenamiento del amor (para aquéllos que
son más románticos podríamos decir el flechazo ); no lo planteó
Freud así, yo les propongo pensarlo así.
El objeto definitivo de la pulsión sexual nunca es el prim iti­
vo, dice Freud, tan sólo es un subrogado suyo. Es decir que Freud
parte de que siempre el objeto de la pulsión sexual es un subroga­
do de uno primero. Uno primero que no existe y no existió.
Freud continúa diciendo que el psicoanálisis ha demostrado
que cuando el objeto primitivo de un impulso sucumbe a la repre­
sión, es reemplazado en muchos casos por una serie interm ina­
ble de objetos sustitutivos, ninguno de los cuales satisface por com­
pleto. Ello explicaría la inconstancia en la elección de objeto, el ham­
bre de estímulos tan frecuente en la vida erótica de los adultos.
El psicoanálisis nos enseña también que aquellos elementos
que actúan en lo inconsciente como algo insustituible, suelen
exteriorizar su actividad provocando la formación de series in­
acabables, puesto que ninguno de los subrogados proporciona la
satisfacción anhelada.
Es interesante esto, porque Freud dice que actúan en lo in­
consciente. No pone el énfasis en la realidad, sino en aquello que
actúa en el inconsciente como algo insustituible, que va por el
mismo lugar que la experiencia de satisfacción. ¿Qué quiere de­
cirnos Freud con esto? Freud nos habla de la inscripción de eso,
encuentra en el inconsciente una inscripción de lo que debe ha­
ber sido una primera vivencia de satisfacción. Eso actúa com o
algo insustituible.
En lo cotidiano contamos con los objetos sustitutivos y tie­
nen determinada característica; deducimos por ello que el objeto
insustituible habrá tenido esa característica.
En efecto, lo insustituible eficaz dentro de lo inconsciente se
enuncia mediante el relevo sucesivo de una serie interminable.
Doy un ejemplo. A veces uno se encuentra con ciertos hom ­
bres que están muy apegados a la madre y eso les impide form ar
una pareja. Ese lazo con la madre muestra que esa madre no
hace a lo insustituible eficaz. No es lo mismo lo verdaderamente
Clase 5 El objeto a (II Parte)

insustituible, que un hombre diga: “No hay como mi madre” y se


quede a su lado siempre, que lo insustituible eficaz, ya que le
permitiría armar series.
Se enuncia, dice Freud, mediante el relevo sucesivo de una
serie interminable y cae porque en cada subrogado se echa de
menos la satisfacción ansiada.
Freud establece que si funciona ese objeto insustituible, eso
genera condiciones eróticas, esto es, que cada uno va a tener
determinada condición para elegir la serie de subrogados.
Estas condiciones provienen, en el Hombre de los Lobos, de
la constelación materna. La mujer tenía que mostrársele en la
postura que en la escena primordial hemos adscripto a la madre.
Desde la pubertad veía el máximo atractivo femenino en unas
redondas nalgas opulentas.
Efectivamente, Freud describe cómo cada vez que el Hombre
se encontraba con una mujer en la posición de la madre, se
enamoraba de esa mujer. Por ejemplo, de la institutriz que en­
cuentra agachada fregando el piso. El encuentro con esa escena
desencadena el enamoramiento.
Luego, a la que va a ser su mujer, también la encuentra en
esa posición, agachada.
La escena primaria, que no es recordada, es reemplazada por
la segunda escena en la que encontramos a la institutriz. Esa
institutriz estaba arrodillada en el suelo y tenía a su lado un cubo
de agua y una escobilla; y se burlaba del niño o le reprendía.
Freud dice entonces que, al ver a la muchacha fregando el suelo,
el sujeto se había puesto a orinar frente a ella, quien le dirigió
seguramente una broma y una amenaza de castración.
La idea de Freud es que para que la vivencia primaria se
convierta en insustituible y eficaz, tiene que ser reemplazada por
una segunda escena. En este caso, la madre es reemplazada por
la institutriz.
Insisto, esto Freud lo construye, la primera escena no la re­
cuerda el Hombre de los Lobos sino que se la construye a partir
de la segunda.
Alumno: ¿Cómo se sabe que es producto de un recuerdo y no una
fantasía?
F N - En un punto, poco importa. Interesa tener presente que
estamos en el campo de la realidad psíquica. Se ve también en los
sueños: ¿cómo sabemos si el sueño es como lo cuenta el paciente?
No importa, lo que importa es lo que cuenta el sujeto acerca del
sueño; con eso trabajamos.
La escena tiene consecuencias para el sujeto en la vida, en este
caso, cada vez que se encuentra con una mujer en esa situación
desencadena algo. Tiene consecuencias en el cuerpo: determ ina­
das escenas logran que el hombre se excite, por ejemplo. C onse­
cuencias fuertes porque toca el cuerpo, es decir, un hom bre logra
la erección a partir de ciertas fantasías y éstas a veces son más
importantes que la presencia de una mujer. Eso mueve el cuerpo,
en ese sentido pensamos la eficacia y las condiciones eróticas.

Alumna: ¿El objeto a es el objeto de amor erótico, el prim er objeto


que erotiza en la etapa del complejo de Edipo? Es decir, que el
chico se siente atraído por la madre y el padre interviene diciendo
“con ella no”.

F. N.: Decimos que la escena tiene que ser reprimida prim aria­
mente y si interviene la represión suponemos que el padre in­
tervino como función. Tiene que haber algo perdido, sí, pero a lo
que apunto es que ese hombre se excita ante cierta circunstan­
cia. Y quizás él desconozca esto, porque no va a decir: “Me enamo­
ré de un c u l o Dirá: “Me enamoré de una mujer”. Pero esa m ujer
tiene que tener ciertas condiciones. Llegado a un punto, esa condi­
ción erótica está vacía de sentido, aunque esté atravesada por el
Edipo. Esto es parte de un conflicto entre hombres y m ujeres.
La obsesión emanada de la escena primaria se transfirió a la
escena con la institutriz y siguió actuando merced al nuevo im ­
pulso en ella adquirido. Pero la condición erótica experim entó
una modificación que testimonia la influencia de la segunda es­
cena pues quedó transferida desde la postura en la m u jer a su
actividad en la misma. Es decir qUe, a partir de la segunda esce­
na, ya no sólo se va a excitar con una mujer agachada sino con
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una m ujer que también está fregando. Hubo una transferencia


sobre esa actividad.
A partir de esa primera sustitución, tenemos la posibilidad
de una serie.
El acto realizado por el niño de dos años y medio con la ins­
titutriz es el primer efecto visible de la escena primordial.
Ahora bien, el amor en tanto tal hace que el sujeto desconoz­
ca su propia condición erótica; cuando alguien se enamora, lo
hace de una persona. Freud dice que uno idealiza y ese idealizar
en el amor supone desconocer la condición erótica que determi­
na ese amor. Por eso, del lado femenino se presenta esta cues­
tión de que luego del acto sexual se demandan palabras, no im­
porta qué se diga, las palabras son signo de amor, porque eso
vela, esconde, que eso se sostiene sólo por una condición erótica.
Vela que sólo quiere eso y la pregunta subsiguiente es: “¿Qué
querés de m í?”. Una vez que pasó eso: “¿Qué soy yo para vosT,
“¿Qué va a pasar con lo nuestroV y toda la serie de preguntas que
surgen cuando la mujer se siente reducida a un objeto. La mane­
ra de salir de esa reducción es pasar por la vía del amor.
El narcisismo hace de algo una totalidad, la condición eróti­
ca fragm enta esa totalidad.
En la relación del amor tenemos algo de la pareja sujeto y
Otro, equivalente a la relación en un análisis en que alguien vie­
ne y le habla al Otro. El dispositivo analítico que inventa Freud
ubica al analista en el lugar del Otro. En Otro que incluso no se
lo puede ver porque uno está acostado en un diván, como si uno
le estuviese hablando a un dios griego. Mientras más se ve al
partenaire , más defectos se le encuentran. Se hace evidente que
cuando se pierde el amor se advierten los defectos del otro, que
el amor impedía ver.
La transferencia es equivalente al amor y no se diferencia
del amor de la vida cotidiana, salvo la respuesta que da el analis­
ta a ese sentimiento amoroso del paciente. El analista debe pre­
servar ese amor en el nivel de la palabra; si pasa al acto sexua ,
se acaba el análisis. Se acaba el análisis, porque se tira abajo algo
del Otro, más allá de las cuestiones éticas en juego.
Freud plantea que en el amor transferencia! interviene un
clisé. Lo van a ver cuando trabajemos el caso Dora. Lacan, en
lugar de llamarlo clisé lo llama matriz. Sena un molde.
La relación que se tiene a partir de la condicion erót.ca es
como un molde, el molde que habrán experimentado al ju gar con
arena u otra sustancia maleable. Ibdo lo que se mete en ese molde,
sale con la misma forma. Hay algo en el amor que para el sujeto
tiene siempre la misma forma, sigue una matriz, un clisé.
No alcanza con decir que se trata de la madre, porque enton­
ces, todos los hermanos elegirían a la misma mujer; sino que hay
algo bien singular y es cómo se arma la relación amorosa a partir
de un molde. Eso ya no es sólo la relación del sujeto al Otro, sino
su relación a un objeto.
Algo que aparece todos los días en el análisis es gente que
habla de que no puede parar de encontrar diferentes mujeres y nin­
guna le dura, a pesar de que es momento de sentar cabeza y formar
una familia. En ese pasaje entre varias mujeres se pesca que algo se
repite de la misma manera en cada elección; se repite como un
molde. Eso ya no es la relación del sujeto al Otro sino al objeto.
Lo planteo desde otra perspectiva. Freud indica que la pul­
sión no tiene objeto predeterminado por la especie. A partir de
cierto momento se establecen para el sujeto determinadas con ­
diciones, que hacen que cada sujeto encuentre su satisfacción
sexual de un modo muy específico. El ejemplo que más le sirve a
Freud es el del fetichismo. El príncipe de la Cenicienta gozaba con
una mujer que encajara en un zapato especial; eso es una condi­
ción erótica para Freud y la llama fetichista.
Una cosa son los verdaderos fetichistas y otra los que tienen
una condición fetichista. Si el príncipe hubiese sido un verdadero
fetichista, se hubiese quedado con el zapato y no habría salido a
buscar a nadie.
Están los fetichistas que gozan del objeto fetiche, y están
aqueéllos que necesitan del fetiche para gozar de una mujer. El
principe es de este orden, del que sale a buscar a la mujer.

cnnJi * U ™ m U eS tla m U y bÍ6n qUe Un° 110 C am b ia n U n C a la


cond.ción erót.ca aunque vaya en contra de la lógica del m ercado
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actual, que nos lleva a cambiar de zapato todas las temporadas.


Sin embargo, el fetichista quiere el mismo zapato siempre igual.
La relación del sujeto con el objeto es perdurable, es para toda la
vida. Pero partimos de la base de que no hay un objeto prede­
terminado por la especie humana. Uno gozará a partir del zapato,
otro a partir de la mujer agachada. Cada quien encontrará una
satisfacción a partir del vacío de un objeto que no hay. Esto se
puede construir en un análisis a partir de la repetición.
Si siempre aparece el mismo rasgo, ello dará cuenta de cier­
ta escena primaria y no interesa si verdaderamente fue así, sino
la eficacia que ello tiene en el inconsciente y determina la con­
ducta del individuo.
Vemos entonces que se repite como un clisé y se repite a
pesar de uno mismo; uno cree que elige cuando en realidad está
determinado por el molde. El amor hace creer también que uno
elige porque se encontró con la “media naranja”. Llamemos a eso
tener química, pero el príncipe tenía química con las mujeres que
encajaban en ese zapato.
Ahora bien, si ustedes quieren, en un punto se puede seguir
creyendo en el amor. Para Freud se puede creer en el amor en el
punto en que el Hombre de los Lobos se encontró con una mujer
agachada. Interviene algo del azar: entre los cultivos encontró a
una mujer agachada y luego fue su esposa, pero nunca va a decir
que se enamoró de una mujer agachada. Para llegar a eso es
necesario hacer un análisis que descubre algo del clisé.
El análisis no destruye el amor sino que apunta a estas
cuestiones porque las personas sufren.
Es decir que, además del aspecto simbólico del Edipo que
determina con cuales sí y con cuales no; y además del aspecto
imaginario de hacer de ese partenaire un ideal, es preciso un mol­
de que desencadena algo del amor. Uno lo puede pensar como el
“flechazo” , como “la química”, pero de lo que se trata es del des­
encadenamiento de algo que tiene eficacia. En definitiva, lo que le
pasa al príncipe es lo que le pasa a cualquier hombre que anda
con su zapato a cuestas buscando una mujei. Esto orienta, es
decir que el príncipe buscaba a una mujer que encajara con ese
„n cK ia. A Nanarstek: Nociones introductorias al Psicoanálisis (2016^

zapato, y no por ello es fácil; porque tal vez la mujer debía calzar
45 y no es fácil hallarla.
Esto también da cuenta de la metáfora de la que n os h abla
Lacan: cuando alguien puede sustituir a la madre por otra mujer,
está haciendo uso de una metáfora.
La gente no viene al consultorio diciendo: “Yo tengo metáfora
paterna ” o uyo no tengo metáfora paterna*. No. La su stitución de
una mujer por otra nos habla del uso de la m etáfora paterna.
En la psicosis esto se presenta de un modo m u y particular.
Schreber no podía hacer esa sustitución y él mismo se tra n sfor­
mó en la mujer de Dios. Él tenía muchas poluciones n octu rn as y
eso da cuenta del fenómeno elemental que es insoportable para
Schreber, eso no responde a ninguna condición erótica, eso está
fuera de control. Allí no hay ninguna orientación.
Si no se produce esa primera sustitución eficaz, p odem os te ­
ner algunos casos de neurosis en donde la metáfora no se puso en
función. Una cosa es que esté inscripto y otra que esté funcionando.
El príncipe sabe que tiene que buscar una m ujer que en tre
en su zapato, mientras que el psicótico no tiene n ingún zapato.
Hemos trabajado el aspecto edípico del asunto y le a greg u é
un aspecto más que tiene que ver con la relación al objeto, q u e no
está en la primera enseñanza de Lacan.
Para Schreber el problema no fue el nombramiento sino cu a n ­
do él tiene que asumir funciones, algo puede estar in scripto p ero
no necesariamente quiere decir que se haya puesto en fun cion es.
Este doble momento de la inscripción y la puesta en fu n cion es,
acontece en la neurosis. En la psicosis aparecerá la d escom p en sa ­
ción cuando se le requiera la credencial.
Suponemos que cuando alguien tiene que enfrentar algo de la
paternidad y la sexualidad, se requiere algo del nombre del padre.
En el caso de que no haya se enfrenta aun abismo, un agujero; en
la neurosis cabe la posibilidad de poner en funcionamiento la me­
táfora y podrán aparecer, por ejemplo, los síntomas ante eso.
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Freud hablaba de la salud aparente. Se trata de una neurosis


que todavía no está puesta en función, lo estará cuando se requie­
ra poner todos los elementos en funcionamiento.

Bueno, seguramente retomaremos los teóricos optativos en


la segunda parte del año. Tendrán la información disponible en la
página también y verán los temas que se hablarán en este espa­
cio. Nos encontram os en la próxima.

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